La Restauración de Todas las Cosas


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La Ley de la Castidad


“Bienaventurados los de limpio corazón”

“Bienaventurados los de limpio corazón: porque ellos verán a Dios.” (Mt.5:8) Así habló el Salvador en el Sermón del Monte. Se deduce de la anterior expresión que aquellos que no son de corazón limpio no verán a Dios, y ciertamente es verdad. S. Pablo añade este pensamiento:

“Y haced sendas derechas para vuestros pies, para que el que es cojo no se salga fuera del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor, (Heb.12:13-14)

Y el Salmista cantó: “Quién subirá al monte de Jehová? ¿y quien estará en el lugar de su santidad? “El limpio de manos, y puro de corazón: el que no ha elevado su alma a la vanidad, ni jurado con engaño.” (Sal. 24:3-4)

No hay pecado más degradante para el alma que la mente y lengua impuras. No hay pecado más abominable a los ojos de Dios que un cuerpo mancillado. La persona inmoral, cuyos pensamientos y hechos están siempre en el vicio, es la más repugnante y despreciable a los ojos de todos aquellos cuyos pensamientos y hechos son puro. El ángel que habló con S. Juan, refiriéndose a la Nueva Jerusalén, dijo:

“No entrará en ella ninguna cosa sucia, o que hace abominación o mentira; sino solamente los que están escritos en el libro de la vida del Cordero.” (Ap. 21:27)

Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que tengan derecho al árbol de la vida y para que entren en la ciudad por las puertas.
Pero los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira. (Ap. 22:l4-15)

Nada impuro puede entrar en el reino

Jesús dijo a sus discípulos en días pasados: “Y nada impuro puede entrar en su reino; por tanto, nadie entra en su reposo sino aquel que ha lavado sus vestidos en mi sangre, mediante su fe, el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin.” (3N. 27:19)

Frecuentemente oímos decir que vivimos en un país cristiano, donde las enseñanzas fundamentales de nuestro Señor son piedras básicas sobre las cuales está fundado, y el cual la gente aún tiene fe; pero no podemos escapar el hecho de que gran parte de los habitantes del país han abandonado estas enseñanzas fundamentales, se han desviado de las palabras de vida eterna y ahora se tratan los mandamientos del Señor con el mayor desprecio.

¿Quien puede afirmar, después de leer los diarios, que nos hallamos libres de pecados mortales? ¿Podemos negar el hecho de que la inmoralidad, la borrachera, la blasfemia, el tomar el nombre de Dios en vano y toda especie de pecados han invadido el país entero como una plaga asquerosa? ¿No se han escrito numerosos libros, aparte de haberse publicado numerosos artículos, advirtiéndonos de esta odiosa condición?

¿No es cierto que las enfermedades venéreas prevalecen en todas partes por motivo de las prácticas inmorales de gran parte del pueblo? Si estas cosas no son ciertas, las estadísticas mienten. ¿No está aumentando el número de divorcios? ¿No hay en la actualidad más hogares y familias divididos? ¿No se está viendo un aumento en el consumo del licor y del tabaco? ¿Y no es cierto que estos vicios tienden a conducir a otras prácticas inmorales?

¿No se ha vendido la gente como esclava de estos hábitos perniciosos? ¿No se está viendo que mientras las iglesias se hallan vacías, va en aumento la clientela de las cantinas y casas de citas? Ciertamente quisiéramos que estas cosas no fueran ciertas, pero todas las indicaciones señalan lo contrario.

El pecado de la incontinencia

No hay crimen más degradante, que mancille más el alma, que el pecado de la incontinencia. Es el enemigo de la sociedad, destruye el hogar y amenaza el bienestar de la nación. Fué por motivo de este aborrecible pecado, más que cualquiera otra causa, que las naciones degeneraron y cayeron en lo pasado.

La gente de estos días debía de sacar provecho y benficiarse de las experiencias de días pasados, a fin de que podamos escapar una destrucción igual. El Señor hizo llover fuego sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra para ocultar sus inmoralidades.

Los israelitas fueron el instrumento del que se valió el Señor para destruir a los pueblos de Palestina, cuando se cumplió, “la maldad del Amorrheo”; y por causa de una razón similar cayeron Ninive, Asiria, Babilonia, Egipto, Boma y otras naciones; y una destrucción semejante espera a las naciones de esta época si siguen las prácticas inmorales de los pueblos de la antigüedad.

El matrimonio es ordenado de Dios

Dios instituyó el matrimonio. Es un principio justo cuando se recibe y se cumple con santidad. Si los hombres y las mujeres de estos días entrasen en este convenio con el espíritu de humildad, amor y fe, como les es mandado, andando en rectitud por el camino déla vida eterna, no habría divorcios, no habría familias divididas, sino una felicidad y un gozo inexpresables. ¿Por qué no puede hacerse esto?

