Ezra Taft Benson (Biografía)


Capítulo 18

Predicando el Principio de la Libertad


Después de ocho turbulentos años en Washington D. C., el élder Benson se marchó con la conciencia tranquila de haber dado lo mejor de sí a la agricultura y al país. Ahora estaba ansioso por regresar a la labor que más amaba, y esperaba con ilusión su relativa tranquilidad. O al menos eso pensaba.

A mediados de febrero de 1961, Flora y las hijas regresaron a Utah, dejando a Ezra atrás para concretar la venta de su casa y cerrar asuntos pendientes (incluyendo aceptar un nombramiento en la junta directiva de Corn Products International).

Con sus asuntos finalmente concluidos, Ezra emprendió el viaje hacia el oeste el 3 de marzo de 1961, con la firme intención de visitar a su hermana Lera y al esposo de ella, gravemente enfermo, en Salem, Wisconsin, cerca de la frontera con Illinois. Pero justo antes del cruce donde podía desviarse hacia la casa de Lera, sintió una fuerte impresión de que no debía detenerse, sino continuar conduciendo. Siguió ese impulso, y pronto se encontró en medio de una aterradora tormenta de viento. Más tarde supo que había conducido a través de la cola de un ciclón que había levantado automóviles de la carretera y arrancado techos de las casas. Su ruta planeada lo habría llevado directamente al centro de la tormenta. “Estoy agradecido esta noche por los susurros del Espíritu”, registró en su diario.

El viaje a través del país fue tedioso, en gran parte bajo mal clima, aunque se sentía bien de volver a estar al volante de su propio automóvil después de haber viajado durante ocho años en vehículos con choferes del gobierno. Llegó a Salt Lake City el 9 de marzo, y a medianoche aún revisaba montones de correspondencia. Una carta le informaba que debía presidir una conferencia de estaca ese fin de semana. Una asignación tan pronto le sorprendió, pero el élder Benson supuso que era mejor volver al trabajo de inmediato, aunque se sentía “abrumado y presionado”. La casa estaba repleta de cajas con documentos y recuerdos del Departamento de Agricultura. “Casi me debilita contemplar la responsabilidad y preocupación de la transición”, escribió.

La transición inevitablemente tomaría tiempo. Durante ocho años había estado completamente inmerso en una función influyente e intensa, con sus energías, tanto mentales como físicas, dedicadas a responsabilidades cívicas. Como Secretario de Agricultura, tenía autoridad para tomar decisiones rápidas y actuar con prontitud cuando fuera necesario. Pasar abruptamente de ese cargo al servicio eclesiástico a tiempo completo prometía ser tan difícil como lo había sido la transición contraria. Para entonces, era uno de los apóstoles con mayor antigüedad; solo tres tenían más tiempo que él. Cinco miembros del Quórum habían fallecido desde que recibió el llamamiento al gabinete. En su primer día de regreso en la oficina escribió: “Se sintió bien, aunque un poco extraño, estar hoy en la nueva oficina del Edificio de Oficinas Generales de la Iglesia. Han hecho lo posible por anticiparse a mis necesidades, pero es un gran cambio. La Iglesia se mueve lentamente, pero con seguridad”.

Para el élder Benson fue emocionante reunirse de nuevo con los Hermanos, y poco a poco se reorientó hacia la obra. Se regocijó al encontrarse nuevamente con el Quórum de los Doce en el templo. Y en uno de sus primeros días de regreso, entregó al comité misional los nombres de casi nueve mil personas con quienes había trabajado como Secretario, y sugirió que los misioneros los contactaran usando su nombre como referencia.

Pero el peso de ocho años cargados de presión y de un ritmo vertiginoso en el gabinete comenzó a notarse, y la resistencia física de Ezra cayó a su punto más bajo. Estaba exhausto y con poco apetito. Una mañana en el templo se sintió tan débil que descansó dos horas antes de regresar a su oficina. Más tarde ese mismo día, su médico lo internó en el hospital. No recordaba haberse sentido tan completamente agotado, aunque después de que Flora pasara a visitarlo, escribió en su diario: “Ella es un tónico”. El médico diagnosticó agotamiento físico y prescribió dos semanas de reposo. Ezra no discutió—si es que ese descanso podía esperar hasta después de la conferencia general.

Mil personas asistieron a un banquete la noche anterior a la conferencia general para honrar a Ezra, Flora y su familia y darles la bienvenida a casa. La ovación de pie que los recibió lo conmovió profundamente. El presidente Henry D. Moyle, en representación de la Primera Presidencia, llamó a Ezra Taft Benson “un hombre de profundas cualidades espirituales y de liderazgo”, y añadió: “Ha prestado el mismo servicio cívico a su nación que ha prestado espiritualmente a sus semejantes. Le damos la bienvenida a casa con los brazos abiertos”.

En su discurso de conferencia, el élder Benson agradeció a su quórum, a los Santos de los Últimos Días de todo el mundo y a su familia por sus oraciones y apoyo a su favor. Destacó a Flora, quien siempre había “acudido al rescate, especialmente en momentos cruciales —y hemos tenido unos cuantos”. Indicando que cientos de personas le habían comentado que era bueno tenerlo de regreso en casa, él respondió: “No es ni la mitad de bueno tenerme en casa como lo es para mí estar en casa”. Luego añadió: “He tenido la convicción […] de que estaba donde el Señor quería que estuviera. Espero y ruego estar siempre donde Él quiera que esté”.

Después de la conferencia, Ezra y Flora pasaron seis días en Phoenix, descansando y escuchando grabaciones del Libro de Mormón. El respiro fue terapéutico. Después de esas cortas vacaciones, se sumergió por completo en la obra del Quórum de los Doce, aunque la transición aún le resultaba difícil. “Sigo adaptándome a mis deberes en el Quórum de los Doce”, escribió el 1 de julio. “Nunca imaginé que sería tan difícil. Ocho años es mucho tiempo para estar fuera. Las invitaciones para hablar llegan constantemente de todo el país.” Debido al gran volumen de solicitudes, pudo aceptar menos del 5 % de las invitaciones que recibía.

En septiembre de 1961, el élder Benson fue asignado, junto con los élderes Spencer W. Kimball, Mark E. Petersen y Delbert L. Stapley, a recorrer las misiones y estacas de América del Norte y supervisar el programa misional. Esto, junto con otras asignaciones, implicaba viajes extensos, y una vez más pasaba más tiempo fuera que en casa. Al visitar estaca tras estaca, a menudo hablaba sobre dos temas: la reactivación de poseedores del sacerdocio y el Libro de Mormón. Citando al profeta José Smith, prometía que si una persona vivía conforme a sus preceptos, el Libro de Mormón la acercaría más a Dios que cualquier otro libro.

