La Vida Sempiterna Volumen 1


Capítulo V‌

El infierno


Significado de los Términos Infierno, Hades, Seol, Tártaro y Gehenna

Numerosos pasajes de las Escrituras hacen referencia a un infierno en el cual los espíritus de los inicuos deben sufrir después de la muerte. La palabra infierno es la traducción de palabras de otros idiomas que tienen ese mismo significado. Esas palabras son:

Hades — Este término es griego. La mayoría de las referencias al infierno en el Nuevo Testamento son traducciones de esta palabra.
Seol — Este término es hebreo y generalmente se traduce como infierno. En algunos casos en la Biblia, Seol ha sido traducido como sepulcro o sepultura (Génesis 44:29, 31; Job 7:9; Salmo 30:3), o como abismo (Números 16:30, 33). José Smith utilizó este término en Doctrina y Convenios 121:4.

El profeta José, en su explicación de estas palabras, dijo que se refieren más a menudo a todo el mundo de los espíritus que a la morada específica de los malvados. Tal uso es similar a la variedad de significados del término paraíso, que tratamos en el capítulo III. Su comentario fue:

“Mucho se ha dicho sobre la palabra infierno, y el mundo sectario ha hablado mucho sobre él, describiéndolo como un lago de fuego y azufre. Pero ¿qué es el infierno? Es otro término moderno derivado de la palabra hades…
Hades en griego o Seol en hebreo, ambos significan un mundo de espíritus. Hades, Seol, paraíso, espíritus en prisión, todos ellos son uno: el mundo de los espíritus.”¹

Con relación a la doctrina del infierno, en la Biblia se han usado otros dos términos:

Tártaro — Este término clásico griego fue usado una sola vez en el Nuevo Testamento. Pedro lo utilizó en 2 Pedro 2:4. Al igual que Hades, se traduce al español como infierno.

Gehenna — En la época del Antiguo Testamento, el valle que rodea la ciudad de Jerusalén por el sudoeste era conocido como el valle de los hijos de Hinom. En la época de Cristo, también se le conocía como Gehenna. Antes de que Judá fuera llevado cautivo a Babilonia, muchos niños fueron sacrificados en ese valle, en Tofet (que era un “lugar alto” o sitio de adoración) como ofrendas al dios pagano Moloc. Por eso llegó a ser conocido como “Valle de la Matanza” (2 Reyes 23:10; 2 Crónicas 28:3; 33:6; Isaías 30:33; Jeremías 7:31-34; 19:6, 11-15). Posteriormente, el valle fue usado como el depósito de basura de la ciudad, y continuamente se mantenía fuego ardiendo para quemar los desechos y evitar enfermedades. Aparentemente, el Salvador, en pasajes tales como Marcos 9:43-48 y Mateo 5:22, usó los fuegos que siempre ardían en ese lugar lúgubre como símbolos del horror y la agonía que sufrirían los inicuos después de la muerte.

En este capítulo, el término infierno se usa con el significado específico de la morada de los inicuos en el mundo espiritual, en contraste con el paraíso y con la prisión espiritual, más bien que en el sentido general que se refiere a todo el mundo de los espíritus.

Separación de los Justos y de los Inicuos en el Paraíso y en el Infierno

Hay muchas evidencias de que los justos y los inicuos habitan diferentes áreas del mundo espiritual, y que a los malvados no se les permite entrar al paraíso. El presidente Joseph F. Smith, en su “Visión de la Redención de los Muertos”, observó que los dos grupos están claramente separados, y enseñó que la asociación de los justos en el paraíso está limitada a los miembros fieles de la Iglesia:

“…fueron abiertos los ojos de mi entendimiento, y el Espíritu del Señor descansó sobre mí, y vi las huestes de los muertos, pequeños así como grandes.

Y se hallaba reunida en un lugar una compañía innumerable de los espíritus de los justos que habían sido fieles en el testimonio de Jesús mientras vivieron en la carne,

y quienes habían ofrecido un sacrificio a semejanza del gran sacrificio del Hijo de Dios, y habían padecido tribulaciones en el nombre de su Redentor.

Todos éstos habían partido de la vida terrenal, firmes en la esperanza de una gloriosa resurrección mediante la gracia de Dios el Padre y de su Hijo Unigénito, Jesucristo…

Apareció el Hijo de Dios y declaró libertad a los cautivos que habían sido fieles; y allí les predicó el evangelio eterno, la doctrina de la resurrección y la redención del género humano de la caída y de los pecados individuales, con la condición de que se arrepintieran.

Mas a los inicuos no fue, ni se oyó su voz entre los impíos y los impenitentes que se habían profanado mientras estuvieron en la carne; ni tampoco vieron su presencia ni contemplaron su faz los rebeldes que rechazaron los testimonios y amonestaciones de los antiguos profetas.

Prevalecían las tinieblas donde estos se hallaban; pero entre los justos había paz, y los santos se regocijaron en su redención…”²

Jedediah M. Grant también vio que los inicuos no tenían el privilegio de morar con los justos en el mundo espiritual. Cuando Heber C. Kimball relató la experiencia del presidente Grant, dijo que “vio a los justos reunidos en el mundo espiritual, y entre ellos no había espíritus inicuos.”³ Las observaciones del presidente Grant coinciden con las enseñanzas impartidas dos años antes por Heber C. Kimball:

“Las personas que viven en el camino del rechazo del deber, de la despreocupación y de la desobediencia, cuando partan de esta vida, ¿pueden esperar que sus espíritus se asocien con los espíritus justos en el mundo espiritual? Yo no lo espero, y cuando partáis de este estado de la existencia, lo descubriréis por vosotros mismos.”⁴

Otros que han visitado el mundo de los espíritus testifican continuamente que los justos estaban separados de los inicuos. A menudo describen a un grupo o al otro por separado, lo cual demuestra que los dos grupos no están mezclados. A Lorenzo Dow Young, por ejemplo, se le mostró el estado de los condenados en el infierno:

“Cuando salimos de ese lugar, mi guía me dijo: ‘Ahora te mostraré el estado de los condenados’. Señalando con la mano, me dijo: ‘¡Mira!’

Miré hacia abajo, a través de una distancia incomprensible para mí. Contemplé una vasta región llena de multitudes de seres. Podía ver todo hasta el más mínimo detalle. La multitud que vi era tremendamente miserable.

‘Estos’ —dijo mi guía— ‘son los que rechazaron los medios de salvación que estaban a su alcance, y así trajeron sobre sí la condenación que ves.’

La expresión de sufrimiento en sus semblantes era clara e inequívoca. Indicaba remordimiento, tristeza y desaliento extremos. Parecían conscientes de que ellos mismos eran los únicos responsables por su propia desdicha.

