La razón del pecado y el mal

Conferencia Genera de Abril 1958

La razón del pecado y el mal

por el Elder George Q. Morris
Del Quórum de los Doce Apóstoles


Mis queridos hermanos y hermanas, oro sinceramente para que el Señor me dirija por su Espíritu para decir lo que debo decir hoy. Había estado pensando en líneas similares a las que los dos últimos hermanos han mencionado. Hemos evitado una colisión frontal, pero hemos estado bastante cerca.

He tenido en mente una declaración de Job: “El hombre nacido de mujer, corto de días y lleno de turbaciones” (Job 14:1). Supongo que, a veces, todos podemos tener ese sentimiento. Esto nos lleva al tema de las dificultades, los males, los pecados y las adversidades que se han mencionado hoy. Me regocijo grandemente en las revelaciones que Dios nos ha dado para que comprendamos la vida, y si podemos obtener la relación correcta con el pecado, la adversidad y sus opuestos, podremos entender la vida de manera inteligente.

A lo largo de los siglos siempre ha existido un debate sobre lo que es el pecado y, más particularmente, por qué debería haber tanto pecado en el mundo. Algunos que creen en Dios piensan que es solo una ilusión. Algunas religiones se basan en la creencia de que no hay pecado, que es solo una idea en la mente. Otros, que creen en un Dios, piensan que quizás él no hizo un trabajo perfecto en la creación, y hay varias otras ideas propuestas como razones del pecado. Los ateos, por su parte, dicen que el pecado y el sufrimiento en el mundo prueban que no hay Dios.

Ha sido una gran satisfacción para mí simplemente revisar la explicación del Señor sobre por qué existe el pecado, y quiero compartir con ustedes las breves oraciones en las que Él explica por qué hay pecado en el mundo. Creo que esto será esclarecedor para nosotros y nos permitirá tener el entendimiento correcto sobre este asunto.

Él dijo a sus discípulos:
“¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos; pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!” (Mateo 18:7).

Esta es una declaración muy clara y definitiva para nosotros en cuanto a que, en el mundo, debe haber tropiezos. Debe haber pecado en el mundo, pero el Señor bloquea cualquier razonamiento ilógico de que, debido a que hay pecado, no podemos ser culpables de participar en él, con su declaración: “pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”

Él también dice en Doctrina y Convenios 29:39:
“Y es preciso que el diablo tiente a los hijos de los hombres” (D. y C. 29:39).

Esa es una situación necesaria en nuestras vidas. Luego se nos dice lo que ocurrió cuando sucedió la transgresión. A causa de la transgresión de Adán, el Señor dijo: “Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida” (Moisés 4:23). Creo que debemos tener en cuenta que el Señor dijo que por causa de Adán maldeciría la tierra, y siguió diciendo:

“Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo volverás” (Moisés 4:25).

Ahora, esto parece pintar un cuadro muy sombrío, y algunas personas no avanzan mucho más allá de esto, tratando de culpar a Adán por los pecados y problemas que vienen a sus vidas. Solo quiero decir de paso que espero que ninguno de nosotros—ningún miembro de esta Iglesia—hable a la ligera de Adán, un personaje augusto y glorioso cercano al trono de Dios, el padre de nuestra raza, e identificado como Miguel, el gran arcángel. Debemos pensar en él y hablar de él con amor y reverencia, y no tolerar ninguna otra actitud en nuestra presencia.

Ese cuadro sombrío parece serio, y la vida es seria, pero el Señor explica más:

“Y es preciso que el diablo tiente a los hijos de los hombres, o no podrían ser agentes por sí mismos; porque si nunca tuvieran lo amargo, no podrían conocer lo dulce” (D. y C. 29:39).

Esta es una declaración clara y definitiva que creo que debemos aceptar literalmente.

Además, el Señor dijo, después de que Adán transgredió:
“Y yo, el Señor Dios, dije a mi Unigénito: He aquí, el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, para conocer el bien y el mal” (Moisés 4:28), testificando que a través de su transgresión, Adán había alcanzado un conocimiento del bien y el mal que no tenía antes.

Luego, el Padre da más instrucciones a Adán:
“Y el Señor habló a Adán, diciendo: Por cuanto tus hijos son concebidos en pecado, aun así, cuando comiencen a crecer, el pecado concebirá en sus corazones, y probarán lo amargo para que aprecien lo bueno” (Moisés 6:55).

Este estar “concebidos en pecado”, según entiendo, significa únicamente que están en medio del pecado. Nacen en un mundo donde el pecado prevalece, y este entrará en sus corazones, pero los llevará “a probar lo amargo para que aprecien lo bueno”. Y luego, con más énfasis en el tema del albedrío, el Señor dice:
“. . . les es dado conocer el bien del mal; por tanto, son agentes por sí mismos” (Moisés 6:56).

El tema del albedrío es la esencia misma de nuestra existencia.
El Señor dijo a Enoc:
“Estos son tus hermanos; ellos son la hechura de mis propias manos, y les di su conocimiento, el día que los creé; y en el Jardín de Edén, di al hombre su albedrío” (Moisés 7:32).

