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Capítulo II
Factores que influyen en la duración de la vida del hombre
Dios Determina los Días y los Límites del Hombre
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”¹ Un elemento básico de la fe humana en Dios es el reconocimiento de que Él controla el destino final del hombre. Aunque el hombre tiene el privilegio de conducir los asuntos de su vida diaria según su albedrío y elección, quien determina el tiempo del nacimiento y de la muerte, así como las circunstancias de su probación mortal, es un Dios omnisciente. El Señor dijo:
“Y así, yo, Dios el Señor, le señalé al hombre los días de su probación, para que por su muerte natural pudiera resucitar en inmortalidad a vida eterna, sí, aun cuantos creyeren.
Y los que no creyeren, a condenación eterna.”³
En una ocasión, Job preguntó: “¿No es acaso brega la vida del hombre sobre la tierra, y sus días como los días del jornalero?”⁴ Luego proclamó esta gran verdad:
“El hombre nacido de mujer, corto de días…
Ciertamente sus días están determinados,
y el número de sus meses está cerca de ti;
le pusiste límites, de los cuales no pasará.”⁵
El apóstol Pablo, en su discurso desde la colina de Marte, enseñó algo similar:
“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay… de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su habitación.”⁶
El profeta Alma también elevó su voz para proclamar que “Dios conoce todas las épocas que le están señaladas al hombre.”⁷
El Señor ordenó a José Smith: “Persevera en tu camino, y el sacerdocio quedará contigo; porque los límites de ellos (los enemigos de José) no pueden pasar. Tus días son conocidos, y tus años no serán acortados.”⁸
Antes de venir a la tierra, el hombre es capaz, en parte, de modelar su vida mortal
Dado que Dios tiene el control del tiempo, los días y los límites de los hombres, ¿cómo decide cuáles serán las circunstancias que cada individuo experimentará durante la mortalidad? ¿Selecciona cuidadosamente el programa terrenal para cada uno, o envía a los hombres a la tierra sin tener en cuenta su medio ambiente mortal?
¿Acaso es por accidente que un hombre nace durante el oscurantismo de la Edad Media, mientras otro llega a la tierra en la era del Evangelio restaurado? ¿Se debe a un capricho del destino que un hombre viva en una primitiva choza africana, mientras que otro nazca para sentarse con esplendor en un trono europeo? ¿Envía Dios arbitrariamente a un individuo a la tierra a un lugar donde nunca oirá el Evangelio, mientras otro nace en el hogar de un obispo fiel que lo preparará para vivir las verdades del Evangelio? ¿Es la voluntad de Dios que un hombre pueda saltar y jugar, mientras otro es un inválido desahuciado desde su nacimiento?
Las Escrituras no contestan directamente estas preguntas. El hombre, conociendo la sabiduría y misericordia infinitas de Dios, debe confiar mediante la fe en Su justicia y Su amor. Porque Dios tiene todo poder, el hombre debe aceptar y creer que Él ha establecido para cada individuo un cierto programa de nacimiento, condiciones de vida y muerte apropiados para que logre la recompensa de la gloria celestial en el más allá.
Parece ser que el hombre ha tenido oportunidad de participar en la determinación de las circunstancias de su vida terrenal. Aparentemente, algunos hombres, como seres espirituales pre-mortales, actuando bajo supervisión divina, recibieron el privilegio de seleccionar las circunstancias mortales y la probación que mejor satisfarían sus necesidades y que más los ayudarían en su búsqueda del gozo eterno. Parece que los acuerdos pre-mortales que han hecho los hombres determinan el curso y la época de su probación mortal. Mientras escribía acerca del gran concilio⁹ celebrado antes de la creación de la tierra, el élder John A. Widtsoe enseñó que:
“En nuestro estado preexistente, en el día del Gran Concilio, hicimos un cierto acuerdo con el Todopoderoso. El Señor concibió un plan y lo propuso. Nosotros lo aceptamos. Ya que el plan fue pensado para todos los hombres, llegamos a ser partícipes de la salvación de cada persona bajo ese plan. Allí mismo estuvimos de acuerdo en ser no sólo nuestros propios salvadores sino, hasta cierto grado, ser salvadores de toda la familia humana. Nos asociamos con el Señor. Entonces, el plan llegó a ser, no sólo el trabajo del Padre y del Salvador, sino también nuestra obra. El más pequeño entre nosotros, el más humilde, es copartícipe con el Todopoderoso en llevar a cabo el propósito del eterno plan de salvación.”¹⁰
El presidente Joseph F. Smith comentó acerca del papel que los espíritus pre-mortales desempeñaron en el gran concilio en los cielos antes de que fuera creada la tierra, y puso énfasis en que los espíritus no fueron meros espectadores en este concilio, sino que trabajaron activamente para delinear y moldear apropiadamente su propio futuro:
“Nuestros espíritus existían antes de venir a este mundo. Estuvieron en los concilios de los cielos antes de que se pusieran los cimientos de la tierra. Allí estuvimos, cantamos de gozo con las huestes celestiales cuando se colocaron las bases de la tierra y cuando se trazó el plan de nuestra existencia sobre este planeta y de nuestra redención. Estuvimos allí, nos interesaba y tomamos parte en esta gran preparación. Indudablemente estuvimos presentes en esos concilios… Sí, allí estábamos sin lugar a dudas, y tomamos parte en todos esos sucesos. Estábamos vitalmente interesados en llevar adelante esos grandes planes y propósitos. Los comprendíamos, y sabíamos que eran decretados para nuestro propio bien, y así se cumplirán.”¹¹
El profeta Alma, mientras hablaba de hombres de su época que trabajaban en sus llamamientos en el sacerdocio, explicó cómo lo que ellos eligieron en la vida pre-mortal los capacitó para ser llamados a los oficios del sacerdocio que iban a poseer en la mortalidad:
“Y ésta es la manera conforme a la cual fueron ordenados, habiendo sido llamados y preparados desde la fundación del mundo, de acuerdo con la presciencia de Dios, por causa de su gran fe y buenas obras, habiéndoseles concedido primeramente escoger el bien o el mal; por lo que, habiendo escogido el bien y ejercido una fe sumamente grande, son llamados con esa santa vocación.”¹²
Hay evidencia de que algunos espíritus premortales pueden elegir a sus padres mortales y pedir un parentesco que resulte conveniente para desarrollar el nivel de actividad deseado. El apóstol Orson Hyde enseñó que algunos espíritus pre-mortales han podido escoger la familia en que nacerían, para colocarse en su propio nivel aquí en la tierra:
**“Cuando esos espíritus vienen a tomar cuerpos, ¿adónde irán los grandes y nobles? ¿Tomarán cuerpos que procedan de un linaje degradado? No, eso equivaldría a que el justo se rebajara a habitar con los viles e inicuos. ¿Adónde irá? El espíritu noble, lleno de luz e inteligencia, contesta: ‘Tomaré un cuerpo de linaje honorable. Tendré un cuerpo que corresponda con mi mente. Iré en donde moran la pureza y la justicia.’
¿Adónde van los espíritus de grado inferior? Entre los más bajos e incultos, donde se rechaza total o parcialmente el cultivo de los principios de virtud e integridad. De este modo es como los descendientes de la tercera y cuarta generación responden por los pecados de los padres.
¿Es que acaso desean los espíritus buenos participar de los pecados de los ruines y degradados? No, sino que estarán en los cielos hasta que se abra un canal de pureza y justicia por el cual puedan venir, tomar cuerpos honorables en este mundo y magnificar sus llamamientos.”¹³**
Una experiencia de Edward James Wood, mientras era presidente del Templo de Canadá, da peso a la enseñanza de que a algunos hijos se les permite escoger a sus padres antes de venir a la tierra:
“Varias parejas de la misión habían estado casadas durante años y no habían sido bendecidas con hijos. Los amonesté a que se unieran a este gran movimiento (excursión al templo), para recibir la bendición por la cual habían orado tanto. Dos de esas parejas vinieron con la caravana. En una de las sesiones en el templo, el presidente Wood vio dos espíritus rondando sobre la congregación. Les dijo a los presentes que esos dos espíritus venían del mundo espiritual, ansiosos de venir a la tierra y obtener cuerpos mortales. Les prometió a las hermanas que habían venido con ese propósito, que les serían concedidos los deseos de sus corazones. Entonces todos tuvieron la experiencia de ver espíritus del mundo invisible venir y pararse en su presencia, y un coro angelical cantaba de gozo. En menos de un año, esos dos hogares fueron bendecidos con bebés.”¹⁴
Evidencia adicional de que los niños no son enviados a la tierra al azar, sino que son asignados para nacer en familias determinadas, se encuentra en la experiencia que Henry Zollinger tuvo en el mundo espiritual durante ocho horas, cuando estuvo separado de su cuerpo y fue llevado a un área distinta del mundo espiritual:
“Entonces mi guía me llevó y me mostró los espíritus de los niños que aún habrían de venir a mi familia si éramos fieles. Ellos eran adultos, pero no estaban en la misma esfera que los que ya estaban viviendo en la tierra.”¹⁵
Aparentemente, los hijos espirituales del Padre pudieron elegir también otras cosas concernientes a su vida mortal. Hay indicaciones de que los espíritus pre-mortales tuvieron la oportunidad de escoger el tipo de pruebas y penas que tendrían que sobrellevar en la tierra. Considerad la experiencia de Niels P. L. Eskildz, un converso a la Iglesia de origen danés, quien, ya a los diez años de edad, estaba seriamente lisiado y deforme. Para él, los dieciséis años siguientes fueron una época de miseria y desesperación. Sin embargo, en el verano de 1862, poco antes de su bautismo, recibió una revelación que lo ayudó a comprender muchas circunstancias hasta entonces inexplicables de su vida terrenal:
Mientras preparaba su cena, una visión gloriosa se desplegó ante su vista. No contempló una escena aislada, sino una serie de ellas… Vio como con su vista natural, aunque más tarde se dio cuenta de que lo que había visto, lo vio con los ojos del espíritu. Percibió tanto con su entendimiento como con sus ojos. Lo que le fue mostrado se refería a su existencia en el mundo espiritual, a su experiencia mortal y a sus recompensas futuras. Comprendió intuitivamente que en su estado pre-mortal había contemplado una escena similar y que se le había dado la oportunidad de escoger la clase de galardón que le gustaría obtener. Supo que había hecho la elección deliberadamente. Sabía cuáles eran las recompensas que había seleccionado y entendió que dichos galardones sólo podían ser obtenidos mediante el sufrimiento mortal, y que, de hecho, él tenía que ser un inválido y soportar fuertes dolores físicos, privación e ignominia. También estuvo plenamente consciente de que aún insistía tenazmente en obtener ese galardón, que estaba de acuerdo en hacerlo, y que aceptaba las condiciones de esa prueba.
