Capítulo 10
El sueño de Lehi
como modelo para comprender
cada acto de la visión de Nefi
Amy Easton-Flake
Amy Easton-Flake tiene un doctorado en literatura estadounidense de la Universidad Brandeis y se especializa en escritoras del siglo XIX y teoría narrativa.
El élder Jeffrey R. Holland, en su obra Cristo y el nuevo convenio, sugiere una manera importante de estudiar las Escrituras cuando escribe: “El Espíritu dejó en claro que el Árbol de la Vida y su precioso fruto son símbolos de la redención de Cristo”. Debido a que ni el Espíritu ni Nefi vocalizan nunca esta conexión entre el árbol y Cristo (Nefi da dos interpretaciones directas del árbol y su fruto: al ángel lo identifica como “el amor de Dios” [1 Nefi 11:22], y a sus hermanos lo identifica como “una representación del árbol de la vida” [1 Nefi 15:22]), el élder Holland nos enseña, a través de su lectura, cómo descubrir doctrina y mensajes dentro de las Escrituras que no están expresados explícitamente. Él explica cómo el Espíritu vincula por primera vez el árbol con Cristo cuando le dice a Nefi que le mostrará el árbol y luego al Hijo de Dios descendiendo del cielo. Después de que esto ocurre y Nefi pide saber la interpretación del árbol, el Espíritu inmediatamente le muestra el nacimiento de Cristo: la virgen María con un niño en sus brazos. Luego, el ángel, quien reemplaza al Espíritu del Señor y se convierte en el guía de Nefi durante el resto de la visión, concluye esta imagen declarando: “¡He aquí el Cordero de Dios, sí, el Hijo del Padre Eterno!” Para asegurarse de que Nefi entienda la conexión, el ángel sigue la imagen y la declaración con una pregunta para Nefi: “¿Sabes el significado del árbol que vio tu padre?” (1 Nefi 11:21). El élder Holland llega a su conclusión al observar detenidamente cómo el Espíritu enmarca las imágenes, la secuencia en la que los guías de Nefi le muestran las imágenes y el diálogo o las interacciones entre Nefi y sus guías.
La interpretación del élder Holland ilustra las capas adicionales de significado que encontraremos dentro del sueño cuando damos valor tanto a lo que se ve como a lo que se dice, y cuando vinculamos imágenes con declaraciones. El sueño ha sido llamado “una de las piezas de profecía simbólica más ricas, flexibles y de mayor alcance contenidas en las obras estándar”, y “una obra maestra literaria y una joya doctrinal.” Sin embargo, cuando nosotros como lectores nos aferramos a la única interpretación declarada directamente por Nefi o sus guías y nunca buscamos la multiplicidad de significados contenidos dentro de la visión de Nefi, perdemos gran parte de la majestuosidad de la visión. Para comenzar la excavación de estos significados, empleo una metodología de análisis literario similar a la del élder Holland en la que analizo las elecciones autorales de Nefi, las interacciones entre Nefi y sus guías, la lógica narrativa establecida y la repetición, superposición y unión de palabras e imágenes en 1 Nefi 11 al 14.
Un análisis de este tipo revela que las conexiones entre el sueño de Lehi y la visión de Nefi no cesan después de 1 Nefi 12, como la mayoría de los lectores cree, sino que continúan hasta el final de la visión de Nefi en el capítulo 14. Dado que ni 1 Nefi 13 ni 14 contienen interpretaciones explícitas de los símbolos del sueño de Lehi, los lectores suelen considerar estos capítulos como material adicional sin relación, en los que se le muestra a Nefi a los futuros habitantes del continente americano y el período anterior a la Segunda Venida. Sin embargo, un análisis detallado revela que estos capítulos contienen interpretaciones adicionales de diferentes aspectos del sueño de Lehi desarrolladas en momentos temporales e históricos específicos. La visión de Nefi puede entenderse mejor como una obra de teatro en cuatro actos: acto 1, el ministerio terrenal de Cristo (1 Nefi 11); acto 2, los nefitas y lamanitas en la tierra de promisión (1 Nefi 12); acto 3, los gentiles y la casa de Israel en América (1 Nefi 13); y acto 4, el período inmediatamente anterior a la Segunda Venida de Cristo (1 Nefi 14). La visión de Nefi repite las imágenes del sueño original de Lehi, pero en contextos diferentes, y cada capítulo sucesivo amplía el significado de las imágenes presentadas en los capítulos anteriores. Aunque el ángel parece proporcionar a Nefi menos interpretaciones de los símbolos a medida que avanza la visión, la superposición de imágenes desde 1 Nefi 11 hasta el 14 permite que Nefi, y los lectores junto con él, vean cómo las imágenes del sueño de Lehi siguen presentes y cómo cada acto contiene interpretaciones proféticas distintas.
Al final de su visión, Nefi informa al lector: “He escrito sino una pequeña parte de las cosas que vi” (1 Nefi 14:28). Aunque esto se refiere en parte a la porción de la visión que el ángel le prohíbe registrar, tal declaración también señala el papel crucial de Nefi en la reconstrucción de su visión para los lectores futuros. Nefi tiene la difícil tarea de tomar una experiencia multisensorial y relatarla únicamente a través de palabras. Debe decidir cuándo dejar que las imágenes hablen por sí solas y cuándo ofrecer comentarios—cuándo registrar las palabras de su guía y cuándo ofrecer su propia interpretación. Diversos momentos dentro del texto indican que Nefi, en ocasiones, ve imágenes que no describe o escucha interpretaciones que no relata. En última instancia, solo podemos basar nuestro análisis en lo que Nefi escribió, pero subvaloramos drásticamente su papel autoral cuando no reconocemos su mano en la compleja reconstrucción de su visión. Él está constantemente ayudando al lector a comprender y a ver conexiones entre los actos de su visión y el sueño de su padre, y a revelar nuevas capas de significado para cada uno de los símbolos.
