La Restauración de Todas las Cosas


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Un Nuevo Testigo de Dios


Objeto: Aclarar la necesidad de “un nuevo testigo a favor de Dios” y comprobar la importancia de la declaración que José Smith hizo al mundo referente a la visita del Padre y del Hijo en la restauración del Evangelio.

La Desobediencia del Hombre

Está escrito que el Señor creó al hombre, varón y hembra, a su propia imagen, y les dio mandamientos para que lo amaran y sirvieran —al único Dios verdadero y viviente— y que Él fuese el único ser al que debían adorar. Pero el hombre transgredió sus leyes, y el Señor purificó la tierra por medio de un diluvio. Por medio del linaje de Noé, el género humano empezó de nuevo; pero, antes de que pasara mucho tiempo, ya prevalecía otra vez la misma condición de pecado.

Entonces el Señor llamó a Abraham y señaló a su posteridad como Su pueblo escogido, a quien se confiaron los convenios del evangelio. A pesar de estas condiciones favorables, los hijos de Israel finalmente se rebelaron, mataron a los profetas y fueron castigados por el Señor. Las diez tribus fueron llevadas cautivas a Asiria, de donde jamás regresaron. Las otras dos tribus permanecieron algunos años más, pero, debido a su rebelión, fueron llevadas cautivas a Babilonia.

Después de su regreso, manifestaron arrepentimiento y nuevamente recibieron favores del Señor; pero no tardaron en olvidarse de Él otra vez. Cuando el Señor fue enviado a ellos, lo rechazaron y lo crucificaron; no obstante, estableció Su Iglesia nuevamente y envió a Sus discípulos por todo el mundo a predicar el evangelio.

Pasados unos cuantos siglos, la Iglesia que el Señor había establecido sufrió una decadencia espiritual. Las enseñanzas que Él dejó fueron pervertidas, se cambiaron las ordenanzas, y la humilde y sencilla fe se convirtió en un sistema complicado de ostentación y esplendor, lleno de supersticiones y ceremonias contrarias al evangelio de Jesucristo.
Con el transcurso del tiempo, se levantaron reformadores que, en sus esfuerzos por restaurar la verdad, solo aumentaron la confusión. Así, el género humano tuvo que andar errante en medio de una oscuridad espiritual, correctamente descrita por la Iglesia Anglicana en una de sus homilías, que dice lo siguiente:

“Legos y clero, doctos e indoctos, todas las edades, sectas y clases de hombres… se han hundido al mismo tiempo en una idolatría abominable, de todos los vicios el más aborrecido por Dios y el más detestable para el hombre; y esto tiene más de ochocientos años de estar así.”
(Edición de 1890, parte 3, pág. 203.)

La Condición del Mundo en 1820

Ésta era la condición en que se hallaba el mundo en la primavera de 1820, cuando el Señor nuevamente se reveló al mundo e hizo posible que se pusiera fin a esta triste situación. La historia de esta visión se ha relatado muchas veces. Para todo aquel que busca la verdad, siempre resulta nueva e interesante.

Para los enemigos de la verdad, ha sido una proclamación difícil. La han odiado, junto con el hombre que la relató, y con frecuencia han derramado su ira contra él y contra las humildes personas que creyeron en sus palabras, como sucedía con los profetas de la antigüedad. La historia, en parte, dice así:

La Visión del Profeta

En medio de la confusión religiosa, estando el mundo lleno de sectas e iglesias que proclamaban: “He aquí el Cristo”, un joven recurrió al Señor en humilde oración, deseando saber qué debía hacer para ser salvo, porque, en medio de toda aquella confusión y doctrinas contendientes, no sabía qué hacer.

Declara que la respuesta a esta oración fue una visitación gloriosa en la cual aparecieron el Padre y el Hijo. En respuesta a su pregunta, se le dijo que no se uniera a ninguna de las iglesias que entonces existían, porque todas estaban en error.