Salió de la visión con una firme convicción de que rebelarse, o simplemente quejarse de su suerte, no sólo era reprochar a un Padre Omnisciente, quien lo había cuidado a pesar de su aparente abandono, sino que también constituiría la violación de una promesa y un acuerdo intencionalmente realizados, de los cuales dependía su galardón futuro.¹⁶
También el élder John Taylor creía que los espíritus en su estado pre-mortal podían afectar el curso de su vida terrenal haciendo ciertos convenios en la preexistencia. Explicando el estado pasado, presente y futuro de las mujeres fieles de la Iglesia, enseñó que a algunos espíritus, además de poder escoger a sus padres, se les permitió realizar convenios con otros para que fueran sus esposos, hijos y ángeles guardianes. Su declaración sirve como un buen resumen de las enseñanzas de otros autores citados en esta sección:
“¿No sabes que hace eternidades tu espíritu puro y santo habitaba en el seno de tu Padre Celestial, en Su presencia, con tu madre, una de las reinas del cielo, rodeada de tus hermanos y hermanas espirituales en el mundo espiritual, entre los Dioses?
¿Que como espíritu tú contemplaste las escenas que allí se desarrollaron, que tu inteligencia creció, que viste muchos mundos organizados y poblados con espíritus familiares que tomaron sobre sí tabernáculos, murieron, resucitaron y recibieron su exaltación en los mundos redimidos que una vez habitaron? Tú, estando dispuesta y ansiosa de imitarlos, esperando y deseando obtener un cuerpo, resurrección y exaltación, y habiendo recibido permiso, hiciste un convenio con uno de tus espíritus familiares para que fuera tu ángel guardián mientras tú estuvieses en la mortalidad. También hiciste un convenio con otros dos espíritus, un hombre y una mujer, para que pudieses tomar un tabernáculo en su linaje y ser uno de sus vástagos. También escogiste a alguien que amabas en el mundo de los espíritus (uno que tenía permiso para venir a este planeta y tomar un tabernáculo) para ser cabeza, apoyo, esposo y protector tuyo sobre la tierra y para exaltarte en mundos eternos. Todo eso fue convenido, del mismo modo que con los espíritus que vendrían a tomar tabernáculos en tu linaje.
Tú añorabas, anhelabas y orabas al Padre en los Cielos para que llegara el momento en que pudieras venir a esta tierra, la cual había caído de la esfera de su primera organización, cerca del planeta Kolob. Dejando el hogar de tu padre y madre y a todos tus familiares, viniste a la tierra, tomaste un tabernáculo e imitaste los hechos de aquellos que han sido exaltados antes de ti.
Finalmente llegó el momento y oíste la voz de tu Padre diciendo: ‘Ve, hija, desciende al mundo, toma un tabernáculo, pasa tu prueba temblando de temor, y elévate a la exaltación. Pero hija, recuerda que vas con esta condición: que has de olvidar todas las cosas que viste en el mundo espiritual. No sabrás ni recordarás nada de lo que has observado aquí. Mas deberás ir y convertirte en uno de los seres más indefensos que yo haya creado. En tu infancia estarás sujeta a enfermedad, dolor, lágrimas, pena, tristeza y muerte. Pero, tu corazón vibrará cuando sea tocado por la verdad. Entonces la inteligencia iluminará tu mente y dará brillo a tu alma, y comenzarás a entender las cosas que una vez supiste, pero que olvidaste. Comenzarás a comprender y saber el objeto de tu creación. Anda, hija, y sé tan fiel como lo has sido en tu primer estado.’
Tu espíritu, lleno de alegría y gratitud, se regocijó en su Padre y alabó Su Santo Nombre. Y el mundo espiritual resonó con himnos de alabanza al Padre de los espíritus. Te despediste de tu padre, madre y otros, y junto con tu ángel guardián viniste al globo terrestre. Los espíritus por cuyos linajes escogieron venir tú y tu esposo salieron del mundo espiritual hace algunos años, y tu espíritu vino puro y santo. Has obedecido la verdad, y tu ángel guardián te ha ministrado y cuidado. Tú has elegido a quien amabas en el mundo espiritual para ser tu compañero. Para ti se han reservado coronas, tronos, exaltaciones y dominios en los mundos eternos. Está abierto el camino para que regreses a la presencia de tu Padre Celestial, si tan sólo sigues y vives la ley celestial, cumples los designios de tu Creador y perseveras hasta el fin, para que, cuando la mortalidad yazca en la tumba, tú puedas descender al sepulcro en paz, levantarte en gloria y recibir tu galardón sempiterno en la resurrección de los justos, junto a tu cabeza y esposo. Se te permitirá pasar a los dioses y ángeles que vigilan las puertas, y seguirás hacia tu exaltación en un mundo celestial entre los dioses.”¹⁷
Si un individuo en su estado de espíritu pre-mortal puede elegir a sus padres y parientes, entonces ¿escoge también la época y la ubicación general de su nacimiento y actividades en la vida mortal? Si ha tenido el privilegio de elegir la naturaleza de probación mortal y los desafíos que tendrá que enfrentar, ¿ha escogido también la duración de su probación, o sea el momento de su muerte?
Tiempo para Morir
Aunque el hombre no entiende completamente cómo se fija el tiempo de su muerte, aun así es claro que tal momento se ha establecido. El autor de Eclesiastés enseñó que el hombre tiene “tiempo de nacer, y tiempo de morir.”¹⁸ Un pasaje significativo de Doctrina y Convenios habla también del tiempo establecido para la muerte de un individuo:
“Y además, sucederá que el que tuviere fe en mí para ser sanado, y no estuviere señalado para morir, sanará.”¹⁹
El hombre justo que cuida su cuerpo apropiadamente y cumple sus obligaciones para con el Señor puede contar con el privilegio de permanecer en la tierra para completar su misión en esta vida y vivir la totalidad de los años que le han sido señalados. Por ejemplo, el Salvador salió ileso de varias situaciones en que sufrió agresiones físicas porque “aún no había llegado su hora.”²⁰ Pero cuando su misión se acercaba a la culminación en la cruz, dijo a sus apóstoles: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.”²¹
Un siervo del Señor puede esperar protección divina para poder completar la misión autorizada por el Señor y no morir antes de tiempo. El profeta Abinadí pudo resistir los intentos de los sacerdotes inicuos del rey Noé para asesinarlo, advirtiéndoles:
“No me toquéis, porque Dios os herirá si me echáis mano, porque no he comunicado el mensaje que el Señor me mandó… por tanto, Dios no permitirá que yo sea destruido en este momento.”²²
Su advertencia fue fortalecida por el “brillo extraordinario” con que resplandecía su rostro, y sus atacantes se acobardaron. Después de que terminó su misión, cesó la protección y Abinadí sufrió la muerte por fuego.
En Doctrina y Convenios leemos la promesa del Señor a Lyman Wight:
“Lo llevaré en alto como en alas de águila; y engendrará gloria y honra tanto para él como para mi nombre.
Para que, cumplida su obra, yo pueda recibirlo…”²³
La bendición que José Smith padre dio en las últimas horas de su vida a su hijo, el profeta José, fue la promesa de que su vida sería preservada hasta que su misión estuviera finalizada:
“José, hijo mío, tu llamamiento es santo y elevado. Has sido llamado a hacer la obra del Señor. Mantente fiel y serás bendecido, tú y tus hijos después de ti. Vivirás para terminar tu obra.”
A esto, José contestó llorando: “¡Oh, padre! ¿podré?”
“Sí,” dijo su padre, “vivirás para desarrollar el plan de toda la obra que Dios te ha confiado. Esta es mi bendición que doy sobre tu cabeza al morir, en el nombre de Jesús. También confirmo sobre tu cabeza la bendición anterior, porque será cumplida. Amén.”²⁴
Esta promesa se cumplió, y la vida de José fue preservada hasta que completó su misión y puso sobre los hombros de los Doce Apóstoles la responsabilidad de guiar a la Iglesia.²⁵
El Tiempo Señalado para Morir Puede Ser Cambiado por las Súplicas de los Justos
Existe evidencia de que el tiempo señalado para morir no es inalterable. Hay un cierto número de factores que pueden ocasionar cambios en la fecha señalada para la muerte. Aparentemente, los ruegos de los justos pueden persuadir al Señor de conceder, en algunos casos, una extensión de la vida. Este fue el caso de Ezequías, rey de Judá, quien fue avisado de su cercana muerte, y luego también de una extensión en su tiempo de vida. Aconteció que:
“En aquellos días Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás y no vivirás.
Entonces volvió Ezequías su rostro a la pared, e hizo oración a Jehová,
Y dijo: Oh, Jehová, te ruego que te acuerdes ahora que he andado delante de tus ojos en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho lo que ha sido agradable delante de tus ojos. Y lloró Ezequías con gran lloro.
Entonces vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo:
Ve y di a Ezequías: Jehová, Dios de David tu padre, dice así: He oído tu oración, y visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años…
Y esto te será señal de parte de Jehová, que Jehová hará esto que ha dicho:
He aquí yo haré volver la sombra por los grados que ha descendido con el sol, en el reloj de Acaz, diez grados atrás, por los cuales había ya descendido.”²⁶
Otra persona que pidió que se alterara el tiempo fijado para su muerte fue Juan el Revelador. Su pedido: “Señor, dame poder sobre la muerte, para que pueda vivir y traer almas a ti,”²⁷ le concedió el privilegio de permanecer sobre la tierra hasta la venida del Salvador en los últimos días.
Tres de los doce discípulos nefitas solicitaron el mismo privilegio que el apóstol Juan, y recibieron la promesa del Señor:
“…nunca probaréis la muerte; sino que viviréis para ver todos los hechos del Padre con los hijos de los hombres, aun hasta que se cumplan todas las cosas según la voluntad del Padre, cuando yo venga en mi gloria con los poderes del cielo.
