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La Dispensación del
Cumplimiento de los Tiempos
Objetivo: Enseñar que estamos viviendo en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, que es la dispensación de preparación para la segunda venida del Señor.
La Dispensación del Recogimiento
Es de creencia común en todo el mundo cristiano que estamos viviendo en los últimos días, y que las predicciones de los profetas y del Señor, concernientes a las calamidades, tribulaciones y guerras que habían de preceder su venida, están ahora próximas. La higuera se ha cubierto de hojas.
El verano está aquí, y todos los que aman al Señor están esperando ese gran día en que vendrá en las nubes del cielo para ocupar su debido lugar sobre la tierra como Rey de reyes.
Pero aunque muchos están esperando la llegada de ese gran día, no se puede pasar por alto el hecho de que son pocos los que comprenden la gran importancia de nuestros tiempos y las maravillosas obras que se han de cumplir como preparación para su venida. Estamos viviendo en la dispensación final de la historia del mundo: la dispensación del cumplimiento de los tiempos.
Esta es la dispensación en la que el Señor ha decretado que:
“Serán recogidas en una todas las cosas, tanto las que están en el cielo como las que están en la tierra, de acuerdo con las palabras que se han hablado por boca de sus santos profetas que han sido desde el siglo”.
Elías ha de Restaurar Todas las Cosas
Mientras el Salvador se hallaba sobre el monte de la Transfiguración con Pedro, Santiago y Juan, les aparecieron dos profetas: Moisés y Elías, que habían vivido siglos antes. Hemos aprendido que, en esta visita, estos mensajeros confirieron a los tres apóstoles, entre otras cosas, las llaves de autoridad que estos antiguos profetas habían poseído.
Era natural, pues, que estos tres hombres, al volver de aquella gloriosa visión, preguntasen al Señor respecto a la misión de Elías. Hallamos parte de esta conversación en el Evangelio según San Mateo:
“Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen, pues, los escribas que es menester que Elías venga primero?
Y respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías vendrá primero, y restituirá todas las cosas.
Mas os digo que ya vino Elías, y no le conocieron, antes hicieron en él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos”. (Mateo 17:9–12)
Los comentaristas de la Biblia han cometido un grave error al hablar de este acontecimiento y han concluido que, por haber dicho Jesús “ya vino Elías”, esto quería decir que Juan, como el Elías, ya había venido y había restaurado todas las cosas.
Esto no es así, pues Jesús declaró claramente que la venida de Elías para restituir todas las cosas se efectuaría en el futuro, lo cual también confirman otras Escrituras.
Ciertamente, Juan vino con la comisión de un Elías o precursor, para preparar el camino delante del Señor con su ministerio; pero la venida de Elías para restituir todas las cosas no pertenecía a aquella época, sino que estaba reservada para los días que habían de preceder la segunda venida de nuestro Salvador.
Juan cumplió con su misión y fue martirizado. La restitución de todas las cosas no pudo efectuarse en los días de Juan ni en los de los primeros apóstoles, y tanto el Señor como sus discípulos lo entendían claramente.
El Mensajero del Convenio
Así también lo entendió Malaquías cuando declaró, bajo el espíritu de profecía:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y luego vendrá a su templo el Señor, a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene —ha dicho Jehová de los ejércitos—.
¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores.
Y se sentará para afinar y limpiar la plata, porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata; y ofrecerán a Jehová ofrenda con justicia.
Y será grata a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días antiguos y como en los años pasados.
Y me acercaré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros, y contra los adúlteros, contra los que juran mentira, contra los que detienen el salario del jornalero, de la viuda y del huérfano, y los que hacen agravio al extranjero, no teniendo temor de mí, dice Jehová de los ejércitos”. (Malaquías 3:1–5)
Una interpretación errónea
Afirmar que todo esto se cumplió en los días del ministerio terrenal de Cristo constituye, sin duda, una interpretación errónea de esta Escritura. Mientras el Señor estuvo sobre la tierra, prevaleció la iniquidad, y todos los hombres pudieron soportar su venida. No limpió a los hijos de Leví, y estos no ofrecieron un sacrificio en justicia; más bien, clamaron contra el Señor y provocaron su crucifixión.
En aquella época, el Señor no se sentó a juzgar; antes bien, fue llevado a juicio y condenado por hombres inicuos. No se sentó para limpiar a los judíos ni a los levitas, y ciertamente la ofrenda de Judá y Jerusalén no fue agradable en aquellos días, como lo había sido en la antigüedad.
No se trataba entonces del día de juicio; por tanto, el Señor no fue aún «pronto testigo contra los hechiceros» ni contra los obradores de iniquidad. Todo esto estaba reservado para los últimos días, cuando vendría a ejecutar juicio. El mismo Señor declaró que ese juicio estaría reservado para su segunda venida. Hablando con sus discípulos acerca de esto, dijo:
“Y Jesús les dijo: De cierto os digo que, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido os sentaréis también sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”. (Mateo 19:28)
La Restauración Está Reservada para los Últimos Días
San Pedro ciertamente entendió que la restauración de todas las cosas estaba reservada para los últimos días, y así lo declaró claramente. Cuando él y Juan sanaron al cojo en la puerta del templo, muchos de los judíos lo presenciaron y se quedaron atónitos. Entonces Pedro les habló, diciendo:
“Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?, ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este?
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerle en libertad.
Pero vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diera un homicida. Y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
Y por la fe en su nombre, a este que vosotros veis y conocéis, su nombre le ha confirmado; y la fe que es por él le ha dado esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.
Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas: que su Cristo había de padecer.
Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan tiempos de refrigerio de la presencia del Señor, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempos antiguos”.