Acto 1: El ministerio terrenal de Cristo (1 Nefi 11)
Las Autoridades Generales, los eruditos y diversos lectores han reconocido previamente muchas de las conexiones entre la visión de Nefi sobre el nacimiento, bautismo, ministerio y crucifixión de Cristo y los elementos del sueño de Lehi. Haré una breve mención de ellas y ofreceré algunas ideas nuevas con el fin de hacer explícitos los patrones narrativos y frases implícitas que Nefi y sus guías utilizan para vincular la visión de Nefi con el sueño de Lehi. Cuando Nefi es llevado por primera vez “en el Espíritu del Señor”, pide “ver las cosas que [su] padre vio” (1 Nefi 11:1, 3). En respuesta a esta solicitud, el Espíritu vincula el árbol con Cristo, diciendo a Nefi que le mostrará primero el árbol y luego al Hijo de Dios descendiendo del cielo. Sin embargo, después de mostrarle el árbol a Nefi, no le muestra inmediatamente al Hijo de Dios. En cambio, se detiene y le pregunta a Nefi: “¿Qué es lo que deseas?” (v. 10). La respuesta de Nefi, “conocer la interpretación de ello” (v. 11), parece alterar la visión originalmente prevista, ya que en lugar de ver al Hijo de Dios descendiendo del cielo, ve primero a la virgen María y luego más adelante “al Hijo del Padre Eterno” en sus brazos (v. 21). Este cambio en la dirección del sueño debería llevarnos, como lectores, a reflexionar sobre cómo ver a María y a Cristo como un bebé recién nacido ayuda a Nefi, y por extensión a nosotros mismos, a comprender la interpretación del árbol como el amor de Dios (manifestado mediante el don de su Hijo) de una manera más profunda que simplemente ver al Hijo descendiendo del cielo. Una posible respuesta podría ser que cada imagen ilustra la magnitud de la condescendencia de Dios: la condescendencia de Dios el Padre al tener un hijo mortal, y la condescendencia de Dios el Hijo al venir como un bebé indefenso.
El cambio en la dirección de la visión, junto con el hecho de que el ángel pone a prueba a Nefi para asegurarse de que comprende lo que ve, subraya que su entendimiento de la condescendencia de Dios es crucial para conocer la interpretación del árbol. Reconocer esta primera conexión explícita entre un elemento del sueño de Lehi y la visión de Nefi es esencial a nivel estructural, porque establece el patrón básico que el ángel utilizará para proporcionar a Nefi interpretaciones del sueño de su padre: el ángel muestra a Nefi un símbolo seguido de una secuencia de visión que constituye la interpretación de ese símbolo. Con este primer símbolo, el ángel le dice explícitamente a Nefi que haga la conexión; de ahí en adelante, el ángel se apoya en el patrón narrativo para señalarle a Nefi, así como al lector moderno, que está proporcionando una interpretación.
La siguiente secuencia de la visión ilustra este patrón en acción y establece la estrategia interpretativa común de Nefi: declarar claramente la interpretación general de un símbolo y dejar que el lector reconozca la interpretación específica a través de la secuencia de la visión. La secuencia comienza con Nefi informando al lector que contempló “la barra de hierro”, que es “la palabra de Dios”; “la fuente de aguas vivas”, que es “una representación del amor de Dios”; y “el árbol de la vida”, que también es “una representación del amor de Dios” (v. 25). Inmediatamente después, ve el bautismo y el ministerio de Cristo. Siguiendo la lógica establecida de la visión, Nefi recibe la interpretación específica de cada uno de estos símbolos dentro de esta visión de la vida de Cristo. Cristo se convierte en una barra de hierro viviente, mostrando y enseñando, a través de su bautismo y ministerio, cómo volver a la presencia de Dios. Nefi amplía esta conexión cerca del final de su ministerio cuando explica a su pueblo que, para comenzar en el “camino que conduce a la vida eterna”, deben seguir el ejemplo de Cristo y ser bautizados (véase 2 Nefi 31:17–18). Es significativo en este contexto que “la palabra de Dios” (Juan 1:1, 14) sea uno de los títulos de Jesucristo—Cristo es la Palabra de Dios hecha carne. Como el mismo Cristo explicó: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). En esta declaración, como en la visión, Cristo cumple múltiples funciones simultáneamente. Además de ser la barra de hierro, sigue representando la fuente de agua viva y el árbol de la vida mientras sana a los enfermos y afligidos, proporcionando otro ejemplo de lo que sucede cuando las personas se acercan a Cristo y participan del fruto. Asimismo, la crucifixión de Cristo es otra manifestación de la condescendencia de Dios y de su gran amor.
La secuencia final de imágenes del acto 1, en la que el edificio grande y espacioso pasa al primer plano, es particularmente importante desde un punto de vista narrativo porque ilustra múltiples estrategias que el ángel y Nefi utilizan para construir conexiones entre símbolos y momentos históricos. Mientras que en las secuencias anteriores se muestra el símbolo y luego su interpretación, aquí ambos están entrelazados, ya que Nefi contempla el edificio grande y espacioso lleno de multitudes reunidas “para combatir contra los doce apóstoles del Cordero” (v. 35). En esta secuencia, el ángel enfatiza que para cada símbolo existen tanto interpretaciones generales como (múltiples) interpretaciones específicas, al verbalizar el significado general—“el mundo y su sabiduría”—y un significado específico—“la casa de Israel se ha reunido para combatir contra los doce apóstoles del Cordero” (v. 35). Fiel al patrón narrativo que ha establecido, Nefi luego ofrece más comentarios sobre la interpretación general—“el edificio grande y espacioso era el orgullo del mundo” (v. 36)—pero deja que el lector obtenga su propio entendimiento de la interpretación específica.
