La Restauración de Todas las Cosas


26
El Convenio
de Matrimonio Eterno


“Mi casa es una casa de orden”

Uno de los convenios más sagrados que el Señor ha dado al hombre es el del matrimonio, e igual que los otros convenios, se ha abusado de él desde que se dio. Se instituyó el matrimonio desde el principio de la historia del mundo y es un convenio del evangelio, tanto como lo es el bautismo para la remisión de pecados.

Se reveló definitivamente como un rito religioso, y según el plan y la voluntad del Señor, debe solemnizarlo solamente aquel que tiene autoridad divina y ha sido comisionado por el Señor para administrar la ordenanza mediante la cual un hombre y una mujer son unidos en ese santo vinculo.

Pero asi como el hombre ha usurpado la autoridad para gobernarse independientemente de la voluntad de Dios, en igual manera ha tomado para si mismo la autoridad para oficiar en el convenio del matrimonio; y al hacerlo, ha perdido el profundo significado que al principio tenía ese convenio, el cual es que ha de durar para siempre.

Por supuesto, el hombre con su autoridad usurpada no tiene el poder para ligar o sellar por esta vida y por la eternidad, y por consiguiente, el Señor ha declarado que todo convenio, contrato, obligación, juramento, voto, ejecución, asociación, o expectación llegara a su fin, si lo ha efectuado el hombre, porque solamente aquello que el Señor ha aprobado permanecerá para siempre. Concerniente a ello, esto es lo que el Señor ha dicho:

“He aquí, mi casa es una casa de orden, dice Dios el Señor, y no de confusión, “Aceptaré una ofrenda que no se hace en mi nombre? dice el Señor.
“¿O recibiré de tus manos lo que yo no he señalado?
“¿Y te he de designar algo, dice el Señor, salvo que sea por ley, aun como yo y mi Padre decretamos para vosotros antes que el mundo fuese?
“Yo soy el Señor tu Dios; y te doy este mandamiento: Que ningún hombre ha de venir al Padre sino por mí, o por mi palabra, la cual es mi ley, dice el Señor.
“Y todas las cosas que están en el mundo, si fueron ordenadas de los hombres en virtud de tronos, principados, potestades o cosas de renombre, cualesquiera que fueren, y no son de mí, o por mi voz, serán derribadas, dice el Señor, y no permanecerán después que los hombres mueran, ni tampoco en la resurrección, ni después de ella, dice el Señor tu Dios.
“Porque cuantas cosas permanecieren, son por mí; y lo que no sea por mí, será sacudido y destruido.”Por consiguiente, si un hombre se casa con una mujer en el mundo, y no se casa con ella ni por mí ni por mi palabra, pactando con ella mientras estuviere él en el mundo, y ella con él, ninguna validez tendrán su convenio y matrimonio cuando mueran y estén fuera del mundo; por tanto, no quedan ligados por ninguna ley cuando ya no están en el mundo.
“Por tano, ya fuera del mundo, ni se casan ni se dan en matrimonio, sino que
son nombrados ángeles del cielo, siervos ministrantes que sirven a aquellos que son dignos de un peso de gloria mucho mayor, extraordinario y eterno,” (DyC 132:8-16)

“Todo lo que Dios hace, eso será perpetuo”

Leemos en la Biblia;

“He entendido que todo lo que Dios hace, eso será perpetuo: sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá, y hácelo Dios para que delante de él teman los hombres.” (Eclesiastés 3:14)
Indudablemente, ya que nuestro Padre Celestial es eterno, todo lo que hace es eterno, pues de otra manera dejaría de ser Dios. Aquello que el hombre hace en su estado finito es lo que no dura; pero todas las cosas que el Señor ha decretado son eternas y permanecerán para siempre.