Ciertos problemas en el reino del Evangelio captaban su atención. Uno de los más críticos, según él, era el bajo porcentaje de matrimonios en el templo. Expresó sus preocupaciones en su diario y las detalló en una carta dirigida al presidente Joseph Fielding Smith.

El matrimonio en el templo era de suma importancia para el élder Benson. Uno de los objetivos que él y Flora habían establecido como padres era que todos sus hijos se casaran en el templo y que no hubiera “sillas vacías” en la eternidad. Él ofició el matrimonio de Bonnie con Lowell Madsen en junio de 1961, y en septiembre de ese mismo año, el de Beverly con James Parker—ambos en el Templo de Salt Lake. El élder Benson ya había casado a cinco de sus seis hijos allí. Solo Beth, quien era aún estudiante de secundaria, permanecía soltera.

Con cada año que pasaba, Ezra y Flora se sentían más orgullosos de sus hijos. Llegaron a considerarlos como iguales, incluso como confidentes, consultándoles en decisiones importantes. Cuando la Biblioteca Eisenhower solicitó sus documentos oficiales del Departamento de Agricultura, consultaron a los hijos antes de entregarlos. Cuando surgieron dudas sobre la venta de una cabaña familiar en un cañón cercano, Ezra y Flora buscaron su consejo. Ningún asunto era demasiado insignificante para prescindir de su opinión. Consultaban casi a diario con sus hijos, y la familia seguía estrechando sus lazos mediante experiencias compartidas.

Ezra Taft Benson nunca volvería a tener el lujo de hablar sin ser notado. Como apóstol durante casi dos décadas y figura nacional durante ocho años, había hecho suficientes amigos y enemigos como para que, dijera lo que dijera, siempre hubiera alguien escuchando. Cada vez más, su tema era la libertad y la naturaleza divina de la Constitución de los Estados Unidos. Su educación sobre los sistemas de gobierno socialistas había sido gradual, pero de primera mano. Mientras servía en el Consejo Nacional de Cooperativas Agrícolas, se dio cuenta de que influencias subversivas —aunque sutiles— amenazaban al gobierno estadounidense.

Su conciencia de estos problemas se intensificó en 1946 durante sus diez meses en Europa, donde fue testigo de la lamentable condición de quienes habían perdido su libertad. Percibió que los comunistas estaban ansiosos por capitalizar el agotamiento de la posguerra en Europa y expandirse, y advirtió a los santos europeos sobre la amenaza potencial. Ellos le aseguraron que eso no ocurriría en sus países. Sin embargo, para 1948, varios países —entre ellos Hungría, Rumania, Bulgaria, Polonia y Checoslovaquia— habían caído bajo la influencia de la Unión Soviética.

Más tarde, como Secretario de Agricultura, durante sus viajes y reuniones con líderes mundiales en más de cuarenta naciones, Ezra observó el avance de las prácticas socialistas. Sus agregados agrícolas en La Habana le proporcionaron pruebas contundentes de las inclinaciones comunistas de Castro, justo cuando este negaba ser comunista. The New York Times aclamaba a Castro como un “patriota cubano” y “decididamente anticomunista”, y Ed Sullivan le daba una bienvenida digna de un rey en su famoso programa televisivo, elogiándolo como poseedor del “verdadero espíritu estadounidense de George Washington”. Ezra transmitió lo que había aprendido al presidente Eisenhower y al secretario de Estado Christian Herter. Para 1959, Castro había derrocado a Batista y establecido una dictadura dominada por los comunistas en Cuba.

Además, cuando Nikita Jrushchov visitó los Estados Unidos, él mismo se jactó ante el Secretario de Agricultura Benson de que los nietos de Ezra vivirían bajo el comunismo. Y el élder Benson había sido testigo de la tendencia, dentro de su propio país, hacia un aumento de la intervención del gobierno en la vida de las personas.

Lo que más convencía al élder Benson era el hecho de que, a lo largo de la historia de los Santos de los Últimos Días, los presidentes de la Iglesia habían defendido las libertades garantizadas por la Constitución de los Estados Unidos —a la que proclamaban como divinamente inspirada— y habían advertido contra todo lo que amenazara la libertad del ser humano. José Smith declaró que la “Constitución de los Estados Unidos es un estandarte glorioso; está fundada en la sabiduría de Dios. Es una bandera celestial”.

En 1879, el presidente John Taylor continuó con ese tema: “Cuando el pueblo haya hecho trizas la Constitución de los Estados Unidos, se hallará que los élderes de Israel la sostendrán ante las naciones de la tierra y proclamarán la libertad y la igualdad de derechos para todos los hombres. […] Esto forma parte del plan, y mientras hagamos lo correcto y temamos a Dios, Él nos ayudará y estará con nosotros bajo cualquier circunstancia”.

En 1936, la Primera Presidencia, compuesta por Heber J. Grant, J. Reuben Clark, Jr. y David O. McKay, emitió una declaración oficial afirmando: “La seguridad de nuestra Constitución y gobierno divinamente inspirados, y el bienestar de nuestra Iglesia, exigen imperiosamente que el comunismo no tenga cabida en América”.

Los sentimientos del presidente George Albert Smith respecto a la Constitución eran coherentes con los de sus predecesores: “Les digo a ustedes”, enseñó en la conferencia general de abril de 1948, “que para mí la Constitución de los Estados Unidos de América es tan proveniente de mi Padre Celestial como los Diez Mandamientos. […] Cuando ese es mi sentir, no me voy a apartar mucho de la Constitución, y procuraré mantenerla donde el Señor la colocó desde un principio”.

Ningún presidente de la Iglesia fue tan enfático en estos temas como David O. McKay, quien aconsejó repetidamente y con firmeza a favor de la Constitución y en contra de toda amenaza a la libertad personal del hombre. En la conferencia general de abril de 1942, por ejemplo, dijo a los Santos: “Privar a un ser humano inteligente de su albedrío es cometer el crimen de las edades. […] Tan fundamental es el derecho inherente del hombre a escoger, en su progreso eterno, que el Señor lo defendería aun a precio de guerra”.

