La Restauración de Todas las Cosas


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Un Testimonio contra el Mundo


Objeto: Hacer ver que el testimonio de los tres testigos perduró hasta el fin de sus vidas; y amonestar al mundo que su testimonio quedará como una condenación contra el mundo incrédulo en el día final.

En boca de tres testigos

Cuando Moroni estaba por sellar los anales de su pueblo para que fuesen preservados, añadió estas palabras de consejo para los que fueren privilegiados de traerlos a luz:

Y he aquí, tal vez tengas el privilegio de mostrar las planchas a aquellos que ayudarán a sacar a luz esta obra; y por el poder de Dios se mostrarán a atres; por tanto, sabrán con certeza que estas cosas son verdaderas.
Y en boca de tres atestigos se establecerán estas cosas; y el testimonio de tres, y esta obra, en la cual se mostrará el poder de Dios y también su palabra, de la cual el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo dan testimonio; y todo esto se levantará como testimonio contra el mundo en el postrer día.

Y si es que se arrepienten y vienen al Padre en el nombre de Jesús, serán recibidos en el reino de Dios.
Y ahora bien, si es que no tengo autoridad para estas cosas, juzgad vosotros; porque sabréis que tengo autoridad cuando me veáis, y comparezcamos delante de Dios en el postrer día. Amén. (Et.5:2-6)

La fuerza del testimonio

Cuán temeraria, cuan peligrosa hubiera sido la declaración de José Smith al mundo, si el Libro de Mormón fuese un fraude.

El llamamiento de tres testigos para testificar juntamente con él de un fraude, y de declarar que tendrían el privilegio de testificar por el “poder de Dios”, lo que en este caso quería decir en, la presencia de un ángel mandado del Todopoderoso, era tan intrépido, que si realmente no fuese verdadero, aun un necio habría vacilado en presentar tal cosa. José Smith no era necio, aun sus más severos enemigos le acreditaron de no ser aquello.

Los testigos firmes al testimonio

En las primeras páginas del Libro de Mormón encontramos la naturaleza del testimonio que estos tres hombres, Oliverio Cówdery, David Whítmer y Martín Harris, dieron al mundo. Cuán positiva y francamente declararon que en la presencia de un ángel vieron las planchas, revisaron la escritura en ellas, y oyeron la voz de Dios hablándoles desde los cielos mandándoles dar testimonio de lo que hablan visto y oído.
La cuestión ahora es, ¿quedaron firmes en su testimonio dichos hombres bajo todas las circunstancias y por todos los días de sus vidas? La respuesta a esta pregunta es de suma importancia, llevando una responsabilidad que no se puede ignorar fácilmente, y que deja a cada alma al que viene este testimonio, sujeta a la amonestación de Nefi: “¡Ay de aquel que rechaza la palabra de Dios”o “Porque si el testimonio de estos tres hombres es verdadero, ningún hombre lo puede rechazar sin rechazar la palabra de Dios.

Los testigos desviados

Por algunos años, después de la publicación el Libro de Mormón, y la organización de la Iglesia, estos tres hombres fueron fieles, sinceros miembros de la Iglesia, que sostenían y aceptaban al profeta José Smith. Sin embargo, vino un tiempo, a causa de la persecución que estos tres hombres protestaron del profeta José Smith. Dos de ellos, Oliverio Cówdery, el cual había sido un testigo con José Smith en muchas ocasiones cuando los cielos fueron abiertos, y David Whítmer, fueron excomulgados de la Iglesia. El tercero, Martín Harris, se alejó por una temporada del cuerpo de la Iglesia.

Por once años Oliverio Cówdery estuvo apartado y durante dichos años actuó como abogado, pero siempre durante todo ese tiempo dio el mismo testimonio en cuanto a su asociación con José Smith y sus manifestaciones celestiales. Después del martirio de José y Hyrum Smith, Oliverio Cowdery volvió a la Iglesia. En marzo de 1846, mientras estaba fuera de la Iglesia, escribió a su cuñado, Phineas Young, como sigue:

“He abrigado la esperanza, una de las más sinceras, que pudiese dejar detrás de mí tal reputación, que todo el que creyese en mi testimonio, después que yo salga de este mundo, lo hiciera no sólo por amor de la verdad, sino para que no haya razón de avergonzarse del carácter personal del hombre que dio ‘ese testimonio. Admito que he sido particular en este asunto, pero siento que así debe ser, usted así se sentiría, en igualdad de circunstancias, si se hubiese hallado en presencia de Juan (el Bautista) con nuestro finado hermano José, para recibir el sacerdocio menor, y en presencia de Pedro, para recibir el mayor y si usted hubiese visto hacia el tiempo futuro y contemplado el efecto que éstos dos habrían de producir, sentiría usted como nunca, que los hombres inicuos conspiran para desacreditar el efecto de su testimonio al hombre, después que usted hubiera ido a su descanso eterno.”

