Conferencia General de Octubre 1959
La Restauración

por el Élder Delbert L. Stapley
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Mis hermanos y hermanas, me siento muy feliz de extender la mano de compañerismo al élder Howard W. Hunter, llamado hoy como miembro del Quórum de los Doce. Espero con gran anticipación asociarme con él en ese consejo. Le aseguro mi apoyo, mi amor y mi ayuda.
Hoy deseo compartir con ustedes mi testimonio de que esta Iglesia es la verdadera Iglesia de Cristo, establecida en la tierra en esta dispensación de la providencia de Dios por última vez. Fue divinamente organizada por nuestro Señor y posee toda verdad, principio y ordenanza necesarios para la salvación y exaltación de quienes aceptan y obedecen su plan de vida.
Testifico solemnemente que cada Presidente de esta Iglesia ha sido llamado por Dios y sostenido por él y por los fieles miembros de la Iglesia, quienes, con las manos levantadas ante Dios, los ángeles y sus compañeros discípulos, han aceptado y sostenido a su líder como profeta, vidente y revelador. Hoy sostenemos de esa manera a nuestro amado presidente David O. McKay. Según el espíritu de verdad que hay en mí, lo acepto en esta alta posición de profeta, vidente y revelador con todo mi corazón y lo sostengo sin cuestionar y sin reservas.
Les digo, mis hermanos y hermanas, que si todos mantuvieran sus ojos puestos en el Presidente de esta Iglesia y siguieran su ejemplo, nunca se desviarían. Tengo esa fe y confianza, y testifico de ello con pleno conocimiento de que, en última instancia, debo responder ante Dios por mis enseñanzas y actos personales.
Los miembros de la Iglesia deben, mediante una obediencia implícita a los principios y ordenanzas del evangelio, permanecer firmes y fieles en la fe y no ser arrastrados por cualquier viento de doctrina de maestros engañosos que, erróneamente y con intención maliciosa, sugieren que la Iglesia en estos días se ha desviado. Testifico humildemente que esta afirmación es falsa.
A lo largo de todas las épocas del mundo, los disidentes de la Iglesia, influenciados por intenciones malignas, han enseñado celosamente doctrinas falsas y engañosas, llevando a muchas almas desprevenidas y poco reflexivas al amplio camino de la apostasía. Los verdaderos siervos del Señor han advertido constantemente y con humildad contra los líderes autoproclamados, y siempre han exhortado a los Santos a ser fieles y obedientes en guardar los mandamientos de Dios, desarrollando así fe y fortaleza contra los poderes del mal que constantemente los acechan.
En los primeros días de la historia de la Iglesia, porque los élderes no entendían las manifestaciones de diferentes espíritus que perturbaban a los miembros, el Señor, en respuesta a una consulta en oración, advirtió:
“He aquí, en verdad os digo que hay muchos espíritus falsos que han salido por la tierra, engañando al mundo” (D. y C. 50:2).
Lo que era cierto entonces, es cierto ahora y lo será siempre, hasta que Satanás y sus huestes sean atados para siempre y despojados de su poder para engañar y destruir.
El Profeta José Smith enseñó: “Nada es un mayor daño para los hijos de los hombres que estar bajo la influencia de un espíritu falso cuando piensan que tienen el Espíritu de Dios” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 205). Qué cierta es esta declaración, y qué importante es conocer la doctrina y los procedimientos correctos de la Iglesia para evitar tropezar en el camino de la vida.
El Señor, para proteger la fe de los miembros de la Iglesia, ha revelado:
“Mas se os manda en todas las cosas pedir a Dios, quien da liberalmente; y aquello que el Espíritu os testifique, así quisiera que lo hicieseis con toda santidad de corazón, andando rectamente delante de mí, considerando el fin de vuestra salvación, haciendo todas las cosas con oración y acción de gracias, para que no seáis seducidos por espíritus malignos, o doctrinas de demonios, o mandamientos de hombres; porque algunos son de hombres y otros de demonios” (D. y C. 46:7).
En todas las enseñanzas y profecías de los profetas sobre el establecimiento del reino de Dios en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, no hay mención ni indicio de que la Iglesia, una vez establecida, fallaría o sería entregada a otro pueblo (Daniel 2:44). Esto no fue cierto en la Iglesia en la época meridiana. Los profetas antes del tiempo de Cristo, y los apóstoles después, advirtieron y predijeron una apostasía de la verdad y de la verdadera Iglesia.