Ocho años después, el presidente McKay afirmó: “Ninguna responsabilidad inmediata es mayor para los miembros de la Iglesia, para todos los ciudadanos de esta República […] que proteger la libertad garantizada por la Constitución de los Estados Unidos”. Y en 1956, reafirmó en una declaración publicada en la revista Instructor: “Después de la unidad en la adoración a Dios, no hay nada en este mundo por lo que esta Iglesia deba estar más unida que en defender y sostener la Constitución de los Estados Unidos”. En otra ocasión, el presidente McKay declaró: “En estos días de incertidumbre y agitación, la mayor responsabilidad y deber primordial del pueblo amante de la libertad es preservar y proclamar la libertad del individuo, su relación con la Deidad, y la necesidad de obedecer los principios del Evangelio de Jesucristo”. Existen literalmente docenas de ocasiones en las que el presidente McKay reiteró estas advertencias.

El élder Benson tomó muy en serio las enseñanzas del presidente McKay. Además, su estudio frecuente del Libro de Mormón le había dado perspectivas sobre la libertad. En un discurso titulado El Libro de Mormón advierte a América, explicó: “Para estar del lado del Señor, una persona debe ser capaz de distinguir entre programas basados en el plan del Señor para la libertad —que es la Constitución [de EE. UU.]— y aquellos basados en el plan de Satanás para la tiranía. […] Debe informarse y pensar de manera independiente. […] Una de las mejores fuentes de información […] es el Libro de Mormón. Una persona puede aprender más sobre lo que realmente está ocurriendo en América con el Libro de Mormón que con […] los periódicos”.

Para el élder Benson, la batalla por el albedrío individual era de suma importancia —y todo lo que amenazara la libertad despertaba su indignación. Creía que la lucha por preservar el principio divino del albedrío y la libertad era una cuestión de principios, no de política. El albedrío era central en el Evangelio. ¿Deben los hijos de Dios tener albedrío sin restricciones, o deben ser forzados a seguir un camino predeterminado? Esta fue la pregunta que precipitó la guerra en los cielos, y todavía hoy sigue causando conflicto en todo el mundo.

En la conferencia general de octubre de 1961, el élder Benson explicó: “En la guerra en los cielos, el diablo defendía una seguridad eterna absoluta a costa de nuestra libertad. Aunque no hay nada más deseable para un Santo de los Últimos Días que la seguridad eterna en la presencia de Dios, […] sin embargo, el mismo Dios del cielo, que tiene más misericordia que todos nosotros, aún decretó que no habría seguridad garantizada sino por medio del albedrío del hombre”.

Además, el élder Benson veía la libertad como un factor esencial para que la Iglesia pudiera llevar el evangelio a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. El Señor había establecido Su base de operaciones en América, y si se limitaba la libertad individual y el albedrío en los Estados Unidos, la propagación del evangelio podría verse amenazada.

No había nada de tibieza en la defensa que hacía el élder Benson de la libertad, la libre empresa, la responsabilidad fiscal, la Constitución y el albedrío, ni en su oposición al fundamento ideológico del socialismo y el comunismo. Entre 1960 y 1969, quince de sus veinte discursos en conferencia general se centraron en uno o más de estos temas. Las mismas ideas dominaron sus discursos en la Universidad Brigham Young y en todo el país. Hablaba con frecuencia, franqueza y firmeza. Y sus opiniones eran ampliamente difundidas por la prensa. Un discurso suyo en conferencia general, por ejemplo, fue informado y comentado en U.S. News & World Report. Al menos cinco de sus discursos durante ese mismo periodo, de 1960 a 1969, fueron incluidos en el Congressional Record (Registro del Congreso), y eventualmente se registraron allí unos quince discursos.

El élder Benson sentía que sus súplicas se basaban en terreno sólido, no solo porque los profetas anteriores habían emitido advertencias similares, sino porque el presidente McKay continuaba expresando las mismas advertencias. Al menos una docena de veces durante la década de 1960, los mensajes del presidente McKay en conferencia general se centraron en uno de los siguientes temas: la naturaleza divina de la Constitución, el albedrío como clave de la probación del hombre, los gobiernos que amenazaban la paz y la expansión del evangelio, y la relación adecuada entre el gobierno y la religión. Sus mensajes y los del élder Benson estaban tallados en la misma piedra. Dos ejemplos de la naturaleza complementaria de sus discursos en conferencia lo ilustran:

En su discurso de apertura de la conferencia general de octubre de 1965, el presidente McKay enseñó: “No sé si ha habido un momento en la historia de la humanidad en que el Maligno haya estado tan decidido a arrebatarle al hombre su libertad. […] El albedrío del hombre es un principio eterno del progreso, y cualquier forma de gobierno que limite o inhiba su libre ejercicio está mal. […] La libertad de elección debe ser más apreciada que cualquier posesión terrenal”. Continuó diciendo que “esfuerzos perniciosos y planes siniestros se están promoviendo astuta y sigilosamente para privar al hombre de su libertad individual y hacerlo volver a la vida salvaje”.

En esa misma conferencia, el élder Benson declaró: “Deseo apoyar con todo mi corazón el magistral discurso inicial de nuestro amado profeta, el presidente David O. McKay. […] Una vez más el profeta nos ha advertido sobre la pérdida de la libertad y nos ha dejado sin excusa. Que Dios permita que seamos lo suficientemente sabios como para seguir su consejo. Volvámonos alertas e informémonos sobre la influencia insidiosa que se extiende por esta y otras tierras y que pretende robarnos todo lo que consideramos preciado”.

En octubre de 1966, el presidente McKay advirtió: “Se están haciendo esfuerzos para privar al hombre de su albedrío. […] Los dos documentos más importantes que afectan el destino de los estadounidenses son la Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos. Ambos documentos, inspirados e inmortales, se relacionan principalmente con la libertad del individuo”.

El élder Benson se basó en el mismo mensaje: “Tomo como tema […] el inspirador discurso de apertura del presidente David O. McKay. […] A pesar del consejo de profetas de los últimos días durante más de 100 años, todavía hay algunos que parecen pensar que no tenemos responsabilidad de salvaguardar y fortalecer nuestra preciosa libertad otorgada por Dios. Hay quienes, aparentemente, sienten que la lucha por la libertad está separada del evangelio. Lo expresan de varias maneras, pero generalmente se reduce a esto: solo vive el evangelio; no hay necesidad de involucrarse en la lucha por la libertad y la Constitución. […] Por supuesto, ese es un razonamiento peligroso. […] En la guerra en los cielos, ¿cuál habría sido tu reacción si alguien te hubiera dicho que simplemente hicieras lo correcto, que no había necesidad de involucrarte en la lucha por la libertad?”