Y nunca padeceréis los dolores de la muerte; sino que cuando yo venga en mi gloria, seréis cambiados de la mortalidad a la inmortalidad en un abrir y cerrar de ojos; y entonces seréis bendecidos en el reino de mi Padre.”²⁸
Hay evidencias de que individuos en el mundo espiritual pueden influir en el tiempo de la muerte de seres mortales. Marie W. Weiss, esposa de un converso alemán que, entre 1918 y 1923, recopiló los nombres de más de tres mil antepasados fallecidos y trabajó muchos años por ellos en los templos, recibió una manifestación en la que se le mostró que estos espíritus buscarían obtener autorización para que su esposo fuera a predicarles el Evangelio más allá del velo:
Él estaba tan agradecido por su vida, salud y felicidad, que se ofreció voluntariamente para ir a una misión de corta duración en los estados del noroeste de los Estados Unidos. Un día antes de que regresara a casa de su misión, su esposa, quien vivía en la ciudad de Lago Salado, tuvo un sueño fuera de lo común. Vio un valle grande, extenso, y en él una gran cantidad de gente reunida, conversando seria y animadamente. El que los encabezaba, evidentemente su líder, vestía como un antiguo maestro de escuela. Un poco más lejos vio a su suegro, quien había muerto inmediatamente después de haber oído del Evangelio por un élder de la Iglesia. El maestro de escuela se aproximó a su suegro diciendo: ‘Oímos que en la tierra una obra fue ejecutada para nuestro bien, una obra que nos traerá mucha felicidad. ¿Puede usted decirnos algo sobre esto?’
El suegro contestó: ‘Lo siento, pero no puedo. Solamente oí del Evangelio una vez antes de morir. Ustedes deberían tener aquí a mi hijo, Henry Weiss, como misionero. Él podría decirles todo acerca de eso.’ El grupo decidió elevar una petición solicitando que Henry Weiss fuera llamado a una misión al mundo espiritual para predicar a sus numerosos familiares.
Cuando despertó a la mañana siguiente, ella se sintió profundamente preocupada sobre cuál sería el significado del sueño. Su esposo regresó. Parecía estar de buena salud, y dos días después de su llegada, se reintegró a sus negocios y a sus deberes en la Iglesia. En la primera oportunidad, ella le contó su sueño. Él le dijo: “Parece referirse a mí, y supongo que significa que debería redoblar mis esfuerzos para conseguir los registros de mis familiares.”
La familia notó que, a medida que pasaban las semanas, él dedicaba gran parte de su tiempo a verificar todos sus registros, para ver si algún nombre había sido omitido y si todos los bautismos, investiduras y sellamientos habían sido registrados y completados. Preparó un libro de recuerdos de su vida, que resultó ser de lo más loable…
Aproximadamente seis meses después de su regreso, su salud se quebrantó y sufrió mucho dolor. Cuando finalmente consultó a un doctor, una radiografía mostró que tenía cáncer. Se aconsejó una operación inmediata, pero la intervención demostró que el cáncer había invadido su estómago e infectado su columna vertebral. Henry Weiss, que no conocía la seriedad de su estado, tenía gran confianza en recuperarse rápidamente. Pero unos días más tarde, el 1 de febrero de 1932, mientras una enfermera acomodaba su cama, se dio vuelta hacia un costado y murió en ese instante.²⁹
Los seres espirituales también pueden interceder por la continuación de la vida de seres mortales, tal como le fue mostrado al hermano Alvin H. Patterson durante una bendición a la esposa de Samuel A. Cornwall, quien, a causa de estar enferma con nefritis e hidropesía, estaba próxima a morir. Más tarde, la hermana Cornwall escribió:
“La bendición fue una manifestación milagrosa del poder del Señor. Durante la oración, el hermano Patterson hizo una pausa de varios segundos, con sus ojos y mente fijos en algo que veía más arriba de él. Y luego, continuó su súplica.
Al momento de ser pronunciadas las últimas palabras de la bendición, sentí como el poder sanador del Señor penetraba todo mi ser, de la cabeza a los pies. Me paré, y supe que mi cuerpo había sido limpiado de toda aflicción. Sabía que había sido curada, que no quedaba en mí vestigio alguno de enfermedad, que había sido restaurada a una perfecta salud.
Cuando terminó la ministración, el hermano Patterson se dirigió a mi madre diciendo: ‘¿Ha perdido usted una hermana?’
‘Sí,’ contestó mi madre. ‘Mi única hermana.’
‘Eso fue lo que pensé,’ continuó él, ‘porque vi a una hermosa mujer joven que intercedía ante los cielos en favor de su hija.’”
Ese milagro sucedió hace unos cuarenta y seis años, y aunque soy madre de cinco hijos —cuatro de ellos vivos— en todos estos años nunca he tenido una recaída de la enfermedad.³⁰
A veces, los espíritus que partieron pueden influir en su propio regreso a la mortalidad. Tal es el caso del élder Brigham Smoot, un misionero que se ahogó en Samoa. La biografía de Edward J. Wood relata lo siguiente:
“Probablemente, la experiencia más notoria de la primera misión del élder Wood se deba a la desobediencia de un misionero al consejo de su madre. Cuando Brigham Smoot salió para su misión en Samoa, le prometió a su madre que nunca iría a nadar al mar. Pero un día después de su llegada a Samoa, se dejó convencer por Edward y se unió al grupo de misioneros que tomaban su baño diario en el mar.
Cuando el nuevo élder estaba entrando al agua, resbaló y cayó en un pozo profundo en el arrecife. Como no sabía nadar, se hundió hasta el fondo. Edward había prometido encargarse de la seguridad del nuevo élder, y al notar su ausencia, comenzó a buscarlo frenéticamente. Pronto lo hallaron en actitud de orar, en el fondo del pozo. Su cuerpo inerte fue arrastrado fuera del pozo y llevado a la playa. De sus ojos, nariz y boca brotaba sangre. El élder Wood dijo que su compañero ‘estaba completamente muerto, sin vida.’
Los élderes intentaron en vano todos los métodos normales de reanimación. Para ese entonces, se había reunido a su alrededor una multitud de nativos curiosos. Alguien relató la muerte de un muchacho nativo que se había ahogado en ese mismo pozo, pero esto no trajo consuelo a los preocupados misioneros. El élder Wood dijo que en ese momento sintió la inspiración del Espíritu de que el único modo en que el espíritu de su compañero reentraría en su cuerpo era mediante una bendición.
Entonces, el cuerpo del élder Smoot fue vestido con un garment limpio y un traje nuevo. Los nativos supersticiosos advirtieron que tratar el cuerpo de esta manera era sacrilegio, pues era interferir entre la vida y la muerte. Sin embargo, obedeciendo la inspiración, el cuerpo fue ungido. Mientras el élder Wood estaba sellando la unción, sintió cómo volvía a la vida el cuerpo del élder Smoot. Poco después de la ministración, el élder Smoot habló con los misioneros y les dio su solemne testimonio. Les contó cómo, en el espíritu, él vio cuando recuperaban su cuerpo del pozo, lo llevaban a la playa y trataban de restaurarlo a la vida. También dijo que tocó al élder Wood en el hombro y le dijo que el único modo de volverlo al cuerpo era usando el sacerdocio que él poseía.”³¹
En los últimos días ha habido numerosas ocasiones en que las oraciones justas y la ministración de los poseedores del sacerdocio han alterado la fecha de la muerte de los enfermos.³² En muchas ocasiones, santos fieles han buscado y recibido la restauración de la salud de sus seres queridos, y han arrebatado a los enfermos de los lazos de la muerte. Los ejemplos de tal ministración son tan numerosos como innecesarios en el presente contexto.
Menos conocido es el hecho de que Satanás también puede enfermar a los mortales hasta hacerlos morir, y que hay ocasiones en que la solicitud de extensión de la vida debe ir acompañada por la reprensión al poder satánico mediante la autoridad del sacerdocio. El presidente Heber J. Grant habló de una experiencia de esa naturaleza con motivo de la enfermedad de su hija:
“Cuando murió mi esposa, llevé a mis tres hijas mayores a Boston, Nueva York y a otros lugares, con la esperanza de que pudieran olvidar la tristeza causada por la muerte de su madre. Cuando llegamos a Washington, dos de ellas cayeron enfermas con difteria. Nunca las había visto tan enfermas. La menor de las dos estaba tan débil que su pulso latía solamente 28 veces por minuto, y sentí que ella se iba a morir. Me arrodillé y oré a Dios para que preservara su vida, ya que había traído a mis niñas al este para aliviar la terrible pena que les afligía. Oré para no tener la tristeza adicional de regresar a casa con una de mis hijas en un féretro. Oré por su vida, derramando lágrimas amargas de humillación.
Mientras oraba, sentí la inspiración de que ella viviría si yo mandaba llamar a los élderes que estaban en Washington en ese entonces, para bendecirla. Algunas personas dicen que no podemos saber con certeza si recibimos manifestaciones del Señor. Pues bien, yo sé que estaba derramando lágrimas de tristeza, miedo y angustia mientras oraba, y sé que inmediatamente después recibí el testimonio del Espíritu de que mi pequeñita viviría. Derramé lágrimas incontables de gozo, gratitud y agradecimiento a Dios, dándole gracias por enviarme la inspiración de hacer venir a los élderes para que bendijeran a mi hija.”
“En esa época, Hiram B. Clawson y George Q. Cannon estaban en Washington y envié por ellos. Cuando George Q. Cannon puso sus manos sobre la cabeza de mi hija para sellar la unción que le había sido dada, hizo una declaración que nunca había oído antes, ni he vuelto a escuchar después en ninguna oración. En resumen, dijo: ‘El adversario, el destructor, ha decretado tu muerte y ha anunciado públicamente que morirás; pero por la autoridad del sacerdocio del Dios Viviente, nosotros reprendemos al decreto del adversario y decimos que tú vivirás y no morirás; que vivirás para llegar a ser una madre en la Iglesia de Cristo.’”