La respuesta es que los hombres se niegan a andar en santidad y con un corazón puro, mediante lo cual podrían ver a Dios.

El matrimonio es un convenio sagrado, y sin embargo, en demasiados casos es el blanco de burlas groseras por parte de la gente vulgar, y aun de aquellos que se consideran gente culta, pero no saben estimar el carácter sagrado de es teconvenio que tiene por objeto ayudar a los maridos y sus esposas a lograr la exaltación en el reino celestial.

Si se recibe dignamente, este convenio se convierte en el medio de otorgar al hombre y la mujer la felicidad mayor. El Señor jamás dispuso que el matrimonio terminara con la muerte del cuerpo, sino aumentar el honor, el dominio y el poder de las partes contratantes, así como la unidad continua y eterna de la familia en el reino de Dios.

Estas bendiciones están reservadas para aquellos que están dispuestos a obedecer este convenio como el Señor lo revelo. No es meramente una sociedad formada por el hombre y la mujer, pues como el Señor ha dicho, por medio del matrimonio son una carne y entran en sociedad con Dios.

Se ha perdido el carácter sagrado del matrimonio

Cuando se pierde el carácter sagrado del matrimonio y se burlan los convenios, es inevitable la destrucción. No se puede recibir este principio con el espíritu de desprecio o liviandad. Nada merece nuestro más sagrado honor que este convenio por medio del cual los espíritus de los hombres tienen el privilegio de venir al mundo para recibir cuerpos materiales, el destino de los cuales es llegar por ultimo a ser inmortales.

Cuando consideramos este principio a la luz de lo que acabamos de decir, viene a nuestros pensamientos la gravedad del crimen del pecado sexual. No es cosa pequeña inmiscuirse en el origen de la vida ilícitamente.

No sólo afecta a la pareja culpable, sino que las consecuencias también alcanzan a los espíritus que están esperando la oportunidad de venir a este mundo, y ellos tienen el derecho de nacer legalmente.

El traer hijos al mundo ilícitamente es un crimen de mucha gravedad. El Señor ha revelado a la Iglesia que solo el asesinato es mas serio que la falta de castidad. Es un pecado mortal, y los que lo cometen tendrán que permanecer afuera con los inicuos, sin poder entrar en el reino de Dios.

Siervos del pecado

Con mucha frecuencia he oído a personas decir que es difícil guardar los mandamientos de Dios. Esta expresión viene a ser una confesión, por parte de los que lo dicen, que sus pensamientos se inclinan a las cosas malas. Tan fácil es formar o adquirir hábitos buenos como malos; tan fáciles pensar cosas buenas como malas. Como lo dice S. Pablo:
“¿No sabéis que a quien os entregáis a vosotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis, o del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?” (Rom. 6:16)

Y Jesús dijo a los judíos: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, es siervo de pecado.” (Jn. 8:34)

No podemos justificarnos con la excusa de que cometemos pecados porque tenemos una debilidad inhe rente o corporal que es preciso satisfacer. Hay algunas personas que en su necedad culpan al Señor de sus debilidades e inhabilidades de guardar sus mandamientos. Santiago habló con verdad cuando dijo:

Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque una vez que haya sido aprobado, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.
Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie, sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Y la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. (Stg. 1:12-15)

El pecado sexual desfigura el cuerpo y el alma

Hablando de las prácticas inmorales, el Presidente José F. Smith ha dicho:

“Ningún cáncer más asqueroso desfigura el cuerpo y el alma de la sociedad en la actualidad como la espantosa aflicción del pecado sexual. Corrompe la fundación misma de la vida y transmite sus sucios efectos a la generación aun por nacer, como un legado de muerte.

Acecha la aldea y la ciudad, la mansión y la choza, como animal salvaje que espera la presa, y anda furtivamente por el país desafiando blasfemante las leyes de Dios y del hombre, “Dios ha decretado la asociación lícita de los sexos, no sólo como el único medio de perpetuar la raza humana, sino para desarrollar las facultades mas elevadas y rasgos mas nobles de la naturaleza “humana, que sólo puede asegurar la asociación del hombre y la mujer, inspiradaporel amor.

La palabra de las Escrituras explícitamente declara la intención y mandamiento divinos respecto de los sexos. “No es bueno que el hombre esté sólo”; y ademas: “Dejara el hombre á su padre y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y serán una sola carne”. De los primeros padres de la raza humana leemos:

“Y los bendijo Dios; y le díjo Dios: Fructificad y multiplicad, y henchid la tierra y sojuzgadla.” (Gén. 2:18,24; 1:28)

“El precepto de que el matrimonio es honorable es muy verdadero hoy como cuando lo pronunció el apóstol de la antigüedad; y ¿quién puede negar que el estado casado es esencial a la realización del cumplimiento de la medida y objeto de la existencia del hombre? “Mas ni el varón sin la mujer, ni la mujer sin el varón en el Señor.” (1Cor. 2:2)

“La unión sexual es lícita dentro del convenio matrimonial, y si se participa de ella con la la tención debida, es honorable y santificante,” pero fuera de los lazos del matrimonio esta unión es un pecado degradante, abominable a los ojos de Dios.

