Capítulo 6
Lehi Soñó un Sueño: El Relato
del Sueño de Lehi en su Contexto Bíblico
Dana M. Pike
Dana M. Pike era profesor de escritura antigua en la Universidad Brigham Young cuando se publicó este artículo.
“He aquí, he soñado un sueño”, anunció Lehi a su familia una mañana en el valle de Lemuel, en el noroeste de Arabia (1 Nefi 8:2; véase también 9:1; 10:16). Este sueño y su posterior interpretación (dada en visión a Nefi) proveen un poderoso fundamento centrado en Cristo para todo el Libro de Mormón. Por supuesto, el sueño de Lehi sobre su familia, un árbol y su fruto no fue el primer sueño revelador que había recibido. Nefi indica que su padre, Lehi, había escrito un relato de su propio ministerio profético que incluía “muchas cosas que vio en visiones y en sueños” (1 Nefi 1:16). El Señor ya le había comunicado su voluntad a Lehi mediante sueños sobre puntos tan importantes como el mandato de salir de Jerusalén (véase 1 Nefi 2:1–2) y el de enviar a sus hijos de regreso a Jerusalén para recuperar el registro de las escrituras en las planchas de bronce (véase 1 Nefi 3:2). Sin embargo, no tenemos relatos de estos sueños, solo referencias a ellos.
El relato del sueño de Lehi en 1 Nefi 8 tiene gran importancia en el Libro de Mormón en su conjunto debido a su extensión y detalle, su advertencia sobre el estado espiritual de la familia de Lehi, y su enfoque en la belleza y el poder de la Expiación de Cristo. Estas características, combinadas con la ubicación destacada de este sueño al principio del Libro de Mormón, plantean preguntas interesantes sobre los sueños y la revelación. ¿Es significativo que esta gran revelación le haya llegado a Lehi en un sueño? ¿Fueron los sueños un medio legítimo y frecuente de revelación en el antiguo Israel? ¿Es el relato del sueño de Lehi en 1 Nefi 8 similar a los relatos de sueños reveladores en la Biblia? Si es así, ¿cómo puede el comprender los relatos bíblicos de sueños ayudarnos a apreciar mejor el relato del sueño de Lehi, las reacciones de su familia ante él, y el papel que desempeña en el conjunto mayor del Libro de Mormón?
Por sorprendente que parezca, tales preguntas no han sido abordadas en estudios Santos de los Últimos Días previos sobre el relato del sueño de Lehi. Además de proporcionar comentarios generales sobre el sueño de Lehi en 1 Nefi 8, algunos autores lo han estudiado desde una perspectiva literaria, han enfatizado los aspectos doctrinales de su simbolismo, y han intentado relacionar el simbolismo con tradiciones del desierto arábigo e incluso con simbolismo del antiguo Egipto. Sin embargo, no tengo conocimiento de ningún análisis del sueño de Lehi en el contexto de los relatos bíblicos y de otros informes de sueños del antiguo Cercano Oriente (el Cercano Oriente es esencialmente la misma región que el Medio Oriente), a pesar de que Lehi y su familia vivieron en las cercanías de Jerusalén y, presumiblemente, estaban familiarizados con los relatos de sueños reveladores de su tradición bíblica, así como con los sueños inspirados que afirmaban recibir sus contemporáneos israelitas.
Mi tesis es que comprender el contexto escritural y cultural de los relatos e interpretaciones de sueños israelitas, tal como se conservan en la Biblia, proporciona una comprensión más rica y profunda del sueño de Lehi (y de la visión interpretativa correlativa de su hijo Nefi), tanto a nivel de trasfondo general como de percepciones específicas. Para demostrar esto, presento comentarios introductorios sobre el relato del sueño de Lehi, una introducción general a los relatos e interpretaciones de sueños en textos del antiguo Cercano Oriente, y una revisión de los relatos bíblicos de sueños, seguida de un análisis del relato del sueño de Lehi en su contexto bíblico. (Las limitaciones de espacio no permiten un análisis específico y centrado del relato de la visión de Nefi en este artículo.)
Consideraciones Preliminares sobre el Relato del Sueño de Lehi
Las siguientes cuatro observaciones generales sobre el relato de Nefi del sueño de Lehi destacan consideraciones importantes para este estudio.