“Ella vivió para ser madre, y por la providencia del Señor, sus hijos fueron los bisnietos del hombre que ejerció el sacerdocio y le dio esa bendición.”³³
Cuando la ministración del sacerdocio se realiza sin inspiración, no refleja la voluntad del Señor. Las promesas que se hagan en esa ocasión también tienen el poder del sacerdocio y pueden alterar el tiempo de la muerte del receptor, pero no necesariamente para su beneficio y bienestar. Es posible que haya habido veces en que aquellos señalados para morir hayan sido mantenidos vivos, sufriendo dolores y dificultades innecesarios, sin que ello fuera la voluntad del Señor. Comentando sobre este problema, el élder Spencer W. Kimball dijo:
“Los poderes del sacerdocio son ilimitados. Sin embargo, Dios sabiamente ha puesto ciertas limitaciones sobre cada uno de nosotros. Yo puedo desarrollar el poder del sacerdocio a medida que perfecciono mi vida, pero estoy agradecido de no poder sanar a todos los enfermos, aun con el poder del sacerdocio. Pues podría curar a personas que deben morir. Podría aliviar el sufrimiento de personas que debieran de sufrir. Temo que frustraría los propósitos de Dios…
Con poder ilimitado podría haber sanado a mi padre y madre. Pudiera no haberlos dejado morir jamás.
¿Tomaríais vosotros la responsabilidad de traer nuevamente a la vida a vuestros seres queridos? Yo mismo vacilaría en hacerlo. Agradezco el que siempre podamos orar: ‘Hágase Tu voluntad, porque Tú sabes lo que es mejor.’ Me siento feliz de no tener que tomar esas decisiones. Podríamos condenar a nuestros seres queridos a la pérdida de facultades y poderes, o a una ruina terrible.”³⁴
Las bendiciones en las cuales no se recibe guía directa deberían dejarse a la voluntad del Señor, recordando el mandamiento y promesa del Salvador:
“Y los élderes de la iglesia, dos o más, serán llamados, y orarán por ellos y les impondrán las manos en mi nombre; y si murieren, morirán para mí, y si vivieren, vivirán para mí.”³⁵
Heber Q. Hale, después de su visita al mundo espiritual donde vio a los espíritus de los muertos y le mostraron las razones por las cuales algunos habían muerto, enfatizó que las ministraciones del sacerdocio deben ajustarse a la voluntad de Dios:
“Cuando un hombre se enferma, la pregunta de mayor importancia no es si va a vivir o morir. ¿Qué importa si vive o muere, si la voluntad del Padre es hecha? Seguramente podemos confiar nuestro ser querido a Dios.
El deber y el privilegio de ministrar por el Santo Sacerdocio reside en lo siguiente: se da a los élderes de la Iglesia la facultad de discernir la voluntad del Padre concerniente a aquellos sobre cuyas cabezas ponen sus manos. Si por alguna razón no son capaces de presagiar la voluntad del Padre, entonces deben continuar orando con fe por el afligido, humildemente, pero concediendo supremacía a la voluntad de Dios, para que ésta pueda ser cumplida tanto en la tierra como en los cielos.”³⁶
Al saber de la muerte de un amigo íntimo y de la gloriosa misión que le aguardaba, el presidente Hale recibió este conocimiento sagrado:
“Entonces, como ráfaga, a mi mente vino esta verdad abrumadora: que la voluntad del Señor puede ser hecha en la tierra como lo es en el cielo solamente cuando nos sometemos completamente a Su voluntad y permitimos que ésta se haga en nosotros y por nuestro medio.
Es por culpa del egoísmo del hombre, al anteponer su deseo personal a la voluntad de Dios, que muchas personas, que de otro modo hubieran sido llevadas en inocencia y paz, se les ha permitido vivir pasando una vida de sufrimientos y miseria, corrupción y crimen, y viviendo a su propio riesgo.”³⁷
El Tiempo Señalado para Morir Puede Ser Cambiado por la Iniquidad
Parece que aquellos que cometen transgresiones pueden acortar el período que se les permite permanecer sobre la tierra. El escritor de Eclesiastés amonestó:
“No hagas mal mucho, ni seas insensato; ¿por qué morirás antes de tu tiempo?”³⁸
Job también observó que el pecado puede causar que los hombres mueran antes del tiempo asignado. Con respecto a los que murieron en los días de Noé, Job preguntó:
“¿Quieres tú seguir la senda antigua que pisaron los hombres perversos?
Los cuales fueron cortados antes de tiempo,
cuyo fundamento fue como un río derramado,
que decían a Dios: Apártate de nosotros.”³⁹
El profeta Alma vio que Satanás buscaba arrastrar a los inicuos a su reino espiritual, y, hablando de la muerte de Zoram el anticristo, dijo:
“…y así vemos que el diablo no amparará a sus hijos en el postrer día, antes los arrastra aceleradamente al infierno.”⁴⁰
De acuerdo con Brigham Young, el profeta José Smith enseñó que la muerte prematura también es un medio por el cual el Señor protege a aquellos que han trabajado valientemente en Su causa, para que no pierdan su exaltación cayendo en tentación o apostasía:
“Antes de su muerte, José tuvo una revelación concerniente a sí mismo y a otros, la cual expresaba que habíamos pasado la prueba y que nunca apostataríamos de la fe en el santo evangelio. ‘Y’, dijo José, ‘si hay algún peligro de que lo hagáis, el Señor os tomará para sí inmediatamente, porque no podéis desviaros de la verdad.’
Cuando los hombres y las mujeres han llegado a un cierto nivel en sus obras en esta vida, Dios pone un sello sobre ellos para que nunca puedan rechazar a su Dios o a Su reino, porque antes que lo hagan, Él los llevará consigo de inmediato. Probablemente eso es lo que sucede con muchos de los élderes que son llevados de nuestro lado y por los cuales muchos lloran sin entendimiento. Yo digo: dad gracias a Dios, porque si ellos hubieran vivido habrían tenido que pasar pruebas que no podrían superar. Todo está bien, bendito sea el nombre del Señor.”⁴¹
Cuando Heber C. Kimball estuvo sujeto a una prueba muy difícil en su vida, recurrió al profeta José para que intercediera por él ante el Señor, y recibió la siguiente revelación por medio del profeta:
“Dile que vaya y haga lo que le ha sido ordenado, y que si yo veo algún peligro de que apostate, lo traeré a mi lado.”⁴²
Así que la iniquidad es otra razón por la cual algunas personas mueren antes de la hora señalada, antes de haber completado la misión de su vida.
Muchos Mueren para Cumplir con Responsabilidades en el Mundo Espiritual
Tanto en las enseñanzas de las autoridades generales de los Santos de los Últimos Días, como en las declaraciones de los que han vuelto a la tierra desde más allá del velo, surgen abundantes evidencias de que muchos mueren para cumplir con responsabilidades en el mundo espiritual. Aparentemente, hay una necesidad continua de servicio allá, y quienes están en posiciones de autoridad tienen el poder de llamar a seres mortales por medio de la muerte, de la misma manera que, aquí en la tierra, los líderes de la Iglesia llaman a personas a trabajar en posiciones de responsabilidad.
En una ocasión, Brigham Young comentó sobre las labores de José Smith en el mundo espiritual, y dijo:
“Él está llamando a uno tras otro para auxiliarlo, a medida que el Señor observa que él requiere ayuda.”⁴³
El presidente Wilford Woodruff enseñó algo similar cuando expresó su opinión de que, en el otro lado, debió haberse llevado a cabo un concilio en el cual se decidió llamar al otro lado del velo a un número mayor de lo acostumbrado:
“Cada apóstol, setenta, élder, etc., que ha muerto en la fe, tan pronto pasa al otro lado del velo, comienza a trabajar en la obra del ministerio. Allí hay que predicar miles de veces más que aquí. Últimamente he sentido como si nuestros hermanos al otro lado del velo hubieran celebrado un concilio, y le hubieran dicho a éste y a aquél: ‘Cesa tu obra en la tierra, ven aquí, necesitamos tu ayuda,’ y ellos han llamado a este hombre y a aquel otro. Eso es lo que me parece al ver tantos hombres que han sido llamados de entre nosotros recientemente.”⁴⁴
Luego habló de una significativa experiencia que indica el poder de llamar a través del velo y el poder de selección que tienen los líderes de la Iglesia en el mundo espiritual:
“Si me permiten, voy a relatar un hecho de mi conocimiento con relación al obispo Roskelley, de Smithfield, Utah. En una ocasión cayó repentinamente enfermo, casi a las puertas de la muerte. Mientras yacía en tal estado, el presidente Peter Maughan, quien ya había muerto, vino a él y le dijo: ‘Hermano Roskelley, tuvimos un concilio al otro lado del velo. He tenido mucho que hacer, y por eso me han dado el privilegio de venir aquí y designar a un hombre para que venga a ayudarme. En el concilio me dieron tres nombres. El suyo es uno de ellos y quiero investigar su situación.’
El obispo le dijo lo que él tenía que hacer y conversaron como un hombre habla con otro. Luego el presidente Maughan le dijo: ‘Pienso que no lo llamaré a usted. Creo que quizás usted es más necesario aquí que alguno de los otros.’ A partir de ese momento el obispo Roskelley mejoró.
Poco después, el segundo hombre se enfermó pero, sintiéndose incapaz de ejercitar la fe suficiente, el obispo no fue a verlo. Al poco tiempo este hombre se recuperó y, al encontrarse con el hermano Roskelley, le dijo: ‘La otra noche vino a verme el hermano Maughan y me dijo que había sido enviado para llamar a un hombre de nuestro barrio.’ Nombró a dos hombres, como en el caso del hermano Roskelley. Pocos días después, el tercer hombre se enfermó y murió. Yo menciono esto para ilustrar un principio: ellos trabajan del otro lado del velo, y cuando necesitan a alguien, lo llaman.”⁴⁵
Algo similar ocurrió en Canadá, en 1921, después de un acuerdo entre Edward J. Wood, presidente de la estaca de Alberta, y Henry L. Hinman, el patriarca de esa estaca. Se prometieron mutuamente que quien muriera primero de los dos regresaría y le contaría al otro sobre la obra que se estaba realizando en el mundo espiritual:
“Otra ocasión memorable en la vida del presidente Wood tuvo lugar en 1921. El ‘tío’ Henry L. Hinman, patriarca de la estaca y última persona viva entre los Santos canadienses que conoció al profeta José Smith, hizo medio en broma un acuerdo con Edward Wood. Los dos hombres, mientras hablaban del mundo espiritual, convinieron en que el primero de ellos que muriera regresaría y le contaría al otro de la obra que se realiza allí. Poco tiempo después falleció el ‘tío’ Henry.