Otra herramienta retórica en esta secuencia es la vinculación de frases con símbolos; tal vinculación permite que la frase represente posteriormente al símbolo. Tres veces, en solo dos versículos, Nefi usa la frase “reunidos” para describir a los habitantes del edificio grande y espacioso. La repetición crea una conexión sólida en la mente del lector que permite a Nefi evocar la imagen del “edificio grande y espacioso” simplemente con la frase “reunidos” (vv. 34–35). A medida que Nefi y el ángel vinculan explícitamente frases e interpretaciones generales concisas con elementos del sueño de Lehi, mencionan esos elementos con menor frecuencia y adoptan una especie de abreviatura. Por ejemplo, el ángel vincula inequívocamente el árbol con Cristo en el acto 1; en consecuencia, a lo largo del resto de la visión, la aparición de Cristo evoca también la imagen del árbol.
Una última estrategia narrativa que merece atención en el acto 1 es la repetición, por parte de Nefi y del ángel, de palabras y acciones similares para remitirnos a un momento anterior del sueño o la visión. Por ejemplo, una vez que el ángel establece que Cristo es el significado del árbol, le muestra a Nefi una imagen del Hijo de Dios mientras los hijos de los hombres “se postraban a sus pies y lo adoraban” (v. 24). La repetición de palabras y acciones señala esto como un eco histórico de los individuos en el sueño de Lehi que “se postraban y participaban del fruto del árbol” (1 Nefi 8:30).
El sueño de Lehi (1 Nefi 8)
Antes de continuar con la conexión entre el sueño de Lehi y la visión de Nefi, es fundamental hacer un breve repaso del caleidoscopio de elementos mostrados a Lehi. Aunque los elementos principales están claros en la mente de la mayoría de los lectores—una barra de hierro que conduce al árbol de la vida, en oposición a un edificio grande y espacioso, y una niebla de tinieblas que lleva a las personas fuera del camino si no se aferran firmemente a la barra—otros elementos tienden a volverse más borrosos o a fusionarse tanto en nuestras interpretaciones personales como en las representaciones artísticas. El río y la fuente de agua son dos de esos elementos. La mayoría de las representaciones del sueño de Lehi incluyen solo un cuerpo de agua; sin embargo, el texto indica claramente que hay dos: un río de aguas sucias que representa las profundidades del infierno, y una fuente de aguas vivas que representa el amor de Dios (véase 1 Nefi 12:16; 1 Nefi 11:36). La confusión probablemente se deba a que Nefi y el ángel usan los términos río y fuente de manera intercambiable a lo largo del sueño para describir tanto los cuerpos de agua puros como los impuros.
Otro elemento que a menudo es confuso en nuestra mente y que suele omitirse en las representaciones artísticas es el campo grande y espacioso. Después de pasar horas en el “desierto oscuro y tenebroso” (1 Nefi 8:7), Lehi ora y luego contempla “un campo grande y espacioso” (v. 8). Es significativo que Lehi no diga que está en el campo, sino que contempla el campo y luego contempla el árbol. El sentido de alivio de Lehi es evidente, ya que ahora tiene algo hacia lo cual mirar y moverse: el campo y el fruto del árbol. Más adelante en su sueño, Lehi explica que el camino estrecho y angosto y la barra de hierro conducen primero al árbol y luego hasta la cabecera de la fuente y a un campo grande y espacioso: “Y también vi un sendero estrecho y angosto que iba junto a la barra de hierro, hasta el árbol junto al cual me encontraba; y también conducía a la cabecera de la fuente, a un campo grande y espacioso, como si fuera un mundo” (v. 20; énfasis añadido). Las representaciones visuales del sueño suelen tener al árbol como el punto final de la barra y omiten el campo grande y espacioso o lo confunden con el espacio donde las multitudes tratan de llegar al camino. Aunque esto puede no parecer una omisión importante en el contexto del sueño de Lehi, tal confusión dificulta nuestra capacidad para ver las conexiones entre el sueño de Lehi y la visión de Nefi.
Muchos detalles textuales dejan claro que el campo grande y espacioso no es donde actualmente se encuentran las multitudes de personas, sino hacia donde se están dirigiendo. Primero, Lehi no está en el campo, sino que se mueve hacia el campo; segundo, las nieblas de tinieblas que cubren a las multitudes recuerdan la experiencia de Lehi de estar en la oscuridad durante muchas horas en el desierto oscuro y tenebroso, no el alivio y gozo que siente al ver el campo y el árbol; y tercero, Lehi le dice a su familia que la barra de hierro conduce al campo grande y espacioso. Si imaginamos, como los lectores a menudo hacen, que las multitudes están ubicadas en el campo grande y espacioso en un extremo de la barra, y que el árbol de la vida se encuentra en el extremo opuesto, entonces la descripción de Lehi de la barra de hierro como conduciendo al mundo grande y espacioso sería inapropiada para la palabra de Dios, ya que la barra no guiaría a las personas hacia un lugar al que Dios no desea que vayan. Un vistazo a la edición de 1828 del diccionario de Webster deja claro que, en la época en que José Smith tradujo el Libro de Mormón, el término lead (conducir) significaba guiar o dirigir hacia un lugar con propósito. El diccionario citaba ejemplos como los siguientes: “Los israelitas fueron guiados por una columna de nube durante el día, y por una columna de fuego durante la noche,” y “Él me conduce junto a aguas de reposo Sal. 23.”
