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“Es semejante a…”
Existe un sistema sumamente práctico mediante el cual la fe o cualquier otro ideal intangible o abstracto puede ser transformado en algo tangible y didáctico. Hay una fórmula que podemos utilizar y se trata de un procedimiento que ayuda enormemente a cualquier maestro, especialmente a aquellos que enseñan religión. Puede también ayudar a los padres a enseñar conceptos complicados a sus hijos.
Al principio la fórmula puede parecer demasiado sencilla como para ser utilizada, pero al estudiarla un poco más y comenzar a experimentar con ella, indudablemente captaremos sus enormes virtudes.
Quisiera adelantarles que este método didáctico tiene sus orígenes en el Nuevo Testamento y recordarles que Jesús, como maestro, enseñó aun a aquellos de educación muy limitada con respecto a ideales abstractos e intangibles del evangelio. Al enseñar sobre principios tales como la fe, el amor, la hermandad y el arrepentimiento, el Señor empleó la técnica de comparar ideales abstractos con objetos comunes y corrientes con los que sus discípulos estaban bien familiarizados. La técnica es conocida con el nombre de apercepción y he aquí la fórmula:
es como
En el primer espacio en blanco escriba la idea o el principio sobre el cual debe enseñar. Por ejemplo, escriba LA FE,
________ La fe ______ es como
Utilice su imaginación y piense en un objeto tangible que al alumno le resulte fácil reconocer y que pueda ser comparado con la fe. Cuanto más familiar, común y conocido sea, tanto mejor será su ilustración. Supongamos que desee utilizar la siguiente comparación: LA FE es como UNA SEMILLA. En realidad la fe es como una semilla. Por lo menos Alma la conceptualizó de esa forma cuando dijo:
“Compararemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora, si dais lugar para que sea plantada una semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a germinar en vuestro pecho; y al percibir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de vosotros: Debe ser que ésta es una semilla buena, o que la palabra es buena, porque empieza a ensanchar mi alma; sí, empieza a iluminar mi inteligencia; sí, empieza a ser deliciosa para mí.
“He aquí, ¿no aumentaría esto vuestra fe? Os digo que sí; sin embargo, no ha llegado a ser un conocimiento perfecto” (Alma 32:28-29).
Vemos, entonces, que el maestro puede transformar a la fe en un objeto tangible del que los alumnos tienen amplio conocimiento, lo cual ofrece el factor de la dimensión, Citando otro ejemplo de cómo la fe puede compararse a una semilla, veamos la siguiente ilustración del Señor: “…de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20). Al utilizar un monte como comparación, el Señor introdujo el concepto del tamaño, haciendo que la lección resultara más comprensible y al mismo tiempo impresionante.
Una vez que usted haya comparado a la fe con algo tangible, podrá formar una imagen mental de ese principio, podrá describirla, medirla, referirse a su tamaño, a su forma, a su color, a su textura; podrá escribir la palabra en la pizarra, mostrar una lámina o una fotografía. En realidad, hasta puede mostrar una semilla de legumbre o un hueso de fruta.
Podría también dar a los alumnos algunas semillas para que plantaran en pequeños recipientes. A modo ilustrativo, el maestro podría regar una planta y dejar que otras se secaran, tal como Alma procuró ilustrar que del mismo modo que la planta, la fe necesita ser nutrida.
Cuando el maestro se vale de comparaciones como éstas, el alumno comienza a “ver” y a comparar a qué es semejante la fe, y obtienen un conocimiento y comprensión mayores del principio del evangelio en cuestión.
La importancia de la apercepción en la enseñanza del evangelio
La apercepción puede resultar de gran utilidad en muchas lecciones en las que deban enseñarse conceptos abstractos como el de la fe, la esperanza, la caridad, el amor, la reverencia, etc. Estos principios se pueden inculcar sin mayores problemas y dotárseles de gran significado aun para mentes tiernas. El tener conocimiento de este principio es de tremendo valor para quien enseñe, tanto en el hogar como en la Iglesia. No existe ninguna razón para que nos veamos en aprietos y enseñemos virtudes a medias cuando por cierto podemos enseñarlas debidamente. Además, el saber que tenemos a nuestra disposición métodos en los que podemos confiar constituye un aspecto de gran importancia en la tarea de enseñar el evangelio de Jesucristo.
Supongamos que utilizamos otra ilustración, tomando como punto de partida el tema del arrepentimiento.
____El arrepentimiento__ es como
¿En qué cosa podemos pensar que resulte familiar a todo tipo de persona y que pueda compararse al arrepentimiento? Veamos qué sucede si utilizamos el jabón como elemento comparativo.
____El arrepentimiento__ es como el jabón
Una lección en la que se explique esta idea podría ser desarrollada de la siguiente manera:
El arrepentimiento es el jabón de la vida. Cuando se le utiliza debidamente, nos limpia de nuestras transgresiones; pese a ello, hay quienes permanecen sucios. ¿Por qué razón? ¿Por qué hay tantas personas que no emplean el arrepentimiento, aun cuando disponen de él de una forma individual, inmediata y constante?