Más tarde, el presidente Wood contó una experiencia increíble en la cual Henry L. Hinman cumplió con su promesa y regresó a hacer una visita final a su amigo. Una noche despertó y vio al tío Henry parado en la puerta de su dormitorio. Su primer pensamiento fue que el patriarca había venido a buscarlo, así que se levantó y saludó al espíritu visitante. El presidente Wood recordó más tarde que se dio cuenta de que su cuerpo yacía en la cama, y se preguntó qué pensaría su esposa al descubrir que él había dejado su cuerpo.
El hermano Wood preguntó al tío Henry si ya había visto a Elías, su profeta bíblico preferido. La respuesta fue que había estado demasiado ocupado y no había tenido tiempo de ir adonde estaba Elías. Explicando la naturaleza de su activa vida en el mundo espiritual, el patriarca dijo que estaba trabajando en la obra misional. Le habló de seis hombres que acababan de ser llamados para ayudar allí en la obra. Tres de ellos aún vivían y eran miembros del sumo consejo de la estaca de Alberta. Esto dejó perplejo al presidente Wood, quien pensó que sería mejor escribir los nombres de los tres, para no olvidarlos. Fue hasta su mesita de noche y, aunque los recordaba, no los pudo escribir. Cuando se volvió para seguir hablando con su visitante, comentando que eso no lo podía entender, lo vio pasar a través de la puerta y marcharse.
Cuando ‘volvió’ a su cuerpo, despertó a su esposa y le contó la visita que había recibido, pero no pudo recordar cuáles eran los tres del sumo consejo que habían sido llamados.
Poco después de tener esta experiencia, el presidente de la estaca fue llamado para bendecir a uno de los miembros de su sumo consejo, Willard G. Smith. Dijo que cerca del enfermo vio escritas las palabras: ‘Este es uno de los hombres.’ El hermano Smith le dijo: ‘Usted sabe que voy a morir. Quiero que junte a mis hijos para terminar mi obra en el templo.’ Falleció al día siguiente.
Aproximadamente dos semanas más tarde, cuando el presidente de la estaca entraba al hogar de Ephraim Harker, otro miembro de su sumo consejo, dijo que oyó una voz diciendo: ‘Este es otro de aquellos tres hombres.’ Poco después, él expiró. Pasó otra semana y el presidente Wood fue al hospital a visitar a John Heninger, otro miembro del sumo consejo. Dijo que supo por inspiración que este hombre era el último de los tres. Cuando estaba por bendecirlo, el presidente Wood vaciló. El hermano Heninger dijo: ‘Voy a partir inmediatamente y usted ya lo sabe, ¿no es así?’ El presidente Wood lo bendijo, pero no para que se recuperara. Falleció esa misma semana.”
El presidente Wood concluyó que estas experiencias: ‘Son una visión maravillosa y un testimonio de la identidad del espíritu cuando está separado del cuerpo.’⁴⁶
Durante su visita al mundo de los espíritus, el presidente Heber Q. Hale vio que:
“El nacimiento en el mundo espiritual, para las personas justas, es un privilegio glorioso y una bendición. A los espíritus más grandes de la familia del Padre usualmente no se les ha permitido permanecer en la carne más del tiempo suficiente para llevar a cabo una misión. Luego son llamados al mundo de los espíritus, donde el campo es más grande y hay menos trabajadores. De modo que la carrera en esta tierra puede ser más larga o más corta según los deseos del Padre.”⁴⁷
Puede verse que la obra de la Iglesia en el mundo espiritual tiene prioridad sobre la Iglesia organizada entre los mortales. Aparentemente, aquellos que están en posiciones de autoridad más allá del velo tienen el derecho de llamar, por medio del proceso de la muerte, a mortales para que los ayuden. Incluso pueden afectar y alterar el tiempo predeterminado de la muerte de un individuo.
A Algunos Mortales se les Da la Oportunidad de Escoger Entre la Vida y la Muerte
A algunos mortales que se encuentran al borde de la muerte, debido a enfermedades graves o accidentes, se les permite entrar brevemente al mundo espiritual para luego decidir por ellos mismos si desean continuar sus vidas mortales o morir. Esa fue la alternativa dada en 1838 a Phoebe Whittemore Carter Woodruff, esposa de Wilford Woodruff. Su marido lo relata de esta manera:
“El 3 de diciembre encontré a mi esposa muy débil. Pasé el día cuidándola, y al día siguiente fui a Eaton para recoger algunas cosas para ella. Parecía empeorar gradualmente. Esa noche, el espíritu aparentemente dejó su cuerpo, y murió. Las hermanas se reunieron sollozando a su alrededor, mientras yo la miraba con tristeza. Pero el espíritu y el poder de Dios comenzaron a reposar sobre mí, y por primera vez durante su enfermedad, mi alma se llenó de fe, aunque ella yacía ante mí como una muerta.
Yo tenía algo de aceite que había sido consagrado en Kirtland para ungir. Lo tomé y lo consagré nuevamente ante el Señor para la unción de los enfermos. Entonces me incliné ante el Señor, oré por la vida de mi compañera, y ungí su cuerpo con el aceite en el nombre del Señor. Luego puse mis manos sobre ella y, en el nombre de Jesucristo, reprendí al poder de la muerte y del destructor, y les ordené que se fueran de ella y que el espíritu de vida entrara en su cuerpo. Su espíritu retornó al cuerpo, y desde ese mismo momento sanó. Y todos nosotros convenimos en alabar el nombre de Dios, confiar en Él y guardar sus mandamientos.
Mientras yo estaba pasando esta prueba (según el relato que hizo mi esposa más tarde), su espíritu dejó el cuerpo. Ella vio su cuerpo reposando en la cama, y también vio a las hermanas llorando. Las miró, me miró a mí y a su bebé, y mientras contemplaba esta escena, entraron al cuarto dos personas llevando un féretro y le dijeron que habían venido a buscar su cuerpo. Uno de esos mensajeros le dijo que ella tendría la oportunidad de escoger. Podía ir a descansar en el mundo espiritual o, bajo cierta condición, podría tener el privilegio de regresar a su tabernáculo y continuar con sus tareas en la tierra. La condición era que ella podía regresar si se sentía capaz de permanecer junto a su esposo hasta el fin, pasando con él todas las preocupaciones, pruebas, tribulaciones y aflicciones de la vida que él tendría que atravesar por amor al evangelio. Cuando miró a su esposo y al bebé, contestó: ‘Sí, lo haré.’ En el momento en que tomó esa decisión, el poder de la fe reposó sobre mí, y cuando la bendije, su espíritu volvió a su tabernáculo y vio que los mensajeros sacaban el ataúd por la puerta.”⁴⁸
Marriner W. Merrill, quien a principios de la década de 1860 resultó herido de gravedad en un accidente en Richmond, Utah, tuvo la oportunidad de elegir entre la vida y la muerte, y escogió permanecer en la mortalidad. Posteriormente llegó a ser presidente del Templo de Logan, en Utah, y apóstol. Su hijo narra el accidente y su experiencia en el mundo espiritual:
“En la parte norte de Utah los indios nunca habían causado muchos problemas, pero a veces surgían situaciones amenazadoras. En una de esas ocasiones, mi padre y algunos otros hombres fueron llamados para proteger a los colonos que estaban más al norte.
Antes de su partida cayó una lluvia copiosa que dejó el campo y los caminos tremendamente barrosos y resbaladizos. Mi padre tomó un desvío y, cuando se había alejado una pequeña distancia del grupo, su caballo resbaló y cayó sobre él. Cuando los otros hombres de la partida llegaron al lugar, papá estaba inmóvil y aparentemente muerto.
Mi padre cuenta que su espíritu dejó el cuerpo y se paró como si estuviera en el aire sobre él. Podía ver su cuerpo, a los hombres a su alrededor y oír lo que conversaban. Dado la opción de volver a su cuerpo o permanecer en el espíritu, reflexionó sobre sus responsabilidades hacia su familia, sobre su gran deseo de vivir, y escogió entrar en su cuerpo y vivir. Al hacerlo, recuperó el conocimiento y sintió el dolor ocasionado por las heridas sufridas en el accidente.”⁴⁹
Peter E. Johnson, quien entró al mundo espiritual mientras cumplía una misión para la Iglesia, también pudo optar entre la vida y la muerte. Su experiencia resulta interesante porque obtuvo el privilegio de elegir regresar a la tierra gracias a la insistencia de sus antepasados ya fallecidos, que anhelaban intensamente que él permaneciera en la tierra para hacer la genealogía y la obra del templo por ellos. Como en otros casos en que a los que ingresan al mundo espiritual se les permite elegir, al élder Johnson se le permitió ver los sentimientos de otros que quedaron en la tierra, antes de tomar su decisión. El siguiente es el relato de la conversación que sostuvo con varios apóstoles más allá del velo:
“Tan pronto como entré en su presencia, me preguntaron si deseaba permanecer allí. Esto me pareció extraño, porque nunca se me había ocurrido que en el mundo espiritual se pudiera escoger entre permanecer allí y regresar a la vida terrenal. Me preguntaron si me satisfacían las condiciones imperantes allí. Les dije que sí, y que no deseaba volver a los sufrimientos de la fiebre y la miseria que había padecido en el cuerpo. Después de conversar un rato, me repitieron la pregunta y yo di la misma respuesta.
Luego pregunté: ‘Si me quedo aquí, ¿qué me pedirán que haga?’ Se me informó que allí predicaría el Evangelio a los espíritus, así como lo había hecho en la tierra, y que lo haría bajo la dirección personal del profeta José Smith…
Nuevamente me preguntaron si deseaba quedarme. Eso me molestó bastante porque ya había contestado que estaba satisfecho. Entonces inquirí por qué me preguntaban tantas veces si yo estaba conforme y deseaba permanecer allí. Entonces me informaron que mis progenitores habían pedido que, si yo así lo escogía, se me concediera el privilegio de regresar y tomar mi cuerpo de nuevo para que pudiera recoger la genealogía de mi padre y hacer la obra en el templo por mis antepasados.
