Las Cosas Que Vio Mi Padre

Capítulo 2

La doble naturaleza de la
obra salvadora de Dios:

El plan de salvación y la historia de la salvación

Heather Hardy
Heather Hardy obtuvo una maestría en administración de empresas (MBA) de la Universidad Brigham Young y trabajó durante varios años en la administración universitaria en Yale y BYU antes de dejar la fuerza laboral para criar a sus hijos y dedicarse a una vida de aprendizaje.


Mientras permanecía en el valle de Lemuel, Lehi instruyó a los miembros de su familia sobre su bienestar espiritual individual relatando su sueño de un árbol cargado de fruto precioso, tal como se registra en 1 Nefi 8. Dos capítulos más adelante, en ese mismo discurso, profetizó además sobre los futuros actos redentores del Señor en favor del Israel colectivo. Nefi recibió una visión propia, reportada en 1 Nefi 11–14, que integró estos dos aspectos distintos de la salvación al desarrollar la redención del Señor tanto para individuos como para pueblos enteros. Durante las décadas siguientes, Lehi, Nefi y el hermano de Nefi, Jacob, reflexionaron sobre las implicaciones de esta doble naturaleza de la obra salvadora de Dios, estudiando precedentes escriturales y recibiendo nuevas revelaciones. Sus ideas—una ampliación del discurso de Lehi en el desierto—sirven tanto como el fundamento temático de las planchas menores de Nefi como la base teológica de la comprensión lehita de la salvación.

El discurso de Lehi en el desierto como diferenciación de dos aspectos de la salvación

Cada vez que se considere el sueño de Lehi, los lectores deben tener en cuenta que 1 Nefi 8 fue solo la primera mitad del discurso del profeta a su familia en el valle de Lemuel. A pesar de que Nefi concluye ese capítulo con las palabras “Después que les hubo predicado, . . . dejó de hablarles” (1 Nefi 8:38), cuando el relato se reanuda tras un breve interludio editorial (1 Nefi 9), Lehi sigue hablando. Como informa Nefi: “Después que mi padre hubo terminado de hablar las palabras de su sueño, y también de exhortar a [Lamán y Lemuel] a toda diligencia, les habló acerca de los judíos” (1 Nefi 10:2). Evidencias textuales posteriores confirman la continuación del discurso de Lehi. Por ejemplo, cuando Nefi expresa su deseo de ver, oír y saber por sí mismo las enseñanzas de su padre, menciona tanto “las cosas que [Lehi] vio en visión, como también las cosas que habló por el poder del Espíritu Santo” (1 Nefi 10:17). Al describir su propia visión, Nefi incluye elementos no solo del sueño de Lehi, sino también de sus profecías. Más adelante, cuando Lamán y Lemuel buscan aclaración sobre elementos difíciles “acerca de las cosas que [Lehi] les había dicho” (1 Nefi 15:2), sus preguntas abordan tanto el significado de la alegoría del olivo (de 1 Nefi 10) como del sueño de Lehi con el árbol (de 1 Nefi 8; véase 1 Nefi 15:7–36). Es dentro de un solo discurso, entonces, que Lehi enseña a sus hijos acerca de obtener el fruto deseable por sobre todos los demás (véase 1 Nefi 8:2–38) y también acerca de la venida de un Mesías, la dispersión de Israel y el ministerio del Espíritu Santo a los gentiles (véase 1 Nefi 10:2–14).

La estructura equilibrada de las enseñanzas de Lehi en el desierto sugiere de manera similar una unidad intencionada entre su relato del sueño en 1 Nefi 8 y su exposición sobre el destino de la casa de Israel en 1 Nefi 10. Ambos segmentos incluyen una alegoría (8:4–35; 10:12–14), profecías (8:38; 10:3–15), y cierto grado de interpretación (8:36; 10:4, 13, 15). Cada alegoría se enfoca en un árbol particular que da fruto. La primera, la alegoría del árbol de la vida, le llegó a Lehi como una revelación original y refleja su preocupación por el bienestar de los miembros de su familia mientras viajaban por el desierto. Representa a los individuos respondiendo a la oferta de sustento inherente a un árbol exquisito cuyo fruto es “deseable para hacer feliz al hombre” (1 Nefi 8:10). La segunda, la alegoría del olivo, aparentemente deriva del estudio que hizo Lehi de los escritos del profeta Zenos contenidos en las planchas de bronce, ya que ambas comparan a la casa de Israel con un olivo cuyas ramas son cortadas, dispersadas y finalmente reunidas de nuevo (véase 1 Nefi 5:10, 21; véase también Jacob 5). La lectura que Lehi hace de Zenos se complementa con una nueva revelación que parece haber sido motivada por su preocupación por el bienestar de la casa de Israel a la luz de la inminente destrucción de Jerusalén (véase 1 Nefi 10:2–3). Es significativo que estas sean las únicas dos alegorías incluidas en el Libro de Mormón, y que Lehi adopte cada una como base conceptual para un aspecto distinto de la salvación.

Por su propia admisión, Nefi resume sustancialmente las enseñanzas de Lehi tanto en 1 Nefi 8 como en 10, explícitamente para ahorrar espacio en las planchas y evitar redundancias (8:29–30, 38; 10:8, 15). Indica que una versión más completa del discurso de Lehi en el desierto se conserva “en mi otro libro” (1 Nefi 10:15), y parece suponer, erróneamente como resulta ser, que sus lectores tendrán acceso a ambos relatos. Aquí, en las planchas menores, la edición de Nefi inicialmente desdibuja la unidad del discurso de Lehi; en lugar de combinar ambos segmentos en una sola unidad literaria, Nefi los separa deliberadamente mediante un extenso comentario editorial en el medio (1 Nefi 9). Esta desconexión invita a los lectores a considerar el vínculo temático entre las dos partes de las enseñanzas de Lehi.

Anteriormente, Nefi había expresado con claridad una prioridad editorial para su segundo registro, el relato que estamos leyendo en 1 y 2 Nefi: “Y no me importa dar una relación completa de todas las cosas de mi padre, porque no pueden escribirse en estas planchas, porque deseo el espacio para escribir las cosas de Dios. Pues la plenitud de mi intención es persuadir a los hombres a que vengan al Dios de Abraham, y al Dios de Isaac, y al Dios de Jacob, y se salven” (1 Nefi 6:3–4; énfasis añadido). Si este enfoque en la salvación es realmente la “plenitud” de la intención de Nefi, y si la capacidad de las planchas menores es efectivamente limitada, deberíamos esperar que todo lo que Nefi incluye en estos escritos pueda entenderse fácilmente como un llamado a creer en el poder salvador de Dios y a responder en consecuencia.