Que Lehi vea la palabra de Dios conduciendo a un campo, o como él lo redefine, “un mundo” (v. 20), no resulta sorprendente porque, a lo largo de las escrituras antiguas y modernas—más notablemente en parte del convenio abrahámico—se encuentra la promesa de Dios a su pueblo escogido de que recibirán una tierra por heredad si son fieles. Tanto Lehi como Nefi, antes de ver sus respectivas visiones, reciben una promesa del Señor de que “serán conducidos a una tierra de promisión” (véase 1 Nefi 2:20; 1 Nefi 5:5). En el sueño de Lehi, él ve un campo grande y espacioso—un símbolo de la tierra prometida hacia la cual su familia está actualmente viajando. Como argumenta convincentemente Daniel L. Belnap, este sueño se convierte en una nueva narrativa cultural para la familia de Lehi al dejar atrás Jerusalén y buscar una nueva tierra de herencia. De manera significativa, este mundo en el sueño solo puede ser alcanzado aferrándose firmemente a la palabra de Dios, y a Lehi se le dice que todos los que lleguen a esta tierra prometida “serán sacados de otras tierras por la mano del Señor” (2 Nefi 1:5). Nefi ve los cumplimientos históricos de esta profecía en los actos 1 y 3 de su visión. Reconocer que la barra de hierro conduce a un nuevo mundo, así como al árbol de la vida, nos ayuda a comprender cuán íntimamente conectados con el sueño de Lehi están los actos 2, 3 y 4 de la visión de Nefi—en esencia, muestran lo que sucede a las personas cuando llegan y viven en ese nuevo mundo.
También es digno de mención el hecho de que Lehi se refiera al campo grande y espacioso como “un mundo” (1 Nefi 8:20). En el contexto de lo que Nefi pronto verá en su visión, ambas palabras son significativas. Primero, se trata de un mundo, no el mundo, lo que indica la existencia de múltiples mundos. Segundo, la elección de Lehi de la palabra mundo para describir lo que ve conecta la tierra prometida con el “Nuevo Mundo,” como se le llamará en la época del descubrimiento de América por parte de Colón. Con estos elementos del sueño en primer plano, en lugar de en el fondo de nuestro paisaje onírico, la secuencia en la visión de Nefi que va desde el ministerio de Cristo hasta los habitantes de la tierra prometida se convierte en el siguiente paso lógico en lugar de una desconexión.
Acto 2: Los nefitas y lamanitas en la tierra de promisión (1 Nefi 12)
El acto 1 concluye en el Viejo Mundo, y el acto 2 se abre en el Nuevo Mundo, donde Nefi ve a sus descendientes, sus ciudades y guerras, su visitación por parte de Cristo y su eventual destrucción. El símbolo del edificio grande y espacioso proporciona la transición unificadora de una escena a la siguiente. Sin mencionar el edificio explícitamente, Nefi se apoya en la conexión que ha establecido unos versículos antes entre el edificio y la frase “reunidos” para señalar que el edificio grande y espacioso adquiere una nueva interpretación histórica en el Nuevo Mundo: los nefitas y lamanitas están “reunidos para combatir unos contra otros” (1 Nefi 12:2). Que las civilizaciones nefita y lamanita se hayan convertido en otra encarnación del edificio grande y espacioso se refuerza por los elementos asociados con “el orgullo del mundo” (1 Nefi 11:36)—guerras, contenciones y ciudades—que dominan esta secuencia de la visión (véase 1 Nefi 12:1–3).
Pronto aparece otro elemento del sueño de Lehi: “una niebla de tinieblas” (v. 4). La niebla de tinieblas, al igual que los otros símbolos, tiene más de una interpretación; en este caso, tiene una manifestación física así como un significado metafórico. Más adelante en este capítulo, aprendemos que “las nieblas de tinieblas” representan “las tentaciones del diablo, que ciegan los ojos y endurecen los corazones de los hijos de los hombres” (v. 17). Aquí, la tentación específica que enfrentan los nefitas y lamanitas es la guerra, que probablemente surge de las tentaciones del poder, la codicia, el orgullo y el odio. Debido a que el pueblo sucumbe a estas tentaciones y se asocia con el edificio grande y espacioso, una niebla de tinieblas literal cubre la tierra y muchos se pierden durante el tiempo previo a la aparición de Cristo en el Nuevo Mundo. Aunque esta niebla física de tinieblas no es en sí misma las tentaciones del diablo, sí se relaciona con la realidad espiritual de los nefitas y es consecuencia de haber cedido a las tentaciones de Satanás. La niebla cumple una función similar en la vida real a la que cumple en el sueño de Lehi: cubre y confunde a quienes no están firmes en su compromiso con Cristo y simbólicamente aferrados a la barra de hierro. La presencia de la barra de hierro, aunque no se menciona específicamente, se percibe cuando su función se cumple, y aquellos que no se pierden en la niebla de tinieblas califican para ver al Señor.
Nefi contempla a continuación una interpretación profética de individuos participando del fruto y accediendo a la Expiación cuando presencia a su pueblo estando en la presencia del Cordero de Dios y teniendo sus vestiduras blanqueadas “en su sangre” (v. 10). El ángel repite esta interpretación de sus vestiduras blanqueadas en la sangre del Cordero tanto para los doce discípulos como para el pueblo en conjunto (vv. 10–11). Tal imaginería refuerza que el fruto del árbol representa a Cristo y su Expiación, y reitera la conexión entre la blancura y el fruto. Los libros de 3 Nefi y 4 Nefi relatan el cumplimiento de esta profecía en la venida del Salvador al Nuevo Mundo y las tres generaciones que vivieron en rectitud “por el amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo” (4 Nefi 1:15).
