Enseñad Diligentemente

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Los compañeros


El maestro debe tener siempre presente la influencia tan poderosa que ejerce el grupo, o sea, los compañeros de clase. Los jóvenes viven pendientes de la manera de sentir y de actuar de sus amigos. Generalmente les preocupa más la crítica de que pueden ser objeto de parte de sus compañeros que las reprimendas que pueden recibir del maestro. Este es un elemento sumamente poderoso que el maestro bien puede emplear como aliado. En mi experiencia he notado que es una de las pocas cosas que da resultados favorables al trabajar con jóvenes indisciplinados. Si uno puede valerse de la presión que ejerce el grupo para lograr cosas buenas, contará con una valiosísima ayuda. Primeramente debe asegurarse de que la clase comprenda que el maestro tiene tanto interés por cada uno de los alumnos que jamás permitirá que nadie interfiera con lo que ellos están aprendiendo.

Si uno de los alumnos en la clase comienza a crear desorden y el maestro deja de hablar, a los pocos segundos los demás compañeros mirarán al transgresor y a menudo hasta le harán saber de alguna manera que lo que está haciendo no está bien, no sólo para con el maestro, sino también para con el resto de la clase.

La presión que ejerce el grupo es sumamente poderosa en lo que tiene que ver con la disciplina y en muchos casos contribuye a la transformación positiva de jóvenes que necesitan ayuda. Sin embargo. a menudo se utiliza esta infiuenda para lograr propósitos indignos.

“…en actitud de estar burlándose…”

Una de las mejores ilustraciones que nos ofrecen las Escrituras en cuanto a los serios efectos de la influencia ejercida por los compañeros se encuentra en el octavo capítulo de 1 Nefi, en donde Lehi relata el sueño que tuvo. Se trata de algo que vale la pena leer cuidadosamente. Lehi había, en sueños, viajado por un desierto obscuro y lúgubre por espacio de muchas horas y entonces, tras ferviente oración, llegó hasta un lugar espacioso y vio un árbol cuyo fruto era deseable para hacerlo a uno feliz.

Después de probar el fruto, comenzó a sentir deseos de que su familia también participara de él. Al mirar a su alrededor en busca de su familia, observó un río, una barra de hierro que se extendía a lo largo de él, Y un camino recto y angosto junto a la barra de hierro, el cual conducía hasta el árbol junto al cual Lehi se encontraba de pie. También vio a un grupo de gente apremiándose para llegar hasta el sendero, y surgió un vapor de tinieblas y muchas de esas personas se perdieron. Otras se adelantaron y se asieran al extremo de la barra y avanzaron hasta que lIegaron y participaron del fruto del árbol.

Esto bien puede describir la condición de los miembros de la Iglesia. El sueño se repite en el capítulo 15 de 1 Nefi, donde Nefi define el árbol como una «representación del árbol de la vida». Advirtamos en esta visión lo que aconteció a aquellos que transitaron por el sendero recto y angosto, sujetados a la barra de hierro, después de abrirse paso por las tinieblas, alcanzando su meta y participando del fruto del árbol.

«Y después de haber comido del fruto, miraron en derredor de ellos, como si se hallasen avergonzados.

«Y yo también dirigí la mirada al derredor, y vi de la otra parte del río un edificio grande y espacioso que parecía erguirse en el aire, a gran altura de la tierra.

«Y estaba lleno de personas, tanto jóvenes como ancianas, hombres así como mujeres; y la ropa que vestían era excesivamente fina; y se hallaban en actilud de estar burlándose y señalando con el dedo a los que habían llegado hasta el fruto y estaban comiendo de él.

«Y después que hubieron probado el frulo, se avergonzaron a causa de los que se mofaban de ellos; y cayeron en senderos prohibidos y se perdieron» (1 Nefi 8:25-28).

Este relato ilustra con cuánta facilidad la gente cambiará de conducta para ganarse la aprobación de aquellos que le rodean. La mayoría de las personas, principalmente los jóvenes, rápidamente se ajustan a lo que ellos suponen que es la voluntad de la mayoría. El padre o el maestro sensato puede, a menudo, valerse de esta tendencia con fines justos. La mayoría de las actividades de la IgIesia están destinadas a lograr que nuestros jóvenes desarrollen vínculos de amistad con otros jóvenes que les servirán de buen ejemplo por vivir conforme a los principios de la justicia.