1. La fuente de nuestra información. Dependemos por completo de lo que Nefi incluyó en su pequeño conjunto de planchas para el relato del sueño de Lehi en 1 Nefi 8. El relato de Nefi sobre el sueño de su padre se presenta como lo que Lehi compartió con su familia después de haber experimentado el sueño (véase 1 Nefi 8:2; 9:1). Más allá del mero recuerdo de Nefi de esa ocasión, es probable que haya recuperado la información, al escribir su relato, del registro escrito de su padre, de lo que él mismo (Nefi) ya había transferido del registro de su padre a su conjunto grande de planchas, o de ambos (véase 1 Nefi 1:17; 19:1–2). Recordemos que Nefi hizo su conjunto grande de planchas aproximadamente diez años después de salir de Jerusalén (véase 1 Nefi 19:1–2), pero no hizo su conjunto pequeño de planchas —de donde obtenemos 1 Nefi— hasta unos treinta años después de que su familia saliera de Jerusalén (véase 2 Nefi 5:28–31). Por lo tanto, Nefi dependía bastante de los registros previos de su padre y de sí mismo para los detalles que proporcionó al relatar el sueño de Lehi (véase 1 Nefi 8) y su propia visión (véanse 1 Nefi 11–14).
Esto se ilustra por el hecho de que Nefi comienza su relato del sueño de Lehi citando el registro de su padre, como lo indica el uso de frases en primera persona: “He soñado… Salí… Vi” (1 Nefi 8:2, 11, 21). Esta es la parte del relato del sueño centrada en la familia, en la cual, tras llegar al árbol y comer del fruto, Lehi busca y llama a su esposa e hijos. Sin embargo, más adelante Nefi parafrasea con sus propias palabras lo que su padre originalmente relató, usando la tercera persona: “Ahora bien, yo, Nefi, no escribo todas las palabras de mi padre. Pero, para ser breve al escribir, he aquí, vio otras multitudes” (vv. 29–30; véanse también vv. 31–33; estos versículos resumen la visión más universal de muchos grupos de personas que Lehi vio en su sueño). Así, el relato del sueño de Lehi está disponible para nosotros únicamente como una combinación de cita y paráfrasis, y solo tal como existía en el propio registro de Nefi.
2. Sueños y visiones.
Una segunda consideración preliminar es que la afirmación de Lehi: “He aquí, he soñado un sueño; o, en otras palabras, he visto una visión” (v. 2; también v. 36), refleja una superposición en la terminología que también es evidente en la Biblia, donde los términos sueño y visión a veces aparecen en paralelo (véase Isaías 29:7: “como sueño de visión nocturna”; véase también Job 4:13; Daniel 7:1–2). “Sueño y visión están esencialmente relacionados” y “es difícil separar los dos fenómenos”; por lo tanto, es evidente que “los antiguos equiparaban los sueños con las visiones.” En Israel y en el antiguo Cercano Oriente en general, los sueños y las visiones eran considerados formas legítimas y similares de revelación visual que el receptor experimentaba internamente. A los pueblos antiguos les interesaba menos si el receptor estaba dormido o despierto, y más la realidad de lo que se veía o escuchaba. Así, funcionalmente, la única diferencia real entre sueños reveladores y visiones era que los soñadores dormidos estaban menos conscientes de su entorno externo (en contraste con el Nefi despierto y su visión en 1 Nefi 11:1). Esta visión de los sueños y visiones como fenómenos relacionados dentro de un espectro de modos revelatorios ayuda a explicar por qué la esposa de Lehi, Sariah, preocupada de que sus hijos no regresaran de una misión motivada por un sueño inspirado (1 Nefi 3:2), se quejó exasperada, y probablemente con cierto desdén, de que Lehi era “un visionario,” título que él afirmó positivamente (1 Nefi 5:1–4; véase también 2:11).
3. Objetos cognados.
La expresión de Lehi “he soñado un sueño” (1 Nefi 3:2; 8:2) puede sonar extraña en inglés (y también en español), pero es un ejemplo del uso de un acusativo cognado u objeto cognado que ocurre en hebreo y en algunas otras lenguas semíticas. En esta construcción, el verbo y el objeto derivan de la misma raíz léxica. Otros ejemplos de esta característica en las Escrituras incluyen Génesis 37:5 (“José soñó un sueño”), 1 Samuel 1:11 (“E hizo voto”), 1 Nefi 14:7 (“haré una obra grande y maravillosa”), y 2 Nefi 5:15 (“enseñé a mi pueblo a edificar edificios”). El hecho de que aparezca en la Biblia en conexión con relatos de sueños ofrece un vínculo interesante con el relato del sueño de Lehi.