En un caleidoscopio de imágenes superpuestas, Nefi contempla a su pueblo luchando contra los lamanitas hasta su eventual destrucción; este evento se yuxtapone con las imágenes simbólicas del río de aguas sucias, la niebla de tinieblas y el edificio grande y espacioso. Al ver estas secuencias de imágenes simultáneamente, el ángel expresa la interpretación ahistórica y atemporal de cada elemento. “La fuente de agua sucia [es]… las profundidades del infierno”, “las nieblas de tinieblas son las tentaciones del diablo” y “el edificio grande y espacioso” son “las vanas imaginaciones y el orgullo de los hijos de los hombres” (véase 1 Nefi 12:16–18). Nefi demuestra su capacidad de conectar los símbolos con la historia visionaria al atribuir la destrucción de su pueblo a su “orgullo” y a las “tentaciones del diablo” (v. 19). Tener juntos estos tres elementos—el río de aguas sucias, la niebla de tinieblas y el edificio grande y espacioso—resalta que la destrucción de los nefitas será el resultado de haber elegido seguir a Satanás y a las formas del mundo en lugar de a Dios. Los lamanitas permanecen después de la desaparición de los nefitas, pero Nefi deja en claro que su destino no es agradable. Al llamar a este pueblo “oscuro, y abominable, y sucio” (v. 23), Nefi los vincula con los símbolos del infierno—el agua sucia y la niebla oscura. Dios puede que no haya destruido literalmente a los lamanitas, pero al disminuir en incredulidad, han llegado a ser parte del infierno.
Acto 3: Los gentiles y la casa de Israel en América (1 Nefi 13–14:6)
En el acto 3, la escena cambia nuevamente para mostrar “las naciones y reinos de los gentiles” (1 Nefi 13:3). Un nuevo símbolo, “esta grande y abominable iglesia”, presenta similitudes notables con el edificio grande y espacioso—tantas, que esta iglesia debe verse como un análogo histórico del edificio (v. 6). En función y características, la iglesia grande y abominable refleja al edificio grande y espacioso. En las dos explicaciones históricas previas de la iglesia grande y abominable, multitudes se reúnen primero para combatir contra los apóstoles del Cordero y luego contra los nefitas—el pueblo una vez escogido de Dios (véase 1 Nefi 11:34; 1 Nefi 12:13–15). En el acto 3 de su visión, Nefi aprende que la iglesia “mata a los santos de Dios, sí, y los atormenta, y los encadena, y los esclaviza con un yugo de hierro, y los lleva a la cautividad” (1 Nefi 13:5). Esta descripción conecta a la iglesia tanto con la función histórica del edificio grande y espacioso—ya que los individuos en el edificio literalmente matan a los santos de Dios—como con su función ahistórica y metafórica, ya que las personas se vuelven cautivas y esclavizadas cuando permiten que el orgullo y la vanidad del mundo los consuman. El ángel refuerza aún más esta conexión entre ambos elementos al explicar que la iglesia, “por la alabanza del mundo, … destruye a los santos de Dios” (v. 9). Así, el orgullo y la alabanza mundana motivan a los individuos tanto dentro del edificio como dentro de la iglesia. Ambos grupos también comparten el mismo carácter: la materialidad de la iglesia grande y abominable—descrita como un amor por “el oro, y la plata, y la seda, y las escarlatas, y el lino fino y torcido” (v. 7)—es simplemente una representación histórica del vestido “excesivamente fino” y la actitud de “escarnio” que caracterizaba a los habitantes del edificio grande y espacioso (véase 1 Nefi 8:27).
Después de ver la manifestación más reciente del edificio grande y espacioso, la visión cambia para mostrarle a Nefi el plan de Dios para ayudar a las personas a escapar de la influencia de Satanás, representada en la iglesia grande y abominable, y una vez más, el sueño de Lehi se convierte en el modelo para comprender este momento histórico. En esencia, el acto 3 es el equivalente social de la experiencia individual de Lehi. Los actores en esta visión comienzan en un lugar similar al desierto oscuro y tenebroso de Lehi, ya que Nefi repite varias veces que están en “cautiverio” en el Viejo Mundo (véase 1 Nefi 13:13, 16). Las aguas que separan a los gentiles del Nuevo Mundo son una interpretación histórica de las aguas que separan el edificio grande y espacioso del árbol y del campo en el sueño de Lehi. Como el ángel le ha explicado a Nefi, el abismo que separa el campo grande y espacioso y el árbol de la vida del edificio grande y espacioso es “la palabra de la justicia del Dios Eterno, y del Mesías, que es el Cordero de Dios” (1 Nefi 12:18). Ambos permanecen separados a causa de la justicia de Dios.
Esta interpretación ahistórica encaja perfectamente con la interpretación histórica en 1 Nefi 13, en la cual los habitantes del Viejo Mundo se mantienen separados de los del Nuevo Mundo hasta que la posteridad de Lehi, por medio de su iniquidad, pierde el derecho a la tierra y atrae sobre sí “la ira de Dios” (1 Nefi 13:14). El sueño de Lehi enseña que solo la barra de hierro, es decir, la palabra de Dios, conduce a las personas al árbol y al campo; el Espíritu de Dios cumple esta función en el acto 3 al guiar a las personas fuera del cautiverio y hacia el Nuevo Mundo (vv. 12–16). Es digno de mención cómo se manifiesta la palabra de Dios en cada una de sus formas principales a lo largo de esta visión. En el acto 1, Jesucristo encarna la palabra de Dios; aquí, en el acto 3, el Espíritu Santo se convierte en la barra de hierro que guía a las personas al Nuevo Mundo; y más adelante, en el mismo acto 3, las Escrituras contienen la palabra de Dios que conduce a los hijos de Dios a Cristo y a la vida eterna. En consecuencia, la visión de Nefi también ayuda al lector a comprender las distintas maneras en que Dios da a conocer su palabra y guía a sus hijos hacia la vida eterna.