En el relato de Nefi aquí, Lehi, de hecho, abre cada mitad de su discurso con el tema de la salvación. En cuanto al sueño, Lehi declara: “Y he aquí, por causa de lo que he visto, tengo motivo para regocijarme en el Señor respecto de Nefi, y también de Sam; porque tengo motivos para suponer que ellos, y muchos de su descendencia, se salvarán” (1 Nefi 8:3). Más adelante, al hablar sobre el futuro de los judíos, Lehi nuevamente comienza sus palabras en términos salvíficos, profetizando primero acerca de su futura liberación de Babilonia, que “volverán otra vez, sí, serán sacados del cautiverio” (1 Nefi 10:3). Nótese aquí que estos pasajes—aunque abreviados—parecen describir conceptos muy diferentes de salvación: el primero relacionado con el bienestar espiritual de individuos; y el segundo, con la redención temporal de un pueblo entero. Los contornos de estos conceptos distintos pero complementarios de salvación se harán más claros a medida que avancemos por las planchas menores de Nefi.

Lehi presenta el plan de salvación (1 Nefi 8)

En este punto, volvemos al sueño de Lehi en 1 Nefi 8. Los elementos de la alegoría son lo suficientemente familiares: un árbol hermoso, una barra de hierro, un río, nieblas de oscuridad, y un edificio grande y espacioso. Un ángel revelará sus significados a Nefi en su visión posterior (véase 1 Nefi 11:21–25, 36; 12:16–18), y Nefi corregirá algunos detalles del relato de su padre cuando responda a las preguntas de Lamán y Lemuel, describiendo un terrible abismo de inmundicia y un fuego ardiente que asciende para siempre (véase 1 Nefi 15:26–30). Décadas después, volverá una vez más a los símbolos del sueño de Lehi, identificando finalmente el sendero estrecho y angosto y cómo es que uno puede “seguir adelante” por él (véase 1 Nefi 8:20, 21, 24, 30; 2 Nefi 31:9, 18–20; 33:9).

En consonancia con el tema salvífico de la breve introducción de Lehi, lo que hay que destacar aquí sobre el sueño es que las personas que se aferran a la barra, que llegan al árbol o que se burlan desde el edificio grande y espacioso, están todas tomando decisiones personales y son recompensadas o castigadas como individuos. Aunque la invitación a venir al árbol se ofrece a todos, el acto de participar (o rechazar) el fruto es realizado de manera individual. Y aunque “grande fue la multitud que entró en aquel edificio extraño” (1 Nefi 8:33), las personas se han auto-seleccionado; el edificio representa un colectivo de individuos y no una nación o pueblo como los gentiles o los babilonios.

A Lehi le preocupa particularmente las decisiones de sus hijos mayores y la gravedad de sus consecuencias: “Mas he aquí, Lamán y Lemuel, temo en gran manera por causa vuestra,” les dice dos veces, “no sea que seáis desechados de la presencia del Señor” (1 Nefi 8:4, 36). Este último comentario es la única parte de la interpretación de la alegoría por parte de Lehi que Nefi nos proporciona, y sugiere dos cosas. Primero, que la oferta de una bendición (el fruto del árbol) es una oferta opuesta que finalmente separa a los que deciden aceptarla de los que no lo hacen. Una vez extendida la oferta, no hay una respuesta neutral; culmina en salvación o en juicio. Segundo, aunque el enfoque de la alegoría es el sustento, aunque sea de una clase extraordinaria, la realidad que aborda tiene un significado espiritual mucho más allá de las preocupaciones cotidianas habituales. Aunque Lehi reconoce la importancia y urgencia del riesgo de ser desechado de la presencia del Señor, es Nefi quien más adelante dejará en claro que esta disociación durará “por los siglos de los siglos,” sin “fin” (1 Nefi 15:30).

A partir de la alegoría, podemos esbozar el concepto de salvación que Lehi está presentando aquí: Está disponible para los individuos como cuestión de decisión y acción personal. Es algo que debe buscarse y perseverarse en ello. Ha sido planeado de antemano—hay una meta claramente definida y un camino particular a seguir para alcanzarla. El camino está marcado por peligros; es posible desviarse en el trayecto, confundirse, descarriarse e incluso disfrutar de la bendición y luego avergonzarse. Es posible pedir ayuda y recibir guía. Otros pueden colaborar en el esfuerzo (invitando y animando al progreso) o entorpecerlo (presentando distracciones o burlándose del trayecto). La naturaleza misma de la salvación no está definida con precisión. Se representa como liberación de la oscuridad, el cansancio y el hastío del mundo, y de algún modo constituye lo que es feliz, dulce, puro y deseable en grado superlativo.

Aunque familiar para los Santos de los Últimos Días, este conjunto de ideas habría sido muy novedoso para Lehi y su familia, quienes estaban acostumbrados a pensar tanto en las condiciones como en las recompensas de la salvación en el contexto de la casa de Israel, los convenios y las bendiciones materiales de prosperidad, seguridad política y permanencia en la tierra prometida. Aunque una alegoría es un vehículo eficaz para hacer que un nuevo conjunto de ideas sea accesible y memorable, es una base menos que óptima para establecer doctrina; y en este sentido, echamos profundamente en falta la predicación y profecía que Lehi agregó a modo de interpretación (véase 1 Nefi 8:38) y que Nefi decidió omitir en este punto de su registro. La doctrina será proporcionada más adelante, una comprensión de la salvación que aquí denominaremos el plan de salvación.

