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Lo que los alumnos deben saber sobre los destructores de la fe
Hay maestros que deliberadamente destruyen la fe, por lo que resulta válido prevenir a los alumnos en su contra y describirlos a fin de que sus estudiantes no se.desvíen y se vuelvan como ellos, y también para que como maestros o padres tampoco seamos como tales personas. Este capítulo, preparado con otros propósitos, sirve para expresar mi forma de sentir en cuanto a este asunto, el cual considero vital tanto para los alumnos como para sus maestros.
Despues de años de estudio, la graduación constituye el momento más apropiado para hacer una valoración personal y senti aprecio por todo lo aprendido. Es el momento en que el alumno dedica algo de tiempo para repasar apuntes y materiales acumulados durante sus años de estudio. Algunos de estos materiales, tales como viejos libros de texto o exámenes, serán desechados, mientras que otros se guardarán.
Al repasar lo que ha aprendido en el salón de clases, el alumno debe prestar atención a elementos que pueda haber dejado pasar por alto. Si realmente apreciara el valor de algunas de las cosas de las que se deshizo, revolvería afanadamente la papelera para recuperarlas antes de que se perdieran para siempre.
El alumno llega a la institución de enseñanza básicamente para aprender en cuanto a una profesión, y es casi seguro que lo logre. Pero como sucede siempre, tuvo que pagar cierto precio, el cual, en muchos»casos, resulta exorbitante. Bastante a menudo los estudiantes desperdician cosas que son esenciales para ]a vida y tenninan bien ocupados pero insatisfechos.
Las siguientes preguntas resultan importantes: ¿Comenzaron sus estudios con un idealismo que después hicieron a un lado? ¿Comenzaron con fe para tenninar siendo escépticos? ¿Iniciaron su carrera provistos de un buen caudal de patriotismo para después reemplazarlo por el cinismo? ¿Comenzaron libres de ataduras, enfrentándose ahora a la adicción? ¿Tuvieron en un tiempo miras de formar una familia para ahora ver como esas aspiraciones se desvanecen? Y lo que resulta de vital importancia, ¿Gozaron un día de pureza y virtud moral para ahora tener que admitir para sí que durante estos años lá han perdido?
¿Cómo ha sucedido eso? ¿Era ése acaso e] precio esencial para justificar el logro de conocimiento y para ampliar los horizontes culturales? Bien puede ser que los aspectos intangibles que ellos se llevan consigo no igualen en valor a los que tal vez dejen atrás.
Si esos valores ya se han perdido, ¿saben los estudiantes cómo sucedió? ¿O es que acaso los entregaron de buena gana? ¿Los hicieron ellos mismos a un lado o les fueron quitados? Muchos son los jóvenes de la actualidad que caen víctimas de] juego de estafa académica.
La gran mayoría de ]a legión de profesores universitarios representa la capa más alta de nuestra civilización. Sin embargo, hay unos pocos profesores que encuentran suma satisfacción en librar al alumno de sus valores espirituales más básicos. Muchos miembros de cuerpos docentes aguardan ansiosos la llegada de un nuevo grupo de alumnos verdecitos con el compulsivo deseo de «educarles».
Las ingenuas víctimas
Durante mi período como presidente de misión en Nueva Inglaterra, fui responsable del centro de visitantes de la Iglesia en Vermont, sitio del obelisco en memoria de José Smith, rodeado por hermosos jardines. Había una cierva que se adueñó de ese encantador lugar como si fuera su residencia y todas las primaveras llevaba a dos cervatos al gramillado. Tan mansos eran que el jardinero a veces los levantaba en sus brazos.
En una oportunidad, un otoño, un cazador llegó hasta los jardines con su arco y sus flechas y mató a uno de los cervatos a medio crecer aún. El ingenuo animal se quedó allí parado observando detenidamente a pocos pasos de distancia, interesado en lo que el hombre estaba haciendo sin saber a lo que en realidad se estaba exponiendo. De ninguna manera se puede catalogar a una persona de esa naturaleza como cazador ni como deportista. Sin duda que se trató de un acto criminal en el que no dio al animal la más mínima oportunidad. Indudablemente que tanto el trofeo como la presa habrán sido más tarde exagerados en las descripciones del hombre, pero no hay forma de que tal acción haya podido proporcionarle el más mínimo sentimiento de logro.
Cada año, muchos ingenuos estudiantes caen víctimas en universidades y otras instituciones educativas. Allí, cual involuntarios cautivos, ofrecen su fe, su patriotismo y sus principios de moralidad para ser despiadadamente atacados verbalmente por inescrupulosos profesores.
Estudie al profesor
Mientras toman sus cursos, los alumnos deben encontrar y disponer del tiempo necesario, después de estudiar lo tocante a sus materias, para estudiar a los profesores. Es hasta posible que uno pueda aprender más estudiando al profesor que estudiando la materia en sí.