“La violación de los votos conyugales esuna de las causas mas frecuentes del divorcio, con sus consiguientes maldades, siendo una de las principales de la vergüenza y deshonra que se infligen a los desafortunados, aun cuando son inocentes, niños.

Los temibles efectos del adulterio no pueden ser limitados a la pareja que peca. Sea que el hecho se conozca o permanezca medio escondido bajo el manto de una ocultación culpable, los resultados abundan en influencia mala.” (The Improvement Era, tomo 20, pág. 7 3 9)

Una sola norma de moralidad

Parece que en el mundo prevalece la idea de que la falta de castidad es peor pecado en la mujer que en el hombre. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos la mujer paga el precio, en lo que al público concierne; pero hay una ley divina de retribución, fija e inmutable, que exigirá completa satisfacción.

Cuando llegue ese día, el hombre culpable recibirá su castigo justo y merecido por todas sus maldades, y pagará hasta el último cuadrante. No podrá escapar. Sobre este asunto citamos otra vez la palabra del presidente Smith:

“Es deplorable que la sociedad persista en demandar más de la mujer que del hombre en el asunto de las ofensas sexuales. ¿Qué sobra de pretexto, no diremos de justificación, puede haber para esta vergonzosa y cobarde discriminación? ¿Es el pecado moral menos sucio o pestífero en el hombre que en la mujer? ¿Se aleja uno menos del hombre que está leproso, por temor decontagiarse, que de la mujer que sufre de la misma aflicción?

“En cuanto a la mujer, es inevitable que ella padezca, porque la retribución es segura, sea inmediata o aplazada. Pero por cuanto la injusticia del hombre le inflige a ella las consecuencias de sus ofensas, él es culpable de mas de un pecado.

Y el hombre es principalmente el responsable de los pecados contra la decencia y la castidad, y la culpa con demasiada frecuencia se imputa al mas débil de los dos participes…
La espantosa expansión de la prostitución, así como la tolerancia y aun condonación con que la así llamada civilización trata ese nocivo tráfico, manchan las paginas de la historia de la época.”(The Improvement Era, junio de 1918)

El consejo del presidente Young

El presidente Brigham Young dijo, refiriéndose al mismo asunto:

“El que viola al inocente es el que debería llevar el estigma de la infamia y ser expulsado de entre la sociedad respetable. Deberían huir de él como quien huye de una pestilencia o una enfermedad contagiosa. Lasfamilias respetables deberían de Serrarle sus puertas y todas las personas virtuosas y de pensamientos elevados mostrarle su desagrado.

Ni la riqueza, ni la influencia ni la posición deberían de protegerlo de la indignación pública. Su pecado es uno de los crímenes más negros, y debería echársele abajo desde el alto pináculo de la respetabilidad y la consideración para que encontrara su lugar entre los peores criminales.” (Discourses of Brigham Young, pág. 300)

No hay peor crimen salvo el asesinato

Quisiera dirigirme a los padres. ¿Qué medidas estáis tomando para enseñar a vuestros hijos e hijas la iniquidad del pecado moral? Vuestros hijos son preciosos a la vista de Dios. Son de El; vienen a vosotros para que podáis instruirlos y criarlos a la luz de la verdad eterna.

El Señor nos tendrá por responsables, a cada uno de nosotros por la instrucción que les hemos dado y les daremos. ¿Estamos cercándolos con toda influencia protectora de que podemos echar mano? ¿Tenemos cuidado de ver con quiénes se asocian? ¿Les indicamos con frecuencia los peligros del pecado que los acechan a cada paso?

¿Les hemos enseñado que la inmoralidad, la vida impura, es un pecado mortal, y que el Señor ha dicho que sólo el asesinato es más grave? ¿Hemos sido negligentes con esta responsabilidad que es nuestra? Si así ha sido, arrepintámonos, porque las almas de los hombres, incluso las de nuestros hijos, son preciosas a la vista de Dios, y El nos tendrá por responsables de la instrucción que les demos.

Las palabras de S. Pedro

Para concluir deseo presentaros las palabras del apóstol Pedro;

“Gracia y paz os sean multiplicadas mediante el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.
“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por medio de su gloria y virtud,
“por conducto de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia.
“Vosotros también, por esto mismo, poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud; y a la virtud, conocimiento;
“y al conocimiento, templanza; y a la templanza, paciencia; y a la paciencia, piedad;
“y a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
“Porque si en vosotros están estas cosas y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. (2P. 1:2-8)

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