“Pronto descubrí —dijo este joven al relatar lo sucedido— que el relato de mi experiencia había despertado mucho prejuicio en mi contra entre los profesores de religión, y trajo sobre mí mucha persecución, cada día mayor. Y aunque no era yo sino un muchacho desconocido, de entre catorce y quince años, y mi posición en la vida no era de importancia alguna en el mundo,

no obstante, los hombres en altas posiciones se fijaron en mí lo suficiente como para agitar el sentimiento público en mi contra, desatando así una amarga persecución; y esto fue general entre todas las sectas: todas se unieron para perseguirme.”

“Como quiera que sea, era, no obstante, un hecho que yo había visto una visión. Se me ha ocurrido desde entonces que me sentía igual que Pablo cuando presentó su defensa ante el rey Agripa y contó la visión que había tenido, en la cual vio una luz y oyó una voz. A pesar de eso, fueron pocos los que lo creyeron; unos dijeron que estaba mintiendo, otros que estaba loco; y se burlaron de él y lo vituperaron.

Pero aquello no destruyó la realidad de su visión. Había visto una visión, sabía que la había visto, y toda la persecución debajo del cielo no podría cambiar aquello; y aunque lo persiguieran hasta la muerte, con todo eso, sabía, y sabría hasta su último suspiro, que había visto una luz tanto como oído una voz que le habló; y el mundo entero no podría hacerle pensar o creer lo contrario.”

“Así era conmigo. Efectivamente había visto una luz; y en medio de la luz vi a dos Personajes, y ellos en realidad me hablaron. Y aunque se me odiaba y perseguía por decir que había visto una visión, no obstante, era cierto.

Y mientras me perseguían, me censuraban y decían toda clase de falsedades en mi contra por afirmarlo, yo pensaba en mi corazón: ¿Por qué me persiguen por decir la verdad? En realidad he visto una visión, y ¿quién soy yo para oponerme a Dios? ¿O por qué cree el mundo que me hará negarlo, que realmente he visto? Porque había visto una visión; yo lo sabía y comprendía que Dios lo sabía, y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; al menos, entendía que al hacerlo ofendería a Dios y caería bajo condenación.”

Importancia de la Visión

Si este joven dijo la verdad —y nosotros solemnemente declaramos que así fue— entonces se trata del mensaje más importante que ha llegado al mundo desde el día en que nuestro Señor resucitó de entre los muertos. Es de vital importancia para el bienestar eterno de toda alma viviente.

Nadie tiene derecho a descartarlo con un simple movimiento de cabeza, un ademán o un gesto de desprecio, ni a denunciarlo con espíritu de ira, pues corre el peligro de ser condenado ante el tribunal de Dios. Este relato es verdad o es un colosal engaño. No hay término medio. No fue una invención de la imaginación de José Smith; y, a la luz de todos los hechos, es imposible sostener que fue una mentira.

Al considerar esta visión, nos vemos obligados a fijar nuestra atención en otros acontecimientos similares, algunos de los cuales incluyen a otros testigos, además de José Smith. Pasaron unos tres años, y nuevamente José Smith declaró que los cielos se habían abierto. Un ángel, procedente de la presencia de Dios, le apareció tres veces en una noche y nuevamente al día siguiente para darle instrucciones. Era Moroni, el último de los profetas de los antiguos pueblos de las Américas. A este joven le reveló la existencia de unas planchas de las cuales provendría el Libro de Mormón.

Las visitas de este mensajero continuaron durante los siguientes cuatro años, y entonces estos anales antiguos fueron confiados a José Smith, junto con los medios para efectuar su traducción.

Entonces llegó el momento de llamar a otros testigos. El primero fue Oliverio Cowdery, quien ayudó en la traducción de los anales; luego vinieron David Whitmer y Martín Harris. Estos tres hombres testificaron al mundo que también ellos habían visto al ángel, quien les informó que la traducción de los anales era verdadera y les mandó que así lo testificaran al mundo. De modo que vemos que José Smith ya no era el único que daba testimonio de estas manifestaciones. Más tarde, los cielos se manifestaron a otros que aceptaron su testimonio.

¡Una Biblia, Una Biblia!

