La Restauración de Todas las Cosas


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Salvacion para los Muertos


Las tinieblas espirituales del mundo

Es sumamente extraño, en vista de todo lo que se ha revelado en las Escrituras, que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días sea la única, entre todas las que profesan seguir al Redentor, que enseñe que hay salvación para los muertos. Aun cuando esta doctrina no se hallara en ninguna parte de las Escrituras, debería llamar la atención de toda persona inteligente, por ser tan razonable.

Afortunadamente, se enseña esta doctrina en la Biblia, notan claramente como quisiéramos y estopor causa de traducciones imperfectas; sin embargo, la tenemos cual la enseñaron nuestro Señor y sus profetas. El hecho de que la multitud de iglesias no tenga esta doctrina es prueba suficiente de que hay necesidad de mayor luz por medio de un contacto directo con los cielos.

Es de lamentarse que el mundo entero ande palpando en la obscuridad, en lo que concierne al plan de salvación, y sin embargo, innecesariamente, porque el Señor ha hablado y nuevamente reveló la plenitud del evangelio para la salvación de los vivos así como de los muertos.

La misión de nuestro Señor

Hablando proféticamente de la misión de nuestro Señor, Isaías dijo:

“Para que abras ojos de ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que están de asiento en tinieblas.” (Is.42:7)

También:

“El espíritu del Señor Jehová es sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos de cárcel.” (Is. 61:1)

dijo:

Cuando Jesús empezó su ministerio y habló a la gente de su propio pueblo, les dijo:

“Hoy se ha cumplido esta escritura en vuestros oídos.” (Lc.4:21)

Sus palabras sobre los presos y la abertura de las puertas de la prisión y la liberación de los cautivos, se refieren a la salvación de los muertos que vendría por medio de Él. Las palabras que habló a los judíos, según se encuentran en el evangelio de Juan, son terminantes y directas:

“De cierto, de cierto os digo: Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que oyeren vivirán” (Jn. 5:25)
Algunos que no comprenden el significado de estas palabras enseñan que Jesús se refería a los que estaban “muertos en sus culpas y pecados”, pero esta es una perversión injustificada del claro significado de este pasaje. Aquellos a quienes el Salvador hablaba no entendieron sus palabras, de modo que quitó toda duda cuando dijo:
“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;
“Y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; más los que hicieron mal, a resurrección de condenación.” (Jn.5:28-29)

El testimonio de Pedro

Cualquier interpretación errónea de estas palabras tan claras ha de ser intencional, porque no pueden significar otra cosa sino que los muertos que se hallan en el mundo de los espíritus oirán su voz y saldrán en la resurrección. El apóstol Pedro relata el cumplimiento de esta promesa:

“Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
“En el cual fue y predicó a los espíritus encarcelados; “Los cuales en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los
días de Noé, cuando se aparejaba el arca; en la cual pocas, es a saber, ocho personas fueron salvas por agua,
“A la figura de la cual el bautismo que ahora corresponde nos salva no quitando las inmundicias de la carne, sino como demanda de una buena conciencia delante de Dios, por la resurrección de Jesucristo.” (1 P. 3:18-21)

Aclarando un poco más el significado de la visita del Salvador al mundo de los espíritus, el mismo escritor agrega esto:

“Porque por esto ha sido predicado el evangelio a los muertos; para que sean juzgados en carne según los hombres, y vivan en espíritu según Dios.” (1P.4:6)

El objeto de la visita de Jesús entre los muertos

¿Qué objeto podría tener el Salvador en ir al mundo de los espíritus a predicar el evangelio, si en este no hubiera alguna provisión para la redención de los muertos?
¿Podrá persona alguna imaginar que Él fue allí solamente para atormentar a estas almas, a aumentar su miseria proclamándoles el evangelio y luego informar les que por haber muerto sin el conocimiento de sus leyes y sin haberse arrepentido de sus pecados, tendrían que sufrir el tormento de los condenados para siempre?
¡En ningún sentido! No podría tener más que un objeto la predicación del evangelio a los muertos, y este fue: “Publicar libertad a los cautivos, y a los presos abertura de la cárcel.” (Is.61:1)

Las Escrituras declaran que Dios no hace acepción de personas. Si esta doctrina es verdadera, entonces no pueden ser condenados los muertos simplemente porque murieron sin la oportunidad de escuchar y confesar a Jesucristo. La justicia requiere que también estos tengan igual oportunidad de oír, de arrepentirse y aceptar el evangelio, como se hace entre los que viven en la carne.