4. El sueño de Lehi y la visión de Nefi.
Una última consideración preliminar es el alcance del sueño de Lehi en relación con la visión de Nefi. Aunque algunos han afirmado que Lehi soñó esencialmente lo mismo que Nefi vio más adelante en su visión, parece que Nefi en realidad contempló cosas que iban mucho más allá de lo que Lehi había visto, incluso teniendo en cuenta que Nefi no incluyó “todas las palabras de [su] padre” al relatar el sueño de Lehi (1 Nefi 8:29; véase también 8:36; 9:1; 10:2, 15). Por ejemplo, Nefi en su visión pidió específicamente al Espíritu del Señor “saber la interpretación” del árbol (1 Nefi 11:11). Lo que se le mostró a Nefi en respuesta a su deseo de entender el simbolismo del árbol—el ministerio mortal y el sacrificio del Hijo de Dios (1 Nefi 11:11–36)—no parece haber sido mostrado a Lehi (¿de otro modo, por qué lo habría preguntado Nefi?), ni encaja con el estilo del sueño de Lehi. El relato de Nefi sobre el sueño de Lehi lo presenta como una alegoría espiritual, mientras que el relato de Nefi sobre su propia visión tiene una orientación cronológica, centrada en Dios y la historia. Así, aunque el contenido del sueño de Lehi y de la visión de Nefi se superponen, existen diferencias en contenido y estilo, lo cual enfatiza aún más la necesidad de una interpretación divina del simbolismo presente en el sueño de Lehi. Con estas consideraciones en mente, ahora podemos revisar evidencia general sobre relatos de sueños en el antiguo Cercano Oriente.
Relatos de Sueños en el Antiguo Cercano Oriente
Hasta donde sabemos, los seres humanos siempre han soñado. Influenciada por Sigmund Freud (1856–1939), la sociedad occidental ha considerado durante más de un siglo los sueños “como manifestaciones del subconsciente. Aquello que no hemos resuelto, lo que no estamos dispuestos a admitir, e incluso lo que no nos atrevemos a reconocer mientras estamos despiertos—todo se expresa mientras dormimos.” Así, para las personas de la sociedad occidental moderna, la neurofisiología y nuestro estado psicológico personal informan nuestra visión sobre los sueños, sus orígenes y significados. Sin embargo, esta no era la visión de las personas del antiguo Cercano Oriente. Ellos creían que muchos, si no todos los sueños, eran comunicaciones provenientes de fuentes externas: los dioses enviaban sueños placenteros así como advertencias y juicios; los demonios enviaban pesadillas. Por tanto, los sueños en el antiguo Cercano Oriente se consideraban como medios que “impartían conocimiento; dispensaban sanación o enfermedad; o transmitían aprobación divina o, por el contrario, castigo divino.”
Soñar como forma de comunicación divina era tan significativo que se recopilaron y catalogaron ejemplos de sueños comunes, “en toda su fantástica variedad”, en lo que hoy llamamos “libros de sueños.” Existe evidencia de esta práctica en la antigua Mesopotamia, Egipto, Ugarit y el imperio hitita. Al igual que en otras formas de adivinación (intentos de conocer el futuro), los sabios del antiguo Cercano Oriente elaboraban listas de estos elementos oníricos y sus resultados esperados usando una estructura protasis-apódosis estándar (si… entonces…). Estos precedentes de sueños, junto con sus resultados previamente observados, se consideraban un medio para discernir el destino de alguien que recibía una comunicación divina similar mediante un sueño semejante. Por ejemplo, algunas líneas del llamado “Libro de los Sueños” Chester Beatty, un texto egipcio que data del reinado de Ramsés II (1297–1213 a. C.), dicen:
Si un hombre se ve a sí mismo en un sueño: …
Comiendo carne de burro. BUENO. Significa su ascenso…
Mirando por una ventana. BUENO. Significa que su dios escuchará su clamor…
Viendo un gato grande. BUENO. Significa que tendrá una gran cosecha…
Bebiendo cerveza caliente. MALO. Significa que lo infecta una enfermedad purulenta…
Comiendo un bagre fileteado. MALO. Será atrapado por un cocodrilo…
Mordido por una serpiente. MALO. Significa que se desatará una disputa contra él.
Aunque los principios operativos detrás de tales interpretaciones no siempre nos resultan evidentes (¿por qué soñar con comer carne de burro era un buen presagio?), estas listas de sueños y sus resultados (así como otras listas adivinatorias de fenómenos observados) muestran un esfuerzo subyacente por organizar el mundo y sus fuerzas contrapuestas, y así conocer mejor el futuro y contrarrestar las influencias demoníacas.