Cuando se observa esta revelación profética a través del lente del sueño de Lehi, también se hace evidente que las personas que poseen este Nuevo Mundo han participado del fruto del árbol durante su jornada. La descripción de los habitantes del Nuevo Mundo como “blancos, y sumamente bellos y hermosos” es una indicación de ello (v. 15). Para este punto en la visión de Nefi, el ángel y Nefi han establecido mediante la repetición que el color blanco es sinónimo de participar del fruto: el fruto es blanco, el árbol es blanco, y quienes participan del fruto son blanqueados por la sangre del Cordero. El hecho de que los Santos tengan “el poder del Señor” implica que han participado del fruto, ya que solo pueden merecer su poder si “se humillan ante el Señor” (v. 16). El acto de humillarse ante Cristo recuerda la imagen de quienes se arrodillan ante el árbol en el sueño de Lehi. En ambos casos, las personas reconocen su dependencia del Señor: solo Él los ha librado del cautiverio, ya sea temporal o espiritual.
Aunque Cristo no aparece físicamente en esta secuencia, su presencia se siente mediante “el poder del Señor” (un término cargado de conexiones con Cristo y el fruto), que está con los gentiles mientras luchan contra “sus madres los gentiles” (vv. 16–17). Al usar el término “reunidos” para señalar a las madres gentiles como otra manifestación del edificio grande y espacioso, Nefi indica al lector que esta batalla es un análogo histórico de la oposición simbólica entre los habitantes del edificio grande y espacioso y los individuos junto al árbol.
“¿Sabes el significado del libro?”, pregunta el ángel (v. 21). Con esta pregunta, el ángel conecta el libro que los gentiles llevan consigo al Nuevo Mundo con los dos elementos más significativos del sueño de Lehi y la visión de Nefi: el árbol de la vida y la condescendencia de Dios. Solo en tres ocasiones el ángel entabla diálogo con Nefi y pone a prueba su entendimiento con la pregunta: “¿Sabes tú…?” (1 Nefi 11:16, 21; 13:21). Esta limitada interrogación subraya la importancia de estos tres elementos y los vincula entre sí. Podría uno verse tentado, debido a la conexión evidente entre los tres, a considerar si el libro—que reconocemos como la Biblia—cumple la misma función que la condescendencia de Dios y, por tanto, es otra manifestación del árbol de la vida. Esta es una idea interesante; sin embargo, un análisis detallado del libro revela que su función es análoga a la de Jesucristo en su bautismo y ministerio y a la del Espíritu Santo al guiar a las personas al Nuevo Mundo, ya que el libro lleva a las personas a aceptar a Cristo como su Salvador. En consecuencia, es otra manifestación de la barra de hierro. No obstante, el libro claramente tiene un significado adicional más allá de ser otra manifestación de la palabra de Dios.
La importancia del libro se enfatiza, en primer lugar, por su asociación con el árbol y la condescendencia de Dios—es un instrumento de salvación—y, en segundo lugar, por la presentación sorprendentemente distinta que provoca en Nefi. La puesta en escena de Nefi de la secuencia de la visión del libro es diferente a cualquier otra, ya que cita la explicación del ángel sobre el libro durante veintidós versículos en lugar de compartir lo que vio—un cambio marcado respecto al resto de la visión, en la que predominan las descripciones de lo que vio. Comentarios del ángel como “has visto” y “tú ves” indican de forma irrefutable que Nefi ve lo que el ángel describe, y posiblemente más, ya que en otros momentos de la visión Nefi ve múltiples secuencias de forma simultánea (véase 1 Nefi 13:24–32); sin embargo, Nefi elige registrar las palabras en lugar de las imágenes. Este cambio en la estrategia narrativa revela el alto valor que Nefi otorga a la interpretación precisa del ángel y su deseo de transmitirla sin alteración a sus lectores.
En un movimiento retórico similar, el ángel recurre a una autoridad superior, el Cordero de Dios, para explicar el papel futuro de los libros: el ángel introduce otro libro a mitad de la secuencia de la visión (que reconocemos como el Libro de Mormón), por lo que el libro singular se convierte en libros en plural. El ángel cita al Cordero de Dios, dando testimonio de que el Libro de Mormón contendrá el evangelio, su palabra, y será el instrumento mediante el cual las personas serán llevadas a Él (vv. 24–36). Nefi más adelante amplía esta idea en 2 Nefi 25–28 al ilustrar cómo los judíos, lamanitas y gentiles rechazan a Cristo. La solución a su problema es la aceptación de Cristo a través del Libro de Mormón y sus enseñanzas. Es notable que las palabras de Cristo solo se escuchen en la visión de Nefi testificando sobre el libro y sobre la grande y maravillosa obra que realizará entre los hijos de los hombres en los últimos días. La importancia del Libro de Mormón en el tiempo que precede a la Segunda Venida de Cristo no puede ser subestimada.
Dentro de la secuencia de la visión de Nefi sobre el libro se encuentra otra amplia interpretación histórica del sueño de Lehi. Aunque los símbolos del sueño de Lehi no se mencionan de manera explícita, las conexiones se hacen claras a través de interpretaciones específicas que se han vuelto análogas a los símbolos. Por ejemplo, la iglesia grande y abominable continúa cumpliendo la función del edificio grande y espacioso al procurar destruir la palabra de Dios mediante la eliminación de las partes “claras y sumamente preciosas” de la Biblia (1 Nefi 13:26). El resultado de tal manipulación de la Biblia es una niebla de tinieblas que se posa sobre ella. Sin utilizar directamente la frase “niebla de tinieblas”, el ángel evoca su presencia a través de las expresiones que usa para describir lo que les sucede a las personas cuando falta la verdad en la Biblia: están en un “horrible estado de ceguedad” (v. 32), y “muchísimos tropiezan, sí, al grado de que Satanás tiene gran poder sobre ellos” (v. 29). Tales consecuencias son el resultado de andar en tinieblas y recuerdan la imagen del sueño de Lehi de las multitudes vagando en esa niebla. En ambos casos, una persona aún puede aferrarse firmemente a la barra, o a las verdades contenidas en el libro, y llegar a Cristo. Sin embargo, las nieblas—o la falta de verdad que “ciega los ojos” (v. 27)—hacen que el proceso sea mucho más difícil.