Cuando nosotros, como Santos de los Últimos Días, hablamos del plan de salvación, generalmente nos referimos al diseño de Dios—en su alcance más amplio—para el bienestar de sus hijos como individuos, desde la existencia premortal hasta los tres grados de gloria, sellados en unidades familiares eternas. Hay poca evidencia de que los nefitas conocieran los dos extremos de este plan (incluso para José Smith, una comprensión completa de esto fue revelada solo gradualmente). No obstante, comenzando con la alegoría del árbol de Lehi en 1 Nefi 8, el Libro de Mormón enseña claramente que la mortalidad es un tiempo de prueba, que todas las personas eventualmente serán devueltas a la presencia de Dios en un estado resucitado para ser juzgadas por sus acciones durante los días de su probación, y que, mientras están en la mortalidad, los individuos pueden escoger venir a Cristo, arrepentirse de sus pecados y ser salvados de la cautividad eterna del diablo mediante la Expiación, sin importar su etnia, género o posición social. Aunque a Lehi y a su familia solo se les revelaron los eventos intermedios del plan de Dios—desde la mortalidad hasta el juicio—estos fueron suficientes para instruirlos (junto con los lectores de Nefi) en cómo, como individuos, “venir a . . . Dios . . . y ser salvos” (1 Nefi 6:4).

Lehi presenta la historia de la salvación (1 Nefi 10)

Lehi predica sobre un aspecto diferente de la salvación en 1 Nefi 10. Comienza profetizando acerca del retorno de los exiliados de Jerusalén desde su cautiverio en Babilonia, y luego predice que Dios intervendrá nuevamente en la historia de Israel en un tiempo y lugar muy específicos:
“Sí, aun seiscientos años desde el momento en que mi padre salió de Jerusalén, levantaría el Señor Dios un profeta entre los judíos—sí, un Mesías, o, en otras palabras, un Salvador del mundo” (1 Nefi 10:4).
Aunque Lehi alude aquí a una profecía bien conocida de Moisés (véase Deuteronomio 18:15, 18), la especificidad de su enseñanza con respecto tanto al momento como a la identidad de este profeta se comunica como una revelación nueva. Lehi ha escudriñado las Escrituras y ha encontrado testigos adicionales que lo corroboran, y continúa afirmando “cuán grande número [de profetas] ha testificado de estas cosas, concernientes a este Mesías” (1 Nefi 10:5). Más adelante, Nefi citará a varios de ellos desde sus escritos en las planchas de bronce (véase 1 Nefi 19:8–17).

Lehi vuelve a hablar de los judíos y de su relación tanto con los gentiles como con los “remanentes de la casa de Israel” (1 Nefi 10:14). Una vez más, proporciona un marco conceptual a través de una alegoría—esta vez tomada de las planchas de bronce en lugar de ser de su propia autoría—comparando la historia futura de estos diversos pueblos (incluidos sus propios descendientes) con un olivo cuyas ramas son desgajadas y luego injertadas de nuevo. A lo largo de estas profecías, siempre habla de grupos grandes. Claramente, los “judíos” y los “gentiles” están compuestos por individuos que toman decisiones personales respecto al evangelio; pero, en esta parte del discurso de Lehi sobre la salvación, Dios siempre los trata como entidades colectivas.

En esta parte de su discurso, Lehi presenta la salvación como eventos a gran escala en los que Dios mismo entra en la esfera de la actividad humana para juzgar o liberar a pueblos enteros. Utilizaremos el término historia de la salvación para designar estas acciones históricas de salvación colectiva, un término utilizado desde hace tiempo por los estudiosos bíblicos para denotar la actividad redentora de Dios en la esfera humana. A diferencia de los conceptos espirituales de redención o de los relatos seculares de la historia, la historia de la salvación se refiere al conjunto de aquellas ocasiones en que Dios interviene en los asuntos humanos para cumplir Sus propósitos divinos a través de eventos de esta vida. Las bendiciones prometidas son típicamente tanto temporales como colectivas por naturaleza, incluyendo tierra, prosperidad, posteridad y seguridad política. Antes del año 600 a.C., la historia de la salvación era la forma estándar de reflexionar sobre la relación de Dios con Su pueblo.

Dentro de esta construcción teológica, se entiende que Dios se revela a Israel particularmente a través de “actos salvíficos” que simultáneamente ofrecen salvación a los justos y juicio sobre los inicuos. Estos actos incluyen eventos históricos como el Éxodo, la entrega del convenio mosaico y el establecimiento de los hijos de Israel en la tierra de Canaán.

En consonancia con esta tradición, Lehi profetiza en 1 Nefi 10 que los judíos serán restaurados de la cautividad solo para ser esparcidos de nuevo, que los lehitas serán guiados a su propia tierra de promisión, y que los gentiles recibirán un testimonio del Espíritu Santo y, eventualmente, la plenitud del evangelio. En la intención general de Nefi de persuadir a todos los hombres a venir a Dios y ser salvos (véase 1 Nefi 6:4), el término “hombres” se aplica tanto a estos grupos colectivos como a los individuos, así como “ser salvos” se aplica a la recepción, por parte de los grupos, de bendiciones colectivas tales como su restauración como nación, su permanencia en una tierra de promisión y la bendición de tener la presencia de Dios en medio de su comunidad. Aunque la preocupación por la salvación colectiva de la casa de Israel se pierde en gran parte del registro nefita tras el fallecimiento de la primera generación que emigró desde Jerusalén, se restaura con prominencia en las profecías del Jesús resucitado, tal como se registran en 3 Nefi 16:4–20 y 20:10–26:5. La historia de la salvación nunca vuelve a estar lejos de la mente de los registradores nefitas, quienes reconocen (y dirigen) sus propios escritos como un vehículo tanto de salvación como de juicio para los judíos, los gentiles y los lehitas de los últimos días.

La visión de Nefi como integración y expansión de los dos aspectos de la salvación presentados por Lehi

Al concluir la presentación del discurso de Lehi en el desierto, Nefi no ha dejado en claro para sus lectores cómo encajan temáticamente (u de otra manera) las alegorías de los dos árboles (que, a su vez, representan el plan de salvación y la historia de la salvación). Según el relato de Nefi, el significado aparentemente tampoco le resultó claro en un primer momento, ya que su reacción inicial fue preguntar al Señor para “ver, oír y saber estas cosas” (1 Nefi 10:17). Parece que su deseo no era tanto tener el encuentro espiritual que finalmente recibió, sino lograr una comprensión global de las enseñanzas de su padre. Nefi afirma que los misterios de Dios se revelan a aquellos que los buscan con diligencia (véase 1 Nefi 10:19); y, una vez arrebatado en el Espíritu, su petición, de forma algo sorprendente, es conocer la interpretación de la alegoría del árbol más que probar del fruto precioso (véase 1 Nefi 11:10–11). Al relatar su propia visión, Nefi forjará una unidad conceptual entre los dos aspectos de la salvación que hasta ese momento había mantenido separados.