Aunque hubo quienes no compartían las preocupaciones del élder Benson ni estaban de acuerdo con sus exhortaciones, sus puntos de vista eran coherentes con los de líderes anteriores de la Iglesia, y él creía que tanto miembros como no miembros buscaban orientación en la Iglesia sobre el tema de la libertad. Sentía que la mejor fuente de dirección era el presidente McKay, y él seguía la guía del profeta.

En noviembre de 1962, el élder Benson realizó una gira de seis semanas por cuatro misiones y seis estacas en Australia y Nueva Zelanda. Debido a su estatura internacional y su posición eclesiástica, dondequiera que iba, la prensa lo seguía, con artículos en los medios sobre sus actividades. El titular “Apóstol Mormón en gira por N.Z.” del periódico Evening Post de Wellington, del 26 de octubre de 1962, era típico.

Un no miembro que escuchó hablar al élder Benson dijo: “Nunca lo olvidaré. Las lágrimas corrían por el rostro del élder Benson mientras testificaba del evangelio restaurado. Salí de esa reunión con la abrumadora convicción de que por fin había encontrado la verdad. Su discurso me impulsó a estudiar, buscar y orar. Sentí que, si un hombre tan grande podía sentir eso por la Iglesia, entonces debía haber algo verdadero en ella”. Este hombre posteriormente se unió a la Iglesia y más tarde sirvió en numerosos comités generales de la Iglesia.

El largo viaje del élder Benson lejos de casa fue aligerado por las frecuentes cartas de Flora. Después de leer sobre los planes navideños de Flora y Beth, respondió: “Tú y Beth son realmente imparables. ¿Cómo espera un viejo de 63 años seguirles el ritmo?” Pero él también había hecho algunos preparativos. Paquetes estaban en camino desde Nueva Zelanda, cada uno intencionadamente mal rotulado. “Si pueden resistirse, no los abran hasta que llegue. Entonces les diré para quiénes son”, bromeó.

En Australia, el élder Benson se enfrentó a una situación que estaba obstaculizando la expansión del evangelio: se había impuesto recientemente una cuota baja en cuanto al número de misioneros permitidos en el país. Justo antes de su llegada, un grupo de misioneros SUD había jugado contra el equipo nacional de baloncesto de Australia. Mientras el élder Benson se encontraba en el país, Sir Robert Gordon Menzies, primer ministro de Australia, y su gabinete ofrecieron una cena en su honor. Sir Robert comentó sobre el partido y elogió al equipo mormón. El élder Benson bromeó diciendo que si la Iglesia en Australia hubiera tenido más misioneros para escoger, el equipo habría vencido más fácilmente a los australianos, y luego preguntó por qué se limitaba el número de élderes. El primer ministro respondió que no conocía ninguna razón para tal restricción, y en un plazo de tres días, se levantó la limitación.

En Perth, el élder Bruce R. McConkie, quien servía como presidente de misión, se unió al élder Benson como invitado de Su Alteza Real el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, y del primer ministro Menzies en los Séptimos Juegos del Imperio Británico y de la Commonwealth. El élder McConkie quedó impresionado por la facilidad con la que el élder Benson se relacionaba con líderes mundiales.

Al regresar a casa, el élder Benson tuvo poco tiempo para saborear la satisfacción espiritual de una gira fructífera. Al acercarse la Navidad, cedió y permitió que Flora y Beth abrieran sus regalos la víspera de Navidad en lugar de esperar hasta la mañana siguiente. Luego él y Flora emprendieron un viaje rápido a Calgary para visitar a Barbara y su familia. Ezra amaba las Navidades en Canadá, donde disfrutaba dando paseos animados en trineo tirado por caballos. Esa distracción fue bienvenida.

Desde que dejó Washington, el élder Benson había hablado repetidamente en defensa de la libertad. Evitaba participar en reuniones de carácter partidista, pero en contextos no partidistas estaba deseoso de enseñar que el principio del albedrío era un tema religioso, no político. Apoyaba la separación entre Iglesia y Estado en cuanto al establecimiento y financiamiento de una religión oficial. Pero cuando los asuntos gubernamentales o políticos afectaban la vida de los miembros de la Iglesia, afirmaba que los líderes religiosos podían y debían hacer comentarios. Como explicó el presidente J. Reuben Clark: “Hoy día, el gobierno ha llegado a afectar nuestras vidas de manera tan íntima en todas sus relaciones, y todas estas enseñanzas gubernamentales han sido etiquetadas como políticas, que no podemos discutir nada relacionado con nuestro bienestar material y existencia sin exponernos a la acusación de estar hablando de política”.

En la conferencia general de abril de 1956, el discurso del élder Benson titulado No mandados en todas las cosas, enumeró siete razones por las que los miembros de la Iglesia eran lentos en asumir una postura patriótica—una de ellas era la naturaleza controvertida de la “batalla por la libertad”. Pero él consideraba que tal razonamiento era insensato: “Estar en el lado equivocado del tema de la libertad durante la guerra en los cielos significó condenación eterna. Entonces, ¿cómo pueden los Santos de los Últimos Días esperar estar en el lado equivocado en esta vida y escapar de las consecuencias eternas?”

Desafortunadamente, hubo quienes no compartían sus preocupaciones ni estaban de acuerdo con sus advertencias. Algunos opinaban que un apóstol no debía hablar ni opinar sobre temas que consideraban políticos. En contraste, muchos otros se sintieron atraídos a la Iglesia gracias a su firme postura. Por ejemplo, después de escuchar al élder Benson hablar sobre la libertad en una sesión televisada de conferencia general y leer posteriormente su libro Title of Liberty (El título de libertad), una familia buscó a los misioneros y se bautizó una semana después. Otro hombre se sintió atraído por primera vez a la Iglesia tras leer uno de los sermones patrióticos del élder Benson incluidos en el Congressional Record. Y varios otros escribieron al élder Benson para decirle que su interés en la Iglesia había comenzado gracias a su posición patriótica.

Cuando el élder Benson pronunció un poderoso sermón en la conferencia general de abril de 1963, titulado La justicia exalta a una nación, en el que exhortaba a los estadounidenses a volver a la rectitud como condición previa para la paz y prosperidad nacionales, el presidente McKay solicitó que el discurso se reimprimiera íntegramente en el Church News, una práctica poco común, que rara vez se extendía en ese tiempo más allá de los mensajes de la Primera Presidencia.

