El Poder del Evangelio

El Poder del Evangelio

Por el Presidente Heber C. Kimball
Discurso pronunciado en el Tabernáculo,
Gran Ciudad del Lago Salado, el 17 de diciembre de 1854.


El Evangelio que han oído esta mañana del hermano Grant lo han escuchado una y otra vez. Todo aquel que profese ser un Santo de los Últimos Días y reconozca la verdad de este Evangelio, según el relato histórico en el Nuevo Testamento, debe saber que es verdadero. ¿Por qué? Porque, como ha testificado el hermano Grant, cuando el hermano José Smith proclamó este Evangelio de arrepentimiento y bautismo para la remisión de los pecados, su testimonio habría sido verdadero aun si no existiera el Nuevo Testamento.

Dios envió un ángel a él y a otros, y el ángel les predicó el Evangelio y autorizó a José Smith para bautizar a Oliver Cowdery, y luego José fue bautizado por él. Cuando Jesucristo vino, autorizó a los hombres a administrar las ordenanzas del Evangelio, y luego él mismo fue bautizado; no se excusó, ni tampoco lo hizo el hermano José. Él fue y estableció el ejemplo, para que pudiera cumplir con toda justicia, glorificando a Dios en la tierra y en el cielo. Y dijo: “Lo que he visto hacer a mi Padre, eso hago yo”. Del mismo modo, ustedes siguen el curso que vieron seguir a los Apóstoles en los últimos días.

En cuanto a la circunstancia de la que hablaba el hermano Grant en Montrose, yo estaba con el hermano José, y también con el hermano Brigham y muchos otros. Cientos fueron sanados, se levantaron de sus camas y nos siguieron. Si no lo creen, consulten a muchos de aquellos que estaban al borde de la muerte en ese momento y ahora viven en estos valles disfrutando de buena salud. ¿Cuántos enfermos han sido sanados en la Vieja Inglaterra? He estado muchas veces en casas donde las personas estaban a punto de morir, con viruela y otras enfermedades, y fueron sanadas por el poder de Dios. Los he llevado al agua cuando estaban al borde de la tumba, los he bautizado y han sido sanados. “¿Qué, de la viruela?” Sí; y hay numerosas personas aquí que estaban al borde de la muerte, y el hermano Orson Hyde es testigo de que estaban a punto de morir, y ahora están aquí con una salud robusta. [Orson Hyde: “Es cierto”.] ¿Cierto? Sí, tan cierto como que Dios reina en los cielos. Y hay miles más en la Iglesia que saben que esto es cierto. El testimonio del hermano Grant y de otros hombres es tan válido como el testimonio de Pedro, Santiago y Juan, porque ellos dicen la verdad tal como está en Jesucristo.

Me alegra vivir en esta época. Ustedes han oído que muchas veces he dicho que el “mormonismo” y este pueblo son el orgullo de mi corazón. Deseo ver a los Santos actuar correctamente y arrepentirse de sus pecados de tal manera que nunca más necesiten volver a arrepentirse. Abandonen sus pecados, hagan sus primeras obras y vuélvanse al Señor con propósito de corazón mientras tengan la oportunidad. Entonces no será necesario que se les predique nuevamente los primeros principios del Evangelio de Cristo. Sin embargo, muchos deben arrepentirse y ser bautizados para la remisión de sus pecados. Pero no entren nuevamente en el agua a menos que abandonen esos pecados y sean Santos desde ese momento en adelante, sin cultivar el principio de iniquidad en ustedes, en sus familias ni entre este pueblo. Que cada hombre y mujer se levante y purgue la iniquidad de entre nosotros. Si no lo hacen, verán tristeza, aunque se arrepientan con lágrimas y en cilicio y ceniza, y no podrán escapar de ella hasta que el Señor decida liberarlos.

Hermanos y hermanas, atesoren el Evangelio. Lean las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento y el Libro de Mormón. ¿Qué dice el Señor? Que todo aquel que lea el Libro de Mormón atentamente, fielmente y con oración, antes de terminar recibirá un testimonio de su verdad. Yo lo sé. Si han perdido el Espíritu, vayan y lean el Libro de Mormón y el Libro de Doctrina y Convenios, y lo recuperarán, más o menos. Son pocos los que saben algo sobre estos libros y lo que significan.

Quería dar testimonio, junto con el hermano Grant, de la verdad de sus declaraciones respecto al poder sanador de Dios manifestado en Montrose, porque fui con el Profeta y soy testigo ocular. ¿Acaso este Evangelio no tiene el mismo poder que tenía hace mil ochocientos años? Sí lo tiene, porque Dios nos lo ha renovado y nos lo ha transmitido a través de José Smith por la ministración de un ángel. Hemos recibido el Evangelio, el Sacerdocio, las llaves y el poder que le pertenecen, y el Reino de Dios ha sido restaurado, y nunca será derrocado nuevamente, sino que derribará toda iniquidad o poder que intente enfrentarse a él, ya sea una nación o un reino. ¿Cree el mundo en esto? ¿A quién le importa si lo creen o no? Dios sabe que lo hará, y yo lo sé, y eso es suficiente. Si no hubiera otro hombre en el cielo o en la tierra que lo supiera, y yo lo supiera y estuviera autorizado, derrocaría todos los demás gobiernos, y no podrían evitarlo. Todos ustedes saben esto, ¿no hermanos? [“Sí”.]

