La Restauración de Todas las Cosas


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El Bautismo de los Niños


Objeto: Probar que el bautismo de los niños pequeños no es según las Escrituras, y que los niños pequeños son libres del pecado y serán salvos en el reino de Dios.

El bautismo es para la remisión de los pecados

Una doctrina que se enseñó definitivamente en las Escrituras es que el bautismo es para la remisión de los pecados y que se aplica a todos los que son capaces de creer. Según S. Mateo, el Señor dijo en su mensaje a sus discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mt.28:19-20)

Marcos cita al Salvador diciendo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” En el día de Pentecostés eran los que creían los que se bautizaban, y Felipe dijo al eunuco cuando éste pidió el bautismo: “Si crees de todo corazón, bien puedes.” Y respondiendo, dijo: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.” Esta es la doctrina en las Escrituras.

La ordenanza fue pervertida

Algunos siglos después de la muerte de los apóstoles la forma correcta del bautismo se pervirtió cuando empezaron a ejecutar esta ordenanza por medio del rociamiento de agua en la cabeza. El historiador Eusebio escribe el primer caso conocido de la efusión de agua como un bautismo.

Este caso ocurrió en el año 252 de la era cristiana, y se encuentra anotado por este temprano historiador como sigue: “Novato, siendo relevado por los exorcistas cayo en grave enfermedad; y suponiéndose que moriría inmediatamente, recibió el bautismo, siendo rociado con agua, en el lecho donde yacía (si es que a esto se puede llamar un bautismo), y cuando escapó de esa enfermedad no recibió después las otras cosas que el canon de la iglesia ordena que debería recibir, ni fue confirmado por la imposición de manos del obispo.”

Eusebio añade: “Este bautismo se consideraba imperfecto y no solemne, por varias razones. Y los que en esta manera eran bautizados se les llamaba clinici; y por el canon doceavo del Concilio de Neocesarea, se les prohibió a estos clínico el sacerdocio”. Esto indica claramente que en medio del siglo tercero la aspersión o efusión se consideraba una innovación, pero es increíble cómo en tan poco tiempo se implantaron estas innovaciones.

El Sr. David King comentando sobre esto ha dicho: “La iglesia cambió la ordenanza, haciendo caso omiso que Cristo no instituyó otra forma que la inmersión, o que en la iglesia primitiva no se bautizaba en otra forma más que por inmersión, lo hacían por aspersión porque les parecía más conveniente y porque la iglesia afirmaba tener el poder de cambiar el orden y las ordenanzas de la iglesia de Dios.”

El bautismo de los niños no es bíblico

Naturalmente se continuaría que es demasiado molesto el quitar la ropa y ponerse otra para bajar al agua, cuando la efusión del agua, o la aspersión de ella, sobre la cabeza es más sencillo y no tan inconveniente. Los argumentos a favor del cambio seguirían inevitablemente.

De esta doctrina también se derivó otra completamente contraria a las enseñanzas de nuestro Señor y de las prácticas de la primitiva Iglesia de Jesucristo; el bautismo de los infantes. Tal práctica es sin fundamento bíblico e indica una triste falta de entendimiento de la naturaleza y eficacia de la expiación.

Cuando los discípulos se disgustaron porque las madres traían a sus niños ante Jesús para que fuesen bendecidos. Él les reprendió y dijo: “Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos partió de allí.” (Mt.19:14-15) Otra vez les enseñó a sus discípulos la humildad cuando querían saber quién era el más grande en el reino de los cielos, con estas palabras:

“Y llamando Jesús a un niño, le puso en medio de ellos, “Y dijo: De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
“Así que, cualquiera que se humillare como este niño, éste es el mayor en el reino de los cielos.
“Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí recibe, “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en el profundo de la mar.” (Mt. 18:2-6)

Al declarar que los niños son del reino de los cielos, nuestro Señor manifestó que son inocentes y no requieren el bautismo. Y esto va de acuerdo con su misericordia y justicia.
El requerir una ordenanza, tal como el bautismo de una criatura, o a un niño que no ha llegado a la edad de responsabilidad, y enseñar que ellos se pierden, o que no merecen la plenitud de salvación, cuando no son capaces de entender, es la doctrina más cruel que ha salido de las muchas corrupciones que han contaminado la primitiva fe cristiana. El segundo Artículo de Fe de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días dice lo siguiente:

“Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán.”

Los niños pequeños son libres del pecado

Esto implica que ninguna persona será castigada por los pecados que otra haya cometido, y que por tanto, los niños pequeños son libres del pecado y por esto libres del castigo. Sería contrario a las leyes de la misericordia y justicia divina castigar los niños por algo de lo cual no son responsables. La ley de la expiación de Jesucristo es sencilla y debería ser entendida fácilmente.

Pero es malentendida por todos que profesan la práctica del bautismo por los niños. ¿Por qué vino Jesús al mundo? Según las Escrituras vino para redimir a los hombres de los efectos de la caída de lo cual no son responsables. Vino también para redimir a los hombres de sus pecados individuales, pero esto sí bajo las condiciones de su arrepentimiento y fidelidad hasta el fin de sus vidas mortales en esta tierra.