Como yo no me decidía, uno de los apóstoles dijo: ‘Te mostraremos ahora lo que sucederá si tú permaneces aquí en el mundo espiritual, y después podrás decidir.’
Cuando regresamos al lugar donde yacía mi cuerpo, me informaron con énfasis que mi primer deber sería velar por mi cuerpo hasta que fuera sepultado, porque ese conocimiento me sería necesario en la resurrección. Luego vi a los élderes enviar un mensaje al presidente Rich, en Chattanooga, y en el momento debido se hicieron todos los preparativos para enviar mi cuerpo a Utah. Algo que me pareció peculiar fue poder leer el telegrama mientras iba por los cables con tanta facilidad como podía leer las páginas de un libro.
Pude ver al presidente Rich cuando recibió el telegrama en Chattanooga. Caminaba de un lado a otro, estrujándose las manos, mientras pensaba: ‘¿Cómo puedo enviar este mensaje a su padre?’
Finalmente fue enviado el mensaje, y yo pude seguirlo por los cables. Vi la estación y al operador del telégrafo en Price, Utah. Cuando llegó el mensaje, oí el sonido del aparato y vi cómo el operador lo escribía. Después vi cómo lo enviaba por teléfono desde Price a Huntington. Allí vi claramente la oficina y al hombre que recibía el mensaje. Podía ver a la gente en la calle con total claridad. No necesitaba oír lo que decían, porque podía leer los pensamientos en sus semblantes.
Entregaron el telegrama a mi tía, quien, junto con otros, fue a buscar a mi padre. Más tarde mi padre recibió el mensaje. No pareció estar sobrecogido por las noticias, pero de inmediato comenzó a hacer arreglos para recoger mi cuerpo.
Luego vi a mi padre en la estación del ferrocarril en Price, aguardando la llegada de mi cuerpo. Aparentemente estaba impasible, pero cuando oyó el silbido del tren que traía mi cuerpo, se fue detrás del edificio y se puso a llorar como si se le hubiera destrozado el corazón. Mientras acompañaba a mi cuerpo en la ruta, también pude ver lo que sucedía en casa. Aparentemente la distancia no afectaba mi visión.
Cuando el tren se aproximó a la estación, me senté junto a mi padre, y al ver la gran angustia que lo afligía, informé a mi acompañante que regresaría. Él expresó su aprobación y dijo que estaba complacido con mi decisión.
Mediante algún poder espiritual, todas estas cosas me habían sido mostradas tal como hubieran ocurrido si yo hubiera decidido no retornar a mi cuerpo. Inmediatamente después de tomar esta decisión, mi compañero me dijo: ‘Muy bien, tus antepasados estarán complacidos con tu decisión.’ Pregunté por qué, y me dijo que ellos deseaban que yo regresara a mi cuerpo.”⁵⁰
Parece que, para regresar a la tierra una vez que se ha pasado al mundo de los espíritus, debe obtenerse un permiso especial de las autoridades de la Iglesia más allá del velo. La esposa de David Lynn Brooks mencionó haber recibido tal permiso cuando retornó para visitar a su acongojado esposo, dos años después de su muerte, ocurrida el 26 de mayo de 1945. El élder Brooks escribió:
“Entré en la casa, apagué las luces y me recosté en el sofá para descansar durante unos minutos. Apenas me senté, oí la voz de mi esposa orando. ¡Oh, cuán maravilloso fue oír esa hermosa voz que reconocí al instante! Al final de la oración estaba tan tenso que a duras penas me animaba a respirar, por miedo a perturbar esa experiencia tan bella.
Inmediatamente vi una luz —no era una luz brillante, sino tenue— que llenó el cuarto y empezó a dividirse en el centro como una cortina. Cuando se separó, en la abertura apareció la visión más hermosa del mundo: mi amada esposa. Se paró a unos dos metros de distancia de mí y no trató de acercarse más. Me habló diciendo: ‘Lynn, he visto tu pena y tu tristeza, pero no pasará mucho tiempo para que estemos juntos otra vez y podamos disfrutar de nuestro amor y mutua compañía. Quise venir a verte antes, pero recién esta noche recibí permiso del sacerdocio para visitarte.’
Dijo que mi aflicción la había hecho sentir triste y que yo debería tratar de ser feliz. Cuando la necesitara, dijo, debería llamarla u orar, y ella estaría conmigo, aunque no la volvería a ver hasta que yo fuera al mundo de los espíritus. Luego me invitó a mirar al mundo espiritual y me preguntó qué podía ver en él. Le dije que podía ver un grupo de personas en una habitación, sentadas ante una mesa o escritorio, con lápices y libros de apuntes. Entonces ella preguntó: ‘¿Conoces a esa gente?’ Le dije que no reconocía a ninguno de ellos.
Entonces me preguntó si recordaba a las personas por las cuales habíamos hecho la obra del templo en 1929 y 1930. Ella y yo habíamos trabajado todo el invierno recogiendo la genealogía de su gente y después habíamos hecho la obra vicaria por ellos. Luego me dijo que había sido llamada por el sacerdocio a enseñar el Evangelio a esas personas, y que ella se sentía muy feliz haciendo ese trabajo. Después me pidió que no me entristeciera porque ella siempre estaba cerca de mí. En seguida se despidió. La luz de ambos lados se recogió y se fue. Cuando se cerró la visión yo estaba de pie, las lágrimas corrían a caudales por mis mejillas, pero en esta ocasión las lágrimas no eran de tristeza, sino de alegría.”⁵¹
Parece que a algunos que entran al mundo espiritual antes de tiempo no se les da la oportunidad de escoger entre la vida y la muerte. Al contrario, se les exige regresar y dejar que sus vidas sigan su curso. Ese fue el caso de Alpheus Cutler, quien regresó del mundo espiritual y más tarde apostató de la Iglesia, formando una iglesia disidente conocida como “La Verdadera Iglesia de los Santos de los Últimos Días.” Años después dio su testimonio a su nieto, Abraham A. Kimball, quien lo relató de esta manera:
“Sé que José Smith fue un profeta de Dios y que Brigham Young es su sucesor legal, y siempre lo supe. Mi problema fue que yo quería dirigir y no podía ser dirigido. He corrido mi carrera y sellado mi condena, y yo sé lo que he de encontrar.”
“En una ocasión yo fallecí y estuve muerto durante cierto tiempo. Mi espíritu dejó el cuerpo y fui a la región de los espíritus. Vi la corona que recibiría si permanecía fiel, y la condenación que habría de recibir si no lo hacía. Imploré quedarme, pero me informaron que debía regresar y amonestar a la gente para que se arrepintiera, ya que mi trabajo en la tierra aún no había sido terminado.”
“Después de que mi espíritu regresó a mi cuerpo, di apariencia de estar vivo. Mis primeras palabras fueron dirigidas a Sidney Rigdon, quien estaba inclinado sobre mí. Le dije que se arrepintiera o que sería condenado.”
Aquí mi abuelo hizo una pausa, pero luego continuó, diciendo: ‘Quiero que regreses con tu padre. Lleva a tu hermano Isaac contigo, porque sé que es un buen hombre, y permaneced constantes al mormonismo.
Apartaos de lo que os pueda desviar; perseverad, porque eso os salvará y os exaltará en el reino de Dios.’”
Después de decir esto, lloró como un niño. Luego me dijo: ‘Quiero pedirte un favor, y es que no divulgues esta confesión entre aquellos a quienes ahora dirijo mientras yo viva.’”⁵²
Otros Factores que Afectan el Tiempo de Morir
Además de las peticiones de los justos, las obras de los inicuos, los requisitos de organización del mundo espiritual y la decisión personal de los seriamente heridos o enfermos, otras circunstancias pueden ocasionar la muerte antes del tiempo señalado por el Señor. Las guerras, plagas, accidentes y homicidios ocasionan pérdidas de vidas, y es difícil suponer que todos los que mueren de ese modo pasen el velo en el momento y de la manera determinada previamente.
El presidente Brigham Young creía que las enfermedades y plagas de la tierra causaban que muchos murieran antes de tiempo. Él dijo:
“No es el propósito del Padre que la carrera terrenal de alguien termine antes de que haya vivido todos sus días. Y las razones por las cuales tan pocos viven todos los días que les son designados son la fuerza del pecado en el mundo y el poder de la muerte sobre la familia humana. Puede atribuirse a estas causas y no a los designios del Creador el hecho de que las enfermedades anden al acecho y derriben por millones a los ancianos, adultos, jóvenes e infantes y a la familia humana en general.”⁵³
El élder Spencer W. Kimball, en su discurso titulado “Tragedia o Destino”, observó:
“Los estragos de la guerra han arrojado prematuramente a la eternidad a cientos de miles de hombres jóvenes. (…) Yo estoy seguro de que hay un tiempo para morir. No soy fatalista. Creo que muchas personas mueren antes de ‘su tiempo’ porque son descuidadas, abusan de sus cuerpos, toman riesgos innecesarios o se exponen a peligros, accidentes y enfermedades.”⁵⁴
El Señor parece decir que los enfermos que “no tengan fe para ser sanados” pueden vivir, a menos que su muerte esté determinada por estar “señalados para morir.”⁵⁵ El élder Kimball comentó sobre este pasaje de Doctrina y Convenios, diciendo:
“Si alguien no está señalado para morir, y ejerce una fe suficiente, puede conservar la vida. Pero muchos mueren antes de tiempo por no tener suficiente fe.”⁵⁶
El presidente Heber Q. Hale, quien conversó con muchos seres espirituales durante su entrada al otro lado del velo, aprendió que algunos mueren antes de tiempo debido más a circunstancias externas que al hecho de ser llamados al mundo espiritual. Él escribió:
“Muchos mueren porque no tienen bastante fe para ser sanados. Otros viven y salen del mundo de los mortales sin que haya de por medio ninguna acción o manifestación especial de la voluntad divina.”⁵⁷
Parece que a veces hay individuos que mueren simplemente porque están presentes en ciertos eventos históricos, y no porque se aproxime su tiempo señalado para morir. En algunas ocasiones han muerto docenas o incluso cientos de miles en cumplimiento de edictos divinos y profecías, sin que hayan tenido mucho que ver con la situación. Cuando Elías hizo caer fuego del cielo que consumió a dos grupos de soldados israelitas,⁵⁸ ¿estaba Dios respaldando la predicción de su profeta, o llamando a casa a cientos de hombres en su tiempo señalado para morir? Cuando Gedeón y sus trescientos hombres sorprendieron a las huestes madianitas y los asustaron de tal modo que ciento veinte mil se mataron unos a otros en la oscuridad,⁵⁹ ¿fue esto el cumplimiento de la promesa del Señor a Gedeón, o fueron llamados esos ciento veinte mil soldados madianitas a morir en su momento señalado? Ciento ochenta y cinco mil soldados del rey asirio Senaquerib murieron en una noche durante el sitio de Jerusalén.⁶⁰
¿Fue eso la respuesta a la oración del rey Ezequías pidiendo salvación,⁶¹ o el llamado del Señor a los ciento ochenta y cinco mil soldados al otro lado del velo en su tiempo señalado para morir?