Mientras el élder Benson continuaba formándose mediante la lectura de numerosos volúmenes sobre asuntos internacionales, economía y materiales anticomunistas y antisocialistas, compartía información pertinente con sus colegas. Desde la muerte del presidente J. Reuben Clark el 6 de octubre de 1961, quizá ninguno de los Hermanos tenía el mismo trasfondo práctico y político que el élder Benson en estos temas. Se preguntaba: ¿qué principio religioso era más central en el evangelio que el albedrío? ¿Y cómo podían la Iglesia, o sus miembros, permitirse ser indiferentes ante cualquier cosa que amenazara con privar al hombre de su libertad?

Además —y lo más importante— el élder Benson sabía que tenía un mandato del profeta. En más de una ocasión, el presidente McKay lo animó en privado a hablar sobre la libertad. Por ejemplo, el 30 de agosto de 1963, el élder Benson escribió en un memorando personal que se había reunido nuevamente con el presidente McKay y le expresó que “nunca volvería a decir una palabra sobre el tema [de la libertad] si ese era el deseo del presidente McKay. [El presidente McKay] dijo que quería que continuara hablando con la seguridad de que contaba con su apoyo, como lo había tenido en el pasado.” La primera prioridad del élder Benson era seguir al profeta, como lo indica una entrada de diario del 2 de octubre de 1963: “Mi único deseo es hacer lo que el Señor y Su portavoz, el presidente McKay, quieran que yo haga”.

El 18 de octubre, el élder Benson supo que el presidente McKay, en efecto, tenía una nueva asignación para él. “Hermano Benson, tengo una gran sorpresa”, comenzó el profeta. “Presidente McKay”, respondió Ezra, “esta Iglesia está llena de sorpresas.” Ambos rieron, y entonces el presidente McKay anunció que el élder Benson había sido designado para presidir la Misión Europea, con sede en Fráncfort, Alemania.

La asignación fue inesperada, pero el élder Benson expresó gran satisfacción con ella, que comenzaría cerca de fin de año. Esa noche en la cena les preguntó a su esposa y a Beth qué les parecería vivir en Alemania por un par de años. “¿Con ustedes dos?”, preguntó Beth con entusiasmo. “¡Fantástico!”

“El solo pensar en ir a Europa con mis padres, y tenerlos solo para mí, era demasiado bueno para ser cierto”, recordó Beth. Sus años formativos habían coincidido con el servicio de Ezra en el gabinete, y estaba encantada con la posibilidad de pasar dos años relativamente tranquilos en Europa con sus padres.

A pesar de la convicción del élder Benson de que sus advertencias sobre la libertad eran cruciales, le preocupaba que, como resultado de sus críticos, su eficacia como líder espiritual se viera afectada. A mediados de diciembre de 1963, por ejemplo, los líderes del sacerdocio en Logan, Utah, se pusieron nerviosos cuando un grupo amenazó con protestar durante un próximo discurso del élder Benson en el Tabernáculo de Logan. Él aseguró a los líderes locales que sus comentarios serían apropiados para cualquier reunión sacramental y les dijo que celebraría la reunión en una carpa, si era necesario. “Me asombra”, escribió en su diario, “la falta de valor que tienen algunos de nuestros hermanos ante esta seria controversia que involucra la libertad futura de nuestro pueblo.” El 13 de diciembre, el élder Benson habló en el Tabernáculo de Logan como lo había prometido, y recibió una de las ovaciones de pie más largas de su vida.

Durante los primeros años de la década de 1960, el élder Benson publicó varios libros que contenían algunos de sus discursos más contundentes sobre la libertad y los valores esenciales para proteger el estilo de vida estadounidense. Estos incluían, entre otros, So Shall Ye Reap (Así cosecharéis), Title of Liberty (El título de libertad) y A Nation Asleep (Una nación dormida). Además, se alegró cuando se publicó Prophets, Principles and National Survival (Profetas, principios y supervivencia nacional), una colección de advertencias de líderes de la Iglesia sobre la libertad. En más de una ocasión la recomendó a los Santos durante sus discursos en conferencia general. Aunque algunos aparentemente no estaban de acuerdo con su esfuerzo repetido por hablar sobre la libertad, el élder Benson explicó: “Creo que siempre es buena estrategia defender lo correcto, incluso cuando no es popular. Quizás debería decir: especialmente cuando no es popular”.

Durante este período mantuvo un ritmo agotador —asistiendo a conferencias de estaca los fines de semana; viajando con frecuencia a ambas costas para participar en reuniones de junta de Corn Products International, los Boy Scouts y Olson Brothers, Inc. (el mayor envasador independiente de huevos del país, cuya junta integró desde julio de 1962, con la aprobación del presidente McKay); supervisando los programas de la MIA y los torneos de sóftbol de toda la Iglesia; y pronunciando docenas de discursos. Y además, había muchos arreglos que debía hacer antes de asumir su nuevo cargo en Fráncfort.

Antes de partir hacia Europa, los Benson fueron honrados con una despedida en su barrio de Parley. El presidente N. Eldon Tanner, segundo consejero de la Primera Presidencia, rindió homenaje a los Benson: “Realmente no conozco a ningún defensor más valiente y capaz de una causa que considere justa que el hermano Ezra Taft Benson. No conozco a ninguna madre y esposa más devota y amorosa que la hermana Benson. No conozco hijos más capaces, leales y unidos que sus hijos”.

Para cuando el élder Benson partió para asumir su cargo, estaba ansioso por dedicarse plenamente a la obra misional. Sin embargo, al salir de los Estados Unidos, quizás algunos se preguntaban por qué no había dejado simplemente de hablar sobre la libertad. Aunque en ocasiones se sintiera solo al emitir sus advertencias, la determinación y convicción del élder Benson lo motivaban a expresarse. Sentía que el tiempo siempre vindicaba la verdad. Para él, solo había un camino: eligió sostenerse en principios eternos.

Cuando el élder Theodore Burton, entonces presidente de la Misión Europea, y su esposa se enteraron de que serían relevados y que los Benson habían sido llamados como sus sucesores, la hermana Burton escribió a Flora: “Ambos parecen tan apropiados para este tiempo y pueden aportar tanto prestigio al cargo. […] La opinión pública general sobre nuestra Iglesia se beneficiará mucho con su presencia aquí”. En efecto, la mejora en las relaciones públicas fue una de las áreas en las que el élder Benson tuvo un impacto medible durante su tiempo en Europa.