Esta escena me afectó mucho y no pude evitar llorar.”⁵

La horrible miseria de los espíritus en el infierno contrasta con las descripciones de gozo y felicidad de los justos en el paraíso, descritas anteriormente. No hay pruebas de que estas dos condiciones estén entremezcladas, salvo por el hecho de que los misioneros van del paraíso a la prisión espiritual, y allí se encuentran con representantes que provienen del infierno.

Una diferencia clara entre los que moran en el paraíso y los que están en el infierno es que los primeros están libres de las tentaciones de Satanás. El apóstol Pablo, al hablar de aquel que ha muerto “con Cristo”, enseñó que “justificado es del pecado” (Romanos 6:7). El presidente Brigham Young explicó este principio en uno de sus discursos, enseñando que los santos justos que “han sujetado la carne por el poder del sacerdocio” serán aquellos que escaparán del poder de Satanás:

“Cuando los élderes fieles poseedores del sacerdocio van al mundo espiritual, llevan con ellos el mismo poder y sacerdocio que tuvieron en el tabernáculo mortal. Han logrado aquí la victoria sobre el poder del enemigo; por consiguiente, cuando dejan este mundo, tienen perfecto control sobre los espíritus inicuos, y no pueden ser abofeteados por Satanás. Pero mientras se vive en la carne, ningún ser en la tierra puede ser liberado del poder del diablo.

Cuando hemos finalizado esta etapa de la escuela (habiendo descendido debajo de todas las cosas, aprendiendo sobre esta tierra las primeras lecciones para una salvación eterna), si hemos sido alumnos fieles y hemos triunfado, si hemos sujetado la carne por medio del poder del sacerdocio, si hemos honrado nuestros cuerpos, cuando este descienda a la tierra y el espíritu sea liberado de su hogar de barro, ¿tendrá el diablo poder sobre él? No, ni sobre una partícula.

Esta es una ventaja que los fieles ganarán, pero mientras vivan en la tierra, estarán sujetos a los bofetones de Satanás. José y los que han muerto en la fe del Evangelio están libres de esto… José y los fieles que han muerto han obtenido una victoria sobre el poder del diablo que vosotros y yo aún no hemos ganado. En tanto vivamos en estos tabernáculos, estaremos sujetos a las tentaciones y al poder del diablo. Pero cuando muramos, si hemos sido fieles, entonces obtendremos la victoria. Pero aun entonces no habremos progresado tanto como para estar más allá de la vecindad de los espíritus inicuos.”⁷

En el mismo sermón, Brigham Young habló de los espíritus malignos que van al infierno y permanecen bajo la influencia de Satanás:

“Los que intencionalmente fueron inicuos, quienes a sabiendas vivieron sin el Evangelio habiéndolo tenido a su alcance, son entregados al diablo, y se vuelven herramientas del diablo y de los espíritus diabólicos.

Id a la época en que el Evangelio vino a la tierra en los días de José. Observad a los inicuos que se han opuesto a esta gente y la han perseguido hasta la muerte. Todos ellos son enviados al infierno. ¿Dónde están? Están en el mundo espiritual, haciendo todo lo que pueden contra el profeta y los apóstoles, así como contra Jesús y Su Reino. Son tan inicuos y malvados en sus acciones contra la causa de la verdad como lo fueron en la tierra en sus tabernáculos carnales. José también va allí, pero ¿tiene el diablo poder sobre él? No, porque él tiene el poder y las llaves del sacerdocio eterno aquí, y logró la victoria mientras estuvo en la carne.”⁸

Brigham Young también enseñó:

“Si somos fieles a nuestra religión, cuando vayamos al mundo de los espíritus, los espíritus caídos (Lucifer y la tercera parte de las huestes celestiales que se fueron con él, y los espíritus de los inicuos que han morado sobre la tierra), todos ellos juntos no tendrán influencia alguna sobre nuestros espíritus. ¿No es eso una ventaja? Sí. Todos los demás hijos de los hombres están sujetos a ellos en mayor o menor grado, y están sujetos a ellos como lo estuvieron aquí en la carne.

Si triunfamos y conquistamos en el Evangelio aquí en la tierra, en el mundo espiritual nuestros espíritus estarán por encima del poder de los espíritus inicuos.”⁹

Heber C. Kimball hizo un comentario similar, advirtiendo:

“Si los hombres y las mujeres no cumplen con los requisitos, no se santifican y no se purifican, irán al mundo espiritual y allí tendrán una lucha contra los diablos como vosotros jamás la hayáis tenido aquí.”¹⁰

En otra ocasión, Brigham Young enseñó que el rechazo del Evangelio y del espíritu de revelación es lo que causa que los hombres sean desterrados al infierno en lugar de disfrutar de la felicidad del paraíso:

“Cuando la luz del conocimiento de Dios viene a un hombre y él la rechaza, eso es su condenación. Cuando le he dicho todo lo que he sido autorizado a declararle en el nombre del Señor, si él no tiene la visión de la eternidad, para él nada tiene sentido. Para conocer la verdad de mi testimonio, él mismo debe tener las visiones y las revelaciones de Dios. Y cuando las tiene y se desvía, volviéndose traidor a la causa de la justicia, la ira de Dios lo golpeará y la venganza del Todopoderoso caerá sobre él. Esto no viene porque sus padres vivieron en la oscuridad, así como sus antepasados. No viene porque las naciones han vivido y han muerto en la ignorancia. Si viene, es porque el Señor derramó sobre ellos el espíritu de revelación, y ellos lo rechazaron. Entonces están preparados para la ira de Dios, y son desterrados a otra parte del mundo espiritual, donde el diablo tiene poder y control sobre ellos.”

La Obscuridad del Infierno

El profeta Alma, al describirle a su hijo el mundo espiritual, habló de los espíritus injustos a quienes no se les permite disfrutar de la compañía selecta de los justos en el paraíso. Habló del destino que les aguarda en el infierno, describiéndolo como “las tinieblas de afuera”:

“Y entonces acontecerá que los espíritus de los malvados, sí, los que son malos —pues he aquí, no tienen parte ni porción del Espíritu del Señor, porque escogieron las malas obras más bien que las buenas; por lo que el espíritu del diablo entró en ellos y se posesionó de su casa— éstos serán echados a las tinieblas de afuera; allí habrá llantos, lamentos y el crujir de dientes; y esto a causa de su propia iniquidad, pues fueron llevados cautivos por la voluntad del diablo.

Así que éste es el estado de las almas de los malvados; sí, en tinieblas y en un estado de terrible y espantosa espera de la ardiente indignación de la ira de Dios sobre ellos; y así permanecen en este estado, como los justos en el paraíso, hasta el tiempo de su resurrección.”¹²

Otros también han descrito al infierno como un lugar de oscuridad. Pedro escribió: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que habían pecado, sino que, habiéndolos despeñado en el infierno con cadenas de oscuridad, los entregó para ser reservados al juicio”¹³. Judas también se refirió al infierno como un lugar de tinieblas: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, más bien dejaron su habitación, los ha reservado debajo de oscuridad, en prisiones eternas hasta el juicio del gran día”¹⁴.