Seamos hermanos. Como he dicho muchas veces, quiero ver a este pueblo actuar como hermanos. Si alguno de ustedes tiene terrenos en la ciudad, deje que su madre o su hermana tengan una porción. Si tienen más tierra de la que pueden cultivar, hagan lo mismo. Si el Condado de Weber tiene más de lo que necesita, que Davies tenga un pedazo, y seamos uno. Seamos hermanos, y seamos uno. Entonces, ¿qué será el mundo para nosotros? Desearía que todos sintieran como yo, y entonces sabrían que Dios no permitirá que Sus siervos justos sean derrocados. Nunca deben intentar derrocarlos si calculan ser Sacerdotes de nuestro Dios y reinar para siempre.

Millones de hombres serán salvos que nunca serán dioses. Pueden ser los Santos de Dios y someterse a los hijos de Dios. Escuchen el consejo de los siervos de Dios, hagan lo que nuestro líder nos dice que hagamos, y prosperaremos de aquí en adelante y para siempre.

Sé lo que los salvará. No se necesita mucho conocimiento para saberlo, porque consiste en guardar los mandamientos de Dios, y solo eso los salvará. Que Dios los bendiga y les ayude a vivir fielmente ante Él de aquí en adelante y para siempre. Amén.


Resumen:

En su discurso, el Presidente Heber C. Kimball habla sobre el poder y la verdad del Evangelio de Jesucristo. Comienza refiriéndose al testimonio del hermano Grant, reafirmando que el Evangelio predicado por José Smith es verdadero, independientemente de si existiera o no el Nuevo Testamento, ya que fue recibido directamente por revelación divina y ministrado por un ángel. Kimball describe cómo las ordenanzas del Evangelio, como el bautismo, fueron instituidas por Cristo mismo, quien no evitó ser bautizado para cumplir toda justicia, y José Smith siguió ese mismo ejemplo.

Kimball relata experiencias personales sobre el poder sanador del Evangelio, recordando milagros que él presenció junto con José Smith, Brigham Young y otros líderes, en los que muchas personas fueron sanadas milagrosamente por el poder de Dios, tanto en América como en Inglaterra. Subraya que el mismo poder que sanó en tiempos antiguos sigue vigente en su época.

El presidente exhorta a los Santos a vivir en rectitud, arrepentirse de sus pecados y nunca volver a ellos una vez bautizados. Hace un llamado a abandonar la iniquidad y a purificarse individual y colectivamente como pueblo. Advierte que aquellos que no lo hagan sufrirán tristeza y tribulación.

Además, enfatiza la importancia de atesorar el Evangelio y estudiar las Escrituras, incluyendo el Libro de Mormón, que promete traer testimonio a quienes lo estudien fielmente. Finaliza llamando a la unidad entre los miembros de la Iglesia, recordándoles que compartan sus recursos y se ayuden mutuamente. Kimball asegura que la obediencia a los mandamientos de Dios es el camino para la salvación, y que los justos no serán derrocados por fuerzas externas.

Este discurso refleja la profunda fe y testimonio del Presidente Kimball en el poder transformador del Evangelio restaurado. El relato de milagros y sanaciones, junto con el llamado al arrepentimiento y la unidad, destaca la importancia de vivir una vida recta y de acuerdo con los principios del Evangelio. Kimball invita a los Santos a no solo creer, sino a actuar en conformidad con su fe, purgando cualquier rastro de iniquidad y fortaleciendo a la comunidad de creyentes mediante la ayuda mutua.

Una de las lecciones clave del discurso es que el poder de Dios es inmutable y eterno. El mismo poder que operó en tiempos antiguos sigue obrando hoy a través de las ordenanzas del Evangelio, siempre que se mantenga la fidelidad. En este sentido, la restauración del Evangelio a través de José Smith es un recordatorio de que Dios sigue activo en la vida de Su pueblo, guiándolos y sanándolos tanto física como espiritualmente.

La exhortación a vivir sin volver a los pecados después del bautismo es una reflexión sobre el compromiso que cada creyente debe asumir en su camino espiritual: vivir de manera que no solo se arrepientan, sino que abandonen permanentemente las conductas pecaminosas, convirtiéndose en verdaderos Santos en pensamiento y acción.

Finalmente, la invitación a la unidad entre los miembros de la Iglesia subraya el valor de la fraternidad y la generosidad. Al compartir sus bendiciones y ser uno en propósito, los Santos no solo fortalecen la comunidad, sino que también demuestran su fe en las promesas de Dios.

Este discurso nos recuerda que, a pesar de los desafíos, el poder del Evangelio es real, tangible y capaz de superar cualquier adversidad. El llamado es a abrazar plenamente ese poder y a vivir de manera íntegra, siendo testigos de las promesas de Dios en nuestras vidas.

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