Esto se aplica al matrimonio así como la existencia, pues el hombre está destinado a vivir para siempre. Las Escritu ras dicen sobre esto:
“He aquí ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.” (Moisés 1:39)

No es bueno que el hombre esté solo

Después que Adán fué puesto en la tierra leemos que “. . .dijo Jehová Dios. No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” (Gn.2:18)
También dijo nuestro Padre Celestial a su hijo Jesucristo, por quien fué creada la tierra:

“Y dijo Dios; Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en las bestias, y en toda la tierra, y en todo animal que anda arrastrando sobre la tierra. “Y creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Gen. 1:26-27)

Cuando Eva fué traída a Adán, el Señor dijo: “Por tanto, dejará el hombre, a su padre y su madre, y se allegara a su mujer y serán una sola carne.” (Gen.2:24)

El concepto del mundo concerniente al matrimonio

El mundo en forma general considera al matrimonio como un simple contrato civil o acuerdo entre un hombre y una mujer, el cual los autoriza para vivir juntos en la relación conyugar. En varios países, cuando el hombre o la mujer desean anular dicho contrato, se les concede este privilegio, bien sean las razones para ello serias o insignificantes, después de lo cual pueden concertar otro contrato semejante que dura el tiempo que deseen.

Frecuentemente leemos en los periódicos de alguna persona célebre o prominente que se casa, se separa de su compañero o compañera para volverse a casar inmediatamente, después de lo cual otra vez separa, y se repite este procedimiento una vez tras otra.

El hombre y su esposa son una carne

La palabra del Señor dice terminantemente que cuando un hombre y una mujer se casan se vuelven “una carne”; por tanto, jamás deben separarse, sino por motivo de alguna ofensa grave contra ese convenio conyugal que justifique su disolución. El divorcio no es parte del plan del evangelio, y jamás habría razón para él, si el hombre y su mujer estuviesen viviendo sincera y humildemente de acuerdo con el evangelio de Jesucristo.

Jamás los habría, si existiera en el corazón de los cónyugues el amor puro de Cristo, porque este amor se basa en la justicia, y la justicia es enemiga del pecado.
Nuestro Señor condenó el divorcio cuando los Fariseos vinieron a El, tentándolo y diciendo:

“¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquiera causa?
“Y él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, hombre y mujer los hizo, “y dijo: Por tanto, el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos seran una sola carne?
“Asi que, no son ya mas dos, si no una carne: por tanto, lo que Dios juntó, no lo aparte el hombre.” (Mt. 19:3-6)

El matrimonio es un mandato divino

Cuando le preguntaron por que había permitido Moisés el divorcio, les contestó de esta manera:

“Les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fué así.” (Mt. 19:8)

Tenemos aquí la reafirmasion de que en el principio el matrimonio se instituyó por mandato divino, y cuando un hombre y su mujer son unidos por la autoridad del Señor, no deben ser separados. Desgraciadamente en la actualidad, y esto ha sido general entre todas las naciones desde los tiempos antiguos, los esposos y esposas no han sido unidos por nuestro Padre Celestial.

Hoy, en las iglesias, así como en las ceremonias efectuadas por la autoridad civil, el matrimonio se limita solamente a esta existencia terrenal. Es expresión común de los ministros y los jueces de paz concluir la ceremonia con estas palabras; “Hasta que la muerte os separe”.

Fuera de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días no conozco ninguna otra gente que crea que el matrimonio tiene por objeto continuar después de este estado mortal. He hablado con muchos ministros que declaran que no habrá género masculino ni femenino en los cielos.

Esta parece ser la opinión generalmente aceptada. Se basa en la interpretación equívoca que se hace de las palabras del Señor a los Saduceos, cuando intentaron enredarlo con su pregunta sobre la mujer que había tenido siete maridos.

“Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este siglo se casan, y son dados en casamiento: “Mas los que fueren tenidos por dignos de aquel siglo y de la resurrección de los muertos, ni se casan, ni son dados en casamiento:

“Porque no pueden ya más morir: porque son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, cuando son hijos de la resurrección,” (Lc.20:34-36)

“Los hijos de este siglo”

Esta respuesta es correcta. Los Saduceos no creían en la resurrección, de modo que en sus matrimonios la ceremonia se efectuaba solamente por la duración de esta vida y no la venidera. Por tanto, saldrían en la resurrección para habitar solos, y los que de entre ellos fuesen dignos de entrar en el cielo, permanecerían solteros, porque en el cielo no se casan.
El Señor se refería al “mundo de ellos”, no al mundo al que pertenecían El y sus discípulos. Deseo llamar la atención a las palabras de su oración, en la que al referirse
a sus discípulos, dijo: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo,” (Jn.
17:16) En una revelación dada a José Smith, el Señor habló en estos términos de aquellos que pertenecían a la misma clase que los Saduceos:

“Porque estos angeles no obedecieron mi ley; por tanto, no pueden tener aumento, sino que permanecen separados y solteros, sin exaltación, es su estado de salvación, por toda la eternidad; y en adelante no son dioses, sino ángeles de Dios para siempre jamás.” (DyC 132: 17)

La Biblia nos enseña que los que aceptan a Jesucristo y son fieles a los convenios del evangelio no llegan a ser angeles del cielo, sino son hijos de Dios. El Salvador respondió de este modo a los judíos que lo acusaban de blasfemar porque decía que era el Hijo de Dios:
“Respondióles Jesús: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, sois Dioses? Si llamo, dioses, a aquellos a los cuales vino la palabra de Dios (y la Escritura no
puede ser quebrantada), ¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tu blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?” (Jn. 10:34-36)

San Pablo escribió a los santos en Roma: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios,” (Rom. 8:14)

Ya San Juan, en la isla de Patmos, el ángel le declaro: “El que venciere, poseerá todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo.” (Ap.21:7)

Efectuóse el primer matrimonio antes que hubiera muerte

Parece que se olvida o no se conoce el hecho de que el primer matrimonio se efectuó antes que entrase la muerte en el mundo. Cuando Adán recibió a Eva, no fue “hasta que la muerte os separe”, sino en unión perpetua. Sobre este punto deseo citar las palabras del presidente José F. Smith:

“Muchos se imaginan que hay algo pecaminoso en el matrimonio; existe una tradición apóstata que afirma eso. Es una idea falsa y sumamente perjudicial. Al contrario, Dios no sólo manda sino encomia el matrimonio.

Mientras el hombre era aun inmortal, antes que el pecado entrase en el mundo, nuestro Padre Celestial mismo efectuó el primer matrimonio. Unió a nuestros primeros padres en los vínculos del matrimonio y les mando fructificar y henchir la tierra. Jamas ha cambiado, abrogado o anulado este mandamiento, sino ha continuado en vigor por todas las generaciones.

“Sin el matrimonio se frustrarían los propósitos de Dios en lo que a este mundo concierne, porque no habría quien cumpliese sus otros mandamientos. “Parece haber algo que sobrepuja lo que la mente humana puede percibir sobre el porqué la castidad trae fuerza y poder a los pueblos de la tierra, pero es verdad.

“En la actualidad un diluvio de iniquidad ha anegado al mundo civilizado. Una de las razones principales de ellos es el menosprecio del matrimonio; ha perdido su santidad, a los ojos de la gran mayoría no pasa de ser un contrato civil, pero con mas frecuencia sólo es un accidente o capricho, un medio de satisfacer las pasiones. Y cuando se pierde de vista o se desprecia el carácter sagrado del convenio, la violación de los votos conyugales, según la presente instrucción moral de las masas, no es sino una mera trivialidad, una indiscreción insignificante.”

El matrimonio es una institución celestial

El profeta José Smith enseñó que “el matrimonio es una institución celestial”, establecida en el jardín de Edén, y que debe efectuarse mediante la autoridad del sacerdocio eterno. A menos que un hombre y su mujer hagan un convenio eterno y se casen por las eternidades, mediante el poder y la autoridad del Santo Sacerdocio mientras se hallen en este estado probatorio, “cesarán de aumentar cuando mueran, es decir, no tendrán hijos después de la resurrección.