Cada interpretación de la niebla de tinieblas amplía nuestra comprensión de lo que constituyen las tentaciones del diablo. A través de los lamanitas y nefitas, vemos cómo las guerras y las contenciones nos tientan a alejarnos de la palabra de Dios. En esta secuencia, la niebla de tinieblas tanto crea tentaciones como fue creada por las tentaciones de Satanás. El élder Bruce R. McConkie explica este fenómeno: “El diablo hace guerra contra las Escrituras. Las odia, pervierte sus significados claros, y las destruye cuando puede. Induce a quienes escuchan sus tentaciones a eliminar y descartar, a cambiar y corromper, a alterar y modificar, quitando así la clave que ayudará a hacer a los hombres ‘sabios para la salvación.’” En esta secuencia de la visión, el ángel da a conocer el plan de Satanás de cubrir la palabra de Dios con una niebla de tinieblas.
En oposición a esta niebla y al edificio grande y espacioso en esta secuencia, se encuentran la barra de hierro y el árbol de la vida. En cada interpretación ampliada de la visión de Lehi, la palabra de Dios está disponible para guiar a las personas a Cristo. Con la siguiente declaración, el ángel establece cómo el Libro de Mormón y la Biblia cumplirán la función de la barra: “Estos últimos anales… darán a conocer a todas las familias, lenguas y pueblos, que el Cordero de Dios es el Hijo del Padre Eterno, y el Salvador del mundo; y que todos los hombres deben venir a él, o no podrán ser salvos” (v. 40). En su último sermón registrado, dado cerca del final de su vida, Nefi refuerza la necesidad de participar de la palabra de Dios para alcanzar el árbol, y confirma que los lectores deberían haber reconocido los símbolos del sueño en su visión histórica al utilizar el lenguaje del sueño: “Si seguís adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20). La palabra deleitándoos describe apropiadamente cómo la palabra de Dios debe convertirse en parte de nosotros, transformándonos y calificándonos para las bendiciones de la vida eterna. Como sucede a menudo, los elementos en la visión de Nefi funcionan tanto a nivel espiritual como temporal. Espiritualmente, el Libro de Mormón y la Biblia, que contienen “las palabras del Cordero” (1 Nefi 13:41), conducirán a las personas a Cristo. Temporalmente, el Libro de Mormón y la Biblia prepararán al mundo para la aparición literal de Cristo en la Segunda Venida.
El punto culminante de la visión de Nefi ocurre cuando el árbol de la vida (una representación del Cordero de Dios) y el campo grande y espacioso (una representación de la tierra prometida) se unen como la promesa culminante. Aquellos que participan del fruto, referidos aquí como los que “escuchan al Cordero de Dios”, tendrán al Cordero de Dios “manifestándose a ellos por medio de la palabra, y también con poder… [y] serán contados entre la descendencia de tu padre; sí, serán contados entre la casa de Israel; y serán un pueblo bendito sobre la tierra prometida para siempre” (1 Nefi 14:1–2). Los individuos que prosiguen y se aferran a la barra llegarán a la presencia del Salvador y recibirán la tierra prometida; sin embargo, la conexión con la imagen anterior en el sueño de Lehi—de personas que participan del fruto y luego se alejan—le recuerda al lector que se requiere constancia incluso después de haber alcanzado el destino.
Al final del acto 3, tras la ilustración de esta hermosa promesa, un nuevo elemento del sueño de Lehi emerge brevemente. Hasta este punto, el ángel ha mostrado a Nefi interpretaciones proféticas y expansivas del árbol y su fruto, la barra de hierro, el campo grande y espacioso, el edificio grande y espacioso y la niebla de tinieblas. Ahora el ángel enfoca su atención en el terrible abismo, el agua sucia y las muchas personas que se desvían del sendero. De forma similar a cómo el ángel ha incorporado los otros elementos del sueño de Lehi en el acto 3, no menciona explícitamente el río sucio y el abismo correspondiente, sino que se apoya en capas y conexiones ya establecidas para evocar su presencia. Primero, la imagen de un gran pozo y un abismo se alinean estrechamente. Segundo, el ángel explica que el pozo, al igual que el río y el abismo, es una representación del infierno (v. 3). Tercero, el pozo, como el río y el abismo, ocupa la interesante posición de ser una creación del diablo, pero también de sostener la justicia de Dios (véase 1 Nefi 12:18; 14:4), por lo tanto, la función común de ambos establece su conexión. Reconocer cómo los símbolos se construyen unos sobre otros aumenta nuestra comprensión de cada símbolo. En este caso particular, la explicación del ángel de cómo el pozo será “cavado” y “llenado” por “el diablo y sus hijos” responde a la pregunta de quién creará el abismo del infierno que Nefi le dice a sus hermanos que está “preparado para los inicuos” (véase 1 Nefi 14:3; 15:29).
Acto 4: Tiempo antes de la Segunda Venida de Cristo (1 Nefi 14:7–30)
El acto 4 de la visión de Nefi, que comienza en 1 Nefi 14:7, ofrece la última interpretación profética del sueño de Lehi y apropiadamente se inicia con el ángel citando el anuncio del Cordero de Dios de que está por venir “una obra grande y maravillosa”, la cual conducirá a los individuos a “la paz y la vida eterna” o a “la cautividad del diablo” (v. 7). Varios aspectos de la declaración del Señor evocan el sueño de Lehi. Primero, la división básica entre la paz y la vida eterna y la cautividad del diablo es simplemente otra manera de ilustrar la división entre el árbol de la vida y el edificio grande y espacioso que ha regido cada secuencia de la visión. Segundo, en términos de elección de palabras, Cristo utiliza términos clave—ceguera, cautividad y destrucción—que Nefi y el ángel han vinculado a cada elemento asociado con Satanás en el sueño de Lehi—la niebla de tinieblas, el edificio grande y espacioso y el abismo de agua. Para este punto de la visión, cada símbolo se ha vuelto denso en significado; en consecuencia, la declaración de Cristo posee una riqueza y poder mayores de los que tendría si se presentara al inicio de la visión, ya que aquí se basa en todo lo que la ha precedido.
