LA ORACIÓN DEL SEÑOR
Élder S. Dilworth Young.
Me pregunto, si he de orar,
¿A quién hablar de mis desvelos?
La respuesta no se hace esperar:
Padre nuestro que estás en los cielos.
Y cuando oro, ¿cómo he de expresar,
Con mis palabras de hombre,
El amor y el profundo respeto?
Santificado sea tu nombre.
¿Qué puede mi humilde ruego pedir
Al Ser que está en el cielo?
¿Qué le puedo decir?
Venga tu reino.
Conquistar el orgullo debo.
Mas, ¿cómo? Pues mi corazón yerra.
Hágase tu voluntad, como en el cielo,
Así también en la tierra.
También cosas terrenales pediría
Pues a la tierra sujeto estoy.
El pan nuestro de cada día,
Dánoslo hoy.
Arrepentido e indigno, mis votos
Debo hacer al Señor de señores:
Y perdónanos nuestras deudas,
Como también nosotros
Perdonamos a nuestros deudores.
¿Dónde obtendré fortaleza y valor
Para controlar mi pasión?
Soportándolo todo hasta el fin?
“Y no nos metas en tentación…”
(Lo que debo pedir al Señor
Es que me libre de tentación,
Pues a ésta Él no me ha de conducir.
Mas si alguna tengo que enfrentar,
En oración le he de suplicar
Que no me deje solo mi camino seguir).
Y en medio de la noche oscura,
Cuando la iniquidad es tal
Que me rodea, ¿qué digo al que mora en la altura?
Mas líbranos del mal.
Cuando habla el corazón,
Con gratitud profunda reconoce cada don
De Dios. Y en él brota el gran deseo
De alabar al Señor por su eterno sostén:
Porque tuyo es el reino,
Y el poder, y la gloria,
Por todos los siglos, Amén.
