Como el hombre de ninguna manera es responsable por la transgresión de Adán, nuestro Señor, por el derramamiento de su sangre, muerte y resurrección, ha redimido a todos los hombres de las consecuencias de aquella caída que trajo la muerte sobre ellos. Nuestro Señor proclamó que los muertos oirían su voz y que saldrían de los sepulcros para recibir la inmortalidad, “Y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron mal, a resurrección de condenación.”

La única cosa, entonces, por la que se podría culpar a los niños pequeños sería el hecho de que tienen que morir a causa de la transgresión de Adán, y de los efectos de esto, se les han redimido. Pero no hay ningún pecado, cualquiera que sea, por el cual tienen que pagar un precio, recibir un castigo o de ser perdonados.

El niño pequeño que muere “no perecerá”

“Pero, he aquí, os digo que los niños pequeños quedan redimidos desde la fundación del mundo, mediante mi Unigénito. “Por lo tanto, no pueden pecar, porque no le es dado el poder a Satanás de tentar a los niños pequeños sino hasta cuando empiezan a ser responsables ante mí.” (DyC 29:46-47)

“Todos los espíritus de los hombres fueron inocentes en el principio; y habiendo Dios redimido al hombre de la caída, el hombre vino a quedar de nuevo en su estado de infancia, inocente delante de Dios.” (DyC 93:38)

Benjamín, un profeta y rey nefita, dijo a su pueblo:

“Pues he aquí que El (Cristo) juzga, y su juicio es recto; y el niño que muere en su infancia no perece; mas los hombres beben condenación para sus propias almas, sino se humillan y se vuelven como niños pequeños, y creen que la salvación fue, y es, y ha de venir en y por la sangre expiatoria de Cristo, el Señor Omnipotente.” (Mos. 3:18)

Esta doctrina es misericordiosa y justa, y es verdadera, porque es la doctrina de Jesucristo. Los infantes no fueron bautizados en la primitiva iglesia cristiana. El historiador Giesler, en su “Church History” (Vol, 2), dice:
“El bautismo de los infantes no era universal hasta el tiempo de Agustín.”

El historiador Beinvald, en “Colman’s Christian Antiquities”, dice:
“Aunque la necesidad del bautismo de infantes se defendió África y Egipto a principios del tercer siglo, no fue observado universalmente sino hasta el fin del cuarto siglo ante todo en la Iglesia Oriental; y finalmente vino a ser una institución eclesiástica general en la época de Agustín”

Martín Lutero declaró;
“No se puede probar por las Escrituras que el bautismo de infantes fue instituido por Cristo, o introducido por los primeros cristianos después de los apóstoles.”

El motivo del rociamiento de infantes

El motivo de la aspersión a los niños como bautizo, se presenta en los credos de algunas de las iglesias como cosa esencial porque los infantes “nacen en pecado” y son manchados por el “pecado original”, lo cual, como he indicado, es una terrible perversión y mala comprensión de la eficacia de la expiación de Jesucristo.

Lo siguiente se ha tomado de la constitución presbiteriana (edición de 1897):

“Los infantes elegidos, que mueren en su infancia son regenerados y obtienen la salvación por Cristo mediante el Espíritu, el cual obra cuando, dónde y cómo le complace. Así mismo son los otros elegidos, quienes no están capacitados para ser llamados por el ministerio de Señor. . .

Pregunta 26: ¿Cómo se transmite el pecado original de nuestros primeros padres a su posteridad?

Respuesta: El pecado original se transmite de nuestros primeros padres a su posteridad por la generación natural, así como todo lo que procede de ellos en esta manera, se conciben y nacen en el pecado.

Sobre “la administración del bautismo público a los niños”, el libro de oración episcopal (edición de 1893), dice:

Muy amados, por tanto que todos los hombres se conciben y nacen en el pecado; y nuestro Salvador Cristo dice; “Nadie puede entrar en el reino de Dios, excepto que sea regenerado y nacido de nuevo, del Agua y del Espíritu Santo”; os ruego que claméis a Dios el Padre por medio de Jesucristo, que de su abundante misericordia otorgue a este niño lo que por naturaleza no puede tener; que sea bautizado con agua y el Espíritu Santo; para que se haga miembro viviente del mismo.

La doctrina católica

De la doctrina católica lo que sigue: “La absoluta necesidad de este sacramento se insiste a menudo por los Padres de la iglesia, especialmente cuando hablan del bautismo de los niños. Según S. Ireneo (II, XXII): “Cristo vino para salvar a todos los que son renacidos por el a Dios, infantes, niños, jóvenes y adultos.