Debemos tener en cuenta que el significado del sueño de Lehi representa solo la mitad de lo que Nefi intentaba comprender después de escuchar las enseñanzas de su padre. En la visión que recibe, a Nefi primero se le ofrece una identificación clara de los elementos del sueño en términos del plan de salvación: el árbol y la fuente representan el amor de Dios, la barra de hierro es la palabra de Dios, el río son las profundidades del infierno, las nieblas de oscuridad son tentaciones del diablo, y el edificio grande y espacioso es el orgullo de los hijos de los hombres (véase 1 Nefi 11:25; 12:16–18). Pero el guía angelical de Nefi también interpreta estos mismos símbolos en términos de la historia de la salvación: ahora identifica el árbol como el árbol de la vida del Jardín de Edén (vinculando así un acto salvador con la salvación individual, un tema al que Lehi volverá en 2 Nefi 2:15–23); el edificio espacioso representa a aquellos que persiguen a los apóstoles, y más tarde a los nefitas que, en su necedad, guerrean entre sí (véase 1 Nefi 11:35–36; 12:18–19); y las nieblas son identificadas como precursores de los juicios que caerán sobre los descendientes de Lehi antes de las calamidades previas a la visitación nefita de Cristo y su aniquilación posterior (véase 1 Nefi 12:4, 17, 19).

Mientras intercala comentarios interpretativos sobre el sueño de Lehi en 1 Nefi 8, la presentación de la visión sigue el esquema proporcionado por las profecías de Lehi en 1 Nefi 10. Nefi primero presencia la venida mortal y el bautismo del Mesías (véase 1 Nefi 11:14–27; véase también 10:4, 9–10), con una referencia explícita al relato de Lehi: “Miré y vi al Redentor del mundo, de quien mi padre había hablado, y también vi al profeta que había de preparar el camino delante de él” (1 Nefi 11:27; véase también 10:5, 7). Justo antes de esta revelación, el ángel muestra a Nefi que Jesucristo es el punto central de ambas porciones de las enseñanzas de Lehi al identificar el árbol del fruto precioso con “el Cordero de Dios” (1 Nefi 11:21; véase también 1 Nefi 10:10).

Al igual que su padre, Nefi también “[habla] mucho concerniente a los gentiles y también a la casa de Israel” (1 Nefi 10:12). Aunque en su visión no hace referencia explícita a la alegoría del olivo, sí proporciona una interpretación adicional al mencionar tanto el juicio y la dispersión de Israel como una descripción detallada del futuro de su propia familia en la tierra de promisión (véase 1 Nefi 12:1–23; 13:39; véase también 10:13). Donde Lehi profetiza que “después que los gentiles hubieren recibido la plenitud del Evangelio, las ramas naturales del olivo, o sea, los remanentes de la casa de Israel, serían injertadas, o llegarían al conocimiento del verdadero Mesías” (1 Nefi 10:14), Nefi ofrece una explicación de la profecía en términos de actos salvíficos futuros: el Señor se manifestará en la carne tanto a los judíos como a los lehitas; ambos pueblos registrarán relatos del ministerio del Señor, y luego, a través de estos registros (y mediante el Espíritu Santo), el Señor se manifestará a los gentiles. Una vez en posesión de los gentiles, los registros de los judíos y los lehitas “se establecerán como uno solo” y “harán saber a toda tribu, lengua y pueblo que el Cordero de Dios es el Hijo del Eterno Padre y el Salvador del mundo” (1 Nefi 13:40–41). Nefi describe cómo, en los últimos días, la salvación de la casa de Israel y la salvación de los gentiles estarán entrelazadas. Los favores de Dios se mostrarán a cada uno por turno para que, en última instancia, la salvación pueda ser ofrecida al mundo entero (véase 1 Nefi 13:42; 14:7).

Desarrollo adicional de los dos aspectos de la salvación según Lehi

Cuando Nefi asume la tarea de presentar los dos aspectos de la obra salvadora de Dios a sus lectores, comienza, como nos dice que lo hizo Lehi, relatando las dos alegorías en 1 Nefi 8 y 10, haciendo así accesibles los grandes contornos del plan de salvación y de la historia de la salvación. Al relatar el resto de las enseñanzas de Lehi en el valle de Lemuel, Nefi presenta además a sus lectores lo que presumiblemente les resulta familiar de las Escrituras de Israel (alusiones a pasajes específicos, una profecía del retorno de los judíos del exilio, una comprensión de los actos salvadores de Dios en favor de Israel, etc.). Solo entonces introduce las profecías y doctrinas innovadoras que han sido reveladas gradualmente a su familia.

Con respecto a la historia de la salvación, Lehi y sus hijos encuentran mucha colaboración profética para sus propias revelaciones en las planchas de bronce, lo cual no es sorprendente, ya que revelar tales actos antes de que ocurran es una de las principales responsabilidades de los profetas de Israel (véase Amós 3:7). Lehi, como hemos visto, alude a las enseñanzas de Moisés en Deuteronomio 18 sobre la venida del Mesías (véase 1 Nefi 10:4). Nefi cita este versículo (véase 1 Nefi 22:20–21), así como pasajes de Zenoc, Neum y Zenos (véase 1 Nefi 19:10–12). La mayoría de las escrituras citadas respaldan nuevas profecías sobre los futuros tratos de Dios con Israel (véase 1 Nefi 15:20; 19:22–24; 2 Nefi 6:4–5; 25:7–8). Lehi toma prestada su alegoría del olivo en 1 Nefi 10 de Zenos, y cita un pasaje extenso de José de Egipto en 2 Nefi 3. Nefi incluye la mayor parte de los capítulos 2–14, 29, 48–49 de Isaías de manera textual, junto con docenas de versículos individuales y frases distintivas; y Jacob cita Isaías 49:22–52:2 en 2 Nefi 6–8 y más adelante incluye la alegoría completa de Zenos en Jacob 5. En todos los casos, su incorporación de las palabras de los profetas de las planchas de bronce es cuidadosa, deliberada y matizada, respaldando sus propias revelaciones y demostrando el gran valor que le daban a estos registros.

