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El Bautismo:
El Nacimiento en El Reino de Dios
Objeto: Estudiar el significado y propósito del bautismo para que sepamos que se tiene que conferir la divina autoridad para poder desempeñar esta ordenanza.
Una ordenanza muy pervertida
Creo que puedo decir en verdad que ninguna ordenanza del evangelio se ha pervertido y corrompido más en las enseñanzas y prácticas de las iglesias cristianas que la ordenanza del bautismo.
Cuando consideramos la confusión y perversión de la práctica y enseñanza de esta ordenanza, contrario de lo que las Escrituras afirman, todos sentimos le necesidad de la visita de mensajeros celestiales para corregir esta condición y traernos otra vez al entendimiento de la doctrina y fe, que una vez “se entregó a los santos.”
La evidencia es muy clara en el Nuevo Testamento, y esto se confirma en las enseñanzas de los primeros siglos, de que había solamente una forma o manera que el bautismo se practicaba en la Iglesia primitiva de Jesucristo, como también fué enseñado por los primeros discípulos. Esta forma simbolizaba un entierro en el agua, de los pecados.
Creo que puedo decir sin una contradicción efectiva, que no hay una sola palabra en todo el Nuevo Testamentó que pueda ser interpretada en que la aspersión o efusión del agua sobre la cabeza de la persona significaba un bautismo.
Es inútil que yo discuta largamente el sentido de la palabra “Bautizar” porque se concede universalmente que la palabra en el idioma griego significa sumergir o hundir y este es el sentido que el Salvador y sus apóstoles dieron a la palabra si es que hemos de juzgarlos por sus hechos.
El sentido de la palabra bautizar
La palabra griega bautizar, se halla en el Nuevo Testamento como ochenta veces. Y la palabra bautismos, cuatro veces, y bapto, su raiz, seis veces, en total ciento veinte y seis veces. En la Versión Autorizada, estas palabras bapto y embapto, sin excepción, se traducen como sumergir. El bautizar, la palabra empleada para expresar una ordenanza se traduce dos veces como lavary en las otras veinticinco veces la palabra griega se usa con una terminación inglesa, significando sumergiro zambullir.
Una pregunta pertinente
Esta pregunta es pertinente ¿Bautizaban por aspersión o efusión los apóstoles, setentas y otros en los tiempos del Nuevo Testamento cuando administraban esta ordenanza? En las Escrituras no es frecuente la forma o manera en que se ejecutaba, excepto lo que la palabra misa indica. Sin embargo, cuando la historia de la ejecución de la ordenanza se refiere, se expresa claramente que el oficial y el candidato bajaban al agua, y luego salían de ella. Mostraremos en seguida unas referencias en el Nuevo Tes tamento:
“Entonces acudían a el Jerusalém, y toda Judea, y toda la provincia alrededor del Jordán; y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.” (Mt. 3:5-6)
“Y Jesús después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma., y se posaba sobre él.” (Mt. 3:16)
“Y aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. E inmediatamente subiendo del agua., vio
abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él.” (Mr. 1:9-10)
“Pasado esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea; y estaba allí con ellos, y bautizaba. Y bautizaba también Juan en Enón junto a Salim, porque había allí muchas aguas, y venían, y eran bautizados”. (Jn. 3:22-23)
La aspersión una doctrina no bíblica
En vista de estas referencias y muchas otras, parece extraño que los hombres todavía puedan llamar bautíso a la acción de rociar agua sobre la cabeza de una persona. Los argumentos a favor de esto son escasos y sin razón. En el manual de la iglesia se anota lo siguiente:
La Iglesia Luterana acostumbra la efusión, o sea, rociar agua sobre la cabeza de una persona. La forma del bautismo no se indica positivamente en las Escrituras. El bautismo de Cristo en el Jordán parece que se realizó por aspersión. Pues su bautismo así se presento en los cuadros al fresco de las catacumbas, uno de los cuales se supone tener la fecha del segundo siglo.- The Lutheran Manual, pág. 51.
He visto en las galerías en Europa cuadros que representan a Jesús y Juan el Bautista parados en medio del Jordán, rociando Juan agua sobre la cabeza del Salvador.
Para mí todo esto sería muy divertido si no fuera por el hecho de que las “ayudas visuales” afectan tanto la mente de la gente, y que por tales medios millares se quedan en las tinieblas porque no leen las Escrituras o las interpretan falsamente.
Cuando visité las catacumbas, no pude ver tal cuadro o pintura. Puede que este allí, y si está no representa la verdad. Me pareció cosa interesante, sin embargo, que cuando visitaba la ciudad de Boma el guía me condujo a un cierto lugar donde estaba una pila tan grande como un cuarto de buen tamaño.
En las instrucciones el guía informó al grupo que los primeros cristianos venían a este lugar para bautizar. Cuando le preguntamos porque los santos venían allí cuando había agua en otras partes para rociarlos, dijo francamente: “En aquellos días se bautizaban por inmersión en este lugar.”