En Doctrina y Convenios también abundan las referencias al infierno como un lugar de oscuridad. En una ocasión se hizo referencia al “diablo y al oscuro y tenebroso dominio del infierno”¹⁵. El Señor reveló que los inicuos deben ser arrojados “en las tinieblas de afuera, donde es el lloro, el lamento y el crujir de dientes”¹⁶. A los que rechazan a sus siervos, les advirtió:

“…no creísteis a mis siervos, y cuando os fueron enviados, no los recibisteis.
De manera que, sellaron el testimonio y ataron la ley, y vosotros fuisteis entregados a las tinieblas.
Estos irán a las tinieblas de afuera, donde es el lloro, y el lamento, y el crujir de dientes.”¹⁷

Y aún en otra ocasión reveló: “he guardado al resto de los inicuos en cadenas de tinieblas hasta el juicio del gran día…”¹⁸

Sin embargo, términos como “oscuridad”, “tinieblas de afuera” y “cadenas del infierno” son difíciles de comprender. ¿Acaso los espíritus inicuos flotan por el espacio exterior, vagando de un lugar a otro? ¿O están también “sobre esta tierra” junto con los demás espíritus del mundo espiritual? ¿Están atados y encadenados literalmente? ¿Es esta oscuridad tan densa que uno no puede ver ni su propia mano?

El infierno no es la vastedad del espacio exterior, sino un lugar específico. El Señor reveló que hay un “lugar” preparado para el diablo y sus ángeles: “el cual es el infierno”¹⁹.

Una lectura cuidadosa de las declaraciones citadas en el capítulo I con respecto a la ubicación del mundo espiritual indica que tanto el infierno como el paraíso están aquí, en este planeta. Refiriéndose a la gran cantidad de personas que allí se encuentran, el profeta José Smith comentó: “El mundo sectario está yendo al infierno por centenares, millares y millones”²⁰.

¿Qué es esa oscuridad en la que moran esos espíritus? Parece ser la ausencia total de la luz, la guía, la verdad y la inspiración de Cristo. Es la influencia, la oscuridad y la iniquidad de Satanás. Jesucristo es “la vida y la luz del mundo”²¹. Él “da luz a todo hombre que viene al mundo… que escucha la voz del Espíritu”²². La luz que emana de Él vivifica el entendimiento²³. La luz de Cristo es verdad²⁴, y “la luz y la verdad desechan a aquel inicuo”²⁵. Por tanto, Satanás y sus seguidores están desterrados a la oscuridad de la iniquidad y el pecado, sin la iluminación e influencia del Evangelio. Debido a sus obras y tentaciones, la tierra se ha corrompido tanto que “el mundo entero gime bajo el pecado y la oscuridad”²⁶.

Durante la vida mortal, el hombre está sujeto a los inicuos “poderes de las tinieblas”, los cuales “prevalecen en la tierra entre los hijos de los hombres”²⁷, a menos que acepte el Evangelio. Aceptar el Evangelio es librarse de la oscuridad y de la esclavitud de Satanás en esta vida y del infierno en la venidera. Como dijo Alma respecto a los conversos de su época:

“Despertaron para con Dios. He aquí, se hallaban en medio de la oscuridad; no obstante, la luz de la sempiterna palabra iluminó sus almas; sí, los tenían ceñidos las ligaduras de la muerte y las cadenas del infierno, y los esperaba una eterna destrucción.”²⁸

El deseo del Señor es que “sepáis la verdad, a fin de que podáis desechar las tinieblas de entre vosotros”²⁹. Aquellos que rechazan deliberadamente la luz del Evangelio están condenados al infierno, porque “aman más las tinieblas que la luz, porque sus hechos son malos”³⁰, y Satanás “los conduce hasta que arrastra sus almas al infierno”³¹. Una vez en el infierno, están en “las tinieblas de afuera”, donde “no tienen parte ni porción del Espíritu del Señor”³² y están completamente sin la luz de Cristo, enteramente sujetos a Satanás. Como enseñó Jacob:

“Y nuestros espíritus habrían llegado a ser como él, y nosotros seríamos diablos, ángeles de un diablo, para ser separados de la presencia de nuestro Dios y permanecer con el padre de las mentiras, en miseria como él.”³³

Amulek también testificó del destino de los inicuos:

“…Os habéis sujetado al espíritu del diablo, que os sellará como cosa suya; por tanto, se retira de vosotros el Espíritu del Señor y no tiene cabida en vosotros, y el diablo tiene todo poder sobre vosotros.”³⁴

¿Es literal la oscuridad del infierno, o es una expresión figurada que representa la ausencia del Evangelio, la verdad y la luz de Cristo? Parece referirse a una oscuridad literal, porque estar sin la luz de Cristo es estar sin la fuente de toda luz. Tal como se revela en Doctrina y Convenios:

“La cual verdad brilla. Esta es la luz de Cristo. Como también está en el sol, y es la luz del sol, y el poder por el cual fue hecho.
Como también está en la luna, y es la luz de la luna, y el poder por el cual fue hecha; como también la luz de las estrellas, y el poder por el cual fueron hechas.
Y la tierra también, y el poder de ella, sí, la tierra sobre la cual estáis.
Y la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento, la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio, la luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas, que es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas, sí, el poder de Dios que se sienta sobre su trono, que existe en el seno de la eternidad, que está en medio de todas las cosas.”³⁵

Sin embargo, no se sabe si en el reino de Satanás se utiliza luz artificial o si los seres espirituales bajo su dominio tienen necesidad de ella.

¿Cuáles son las cadenas con que Satanás ata a sus seguidores? Alma, el misionero del Libro de Mormón, respondió a esa pregunta. Enseñó que cuando los hombres rechazan el Evangelio y rehúsan buscar las respuestas a los misterios de los preceptos de Cristo:

“…endurecen sus corazones, les es dada la menor porción de la palabra, hasta que nada saben concerniente a sus misterios; y entonces el diablo los lleva cautivos y los guía según su voluntad hasta la destrucción. Esto es lo que significan las cadenas del infierno…

Entonces es cuando aquel que muera en sus pecados, en cuanto a la muerte temporal, padecerá también una muerte espiritual; sí, morirá en cuanto a las cosas que atañen a la justicia.

Entonces es cuando… serán ligados a una sempiterna destrucción, según el poder y cautividad de Satanás, pues él los habrá sujetado a su voluntad.”³⁶

Así, las cadenas del infierno representan la completa sujeción de la voluntad del hombre a la de Satanás. Estando muerto en cuanto a la justicia, y sin la luz ni la verdad de Cristo, el hombre queda sin poder para resistir las demandas del adversario mientras sufre en el infierno.