Se ha dispuesto la manera de proclamar el mensaje del evangelio entre estos espíritus vivos; y en el plan del evangelio, preparado desde antes de la fundación de la tierra, se proveyó que se hiciera una obra vicaria a favor de ellos, si se arrepentían y recibían el evangelio en ese mundo de los espíritus. De no ser así, Dios haría acepción de personas, favoreciendo a los vivos y condenando a los muertos, los cuales sufrirían este castigo al morir sin la oportunidad de recibir el evangelio.

El testimonio de San Pablo

En el argumento del apóstol Pablo sobre la resurrección hallamos que el nacer del agua y del espíritu era necesario para los muertos así como los vivos. Escribió lo siguiente a los santos de Corinto:

“De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué pues se bautizan por los muertos? (1 Co. 15:29)

Existe evidencia histórica de que la ordenanza del bautismo se administraba a favor de los muertos. San Pablo confirma la doctrina de la salvación para los muertos en esta misma epístola a los Corintios, diciendo:
Si solamente en esta vida tenemos esperanza en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres. (1Cor.15:19) Además, el Salvador declaró que algunos pecados les serán perdonados, después de la muerte, a los que no blasfemaron contra el Espíritu Santo.

Vuelvo a repetir, que si no hubiera en la Biblia ninguna evidencia de esta doctrina, la prudencia nos dictaría que según la misericordia y justicia del Señor, se tendría que proveer algo para salvar a los que mueren sin el conocimiento del evangelio, pero que en el mundo de los espíritus están dispuestos a arrepentirse. Siempre me ha causado asombro encontrar a hombres que se burlan de esta doctrina y se oponen a ella enconadamente y sostienen que no hay esperanza para los que han muerto sin confesar a Jesucristo o no los ha rociado con un poco de agua algún sacerdote.

Una revelación dada a José Smith

Al revelar esta doctrina de la salvación para los muertos, tan llena de misericordia y justicia hacia todos los hombres, el Señor le dijo a José Smith:

“Todos los que han muerto sin el conocimiento de este evangelio, que lo habrían recibido si se les hubiese permitido quedar, serán herederos del reino celestial de Dios;

también todos aquellos que de aquí y en adelante murieren sin saber de él, que lo habrían recibido de todo corazón, serán herederos de ese reino; pues yo, el Señor, juzgare a todos los hombres según sus obras, según los deseos de sus corazones.” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 125)

Por supuesto, estos muertos dignos tendrán que aceptar el evangelio con todas sus ordenanzas, tal como lo hacen los vivos; sin embargo, estas ordenanzas se han de administrar a un agente, a favor de los muertos.

También le fue revelada a José Smith esta obra vicaria en bien de los muertos, y el Señor declaró que la otorgación de estas bendiciones por conducto de un agente se “ordenó y preparó antes de la fundación del mundo para la salvación de los muertos que muriesen sin el conocimiento del evangelio.” (DyC 128:5)

Un plan misericordioso

Tal es el misericordioso plan de nuestro Padre Celestial, en el que, mediante el sacrificio de nuestro Salvador, están comprendidos todos los que se arrepienten y reciben el evangelio, no solo aquí, sino en el mundo de los espíritus. Este plan concede a toda alma el privilegio de recibir o rechazar la plenitud del evangelio.

No piense ningún hombre, sin embargo, que puede oír la proclamación del mensaje de salvación en esta vida; que puede demorar el día de su arrepentimiento; que puede llevar una vida de desobediencia y pecado y luego arrepentirse y recibir otra oportunidad en el mundo de los espíritus.

El Señor enfáticamente declaró, cuando comisionó a sus discípulos para que fuesen a todo el mundo a proclamar el evangelio: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere”, y rechazare el bautismo, “será condenado,” (Mr. 16:16)

En esta vida es cuando debemos prepararnos para comparecer ante Dios, Amulek, un profeta de la antigüedad, dijo a los que oyen el evangelio en esta vida:

“Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra,
“Y como os dije antes, ya que habéis tenido tantos testimonios, os ruego, por tanto, que no demoréis el día de vuestro arrepentimiento hasta el fin; porque después de este día de vida, que se nos da para prepararnos para la eternidad, he aquí que si no mejoramos nuestro tiempo durante esta vida, entonces viene la noche de tinieblas en la cual no se puede hacer nada, “No podréis decir, cuando os halléis ante esta terrible crisis: Me arrepentiré; me volveré a mi Dios. No, no podréis decir esto; porque el mismo espíritu que posee vuestros cuerpos al salir de esta vida, ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquel mundo eterno.”(Al.34:32-34)

A fin de que estas bendiciones lleguen a los que mueren sin las oportunidades de fe, arrepentimiento y obediencia al plan de salvación, el Señor ha instituido la obra vicaria en esta época, la cual los Santos de los Últimos Días están efectuando en sus templos.
Por hacer esta obra en bien de sus muertos, la cual ellos no pueden hacer para sí mismos, llegan a ser “salvadores sobre el monte de Sión”. Indudablemente este principio, como lo proclamó José Smith, es uno de los mas gloriosos que pertenecen al evangelio sempiterno.