Naturalmente viene una pregunta a la mente, si Juan bautizó a nuestro Salvador por sólo rociarle agua en la cabeza ¿por qué tuvieron que bajar los dos al río si Juan solo iba a verter un poco de agua sobre la cabeza del Señor? Toda persona razonable admite que Jesús fue sumergido en el agua.
Hace solamente unas cuantas semanas el Reverendo Francis Syrianey, de la iglesia católica, al discursar sobre el bautismo de Jesús dijo:
Juan, el que se consideraba indigno de desatar la correa de las sandalias del Maestro, llevó a Jesús al río, donde fue sometido a la inmersión en el agua lo que simboliza el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Tan pronto como Cristo salió del agua, empezó a orar, y se nos dice que “los cielos le fueron abiertos, y vió al Espíritu de Dios que descendía sobre él.” (The Register, May 7, 1944)
Las iglesias antiguas tenían pilas bautismales
Lo siguiente está tomado de la revista “News Week” de enero 22, 1940:
“El arqueólogo, Gindo Calza, desenterrando el puerto destruido de Ostia, Italia, el cual ha estado cubierto de sedimento por el espacio de 15 siglos, descubrió, como cree, una iglesia cristiana. Dentro de la basílica había un estanque de mármol con los tubos de agua intactos, indicando que los parroquianos eran sumergidos.”
Hay varias iglesias antiguas en Europa que todavía tienen sus pilas indicando la práctica de la in mersión. El hecho es, que muchos defensores del bautismo de niños y el bautismo por efusión confiesan que en el principio se practicó la inmersión en la iglesia. El citado testimonio nos viene de los primeros padres.
Esta evidencia se anota por Neander, Mosheim y otros escritores históricos. Lutero, el gran “reformador”, que practicó la efusión, ha dichos “Cuando el ministro sumerge al niño en el agua, significa la muerte; cuando de nuevo lo saca de ella, significa la vida. Tal como S. Pablo lo explica. . .
Por este motivo, deseo que los que se han de bautizar sean sumergidos completamente en el agua, según el sentido de la palabra, y la significancia de la ordenanza, como sin duda fué instituida por Cristo. Hay gran abundancia de evidencia, pero el tiempo no permite exponerla toda.
El bautismo para la remisión de pecados
Es patente que el bautismo es para la remisión de pecados. Sólo unas cuantas referencias bastan para este punto Mateo declara que el pueblo de toda Judea y de las regiones circunvecinas venían a Juan confesando sus pecados, y éste les decía:
“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; mas el que viene tras mí, mas poderoso es que yo; los zapatos del cual yo no soy digno de llevar.”
S. Marcos dice: “Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo del arrepentimiento él vino por toda la tierra alrededor del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados”
El bautismo que mandó S. Pedro en el día de Pentecostés, era el mismo, y S. Pablo declaró que cuando el se convirtió, Ananías, un hombre pío le dijo: “Ahora pues, ¿por que te detienes? Levántate, y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre,” (Mr. 1:4; Lc. 3:3; Hech. 22:16)
Jesús declaró que el bautismo era un nacimiento
Sin duda el verdadero sentido y proposito del bautismo ha sido mal entendido por los que practican la aspersión o efusión y llaman a ello un bautismo. El bautismo es la puerta de entrada al reino de Dios. Es un nacimiento del agua y también del Espíritu.
Para que sea efectivo se tiene que efectuar por inmersión, o sea simbolizando asi un entierro a la semejanza de una sepultura y el salir del agua simbolizando una resurrección. Esta es la doctrina de las Escrituras. El Salvador ha declarado esta cuestión definitivamente en sus palabras a Nicodemo con el objeto de que no haya ningún concepto falso.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. (Jn. 3:3-6)
San Pablo compara el bautismo con un entierro y una resurrección
Se ha dicho que los hombres creen lo que les place creer. Muchos hombres se han convencido así mismos de la rectitud de cierta doctrina o costumbre a causa de que ha sido el deseo en su corazón, independiente de las condiciones lógicas que dominan el asunto. S. Pablo confirma las palabras del Redentor al enseñar a los santos en Roma, da testimonio que los que se han bautizado se han librado del pecado, y que en lo futuro no deben ser siervos del pecado. Dijo:
“Porque los que somos muertos al pecado, ¿como viviremos aun en él?
“¿O no sabéis que todos los que somos bautizados en Cristo Jesús, somos bautizados en su muerte?
“Porque somos sepultados juntamente con él a muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida,
“Porque si fuimos plantados juntamente en él, a la semejanza de su muerte, así también lo seremos a la de su resurrección.” (Rom. 6:2-5)
Otra vez, hablando a los Colosenses, S. Pablo dijo:
“Sepultados juntamente con él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con él, por la fe de la operación de Dios que le levantó de los muertos.” (Col. 2:12)
El bautismo, entonces, es a la semejanza de la muerte, entierro y resurrección, y también a un nacimiento. San Pablo ha explicado claramente su similitud al entierro.