Además de los catálogos de sueños, se encuentran relatos reales de sueños individuales en el antiguo Cercano Oriente en inscripciones reales, textos literarios y cartas, así como en mitos y epopeyas. Estos relatos de sueños fueron redactados utilizando las convenciones literarias estándar de su época y cultura para expresar por escrito el contenido del sueño. Aunque la evidencia textual disponible sobre relatos de sueños de los pueblos semitas que vivían en Siria y Canaán es mucho más escasa, estos relatos e interpretaciones muestran evidencias de influencias mesopotámicas tempranas.
Desde hace algún tiempo, los estudiosos han clasificado estos relatos escritos de sueños del antiguo Cercano Oriente como representativos de sueños de mensaje o sueños simbólicos. Según esta tipología, un sueño de mensaje es aquel en el que un ser divino visita a una persona y le entrega un mensaje hablado. Un ejemplo bien conocido se conserva en las tablillas de Ugarit, en la narración poética de un presumiblemente épico rey, Keret. Por medio de enfermedades, accidentes y otras tragedias, toda la familia de Keret había sido destruida. Lamentando la pérdida de su descendencia una noche, se durmió, y el gran dios semita occidental, El, se le apareció en un sueño (nótese el paralelismo en este texto):
Mientras [Keret] lloraba, se durmió;
mientras gemía, el sueño llegó.
El sueño lo venció y se acostó;
el sopor, y se acurrucó.
Y en su sueño, El descendió,
en su visión, el Padre del Hombre,
y se acercó, preguntando a Keret:
“¿Qué aflige a Keret que llora,
al bondadoso, heredero de El, que gime?”…
[“Son h]ijos quiero engendrar,
descendencia quiero multiplicar.”
Y Toro, su padre, El, respo[ndió]:
“[Cesa] de llorar, Keret,
de gemir, bondadoso, heredero de El.
Lávate y perfúmate;
lávate las [man]os hasta el codo,
los [ded]os hasta el hombro.”…
En este punto, El instruye aún más a Keret para que ofrezca sacrificios y luego ataque otro reino, exigiendo la hija del rey como esposa. Ella le dará un hijo que gobernará después de él.
Keret despertó, y era un sueño,
el siervo de El [despertó] y era una visión.
Se lavó y se perfumó,
se lavó las manos hasta el codo,
los dedos hasta el hombro.
La epopeya relata que después de despertar, Keret hizo todo lo que se le había instruido en el mensaje de El, y todo sucedió tal como lo había soñado.
Un ejemplo bíblico bien conocido de un sueño de mensaje es el que recibió Salomón en Gabaón, narrado en 1 Reyes 3:5–15. Poco después de haber asegurado el trono en Jerusalén, Salomón “fue a Gabaón para sacrificar allí, porque aquel era el lugar alto principal” (v. 4; aún no había construido el templo en Jerusalén). Mientras estaba allí, “el Señor se apareció a Salomón en un sueño de noche, y Dios dijo: Pide lo que quieras que yo te dé” (v. 5). Salomón pidió sabiduría y “un corazón entendido” (v. 9). Jehová prometió concedérselo, así como también “riquezas y honra” (v. 13). Estos dos ejemplos clásicos de relatos de sueños de mensaje (el de Keret y el de Salomón) retratan a un ser divino transmitiendo un mensaje directamente al soñador. No hay imágenes simbólicas que requieran interpretación.
Un sueño simbólico, por otro lado, es aquel en el que el soñador ve imágenes visuales que transmiten un mensaje sobre el futuro, pero el simbolismo del sueño requiere interpretación después de despertar. Los relatos de sueños simbólicos suelen ir seguidos de una interpretación anunciada por alguien distinto al soñador. Por ejemplo, el héroe épico mesopotámico Gilgamesh soñó que “había estrellas en el cielo para mí. ¡Y algo como un rayo del cielo de Anu caía constantemente sobre mí! Traté de levantarlo, ¡pero era demasiado pesado para mí!” Después de despertar, relató este y el resto de su sueño a su madre. Ella proporcionó una interpretación del simbolismo.
Génesis 41 contiene un ejemplo bíblico de un relato de sueño simbólico, en el que el faraón egipcio soñó que veía siete vacas flacas comerse a siete vacas gordas, y luego siete espigas delgadas consumir a siete espigas llenas (véase vv. 1–8). José anunció la misma interpretación para estos sueños paralelos: siete años de abundancia en Egipto serían seguidos por siete años de hambre (véase vv. 14–32).