Los Espíritus Pre-Mortales que Siguieron a Satanás Están Juntos Con los Espíritus de los Mortales Fallecidos que Han Ido al Infierno

Las Escrituras hacen notar que, poco después de la creación de esta tierra, hubo una lucha en los cielos que resultó en la expulsión de Satanás y de un tercio de las huestes celestiales. El Señor reveló a José Smith que Lucifer:

“…se rebeló contra mí, diciendo: Dame tu honra, la cual es mi poder; y también alejó de mí a la tercera parte de las huestes del cielo, por causa de su albedrío; y fueron arrojados abajo, y así llegaron a ser el diablo y sus ángeles; y he aquí, hay un lugar preparado para ellos desde el principio, el cual es el infierno.”³⁷

Juan el Revelador vio la caída de Satanás desde su posición exaltada en los cielos, e indicó lo siguiente:

“Y fue hecha una grande batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lidiaban contra el dragón; y lidiaba el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron, ni su lugar fue más hallado en el cielo.

Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.”³⁸

Ya se ha hecho referencia a la declaración del apóstol Pedro de que “Dios no perdonó a los ángeles que habían pecado”, sino que los arrojó “en el infierno”³⁹. Parece que los espíritus premortales que fueron echados fuera de la presencia de Dios se unen a Satanás en el infierno junto con aquellos que han sido condenados a esa esfera por causa de una vida mortal inicua. Una experiencia del élder David P. Kimball demuestra que ambos tipos de malos espíritus —los que nunca obtuvieron cuerpos y los que los tuvieron y pecaron— combinan sus esfuerzos para cumplir los designios de Satanás.

El élder Kimball los vio el 5 de noviembre de 1881, mientras era transportado en una carreta hacia Wickenburg, Arizona. Según su relato, una fuerte fiebre causada por pulmonía lo había llevado al borde de la muerte el día anterior, y un grupo de ocho espíritus justos había venido a cuidarlo:

“Anduvimos hasta cerca de las 11 de la mañana cuando apareció una hueste de espíritus inicuos. Estaban decididos a destruirme, pero yo tenía el poder mental de no prestarles atención y de dejarlos maldecir todo el día sin escucharlos, en tanto me fuera posible.

Cinco veces se precipitaron en masa hacia la última carreta donde yo estaba. Pero mis amigos espirituales los mantuvieron a cierta distancia.

A eso de las 2 de la tarde, le pedí a mi hijo que se detuviera para dar agua a nuestros caballos. Para ello usamos barriles que traíamos con nosotros. Más tarde caminé hacia el oeste de mis carretas, y mirando hacia el este vi a los espíritus inicuos flotando en el aire, y los oí cantar maldiciones en contra de Brigham Young. También vi otros dos grupos de la misma clase, pero no los oí.

Luego miré hacia el sur, y toda la atmósfera estaba llena de espíritus caídos, de los que no han obtenido cuerpos. Otros que trataban de atormentarme eran espíritus que habían vivido sobre la tierra.

Como había visto a tantos, mi guardia espiritual me felicitó por ver tan bien. Esto me hizo sentir algo tímido, y les pregunté a mis amigos espirituales si tenían alguna ayuda. La respuesta fue: ‘Sí, mucha’.”⁴⁰

Los Espíritus Inicuos Regresan a los Lugares de Sus Pecados Terrenales

Parece ser que los espíritus malvados del infierno tienen la libertad de regresar a los lugares de la tierra donde cometieron grandes pecados. En esos lugares conservan un notable poder para afligir a los mortales que se encuentran cerca. Este principio fue expresado por el profeta José Smith en la época en que una extraordinaria cantidad de enfermedades afligió a los santos después de mudarse a Commerce, Illinois. Muchos miembros de la Iglesia se habían establecido en casas abandonadas. Oliver B. Huntington registró la declaración del profeta de la siguiente manera:

“De pronto, los residentes comenzaron a enfermarse. La enfermedad creció hasta el punto de alarmar a José Smith, quien percibió que esta nueva aflicción tenía un carácter muy particular. Al examinar el asunto —como sólo un profeta y vidente podría hacerlo— comprendió claramente el problema y su origen: esas casas habían sido lugares de iniquidad.

Inmediatamente, el profeta dispuso los medios necesarios para evacuar las casas, trasladando a las personas a tiendas de campaña, y duplicando el número de familias en las mejores viviendas disponibles. Llevó a la familia de mi padre a su propia casa y tienda.

Una vez le oí decir, en referencia a aquellas casas, que habían sido habitadas por personas malvadas, y que, antes de que los santos se mudaran en ellas, debieron haber sido limpiadas a fondo, fumigadas con azufre y blanqueadas. Luego debieron haber sido dedicadas al Señor para el uso previsto.

Esas viejas casas habían sido ocupadas por hombres sin principios —apostadores, bandidos, ladrones licenciosos, etc.— quienes, junto a otros de la misma calaña, las usaban con fines criminales y prácticas inicuas, celebrando allí sus orgías. Mientras estos actos eran cometidos por hombres y mujeres en la carne, los espíritus desencarnados de la misma índole vagaban por esos lugares con gran regocijo, deleitándose en la comisión de los más viles pecados.

Cuando los ocupantes de esas casas murieron, encontraron en el mundo espiritual la compañía de sus nuevos amigos. Y cuando los justos tomaron posesión de esas viejas casas, todos estos espíritus se combinaron para causar la muerte de los nuevos habitantes. De ahí provino tanta enfermedad.

Porque todos los espíritus inicuos —en el cuerpo o fuera de él— se oponen a esta obra y a nuestro pueblo. Los espíritus en el mundo espiritual tienen medios por los cuales pueden afectar a las personas en la tierra, y allí son tan diligentes como aquí, ya sea para hacer el bien o para hacer el mal.”⁴¹

El presidente Brigham Young enseñó algo similar respecto a los ladrones de Gadiantón, una feroz banda de ladrones y asesinos cuyas acciones se describen en el Libro de Mormón. En una ocasión, estando en el tabernáculo de St. George, Utah, y hablando sobre el mundo espiritual, dijo:

“El mundo espiritual está cerca de nosotros, y si se nos quitara el velo de los ojos, ninguno de nosotros se atrevería a salir de este edificio por la cantidad de espíritus de los ladrones de Gadiantón que hay afuera. Aquí es donde viven, en estas montañas.”⁴²

En otra ocasión, Brigham Young declaró:

“Si pudierais ver, caminando por muchas partes de Norteamérica… ¿veríais los espíritus de los inicuos? Sí. ¿Podríais ver los espíritus de los demonios? Sí…”⁴³

Los Espíritus en el Infierno Tratan de Frustrar la Obra de Dios

Aunque los espíritus del infierno acechan y vagan sin rumbo por los ámbitos terrenales donde cometieron sus actos inicuos, no debe suponerse que son indiferentes o desorganizados en sus esfuerzos contra la Iglesia y los representantes de Dios. El Señor advirtió a la Iglesia que “la tierra y el infierno” se combinarían “en contra de vosotros”⁴⁴, y también declaró: “el infierno se encolerizará en tu contra”⁴⁵. A cambio de nuestra fidelidad, prometió: “las puertas del infierno no prevalecerán contra vosotros; sí, y Dios el Señor dispersará los poderes de las tinieblas de ante vosotros”⁴⁶. Asimismo, advirtió que los seguidores de Satanás están organizados en una fuerza militante, afirmando que “el diablo reunirá a sus ejércitos, las huestes del infierno…”⁴⁷.