“San Agustín (III De Anima), dijo: “Si quieres ser buen católico, no creas, no digas, ni enseñes que los infantes que mueren antes del bautismo pueden obtener la remisión del pecado original.” Un pasaje aún más fuerte del mismo autor (Ep, XXVII Ad. Hieron), se lee:

“Quien quiera que diga que los infantes son vivificados en Cristo, cuando salen de esta vida sin la participación de su sacramento (bautismo), se oponen a la predicación apostólica y condena a la iglesia entera la cual se apresura a bautizar a los infantes, porque sin vacilar cree que de otra manera no pueden ser vivificados en Cristo.” (Enciclopedia Católica, Art, Bautismo, pág, 265)

Una doctrina abominable

¿Puede alguna doctrina ser más cruel y falta de justicia y sentido común, que enseñar que los niños son eternamente condenados a causa de que los padres o tutores faltan a la obligación de bautizarlos por rociarles unas cuantas gotas de agua en la cabeza? ¿Qué misericordia hay en la tentativa de mitigar esta pena por decir que los tales infantes no tendrán el suficiente sentido para saber lo que han perdido, cuando se les niega la presencia de su Redentor y un lugar en su reino?

Hace muchos años cuando estuve en la misión, un hombre y su esposa, los cuales pertenecían a una iglesia que enseña esta abominable doctrina, perdieron un niño pequeño. Cuando los padres suplicaron al ministro de dicha iglesia, que diera al niño una “sepultura cristiana”, éste rehusó bruscamente, diciendo que el niño había muerto “sin el bautismo”, y, que por tanto, no merecía la sepultura cristiana.

Por tanto, el niño fue sepultado sin el tal entierro. Un día cuando estaba en la casa de esta pareja, la madre me preguntó: “¿Son los niños eternamente condenados si mueren sin el bautismo?” Entonces me contó lo que había sucedido. El tormento que esta pobre madre había sufrido y que la había molestado por muchos meses, pensando que su niño estaba perdido para siempre, había sido terrible.

Estaba deshecha por el dolor y había llevado luto sin cesar por su niño perdido. Yo le dije que tal doctrina era una abominación a la vista del Señor y entonces le leí del Libro de Mormón, las palabras de Mormón a su hijo, Moroni, que son las siguientes:
¡Ay de aquellos que perviertan de esta manera las vías del Señor!, porque perecerán, salvo que se arrepientan. He aquí, hablo con valentía, porque tengo autoridad de Dios; y no temo lo que el hombre haga, porque el amor perfecto desecha todo temor.
Y me siento lleno de caridad, que es amor eterno; por tanto, todos los niños son iguales ante mí; por tanto, amo a los niños pequeñitos con un amor perfecto; y son todos iguales y participan de la salvación.
Porque yo sé que Dios no es un Dios parcial, ni un ser variable; sino que es inmutable de eternidad en eternidad.
Los a niños pequeños no pueden arrepentirse; por consiguiente, es una terrible iniquidad negarles las misericordias puras de Dios, porque todos viven en él por motivo de su misericordia.
Y el que diga que los niños pequeños necesitan el bautismo niega las misericordias de Cristo y desprecia su expiación y el poder de su redención.
¡Ay de estos, porque están en peligro de muerte, a infierno y un tormento sin fin! Lo digo osadamente; Dios me lo ha mandado. Escuchad estas palabras y obedecedlas, o testificarán contra vosotros ante el tribunal de Cristo.
Porque he aquí, todos los niños pequeñitos viven en Cristo, y también todos aquellos que están sin ley. Porque el poder de la redención surte efecto en todos aquellos que no tienen ley; por tanto, el que no ha sido condenado, o sea, el que no está bajo condenación alguna, no puede arrepentirse; y para tal el bautismo de nada sirve; antes bien, es una burla ante Dios, el negar las misericordias de Cristo y el poder de su Santo Espíritu, y el poner la confianza en obras muertas. (Moro. 8:16-23)

Los niños pequeñitos que mueren son salvos

Tengo placer en decir que pude consolar a esta pobre madre y restaurarle su fe en Jesucristo, por presentarle la verdadera doctrina. En una revelación a José Smith en el año de 1836, el Señor dijo: “Todos los niños que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad se salvan en el reino de los cielos.” (Enseñanzas de José Smith, pág, 125)

¿Y por qué no? Una injusticia más grande nunca se concibió en la mente del hombre que la enseñanza de que los niños pequeñitos al llegar a este mundo son manchados por “el pecado original” y que deben ser purificados por los buenos servicios de otro, para librarlos de esta imaginaria mancha, como si fuesen concebidos en el pecado.

Declaro que los niños no se conciben en el pecado cuando son nacidos de un legítimo matrimonio y aunque no lo fuese, ninguna mancha se les imputa de la cual deben ser purificados, o que se les niegue la vida eterna.

¿Quién puede mirar a la cara de un pequeño inocente y creer que ha de ser condenado eternamente, si muere, sin recibir el rociamiento de agua de manos de un sacerdote, y sobre todo negarles por ellos la presencia de Cristo? A la verdad, estoy agradecido por la restauración del evangelio.

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