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La Mision de Jesucristo
Una historia hermosa
No hay historia más hermosa o que pueda conmover el alma de los humildes tan profundamente, como el glorioso relato del nacimiento del Señor. Ninguna expresión del hombre puede embellecer, mejorar o ampliar la elocuencia de su humilde sencillez. Jamás envejece, no importa cuantas veces se repita, pero en los hogares de los hombres no se oye con la frecuencia que merece.
Procuremos imaginar que nos hallamos con los pastores que cuidaban sus rebaños esa noche memorable. Eran hombres humildes que no habían perdido la fe de sus padres, cuyo corazón no se había endurecido como el de los príncipes de los judíos en los días del ministerio de nuestro Señor, pues de no ser así, no les habrían aparecido los ángeles con este glorioso mensaje. Leamos esta maravillosa historia.
“Y había pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños.
Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
“Mas el ángel le dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo;
“Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
“Y esto os será por señal; hallaréis al niño envuelto en pañales, echado en un pesebre.
“Y repentinamente fué con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, que alababan a Dios, y decían: “Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres.
“Y aconteció que como los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores dijeron los unos a los otros: Pasemos pues hasta Bethlehem, y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado.
“Y vinieron de prisa, y hallaron a María, y a José, y al niño acostado en el pesebre.” (Lc.2:8-16)
Una historia de verdad sencilla
¿Puede alguien leer esto sin ser con movido por el espíritu de humildad, o ser impresionado por la sincera verdad de la historia? Sí es así, entonces ciertamente el alma del hombre está cauterizada por su impenitencia. Cunningham Geikie comenta esta gloriosa escena en su excelente obra, Life and Works of Christ, y dice:
“Con esta antífona, para siempre memorable- la primera y última melodía del cielo que jamás llegó a oídos mortales- la luz desapareció de las colinas al volver los ángeles al cielo, dejando a la tierra una vez más entre las sombras de la noche, ni sabiendo ni considerando nada de aquello que interesaba en forma tan suprema a los mundos distantes.
“Maravillados de semejante visión, llenos de una confianza sencilla, los pastores no pensaban sino en una cosa; ver por sí mismos al niño y a su madre. Por tanto, ascendiendo al cerro con ansia, se dieron prisa para llegar a Belén, donde encontraron a María, a José y al niño, echado en un pesebre, tal como les había dicho.
“No se dan detalles: no se hace destacar el cuadro de este primer acto de reverencia hacia el Salvador recién nacido. Ni se necesitan. La humildad de los visitantes, la imagen pura de la madre virginal y su hijo, se ven mejor en su propia sencillez.
La infancia para siempre jamás es honrada por el pesebre de Belén: las virtudes de la mujer son ennoblecidas hasta su más elevado ideal en esa infancia; el hombre, como tal, recibió un honor duradero en que el primer homenaje a su Hijo fue el de los pobres humildes.”
¿Qué se opina de esta maravillosa historia?
¿Como se acepta esta maravillosa historia? ¿Hemos permitido que penetre e influya en nuestras vidas? ¿Hemos aceptado el significado completo sin reserva?
¿Creemos que este niño fué efectivamente el Unigénito de Dios en la carne?
¿Tenemos una fe firme en su misión y estamos dispuestos a servirle obedientemente? Si el mundo hubiera creído esto y sinceramente obedecido sus enseñanzas, no habría sido hecho pedazos por las contiendas e iniquidad en todas las edades.
Si el mundo de la actualidad hubiese creído sinceramente en su misión; si los habitantes de la tierra que se han jactado de ser cristianos hubiesen seguido sinceramente al Profeta de Galilea, y con el espíritu de fe y humildad verdaderamente creído en El, el mundo no habría tenido que pasar por los grandes y terribles conflictos que han traído aflicción, lamentos y miseria a miles de familias.
Muchos de los que profesan seguir al Hijo de Dios lo sirvén únicamente de boca, y muy pocos lo adoran verdaderamente basados en la íntegridad de sus enseñanzas.
El mundo se niega a escuchar el mensaje
El ángel declaró a los pastores, aquella gloriosa noche, que era el portador de nuevas de gran gozo para todo el pueblo; pero por lo general la gente de todas partes de la tierra se ha negado a recibir las bendiciones de esas nuevas. No han querido abandonar sus pecados, humillarse y hacer que sus vidas se adecuen a las enseñanzas del Maestro. Cuando envió a sus discípulos a declarar las palabras de vida eterna, El Señor les dijo:
“No penséis que he venido para traer paz a la tierra: no he venido para traer paz, sino espada.
“Porque he venido para poner disensión del hombre contra su padre, y de la hija contra su madre, y de la nuera contra su suegra.
“Y los enemigos del hombre serán los de su casa.”(Mt. 10:34-36)
¿Decís que hay conflicto entre esto y el mensaje declarado por el ángel treinta años antes? No hay ningún conflicto. La venida del Hijo de Dios fue el mensaje de las buenas nuevas de paz, y ha sido una bendición de paz a todos aquellos que sinceramente han seguido sus enseñanzas; pero entre los inicuos, aquellos que han rechazado sus enseñanzas, aun cuando de boca profesan creer en El, ha venido la espada.