Las numerosas citas confirman igualmente que para Lehi y sus hijos, la historia de la salvación era un medio familiar para comprender los actos salvadores de Dios en el contexto de Israel y sus convenios. En contraste, la escasa corroboración profética para las enseñanzas de Lehi sobre el plan de salvación (Lehi hace referencia a Génesis 3:4–5, 23–24 e Isaías 14:12 en 2 Nefi 2; Jacob y Nefi citan Isaías 55:1 en 2 Nefi 9:50 y 26:25, respectivamente) demuestra cuán original era esta doctrina para la familia de Lehi. Nefi admite a sus hermanos que Lehi “verdaderamente habló muchas cosas grandiosas… las cuales eran difíciles de entender, a menos que el hombre recurriera al Señor” (1 Nefi 15:3). Él, Jacob y Lehi sí recurren al Señor y son repetidamente bendecidos con instrucción divina.

La naturaleza variada, pero incuestionablemente autoritativa, de la inspiración que los tres reciben confirma su valor de verdad, ya que apelan a visiones (véase 1 Nefi 8:2; 11:1; 2 Nefi 1:4; 2:3; 4:23, 25), a la voz del Señor (véase 1 Nefi 13:33–37; 14:3, 7; 2 Nefi 1:20; 9:16, 23; 10:7–19; 2 Nefi 28:30–29:14; 31:11–15), a la comunicación angelical (véase 1 Nefi 11–14; 19:8–10; 2 Nefi 6:9, 11; 10:3), y a la instrucción del Espíritu (véase 1 Nefi 10:17; 15:12; 2 Nefi 1:6; 4:12; 25:11; Jacob 4:15). Al reflexionar sobre este proceso de aprendizaje, Nefi expresa profunda satisfacción con todo lo que ha llegado a saber:
“Porque mi alma se deleita en las Escrituras, y mi corazón las medita y las escribe para instrucción y beneficio de mis hijos. He aquí, mi alma se deleita en las cosas del Señor, y mi corazón medita continuamente en las cosas que he visto y oído” (2 Nefi 4:15–16).

La comprensión ampliada de Lehi y sus hijos se expresa en siete discursos adicionales, seis reportados por Nefi y el séptimo agregado por Jacob en sus propios escritos. Todos estos escritos se centran en la naturaleza de la salvación, y cada uno incorpora tanto el plan de salvación como la historia de la salvación, los dos aspectos que Lehi introdujo por primera vez en sus enseñanzas en el valle de Lemuel. El contenido de estos ocho discursos centrados en la salvación puede clasificarse de la siguiente manera:

(Aquí en el original hay una tabla con los discursos clasificados por autor y contenido.)

Aquí vemos la inclusión de dos sermones de Lehi y Jacob, así como cuatro de Nefi mismo. Evidentemente, es importante para Nefi confirmar que estas doctrinas de salvación fueron afirmadas de manera independiente por múltiples maestros. En otro lugar, él explica este compromiso con la ley de testigos del Deuteronomio:
“Enviaré sus palabras a mis hijos para probarles que mis palabras son verdaderas. Por tanto, por las palabras de tres, ha dicho Dios, estableceré mi palabra.”
Aunque Nefi se refiere explícitamente aquí a las revelaciones de Isaías y Jacob, el testimonio de Lehi ciertamente también aplica. Concluye:
“No obstante, Dios envía más testigos, y Él prueba todas sus palabras” (2 Nefi 11:3; véase también Deuteronomio 19:15).

Obsérvese la consistencia con la que los ocho discursos enumerados anteriormente abordan tanto el plan de salvación como la historia de la salvación, incluso si solo es por unos pocos versículos. A veces, los dos aspectos de la salvación están profundamente integrados, como en la visión de Nefi; otras veces, están equilibrados pero claramente divididos, como en la respuesta de Nefi a las preguntas de Lamán y Lemuel o en las palabras finales de Lehi; y en ocasiones, uno u otro aspecto se enfatiza, como en el recurso de Nefi a las planchas de bronce. Pero ambos aspectos de la salvación siempre están presentes.

También es importante notar que, en contraste con el discurso inicial de Lehi, que presenta primero el plan de salvación, las versiones posteriores siempre comienzan con la historia de la salvación. Esto puede simplemente reflejar cómo fueron pronunciadas originalmente las palabras, pero la consistencia en la presentación sugiere que tal vez fue la intención de Nefi comenzar con enseñanzas más familiares, basadas en las Escrituras, antes de pasar a principios recién revelados. Sea como fuere, hay un desarrollo significativo tanto en profecías detalladas como en doctrinas claramente expresadas a medida que Nefi avanza en su exposición de estos discursos, comenzando con las alegorías que distinguen los dos aspectos de la salvación en 1 Nefi 8 y 10, y culminando en sus propias enseñanzas en 2 Nefi 25–32, que especifican el papel que desempeñará la posteridad de Lehi en la aparición de un libro salvífico en los últimos días, para luego enumerar las condiciones necesarias para alcanzar la salvación individual.

Hay docenas de ejemplos de cómo Lehi, Nefi y Jacob aclaran e integran los conceptos del plan de salvación y de la historia de la salvación en sus discursos, ya sea por medio de instrucción explícita o a través de estrategias indirectas como la alusión y recontextualización escriturarias, el juego de palabras y la yuxtaposición de profecías. A modo de ilustración, consideraremos algunos ejemplos de cada uno de estos profetas fundadores nefitas. Primero, veremos cómo Lehi recontextualiza hábilmente profecías de la historia de la salvación contenidas en las planchas de bronce en términos del plan de salvación, seguido de la observación del uso ingenioso que hace Jacob del juego de palabras para resaltar las conexiones entre los dos aspectos de la salvación. Luego consideraremos la integración más significativa que hace Nefi del plan de salvación y la historia de la salvación, al trazar el desarrollo de sus enseñanzas sobre la Expiación de Jesucristo a lo largo de sus escritos, culminando con su retorno a las enseñanzas de Lehi en el desierto al declarar cómo es que los individuos pueden “venir al Dios de Abraham, y al Dios de Isaac, y al Dios de Jacob, y ser salvos” (1 Nefi 6:4).