Como presidente de la Misión Europea, el élder Benson era responsable de cuatro estacas y doce misiones: seis en Alemania (Baviera, Berlín, Alemania Central, Alemania del Norte, Alemania del Sur y Alemania Occidental), y las misiones de Austria, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Suiza y Noruega, con alrededor de mil quinientos misioneros y cuarenta y cinco mil Santos. Las condiciones se habían estabilizado hacía tiempo en Europa desde su misión de misericordia justo después de la Segunda Guerra Mundial. Pero mientras la membresía mundial de la Iglesia crecía rápidamente (durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, aumentó más del 50 % por década), el progreso en Europa era modesto en comparación. En 1960, menos del 10 % de los Santos europeos vivían dentro de estacas. La reaparición de la prosperidad en Europa contribuía a la indiferencia religiosa, y las normas morales laxas contrastaban con el mensaje del evangelio.

A pesar de los factores culturales, cuando los Benson llegaron a Fráncfort el día de Año Nuevo de 1964, comenzaron su labor de inmediato. ¡Qué satisfactorio fue para Ezra volver al continente que recorrió durante aquel agridulce año de 1946 y ver evidencias de un pueblo económicamente revitalizado! Pero hubo poco tiempo para la reflexión. Los Burton regresarían a casa en dos días, y casi de inmediato el élder Benson comenzó las reuniones informativas con el élder Burton.

El élder Benson no era un novato en relaciones públicas y, como se había predicho, su presencia trajo una amplia exposición a la Iglesia en Europa. Su llegada fue registrada por decenas de publicaciones importantes. Y mientras viajaba de país en país, renovó relaciones con jefes de Estado, ministros de agricultura y otros funcionarios de alto rango. Seleccionó a un director de publicidad e información de la misión cuyo propósito era mejorar la imagen de la Iglesia en Europa. A mediados de 1964, el Servicio de Información Europeo ya estaba en funcionamiento, y seis meses después había sido responsable de casi el 60 % de 298 artículos (5,737 columnas de periódico) publicados en Europa sobre la Iglesia. Este servicio también colocaba literatura de la Iglesia en bibliotecas y hoteles, y publicitaba eventos de la Iglesia.

En las primeras seis semanas, el élder Benson visitó las doce misiones, revisó programas de construcción y problemas locales, realizó conferencias de prensa, se reunió con dignatarios, investigó precios de terrenos para nuevos edificios de la Iglesia, e hizo entrevistas a decenas de misioneros. Dondequiera que iba, la prensa lo seguía, curiosa por conocer al apóstol que había sido Secretario de Agricultura de EE. UU. Después de su gira inicial, escribió: “Estoy más que complacido con la publicidad [para la Iglesia]. […] En todas partes, la prensa parece haber sido favorable. […] En Berlín estuvimos en una cadena nacional, y en Suiza estuvimos en un programa de onda corta para toda Europa en dos ocasiones distintas”.

Tras su primera gira de las misiones bajo su responsabilidad, el presidente Benson presentó a la Primera Presidencia un informe sobre el estado de las misiones y realizó las siguientes observaciones y recomendaciones: algunas estacas eran débiles; solo debían enviarse a Europa misioneros en buena salud; entre las personas prominentes, la Iglesia era prácticamente desconocida; el pago del diezmo era débil; los presidentes de misión y los misioneros debían usar productos locales tanto como fuera posible (por ejemplo, automóviles europeos en lugar de vehículos estadounidenses grandes); los miembros del ejército debían participar más activamente en las actividades de la Iglesia y la obra misional; y la Iglesia necesitaba proyectar una imagen de permanencia. “Estas son solo algunas observaciones apresuradas”, escribió. “Las iglesias del mundo han perdido el control sobre su gente, y este pueblo necesita la verdad”.

El presidente Benson pasaba la mayor parte de su tiempo entre la gente o buscando exposición para la Iglesia. En febrero de 1964, una estación de televisión alemana, Deutsches Fernsehen, emitió un programa de treinta minutos en horario estelar en el que él ofreció un resumen conciso sobre la Iglesia. Los directivos de la cadena admitieron que la invitación surgió como resultado de lo que habían visto en la prensa desde la llegada de los Benson a Fráncfort.

Ezra y Flora eran invitados con frecuencia a eventos sociales de destacados europeos, aunque socializar nunca fue algo importante para la hermana Benson. Ella escribió a Reed: “Nos invitan a tantas reuniones, cenas, etc., con personas no miembros. Me pregunto por qué el Señor eligió a Papá y a mí para esta labor de conversión social —porque sé que muchas mujeres disfrutarían mucho más que yo este tipo de cosas. Pero me entrego por completo, y el Señor me ha bendecido”.

En marzo de 1964, por ejemplo, Ezra y Flora asistieron a una cena en la lujosa residencia del cónsul general de Chile. Allí estaban presentes dieciocho de los empresarios más destacados de Fráncfort, y los Benson pasaron casi tres horas conversando sobre el evangelio, incluyendo una hora privada con el cónsul. A la mañana siguiente, Ezra les envió literatura de la Iglesia a él y a otros invitados, y él y Flora correspondieron invitando a alemanes influyentes a la casa de la misión europea.

Ezra era un presidente de misión y misionero valiente. Hablaba del evangelio con cualquier persona, sin importar su cargo o posición. Bajo su dirección, se elaboró un folleto colorido sobre la Iglesia. Cuando se publicó, el élder Benson envió copias a Dwight D. Eisenhower, J. Edgar Hoover, Henry Luce (de Time), el columnista William F. Buckley Jr., el editor de Reader’s Digest Dewitt Wallace, y otros. A colegas como el decano de agricultura de la Universidad de Teherán, les envió folletos de la Iglesia y un ejemplar de Crossfire, su autobiografía sobre los años en el Departamento de Agricultura, recibiendo como respuesta una cálida carta: “Su carta […] una vez más avivó nuestros recuerdos de esa tierra amiga y lejana que es Utah, de su gente, los discípulos de la Iglesia SUD que no han dejado de ser pioneros, no solo en su tierra natal, sino también en el extranjero”.

La condición de exsecretario del gabinete permitía al presidente Benson acceder a tomadores de decisiones clave que de otro modo habrían resultado inaccesibles. Mientras preparaba el camino para abrir una misión en Italia, el Ministro de Agricultura, Dr. Mario Ferrari-Aggridi, organizó citas para él con los cuatro funcionarios principales del Departamento de Asuntos Religiosos del país.