Pero aquellos que se casan por el poder y la autoridad del sacerdocio en esta vida, y siguen adelante sin cometer el pecado contra el Espíritu Santo, continuarán aumentando y teniendo hijos en la gloria celestial”. (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 366)

En las condiciones en que nos hallamos, bajo diversos gobiernos dirigidos por hombres sin autoridad divina, se precisa que el matrimonio sea regualado por la ley civil. El estado debe tener la facultad para formar las leyes sobre el matrimonio por relacionarse éstas tan estrechamente con la estructura social del estado.

Cuando quede establecido el reino de Dios sobre la tierra en su plenitud, y Cristo venga a reinar, entonces el matrimonio y las demás ordenanzas serán regidas por las leyes de Dios. Cuando llegue ese día, se efectuará el matrimonio no solo “hasta que la muerte os separe”, sino por la eternidad.

En las condiciones actuales “los poderes existentes” tienen jurisdicción sobre la tierra; y todos los hombres, no Importa cuáles sea o dejen de ser sus creencias religiosas, deben estar sujetos a estos gobiernos existentes. Cuando venga Cristo traerá la ley perfecta de la libertad, y bajo de ella todos que son fieles gozarán de la libertad y la felicidad en el ejercicio de principios correctos,

El hombre no es sin la mujer ante el Señor

La idea casi universal de que el matrimonio es un contrato que fenece con la muerte no se originó en el evangelio. La introdujo el enemigo de toda verdad, que ha jurado derribar el reino de Dios si puede, San Pablo declaró; “Mas ni el varón sin la mujer ni la mujer sin el varón, en el Señor” (1Cor. 11:8); y el Señor mismo dijo que le haría “ayuda idónea” al varón.
Es decir, una ayuda que satisfaría todos los requerimieitos necesarios, no sólo de compañerismo, sino también ayudarlo a cumplir la medida de la creación, cosa que ni el hombre ni la mujer solos podrían llevar a cabo. Comentando esta necesidad, Orson Pratt ha dicho:

“El Señor dispuso que el matrimonio entre el hombre y la mujer fuese la ley mediante la cual habrían de venir aquí los espíritus para tomar cuerpos y entrar en el segundo estado de la existencia.

El Señor mismo solemnizó el primer matrimonio relacionado con esta esfera relacionada con carne y huesos aquí sobre la tierra. No digo relacionado, con el estado mortal, porque cuando se efectuó el primer matrimonio, no había muerte aquí.

El primer matrimonio, del cual tenemos conocimiento, se llevó a cabo entre dos seres inmortales. . . eran inmortales por que la muerte no tenía poder sobre ellos.”

No obstante la doctrina universal de que la muerte automáticamente causa la separación entre el marido y su esposa y deja a los niños sin padres, ¿cuándo y dónde ha habido un esposo que, al depositar el cuerpo de su mujer en la tumba, o una esposa el cuerpo de su marido; suponiendo que el amor había dominado su unión o haya sentido la anhelosa esperanza de que ojalá no fuese cierta la miserable doctrina de la separación?

¿Qué madre o padre, que verdaderamente se han amado el uno al otro, así como a sus hijos, al entregar el cuerpo de uno de sus niños amados al sepulcro no ha esperado con la angustia del alma que no fuese cierta esta terrible doctrina de la separación?

Vosotros, que os amáis los unos a los otros y a los niños que os han venido, ¿queréis que llegue el momento, en la resurrección de los muertos, en que cesarán todas las asociaciones y unidad de la familia? ¿Queréis que aquellos que amáis y tenéis aquí lleguen a ser completamente extraños?

Pues no hay sino una manera de escapar de esta terrible condición, que es por medio de la aceptación del evangelio de Jesucristo que se ha restablecido. Además, hay que participar de las bendiciones de ligar que se administran en el templo del Señor por aquellos que están debidamente facultados por autoridad divina, y mediante las cuales son ligados para siempre los maridos a sus mujeres y los hijos a los padres.

Esta fué la importante obra que reveló Elias el Profeta, a fin de que no fuesen destruidas las familias, y para que la tierra no fuese herida con una maldición cuando llegara el grande y terrible día del Señor.

Deja un comentario