La predicación del evangelio ha traído la contienda, el odio, el derrame de sangre entre aquellos que no han entendido el significado de sumisión, entre aquellos que lo han combatido. Además, no se ha limitado esta contienda y derrame de sangre a los que no han profesado creer en su nombre. El mayor número de guerras y la miseria más grande que ha resultado de estas guerras, durante los últimos mil años, han ocurrido entre aquellos que dicen ser sus discípulos.
Las naciones se hallan sin orientación divina
Este hecho ha demostrado definitivamente que las naciones contendientes no han tenido la orientación de su Espíritu. Y en verdad no lo han seguido, pues San Pablo declaró: “Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, y justicia, y verdad”; y también; “El fruto del Espíritu es; caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe.” (Ef. 5:9; Gál.5:22)
Ciertamente han faltado estas grandes virtudes en el corazón de hombres y naciones durante los siglos que han transcurrido, y por este motivo ha entrado en el mundo un espíritu dominante de odio, derrame de sangre y guerra.
Al meditar la presente condición del mundo, parece que no se ha entendido la misión de Jesucristo; o si se ha entendido, entonces ha existido un desprecio inicuo e intencional de todo aquello por lo que dio su vida, y de este modo lo exponen a vituperio. Todas las nacionesque han estado en guerra profesan aceptar al Hijo de Dios, su Redentor, pero estas profesiones de fe han caído a tierra como las manzanas roídas de los gusanos.
La misión de Jesucristo se ha proclamado claramente en las Escrituras, pero a un mundo incrédulo. Los hombres han amado las tinieblas más que la luz, y las consecuencias de esta manera de procederse han manifestado, y continuarán manifestándose entre toda nación, lengua y pueblo.
Jesús vino para morir
El Unigénito Hijo de Dios vino a este mundo principalmente para morir. Las Escrituras le dicen:
“el Cordero, el cual fué muerto desde el principio del mundo”. Esto significa que fué escogido para sumisión como el Redentor de un mundo caído, aun antes de establecerse el fundamento de la tierra. Su gran misión comprende dos cosas.
Primera, redimir a todos los hombres de la muerte, sin consideración a su obediencia o desobediencia, su disposición de guardar sus mandamientos o rechazarlos; y esto se hace así porque desde Adán, todos los hombres han sido inocentes de la causa que ha traído la muerte a este mundo.
Por tanto, son redimidos de sus consecuencias, sea que crean o no crean en el Hijo de Dios. Segunda, vino al mundo para salvar a todos los hombres de las consecuencias de sus propios pecados, si están dispuestos a arrepentirse. A la gente de esta generación ha dicho lo siguiente:
“Porque, he aquí, Dios, ha padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten.
“Mas si no se arrepienten, tendrán que padecer aun como yo he padecido;
“Padecimiento que hizo que yo, aun Dios, el más grande de todos, temblara a causa del dolor, y echara sangre por cada poro, y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar
“Sin embargo, gloria sea al Padre, participé, y acabé mis preparaciones para con los hijos de los hombres.” (DyC 19:16-19)
Nadie puede salvarse en el reino de Dios sino se arrepiente, pero todos los hombres recibirán la resurrección después de la muerte del cuerpo, y entonces irán a su propio lugar, según sus obras.
Enseñanzas del Redentor
He aquí algunas de las enseñanzas del Hijo de Dios:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, ‘y hallaréis descanso para vuestras almas.
“Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” (Mt. 11:28-30)
“Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás: sino que el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que brote para vida eterna.” (Jn. 4:14)
“Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida: el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” (Juan 6:35)
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.” (Jn. 5:24)
“De cierto, de cierto os digo; El que cree en mí, tiene vida eterna. “Yo soy el pan de vida.” (Jn. 6:47-48)
“Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.” (Jn. 6:33)
“Jesús les respondió, y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió, “El que quiera hacer a voluntad de el, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mí mismo.” (Jn. 7:16-17)
Y Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (Jn.8:12)
Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. (Jn. 8:31-32)
“Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en’mí, aunque esté muerto vivirá.
“Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Jn. 11:25-26)
“Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí. (Jn. l4-16)
Estos son algunos de los testimonios que. Jesús dio de sí mismo y de su misión.
¡Qué lástima que no se han obedecido! ¡Cuánta contienda y miseria pudo haberse evitado! En estos días, que el Señor llama días de “iniquidad y venganza”, nuevamente ha hablado y amonesta a todos los hombres en todas partes que se arrepientan. Ha dicho por medio de su siervo José Smith en esta dispensación presente:
¡Oh vosotras, naciones de la tierra, cuántas veces os hubiera juntado como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas, mas no quisisteis!
¡Cuántas veces os he llamado por boca de mis siervos y por la ministración de ángeles, y por mi propia voz y por la de los truenos y la de los relámpagos y la de las tempestades; y por la voz de terremotos y de fuertes granizadas, y la de hambres y pestilencias de todas clases; y por el gran sonido de una trompeta, y por la voz del juicio y de la misericordia todo el día; y por la voz de gloria y de honra y la de las riquezas de la vida eterna, y os hubiera salvado con una salvación sempiterna, mas no quisisteis! (DyC 43:24.-25)
Una vez mas se ruega a todos los hombres dondequiera que estén: Volveos de vuestros caminos a la verdadera adoración del Hijo de Dios, a fin de que vuestras almas se salvan en su reino.
