Durante una visita a Italia, el presidente Benson se reunió en Roma con el embajador de Estados Unidos y el ministro de religión italiano. Lo acompañaba el presidente de la Misión Italiana. Un testigo relató más tarde: “Para sorpresa de nuestro grupo, el presidente Benson fue recibido con los brazos abiertos. Era evidente que ambos hombres le tenían afecto y respeto, y se produjo un intercambio amistoso, así como la seguridad de que nuestros misioneros serían bienvenidos para predicar en Italia”.

Flora y Beth también añadieron su propio toque. Ayudaban al presidente Benson a recibir invitados, hablaban en conferencias de misión y distrito, y creaban un ambiente cálido en la casa de la misión. Flora viajaba con su esposo con frecuencia, y a menudo esperaba pacientemente en el auto o en algún vestíbulo mientras él terminaba sus reuniones, generalmente conversando con miembros, mostrando interés por los misioneros y compartiendo con la gente. Siempre estaban en movimiento. Beth también cumplía su parte. Fue llamada como misionera, y participaba tanto en la enseñanza como en el trabajo de oficina.

El élder Gordon B. Hinckley y su esposa, Marjorie, visitaron a los Benson en Fráncfort durante la temporada navideña de 1964. La hermana Hinckley escribió luego a Flora para agradecerle: “Después de haber pasado por Oriente y Asia, donde había tan poca evidencia de la Navidad, y luego encontrarnos de repente en su hermoso hogar con el árbol navideño, las luces, la música, la escalera adornada con cintas rojas y […] sobre todo, el dulce espíritu y la paz de un hogar santo de los últimos días, fue algo que siempre recordaremos. Después de semanas en hoteles y ciudades extrañas, no pueden imaginar cómo nos sentimos al verlos en el aeropuerto. […] Solo hace falta entrar en su hogar para darse cuenta de la maravillosa contribución que [Beth] está haciendo al éxito de la Iglesia en Fráncfort. Ella aporta algo que nosotros, los ‘mayores’, no podemos dar”.

Los largos viajes en automóvil eran habituales para los Benson. Ellos y los presidentes de misión anfitriones a menudo viajaban hacia o desde conferencias o el aeropuerto. En esos trayectos, el amor de Ezra por el canto se manifestaba al dirigir al grupo con sus canciones favoritas—desde I Want a Girl Just Like the Girl That Married Dear Old Dad hasta Springtime in the Rockies. Cuanto más se entusiasmaba el grupo con la canción, más rápido parecía avanzar el automóvil. A menudo, la hermana Benson comenzaba a vigilar el velocímetro y decía: “Creo que será mejor que dejemos de cantar”.

A la hermana Benson le gustaba comprar recuerdos para los miembros de la familia, especialmente artículos típicos del país, aunque hacerlo a veces era una molestia. En un viaje a Italia, eligió recuerdos para la familia y los envolvió con prendas suaves de su maleta para que no se dañaran.

En el aeropuerto no permitió que ninguno de sus tesoros se enviara como equipaje facturado, así que ella y Ezra los llevaron a bordo. La esposa del presidente de misión comentó: “Ahí estaba el presidente Benson, muy digno, con su traje negro, su sombrero Homburg negro sobre la cabeza, pero siendo el siempre atento y amoroso esposo que era, cargando estas pesadas bolsas llenas de mármol y cerámica. Mientras se apresuraban hacia el avión, la hermana Benson iba medio corriendo junto a él, y parte de su camisón colgaba de una de las bolsas, ondeando con el viento. Ojalá hubiéramos tenido una pintura de ellos, pero solo Norman Rockwell podría haber hecho justicia a esa escena”.

La hermana Benson también llevó pavos congelados y salsa de arándanos en una maleta de regreso a Alemania desde Utah cuando ella y el élder Benson regresaron para la conferencia general. Quería preparar una cena tradicional de Acción de Gracias para los misioneros.

El interés de toda la vida del presidente Benson por los jóvenes continuaba en Europa. Como muchos jóvenes vivían en ramas pequeñas y estaban en gran medida aislados de otros jóvenes Santos de los Últimos Días, él promovía conferencias para la juventud, y él y Flora asistieron a decenas de ellas por todas las misiones. Pero sentía que era necesario hacer más para mantener a los jóvenes activos en la Iglesia. Primero implementó el programa de los Boy Scouts en toda Alemania. Luego encabezó Freud Echo (Eco de la Felicidad), la primera conferencia para todos los jóvenes de habla alemana en Europa.

Beth estuvo a cargo del festival de danzas que se celebraría durante la conferencia juvenil y dedicó meses a planificar los bailes, enseñar las rutinas y diseñar los trajes. Compró la tela, cortó los patrones, escribió instrucciones en alemán y envió paquetes a cada jovencita de edad MIA en Alemania, Austria y Suiza.

Del 29 de julio al 1 de agosto de 1965, mil quinientos jóvenes se reunieron en Fráncfort para Freud Echo. Partidos de fútbol, un gran festival de danzas, competencias deportivas y un crucero por el Rin hicieron que la conferencia fuera un éxito abrumador. Una jovencita de Checoslovaquia, a quien se le permitió asistir a la conferencia solo después de emigrar a Francia y obtener una visa de corta duración para visitar Fráncfort, dijo: “Estos han sido los momentos más felices y significativos de mi vida”. Un misionero alemán dijo: “Jamás pensé que estaría dispuesto a hacer fila durante una hora solo por la oportunidad de dar mi testimonio”. La prensa local escribió reseñas muy elogiosas del evento.

Después de asistir a Freud Echo, un editor de periódico en Darmstadt, Alemania, aceptó posteriormente publicar artículos frecuentes sobre la Iglesia en su diario. El presidente Benson supo que el editor “se convenció de que la Iglesia es […] una de las mejores esperanzas que tiene el pueblo alemán para salvarse de la destrucción por la decadencia. […] Se asombró de que una simple iglesia […] pudiera estar dirigiendo programas para los jóvenes que responden a sus verdaderas necesidades”.

El élder Benson tenía la capacidad de identificar rápidamente las áreas de debilidad y trabajar para fortalecerlas.

La obra misional en Italia se había detenido en 1862, pero miembros SUD del ejército, asignados allí desde la Segunda Guerra Mundial, habían preparado el terreno para la predicación del evangelio. El 27 de febrero de 1965, por dirección del presidente Benson, John M. Russon, presidente de la Misión Suiza, acompañó a veintidós misioneros al norte de Italia para comenzar a predicar. Cuando el presidente Benson regresó a Salt Lake City siete meses después, la Zona Italiana de la Misión Suiza lideraba la misión en número de bautismos. (Eventualmente, el élder Benson abriría la Misión Italiana y rededicaría Italia para la predicación del evangelio).