Siguiendo el patrón narrativo ya establecido, el ángel procede entonces a mostrarle a Nefi la explicación de la profecía del Salvador. Nefi contempla lo que ahora entendemos como el análogo del edificio grande y espacioso: la iglesia grande y abominable, que tiene “dominio sobre toda la tierra” (v. 11). El número de los justos es pequeño en comparación—tal como el sueño de Lehi ya lo había indicado: “grande era la multitud que entraba en aquel edificio extraño” (1 Nefi 8:33). Pronto, la iglesia grande y abominable cumple su función narrativa cuando “reúne multitudes… para combatir contra el Cordero de Dios” (1 Nefi 14:13), de la misma manera que el edificio grande y espacioso ha “reunido multitudes” para luchar contra los Doce Apóstoles del Cordero, los nefitas, los santos de Dios y los gentiles en América.
De forma similar a lo que ocurre en el acto 3, el Señor manifiesta su presencia mediante el poder del Cordero de Dios que desciende sobre el pueblo del convenio del Señor. Nefi resalta la conexión entre obtener el poder de Dios y participar del fruto al utilizar frases que significan que una persona ha participado del fruto: “santos,” “pueblo del convenio” y “justicia” (v. 14). En esta iteración final de la batalla entre el edificio grande y espacioso y el árbol de la vida—aquí referido como la iglesia del Cordero de Dios y la iglesia del diablo—el gran abismo se ha vuelto insuperable. El lenguaje de “o esto o lo otro” que domina esta secuencia indica una polarización tan estricta que las personas ya no cambian de bando ni permanecen indecisas, sino que pertenecen a Dios o al diablo (vv. 7, 10). El final de la visión registrada por Nefi refleja el final del sueño de Lehi: ambos concluyen en pleno movimiento, con individuos avanzando hacia Dios y participando del fruto del árbol, o “tentando su camino hacia aquel edificio grande y espacioso” (1 Nefi 8:30–31).
Conclusión
Un análisis literario del sueño de Lehi y la visión de Nefi deja en claro la sinceridad con la que Nefi escribió las palabras: “Y doy testimonio de que vi las cosas que vio mi padre, y que el ángel del Señor me las hizo saber” (1 Nefi 14:29). Al prestar cuidadosa atención a la lógica narrativa establecida, la repetición, superposición, y unión de palabras e imágenes, así como al papel de Nefi en el proceso de relatar la visión, reconocemos que, aunque Nefi no experimentó los elementos de la misma manera que su padre (la visión de Nefi fue colectiva e histórica, mientras que la de su padre fue íntima y simbólica), sí vio los mismos símbolos y comprendió cómo el sueño de su padre actuaba como un modelo para entender el futuro de su posteridad, los habitantes gentiles del Nuevo Mundo y todas las personas antes de la Segunda Venida de Cristo. Luego procuró dar a conocer esas conexiones a su lector mediante la reconstrucción de su visión.
Después de que concluye la visión de Nefi, sus hermanos le piden que les explique las cosas que su “padre vio en un sueño” (1 Nefi 15:21). A la luz de la enorme interpretación que Nefi acaba de recibir, la explicación que da a sus hermanos resulta sorprendentemente breve. Les ofrece únicamente el significado de los símbolos en sus términos más generales, reservándose para sí todas las ideas específicas y complejas que ahora posee. ¿Cuál es la razón de Nefi para hacer esto? Probablemente reconoce que ellos se beneficiarán más al escuchar lo básico: un “horrible abismo”, que es el infierno, ha sido preparado para aquellos que “mueran en su iniquidad” (vv. 28, 33); el fruto del árbol de la vida “es más precioso y más deseable que todos los demás frutos; sí, y es el más grande de todos los dones de Dios” (v. 36); y deben “escuchar la palabra de Dios” para poder resistir “las tentaciones y los dardos encendidos del adversario” (v. 24). La información que Nefi expone de forma simple y clara es lo que debemos saber y entender para terminar con éxito nuestra jornada mortal y volver a Dios; sin embargo, hay más conocimiento disponible si estamos dispuestos a buscarlo.
Al comparar los ejemplos de Nefi y sus hermanos, es significativo notar cuánta información más allá de lo básico desea el Señor revelar a sus hijos. Como Nefi reprende a sus hermanos: “¿No recordáis las cosas que el Señor ha dicho? —Si no endurecéis vuestros corazones, y me pedís con fe, creyendo que recibiréis, con diligencia en guardar mis mandamientos, de cierto estas cosas os serán dadas a conocer” (v. 11). La experiencia de Nefi al recibir su visión ilustra la realidad de la promesa de Dios: él vio no solo la interpretación del sueño que su padre había tenido, sino también una visión de toda la historia del mundo, similar a la que vieron Juan el Amado y el hermano de Jared. Nuestra experiencia personal al leer el sueño de Lehi y la visión de Nefi puede parecerse tanto a la de Nefi como a la de sus hermanos: podemos aceptar la doctrina esencial que Nefi y sus guías declaran explícitamente y seguir adelante, o podemos optar por mirar más de cerca y usar herramientas narrativas para excavar las capas de significado y las conexiones que Nefi y sus guías han dispuesto para nosotros.

