La recontextualización por parte de Lehi de las profecías de la historia de la salvación en términos del plan de salvación

Nefi abre su relato de las palabras finales de Lehi a su familia con una paráfrasis de las bendiciones que han recibido hasta ese momento. Las primeras palabras citadas de Lehi reportan otra revelación:
“Porque he aquí… he visto una visión, en la cual sé que Jerusalén ha sido destruida” (2 Nefi 1:4),
y continúa profetizando sobre el bienestar de su posteridad en su nueva tierra de promisión. Más adelante, cuando cambia al tono de amonestación, elabora sobre un pasaje de Isaías:

Isaías 52:1–2
Despierta, despierta; vístete de tu poder,
oh Sion;
vístete tu ropa hermosa,
oh Jerusalén, ciudad santa;
porque nunca más vendrá a ti
incircunciso ni inmundo.
Sacúdete del polvo;
levántate y siéntate, oh Jerusalén;
suelta las ataduras de tu cuello,
oh cautiva hija de Sion.

2 Nefi 1:13–14
¡Oh, si quisierais despertar!
despertar de un profundo sueño,
sí, del sueño del infierno,
y sacudir las horribles cadenas con que estáis atados,
sí, las cadenas que atan a los
hijos de los hombres,
de modo que son llevados cautivos
hasta el abismo eterno de miseria y aflicción.
¡Despertad! y levantaos del polvo.

Obsérvese la similitud en el tema y en el lenguaje distintivo de ambos pasajes: ambos agrupan exhortaciones a despertar y sacudirse o levantarse del polvo en el contexto de las cadenas o ligaduras de la cautividad. Pero mientras Isaías está anticipando la liberación de Jerusalén del cautiverio babilónico desde la perspectiva de la historia de la salvación, Lehi recontextualiza la profecía en términos del plan de salvación para sus hijos descarriados. Tanto la ubicación de sus palabras como su mensaje reformulado son emocionalmente devastadores. Después de alabar a Dios por la tierra de libertad a la que los ha conducido, Lehi indica que Lamán y Lemuel ya se encuentran en cautiverio, no político ni temporal, sino más bien atados con las cadenas del infierno, que finalmente los llevarán al “abismo eterno de miseria y aflicción.” Lehi toma las mismas palabras que Isaías ha usado para proclamar la liberación y, en cambio, las emplea para advertir sobre la destrucción.

Más adelante en el discurso, después de dar su descripción más completa del plan de salvación, Lehi nuevamente fusiona los dos aspectos de la salvación al recontextualizar un texto crucial de las planchas de bronce. Considera su aplicación de la famosa conclusión del convenio del Señor con los hijos de Israel justo antes de su entrada en Canaán:
“Yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19; énfasis añadido).
Aunque Moisés está hablando aquí al pueblo colectivamente en un modo de historia de la salvación, la adaptación de Lehi en 2 Nefi 2:27–28 cambia nuevamente al contexto del plan de salvación (incluyendo un cambio correspondiente de la “vida” mortal a la “vida eterna”):
“Por tanto, los hombres son libres… para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, conforme a la cautividad y el poder del diablo… Y ahora bien, hijos míos, quisiera que miraseis al gran Mediador, y prestaseis oído a sus grandes mandamientos; y fueseis fieles a sus palabras, y escogieseis la vida eterna.”

El uso del juego de palabras por parte de Jacob para resaltar las conexiones entre la historia de la salvación y el plan de salvación

Como segundo ejemplo de una estrategia particular para integrar la historia de la salvación y el plan de salvación, consideraremos el uso de varios juegos de palabras por parte de Jacob en 2 Nefi 9. Varios capítulos antes, siguiendo el patrón general, Jacob abre este discurso con una discusión sobre la historia de la salvación que apela tanto a escrituras establecidas como a nueva revelación (véase 2 Nefi 6:4, 8–9). Luego de entrelazar su propio comentario con una extensa cita de Isaías, Jacob realiza una transición en 2 Nefi 9 hacia una exposición del plan de salvación, comenzando por identificar y luego manipular una ambigüedad.

“Porque sé que muchos de vosotros habéis escudriñado mucho, con el fin de saber cosas por venir”, dice Jacob a sus oyentes. En consonancia con el énfasis en la historia de la salvación del discurso hasta ese momento, continúa relatando una profecía con la que su audiencia ya está muy familiarizada:
“Sé que sabéis que [el Señor] se manifestará en cuerpo a los que están en Jerusalén, de donde venimos” (2 Nefi 9:4–5).
Pero entre estos dos comentarios, y camuflado por el uso de una retórica similar, Jacob inserta lo que parece ser un non sequitur:
“Sé que sabéis que nuestra carne ha de descomponerse y morir; no obstante, en nuestros cuerpos veremos a Dios.”

La ambigüedad de la que Jacob se vale aquí radica en el contenido específico de las “cosas por venir”. ¿Se refiere a la proclamación de la historia de la salvación sobre la venida del Hijo de Dios o a la inevitabilidad del juicio postmortal según el plan de salvación? La presentación de Jacob sugiere ambas, e implica además una conexión entre los dos eventos, no solo porque comparten los vínculos genéricos del interés nefita y la proyección futura, sino también porque en ambos casos está involucrado el testimonio literal de Dios.

A medida que avanza hacia una exposición comprensiva de cómo es que “en nuestros cuerpos veremos a Dios”, Jacob continúa manipulando ambigüedades a su favor al aplicar significados del plan de salvación a conceptos conocidos de la historia de la salvación. Uno de sus juegos de palabras más ingeniosos en este sentido es su uso del término “restauración”, propio del vocabulario de la historia de la salvación. Al inicio de 2 Nefi 9, el tema de Jacob ha sido la naturaleza dual de este concepto respecto al futuro de Israel, cuando, en los últimos días, “serán restaurados a la verdadera iglesia y redil de Dios” y también “establecidos en todas sus tierras de promisión” (v. 2). Pero en poco tiempo, Jacob aplica ambos aspectos—uno espiritual y otro físico—a la resurrección misma, en la que el infierno y el paraíso entregarán los espíritus que contienen y la sepultura liberará los cuerpos cautivos, de modo que “los cuerpos y los espíritus de los hombres serán restaurados el uno al otro” (vv. 12–13). Más adelante, Jacob intenta aún otra variación, esta vez comparando un sentido del plan de salvación, al hablar de cuerpos unidos y resucitados que son “restaurados a aquel Dios que les dio aliento” (v. 26; énfasis añadido), con un sentido de historia de la salvación al referirse a su lejana posteridad como grupo siendo “restaurada” a Dios al venir al “verdadero conocimiento de su Redentor” (2 Nefi 10:2; énfasis añadido).

