Enseñad Diligentemente

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El evangelio es como un teclado


En ocasión de una conferencia general de la Iglesia, hablé acerca del tema de «La única Iglesia verdadera sobre la tierra».y utilicé como referencia central el versículo 30 de la Sección l de Doctrina y Convenios.

Y también. para que aquellos a quienes se dieron estos mandamientos tuviesen el poder para establecer los cimienlos de esta iglesia y de hacerla salir de la obscuridad y de las tinieblas, la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra, con la cual yo, el Señor, estoy bien complacido, hablando a la iglesia colectiva y no individualmente.

No quise decir que todas las demás iglesias carecieran de verdad, puesto que todas tienen algo de verdad. Algunas de ellas tienen, en realidad, bastante de verdad y gozan de parte de la influencia de Dios. A menudo el clero de tales iglesias y muchos de sus feligreses son muy dedicados y hasta observan admirablemente las virtudes de la cristiandad. A pesar de ello, no están completos, por lo que el Señor ha declarado: «…enseñan como doctrinas los mandamientos de hombres, teniendo apariencia de piedad, más negando la eficacia de ella.» (José Smith-Historia 19.)

Teniendo en cuenta esto, entonces, ¿cómo podía yo establecer el hecho de que todas las iglesias tenían quizás un cierto elemento de verdad, pero que hay sólo una que posee la plenitud del evangelio?

Valiéndome de la fórmula de la comparación, expresé que el evangelio es como el teclado de un piano. Una vez que hube encontrado algo con que comparar el evangelio, algo que resultaría familiar para toda la gente que me habría de escuchar, fue mucho más facil preparar el discurso, parte del cual cito a continuación:

Como un teclado

«El evangelio puede ser comparado al teclado de un piano, con todas y cada una de sus teclas, sobre las que aquel que cuente con la debida capacitación y talento puede interpretar una variedad de tonadas, desde baladas románticas y melodías entemecedoras hasta entusiastas marchas e inspiradores himnos. Una variada gama de piezas musicales para satisfacer todo tipo de gusto.

«Cuán insensato resulta, por lo tanto, escoger una tecla en particular y con extrema monotonía sacar de ella una o dos notas solamente, cuando en realidad la totalidad del teclado ofrece una variedad ilimitada de combinaciones.

«Cuán descorazonador resulta que, estando la plenitud del evangelio, la totalidad del teclado, sobre la faz de la tierra, muchas iglesias se limiten a tocar una sola tecla. Es posible que la nota que se haga sonar sea esencial para la melodía de la práctica religiosa, pero aun así, no se goza la totalidad ni se aprecia su plenitud.

«Por ejemplo, una determinada iglesia hace sonar la tecla de la sanidad por medio de la fe, al tiempo que hace a un lado muchos otros principios que brindarían mayor magnitud a ese don en sí.

«Otra iglesia hace sonar la obscura tecla que se relaciona con la observancia del día de reposo, tecla que sonaría por cierto diferente si se tocara en armonía con otras notas esenciales del teclado. Una tecla usada de esa forma puede causar un notorio desafinamiento.

«Por otra parte nos encontramos con una iglesia que hace sonar una y otra vez la tecla relacionada con el modo de bautizar y se olvida que dispone de todo un teclado. Entonces, esa sola nota, por más imprescindible que sea, no suena completa cuando se le hace escuchar en forma aislada, haciendo las demás a un lado.

«Podríamos mencionar muchos otros ejemplos en los que un sinnúmero de iglesias destacan impetuosamente una parte específica del evangelio, edificando sus creencias sobre ella, sin darse cuenta de que sonaría mucho mejor si se le combinara con la totalidad del evangelio de Jesucristo.

«No pretendemos implicar que la tecla de la sanidad por medio de la fe, por ejemplo, no es vital. No sólo la reconocemos, sino que además la consideramos fundamental y la utilizamos en gran medida; pero no por ello podemos dejar de reconocer que por sí sola no constituye el evangelio en su plenitud.

«Jamás nos atreveríamos a declarar que el bautismo no es esencial, pues sabemos que en realidad lo es, constituyendo el método oficial mediante el cual una persona se hace miembro de la Iglesia y del reino de Dios. Pero si esa tecla se golpea por sí sola, sin la debida Unea de autoridad con la que está íntimamente relacionada, tanto la plenitud como la armonía quedan truncadas y la melodía se hace disonante. Sin la tecla de la fe y el arrepentimiento, aquella otra no tiene ningún valor, y, lo que es más peligroso aún, pasa a ser algo falso. Esto se produce cuando se carece de la autoridad a la que estamos haciendo mención.