Como miembros de la Iglesia, debemos recordar siempre que esta es la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, la última de todas las dispensaciones del evangelio, cuando todas las cosas han de ser reunidas en Cristo antes de su segunda venida. El destino de esta Iglesia es demasiado grande y el tiempo demasiado corto para que una obra tan importante pase de un grupo de personas a otro. El Señor no lo permitiría, y ha decretado la permanencia de su reino en los últimos días.
Cuando Juan el Revelador, en una visión de importantes eventos de los últimos días, vio a un ángel volando por el medio del cielo con el evangelio eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra, y a toda nación, tribu, lengua y pueblo (Apocalipsis 14:6), citó al ángel diciendo:
“Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado” (Apocalipsis 14:7).
Nuestra era de tiempo es la hora del juicio de Dios; por lo tanto, esta profecía no podría cumplirse si hubiera interrupciones en el progreso y la obra del reino restaurado.
El profeta Daniel, interpretando el sueño del rey Nabucodonosor, le informó que su cumplimiento sería en los últimos días. Llamando la atención a los reinos que seguirían al del rey hasta que resultaran muchos reinos, Daniel declaró:
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.
“De la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro; el gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo porvenir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación” (Daniel 2:44-45).
Aquí tenemos evidencia profética de la continuidad del reino de Dios en los últimos días cuando se establezca en la tierra. Daniel enfatizó dramáticamente este punto al decir: “El sueño es verdadero y fiel su interpretación.” El reino, profetizó Daniel, no será destruido; no será dejado a otro pueblo; y permanecerá para siempre. ¡Qué declaración tan convincente y certera!
El Señor, en una revelación al Profeta José Smith poco después de la organización de la Iglesia, declaró:
“Porque he aquí, el campo blanco está ya para la siega; y ésta es la undécima hora, y la última vez que llamaré a obreros a mi viña” (D. y C. 33:3).
Nuevamente, el Señor reveló al Profeta:
“Las llaves del reino de Dios han sido conferidas al hombre en la tierra, y desde allí rodará el evangelio hasta los confines de la tierra, como la piedra que es cortada del monte, no con mano, y que rueda hasta llenar toda la tierra” (D. y C. 65:2).
Esta declaración concuerda y confirma la interpretación de Daniel del sueño de Nabucodonosor, en el cual la piedra cortada sin manos golpea la imagen y se convierte en un gran monte que llena toda la tierra.
El Profeta José Smith dio este sabio consejo, un principio verdadero en el gobierno de la Iglesia y en el orden del Santo Sacerdocio:
“Les informaré que es contrario a la economía de Dios que algún miembro de la Iglesia, o alguien, reciba instrucción para aquellos en autoridad superior a ellos; por lo tanto, verán la impropiedad de prestarle atención” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 21).
Y enseñó además:
“Las revelaciones de la mente y la voluntad de Dios para la Iglesia han de venir a través de la Presidencia. Este es el orden de los cielos, y el poder y privilegio de este Sacerdocio” (Ibid., pág. 111).
El Profeta también declaró un principio eterno:
“Les daré una de las claves de los misterios del Reino. Es un principio eterno, que ha existido con Dios desde toda la eternidad: El hombre que se levanta para condenar a otros, encontrando fallas con la Iglesia, diciendo que están fuera del camino, mientras él mismo es justo, sepan con certeza que ese hombre está en el camino de la apostasía; y si no se arrepiente, apostatará, como Dios vive” (Ibid., pág. 156).
El Señor instruyó a los élderes de su Iglesia, y a todos los habitantes de Sión, contra quienes hacen falsas afirmaciones o pretenden recibir revelaciones:
“Y esto será una ley para ustedes, que no reciban las enseñanzas de ninguno que venga a ustedes como revelaciones o mandamientos;
“Y esto les doy para que no sean engañados, para que sepan que no son de mí.
“Porque en verdad les digo, que el que es ordenado por mí vendrá por la puerta y será ordenado como les he dicho antes, para enseñar esas revelaciones que han recibido y recibirán a través de aquel a quien yo he designado” (D. y C. 43:5-7).
Bautizarse en manos de un siervo autorizado de Dios permite a una persona entrar por la puerta; y el Señor prescribe claramente el método por el cual los ordenados son conocidos y aceptados por los miembros de su Iglesia:
“Nuevamente les digo,” dijo el Señor, “que no se dará a nadie ir a predicar mi evangelio, ni edificar mi iglesia, sino que sea ordenado por alguien que tenga autoridad, y que sea conocido por la iglesia que tiene autoridad y ha sido regularmente ordenado por las cabezas de la iglesia” (D. y C. 42:11).