(Hechos 3:12–21)
Claramente se ve que Pedro no interpretó mal las palabras del Señor sobre el monte de la Transfiguración. Sabía muy bien que el Elías que había de venir para restituir todas las cosas vendría en el tiempo del refrigerio, es decir, en la época de la restauración de todas las cosas.
San Pablo también dio testimonio de este gran hecho en su epístola a los efesios. Allí escribió:
“Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su complacencia, la cual se había propuesto en sí mismo,
de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra”. (Efesios 1:9–10)
El sentido común revela con claridad estas enseñanzas: la restitución de todas las cosas no pudo efectuarse en el Meridiano de los Tiempos, es decir, en la primera venida de Cristo, sino que estaba reservada para la dispensación del cumplimiento de los tiempos, o sea, la época en la que todo sería preparado para el advenimiento del Señor a la tierra con poder.
Esta declaración de Pablo se ha convertido en piedra de tropiezo para los comentaristas de la Biblia. El doctor Adán Clarke admite en su comentario que los pasajes no se entienden claramente y proclama la misma idea que se enseña generalmente en un mundo sin inspiración.
Es decir, que Cristo vino a dar al mundo algo mayor, más alto y más sublime que lo que había ofrecido a los habitantes de la tierra en épocas anteriores, y que los profetas y la gente de los tiempos del Antiguo Testamento tenían un plan de salvación diferente del plan del evangelio que Jesucristo presentó.
Cometen un grave error los maestros religiosos que declaran que Jesucristo presentó el evangelio por primera vez cuando estuvo sobre la tierra, y que en épocas anteriores se dio un plan distinto. Leemos en las Escrituras que Dios es “infinito y eterno, de eternidad en eternidad, el mismo invariable Dios”.
Y si esto es cierto, entonces su plan de salvación es invariable. Aunque la Biblia no aclara este punto con totalidad, debido a que muchas verdades preciosas han sido suprimidas, reveladas originalmente a los profetas, es un hecho que las mismas ordenanzas han sido requeridas para la salvación del hombre desde el principio y a lo largo de todas las edades, así como en la actualidad.
Adán fue bautizado, recibió la autoridad divina o sacerdocio, y enseñó el evangelio a sus hijos, pues lo había recibido del Señor. Cada dispensación ha sido una dispensación del evangelio.
¿Qué es una Dispensación del Evangelio?
Precisamente, ¿qué constituye una dispensación del evangelio? Es el poder y la autoridad para dispensar la palabra del Señor y administrar todas las ordenanzas del evangelio.
El doctor Carlos Buck, en su Theological Dictionary (Diccionario Teológico), ha dicho que una dispensación es “el acto de repartir cualquier cosa”.
Los dos métodos diferentes de revelar la verdad del evangelio antes y después de la muerte de Jesucristo se llaman las dispensaciones del Antiguo Testamento y del Nuevo.
Los actos de Dios con sus criaturas, según su providencia, se denominan una dispensación. El doctor Buck divide entonces la historia del Antiguo Testamento en cinco dispensaciones y concluye que no hay sino una dispensación del evangelio.
En todas sus conclusiones, estos hombres sabios perpetúan el error de que el Señor dio a los pueblos del Antiguo Testamento un plan diferente del que dio después que vino a la tierra. También confunden la dispensación del Meridiano de los Tiempos con la dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. Estas dispensaciones no son las mismas y están separadas por muchos siglos de intensa oscuridad y errores espirituales.
No hay sino un evangelio. Fue revelado primeramente a Adán; todos los profetas lo enseñaron y lo recibieron de Jesucristo. Naturalmente, la primera dispensación fue dada a Adán.
Leemos en las revelaciones dadas a Moisés, en la Perla de Gran Precio, que fue enviado un ángel a Adán para enseñarle el evangelio.
Este mensajero dio a Adán la ley de los sacrificios y le mandó que ofreciera holocaustos a semejanza del sacrificio de Jesucristo, el Unigénito Hijo de Dios, que vendría al mundo para redimir al género humano de la transgresión de Adán.
El ángel le dijo a Adán:
“Harás cuanto hicieres en el nombre del Hijo; y te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás”.
Adán enseñó este evangelio a sus hijos, pues tuvo muchos; pero algunos de ellos se rebelaron. Fue dada una dispensación a Noé, otra a Abrahán, otra a Moisés, y a otros antiguos profetas; pero todas ellas fueron dispensaciones del mismo evangelio.
En la venida de Cristo, y teniendo Él por precursor a Juan el Bautista, se inició la dispensación del Meridiano de los Tiempos, y fueron enviados los discípulos a todo el mundo a predicar el evangelio. Sin embargo, ellos entendían que no vivían en la última dispensación, y los pasajes que se han citado comprueban este hecho.
La Dispensación de la Preparación
La dispensación del Cumplimiento de los Tiempos es la dispensación de preparación para la segunda venida del Señor y la inauguración del reino milenario. De hecho, es la última de todas, y continuará hasta el día en que Cristo haya terminado su obra y, según declara Pablo, entregue su reino al Padre, a fin de que “Dios sea todas las cosas en todos”.
El profeta José Smith ha dicho que Cristo está a la cabeza, que como el gran Sumo Sacerdote tiene las llaves de la salvación, y que Adán le sigue en autoridad y posee las llaves de todas las dispensaciones de todos los tiempos, porque fue el primer hombre a quien se reveló el evangelio.
Además, el Señor dispuso que las ordenanzas del evangelio fueran las mismas para siempre jamás:
“Y puso a Adán para que las vigilara y las revelara desde los cielos a los hombres o mandase ángeles para revelarlas”.
En esta última gran dispensación se están cumpliendo las palabras de los grandes profetas, y el Señor está juntando y restaurando en una todas las cosas en Cristo, tanto las que están en el cielo como las que están en la tierra.
