La mayoría de los profesores ejerce una influencia positiva en la vida de sus alumnos, pero también hay otros, aunque pocos, que encuentran deleite en destruir la fe. He llegado a la conclusión de que el profesor que ridiculiza la fe y las creencias religiosas y degrada el patriotismo, quien continuamente respalda el liberalismo en lo que tiene que ver con las normas de la institución, tanto en lo concerniente a estudiantes como a docentes, constituye una pieza sumamente interesante para estudiar. Sería prudente que el alumno lo analizara detenidamente, pues con toda seguridad encontrará aspectos tales como los siguientes:
Indudablemente aquel que pregona en favor de la aceptación de una conducta moral liberal lo hace para, en cierta forma, justificar lo que él mismo está haciendo. No son pocas las veces que tal persona podrá ser catalogada de indigna. Si condena el valor del desarrollo espiritual, casi de seguro que él mismo habrá fracasado en ese aspecto. Se pone a la defensiva declarando que se trata de una disciplina innecesaria. Tal individuo ridiculiza la fe y la humildad y sonríe con ironía cuando alguien menciona la virtud, la reverencia, la dedicación o la moralidad.
Hay un aspecto sumamente interesante en esa persona que procura ansiosamente apartarse de las normas de su iglesia, particularmente si las abandona e instiga a otros para que hagan lo mismo.
¿Se ha preguntado alguna vez por qué razón hay personas que no tienen reparo alguno en apartarse de la Iglesia pero no están dispuestas a dejarla en paz? Una conducta normal sería que la persona cancelara toda afiliación posible con la Iglesia y punto final. Pero no sucede así con este tipo de individuos. La abandona sin problemas, pero no puede dejarla en paz. Desarrolla como una obsesión, lo cual indica algo importante.
Uno puede preguntarse, ¿Se está dirigiendo a los estudiantes o a sí mismo? También es posible preguntarse, y cabe la posibilidad de que él mismo se pregunte, ¿es feliz, realmente feliz?
Quisiera prevenirles en cuanto a otra cosa. El profesor que se obsesiona en cuanto al tema de la religión, aquel que no puede enseñar una clase sin decir algo negativo contra la Iglesia, criticando al obispo o al presidente de estaca y las normas que ellos enseñan, no ofrece, en realidad, mayor preocupación. Este estilo de prejuicio resulta obvio aun para el más cándido de los estudiantes. Aun los ingenuos cervatos se harán a un lado cuando tal persona apunte con su flecha.
Engaño con un gesto o por la inflexión
Sin embargo, hay otro tipo que quisiera describirles. Puedo hacerlo mejor refiriéndome a la obra de Shakespeare, Orelo.
Otelo había cristalizado los dos grandes deseos de su vida. Había llegado a ser general, logrando así la cima, y había ganado la mano de Desdémona, su amada. Otros dos personajes de la obra completan el elenco principal: Cassio, teniente y mano derecha de Otelo, y Yago, conspirador y celoso.
Lo que Yago más ambicionaba en la vida era llegar a ser general. Impulsado por sus malignos celos, se propuso destruir a Otelo, nunca en forma abierta, sino subrepticiamente. En ninguna parte de la obra lanza una mentira en forma desolapada, sino que todo lo hace sutilmente por medio de indirectas.
- ¿Dónde está Desdémona esta noche? -podría preguntar.
- Está en la Sociedad de Socorro –Otelo responderí
- Ah, ¿allí está? -Yago preguntarí
No se trata de las palabras que se emplean. Cuando uno las lee son totalmente inofensivas, pero cuando se verbalizan con cierta inflexión, realmente adquieren la malicia con que quisieron ser pronunciadas.
En una ocasión, Cassio llegó al hogar de Otelo con un mensaje. Después de una breve conversación con Desdémona, sale para atender otros asuntos. Al salir de la casa, Otelo y Yago se acercan.
Yago pervierte un incidente totalmente inocente con el siguiente comentario: «No puedo suponer que se escapara así, como un culpable, al veros llegar.»
Y así planta la semilla, sin dar lugar a que se le recrimine por nada en absoluto. Apenas una inofensiva indirecta, un gesto, un tanto de inflexión en la voz, un poco de énfasis en una palabra o en una frase.
Otelo finalmente se convence de que Desdémona le es infiel y se propone destruirla. La tragedia alcanza su punto culminante cuando Otelo amenaza a su inocente esposa. Ella implora por una semana, por un día. Y entonces su súplica final: «¡Solo el tiempo de recitar una plegaria!» Otelo se lo niega y se produce la terrible tragedia de su muerte, para él después encontrar prueba de su inocencia.