Sabemos de muchos medicamentos que están compuestos de substancias que, empleadas de otra forma, pueden resultar nefastas, mientras que debidamente compuestas y administradas, pueden tener un efecto altamente saludable. La influencia que el grupo de compañeros surte sobre los jóvenes es comparable a tal efecto, y se le puede emplear con propósitos saludables tanto por parte de padres como de maestros sensatos.

Un milagro

Había en una clase de seminario una jovencita cuya conducta y apariencia dejaba mucho que desear y hasta causaba lástima. Traté de estimularla y hacerla sentirse parte del grupo. Presentía que la joven deseaba desesperadamente integrarse y actuar a la par de los demás. Sin embargo, cada vez que se le pedía que participara ofreciendo una oración o leyendo de las Escrituras, daba muestras de inseguridad y después se echaba a llorar y volvía a su asiento. Aunque algunos de sus compañeros le tenían algo de lástima, había otros en el grupo que a menudo eran groseros y despiadados con ella.

Esta jovencita casi nunca se arreglaba el cabello, su ropa dejaba bastante que desear y con frecuencia se ponía medias de diferentes pares, si es que se las ponía. Si llegaba a clase un tanto temprano. nadie se sentaba en las sillas que estaban a sus lados. Si llegaba a clase tarde, la única razón por la que podía sentarse junto a alguien era porque ya no había otras sillas vacías.

Sabía lo suficiente de ella como para entender la razón de sus problemas. Su madre era viuda y sus ingresos eran sumamente escasos.

Entre algunos de sus compañeros de clase se encontraban el presidente del estudiantado del colegio y la joven que había sido elegida reina de belleza. Además de ser jóvenes inteligentes y de apariencia fisica sumamente agraciada, eran poseedores de innumerables talentos y casi siempre estaban tomando parte en varias actividades.

Un día les lIamé a mi oficina y les pregunté si estaban interesados en participar en un milagro, a  lo cual me respondieron afirmativamente. Les dije  que algunos milagros requerían cierto tiempo antes de cristalizarse, pero que de todos modos eran milagros. Entonces hablamos un poco en cuanto a la jovencita en cuestión y les di las asignaciones. El joven que era presidente de los estudiantes debería sonreírle y dirigirle la palabra cada vez que la encontrara en los pasillos del colegio. Eso era todo. No tenía que invitarla a salir con él ni tampoco detenerse para hablar con ella. No estaba obligado a desarrollar una amistad con la joven ni a darle un tratamiento especial, -nada más saludarla y demostrar que lo hacía genuinamente.

La joven que había sido elegida reina de belleza aceptó la asignación de caminar junto a su compañera desde el edificio del colegio hasta el de seminarios, nada más. No estaba comprometida a incluirla en su círculo de amistades, sino a caminar con ella hasta la clase de seminarios todos los días. Simplemente debería apurarse para alcanzarla o caminar más despacio para que su compañera la alcanzara a ella y después tan sólo conversar de lo que fuera.

Los dos jóvenes se entregaron a sus asignaciones silenciosa pero al mismo tiempo entusiastamente, sin decir palabra a nadie. El milagro no tardó en comenzar a cristalizarse. Un día advertí algo diferente en nuestra joven amiga. Me llevó casi todo el período de clase darme cuenta de qué se trataba, pero por fin me di cuenta. Ese día se había cepillado el cabello. ¡Todo un acontecimiento!.

La transformación continuó durante los dos meses siguientes. Nuestra reina de belleza se mostró más amigable y conversaba con ella. Nunca podían caminar a solas, pues todas las amigas de la muchacha popular la seguían, por lo que automáticamente fue incluida en el grupo, y así la joven se veía, al menos por esos minutos todos los días, rodeada de Ias jovencitas más populares del colegio.

Hay un sinnúmero de delalles interesantísimos que podría relatar en cuanto al milagro. La joven se vio transformada. Fue a la universidad, y más adelante consiguió un buen empleo, se casó en el templo y aquellos que la conocen ahora jamás creerían en el cambio físico tan extraordinario que en ella se efectuó.

Todo esto lo digo como fundamento de lo siguiente: ¿Qué habría podido lograr si hubiera sido yo quien caminara junto a ella todos los días hasta la clase de seminarios? ¿Qué se habría logrado si yo hubiera sido el que le sonriera y hablara con ella en los pasillos del colegio? La respuesta es más que obvia. Era preciso que fueran algunos de sus propios compañeros los que motivaran tal transformación. El maestro sensato puede lograr mucho si emplea esta gran influencia.

