Enseñanza

Conferencia General de Abril 1959

Enseñanza

por el Élder A. Theodore Tuttle
Del Primer Quórum de los Setenta


Érase una vez, según cuenta la fábula, que había un sabio monarca que deseaba enseñar a sus súbditos una lección importante y vital. Dijo: “Hacedme un hombre”. Buscaron al mejor artista del reino, quien pintó el retrato de un hombre en un lienzo. Se lo llevaron al rey, pero este no quedó satisfecho y repitió: “Hacedme un hombre”. Probaron con otros medios, esculpiendo en madera y piedra, pero ante cada intento el rey decía: “Hacedme un hombre”. Finalmente, comprendieron la visión de las instrucciones del rey. Encontraron a un hombre andrajoso y degradado. Lo bañaron, lo afeitaron, lo vistieron, lo educaron y se lo presentaron al rey. El rey quedó complacido porque habían aprendido la lección y dijo estas palabras: “Después de Dios, quien crea, está el individuo que salva a otro”.

Hermanos y hermanas, ustedes y yo estamos comprometidos y dedicados a la labor de salvar almas. En vista de lo que el presidente McKay ha dicho sobre la preparación de los jóvenes, quisiera dirigir mis palabras a ese vasto cuerpo de maestros de la Iglesia que están salvando almas, con la esperanza de que la instrucción en la Iglesia mejore. Porque si un maestro incrementa su competencia y habilidad, esa clase mejorará; y si muchos maestros mejoran, todas las clases del barrio mejorarán. Y si cada uno de nosotros mejora la instrucción, toda la Iglesia crecerá en fortaleza y poder y será bendecida. Recuerden que ninguna clase puede elevarse más allá del nivel de su maestro.

En segundo lugar, quisiera guiarnos a todos hacia la fuente de inspiración inagotable: el Señor Jesucristo. En las enseñanzas del Salvador encontramos los mejores métodos conocidos hoy en día. Vemos claramente su objetivo de cambiar el comportamiento humano. Encontramos que el Salvador era reconocido como una autoridad porque conocía su tema, y también aplicaba su conocimiento sobre los alumnos de una manera hermosa.

Maestros, si desean mejorar su enseñanza, utilicen y adapten ilustraciones y ejemplos a los conocimientos y experiencias actuales de sus alumnos. Permítanme ilustrarlo:

En las enseñanzas del Salvador encontramos palabras como camellos, ovejas, sal, luz, velas, peces, levadura, gallinas y pollos, lirios y gorriones, cosas que las personas conocían y con las que tenían experiencia. Relacionaba las ideas abstractas de su enseñanza con estas cosas concretas que la gente conocía. Sus nuevas ideas estaban vinculadas a hechos conocidos.

En segundo lugar, si desean ser mejores maestros, aprendan a responder preguntas como lo hacía el Salvador. Él daba respuestas directas, pero con la misma frecuencia hacía otra pregunta a sus oyentes. Recuerden este ejemplo:

“Dinos, pues, ¿qué te parece?
“Pero Jesús, percibiendo la maldad de ellos, dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?
“Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.
“Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción?
“Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:17-21).

Otro ejemplo muestra muchos aspectos sobre la enseñanza:

“Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y, para probarle, dijo: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
“Él le dijo: [noten la técnica] ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
“Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
“Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
“Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
“Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones…” (Lucas 10:25-37).

Observen la técnica del Maestro. Cuando dijo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, dio una aplicación universal.

En tercer lugar, para ser un mejor maestro, enseñen por el Espíritu. El Salvador dijo:
“Y seréis enseñados de lo alto. Santificaos, y seréis investidos con poder, para que deis como yo he hablado” (D. y C. 43:16).

Finalmente, vivan lo que enseñan. William E. Berrett comentó sobre un inmigrante danés que, aunque hablaba con un inglés limitado, su vida era tal que podías calentarte con la llama de su testimonio.

Recuerden, maestros, no pueden dar lo que no poseen. Estudien la vida del Maestro. No necesitan un título universitario para ser eficaces, pero sí necesitan conocer la vida y enseñanzas del Salvador.

Maestros de la Iglesia, el poder y la influencia de un buen maestro tienen una extensión eterna. Vivamos para enseñar por el Espíritu, para que los jóvenes de la Iglesia puedan seguir el ejemplo del Maestro.

Estoy agradecido por su vida y misión. Él vive. Dirige a los hermanos que guían esta Iglesia. Este es mi humilde testimonio, y lo comparto en el nombre de Jesucristo. Amén.

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