Conferencia General de Abril 1960
La Responsabilidad de Enseñar el Evangelio
por el Élder S. Dilworth Young
Del Primer Consejo de los Setenta
En 1914, un joven de catorce años y medio ingresó al primer seminario establecido por la Iglesia. Frente a Granite High School se construyó un edificio de un solo salón, se contrató un maestro y se abrió la escuela para los estudiantes. Ese joven era yo. Ayer falleció el tercer maestro de ese seminario, John M. Whitaker.
Quisiera rendir un breve tributo al hermano Whitaker. Es probable que no haya sido consciente de la profunda influencia que tuvo en mí como joven, mientras estudiaba con detalle bajo su enseñanza y la de Guy C. Wilson, el contenido de la Biblia, el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios. Al mirar atrás, me doy cuenta de que allí adquirí mi primer conocimiento detallado de estas obras normativas. Si tuviera la suficiente influencia, haría que cada joven en la Iglesia tuviera una experiencia similar bajo la dirección de un hombre de fe.
El Papel de los Padres en la Enseñanza
Reconozco que los jóvenes enfrentan grandes tensiones y tentaciones en estos días. A menudo los criticamos y creemos tener muchas respuestas que podrían mantenerlos fuera de problemas. Sin embargo, desde el principio, la Iglesia ha tenido una respuesta.
A nuestros primeros padres, después de sellarlos en matrimonio eterno, el Señor les dijo:
“Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra” (Génesis 1:28).
Al decir esto, el Señor colocó sobre los padres la responsabilidad de educar a sus hijos y mantenerlos en la fe. Aunque reconozco que hay otras influencias que pueden afectarlos, la responsabilidad principal recae en los padres.
Esta responsabilidad fue confirmada a través del profeta José Smith, quien reveló:
“Y además, en cuanto a los padres que tienen hijos en Sión, o en cualquiera de sus estacas que estén organizadas, y no les enseñan a entender la doctrina del arrepentimiento, la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, y el bautismo y el don del Espíritu Santo por la imposición de manos, cuando tienen ocho años, el pecado será sobre la cabeza de los padres” (D. y C. 68:25).
Consejos Prácticos para los Padres
Quisiera ofrecer algunas sugerencias prácticas, simples pero poderosas, que todos los padres podrían implementar:
- ¿Queremos que nuestros hijos sientan que el obispo es llamado por Dios? Evitemos notas de impaciencia o deslealtad al mencionar su nombre.
- ¿Queremos que aprendan espiritualidad? Seamos espirituales nosotros mismos.
- ¿Queremos que reconozcan los susurros del Espíritu? Tomemos decisiones en su favor basándonos en esos susurros y hagámoselo saber.
- ¿Queremos que aprendan sobre el uso del dinero en la obra del Señor? Involucrémoslos en el pago de los diezmos y ofrendas.
- ¿Queremos que sepan que el presidente McKay es el profeta, vidente y revelador para nuestra época? Con nuestra lealtad y declaraciones repetidas, lo aprenderán mejor.
- ¿Queremos que se conviertan en misioneros? Nuestra actitud como padres hacia el servicio misional influirá en su preparación.
- ¿Queremos que respeten el sacerdocio? Respetemos a todos los portadores de autoridad, incluidos los maestros orientadores.
- ¿Queremos su respeto inquebrantable? Demostremos respeto inquebrantable por las verdades eternas del evangelio y por los hombres designados para enseñarlas.
Estos principios, aplicados de manera consistente en el hogar, serán factores fundamentales para preservar a nuestros hijos en la fe.
Un Testimonio de la Restauración
Agrego mi testimonio a los ya expresados acerca de la restauración del evangelio, que fue llevada a cabo por el profeta José Smith. Sé que el presidente McKay es un profeta del Dios viviente. Espero que todos los niños puedan saberlo. Recuerdo las palabras del hermano John M. Whitaker en seminario, quien al finalizar cada clase nos repetía su testimonio de que (en ese tiempo) José F. Smith era un profeta del Dios viviente, concluyendo con una exhortación: “Y que ustedes, muchachos y muchachas, ¡nunca lo olviden!”.
Ese es también mi testimonio. En el nombre del Señor Jesucristo. Amén.

