Un joven no comienza a fumar cigarrillos porque disfruta de su sabor. Comienza a fumar porque desea ser parte de algo. Este deseo de pertenecer y de confraternizar puede ser empleado para promover buenos actos entre los jóvenes. El buen maestro tiene este elemento al alcance de su mano. Una corta frase podrá a menudo lograr este fin con aquel alumno que insiste en acapurar la atención de los demás creando desorden en la clase. Lo único que desea es atención y aprobación de parte de sus compañeros, no del maestro.

En una ocasión había agotado todos mis recursos en procura de calmar a uno de tales jóvenes a fin de poder continuar con la lección. Por lo general sus compañeros festejaban sus ocurrentes interrupciones. Un día, mientras analizábamos un pasaje importante de las Escrituras, hizo un comentario que destruyó el espíritu de la ocasión y resultaba imposible continuar. Exasperado me volví hacia la clase y dije con algo de desilusión, «¿Es justo que tengamos que seguir aguantando estas cosas?» Me sorprendió la reacción. Sus compañeros resintieron su inoportuna  intervención  y  de pronto el joven se enfrentó no al festejo sino a la desaprobación. No fue necesario nada más y su conducta cambió como del día a la noche. Jamás se repitió el desorden en la clase y al poco tiempo se presentó la ocasión para darle la oportunidad de ganar la aprobación de sus compañeros nuevamente, aunque esta vez gracias a una participación debida.

El maestro nunca debe pasar por alto el efecto increíble que tiene la presión ejercida por el grupo de compañeros. En la estructura social que envuelve a los jóvenes, esa influencia puede ser destructiva, pero un maestro sabio podrá dar a esa fuerza un buen uso. Tiene que ser manejada con sumo cuidado, pero sus resultados son poderosísimos cuando se trata de fomentar la buena conducta.

El temor del hombre

Existen muchos pasajes de Escritura que atestiguan de la importancia de considerar detenidamente la infiuencia que ejerce el grupo. Veamos algunos de tales ejemplos:

“No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer agravio” (Exodo 23:2).

“Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos.» (1 SamueI 15:24).

«El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado. (Proverbios 29: 25.)

“Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. (Gálatas 1:10.)

«…según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones”. (1 Tesalonicenses 1:4.)

“Porque pronto llegará el tiempo en que todas las iglesias que se hayan organizado para obtener ganancia. y todas las que hayan sido edificadas para lograr poder sobre la carne, y las que se hayan fundado para hacerse populares ante los ojos del mundo, y aquellas que busquen las concupiscencias de la carne, y las cosas del mundo, y cometan toda clase de iniquidades, en fin, todos los que pertenezcan al reino del diablo son los que deberán temer, temblar y estremecerse; ellos son los que deben ser humillados hasta el polvo; ellos son los que deben ser consumidos como el rastrojo; y esto según las palabras del profeta.” (1 Nefi 22:23.)

“Mas he aquí, lo hacéis para obtener lucro, para ser alabados por los hombres, sí, para poder adquirir oro y plata. Y habéis puesto vuestros corazones en las riquezas y en las cosas vanas de este mundo, por las cuales asesináis, y robáis, y hurtáis, y levantáis falso testimonio contra vuestro prójimo, y cometéis toda clase de iniquidades.” (Helamán 7:21.)

“Y he aquí, con cuánta frecuencia has transgredido los mandamientos y las leyes de Dios, y seguido las persuasiones de los hombres.” (D. y C. 3:6.)

“Y ahora, mi siervo José, te mando que te arrepientas y camines más rectamente ante mí, y no cedas más a las persuasiones de los hombres.” (D. y C. 5:21.)

“He aquí, David, te digo que has temido al hombre, y no has confiado en que yo te fortaleciera, como debías haberlo hecho.” (D. y C. 30:1).

“Mas con algunos no estoy complacido, porque no quieren abrir su boca, sino que esconden el talento que les he dado, a causa del temor de los hombres. ¡Ay de éstos!, porque mi enojo está encendido en contra de ellos.” (D. y C. 60:2.)

“Por tanto, persevera en tu camino, y el sacerdocio quedará contigo; porque los límites de ellos están señalados, no pueden pasar. Tus días son conocidos y tus años no serán acortados; no temas, pues, lo que pueda hacer el hombre, porque Dios estará contigo para siempre jamás.” (D. y C. 122:9.)

La influencia de los compañeros es un elemento importante. Puede ser usada tanto destructiva como constructivamente. El maestro sabio estará siempre alerto a diferentes oportunidades de usar tal influencia en una forma positiva en el salón de clases y en todo momento, con el fin de ayudar a cambiar para mejor la vida de sus alumnos.