Poder y autoridad

«Dejemos bien en claro que el énfasis no lo hacemos caer tanto en el hecho de que las otras iglesias están equivodadas sino en el de que están incompletas. El evangelio fue restaurado en su plenitud y el poder y la autoridad para actuar en el nombre del Señor están entre nosotros una vez más. El poder y la autoridad del sacerdocio descansan sobre esta Iglesia, pues el Señor mismo reveló:

“Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios.

“Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de Dios.

“Y sin sus ordenanzas y la autoridad del sacerdocio, el poder de Dios no se manifiesta a los hombres en la carne. (D. y C. 84: 19-21).

Una sola tecla

«No resulta poco común encontrar personas que se muestren sumamente interesadas en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, pero le atribuyen escasa importancia al hecho de que contamos con la plenitud del evangelio.

«Conocemos personas que se sienten atraídas por una sola tecla, por una doctrina en particular, llegando a investigar la Iglesia únicamente por ese aspecto aislado. Desarrollan una tremenda sed por conocer todo lo que haya para conocer y saber con respecto a ese principio, sin considerar -en realidad, con particular objeción y rechazo-todo lo que esté relacionado con los demás componentes de nuestras creencias.

«Desean escuchar únicamente la tecla que produce esa nota única, vez tras vez. Lo que no comprenden es que muy poco será el conocimiento que ello les proporcionará, a menos que lo acepten como parte de la totalidad; como tan sólo uno de los componentes de los ideales y de las doctrinas que conforynan la plenitud de la melodía, que hacen sonar cada nota en el momento preciso y que, si se les toca por sí solas, llegan a sonar disonantes.

«Consideremos también que ese peligro no acecha únicamente a los investigadores. Tenemos conocjmiento de miembros de la Iglesia que por su experiencia deberían observar una actitud diferente y que, sin embargo, están empecinados con sólo una o dos teclas; las hacen sonar ensordecedoramente hasta despertar la irritación de quienes les rodean. Tales personas no comprenden que pueden llegar a interferir con su propia sensibilidad espiritual. Se olvidan de que existe una plenitud en el evangelio y se transforman en individualistas, tal como sucede en el caso de muchas iglesias. A tales personas vemos rechazar la plenitud para conformarse con apenas una nota predilecta. Tal exageración llega al colmo y se distorsiona, conduciéndoles a la apostasía misma.» (Conferencia General de octubre de 1971).

A modo ilustrativo

No creo que haya lugar a dudas en cuanto a que, a pesar de haber comparado al evangelio con el teclado de un piano, no pretendí dar cátedra sobre ese instrumento musical; utilicé al teclado del piano simplemente a modo ilustrativo. Lo que es más, no sé tocar el piano y poco entiendo de teclados, pero eso no hace que la comparación sea menos eficaz, tanto para mí como para quienes escucharon mi discurso. Por la reacción que percibí en muchas personas, me consta de que «vieron» lo que traté de enseñarles. Hubiera podido hablar prolongadamente, describiendo una idea tras otra, citando diferentes fuentes, incluyendo las Escrituras, y aun así no habría logrado ensefiar lo que deseaba con la misma eficacia.

Hay otro aspecto sumamente trascendente al que jamás debe restársele importancia. Cuando usted emplea satisfactoriamente el principio de la apercepción, o compara algo abstracto con un objeto que no es conocido del mundo que nos rodea, la lección queda grabada, por lo que no nos llamará la atención cuando alguien comente: «Cada vez que veo el teclado de un piano pienso en la plenitud del evangelio.» Es como si en la mente de la persona se accionara un mecanismo que hiciera que la lección se repitiese. Tal es la razón por la cual cuanto más común y cotidiano resulte el ejemplo de comparación, tanto más penetrante será la lección.

Fue por ese motivo que el Señor utilizó en Sus enseñanzas tantas ilustraciones. Todas ellas resultaban familiares a la gente. Por nuestra parte, podemos valernos del mismo método, tal como queda ilustrado en el siguiente relato.

Los pensamientos son como el agua

Cuando era tan sólo un jovencito de diez años, vivíamos en una casa rodeada por un huerto. Parecía que nunca había suficiente agua para los árboles y aun cuando las zanjas estaban siempre bien aradas, pronto se llenaban de maleza en la primavera. Un día, estando yo encargado del riego, me enfrenté con un serio problema.

Al correr el agua por la zanja, chocaba contra la maleza y se dispersaba en todas direcciones. Comencé a levantar bancos de contención a los costados de la zanja. No bien terminaba de levantar uno, el agua se filtraba por otro lugar.

