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La Copa de Plata
Cuando sus hermanos estaban listos para regresar a casa, José ordenó “al mayordomo de su casa, diciendo: Llena de alimento los costales de estos hombres, cuanto puedan llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal. Y pon mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, y el dinero de su grano. Y lo hizo conforme a la palabra que José había hablado.”
Al amanecer, los hermanos comenzaron su viaje de regreso a Canaán. Apenas se habían ido cuando José habló con su mayordomo y dijo: “Levántate, sigue a esos hombres; y cuando los alcances, diles: ¿Por qué habéis devuelto mal por bien?”
El mayordomo persiguió la caravana con su pesada carga de grano y habló a los hermanos según las instrucciones de José. Asombrados, respondieron:
“¿Por qué dice mi señor estas palabras? Dios nos libre de hacer tal cosa. He aquí, el dinero que hallamos en la boca de nuestros costales, te lo volvimos a traer de la tierra de Canaán. ¿Cómo, pues, habríamos de robar de casa de tu señor plata u oro? Aquel de tus siervos en quien se hallare, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor.”
Cuando hablaron de que el poseedor de la copa de plata era digno de muerte, no sabían lo que decían. Obviamente, hablaban de esta manera por la certeza que sentían de que todos eran inocentes. Ellos mismos habían sido conspiradores en el pasado, incluso en el crimen que cometieron contra José cuando era el muchacho con una túnica de colores brillantes. Sin embargo, no sospechaban tal esquema en este nuevo episodio.
El mayordomo, conociendo todo el asunto, aún llevó a cabo la prueba planeada por José y dijo: “Ahora también sea conforme a vuestras palabras: aquel en quien se hallare, será mi siervo; y vosotros seréis inocentes.”
Todos descargaron sus asnos, colocaron los costales de grano en el suelo, abrieron cada uno y comenzaron a buscar la copa de plata. El mayordomo comenzó con el hermano mayor “y acabó en el menor: y la copa fue hallada en el costal de Benjamín.”
Entonces los hermanos rasgaron sus vestiduras en señal de dolor. Volvieron a cargar los costales, y toda la caravana regresó a la ciudad.
“Y Judá y sus hermanos llegaron a casa de José; porque él aún estaba allí, y se postraron delante de él en tierra.
Y les dijo José: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabíais que un hombre como yo sabe adivinar?
Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos? ¿O con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquel en cuyo poder fue hallada la copa.
Y él respondió: Nunca yo tal haga; el hombre en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a vuestro padre.”
Pero Judá, sintiendo la responsabilidad de la promesa que le había hecho a su padre garantizando el regreso seguro de Benjamín, hizo un llamamiento especial a José. Esto era importante en la prueba que José estaba haciendo, pues ahora podía comenzar a ver al menos algún rastro de carácter en Judá. Fue Judá quien sugirió a los hermanos cuando secuestraron a José que lo vendieran como esclavo a los mercaderes que iban a Egipto.
José evidentemente sabía eso. Pero ahora Judá, mostrando la hombría que había en él, hizo un ruego especial por Benjamín. Se acercó a José, aparentemente aparte de los demás, y dijo:
“Oh señor mío, te ruego que permitas a tu siervo hablar una palabra en oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues tú eres como Faraón.
Mi señor preguntó a sus siervos, diciendo: ¿Tenéis padre o hermano?
Y nosotros respondimos a mi señor: Tenemos un padre anciano, y un hijo de su vejez, el menor; y su hermano murió, y él solo quedó de su madre, y su padre lo ama.
Y tú dijiste a tus siervos: Traédmelo, y pondré mis ojos sobre él.
Y nosotros dijimos a mi señor: El joven no puede dejar a su padre, porque si lo dejare, su padre morirá.
Y dijiste a tus siervos: Si vuestro hermano menor no descendiere con vosotros, no veréis más mi rostro.
Aconteció, pues, que cuando llegamos a tu siervo mi padre, le contamos las palabras de mi señor. Y dijo nuestro padre: Volved a comprarnos un poco de alimento.
Y nosotros dijimos: No podemos ir; si nuestro hermano menor va con nosotros, iremos; porque no podremos ver el rostro del varón si no está con nosotros nuestro hermano menor.
Entonces tu siervo, mi padre, nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi mujer; el uno salió de mi presencia, y pienso de cierto que fue despedazado, y hasta ahora no lo he visto. Y si tomáis también a este de delante de mí, y le aconteciere algún desastre, haréis descender mis canas con dolor al sepulcro.
Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu siervo mi padre, si el joven no está conmigo, como su vida está ligada a la vida de él, sucederá que cuando vea que el joven no está, morirá; y tus siervos harán descender las canas de tu siervo nuestro padre con dolor al sepulcro.
Porque tu siervo salió por fiador del joven con mi padre, diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre. Ahora, pues, te ruego que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. Porque, ¿cómo subiré yo a mi padre sin el joven? No sea que vea el mal que sobrevendrá a mi padre.” (Génesis 44.)
Fue un gran llamamiento. Mostró la fortaleza de carácter en Judá, y un sincero amor y lealtad hacia su padre. En lugar de ofender aún más al anciano Jacob, se ofreció a sí mismo como rescate por Benjamín.
