Cuando se discute el tema de las muertes prematuras, debe considerarse otro factor. Parece que Dios, en su sabiduría, puede saber si un individuo necesita permanecer en la tierra por un período más largo para lograr mayor conocimiento y experiencia, o si un corto tiempo en la mortalidad para obtener un cuerpo es suficiente. Algunos seres preterrenales han avanzado tanto que, aparentemente, llevan a cabo mejor su progreso eterno viviendo solo unos pocos días o meses sobre la tierra, para luego seguir progresando después de morir y volver a los reinos espirituales. Antes de venir a la tierra, ya habían progresado tanto que tienen poca necesidad de las experiencias de la vida mortal. José Smith dijo respecto a esto:
“El Señor se lleva a muchos cuando todavía están en la infancia, para que puedan escapar de la envidia del hombre y de las penas y las maldades del mundo. Eran demasiado puros, demasiado bellos para vivir en esta tierra. Así que, si consideramos bien, en lugar de lamentarnos cuando ellos son librados del mal, deberíamos regocijarnos, y pronto los volveremos a ver. (…) La única diferencia entre la muerte del anciano y la del joven es que uno vive más tiempo en los cielos, en la luz eterna y la gloria, y es liberado un poco antes de este mundo miserable e inicuo.”⁶²
Observaciones Relativas a Cuándo y Porqué Mueren los Hombres
En este capítulo se ha mostrado que Dios reina en los asuntos de los hombres. Él determina el tiempo y el lugar del nacimiento del hombre, así como las experiencias mortales más importantes a las que debe enfrentarse. Señala también el tiempo de su muerte. Hay evidencias que indican que los espíritus en la vida premortal pueden haber tenido la oportunidad de tomar decisiones para su vida mortal dentro de esas áreas, sometiéndolas después a la ratificación divina. Esto parece razonable. Es compatible con el método a menudo usado por padres amorosos para lograr mejores resultados con sus hijos, y concuerda con el procedimiento instituido en la Iglesia de Dios para señalar al hombre los caminos a la eternidad. Sin embargo, no se sabe mucho sobre el albedrío del hombre en la existencia premortal en relación con la voluntad divina y la ley de Dios. El hombre no comprende plenamente la manera en que Dios moldea su vida y tiene que confiar, por medio de la fe, en el amor, la justicia, la misericordia y la preocupación de su Padre Celestial. El Salvador enseñó:
“¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
¿Y por el vestido, por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan…
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre Celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”⁶³
La vida y la muerte son inseparables. La muerte es la culminación del proceso de la vida. Dios conoce las necesidades del hombre en la vida y también sabe cuáles son sus necesidades en cuanto a la muerte.
Hay evidencia de que, así como algunos hombres pueden moldear y desarrollar su vida, también pueden determinar su muerte. Parece que a quienes han trabajado valientemente y en rectitud para extender el programa eterno de Dios, el Padre les concede protección contra el peligro, fortalece su fe para que puedan ser sanados, prolonga su vida para que cumplan sus misiones terrenales, o apresura su muerte para que puedan trabajar más allá del velo. Dios escucha las oraciones de los fieles y les permite escoger entre la vida y la muerte. Por medio del entendimiento y de la comunicación que establecen con Dios, los fieles saben y comprenden la voluntad divina, y por eso pueden delinear la vida y el destino eterno que merecen por su virtud. En los concilios eternos se pesa y considera cuidadosamente la decisión de llamarlos a través del velo antes que su tiempo llegue, para una nueva fase de la vida.
En contraste, hay huestes de personas que se han estancado en su progreso mortal. Viven al día y nunca cambian ni crecen en su relación con Dios. Aunque Él los conoce y se preocupa por ellos, no son los obreros valientes de su reino. Se han elevado a un nivel de existencia que únicamente satisface sus necesidades diarias. Aceptarán la vida y la muerte como vengan. Reaccionan a las condiciones externas, pero no actúan por su propia voluntad para mejorar su relación con Dios. Su presencia y su conducta no afectan la condición de la tierra. En el criterio eterno, su situación ante Dios será la misma si mueren mañana o dentro de veinte años.
¿Podría este grupo ser el que, en la muerte tanto como en la vida, llega al mundo espiritual sin que lo llamen, a consecuencia de algún factor externo dentro de su medio ambiente? ¿Mueren antes de tiempo por enfermedades porque no tienen fe para ser sanados? ¿Mueren en accidentes o guerras a causa de su falta de deseo y de habilidad para buscar y obtener guía y protección divinas? Entran a la vida mortal con desinterés y despreocupación y no cumplen con ninguna misión aquí. Entonces llevarán esa misma actitud al mundo espiritual, causando allí poco impacto sobre el programa divino.
¿Quién puede decir si morirán a su tiempo señalado, o si irán al mundo espiritual sin llamamiento divino, por pura casualidad? ¿Qué diferencia causará el tiempo de su muerte en el programa eterno? Aparentemente, ninguna. ¿Qué importancia tiene para ellos que mueran veinte años antes de su tiempo? Tal vez sus amigos lamenten su muerte, pero en la relación eterna el tiempo es insignificante:
“…no todos mueren de una vez, y esto nada importa; todo es como un día para Dios, y solo para los hombres está medido el tiempo.”⁶⁴
Todavía existe un tercer grupo: aquellos que son inicuos y tratan de destruir la obra de Dios. Ellos son llamados por Satanás para que se junten con los inicuos en el mundo espiritual. O, si no, Dios los echa de la tierra para que moren en la presencia de Lucifer. Tales seres a menudo pierden el derecho a cumplir el tiempo señalado para su jornada terrenal, muriendo antes de tiempo por causa de su iniquidad y por haber elegido obedecer a otro maestro.
Todos los hombres deben morir.⁶⁵ No tiene sentido especular sin inspiración sobre el porqué de la muerte de ciertos individuos. Es especialmente en el caso de los muertos cuando deberíamos escuchar el consejo del Salvador: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”,⁶⁶ para evitar ser condenados ante el tribunal de Dios.⁶⁷ Aun así, cuando un ser amado se acerca a la muerte, lo correcto y apropiado es que su familia busque la confirmación revelada de que ese es su tiempo señalado, y que su muerte está de acuerdo con la voluntad divina. El Espíritu Santo es el Consolador, y tal vez más que en ninguna otra circunstancia, su influencia consoladora y su tranquilidad pueden sentirse.
El presidente Heber J. Grant relató cómo fue que buscó esta confirmación espiritual para el beneficio de su hija, cuando murió su primera esposa:
Cuando mi primera esposa murió, en mi mente y en mi corazón yo estaba completamente convencido de que su partida era la voluntad del Señor. Me sometí con humildad ante su muerte. Pero el Señor aprovechó la ocasión para dar a una de mis niñas el testimonio de que la muerte de su madre era la voluntad del Señor.
Aproximadamente una hora antes de que mi esposa muriera, llamé a mis hijos a su habitación y les dije que su madre estaba agonizando, y que se despidieran de ella. Una de las niñas, de doce años, me dijo: “Papá, no quiero que mi mamá muera. Durante seis meses he estado con ella en el hospital en San Francisco. Allí, una y otra vez, cuando mamá estaba mal, tú la bendijiste, su dolor se alivió y ella durmió tranquilamente. Quiero que pongas tus manos sobre su cabeza y la cures.”
Le dije a mi pequeña que todos debemos morir algún día y que en mi corazón tenía la seguridad de que el tiempo de su madre había llegado. Ella y los demás niños salieron del cuarto.
Entonces me arrodillé junto a la cama de mi esposa, que para ese entonces había perdido el conocimiento, y le dije al Señor que reconocía Su mano en la vida o en la muerte, en el gozo o en la pena, en la prosperidad o en la adversidad. Le agradecí por tener el conocimiento de que mi esposa me pertenecía por toda la eternidad, que por medio del poder y autoridad del sacerdocio aquí en la tierra podría y habría de tener a mi esposa para siempre, si tan solo era fiel como ella lo había sido.
Pero le supliqué al Señor con todas mis fuerzas que diera a mi hija el conocimiento de que la muerte de su madre era Su voluntad.
Media hora más tarde, mi esposa expiró, y volví a llamar a los niños al dormitorio. Mi hijito, de cinco años y medio o seis, lloraba amargamente. Pero la niña de doce años lo tomó entre sus brazos y dijo: “No llores, Heber, después que salimos de este cuarto, la voz del Señor desde los cielos me dijo: ‘En la muerte de tu mamá se cumplirá la voluntad del Señor.’”⁶⁸
Dos años después, cuando murió su hijo, el presidente Grant escribió nuevamente cómo el Consolador lo había ayudado a comprender la voluntad del Señor:
Yo había sido bendecido sólo con dos hijos varones. Uno de ellos falleció a los cinco años y el otro a los siete.
El último murió por una infección en la cadera. Yo tenía grandes esperanzas de que él viviría para predicar el Evangelio en su país y en el extranjero, y que me traería honra. Una hora antes de que muriera, soñé que su madre, ya muerta, venía a buscarlo y que traía un mensajero a quien dijo que se llevara al muchacho mientras yo estaba durmiendo.
En el sueño pensé que despertaba y asía a mi hijo, luchando por él hasta que lograba arrebatárselo al mensajero que había venido a buscarlo. Pero al hacerlo, soñé que había tropezado y caído sobre el niño.