Heber C. Kimball, mientras servía en una misión en Inglaterra, vio legiones y compañías del ejército de Satanás. Más tarde, en una conferencia en Utah, relató el incidente:

“¿Adónde irán aquellos que rechazan el Evangelio?… Permanecerán donde están, en el infierno, donde mi espíritu estuvo brevemente mientras me hallaba en Inglaterra. ¿Dónde estaba mi cuerpo durante ese corto período? Estaba en Preston, en la esquina de la calle Wilford, pero mi espíritu pudo ver y observar a esos espíritus inicuos tan claramente como podría haberlo hecho después de la muerte.

Legiones de espíritus malignos desencarnados vinieron contra mí, organizados en compañías para tener mayor poder. Pero no tuvieron poder sobre mí en ningún grado, por causa del poder que había en mí y que me sostenía. Tenía el sacerdocio, y su poder estaba sobre mí.

Vi el mundo invisible de los espíritus condenados: aquellos que se oponían a mí, a esta obra y al alzamiento del estandarte de Cristo en esa nación.”⁴⁸

En otra ocasión, el presidente Kimball advirtió:

“Los espíritus de los inicuos que han muerto durante los miles de años pasados están en guerra con los santos de Dios sobre la tierra.”⁴⁹

Por su parte, Brigham Young enseñó que los apóstatas que intentan frustrar el progreso de la Iglesia en esta vida, continúan sus esfuerzos cuando son confinados al infierno:

“Id al tiempo en que el Evangelio vino a la tierra en los días de José Smith. Tomad a los inicuos que se opusieron a nuestro pueblo y persiguieron a nuestro profeta hasta la muerte. Todos ellos fueron enviados al infierno.

¿Dónde están? Están en el mundo espiritual, tan ocupados como pueden, haciendo todo lo posible contra el profeta y los apóstoles, contra Jesús y Su Reino. Son tan inicuos y malvados en sus acciones contra la causa de la verdad como lo fueron en la tierra, en sus tabernáculos carnales.”⁵⁰

No debe suponerse que los espíritus inicuos ignoran que están luchando contra la obra de Dios. Aunque anteriormente se ha demostrado que perdieron el derecho a la luz de Cristo y que el sentimiento de justicia ha muerto en ellos, aún conservan conocimiento del Señor y de Sus obras. Indudablemente, fue su decisión consciente de rebelarse contra ese conocimiento lo que permitió a Satanás rodearlos y sujetarlos a su voluntad.

Diversos pasajes bíblicos indican que los espíritus caídos comprenden el plan del Evangelio y conocen el poder del sacerdocio y la autoridad que poseen Cristo y Sus siervos. Por ejemplo, cuando Jesús se encontró con los dos endemoniados de la región de los gadarenos, los espíritus inicuos clamaron:

“¿Qué tenemos contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá a molestarnos antes de tiempo?”⁵¹

En otra ocasión, cuando Cristo echó fuera un espíritu maligno en la sinagoga de Capernaúm, este exclamó:

“Déjanos; ¿qué tenemos contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios.”⁵²

Cuando los siete hijos de Esceva intentaron expulsar a un espíritu maligno sin tener autoridad del sacerdocio, el demonio les respondió:

“A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?”⁵³

A continuación, el espíritu los atacó, los golpeó y los expulsó de la casa heridos y desnudos. Finalmente, Santiago enseñó sobre la inutilidad de la fe sin obras, diciendo:

“Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen… y tiemblan.”⁵⁴

Pecados Que Pueden Conducir al Infierno

Los habitantes del infierno son aquellos que, habiendo vivido únicamente de acuerdo con una ley telestial en la tierra, se negaron deliberadamente a aceptar y vivir los principios del Evangelio de Jesucristo. Debe notarse que, para ser merecedor del infierno y de una resurrección telestial, uno debe haber conocido una ley superior, ser responsable de ella y luego rebelarse y rehusarse a vivirla. El conocimiento es el prerrequisito para que el hombre sea “responsable y capaz de cometer pecados”⁵⁵. El hombre debe conocer la ley divina para poder quebrantarla, porque “el pecado es transgresión de la ley”⁵⁶.

Las Escrituras enumeran específicamente una serie de pecados que, si se cometen intencionalmente y no se abandonan mediante el arrepentimiento, condenan al individuo a sufrir en el infierno. Entre ellos se incluyen:

  1. Negarse a aceptar el Evangelio y el testimonio de Jesús (DyC 76:82, 103–106; Alma 12:10–11).
  2. Homicidio (DyC 42:18–19, 79).
  3. Adulterio (DyC 76:103–106).
  4. Prostitución (DyC 76:103–106; 2 Nefi 9:36; 28:15; Apocalipsis 21:8; Proverbios 7:6–27; 5:3–5).
  5. Ser inmundo y abominable (Apocalipsis 21:8; 2 Nefi 9:16; 1 Nefi 15:34–35).
  6. Idolatría (Apocalipsis 21:8).
  7. Hechicería (DyC 76:103–106; Apocalipsis 21:8).
  8. Hipocresía (Mateo 23:27–28, 33).
  9. Amar la mentira y decirla (DyC 76:103–106; Apocalipsis 21:8; 2 Nefi 9:34).
  10. Predicar falsas doctrinas (2 Nefi 28:9–15).
  11. Inducir a otros al pecado (Alma 36:13–14; 14:6; 1 Nefi 14:3–4; Lucas 12:5).
  12. Acechar para engañar (DyC 10:22–27).
  13. Rebelión contra Dios (Alma 36:13–14).
  14. Olvidar a Dios (Salmo 9:17).
  15. Ser temeroso e incrédulo (Apocalipsis 21:8).
  16. Perseguir al pueblo de Dios (DyC 121:23).
  17. Orgullo (2 Nefi 28:9–15).
  18. No socorrer al pobre y necesitado (Mateo 25:31–41; DyC 104:18).
  19. Maldecir al prójimo (Mateo 5:22).
  20. No arrepentirse (Marcos 9:43–48).
  21. Creer en el bautismo de infantes (Moroni 8:14, 21).
  22. Ser un siervo inútil (Mateo 25:30).