El presidente Benson descubrió que las técnicas de proselitismo y los materiales impresos en varios idiomas eran insuficientes en toda Europa, y bajo su dirección se desarrollaron nuevos folletos y siete lecciones nuevas de integración para uso postbautismal. Había una gran necesidad de edificios de la Iglesia en Europa, y para cuando se fue, había dedicado dieciséis capillas, con veinticinco más en construcción.

El presidente Benson también era muy práctico. En varias ciudades alemanas vendió casas de misión y consolidó distintas oficinas en ubicaciones centrales, lo que generó ahorros significativos para la Iglesia. En una sola ciudad, tras vender una gran casa de misión, los ahorros para la Iglesia fueron de 250.000 dólares. Antes de su partida de Alemania, todas las agencias de la Iglesia se habían centralizado en una sola ubicación, aumentando la eficiencia administrativa y eliminando gastos.

El presidente Benson enseñaba constantemente la responsabilidad fiscal. En la ceremonia de la colocación de la primera piedra de la capilla de la Rama de Dortmund el 29 de agosto de 1964, desafió a los miembros a dedicar—y por lo tanto pagar—su edificio en un año. El presidente de rama respondió: “Si lo terminamos en un año, ¿vendrá usted a dedicarlo?”. El élder Benson aceptó. Posteriormente dedicó la capilla exactamente un año después. Hasta donde él sabía, era la primera vez que un edificio se completaba y se pagaba tan rápidamente.

Los miembros europeos escucharon por primera vez la conferencia general desde Salt Lake City en abril de 1965, después de que el presidente Benson organizara que una emisora en Frankfurt transmitiera las reuniones.

Surgió un problema delicado a principios de 1965, cuando el élder Benson descubrió que la traducción recién publicada al alemán del libro Jesús el Cristo de James E. Talmage contenía numerosos errores con implicaciones doctrinales graves. Se distribuyeron dos mil copias antes de que se descubrieran las inexactitudes. Antes de dejar Europa, organizó una segunda traducción del libro, la cual supervisó de cerca.

También existía el desafío espiritual de dirigir la obra en doce misiones europeas. Beth recordaba bien esos dos años. Los jueves—el día en que el Quórum de los Doce se reunía en el templo de Salt Lake—ella veía cuán solo se sentía su padre por no poder estar con los Hermanos. Pero también lo vio magnificado de maneras que nunca había imaginado. Un incidente en Suiza destaca: “Papá estaba hablando a los hermanos del sacerdocio. Lo que vi allí es lo más cercano a hablar en lenguas que he presenciado. No habló en alemán propiamente dicho, pero fue una experiencia tan fluida que no se sabía dónde terminaba el inglés y comenzaba el traductor. Podía decirse que la audiencia entendía ambos idiomas. Hubo muchas experiencias así. Papá tuvo que enfrentar desafíos día tras día. La Primera Presidencia no estaba cerca. No podía hacer otra cosa más que acudir al Señor”.

Una noche, una experiencia conmovedora demostró cuán cerca estaba la ayuda del otro lado del velo. El presidente Benson relató:
“Poco después de acostarme tuve este sueño impresionante: Karl G. Maeser estaba frente a mí. Era alto, digno pero amable, vestido con un traje oscuro y camisa blanca, bien afeitado, con un rostro sonrosado y ojos azules claros. Me dijo: ‘Hermano Benson, ¿qué está haciendo usted para promover la sagrada obra en los templos para mi pueblo de Europa? Son un pueblo escogido que ha desempeñado un papel importante en edificar el Reino de Dios en estos últimos días. Las ordenanzas sagradas deben realizarse por ellos en los templos para permitirles progresar en el mundo de los espíritus. ¿Puede usted, por favor, hacer todo lo posible para ayudar a que esto se logre? Son un pueblo escogido de nuestro Padre Celestial’. Estas fueron sus palabras, en la medida en que las recuerdo. Sonrió amablemente mientras asentía con la cabeza al despedirse sin más palabras. El breve mensaje me impresionó profundamente”.

Aunque estaban asignados a Europa, Ezra y Flora hacían viajes frecuentes a los Estados Unidos—ya fuera a Nueva York para los servicios dedicatorios del Pabellón Mormón en la Feria Mundial, o para reuniones de la junta directiva de Corn Products International, asociación que el presidente McKay le pidió continuar, así como para asistir a la conferencia general en Utah.

El élder Benson se sorprendió al saber cuántos visitantes de la Feria Mundial firmaron el registro de invitados en el pabellón de la Iglesia y dijeron que habían sido atraídos ya sea a la Iglesia o al pabellón porque admiraban a Ezra Taft Benson. Un visitante, por ejemplo, escribió: “Admiro su Iglesia. Me interesé gracias a Ezra Taft Benson, un patriota maravilloso”.

Aunque estaban separados por un océano, la familia Benson se mantenía unida. Los hijos escribían con frecuencia a sus padres; y durante sus viajes apresurados a los Estados Unidos, Ezra y Flora hacían tiempo para visitas breves con Beverly y Jim, y Bonnie y Lowell, que vivían en el este, así como con otros familiares en Utah. Siempre estaban conscientes de lo que sucedía dentro de la familia. Ezra aconsejaría más tarde a sus hijos en una carta familiar: “Permanezcan unidos como familia. Escríbannos a nosotros y entre ustedes tan a menudo como puedan. Oren los unos por los otros y sean específicos en esas oraciones. Debemos estar muy unidos en esta vida. Sean fieles a su buen nombre y sean fieles y leales como familia”. A menudo les decía a sus hijos que nada le causaría más dolor que si su familia fuera desleal a la Iglesia o entre sí.

En el verano de 1965, el presidente Benson se enteró de que sería llamado de regreso a Salt Lake City, y regresó a tiempo para la conferencia general de octubre. Se sentía animado respecto al futuro de la Iglesia en Europa. La labor de traducción había aumentado, los misioneros estaban predicando en Italia por primera vez, miles de europeos habían visto la película La Búsqueda de la Felicidad, se habían consolidado los procedimientos administrativos en las misiones, y los medios trataban a la Iglesia con mayor favor. Sus veintiún meses en Europa habían sido fructíferos.