Las palabras de Jesús a Nicodemo

El Salvador le declaró a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Jn. 3:5) Le acababa de decir: “El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios” (Jn.3:3); y añadió la referencia al nacimiento de agua y de espíritu para que Nicodemo entendiera claramente.

Ciertamente estas palabras son suficiente comprensibles. Es una declaración general que debe aplicarse a todo hombre. El Señor no hizo excepciones. El mismo aprobó esta doctrina al bautizarse.

No había pecado en El, pero a fin de “cumplir toda justicia”, nos puso el ejemplo. Nació del agua por inmersión y nació del Espíritu; y esto es lo que Él requiere de todos, los que son capaces de pecar y arrepentirse.

Una pregunta de importancia

Cuando reflexionamos que ha habido millones de personas en la tierra que nunca oyeron de Jesucristo, y pensamos en el mandamiento terminante del Señor, naturalmente surge la pregunta:

¿Qué será de estos muertos innumerables? Privarlos de las mis más bendiciones que se ofrecen a los que viven causa pena a todos los de mente sensible.
¿Qué raro que esta sea la doctrina considerada ortodoxa en todo el mundo cristiano? San Pablo dijo: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?
¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Y no debemos olvidar que entonces añadió: “¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?” (Rom. 10:14-15)

Las Escrituras también nos informan que este evangelio debe ser predicado a toda criatura” Si esto es verdad, entonces tiene que ser proclamado a los muertos.

¿No es una vergüenza que la doctrina que hoy prevalece es que “no hay arrepentimiento en el sepulcro”, y que los millones de muertos quedan privados de la salvación para siempre, y que no hay perdón en la tumba? ¿Por qué han de limitar la misericordia de Dios a esta probación terrenal los predicadores del mundo? No hay misericordia, ni justicia, ni razón en la enseñanza de semejante doctrina.

Radbod, el jefe frisón

Tal vez hemos oído el relato del historiador Juan L. Motleyen The Bise of the Dutch Republic (El Nacimiento de la República Holandesa), cuando se intentó convertir al jefe frisón, Radbod, al cristianismo. El relato es el siguiente:

Fue Pipino de Héristal, nieto del holandés Pipino de Landen, quien conquistó a Radbod, jefe de la provincia de Frisia en el año 692, y lo obligó a cambiar su título real por el ducal. Fue, Carlos Martel el que por medio de fuertes golpes consumó la obra de su padre.

El mayordomo de palacio pronto logró dominar al jefe frisón y aun convertirlo al cristianismo. Sin embargo, la indiscreción de un obispo contrarrestó las labores apostólicas del mayordomo. El pagano Radbod ya había metido una de las piernas en la pila bautismal, cuando le vino un pensamiento: “¿Dónde se encuentran mis antepasados muertos en la actualidad?”

El obispo Wolfran imprudentemente contestó: “En el infierno con los demás infieles.” Sacando la pierna, Radbod contestó: “Muy bien, entonces prefiero festejar con mis antepasados en las salas de Odín, que morar con vuestra pequeña banda de cristianos hambrientos en los cielos.”

De nada sirvieron los ruegos y amenazas. El frisón categóricamente se negó a aceptar un rito que lo separaría eternamente de sus parientes muertos, de modo que vivió y murió pagano.

¿Fue en realidad pagano? ¿Cuál de los dos manifestó el mejor espíritu cristiano? Sin embargo, no debemos juzgar muy severamente al obispo Wolfran, por dar esta respuesta tan inoportuna a aquella importante pregunta.

No hizo más que repetir la doctrina que erróneamente se promulgaba en sus días y que desgraciadamente ha continuado hasta el tiempo actual, inquietando a muchas almas sin ceras y causando que muchas otras, así como el jefe frisón Radbod, rechacen a Jesucristo como su Redentor.

¿Van a ser condenados todos aquellos que por ninguna culpa suya vivieron en una época y en un lugar donde el evangelio no les llegó? la justicia severamente responde, “No”, la misericordia se opone y extiende suplicante sus manos a todos los muertos dignos mediante las palabras de nuestro Salvador: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.” (Mt. 11:28)

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