A medida que se desplazan por la vida, es posible que muchos jóvenes estudiantes se encuentren con un Yago en su camino. Mediante indirectas y comentarios capciosos, por medio de cierta inflexión en la voz o en una pregunta burlona o inocente, pueden ser persuadidos a matar su fe, a menoscabar su patriotismo, a buscar el amparo ficticio de las drogas, a destruir su libre albedrío, a hacer abandono de la castidad, de la moralidad y de la virtud. Si así les sucede, seguramente llegarán más tarde a conclusiones tan trágicas como la de Otelo.
Tales personas ridiculizan la creencia de que hay una vida más allá de la muerte y aseguran que no existe tal cosa como un Dios. Mejor es que abriguen esperanzas de estar en lo cierto, pues si existe Dios, y algunos de nosotros sabemos que así es, la escena final será la de su propia condenación, pues la justicia caerá sobre ellas como corresponde. En el momento final, todo ser humano es castigado tanto por los pecados en sí como por Aquel que promulgó los mandamientos en el principio.
En una universidad se sostiene una teoría de que el aprendizaje debe llevarse a cabo en un clima de libertad académica. Cabe preguntarse, ¿libertad para quién? En la generación anterior se han registrado cambios interesantes.
La religión del ateísmo
Hace algunos años en los Estados Unidos, se hizo prosperar un planteamiento de cuán fuera de lugar o perjudicial resultaba el hacer oraciones en las escuelas públicas. Tal práctica fue declarada anticonstitucional por parte de la Suprema Corte. La decisión resultó parcial a una determinada ideología, pues su efecto, más allá de las intenciones que le inspiraron, favorecía a aquellos que deseaban borrar de nuestra sociedad todo elemento que pudiera estar relacionado con el Todopoderoso.
Los clamores se hacen escuchar de aceptar al ateísmo como lo que es, una religión, por cierto que una religión negativa. El ateísmo supone una expresión religiosa y constituye uno de los extremos de la filosofía religiosa.
Quienes son espiritualmente sensibles reconocen a Dios, a ese ser viviente que gobierna el destino de los hombres. El así llamado ateo declara que Dios no existe; no simplemente que Dios no es el origen de todas las cosas, sino que definitivamente no existe.
Catalogamos de soleado o de lluvioso a dos elementos para describir el estado del tiempo. Sería ridículo hablar en cuanto a tiempo claro o nublado y afirmar que no existe nunguna relación entre ambos y que no pueden ser considerados como parte de la misma disciplina.
Es del mismo modo ridículo separar el teísmo del ateísmo y afirmar que se trata de dos cosas completamente distintas, particularmente cuando justificamos y hasta cierto punto instamos a que se predique el ateísmo en el salón de clase para en seguida utilizar todo nuestro vigor para eliminar toda referencia positiva hecha a Dios. El ateo está protegido, como afirman, por el principio de la libertad académica.
El administrador de escuela que lucha por mantener esa libertad académica, mejor que se asegure de administrar imparcialmente, puesto que de otra manera violará ese mismo principio que él dice respaldar. Cuando las normas de disciplina están dominadas por la influencia que ejerce el ateísmo, entonces tal administrador es parcial.
El ateísmo, al igual que el teísmo, está dividido en muchas sectas: El comunismo, el agnosticismo, el escepticismo, el humanismo, el pragmatismo, y otras.
El ateo proclama su propia deshonestidad al aceptar paga para enseñar sicología, sociología, historia o idiomas, cuando en realidad lo que predica a sus alumnos es su filosofía religiosa atea.
Si el ateo desea enseñar estas doctrinas en una escuela pública, debe exigírsele que compre una propiedad fuera de los límites de la institución en donde pueda dictar clases, permitiéndosele que dé a tales cursos un nombre apropiado.
Todo alumno debe tener el derecho de matricularse para tomar un curso de geografía, por ejemplo, y recibir capacitación en cuanto a geografía, o inscribirse para un curso de historia y recibir instrucción en cuanto a historia, en vez de ser expuesto, al igual que el cervato ante el arco y la flecha del cazador, a las filosofías ateas de un inescrupuloso maestro.
Quienes de un modo u otro contribuimos al mantenimiento de las instituciones educacionales tenemos el derecho de enviar a nuestros hijos e hijas a estudiar sin tener que preocuparnos de la posibilidad de que se les enseñe una religión sectaria, incluyendo la del ateísmo. Tenemos el derecho de esperar que las normas disciplinarias de la institución no sean dictadas por unos pocos ultraliberales confinados a la carencia de tipo alguno de normas morales.
Parte de la sociedad es sumamente particular en prohibir que se predique el catolicismo, el protestantismo, el mormonismo o el judaísmo en un salón de clase de una escuela pública, pero por razones desconocidas, son por demás pacientes con quienes inculcan la expresión negativa de la religión.