¿Por qué será que los hombres, en la actualidad, aceptan de inmediato los relatos bíblicos de visitas angélicas, pero niegan que esto sea posible hoy en día? ¿Será acaso porque el Señor ya no tiene interés en el género humano? ¿Estará demasiado ocupado? ¿Será, como dijo Elías a los sacerdotes de Baal, que se fue de viaje o quizá duerme?

Muchas veces hemos oído decir que la razón es que el canon de las Escrituras está completo.
¿Significa esto que el Señor ha terminado Su obra y ha revelado al hombre todo lo que se ha de recibir? El profeta Nefi predijo que, en estos últimos días, los hombres exclamarían: “¡Una Biblia, una Biblia! Tenemos una Biblia, y no puede haber más Biblia”. Cuántas veces hemos oído esta declaración, casi palabra por palabra.

Necesidad de un Mensaje Divino

Ciertamente hay evidencia de que hoy hace falta una restauración del evangelio. Si esta restauración no vino por medio de José Smith, ¿entonces por medio de quién ha venido? Y si aún no se ha efectuado, le queda muy poco tiempo a este mensajero para que aparezca. El mundo actual se halla en una terrible condición de apostasía. El Señor no es autor de confusión; las iglesias del país están vacías, mientras que las cantinas y tabernas están llenas.

La blasfemia, la borrachera, la suciedad del tabaco y la inmoralidad dominan el corazón de la gente. Estas condiciones no pueden negarse. Vemos que en nuestras universidades se enseñan falsas filosofías y doctrinas que destruyen el alma. Se hace burla del relato de Adán y de la redención de Jesucristo, y no se permite que en nuestras escuelas públicas se mencionen sus doctrinas.

Los hombres que piensan y que tienen mayor prudencia han proclamado en contra de estas cosas, sin resultado. Vemos cómo los hombres sabios ruegan al pueblo que vuelva a la humilde fe de Jesucristo. Ciertamente, la gente no puede menos que darse cuenta de esta condición.

Definición de la Iglesia

Según los maestros religiosos, ¿qué declaran ellos que es la Iglesia de Jesucristo? Citamos lo siguiente de Smith’s Bible Dictionary (Diccionario Bíblico de Smith):

VII. Definición de la Iglesia.
La Iglesia Griega expone lo siguiente:

“La iglesia es una comunidad, divinamente instituida, de hombres unidos por la fe ortodoxa, la ley de Dios, la jerarquía y los sacramentos.”

La Iglesia Latina la define como:

“La compañía de cristianos unidos por la profesión de la misma fe y la comunión de los sacramentos, bajo el gobierno de pastores legales, y especialmente del obispo romano, el único vicario de Cristo sobre la tierra.”

Según la Iglesia de Inglaterra, es:

“Una congregación de hombres fieles, en la cual se predica la palabra pura de Dios y se administran debidamente los sacramentos de acuerdo con el mandato de Cristo, en todas aquellas cosas que por necesidad son requisitos de la misma.”

La Iglesia Luterana declara que es:

“Una congregación de santos en la cual el evangelio se enseña correctamente y los sacramentos se administran también correctamente.”

Después de presentar estas y otras definiciones, los eruditos autores de esta obra de referencia dicen:

“Una Iglesia Dividida”

“Estas definiciones indican la dificultad en que se encuentran las diferentes secciones de la iglesia dividida cuando tratan de formular una definición que concuerde con las afirmaciones de las Santas Escrituras y, al mismo tiempo, sea aplicable al estado actual del mundo cristiano.

Hemos visto que, según el concepto bíblico, la iglesia es un reino santo, establecido por Dios sobre la tierra, y del cual Cristo es el Rey invisible; es un cuerpo organizado divinamente, cuyos miembros están unidos entre sí, y también a Cristo, su cabeza, por medio del Espíritu Santo, que mora en dicho cuerpo y lo vivifica.

Es una sociedad espiritual, aunque visible, de hombres unidos por la constante sucesión de aquellos que personalmente estuvieron unidos a los apóstoles; que tienen la misma fe que los apóstoles tuvieron; que administran los mismos sacramentos; y que, igual que ellos, forman asambleas separadas, pero separadas sólo localmente, para adorar a Dios.”