La presentación de Nefi sobre la Expiación de Cristo como la integración suprema de la historia de la salvación y el plan de salvación

Sin duda, la integración más significativa de la historia de la salvación y del plan de salvación en las planchas menores es la declaración profética sobre la persona y misión de Jesucristo. Él es la figura central en cada aspecto de la salvación, y consideraremos a su vez cómo su venida al mundo constituye un acto salvador para pueblos enteros y también cómo proporciona la mediación necesaria para la liberación eterna de las almas individuales. De hecho, él es el único “camino” o “nombre” dado mediante el cual el hombre puede ser salvo (véase 2 Nefi 9:41; 25:20; 31:21), ya sea de forma colectiva o individual.

Lehi comienza su profecía sobre la venida de Cristo en 1 Nefi 10 en términos de historia de la salvación. Él será el profeta que se levantará entre los judíos (véase v. 4). Proporcionará redención por los pecados del mundo como “el Cordero de Dios”, es decir, en los términos rituales de la ley de Moisés, como un chivo expiatorio por el colectivo (v. 10). Nefi amplía la comprensión de la venida del Mesías como un acto salvador cuando aclara en su visión que Cristo se manifestará sucesivamente a los judíos, a los lehitas y a los gentiles. En cada caso, la manifestación divina causará división entre todo un pueblo, resultando tanto en juicio como en salvación.

Así, Nefi informa que cuando el Santo de Israel venga en la carne entre los judíos, ministrará con poder y gran gloria, realizará milagros poderosos, sanará a los enfermos y expulsará demonios (véase 1 Nefi 11:28, 31). Estas acciones misericordiosas, en sí mismas, ofrecen liberación a quienes las reciben y constituyen evidencia suficiente para que quienes las presencian reconozcan que Él es su Dios. Nefi nos asegura que aquellos en Jerusalén que crean en Cristo serán salvos en el reino de Dios (véase 2 Nefi 25:13), pero la gran mayoría endurecerá su cerviz contra él, lo juzgará como algo sin valor y lo expulsará de entre ellos (véase 2 Nefi 10:5; 1 Nefi 19:9; 11:28). Al rechazar a Jesús, los judíos provocarán colectivamente los juicios de Dios sobre sí mismos o, como profetizó Zenos:
“serán azotados por todos los pueblos, porque crucifican al Dios de Israel, y apartan su corazón, rechazando las señales y prodigios, y el poder y la gloria del Dios de Israel” (1 Nefi 19:13; énfasis añadido; véase también 2 Nefi 6:10; 10:6; 25:12).

Nefi afirma que la manifestación postmortal de Jesús a los nefitas también constituirá un acto salvador. En este caso, la división del pueblo precederá su venida. Los inicuos que maten a los profetas y santos que testifiquen de Cristo serán destruidos por los grandes y terribles juicios que precederán su visita (véase 1 Nefi 12:4–5; 2 Nefi 26:3–6), pero a aquellos que crean en las profecías y esperen pacientemente su venida, “el Hijo de justicia se les aparecerá, y los sanará, y ellos tendrán paz con él” (2 Nefi 26:9). Nuevamente, estos son eventos trascendentales que serán experimentados por multitudes, todos juntos, en el tiempo histórico.

Tanto Lehi como Nefi describen la manifestación de Jesucristo a los gentiles, una manifestación que no tomará la forma corporal que sí ocurre para los judíos y los nefitas. En cambio, Lehi profetiza que, después de que el Mesías haya resucitado de entre los muertos, se dará a conocer a los gentiles por medio del Espíritu Santo, y luego, en los últimos días, les ofrecerá “la plenitud del Evangelio” (1 Nefi 10:11, 14). Nefi explica que el Cordero de Dios “se manifestará a ellos en palabra, y también con poder, en verdad,” de modo que “si los gentiles se arrepienten, les irá bien;… [pero] el que no se arrepienta perecerá” (1 Nefi 14:1, 5).

La venida de Jesús al mundo también proporciona la mediación necesaria para la liberación eterna de las almas individuales, conforme al plan de salvación. Lehi, Nefi y Jacob testifican cada uno que la misión mortal de Jesucristo culminará en que Él interceda ante el Padre por todos los hijos de los hombres. Según Lehi, “la redención viene por medio del Santo Mesías,” quien “se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado” (2 Nefi 2:6, 7). Nefi indica que será “levantado sobre la cruz y muerto por los pecados del mundo” (1 Nefi 11:33). Jacob aclara que Dios resucitará a todos los hombres de la muerte física por medio del poder de la resurrección de Cristo, mientras que aquellos que tengan fe en el Redentor también podrán ser salvos de la muerte espiritual mediante el poder de su expiación (véase 2 Nefi 9:10–16; 10:25). Finalmente, en 2 Nefi 31, Nefi presenta la “doctrina de Cristo” (2 Nefi 31:2), indicando con claridad y precisión cómo es que los individuos pueden venir a Cristo y ser salvos.

El regreso de Nefi a las enseñanzas de Lehi en el desierto en su discurso final

Al entregar este mensaje culminante, Nefi vuelve a ambas mitades de las enseñanzas de Lehi en el valle de Lemuel, así como a su propia visión angélica abarcadora de 1 Nefi 11–14. Al hacerlo, trae la plenitud de su comprensión del evangelio de vuelta a sus orígenes fundamentales, testificando sutilmente de cuánta verdad salvífica el Señor ha revelado a su familia. Abre sus observaciones finales invitando a los lectores a regresar con él a esas enseñanzas tempranas, recordando primero el bautismo del Mesías predicho por Lehi en 1 Nefi 10, pero no comentado nuevamente desde su propia visión en 1 Nefi 11:
“Yo quisiera que recordaseis que os he hablado acerca de aquel profeta que el Señor me mostró, que bautizaría al Cordero de Dios, el cual habría de quitar los pecados del mundo” (2 Nefi 31:4; énfasis añadido).