El maestro podría ilustrar, de la siguiente manera, el uso equivocado que se da a este principio: Describa un pañuelo hermoso y blanco, puro e inmaculado, el que se deja caer en el fango. Si se le lava cuidadosamente, quedará limpio una vez más. Pero supongamos que se le deja caer en el fango otra vez y es lavado otra vez; nuevamente al fango y otra vez lavado, y así sucesivamente. No pasará mucho tiempo antes de que el pañuelo se ponga grisáseo y percudido, al punto tal de que se haga difícil limpiarlo, aun cuando se utilice un detergente fuerte.
En una oportunidad me reuní con un grupo de maestros de seminario, les presenté esta fórmula y les pedí que trataran de imaginar otras formas de enseñar el tema del arrepentimiento. Fue interesante observar cómo en una hora de análisis intercambiamos una docena o más de ejemplos extraídos de la vida misma que podríamos utilizar.
Use la imaginación
Es importante entender que si el maestro es demasiado literal o muy técnico, no habrá comparación o referencia o “semejante a” o “es como” que satisfaga completamente, ni siquiera los ejemplos que el Señor utilizó, El maestro debe utilizar su imaginación.
Recuerdo el caso de un maestro que se empecinó en que el arrepentimiento en realidad no es como el jabón. Con ese razonamiento, el reino de los cielos no es como una red ni los fariseos como sepulcros blanqueados. En todo momento, es necesario dar rienda suelta a la imaginación. Si uno no lo hace, se transformará irremediablemente en un maestro aburrido en cuyas lecciones nadie tendrá interés.
Quisiera ilustrar cómo el comparar el arrepentimiento con el jabón puede ser usado para enseñar este importante principio del evangelio.
“¡Qué barbaridad! ¡Qué hombres tan sucios!”
Durante la Segunda Guerra Mundial, habíamos recibido la orden de ser transferidos del estado de Virginia al frente de batalla. El grupo al cual yo pertenecía fue transportado en vagones de carga que habían sido convertidos en vagones dormitorio provisorios, para lo cual se sujetaban literas a las paredes que se plegaban durante el día a fin de dejar más espacio para movernos con más libertad. Recuerdo que nos referíamos a tales instalaciones como vagones de ganado. Las comidas se servían de una cocina de campaña y eran preparadas sobre una hoguera en uno de los vagones, la que se encendía sobre una capa de quince centímetros de tierra.
Desde el comienzo de la jornada nos quitaron el equipaje, por lo que pasamos seis días con sus noches viajando por todo el sur de los Estados Unidos sin la más mínima posibilidad de bañarnos o cambiarnos de ropa, ni tampoco de lavarla. Puesto que estábamos en medio del verano, el tremendo calor que padecíamos creaba una situación sumamente sudorosa, por así llamarla.
Cuando finalmente llegamos a la ciudad de Los Angeles, California, un domingo por la mañana, nos dieron licencia hasta la tarde, cuando tendríamos que presentarnos nuevamente en el tren para continuar nuestro viaje rumbo a una base militar en el norte del estado de California, desde donde partiríamos hacia el campo de batalla. Los diez integrantes de nuestro pelotón de bombardeo nos juntamos en el andén de la estación e hicimos una colecta de todo el dinero que teníamos. Decidimos que una de las cosas que más deseábamos hacer era disfrutar de un buen almuerzo.
Es así que fuimos a un restaurante fino y aguardamos en línea para que nos llegara el turno de ocupar una mesa. Vale la pena acotar que durante la época de la guerra siempre había largas colas en los restaurantes. Las otras personas que esperaban su turno lucían en sus mejores ropas. Yo era el primero de entre mis compañeros en la línea y adelante mío había varias damas sumamente distinguidas. No les resultó necesario darse vuelta para apercibirse de nuestra presencia: nuestra falta de aseo fue más que suficiente. Finalmente, una de las mujeres volteó hacia nosotros, me estudió detenidamente de pies a cabeza y luego comentó en voz lo suficientemente enérgica como para atraer la atención de todo el mundo en el restaurante: “¡Qué barbaridad! ¡Qué hombres tan sucios!”
Perseveramos silenciosamente ante la humillación, pero nadie se puede imaginar cuánto deseaba yo estar limpio. ¡Cuánto hubiera deseado tener una barra de jabón en esos momentos! Nunca olvidaré cómo me sirvió eso para tomar la determinación de jamás comparecer ante el Señor espiritualmente sucio. Si el arrepentimiento es el jabón de la vida, deseo usarlo frecuente y debidamente.
Estos dos ejemplos, de comparar la fe a una semilla, como se hace en las Escrituras, y el comparar al arrepentimiento con el jabón, pueden porporcionarnos una lección para esta época en que vivimos. Pone de manifiesto cómo ciertos elementos tangibles y familiares del mundo que nos rodea pueden ser empleados como símbolos para ilustrar principios intangibles y abstractos que muchas veces resulta dificil o hasta imposible describir sólo por medio de palabras.
























