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El don de enseñar
Si usted ha llegado a la conclusión de que mucho es lo que tiene para enseñar, tanto en el hogar como en la Iglesia, sin duda está bien encaminado. El siguiente paso a dar es tener el deseo de alcanzar el éxito como maestro. Puede llegar a ser un muy buen maestro y hasta puede tener éxito en sus esfuerzos de enseñar el evangelio de Jesucristo a sus propios hijos y en la Iglesia, pero el querer hacerlo es un ingrediente esencial.
Si desea ser un buen maestro y si sus deseos son tales que está dispuesto a hacer cualquier sacrificio para lograrlo, los muchos obstáculos que encuentre por el camino no serán suficientes para derrotarle, puesto que se trata de un deseo justo. ¿Puede acaso pensar en algo que el Señor quisiera que usted deseara más que el estar en condiciones de enseñar eficazmente la rectitud?
Las Escrituras testifican que el Señor concederá a los hombres conforme a sus deseos. El profeta Alma dio testimonio de ello cuando dijo:
“Sé que él concede a los hombres según lo que deseen, ya sea para muerte o para vida; sí, sé que él reparte a los hombres según la voluntad de ellos. ya sea para salvación o destrucción.
“Sí, y sé que el bien y el mal han llegado ante todos los hombres; y quien no distingue el bien del mal, no es culpable; mas el que conoce el bien y el mal, a éste le es dado según sus deseos, sea que desee el bien o el mal, la vida o la muerte, el gozo o el remordimiento de conciencia”. (Alma 29: 4-5. Cursiva agregada.)
No cabe duda que el decidir llegar a ser buenos maestros o buenos padres es algo muy importante. Pero de igual magnitud es nuestra resolución de dar a conocer nuestros deseos al Señor, Muchos tenemos el deseo pero no lo revelamos. Hay un mecanismo muy valioso que entra en funcionamiento cuando formalmente ponemos nuestros deseos en conocimiento de Aquel que nos los concede.
Ningún otro tema es más repetido en las Sagradas Escrituras que la simple invitación, «Pedid, y se os dará», Encontramos este concepto en la Biblia, en el Libro de Mormón, en Doctrina y Convenios y en la Perla de Gran Precio, Ningún otro tema se repite tan frecuentemente y en más variadas formas como este simple consejo’, Considere las siguientes referencias:
La Biblia
“Pedid. Y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os. abrirá.
“Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla y al que llama, se le abrirá.
“¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
“¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Maleo 7:7-11.)
“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. (Mateo 21:22.)
“Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. (Marcos 11 :24.)
“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. (Lucas 11:9.)
“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
“Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”. (Juan 14: 13-14.)
“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. (Juan 15:7.)
“En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará”. (Juan 16:23.)
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. (Filipenses 4:6.)
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. (Santiago 1 :5.)
“Y cualquier cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él”. (1 Juan 3:22.)
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
“Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. (1 Juan 5:14-15.)
El Libro de Mormón
“¿No recordáis las cosas que el Señor ha dicho: Si no endurecéis vuestros corazones, y me pedís con fe, creyendo que recibiréis, guardando diligentemente mis mandamientos, de seguro os serán manifestadas estas cosas?”. (1 Nefi 15: 11.)
“Sí, sé que Dios dará libremente a quien pida”. (1 Nefi 4:35.)
“Consulta al Señor en todos tus hechos, y él te dirigirá para bien”. (Alma 37:37.)
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. (3 Nefi 14:7.)
“Y cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, creyendo que recibiréis, si es justa, he aquí, os será concedida”. (3 Nefi 18:20.)
“Y ahora voy al Padre. Y de cierto os digo, cualesquiera cosas que pidáis al Padre . en mi nombre, os serán concedidas.
“Por consiguiente, pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá; porque el que pide, recibe; y al que llama, se le abrirá”. (3 Nefi 27:28-29.)
“Oh Señor, tú nos has dado el mandamiento de que debemos invocarte, para que recibamos de ti según nuestros deseos”. (Eter 3:2.)
“Cuanta cosa le pidáis al Padre en mi nombre, que sea buena, creyendo con fe que recibiréis, he aquí os será concedida”. (Moroni 7:26.)
Doctrina y Convenios
“Pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá”. (D. y C. 4:7.)
“Por consiguiente, si me pedís, recibiréis; si llamáis, os será abierto”. (D. y C. 6:5.) .
“Y como está escrito: Recibiréis cuanto pidiereis con fe, si estáis unidos en oración de acuerdo con mi mandato”. (D. y C. 29:6.)
“Por tanto, el que carezca de sabiduría, pídamela, y le daré libremente y sin reprocharlo”. (D. y C. 42:68.)
“Mas en todo se os manda pedir a Dios, el cual da libremente”. (D. y C. 46:7.)
“He aquí, os digo, id como os he mandado; arrepentíos de todos vuestros pecados; pedid y recibiréis; llamad y se os abrirá”. (D. y C. 49:26.)
“Pon tus manos sobre los enfermos, y sanarán. No vuelvas hasta que yo, el Señor, te lo mande. Ten paciencia en la aflicción. Pide, y recibirás; llama, y se te abrirá”. (D. y C. 66:9.)
“Pidan, y recibirán; llamen, y les será abierto; y les será revelado de lo alto, sí por el Consolador, donde han de ir”. (D. y C. 75:27.)
“Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente. y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá; cualquier cosa que le pidáis al Padre en mi nombre os será dada, si es para vuestro bien”. (D. y C. 88:63-64.)