Aunque se refiere aquí a su propia experiencia (“os he hablado… acerca de aquel profeta que el Señor me mostró”; véase también los vv. 8, 17), Nefi reconoce la dependencia de su visión respecto a la profecía anterior de su padre al emplear las palabras de Lehi para describir a Juan el Bautista:
“Después de que hubiera bautizado al Mesías con agua, vería y daría testimonio de que había bautizado al Cordero de Dios, que habría de quitar los pecados del mundo” (1 Nefi 10:10; énfasis añadido).
Esta frase final aparece solo en estos dos versículos en las planchas menores, y aunque la designación de Jesús como el “Cordero de Dios” es una frase clave en la visión de Nefi—empleada allí más de dos docenas de veces—, tampoco ha sido mencionada desde entonces en sus escritos. El hecho de que ahora la use nuevamente varias veces en rápida sucesión (véase 2 Nefi 31:4–6) respalda firmemente la intención deliberada de aludir aquí a las enseñanzas anteriores.

A medida que Nefi continúa su meditación sobre el bautismo de Jesús, también incorporará tres elementos distintivos—aunque aún no definidos—del sueño de Lehi en 1 Nefi 8: la invitación del hombre con vestidura blanca de “sígueme” (véase v. 6; 2 Nefi 31:10, 12–13), el camino estrecho y angosto (véase v. 20; 2 Nefi 31:18, 19), y la necesidad de que los viajeros hacia el árbol continúen “adelantándose” (véase vv. 21, 24; 2 Nefi 31:20). Comienza planteando una pregunta:
“Y ahora bien, si el Cordero de Dios, siendo santo, tuvo necesidad de ser bautizado en agua, para cumplir toda justicia, oh, entonces, ¡cuánto más necesidad tenemos nosotros, siendo impuros, de ser bautizados, sí, en agua!” (2 Nefi 31:5).
Basándose en las enseñanzas del sueño de su padre, Nefi responde que uno de los propósitos del bautismo de Cristo fue mostrar a la humanidad el camino hacia la salvación:
“Demuestra a los hijos de los hombres la estrechez del camino y la angostura de la puerta por la que deben entrar, habiendo puesto él el ejemplo delante de ellos. Y dijo a los hijos de los hombres: ‘Sígueme’” (2 Nefi 31:9–10; énfasis añadido).

Apelando a lo que quizá sea su revelación más extraordinaria, Nefi comunica información crucial a sus lectores, definiendo las condiciones de su salvación individual. En lugar de basarse en el Espíritu, en una visión, o incluso en un guía angélico como autoridad—como él y los miembros de su familia han hecho anteriormente para respaldar su comprensión progresiva de la salvación—, Nefi relata en cambio un intercambio sin precedentes en las Escrituras entre el Padre y el Hijo, cuyas voces le llegan por turno, representando en esencia un convenio salvador al revelar los principios y ordenanzas del evangelio:

El Padre: “Arrepentíos, arrepentíos y bautizaos en el nombre de mi Hijo Amado.”

El Hijo: “Aquel que se bautice en mi nombre, a ese le dará el Padre el Espíritu Santo, a semejanza mía; por tanto, sígueme y haz las cosas que me habéis visto hacer.”

El Hijo: “Después que os hayáis arrepentido de vuestros pecados y hayáis testificado al Padre que estáis dispuestos a guardar mis mandamientos, mediante el bautismo de agua, y hayáis recibido el bautismo de fuego y del Espíritu Santo… y después de esto me negaseis, mejor os hubiera sido no haberme conocido.”

El Padre: “Sí, las palabras de mi Amado son verdaderas y fieles. El que persevere hasta el fin, ese será salvo” (véase 2 Nefi 31:11, 12, 14, 15).

Intercalados con estas declaraciones hay comentarios continuos en los que Nefi resalta el papel de Jesús en el plan de salvación como ejemplo a seguir, y anima a sus lectores a seguir tanto las acciones como los mandamientos de Cristo. Nefi expresa esta exhortación con términos tomados del sueño de Lehi, concluyendo con una promesa final del Padre:

Y ahora bien, amados hermanos míos, después que hayáis entrado por este camino estrecho y angosto, quisiera preguntar si todo está hecho. He aquí, os digo que no; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar. Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por consiguiente, si seguís adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna (2 Nefi 31:19–20; énfasis añadido).

El regreso de algunas frases clave nos recuerda la descripción de Lehi de aquellos que iban “adelantándose… asidos a la barra de hierro” (1 Nefi 8:30), una barra que luego se interpreta como “la palabra de Dios” (1 Nefi 11:25).

La Plenitud del Evangelio

En 1 Nefi 6:4, Nefi declara que su intención al escribir el libro—que en sí mismo se convertirá en un acto salvador en los últimos días—es “persuadir a los hombres a venir al Dios de Abraham, y al Dios de Isaac, y al Dios de Jacob, y ser salvos.” Hemos visto cómo ha estructurado cuidadosamente su propia contribución a ese registro usando la distinción de su padre Lehi, en 1 Nefi 8 y 10, entre los dos aspectos de la obra salvadora de Dios: el plan de salvación, para la liberación eterna de los individuos de la muerte, el infierno y la cautividad del diablo; y la historia de la salvación, la intervención divina en los asuntos humanos que libra a pueblos enteros de la destrucción física y la esclavitud, ya sea ante enemigos o ante la ignorancia.

Además de estos dos aspectos de la salvación, la frase “la plenitud del Evangelio” también fue introducida por Lehi en su discurso fundamental en el valle de Lemuel (1 Nefi 10:14). Nefi aclara el concepto en 1 Nefi 15:13–14, enfatizando que esta plenitud llegará a los gentiles en los últimos días, confirmando la relación de convenio de Israel con Dios, testificando del Redentor del mundo e instruyendo a toda la humanidad en “los mismos puntos de su doctrina, para que sepan cómo venir a él y ser salvos.”

Puede que la integración del plan de salvación y de la historia de la salvación que se encuentra en el registro de Nefi pueda entenderse provechosamente como constituyendo esta plenitud del Evangelio—la suma de las nuevas de gran gozo que declaran que Dios ha preparado un camino para liberar a la humanidad de la esclavitud, ya sea espiritual o temporal, individual o colectiva.

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