Soñé que había caído sobre su cadera adolorida, y que sus terribles gritos de angustia casi me volvían loco. No podía soportarlo. Corrí despavorido fuera de la casa para no oír sus gritos de dolor. Soñé que al salir encontré al hermano Joseph E. Taylor y que le conté estas cosas.
Él me dijo: “Bien, Heber, ¿usted sabe lo que haría yo si mi esposa viniera a buscar a uno de sus hijos? Yo no lucharía por el niño. No me opondría a que se lo llevara. Si una madre ha sido fiel y ha pasado al otro lado del velo, ella sabrá los sufrimientos y angustias por los que el niño podría tener que pasar. Sabría si ese hijo tendría que vivir como un inválido, y si sería mejor y más sabio que ese niño fuera aliviado de la tortura de la vida. Y si se pone a pensar, hermano Grant, que la madre de ese niño descendió a los umbrales de la muerte para darle vida, entenderá que ella es la única que debería tener el derecho de llevarlo o dejarlo.”
Le dije: “Hermano Taylor, creo que usted tiene razón, y si ella regresa, tendrá al niño sin protestas de mi parte.”
Después de haber llegado a esa conclusión, fui despertado por mi hermano B. F. Grant, quien esa noche estaba con nosotros. Entró a la habitación y me dijo que el niño estaba muriendo.
Fui al salón y me senté. Entre mi segunda esposa y yo había una silla vacía, y sentí la presencia de la madre de mi hijo sentada en esa silla. No dije a nadie lo que sentía, pero volviéndome hacia mi esposa le pregunté: “¿Sientes algo extraño?”
“Sí, siento la seguridad de que la madre de Heber está sentada entre nosotros, esperando para llevárselo.”
Yo, según creo, soy un hombre compasivo. Fui hijo único, criado con todo el afecto que una madre pueda prodigar a un hijo. Creo que soy benévolo y considerado por naturaleza, y que vierto lágrimas por mis amigos, lágrimas de alegría por sus éxitos y de tristeza por sus infortunios. Pero me senté junto al lecho de muerte de mi hijito y lo vi morir sin derramar una lágrima. En esa ocasión, mi segunda esposa, mi hermano y yo sentimos una paz dulce y celestial por todo mi hogar, una paz tan grande como jamás en mi vida haya experimentado.
Nadie puede decirme que un Santo de los Últimos Días que tenga en su alma y corazón un conocimiento del Evangelio, pueda realmente llorar por sus seres queridos, excepto para lamentar la pérdida de su compañía aquí en esta vida.⁶⁹
Para el Santo de los Últimos Días que conoce y entiende el eterno plan del Evangelio, la muerte de un ser querido justo es considerada como una oportunidad para el crecimiento y progreso del difunto hacia su meta eterna. Aunque lloran por haber perdido la compañía del ser amado,⁷⁰ los miembros fieles de la Iglesia reaccionan ante la muerte como lo hizo el presidente Grant:
“Nunca pienso que mis esposas, mi querida madre, mis dos hijos varones, mi hija y mis estimados amigos y compañeros muertos están en el cementerio.
Solo pienso en el gozo que disfrutan encontrándose con sus padres, madres y seres queridos que han sido verídicos y fieles al Evangelio del Señor Jesucristo.
Mi mente siente el gozo maravilloso y la satisfacción y felicidad que ellos tienen, y eso le quita su aguijón a la tumba.”⁷¹
Muriendo en el Señor
El profeta José Smith dijo durante su discurso en el funeral de King Follett:
Con respecto a la muerte, ¿de qué tenemos que consolarnos? De todos los pueblos de la tierra, nosotros somos los únicos que tenemos motivos para abrigar la esperanza y el consuelo más grandes por nuestros muertos. Los hemos visto caminar dignamente entre nosotros y dormirse en los brazos de Jesús. Y aquellos que han muerto en la fe, ahora están en el reino celestial de Dios, o sea, en la gloria del sol.
Vosotros, dolientes, tenéis ocasión de regocijaros al hablar de la muerte del élder King Follett. Vuestro esposo y padre se ha ido a esperar hasta la resurrección de los muertos, hasta la perfección del resto. Porque en la resurrección, vuestro amigo se levantará en perfecta felicidad e irá a la gloria celestial, mientras muchos tendrán que esperar miles de años antes de que puedan recibir bendiciones similares. Y vuestras expectativas y esperanzas están muy por encima de lo que el hombre pueda concebir.⁷²
Eso fue lo que dijo de uno que había muerto en el Señor y que gozaría de los privilegios del paraíso de los espíritus y de la primera resurrección. En los últimos días, el Señor ha revelado el estado contrastante entre los que mueren en Él y los que no:
Y acontecerá que los que mueran en mí, no gustarán de la muerte, porque les será dulce;
Y quienes no mueran en mí, ¡ay de ellos! porque su muerte es amarga.⁷³
En otra ocasión, reveló las grandes promesas reservadas para los que mueren en Él:
Sí, y bienaventurados los muertos que mueran en el Señor desde ahora en adelante. Cuando el Señor venga, y las cosas viejas dejen de ser, y todas las cosas se tornen nuevas, se levantarán de los muertos y no morirán después, y recibirán una herencia ante el Señor en la ciudad santa.⁷⁴
Pablo dijo a los santos en Roma que los miembros de la Iglesia que viven para servir al Señor son también los que morirían en Él:
Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.
Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.
Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.⁷⁵
Aun así, en el análisis final, el criterio que separa a los que mueren en el Señor de los que no, depende del grado de rectitud. Como enseñó Pablo:
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado…⁷⁶
Más información concerniente al destino de los justos y de los inicuos en el mundo espiritual se hallará en los capítulos III, V y VI.
RESUMEN
Dios determina el tiempo y lugar de nacimiento del hombre, las circunstancias más importantes de su vida y el momento señalado para su muerte.
Hay evidencias de que, sujeto a la aprobación divina, los espíritus en la vida preterrenal pueden haber escogido, antes de venir a la tierra, a sus padres terrenales, su compañero o compañera en el matrimonio, sus hijos y su ángel guardián. Al hacerlo, aparentemente eligen un entorno social y moral compatible con su propio nivel. También se sobreentiende que tienen el privilegio de escoger la época en la que vendrán a la tierra.
Asimismo, hay indicios de que se les permite escoger el galardón que desean recibir y las actividades y experiencias terrenales necesarias para alcanzarlo.
Todos los hombres tienen un tiempo específico señalado para morir. Aunque este tiempo parece fijarse antes de venir a la tierra, existen evidencias de que puede ser reconsiderado y ajustado durante la vida mortal.
Aquellos que trabajan valientemente en la causa del Señor reciben protección divina para completar su misión terrenal antes de partir. No obstante, con frecuencia el Señor los llama al otro lado del velo tan pronto como concluyen su obra en la tierra.
Aparentemente, muchas personas mueren antes o después de su tiempo señalado debido a los siguientes factores:
A. Las oraciones de los justos, que pueden lograr que sus vidas sean alargadas o acortadas.
B. La iniquidad, que permite que una persona sea llamada por Satanás o expulsada de la mortalidad por el Señor, como ocurrió en los días de Noé.
C. El peligro de que algunos santos pequen o apostaten, cuando de otro modo hubieran merecido la gloria celestial. El Señor ha prometido que, antes de permitir que ciertos individuos pierdan su exaltación, los llamará al otro lado del velo.
D. Un llamado desde el mundo de los espíritus, donde se requieren sus servicios.
E. La decisión personal de permanecer en la mortalidad, ya que a algunos que están al borde de la muerte se les permite escoger entre la vida y la muerte.
F. El deseo de familiares fallecidos, cuya obra puede depender de que un individuo permanezca en la mortalidad para ayudarlos.
G. La falta de fe para ser sanado o la incapacidad de invocar la influencia protectora del Espíritu Santo, permitiendo que factores externos (accidentes, guerras, pestes, etc.) determinen su muerte en lugar de mandatos divinos.
H. El privilegio, bajo dirección divina, de ciertos espíritus selectos que ya han superado la experiencia terrenal y que, por tanto, mueren en la infancia o niñez para evitar la lucha y el sufrimiento de la mortalidad.
Satanás también tiene poder para causar accidentes o enfermedades mortales, aunque este poder puede ser contrarrestado mediante la autoridad del santo sacerdocio.
Las bendiciones del sacerdocio que se otorgan sin inspiración y en desacuerdo con la voluntad divina pueden alterar el curso de la vida o el momento de la muerte, pero a costa del bienestar mortal o eterno del receptor. En ausencia de una manifestación revelada, tales bendiciones deben expresarse como peticiones para que se haga la voluntad del Señor.
Existe evidencia de que quienes van al mundo espiritual necesitan permiso de las autoridades de la Iglesia en ese ámbito para regresar a la mortalidad. Dios no solo tiene el poder de llamar a las personas al otro lado del velo, sino que puede delegar esa autoridad a los líderes del mundo espiritual, quienes pueden convocar a mortales a fin de que les ayuden en sus tareas.
Algunos aspectos conocidos sobre los seres espirituales incluyen:
A. Poseen sentido del tacto; pueden abrazarse, por ejemplo.
B. Pueden ver el futuro y visualizar tanto lo que “podría ser” como lo que “será”.
C. Pueden leer los pensamientos de los mortales al observar sus rostros.
D. Pueden influir en las acciones de los mortales mediante solicitudes específicas hechas desde el mundo de los espíritus.
Generalmente, no sabemos por qué una persona muere ni si murió en su tiempo señalado o no. Los hombres deben abstenerse de juzgar a sus semejantes, tanto en vida como en muerte.
Los santos fieles tienen derecho a saber, mediante el Espíritu Santo, si la muerte cercana de un ser amado concuerda con la voluntad de Dios. El Espíritu también actúa como Consolador en tiempos de dolor y pérdida.
El Señor ha prometido que aquellos que mueran en Él tendrán una muerte dulce, mientras que los que no mueran en Él sufrirán una muerte amarga. El pecado es el aguijón de la muerte.
Aunque los Santos de los Últimos Días pueden llorar la pérdida de la compañía de sus seres queridos, también deben regocijarse al saber que al difunto se le ha permitido progresar a una esfera superior, con capacidades más amplias que las que tuvo durante la mortalidad.
