De pronto llegó al huerto un vecino. Me observó por un momento, y entonces, con un par de fuertes paladas cavó en el fondo de la zanja, permitiendo que el agua corriera por el canal que había hecho. «Si deseas que el agua mantenga su curso,» me dijo, «debes preparar el cauce por el cual deseas que corra.»

He llegado a la conclusión de que los pensamientos, al igual que el agua, permanecerán en su curso siempre que les preparemos un cauce por el cual puedan correr. De otro modo, nuestros pensamientos, al igual que el agua, seguirán el curso de menor resistencia, buscando siempre los niveles más bajos. Durante mi adolescencia me fue dicho cientos de veces que los pensamientos deben ser controlados, pero nadie me dijo cómo debía hacerlo.

Al procurar explicar a los jóvenes de la Iglesia la forma de controlar sus pensamientos, encontré una vez más un tremendo aliado en el principio de la comparación:

El escenario de la mente

«La mente puede ser comparada con un escenario en el que el telón está siempre levantado, excepto cuando dormimos. Siempre hay una teatralización llevándose a cabo allí. Puede ser una comedia, un drama, interesante o aburrida, buena o mala; pero siempre hay una actuación llevándose a cabo en el escenario de la mente.

«¿Han notado que los pequeños pensamientos sombríos entran en escena desde los costados y acaparan totalmente la atención? Estos pensamientos intrusos procurarán desplazar toda buena influencia.

«Si permiten que aparezcan en escena, todo lo bueno abandonará el escenario y ustedes quedarán huérfanos de pensamientos sanos por haber consentido la influencia de pensamientos inicuos. Ellos actuarán en el escenario de la mente tanto como se les tolere. Pueden representar tramas de maldad, de celos o de odio. Pueden resultar vulgares, inmorales y aun depravados.

«Cuando tienen el escenario a su disposición, si se les deja, les persuadirán sutilmente a fin de acaparar su más absoluta atención. Por cierto que pueden hacer que la experiencia sea interesante; pueden hasta convencerles de que son inocentes, puesto que sólo se trata de pensamientos.

«¿Qué harán ante tal circunstancia, cuando el escenario de la mente se vea invadido por los impulsos de pensamientos sucios, ya sea que se trate de pensamientos grises que parecen casi limpios, o de los inmundos que son sin duda malos?

«Si logran controlar los pensamientos, podrán vencer hábitos, aun los degradantes. Si finalmente los dominan, es indudable que vivirán una vida abundante y feliz.

Un himno predilecto

«Quisiera exhortarles a que escogieran de entre la música sagrada de la Iglesia un himno predilecto, uno que tenga una letra tan edificante y música tan reverente que les sirva de verdadera inspiración. Una vez que lo escojan, procuren memorizarlo. No importa que jamás hayan tenido formación musical o que no tengan oído para la música; ninguna de las dos cosas es necesaria para memorizar un himno.

«Una vez memorizado, utilícenlo como el refugio de sus pensamientos; conviértanlo en una especie de canal de emergencia. Toda vez que esos sombríos actores se entrometan en el libreto de su actividad mental, den entrada a esta otra tonada.

«Al comenzar la música y al surgir las palabras de la letra en la mente, los malos pensamientos se irán disipando. Les puedo asegurar que el himno cambiará por. completo la escenografía mental. Por tratarse de algo edificante y sano, los pensamientos inicuos desaparecerán, puesto que del mismo modo que la virtud no es amiga de lo inmundo, lo malvado no puede tolerar la presencia de la luz.

«Habrá momentos en que, sin siquiera notarIo, ustedes tararearán la música interiormente. Con el paso del tiempo, el sistema pasará a ser casi automático, y cada vez que la mente se vea asaltada por un pensamiento mundano, la tonada de ese himno se hará presente de inmediato.

«Una vez que aprendan a desalojar del escenario de la mente todo pensamiento indigno, manténganlo ocupado con ideas dignas. Si es necesario, cambien de ambiente, a fin de verse rodeados por cosas que les inspiren a obrar bien. Manténganse ocupados con cosas positivas.

«Jóvenes, de ninguna manera pueden ustedes darse el lujo de permitir que la música violenta e indigna de nuestra época se infiltre en su mente. No se trata de algo inofensivo, sino que, por el contrario, es capaz de dar entrada en el escenario de la mente a pensamientos inicuos que marcan el ritmo al cual ustedes bailan y la forma en que actúan.» (Conferencia General de octubre de 1973.)

Al tener que referirnos a algo tan abstracto como lo son los pensamientos, es mucho más fácil que los comparemos con algo con lo que el alumno ya esté familiarizado, en este caso con los actores sobre el escenario. Principalmente para los jóvenes resulta más interesante; difícilmente se les olvidará, y por cierto que captarán la lección sin dificultad.