Este testimonio escrito mientras Oliverio Cowdery estuvo fuera de la Iglesia ha sido guardado. Es una carta de su propio puño y letra. En octubre de 1848, viajó de Tiffin, Ohío, su residencia, al lugar llamado Kanesville, Iowa, para renovar su asociación con los Santos de los Ultimos Días. En una conferencia convocada allí, el 21 de octubre de 1848, presidida por el hermano Orson Hyde, Oliverio Cowdery pidió permiso y privilegio de tomar la palabra y dijo:

“Amigos y hermanos: Me llamo Cowdery, Oliverio Cowdery. En los primeros días de la historia de esta Iglesia yo era parte de ella, y fui uno en sus concilios. Es cierto, que los dones y llamamientos de Dios no tienen arrepentimiento; no porque fuese yo mejor que cualquiera de los del género humano fui llamado, sino que para cumplir los propósitos de Dios, me extendió El un alto y santo llamamiento.

“Yo escribí con mi propia pluma todo el Libro de Mormón (salvo unas cuantas páginas) mientras salía de los labios del profeta José Smith, según lo iba traduciendo por el don y poder de Dios mediante las planchas de oro de las cuales fué traducido. También vi con mis ojos y palpé con mis manos los ‘sandon no lo escribió.

El Sr.Spaulding no lo escribió. Yo mismo lo escribí mientras salía de los labios del Profeta. Contiene el evangelio eterno, y vino a los hijos de los hombres como cumplimiento de las revelaciones de Juan, donde dice que vió volar un ángel con el evangelio eterno para predicarlo a toda nación, tribu, lengua y pueblo.

En cierra los principios de salvación; y si vosotros, que me estáis oyendo, andáis en la luz y obedecéis sus preceptos, seréis salvos con una salvación sempiterna en el reino de Dios en las alturas. El hermano Hyde acaba de decir que es sumamente importante que nos conservemos y andemos dentro del verdadero cauce para evitar los bancos de arena.
Es cierto. Ese cauce está aquí. El santo sacerdocio está aquí. “Estuve presente con José cuando descendió del cielo un ángel de Dios y nos confirió o restauró el sacerdocio menor o aarónico; y a la vez nos dijo que permanecería sobre la tierra mientras ésta durase.

“También estuve presente con José cuando el mayor o el Sacerdocio de Melquisédec fue traído de las alturas por santos ángeles. Entonces nos conferimos el uno al otro este sacerdocio, por la voluntad y mandamiento de Dios. Este sacerdocio, según se declaró en esa ocasión, también ha de permanecer sobre la tierra hasta los últimos vestigios del tiempo.
Este Santo Sacerdocio o autoridad, luego lo conferimos a muchos; y es tan eficaz y válido como si Dios lo hubiese conferido en persona.”Puse las manos sobre ese hombre –sí, le puse la mano derecha sobre la cabeza (señalando al hermano Hyde), y le conferí el sacerdocio, y él posee ese sacerdocio hoy. Fue ordenado por mí, mediante la oración de fé, apóstol del Señor Jesucristo.”Un mes mas tarde en noviembre de 1848, en otra reunión Oliverio Cowdery dijo:

“Hermanos, tengo algunos años de estar separado de ustedes. Ahora deseo volver. Quiero venir humildemente y ser uno en medio de vosotros. No busco posición alguna. Solamente deseo unirme a vosotros.
Me encuentro fuera de la Iglesia. No soy miembro de la Iglesia, pero quiero ser miembro de ella. Deseo entrar por la puerta. Yo sé cual es la puerta. No he venido aquí para buscar precedencia; vengo humildemente y me pongo a las disposiciones de este cuerpo sabiendo que sus decisiones son justas y deben ser obedecidas.”

Se le otorgó su petición y fué bautizado y de nuevo fué recibido en la Iglesia, y continuó en ella hasta el día de su fallecimiento. Sólo una persona que no tuviese una alma susceptible a la inteligencia cabal de los sencillos hechos, no podría ver en la historia de Oliverio Cówdery la sinceridad de su testimonio.
Cuando nos damos cuenta que mientras estuvo ausente de sus socios anteriores y no uniéndose con ellos, mantuvo y defendió siempre su testimonio, y entonces en la hora más triste de la historia de la Iglesia, cuando todo el mundo pensaba que los mormones habían salido de Nauvoo para su destrucción, porque no podían existir bajo las circunstancias de sus peregrinaciones y pobreza, fue en esa misma hora cuando Oliverio Cowdery buscó la Iglesia y pidió reunirse de nuevo con ella.

Se dio cuenta que al hacerlo tendría que compartir sus penurias y pobreza. Sabía que habían sido arrojados de sus hogares a causa del amor a su religión. Tales cosas no le eran nuevas; en los primeros días de la Iglesia había pasado Oliverio por circunstancias semejantes y ahora estaba dispuesto a sufrir tales cosas otra vez. Aquello no fué la obra de un hombre capaz de cometer un fraude.