Sin embargo, no todos los relatos de sueños del antiguo Cercano Oriente encajan tan claramente en estas dos categorías—sueños de mensaje y sueños simbólicos—y este esquema sobrestima una distinción conceptual entre revelaciones oníricas simbólicas y no simbólicas que no parece haber sido importante para los pueblos del antiguo Cercano Oriente. El relato del sueño en Génesis 28:11–16 ilustra esta situación. Jacob “soñó, y he aquí una escalera [o escalinata] apoyada en la tierra, cuyo extremo tocaba el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí que el Señor estaba en lo alto de ella, y dijo…” El resto del relato describe las promesas de Jehová a Jacob. Aunque el énfasis del relato está claramente en la aparición del Señor y el mensaje que le comunica a Jacob, y no en el simbolismo de lo que vio, este relato demuestra la imprecisión al designar los sueños como de mensaje o simbólicos, ya que combina ambos elementos: simbolismo e intervención verbal. No obstante, empleo las designaciones estándar—sueños de mensaje y sueños simbólicos—en este repaso introductorio.
Al igual que otras formas de adivinación del antiguo Cercano Oriente (intentos de conocer el futuro), los relatos de sueños de esta región exhiben regularmente distintos tipos de juegos de palabras lingüísticos y literarios, e incluso juegos visuales u ortográficos basados en el uso de jeroglíficos o signos cuneiformes específicos. Las palabras, e incluso las formas en que se escribían, eran consideradas por los antiguos como “vehículos de poder”. Por lo tanto, los juegos de palabras y otros tipos de recursos lingüísticos en los relatos de sueños y sus interpretaciones eran vistos como una forma de “limitar ese poder restringiendo los parámetros de la interpretación de un sueño. El sueño [ya no podía] significar cualquier cosa, sino una sola cosa”. Los adivinos e intérpretes de sueños profesionales así demostraban su habilidad al controlar la interpretación de los sueños escritos como texto, evitando de ese modo una posible calamidad futura.
Aunque tales prácticas puedan parecernos extrañas, un erudito ha observado acertadamente que, “si bien el proceso de soñar parece ciertamente universal, el proceso de interpretar sueños no lo es,… el enfoque exegético de los sueños parece estar completamente arraigado en, y determinado por, los marcos culturales y ontológicos específicos del intérprete.” Por ello, los pueblos del antiguo Cercano Oriente buscaban interpretaciones legítimas, precisas y delimitadas de sus sueños cargados de simbolismo para determinar la voluntad de los dioses y evitar el peligro. Olvidar un sueño podía ser peligroso, porque sin recordar correctamente el sueño no se podía obtener la interpretación adecuada. Y sin una interpretación auténtica, uno no podía prepararse o intentar cambiar su destino, si era necesario. Esto se ilustra con la ansiedad de los funcionarios egipcios encarcelados que dijeron a José: “Hemos soñado un sueño, y no hay quien lo interprete” (Génesis 40:8).
Relatos de Sueños en la Biblia
Los relatos e interpretaciones de sueños en la Biblia presentan tanto similitudes como diferencias con sus contrapartes en otros textos del antiguo Cercano Oriente.
El sustantivo hebreo ḥalôm se traduce como “sueño” y es cognado con la misma palabra en otras lenguas semíticas noroccidentales. Designa todo tipo de sueño, desde los divinos hasta las pesadillas. El Antiguo Testamento indica que sueños reveladores fueron recibidos por individuos bien conocidos como Jacob (véase Génesis 28:12; 31:10–11), José (véase Génesis 37:5–10), Salomón (véase 1 Reyes 3:5–15), Job (véase Job 7:14), y Daniel (véase Daniel 7:1). Los relatos de sueños recibidos por no israelitas incluyen los sueños de dos funcionarios egipcios (véase Génesis 40:5–8), un faraón egipcio (véase Génesis 41), un soldado madianita (véase Jueces 7:13–15), y el rey babilónico Nabucodonosor (véase Daniel 2; 4). Estos sueños cumplían la función de comunicar aprobación divina y conocimiento importante sobre el futuro.
Al igual que en la literatura onírica del antiguo Cercano Oriente, la Biblia conserva relatos de lo que comúnmente se denominan sueños de mensaje (como el de Salomón en 1 Reyes 3) y sueños simbólicos (como el del faraón en Génesis 41). Y como se mencionó anteriormente, algunos relatos de sueños (como el de Jacob en Génesis 28) no encajan tan fácilmente en este esquema general.