Nuestro Señor lo ha llamado un nacimiento, y Juan amplifica este concepto con una explicación indisputable de la razón por la inmersión en el agua y lo que ha comparado con el nacimiento natural.
Dijo Juan:
“¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
“Este es Jesucristo, que vino por agua y sangre: no por agua solamente, sin por agua y sangre.
Y el Espíritu es el que da testimonio: porque el Espíritu es la verdad.
“Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno.
“Y tres son los que dan testimonio en la tierra, el Espíritu, y el agua, y la sangre: y estos tres concuerdan en uno.” (1Jn. 5:5-8)
El Señor explicó más claramente a Enoc tocante a esta enseñanza y fue reveladoa José Smith, en palabras que concuerdan cabalmente con las enseñanzas de Juan:
“Que por causa de la transgresión viene la caída, la cual trae la muerte; y como habéis nacido en el mundo del agua, de la sangre y del espíritu que yo he hecho, y asi del polvo habéis llegado a ser alma viviente, aun así tendréis que nacer otra vez en el reino de los cielos, del agua y del Espíritu, y ser purificados por la sangre, aun la sangre de mi Unigénito, para que seáis santificados de todo pecado y gocéis de las palabras de vida eterna en este mundo, y de vida eterna en el venidero, aun gloria inmortal.” (Moisés 6:59)
Ahora procuraremos hallar el verdadero significado de esta doctrina tan bellamente expresada por Juan y por el Señor a Enoc. Cada ser nacido en esta tierra mortal (terrenal), viene a ella por agua, sangre y espíritu, y Juan declara que estos tres concuerdan en uno. El niño antes de nacer esta sumergido en agua, cuando nace en el mundo es vivificado por la sangre y con la unión del espíritu a su cuerpo llega a ser un alma viviente.
El bautismo así explicado por Juan es también en realidad un nacimiento. La persona bautizada es sumergida en el agua, justificada por el espíritu y santificada por la sangre, o sea que es nacida en el reino de Dios. En el nacimiento de un infante en la tierra dan testimonio estos tres; el agua, la sangre y el espíritu.
En el bautismo o nacimiento en el reino de Dios, estos mismos tres dan testimonio; Inmersión (agua), la sangre de Jesucristo y el Espíritu de Dios, y estos tres concuerdan en uno. Entonces tenemos los tres testigos en el cielo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y estos tres concuerdan en uno y aprueban el bautismo cuando es debidamente ejecutado.
En cada caso hay tres testigos y en cada caso estos testigos concuerdan en uno. Esta es una hermosa doctrina, perfectamente consistente y llena de virtud y sentido. Mis buenos amigos, ¿no pueden ver cuán impotente e insatisfactorio ha sido su “bautismo” si es que lo han recibido por efusión o aspersión? Si tal es el caso el simbolismo del nacimiento se ha perdido. ¿No creen ustedes que hay un gran significado en su simbolismo de un nacimiento y una muerte?
¿Es verídico el hecho que el bautismo es realmente un nacimiento en el mundo nuevo–el reino de Dios? ¿Es verdad—como S. Pablo lo describe—una muerte del pecado? La muerte es una transferencia de un estado a otro, y el bautismo hace transferir a los que son verdaderamente bautizados de la vida del pecado a la vida de luz y confraternidad con Dios. En verdad, mis amigos cristianos, ¿pueden sentirse satisfechos con un bautismo sólo por aspersión?
La autoridad para bautizar
No debemos perder de vista otro factor importante… ¿Quien tiene la autoridad para bautizar? ¿Puede cualquier hombre tomar para sí la honra? ¿Pueden las iglesias que se han establecido sin el nombramiento divino dar el poder a sus ministros para hacerlo que el Señor no ha comisionado? Estas son preguntas muy serias. Fue a causa del alejamiento mundial de estas verdades vitales y fundamentales del evangelio que el Señor comisionó a José Smith y otros desde los cielos y les mandó salir y enseñar al mundo:
“Para que también se aumente la fe en la tierra; para que se establezca mi convenio sempiterno.
“Para que la plenitud de mi evangelio sea proclamado por los débiles y sencillos hasta los cabos de la tierra, y ante reyes y gobernantes.
“He aquí, yo soy Dios, y lo he proferido; estos mandamientos son míos, y se dieron a mis siervos en su debilidad, según su idioma, para que entendiesen.” (DyC 1:21-24)
En esta manera habló el Señor a José Smith y le hizo saber las verdaderas ordenanzas del evangelio, para que fuesen restauradas a la tierra para la salvación de todos los que humildemente se arrepientan y se bauticen para la remisión de sus pecados, y continúen fieles hasta el fin de sus vidas mortales.
