“He aquí, ésta es mi voluntad; pedid y recibieréis”. (D. y C. 103:31.)
“Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones”. (D. y C. 112: 10.)
La Perla de Gran Precio
“… pidiendo todas las cosas en su nombre, y te será dado cuanto tú pidieres”. (Moisés 6:52.)
“Agobiado bajo el peso de las graves dificultades que provocaban las contiendas de estos partidos religiosos, un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente. y sin reproche. y le será dada”. (José Smith-Historia 11.)
Debemos tomar la iniciativa
Resulta obvio que el Señor desea que nos alleguemos a El y le pidamos conforme a nuestras necesidades. La simple invitación de «pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» fue extendida por el Señor en una multiplicidad de ocasiones. Este fue el mensaje que dio a la gente a quien le predicó durante su misión terrenal. La mencionó dos veces a la gente del Nuevo Mundo cuando les visitó tras Su resurrección, y fue precisamente con esas palabras con que culminó su mensaje antes de regresar a Su Padre Celestial. Es interesante observar que el Señor repitió esta misma invitación siete veces en Doctrina y Convenios. A lo largo de las Escrituras y en variadas formas nos invita a que le pidamos por todo aquello que necesitemos y que sea justo, y nos asegura que El nos lo dará.
La iniciativa, entonces, debemos tomarla nosotros. Debemos pedir, orar y buscar, para después hallar.
Muchas son las obras de arte que muestran a Cristo a la puerta, como ilustración a un pasaje del Nuevo Testamento que dice: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20.) En las pinturas más conocidas se le muestra sosteniendo una lámpara al golpear a la puerta.
Se cuenta de una ocasión en que una niña le comentó a un artista que su pintura de Cristo ante la puerta no estaba completa. «Se olvidó de algo», dijo la pequeña. «No pintó el cerrojo de la puerta», a lo que el artista respondió: «La obra está completa. Esta puerta en particular representa el corazón humano y sólo se puede abrir desde adentro.»
Bien vale la pena aprender en cuanto a las aptitudes que se requieren para tener éxito en lo que enseñamos ya sea como misionero, como padre, como oficial o como maestro en la Iglesia. Bien vale la pena pedir por ellas, y de seguro que cualquiera de nosotros las puede recibir.
A menudo se comenta, haciendo referencia a alguien que es un buen maestro, que tiene mucho talento o que posee el «don» de enseñar. No obstante, este don debe ser ganado y desarrollado. Estos versos de un autor anónimo encierran una gran verdad:
Se esforzó a trabajar noche y día,
Para él, la recreación no existía.
En mil libros buscó conocimiento,
Ya la vida se lanzó en busca de sustento.
Su lucha fue honesta y su empeño fuerte,
Mas cuando la victoria logró, la tildaron de suerte.
Sí, no debe cabemos la más mínima duda de que cada uno de nosotros puede recibir el don de enseñar. Tal es lo que se nos promete en las Escrituras:
“…no neguéis el poder de Dios; porque él obra por poder, de acuerdo con la fe de los hijos de los hombres, lo mismo hoy, que mañana, y para siempre.
“Y además os exhorto, hermanos míos, a que no neguéis los dones de Dios, porque son muchos, y vienen del mismo Dios. Y hay diversas maneras de administrar estos dones. pero es el mismo Dios que obra todas las cosas en todo; y se dan a los hombres por las manifestaciones del Espíritu de Dios para beneficiarIos.
“Porque he aquí, a uno le es dado por el Espíritu de Dios que pueda enseñar la palabra de sabiduría;
“y a otro, que pueda enseñar la palabra de conocimiento por el mismo Espíritu; …
“y todos estos dones vienen por el Espíritu de Cristo; y vienen a todo hombre, respectivamente, de acuerdo con su voluntad”. (Moroni 10:7-10, 17. Cursiva agregada).
En mi opinión, cuando en la parte final de este último versículo dice, «…y vienen a todo hombre, respectivamente, de acuerdo con su voluntad», se está refiriendo a la voluntad del hombre. Si uno desea recibir ese don, si realmente lo ansía en su corazón, por cierto que lo recibirá.
El don supremo
Hace muchos años, después de leer este pasaje de las Escrituras, medité detenidamente en cuanto a él y llegué a la conclusión de que entre los muchos dones que una persona puede recibir a fin de ser un instrumento útil en las manos del Señor, el don de enseñar por medio del Espíritu es el supremo. ¿Quién no desearía tener el don de enseñar la Palabra de Sabiduría y de enseñar la palabra de conocimiento por el Espíritu? y ¿qué nos hace pensar que no recibiremos ese don que tanto deseamos? Si tenemos el anhelo de lograr el éxito como maestros y estamos dispuestos a poner todo nuestro esfuerzo en pos de ello, ¿por qué no habríamos de ser bendecidos de esa forma? Si estamos dispuestos a pedir por él, a orar por él y si creemos y tenemos la suficiente fe de que podemos poseerlo, ¿por qué habría el Padre de privamos de él?
¿A qué fuente recurrimos para fomentar tal don? ¿A quién acudimos por el debido ejemplo? Todo esto nos conduce, por cierto, hacia el Maestro de los maestros, Jesucristo, el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre. En las Escrituras constantemente se le llama «Maestro». Por cierto El fue y sigue siendo el Maestro de maestros, y gracias a El y a Su ejemplo, también nosotros podemos llegar a lograr y cultivar las aptitudes de un buen maestro.
