Curiosamente, la mayoría de los sueños simbólicos en la Biblia, tal como la conocemos hoy, fueron dados a no israelitas. Aparte de los sueños del joven José narrados en Génesis 37, que indicaban que su familia eventualmente se inclinaría ante él, y el sueño de Daniel sobre cuatro bestias y “el Anciano de días” (Daniel 7:22), los otros sueños simbólicos reportados en la Biblia fueron recibidos por funcionarios egipcios encarcelados (véase Génesis 40), un faraón egipcio (véase Génesis 41), un soldado madianita (véase Jueces 7), y el rey Nabucodonosor (véase Daniel 2; 4). En el caso de los sueños dados a los egipcios y al rey babilónico, José y Daniel respectivamente fueron los intérpretes. Estos sueños simbólicos (excepto Jueces 7:13–14, en el cual el sueño del madianita fue comprendido de inmediato por su compañero) servían para demostrar, entre otras cosas, que los israelitas inspirados por Dios tenían las conexiones espirituales necesarias para interpretar los sueños con precisión cuando otros no podían, y así enfatizar la realidad y superioridad de Jehová (véase Génesis 40:8; Daniel 2:28).
La evidencia bíblica indica que los israelitas, al igual que otros pueblos del antiguo Cercano Oriente, creían que muchos, si no todos, los sueños eran comunicaciones provenientes de una fuente externa. La Biblia “solo relata sueños con valor religioso: mensajes enviados por Dios.” No existen catálogos de sueños ni presagios oníricos conservados en la Biblia (ni entre las inscripciones israelitas). Aunque en otras culturas del antiguo Cercano Oriente los sueños tenían su origen en diversas deidades y demonios, la Biblia, como era de esperarse, indica que los sueños provenían de Jehová, el Dios verdadero, ya fueran enviados a israelitas o a no israelitas. Job incluso atribuyó sus pesadillas a Jehová (véase Job 7:14).
Sin embargo, en paralelo con algunos textos del antiguo Cercano Oriente, cierta evidencia bíblica sugiere que los israelitas también tenían lo que consideraban “sueños ordinarios”. Los pasajes que se refieren a esto incluyen Job 20:8 (“Como sueño volará, y no será hallado”) e Isaías 29:7–8 (“será como sueño de visión nocturna la multitud de todas las naciones que pelean contra Ariel, … como el hambriento que sueña, y he aquí que come; pero cuando despierta, su alma está vacía”). Por lo menos, estos pasajes ilustran que algunos sueños parecían efímeros y sin sustancia real para algunos israelitas (compárese con Jacob 7:26).
La narrativa bíblica deja claro que Jehová utilizó los sueños—ya involucraran instrucciones habladas o simbolismo más enigmático—como un medio legítimo de comunicación con los antiguos israelitas. Esto fue además de otros modos aceptados de revelación como visiones, apariciones divinas, profecía, el Urim y Tumim, y el uso de suertes. Por ejemplo, Jehová instruyó a Aarón y a Miriam que “si hay entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él” (Números 12:6). Asimismo, Elihú le recordó a Job que “por sueño, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, … entonces revela al oído de los hombres [les habla], y les señala su consejo” (Job 33:14–16). Y en la noche anterior a su muerte, cuando un Saúl desesperado “consultó a Jehová, Jehová no le respondió, ni por sueños, ni por el Urim, ni por profetas” (1 Samuel 28:6); todos estos modos de revelación son presentados como legítimos, pero en ese momento no disponibles para Saúl.
Como con otros modos legítimos de revelación, sin embargo, algunos israelitas afirmaban falsamente haber recibido sueños reveladores. Por ejemplo, el profeta Jeremías, contemporáneo de Lehi, advirtió al pueblo de Jerusalén sobre falsos profetas que hablaban en nombre de Jehová, pero que “cometían adulterio, y andaban en mentira” (Jeremías 23:14). De ellos, el Señor dijo: “No envié yo aquellos profetas… He oído lo que aquellos profetas dijeron, profetizando mentira en mi nombre, diciendo: ‘Soñé, soñé’… He aquí que yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, dice Jehová,… e hicieron errar a mi pueblo con sus mentiras” (Jeremías 23:21, 25, 32; véase también 29:8–9). Además, Deuteronomio indica explícitamente que si “se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños” y animara a los israelitas a seguir a otros dioses además de Jehová, no solo se debía ignorarlo, sino también “darle muerte” (Deuteronomio 13:1, 5). En estos pasajes, Jehová no se opone a la revelación auténtica por medio de sueños, sino a las afirmaciones falsas de profetas falsos. La profecía de Joel respalda esta visión, enfatizando que el Señor seguiría utilizando los sueños como una forma legítima de comunicación divina en el futuro: “Y derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 2:28). A la luz del contenido de Jeremías 23 y Deuteronomio 13, uno se pregunta cuán consciente estaba la familia de Lehi de estos falsos profetas en Jerusalén y cómo esto pudo haber influido en la opinión de la familia sobre Lehi y sus afirmaciones de sueños reveladores.