En los lugares donde se proclama la separación del estado y la iglesia, debemos demandar mayor protección contra el agnosticismo, contra el ateísmo, contra el comunismo, contra el escepticismo, contra el humanismo y contra el pragmatismo; mucha mayor protección de la que se nos da.
He escuchado declaraciones de administradores de universidades en el sentido de cuánto quisieran corregir estas situaciones en ésta o en aquella institución, pero están maniatados. El maestro transgresor está protegido en lo que hace, amparado en su antigüedad en la cátedra y en el apoyo que le brindan agremiaciones profesionales.
AfIrmo que el ateo no tiene más derecho de enseñar los fundamentos de su secta en las escuelas públicas que el que tiene el creyente en Dios de enseñar los de la suya. Cualquier sistema escolar o social que proteja la mutilación de la fe, y que por otro lado prohiba su defensa, terminará, sin dudas, por destruir la fibra moral de la sociedad.
Esta realidad está sumamente arraigada y latente en nuestra sociedad actual. El mal se ha quitado su manto y camina libremente por nuestras calles. Cuando los jóvenes terminan sus estudios y se lanzan a la vida, seguramente se tropezarán con algún Yago, quien, aunque tal vez no bajo el título de maestro, de alguna manera se las ingeniará para atraer su atención, incitándoles sutilmente a destruir su fe.
Estamos regidos por ciertos hechos correctos y otros incorrectos. Debemos tener presente que existen verdades básicas, principios básicos y acuerdos básicos, todos ellos necesarios para el logro de la felicidad. Existen algunas cosas que son falsas, que están equivocadas. Por ejemplo, jamás podremos ser felices y al mismo tiempo malvados, más allá de cuán aceptada sea esa tendencia.
Por más que lo equívoco fuera publicado en todo libro, en todo periódico y en toda revista; si fuera difundido en todo tipo de frecuencia, transmitido por toda estación de televisión, declarado desde todo púlpito, pregonado en todo salón de clase y apoyado en todo tema de conversación, aun así, lo equívoco seguiría siendo equívoco. La maldad nunca fue felicidad, ni lo puede ser, ni lo será jamás.
Defendamos la justicia
Yo me declaro en favor de una libertad académica completa. Si se estipula que no se podrá orar en las escuelas públicas, asegurémonos de que tampoco se permita la ridiculización de la oración. También me declaro en favor de la humildad, de la fe, de la reverencia, de la hermandad, de la caridad y del patriotismo. Me declaro en favor de la sobriedad y también de la justicia.
Aguardo anhelosamente el día en que los nobles y verdaderos maestros de escuela se hagan valer, cuando su propia fibra moral comience a encenderse contra la decadencia que parece prevalecer en nuestras instituciones de enseñanza.
Rindo tributo a la gran cantidad de hombres y mujeres que enseñan con integridad. También lo rindo a aquellos hombres y mujeres de rectitud absoluta que dominan una disciplina y están capacitados para enseñarla. Ellos son a quienes más vale la pena estudiar y analizar. Eso es lo que todo alumno debe saber, puesto que tales educadores son los que realmente forjan al ser humano en su totalidad. Ellos son los hombres y mujeres en quienes podemos confiar y a quienes debemos emular.
Dios permita que los maestros pronto echen una mirada por encima de sus libros, hagan a un lado sus exámenes, abandonen por un momento sus investigaciones y pasen a formar parte de ese grupo de educadores que se esfuerza por mantener en su lugar los cimientos morales de nuestras instituciones educacionales. Estos hombres y mujeres ejercen una tremenda influencia y plantan en el corazón yen la mente de sus alumnos la semilla del respeto fundamental hacia la verdad y la integridad.
Al partir los estudiantes de las aulas satisfechos con las cosas que han aprendido, seria prudente que revisaran sus bolsillos y sus portafolios y se aseguraran de que no han perdido nada, sobre todo lo de orden espiritual, lo cual es esencial para obtener la felicidad en el futuro.
Y al partir, deben llevar consigo su fe, su patriotismo y su virtud. Si se encontraran averiados, se les puede reparar. Aun la virtud, si es que está un tanto manchada, puede ser pulida nuevamente. Estas son las cosas que los jóvenes deben llevar consigo. Pueden ser renovadas.
Sabrán en los años futuros que la vida tiene poco de hermoso que ofrecerles sin estos valores.
A lo largo de sus años de educación académica, los estudiantes aprenden a procurar información de ese profesor o maestro docto en cierta materia, ya sea que se trate de un idioma o de matemáticas, sociología, humanidades o cualquier otra. Pero también pueden investigar en cuanto a cosas espirituales . Yo he llegado a saber que Dios vive, que en el fin el Señor reinará sobre todos los asuntos de los hombres. Sé que muchos de los tesoros que los estudiantes puedan haber echado a un lado darán muestras de ser los de mayor valor para ellos.
