Además de estos pecados específicamente señalados por las Escrituras, existen otros que también pueden llevar a una condenación similar. La decisión consciente de pecar aleja al Espíritu del Señor y abre el camino para que el diablo conduzca a los hombres al infierno. Nefi profetizó lo siguiente respecto a su pueblo:

“Y ellos se venden por nada; porque como recompensa de su orgullo y su necedad, segarán destrucción; porque se entregan al diablo, y escogen las obras de las tinieblas más bien que la luz; por lo tanto, tendrán que descender al infierno.

Porque el Espíritu del Señor no siempre contenderá con el hombre. Y cuando el Espíritu cesa de contender con el hombre, entonces viene una repentina destrucción, y esto contrista mi alma.”⁵⁷

Naturaleza del Sufrimiento en el Infierno

El destino de aquellos que son arrojados al infierno es doloroso y terrible. Sufren agonías más intensas que las que pueden soportar los mortales en la tierra. El Salvador, quien sufrió estas cosas por todos los hombres para que todos los que acudan a Él puedan escapar de ese sufrimiento, describió las intensas penas que deben soportar aquellos que no hacen caso a Su evangelio:

“Así que, te mando arrepentir; arrepiéntete, no sea que te hiera con la vara de mi boca, y con mi enojo, y con mi ira, y sean tus padecimientos dolorosos; cuán dolorosos no lo sabes; sí, cuán difíciles de aguantar no lo sabes.

Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten; mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo;

padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar.

Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los hombres.

Por lo que otra vez te mando que te arrepientas, no sea que te humille con mi omnipotencia; que confieses tus pecados para que no sufras estos castigos de que he hablado, los cuales en muy pequeño, sí, en grado mínimo, probaste en la ocasión en que retiré mi Espíritu.”⁵⁸

El profeta Alma también describió las angustias y tormentos del infierno, los cuales experimentó cuando yació inconsciente durante tres días y tres noches, después de haber sido reprendido por un ángel del Señor:

“Pero me martirizaba un tormento eterno, porque mi alma estaba atribulada hasta el límite, y atormentada por todos mis pecados.

Sí, me acordaba de todos mis pecados e iniquidades, por causa de los cuales yo era atormentado con las penas del infierno; sí, veía que me había rebelado contra mi Dios y que no había guardado sus santos mandamientos.

Sí, y que había asesinado a muchos de sus hijos, o más bien, que los había conducido a la destrucción; sí, y por último, mis iniquidades habían sido tan grandes que el pensamiento mismo de volver a la presencia de mi Dios atormentaba mi alma con indecible horror.

¡Oh, si pudiera ser desterrado —pensaba yo— y aniquilado en cuerpo y alma, a fin de no ser llevado para comparecer ante la presencia de mi Dios para ser juzgado por mis obras!

Y por tres días y tres noches me vi atormentado, sí, con las penas de un alma condenada.”⁵⁹

¿Cuál es exactamente la naturaleza del sufrimiento que deben soportar los espíritus confinados al infierno?
Los indicios, que son numerosos, pueden combinarse para mostrar que ese sufrimiento consiste en al menos nueve factores. A continuación se detallan los primeros cuatro:

1. Un recuerdo claro de culpabilidad

El profeta Alma declaró que fue atormentado por todos sus pecados y que se acordaba de todas sus iniquidades, lo cual representa una descripción certera de la condición de quienes sufren en el infierno.

El élder Orson Pratt, comentando sobre el relato de Alma, explicó:

“Las memorias de los inicuos, después de dejar sus cuerpos, son aumentadas para que puedan recordar claramente toda su culpabilidad, dice Alma. Aquí [en la tierra] olvidan muchas cosas en las que desagradaron a Dios; pero en esa condición —aún antes de la resurrección— tendrán un recuerdo claro de toda su culpabilidad, encendiendo en ellos una llama como un fuego inextinguible, creando en sus pechos un sentimiento de tormento, dolor y miseria, porque han pecado contra su propio Padre y Dios, y han rechazado Sus consejos.”⁶⁰

En otra ocasión, Orson Pratt explicó:

“¿Cuál es la causa de tan intenso sufrimiento y miseria? ¿Son las fuerzas externas de la naturaleza las que causan ese dolor, llanto, aflicción y lamentación? Puede ser en alguna medida. La naturaleza podría contribuir a producir la miseria, pero hay algo intrínseco al espíritu que sin duda produce ese llanto y lamentación.

¿Qué es ese algo? Es el recuerdo y el remordimiento de conciencia, un recuerdo de lo que una vez hicieron, de su desobediencia… Cosas que tal vez hayan sido borradas de la memoria por años, se presentarán tan vívidas como si acabaran de ocurrir.

Será como un gusano royendo la conciencia, que apresa al espíritu y produce desdicha, desgracia y miseria.”⁶¹

De manera similar, Parley P. Pratt escribió:

“¡Oh, el dolor, la profunda desesperación, los terribles tormentos de una conciencia culpable, la profunda oscuridad de las tinieblas en el infierno! Todo esto experimentará el desgraciado culpable antes de que llegue el feliz día de la liberación.”⁶²

2. Miedo al juicio de Dios

El profeta Alma, en su relato, confesó que:

“El pensamiento mismo de volver a la presencia de mi Dios atormentaba mi alma con indecible horror.”⁶³

Y enseñó a su hijo Coriantón:

“Éste es el estado de las almas de los malvados: sí, en tinieblas y en un estado de terrible y espantosa espera de la ardiente indignación de la ira de Dios sobre ellos.”⁶⁴

El profeta José Smith también testificó:

“No hay dolor tan espantoso como el del suspenso. Este es el castigo de los inicuos. Su duda, ansiedad y suspenso causan lloro, llanto y crujir de dientes.”⁶⁵

3. Conocimiento de que han fracasado en desarrollar plenamente su potencial

Uno de los mayores pesares entre los espíritus condenados es darse cuenta de que fallaron en alcanzar la gloria y la exaltación que pudieron haber obtenido.

El profeta José Smith enseñó:

“La gran miseria de los espíritus de los muertos en el mundo adonde van después de la muerte, es el saber que tienen menos gloria de la que otros gozan, y de la que pudieron disfrutar ellos mismos. Y ellos son sus propios acusadores.”⁶⁶

En su discurso del funeral de King Follett, agregó:

“El hombre es su propio atormentador y condenador. De ahí el dicho: ‘Irá al lago que arde con fuego y azufre’. El tormento de la desilusión en la mente del hombre es tan intenso como un lago ardiendo con fuego y azufre. Y yo digo que así es el tormento del hombre.”⁶⁷

4. Miseria de la mala compañía

Orson Pratt también explicó que:

“A medida que aumenta la degradación de una sociedad, esta se vuelve más desagradable para quienes participan en ella.
Cuando un hombre inicuo entra en la compañía de seres igualmente inicuos, no solo lleva el infierno dentro de sí mismo —una conciencia que le roe como un gusano—, sino que sufre además la miseria y desdicha causadas por hombres que se unen en conversación inicua y en actos y hechos malvados.
Deberíamos esforzarnos constantemente por escapar de ese medio ambiente.”⁶⁸

En otra ocasión, Orson Pratt explicó que gran parte de la desdicha que sienten los espíritus en el infierno se debe a su pérdida del principio celestial del amor:

“Si preguntáramos qué constituye la miseria de los ángeles caídos, la respuesta sería: no tienen amor; han dejado de amar a Dios; han cesado de sentir amor puro el uno hacia el otro; han cesado de amar lo bueno.