Al igual que en épocas pasadas, los hombres seguirán surgiendo para perturbar la obra de Dios, pues este ha sido siempre el propósito de Satanás desde el principio de la humanidad en la tierra.
Existen principios infalibles de guía en las revelaciones y en los registros históricos de los tratos del Señor con su pueblo, destinados a su dirección y protección. Aquí hay uno muy importante, dado en esta última dispensación al Profeta José Smith. El Señor lo ofreció como una amonestación para su pueblo:
“Y todas las cosas se llevarán a cabo por común consentimiento en la iglesia, por mucha oración y fe, porque todas las cosas las recibiréis por la fe” (D. y C. 26:2).
Si los miembros de la Iglesia siguen este consejo y actúan juntos en oración y verdadera fe, el Espíritu Santo no permitirá que cedan a la influencia del error ni a las enseñanzas falsas de aquellos que buscan derrocar la obra de Dios.
El gran profeta nefita, Mosíah, advirtiendo a su pueblo contra la monarquía, les aconsejó sobre la manera en que deberían seleccionarse a los jueces para gobernarlos y sabiamente les indicó:
“Ahora bien, no es común que la voz del pueblo desee algo contrario a lo que es justo; pero sí es común que la parte menor del pueblo desee lo que no es justo; por tanto, esto observaréis y haréis vuestra ley: obraréis en vuestros asuntos por la voz del pueblo” (Mosíah 29:26).
Todos los individuos vacilantes y descontentos deberían recordar las salvaguardas a la fe y al testimonio dadas por el Señor a través de la revelación y, reconociendo y trabajando mediante los canales establecidos de autoridad del sacerdocio, someter sus puntos de vista o reclamos y estar dispuestos a aceptar la voz del pueblo, quienes, conforme a la revelación citada, decidirán el asunto después de ejercer mucha fe y oración.
Si hicieran esto antes de permitirse seguir un curso desviado o contrario, y manifestaran la fe para acatar la voz de los Santos, no se extraviarían ni apartarían del camino correcto, y sus almas y las de su posteridad serían salvas en el reino de Dios mediante la obediencia a los mandamientos.
Hay muchas otras referencias escriturales y revelaciones, así como declaraciones de líderes de la Iglesia sobre este tema que podrían citarse, pero concluiré con dos citas adicionales de las revelaciones del Señor al Profeta José Smith.
La primera se refiere a las llaves del poder del sacerdocio conferidas a la Primera Presidencia y a los Doce de la Iglesia:
“Porque a vosotros, los Doce, y a aquellos, la Primera Presidencia, que han sido designados con vosotros para ser vuestros consejeros y líderes, se os ha dado el poder de este sacerdocio para los últimos días y por última vez, en la cual es la dispensación del cumplimiento de los tiempos.
“Porque en verdad os digo: Las llaves de la dispensación, que habéis recibido, han venido desde los padres, y por último, enviadas desde el cielo a vosotros” (D. y C. 112:30,32).
La segunda y última amonestación del Señor, que también es una salvaguarda perfecta para los miembros de esta Iglesia, es la siguiente:
“Escuchad, oh ancianos de mi iglesia a quienes he llamado; he aquí, os doy un mandamiento: que os reunáis para convenir en mi palabra;
“Y mediante la oración de vuestra fe recibiréis mi ley, para que sepáis cómo gobernar mi iglesia y tener todas las cosas correctas delante de mí.
“Aquel que recibe mi ley y la cumple, ese es mi discípulo; y aquel que dice que la recibe y no la cumple, ese no es mi discípulo, y será echado de entre vosotros” (D. y C. 41:2-3,5).
Por tanto, mis hermanos y hermanas, cuando nos reunimos como hoy, es para instruirnos y edificarnos unos a otros y así aprender cómo actuar y dirigir los asuntos del reino de Dios en los últimos días. Les aliento a todos a escuchar y aceptar las enseñanzas y el consejo de sus hermanos en esta conferencia general de la Iglesia.
Es de suma importancia que los Santos del reino sean guiados correctamente, sabiendo que hay espíritus falsos en la tierra para engañar, incluso a los muy escogidos de Dios (Mateo 24:24), si no son cuidadosos en guardar los mandamientos y caminar en fiel obediencia a las leyes de Dios.
Que Dios los bendiga, mis hermanos y hermanas, para que caminen en obediencia a las leyes de Dios. Esto lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.
