Asimismo, la revelación en la sección 93 de Doctrina y Convenios vuelve a enfatizar este asunto del albedrío. Somos inteligencias, y el Señor dice:
“La verdad es independiente en aquella esfera en que Dios la ha colocado, para actuar por sí misma, como también toda inteligencia; de otro modo no hay existencia” (D. y C. 93:30).

Si quitamos el albedrío, anulamos el propósito de la existencia de la humanidad en el mundo. Satanás intentó hacer eso.

A través de estas revelaciones, entendemos por qué existe el pecado en el mundo, así como las adversidades y los males de diversos tipos. Podemos imaginar la situación de Adán y Eva. Habían sido condenados a sufrimientos, penas, problemas y trabajo, fueron expulsados de la presencia de Dios, y la muerte fue declarada como su destino. Una imagen patética, sin duda. Pero entonces sucedió algo muy importante. A Adán y Eva se les explicó el evangelio de Jesucristo. ¿Cuál sería su reacción?

Cuando el Señor les explicó esto, que vendría una redención a través de Jesucristo, el Unigénito del Padre, Adán exclamó:
“Bendito sea el nombre de Dios, porque por mi transgresión se han abierto mis ojos, y en esta vida tendré gozo, y nuevamente en la carne veré a Dios” (Moisés 5:10).

Y ¿cuál fue la respuesta de Eva, su esposa? Ella:
“oyó todas estas cosas y se alegró, diciendo: De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido descendencia, ni hubiéramos conocido el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna” (Moisés 5:11).

Aquí está la clave de la cuestión del mal. Si no podemos ser buenos excepto resistiendo y venciendo el mal, entonces el mal debe estar presente para ser resistido.

Así, esta vida terrenal está diseñada de acuerdo con principios verdaderos, y estas condiciones que siguieron a la transgresión no fueron, en el sentido habitual, penalidades impuestas sobre nosotros. Todo lo que he mencionado, que parece ser tristes imposiciones de castigo, pena y problemas, en el fondo no lo es. Son bendiciones. Hemos obtenido un conocimiento del bien y el mal, el poder para apreciar lo dulce, para convertirnos en agentes por nosotros mismos, el poder para obtener redención y vida eterna. Estas cosas tienen su origen en esta transgresión.

El Señor ha dispuesto la tierra de tal manera que debemos trabajar si queremos vivir, lo cual nos preserva de la maldición de la ociosidad y la indolencia; y aunque el Señor nos condena a la muerte—la muerte mortal—es una de las mayores bendiciones que recibimos aquí porque es la puerta a la inmortalidad, y nunca podemos alcanzar la inmortalidad sin morir.

Así que estas son todas verdaderas bendiciones. Venimos a la tierra con todas estas condiciones organizadas tal como están, de modo que debemos luchar constantemente contra el mal, esforzarnos por preservar nuestras vidas, luchar por todo lo que tiene verdadero valor. Esa es la lección que debemos comprender: este es el curso de vida más deseable y para nuestro bien. No necesitamos culpar estas condiciones. El Señor las ha ordenado todas para nuestro bienestar y felicidad.

La verdad, como yo la entiendo y siento, es simplemente que las circunstancias colocaron a Adán en una posición en la que, mediante una transgresión técnica, pudo entrar en la vida mortal, pasando de la inmortalidad a estas condiciones terrenales para su bendición y para la bendición de la humanidad, sin lo cual no podrían venir la inmortalidad, la vida eterna y la exaltación. Y al hacer esto, por supuesto, su cuerpo, tomado de la tierra, fue hecho mortal, lo cual era absolutamente esencial.

No hay salvación ni exaltación excepto mediante la posesión de un cuerpo de carne y huesos.

En conclusión, quiero compartir esta declaración inspirada del profeta Lehi:
“Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Si no fuera así… no se podría efectuar la rectitud ni la iniquidad, ni la santidad ni la miseria, ni el bien ni el mal. Por tanto, todas las cosas deben ser un compuesto en uno;
Y he aquí, si Adán no hubiera transgredido, no habría caído, sino que habría permanecido en el jardín de Edén. Y todas las cosas que fueron creadas habrían permanecido en el mismo estado en que se encontraban después de haber sido creadas; y habrían permanecido para siempre y no tendrían fin.
Y no habrían tenido hijos; por tanto, habrían permanecido en un estado de inocencia, sin tener gozo, porque no conocían la miseria; sin hacer el bien, porque no conocían el pecado.
Mas he aquí, todas las cosas han sido hechas según la sabiduría de aquel que todo lo sabe.
Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo” (2 Nefi 2:11, 22–25).

La respuesta a todos los problemas del mundo es el evangelio de Jesucristo, que nos capacita para superar todas las adversidades, el pecado y la muerte, y regresar a la presencia de Dios, aptos para morar en su presencia, gracias a Jesucristo, nuestro Redentor.

Doy este humilde testimonio de que esta es la Iglesia de Jesucristo, organizada personalmente por Él; que el presidente David O. McKay dirige los asuntos de esta Iglesia según lo indica el Señor Jesucristo, y doy este testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.


Palabras clave: Albedrío, Redención, Oposición.

Frase corta del tema central: El albedrío y la oposición son esenciales para la redención y el gozo eterno.

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