Las Alegrías de la Eternidad

Diario de Discursos – Volumen 8

Las Alegrías de la Eternidad

Brigham Young

por el Presidente Brigham Young, 6 de octubre de 1860
Volumen 8, discurso 51, páginas 200-200


Deseo que el pueblo pueda darse cuenta de que caminan, viven y permanecen en la presencia del Todopoderoso. Los fieles tendrán ojos para ver tal como son vistos, y verán que están en medio de la eternidad y en la presencia de seres santos, y pronto podrán disfrutar de su sociedad y presencia. Están enormemente bendecidos. ¿Cuántos hay que dicen: «¡Dios te bendiga!»? ¿Cuántas veces se les dice a los Santos: «Te bendigo, y que el Señor te bendiga»? Serán bendecidos todo el tiempo. Se derrama el bien sobre el pueblo, y nosotros decimos Amén.

Los hermanos han actuado noblemente en sus contribuciones al Fondo Misional, y esperamos seguir actuando noblemente. ¿Cuánto esperamos hacer por el reino de Dios? El talento, la habilidad y todo lo que se coloque en las manos de este pueblo se dedicará a su causa y reino en la tierra, en el nombre del Dios de Israel. Estos son mis sentimientos. En la medida en que tenga control, y en la medida en que tenga influencia en este reino, todo dentro de sus límites se dedicará a su edificación. Cuando los élderes son llamados a ir a predicar, ellos van; y cuando necesitamos medios, los tendremos.

Mañana por la mañana esperamos reunirnos aquí nuevamente. ¿Cuándo nos reuniremos para no separarnos más? Nunca, nunca; no, nunca. Esa es una idea curiosa, y no tengo tiempo para dar explicaciones completas. Vamos y venimos; y cuando estemos en la eternidad, estaremos en esta tierra, que será llevada a la presencia inmediata del Padre y del Hijo. Habitaremos diferentes mansiones, y los mundos continuarán siendo creados, formados y organizados, y se enviarán mensajeros desde esta tierra a otros mundos. Esta tierra se convertirá en un cuerpo celestial—será como un mar de vidrio, o como un Urim y Tumim; y cuando deseen saber algo, podrán mirar en esta tierra y ver todas las eternidades de Dios. Haremos nuestro hogar aquí, y realizaremos nuestras misiones como lo hacemos ahora, pero a mayor velocidad que la de los ferrocarriles.

Es hora de concluir nuestra reunión; y, por el poder y el derecho que tengo en el Sacerdocio del Hijo de Dios, bendigo a los Santos de los Últimos Días. Amén.

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