El odio, la malicia, la venganza y toda otra pasión inicua han usurpado el lugar del amor, y el resultado es infelicidad, desdicha y miseria. Donde no hay amor, no habrá deseos de promover el bienestar de los demás. En lugar de desear que los demás sean felices, todos desean hacer a los otros tan miserables como ellos mismos.

Porque odian todo lo que es bueno, tratan de gratificar sus disposiciones infernales en contra del Todopoderoso. Porque les falta amor, su tormento es completo. Todos los inicuos que han sido completamente vencidos por esos espíritus malignos perderán totalmente de sus mentes el principio celestial del amor, y llegarán a ser ángeles al servicio de esos espíritus infernales, cautivados por ellos y obligados a actuar como ellos actúan.

No pueden librarse de su poder, ni pueden desviar los fieros dardos de sus maliciosos atormentadores. Esa será la condición de todos los seres que se apartan del amor de Dios.”⁶⁹

Imposibilidad de progresar

El Señor ha revelado claramente que:

“El que no creyere, será condenado.”⁷⁰

La imposibilidad de progresar —un estancamiento eterno en las tinieblas— contribuye a la miseria de quienes son arrojados al infierno. Alma advirtió que los inicuos caerán en:

“La noche de tinieblas en la cual no se puede hacer nada.”⁷¹

En ese estado, la luz del conocimiento se detiene, la esperanza de avance desaparece, y la conciencia de haber desperdiciado la oportunidad de progresar eternamente se convierte en un dolor constante.

Imposibilidad de satisfacer deseos lujuriosos

Aunque los espíritus en el infierno están separados de su cuerpo mortal, conservan los deseos lujuriosos que no subyugaron durante la vida. El élder Melvin J. Ballard enseñó:

“No nos engañemos pensando que podemos descender al sepulcro sin haber vencido las corrupciones de la carne, para luego, en la tumba, perder todos nuestros pecados y tendencias inicuas. Estos estarán con nosotros. Estarán con el espíritu cuando esté separado del cuerpo.”⁷²

Debido a que carecen de cuerpo, estos espíritus buscan medios alternativos para satisfacer sus pasiones. A menudo regresan a lugares de iniquidad en la tierra, intentando presenciar hechos impuros o incluso poseer cuerpos mortales. Parley P. Pratt advirtió:

“Algunos de esos espíritus son adúlteros y sugieren a la mente toda clase de lascivias, todo tipo de pensamientos inicuos y tentaciones.”⁷³

Otros factores mencionados anteriormente que aumentan la miseria de los inicuos

Aunque ya se abordaron en secciones anteriores, vale la pena recordar que los espíritus confinados al infierno también sufrirán por:

  1. La pérdida del libre albedrío y la esclavitud a la voluntad de Satanás.
  2. La pérdida de la luz y de la verdad de Cristo.
  3. La muerte espiritual o la muerte en cuanto a la rectitud.

El Infierno del Mundo Espiritual Termina con la Segunda Resurrección

El castigo de los inicuos en el infierno es un proceso largo y agonizante que continuará hasta que hayan pagado completamente por sus crímenes mortales. Como dijo José Smith, ellos “se revolcarán en un agonizante tormento durante largos períodos de tiempo, hasta que hayan pagado hasta el último denario.”

Aun así, el infierno en el mundo espiritual no continuará para siempre. El mensaje de las Escrituras es que el infierno perdurará más allá de la venida de Cristo en gloria y de Su reino milenario, hasta el tiempo de la segunda resurrección. Entonces, aun los espíritus que hayan cometido los pecados más atroces en la mortalidad habrán sufrido lo suficiente por sus transgresiones en el infierno. Luego saldrán en forma resucitada, serán juzgados y asignados a un grado de gloria. El presidente Brigham Young explicó este principio cuando enseñó que:

Jesús levantará, por medio de Su propia redención, a cada hijo o hija de Adán, excepto a los hijos de perdición, quienes serán arrojados al infierno. Otros sufrirán la ira de Dios —sufrirán todo lo que el Señor pueda demandarles, todo lo que la justicia pueda requerirles— y cuando hayan sufrido la ira de Dios hasta pagar el último denario, serán liberados de la prisión. ¿Es peligroso predicar esta doctrina? Algunos la consideran peligrosa. Pero la verdad es que cada persona que no peque al punto de comprometer su gloria y de llegar a ser un ángel del diablo, será levantada para heredar un reino de gloria.

¿Qué pasajes indican que el infierno espiritual es sólo una morada temporal? Juan el Revelador, por ejemplo, al comentar sobre su visión de la segunda resurrección, dijo: “La muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fue hecho juicio a cada uno según sus obras.” Jacob, el profeta del Libro de Mormón, también testificó que los espíritus serían llamados fuera del infierno:

Y esta muerte de que he hablado, que es la muerte espiritual, entregará sus muertos; y esta muerte espiritual es el infierno. De modo que la muerte y el infierno han de entregar a sus muertos, y el infierno ha de entregar sus espíritus cautivos, y la tumba sus cuerpos cautivos, y los cuerpos y los espíritus de los hombres serán restaurados el uno al otro; y es por el poder de la resurrección del Santo de Israel.

De acuerdo con la visión de los grados de gloria que el Señor concedió a José Smith y a Sidney Rigdon:

Son aquellos que son arrojados al infierno.
Son éstos los que no serán redimidos del diablo sino hasta la última resurrección, hasta que el Señor, Cristo el Cordero, haya cumplido Su obra…
Son los que padecen la venganza del fuego eterno.
Son aquellos que son arrojados al infierno y padecen la ira de Dios Todopoderoso hasta el cumplimiento de los tiempos, cuando Cristo haya subyugado a todo enemigo debajo de Sus pies y haya perfeccionado Su obra.

Alma enseñó que los inicuos permanecerían “en tinieblas y en un estado de terrible y espantosa espera de la ardiente indignación de la ira de Dios sobre ellos… hasta el tiempo de su resurrección.”[^80] Parece ser que el conocimiento de la naturaleza temporal del infierno en el mundo espiritual fue lo que impulsó al rey David, del Antiguo Testamento, a decirle al Señor: “Porque no dejarás mi alma en el sepulcro.”