Pasando ahora a algunas consideraciones literarias, el análisis revela cuatro elementos consistentes en los relatos bíblicos de sueños simbólicos: (1) una introducción, que incluye el anuncio de que se ha recibido un sueño; (2) una descripción del contenido del sueño; (3) una interpretación del sueño por parte de otra persona, que se encuentra a diferentes distancias del relato del sueño y no forma parte propiamente de él; y (4) la realización de los eventos simbolizados en el sueño. Estas características son claramente evidentes, por ejemplo, en los relatos de sueños de los funcionarios del faraón y del faraón mismo, y en la interpretación que hizo José de sus sueños (véanse Génesis 40–41).
Otra característica de los relatos de sueños simbólicos en la Biblia es el uso de un lenguaje que invita a los lectores u oyentes a entrar en la “imagen viva” que está siendo relatada por el soñador. Una forma en que esto se logra es mediante el uso repetido de la partícula hebrea hinneh, que se traduce como “he aquí”, utilizada por un hablante o narrador para enfatizar y llamar la atención sobre lo que ocurre en el relato del sueño. Por ejemplo, hinneh aparece seis veces en los siete versículos que contienen los sueños del faraón sobre las vacas y el grano (véase Génesis 41:1–7). Esta exhortación enfática anima así al lector a “mirar” junto con la persona que recibe el sueño, conforme se narra en la Biblia.
Como en otros textos de sueños del antiguo Cercano Oriente, los juegos de palabras y otros recursos lingüísticos también son evidentes en los relatos bíblicos de sueños, aunque mucho de esto se pierde en la traducción. Un ejemplo clásico se encuentra en Génesis 40. Enojado con su copero mayor (“mayordomo” en la Reina-Valera) y su panadero, el faraón los encarceló en la misma prisión donde se encontraba José. Ambos funcionarios soñaron un sueño; José interpretó ambos, diciendo a cada uno: “Dentro de tres días levantará Faraón tu cabeza” (Génesis 40:13, 19). Así, “al tercer día… [el faraón] hizo banquete… y levantó la cabeza del jefe de los coperos y del jefe de los panaderos en medio de sus siervos. E hizo volver a su oficio al jefe de los coperos, y dio éste la copa en mano de Faraón. Mas hizo ahorcar al jefe de los panaderos, como lo había interpretado José” (Génesis 40:20–22). Así, mediante un juego de palabras bíblico, la cabeza de un funcionario fue “levantada” mediante la absolución, y la del otro, mediante el ahorcamiento.
Otro ejemplo de juego de palabras en los relatos bíblicos de sueños es el uso de grupos léxicos, es decir, concentraciones de palabras clave para dar énfasis. El relato de los sueños paralelos del faraón sobre vacas y espigas proporciona un ejemplo de estos grupos. La palabra hebrea sheba‘, que significa “siete”, aparece siete veces en la narración de los sueños del faraón (véase Génesis 41:1–7) y seis veces más cuando el faraón relata su sueño a José (vv. 18–24). Luego, esta palabra aparece diez veces más en el informe de la interpretación de José sobre los sueños del faraón (vv. 25–31). Esta concentración de la palabra “siete” sirve para enfatizar la interpretación de que un ciclo completo de siete años de abundancia agrícola sería seguido por un ciclo completo de hambruna.
La última consideración en esta sección resalta el valor retórico de los relatos de sueños. Un erudito ha observado correctamente que los relatos bíblicos y otros relatos oníricos del antiguo Cercano Oriente “también pueden cumplir funciones no literarias al contribuir a la autoridad, ideología y poder persuasivo del texto.” Esto es evidente, por ejemplo, en el libro de Daniel. Daniel 2 narra la interpretación que Daniel hace del sueño del rey Nabucodonosor, en el que el rey vio una gran imagen humana, cuyos segmentos estaban compuestos por diferentes metales, y que fue finalmente destruida por una “piedra… cortada del monte, no con mano” (Daniel 2:45). Es significativo que el relato de la interpretación de este sueño por parte de Daniel comience con él verbalizando la afirmación de que “la sabiduría y la fortaleza son de [Dios]… Él muda los tiempos y las edades; quita reyes y pone reyes; da la sabiduría a los sabios… Él revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz” (Daniel 2:20–22). Este tema dominante del conocimiento y poder superior de Dios, articulado en la interpretación que Daniel hace del sueño del rey babilónico, proporciona una perspectiva ideológica o teológica significativa que se enfatiza a lo largo del resto del libro.