David Whítmer afirma, su testimonio

David Whítmer, tal como Oliverio Cowdery, retuvo la integridad de su testimonio después de haber sido excomulgado de la Iglesia. Algunos años después de la muerte de José Smith, congrego un grupo de discípulos y les enseñó, tal como lo entendió el evangelio. Preparó un discurso el cual dedicó a todos los creyentes en Cristo. En dicha publicación afirmó su testimonio en la manera más enfática. Millares de personas por curiosidad y para informarse, celebraron una entrevista con él, y todos recibieron el mismo relato– el cual dedicó a todos los creyentes en Cristo, que un ángel apareció a él y a otros y reveló las planchas del antiguo registro..

Hay centenares de personas que viven aun quienes escucharon su testimonio y están convencidos que le dijo la verdad. El 19 de marzo de 1881, con suma indignación, porque la veracidad de su relato había sido puesta en duda, David Whítmer publicó la siguiente declaración en el “Conservator” de Echmond el periódico de su pueblo:

“A todas las naciones, linaje, lenguas y pueblos a quienes llegare. Habiendo sido representado por un tal Juan Murphy de Polo (Condado de Caldwell), Misurí, con quien sostuve una conversación el verano pasado, denegó mi testimonio como uno de los tres testigos del Libro de Mamón.
Con el fin, por lo tanto, que él me pueda entender ahora sino hacía en aquel entonces, y para que el mundo sepa la verdad, quiero ahora, estando como si dijéramos, en el ocaso de la vida, y con temor de Dios, una vez por todas hago esta declaración pública.
Que nunca en ningún momento he negado ese testimonio ni parte de él, el cual por tanto tiempo ha sido publicado en ese libro, como uno de los tres testigos.

Los que me conocen mejor, saben que siempre me he adherido a dicho testimonio. Y para que ningun hombre sea engañado o que dude mi parecer actual con respecto al mismo, ahora de nuevo afirmo la verdad de todas mis declaraciones desde entonces hechas y publicadas.

El que tiene oído para oír, que oiga; no era ilusión o engaño. Lo que se escribió escrito queda y el que lee permítasele comprenderá. Y si cualquier hombre dudare, no debiese honestamente leer y comprender aquello antes de pretender juzgar, y condenar la luz que brilla en las tinieblas, y que señala el camino de la vida eterna, como si fuera señalado por la misma mano de Dios.

En el Espíritu de Cristo el cual ha dicho sígame, porque soy el camino, la verdad y la vida, presento esta declaración al mundo, Dios en el cual confío siendo mi Juez, en cuanto a la sinceridad de mis motivos y la esperanza y fe que tengo en la vida eterna.
Mi sincero deseo es que el mundo pueda ser beneficiado por la clara y sencilla declaración de la verdad. Y todo el honor sea al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, que constituyen un Dios o Amén.

David Whítmer
Richmond, Misurí, 19 de Marzo de 1881

El documento original de esta declaración está ahora en mi poder. Lo obtuve de la familia Whítmer. Dicho documento lleva las firmas de los ciudadanos principales de Richmond, Condado de Ray, Misurí. El siguiente comentario se publicó también en el “Conservator” de Eichmond:

En otra parte publicamos una carta de David Whítmer, padre, un ciudadano de muchos años y bien conocido en el Condado de Ray, como también una ratificación de su reputación como hombre, firmado por varios de los ciudadanos principales de este pueblo, como contestación a una difamación proclamada contra él.

No hay duda que el Sr. Whítmer, que fué uno de los tres testigos de la autenticidad de las planchasde oro de las cuales declara que José Smith tradujo el Libro de Mormón (una copia exacta de los caracteres tiene en su poder con los anales originales) está firmemente convencido de su origen divino, y aunque no hace ningún esfuerzo para imponer sus opiniones o creencia, simplemente quiere que el mundo sepa que por lo que a él le concierne no hay “variación o sombra de duda”.

Habiendo residido aquí por medio siglo, no es con poco orgullo que señala su propio record de vida, con la rectitud de conciencia que no ha hecho nada denigrante en su carácter de ciudadano y como creyente en el Hijo de feria para merecer tal difamación en su contra, venga de cualquier fuente que sea.

Y ahora, con los lirios de setenta y cinco inviernos coronándolo con aureola de luz, y en su peregrinación sobre la tierra casi terminada, reitera su declaración anterior dejando al futuro resolver el problema del cual él fué un testigo transitorio de su cumplimiento.

Martín Harris

Martín Harris, el tercer testigo, murió como fiel miembro de la Iglesia, en Clarkston, Condado de Cache, el 10 de julio de 1875. Casi a los noventa años de edad, firme en su testimonio, el cual dió por última vez en la tierra sólo unas cuantas horas antes de morir.
Dichos hombres no fueron engañadores; ni fueron engañados, y su testimonio conjunto permanecerá como una condenación contra el mundo incrédulo, en el día final.

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