Si el infierno del mundo espiritual es sólo una situación temporal, ¿por qué las Escrituras lo describen como “el tormento sin fin”, y afirman que sus habitantes sufren “condenación eterna” y “fuego eterno”? El Señor reveló la interpretación apropiada de estos pasajes:

Yo soy el Alfa y la Omega, Cristo el Señor; sí, soy Él, el principio y el fin, el Redentor del mundo.

Habiendo ejecutado y cumplido la voluntad de Aquel cuyo soy, a saber, el Padre, tocante a Mí—habiéndolo hecho para poder sujetar a Mí todas las cosas—reteniendo todo poder, aun el de destruir a Satanás y sus obras al fin del mundo, y el gran día final del juicio que pronunciaré sobre los habitantes del mundo, juzgando a cada hombre de acuerdo con sus obras y las cosas que haya hecho.

Y en verdad, todo hombre debe arrepentirse o padecer, porque Yo, Dios, soy sin fin.

Por tanto, no abrogaré los juicios que pronunciaré, sino que sobrevendrán los lamentos, lloros, gemidos y crujir de dientes, sí, a los que se hallaren a Mi izquierda.

Sin embargo, no está escrito que no tendrá fin este tormento, sino que está escrito “tormento interminable.”

Además, está escrito “condenación eterna”; de modo que es más explícito que otras Escrituras, a fin de que obre en el corazón de los hijos de los hombres, juntamente para la gloria de Mi nombre.

Os explicaré, por tanto, este misterio, porque os conviene saberlo, así como a mis apóstoles.

Hablo a vosotros que sois escogidos en esto, como si fueseis uno, para que entréis en Mi reposo.

Pues he aquí, ¡cuán grande es el misterio de la divinidad! Porque, he aquí, Yo soy Sin Fin, y el castigo que por Mi mano se da es castigo sin fin, porque Sin Fin es Mi nombre. De ahí que:

Castigo eterno es castigo de Dios. Castigo sin fin es castigo de Dios.

Así, el infierno del mundo espiritual se considera una morada provisional para los espíritus inicuos. Para la mayoría de ellos, la agonía y la miseria de su castigo infernal cesarán en el tiempo de la segunda resurrección, cuando saldrán y heredarán el reino telestial.

Para evitar confusión, se hará una breve referencia a cierto grupo de habitantes del infierno: aquellos individuos que han cometido pecados para los cuales no hay perdón. Ellos no saldrán en la resurrección telestial. Aunque el infierno del mundo espiritual llegue a su fin, estos espíritus deberán comparecer ante Dios en juicio, y luego serán arrojados para morar con Satanás y sus ángeles por toda la eternidad, en un segundo estado del infierno. Estos espíritus, conocidos como los hijos de perdición, son “los únicos que no serán redimidos en el debido tiempo del Señor, después de padecer Su ira.”[83] Su destino, junto con la naturaleza del pecado imperdonable que han cometido, será considerado en el capítulo IX.


RESUMEN

El término infierno es una traducción del Seol hebreo y de las palabras griegas hades y tártaro. En un sentido general, todos estos términos se refieren al mundo de los espíritus en su totalidad, al igual que el término paraíso. En el sentido específico, tal como se usan en este capítulo, se refieren a la morada de los inicuos en el mundo espiritual. Las referencias al fuego y al azufre del infierno pueden ser metáforas relacionadas con Gehenna, un depósito de basura en las afueras de Jerusalén donde el fuego ardía constantemente.

Frecuentemente se describe al infierno como un lugar de tinieblas. Aparentemente, esa oscuridad es literal, ya que se ha mostrado que los habitantes del infierno están sin la luz de Cristo y sin el Espíritu del Señor.

El infierno es una vasta región llena de multitudes de seres. De acuerdo con las declaraciones de los líderes de los Santos de los Últimos Días, se encuentra junto con el resto del mundo espiritual, sobre este planeta o cerca de él.

Las cadenas del infierno representan el sometimiento completo de la voluntad del hombre a la voluntad de Satanás. Así es como el hombre es encerrado y atado cuando endurece su corazón y escoge rechazar la rectitud.

Los espíritus sin cuerpo que fueron arrojados del cielo con Lucifer se mezclan en el infierno con los que fueron inicuos sobre la tierra. Combinan sus talentos para molestar a los hombres justos que viven en la tierra.

Los espíritus malvados del infierno regresan a los lugares donde cometieron sus pecados terrenales. Tienen gran poder, especialmente para afligir a los mortales con enfermedades y tentaciones en esos lugares.

Hay una separación definida entre los justos y los inicuos. Aunque todos se encuentran en el mundo espiritual, viven en áreas separadas y no se asocian entre sí, excepto por los misioneros y espíritus ministrantes que van del paraíso al infierno y a la prisión espiritual.

El diablo no tiene control sobre los espíritus justos en el paraíso, pero tiene completo dominio sobre los espíritus que están en el infierno.

La aceptación del evangelio y la obediencia a sus principios califican al hombre para residir en el paraíso. El rechazo del evangelio y de los siervos autorizados de Dios condenan a una persona al infierno, así como también lo hace cometer actos malvados durante la mortalidad.

Los espíritus malos del infierno están organizados en compañías, legiones y ejércitos. Tratan de frustrar la obra de Dios tanto en la tierra como en el reino espiritual.

Los espíritus inicuos del infierno conocen el poder y la autoridad del sacerdocio, y rinden obediencia a los mandatos de los poderes más altos del sacerdocio. Aun así, persisten en seguir un curso opuesto al poder y a la voluntad divina.

Los habitantes del infierno son, en su mayoría, aquellos que vivieron sólo una ley telestial en la tierra. Las Escrituras presentan una extensa lista de pecados que, cometidos a sabiendas, acarrean el castigo del infierno.

Se establecen nueve causas de sufrimiento como razones del “llanto, lloro y crujir de dientes” que padecen los habitantes del infierno. Estas son:

A. Una clara memoria de su culpabilidad.
B. Miedo a los juicios de Dios.
C. Conocimiento de haber fracasado en lograr todo su potencial.
D. Miseria de la mala compañía.
E. Imposibilidad de progresar.
F. Imposibilidad de satisfacer deseos lujuriosos.
G. Pérdida del libre albedrío y esclavitud a la voluntad de Satanás.
H. Pérdida de la luz y la verdad de Cristo.
I. Muerte espiritual, o muerte con respecto a la rectitud.

El infierno del mundo espiritual terminará en la segunda resurrección, cuando la mayoría de los espíritus hayan pagado hasta el último denario y reciban una resurrección telestial.

Aunque el infierno del mundo espiritual llegará a su fin, aún existe otro infierno o lugar especial reservado para el diablo, sus ángeles y los hijos de perdición de esta tierra. Todos ellos, después del juicio final, serán consignados allí para siempre.

Notas — Capítulo V‌

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