José de Egipto

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La Reconciliación


La gran súplica de Judá en favor de Benjamín y su manifiesta lealtad a su anciano padre, Jacob, que esperaba ansiosamente el regreso de sus hijos desde Egipto, fue más de lo que José pudo soportar. La prueba había sacado a la superficie los hechos y fue exitosa.

Tan emocionalmente afectado estaba el gran gobernador de Egipto por este giro de los acontecimientos que ordenó a todos que salieran de la sala.

“Haced salir a todos de mi presencia,” ordenó a su mayordomo. Esto aparentemente significaba a los egipcios, los sirvientes y al propio mayordomo, pero no a los hermanos de José, ya que ellos permanecieron con él. Ahora estaba listo para decirles quién era, y no quería testigos externos.

“Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos,” dice la escritura.

Tan emocionalmente superado estaba José que lloró en voz alta “y lo oyeron los egipcios y la casa de Faraón.” Aparentemente, la casa de José estaba cerca del palacio, o los de la corte de Faraón no podrían haber oído su llanto.

“Y José dijo a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados ante su presencia.

Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, a quien vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales no habrá arado ni siega.”

Ahora que era un hombre maduro, José sabía que había trabajado bajo la inspiración divina durante los siete años de abundancia y dos años de hambruna, y que fue el Todopoderoso quien lo había enviado a Egipto. Por lo tanto, dijo libremente a sus hermanos que no se afligieran más “de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros.”

Esta importante declaración la repitió: “Y Dios me envió delante de vosotros para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así que no me enviasteis vosotros acá, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón, y por señor de toda su casa y por gobernador en toda la tierra de Egipto.”

Después de la experiencia emocional de José con sus hermanos, y de satisfacer plenamente que él era en verdad su hermano menor a quien habían vendido como esclavo, estaba ansioso de que regresaran y dieran las buenas noticias a su padre: ¡José está vivo y bien! ¡Es el gobernador de Egipto! ¡De él recibimos nuestro grano!

Así que José dijo:

“Daos prisa, y subid a mi padre, y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven a mí, no te detengas.

Y habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú, y tus hijos, y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y todo lo que tienes.

Y allí te alimentaré, pues aún quedan cinco años de hambre; no sea que perezcas tú, y tu casa, y todo lo que tienes.

He aquí, vuestros ojos ven, y los ojos de mi hermano Benjamín, que es mi boca la que os habla. Y contaréis a mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto; y daos prisa y traed a mi padre acá.

Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos; y después sus hermanos hablaron con él.” (Génesis 45:1-15.)

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