Y luego, ofreciendo una apología de esta condición, añaden:

“Esta es la Iglesia, según el propósito divino. Pero, en vista de que Dios permite que el hombre altere la perfección de Sus designios según sus conveniencias, y en vista de que los hombres han corrompido las doctrinas, así como trastornado la unidad de la Iglesia, no debemos esperar que la Iglesia de las Santas Escrituras exista realmente en su perfección sobre la tierra.

No puede hallarse en esta perfección dentro del conjunto de estos fragmentos de la cristiandad, y menos aún en uno o cualquiera de estos fragmentos; aunque cabe la posibilidad de que uno de estos fragmentos se acerque más que otro al ideal bíblico y apostólico, el cual pudo existir sólo hasta que el pecado, la herejía y el cisma tuvieran tiempo suficiente para desarrollarse y llevar a cabo su obra.”

Una Apología Extraña

Lo anterior constituye una apología muy extraña de un cristianismo dividido, con sus doctrinas corrompidas y sus fragmentos despedazados. ¿Será posible que Dios permita que el hombre altere Su obra para la conveniencia de este último? Semejante idea da a entender que la obra de Dios no es adecuada para satisfacer las necesidades del hombre caído, y que, por consiguiente, a este se le ha dado la facultad de anular lo que el Señor estableció.

Además, al considerar la definición de estas iglesias, surge la pregunta: ¿cuál de ellas está autorizada para administrar correctamente y enseñar debidamente las verdades del evangelio, ya que todas difieren?

Hace muchos años ocurrió un incidente algo curioso. Cierto señor, descontento y confundido por el cristianismo dividido, dejó de asistir a la iglesia a la que concurría. Cierto día lo visitó uno de sus antiguos amigos, y se desarrolló la siguiente conversación:

—¿Forma usted parte de la Iglesia de Cristo? Me dicen que ya no es uno de nosotros.
—¿Y dónde está la Iglesia de Cristo?
—Se encuentra entre las diferentes sectas.
—¿Está usted en la Iglesia de Cristo? Si lo está, entonces debe ser miembro de todas las sectas.

El visitante quedó algo confundido.
—Muéstreme la secta —continuó nuestro amigo— que sea semejante a la Iglesia original. ¿Acaso alguna de ellas, o todas juntas, se asemejan a la Iglesia original?

—Seguramente que no.
—¿Por qué?

El visitante no respondió, porque comprendió que su contestación condenaría a su propia secta, compuesta de todas las sectas.

En las Sectas No se Encuentran los Dones

Juan Wesley declaró que en sus días no se hallaban los dones en la iglesia porque:

“El amor de muchos, de casi todos los así llamados cristianos, se enfrió… y porque los cristianos se habían tornado otra vez paganos, y no les quedaba más que una forma muerta.”

Roger Williams dejó de ser pastor porque se convenció —según sus propias palabras— de que no había:

“Iglesia debidamente constituida sobre la tierra, ni había persona autorizada para administrar las ordenanzas de ninguna iglesia; ni la puede haber hasta que el Gran Cabeza de la Iglesia envíe nuevos apóstoles, que es lo que yo estoy buscando.”

El proverbio dice:

“Sin profecía el pueblo será disipado”;
y porque no ha habido profecías ni visiones, el pueblo se ha ido consumiendo.

Amós declaró:

“He aquí vienen días, dice el Señor Jehová, en los cuales enviaré hambre a la tierra; no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír palabra de Jehová.
E irán errantes de mar en mar, desde el norte hasta el oriente; discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán.” (Amós 8:11–12)

Miles han buscado la época a la que hizo referencia Roger Williams, pero no la hallaron. Sin embargo, una vez más se han abierto los cielos. El Señor nuevamente ha establecido comunicación con los hombres sobre la tierra.

Ha levantado a Su profeta, ha proclamado Su mensaje y ha amonestado a todo pueblo por medio de la voz de Sus siervos, que ha escogido en estos últimos días.

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