Esta revisión de los relatos bíblicos de sueños simbólicos y sus interpretaciones proporciona un contexto desde el cual ahora podemos examinar el relato del sueño de Lehi.
El Relato del Sueño de Lehi en su Contexto Bíblico
A la luz del resumen anterior, el relato del sueño de Lehi en 1 Nefi 8 comparte definitivamente características y elementos con los relatos de sueños en el más amplio contexto del antiguo Cercano Oriente y, más específicamente, con el contexto bíblico. A continuación, destacaré siete de estas características compartidas antes de concluir.
1. Relatos de sueños simbólicos y sus introducciones. Tal como lo relata Nefi, el sueño de Lehi fue un sueño simbólico. Es interesante notar que la afirmación “soñé un sueño” solo aparece en la Biblia en relación con sueños simbólicos, como los de José (véase Génesis 37:5–9) y el faraón (véase Génesis 41:15). El relato que hace Nefi de la introducción de Lehi—“He aquí, he soñado un sueño” (1 Nefi 8:2)—coincide por tanto con la fraseología que introduce los relatos bíblicos de sueños simbólicos.
2. Naturaleza perturbadora de los sueños simbólicos. Así como el “espíritu del faraón se perturbó” cuando despertó de sus sueños simbólicos sobre vacas y espigas (Génesis 41:8), también el “espíritu de Nabucodonosor se perturbó” y él “tuvo temor” al despertar de sus enigmáticos sueños sobre una figura humana compuesta por diversos metales y sobre un gran árbol (Daniel 2:1–3; 4:5).
Una forma diferente de esta característica aparece en el relato del sueño de Lehi. Nefi cita a Lehi diciendo que su sueño lo llevó a temer por sus hijos Lamán y Lemuel, ya que en su sueño ellos no se unían a la familia en el árbol (1 Nefi 8:4, 35–36). Lehi, por tanto, se sintió perturbado no por condiciones generales, sino por sus propios hijos. Esta reacción de Lehi demuestra hasta qué punto él aceptaba su sueño como una manifestación real de verdades presentes y futuras. Este aspecto es similar a la “perturbación” que se describe como resultado de varios relatos bíblicos de sueños.
3. Estructura narrativa. En consonancia con la estructura narrativa de cuatro puntos descrita en la sección anterior, el relato de Nefi comienza con el anuncio de Lehi de que “había soñado un sueño” (1 Nefi 8:2). Esta frase sirve para introducir su sueño simbólico, seguida por una descripción del contenido del sueño, que parece ser en parte citada directamente de Lehi y en parte parafraseada por Nefi (véanse los versículos 5–35).
El tercer punto en la narrativa bíblica de los relatos de sueños involucra a alguien distinto del soñador que anuncia la interpretación del sueño, después de recibirla por revelación. Según se relata en 1 Nefi 8, Lehi narró su sueño pero no ofreció interpretación ni explicación. Más adelante, Nefi recibió la interpretación del sueño de su padre mediante una visión dada por Dios, que también incluía un conocimiento adicional más específico (como se indicó anteriormente). Sin embargo, curiosamente, Nefi no relata que haya informado a su padre—el que tuvo el sueño—acerca de su visión y la interpretación que él (Nefi) recibió. Más bien, Nefi relata que respondió a las preguntas de sus hermanos sobre el sueño de su padre, basándose en lo que él (Nefi) había aprendido en su visión (véase 1 Nefi 15:1–7, 21–30). No obstante, lo primero que Nefi informa después de concluir su visión es que “después que yo, Nefi, hube sido arrebatado en el espíritu, y visto todas estas cosas, regresé a la tienda de mi padre” (1 Nefi 15:1). Es plausible que ese haya sido el momento en el que informó a Lehi sobre su visión y compartió su interpretación, presumiendo que lo habría hecho antes de hablar de su visión con sus hermanos.
Esta variación respecto al patrón bíblico de que otra persona interprete el sueño para el soñador puede deberse a la decisión de Nefi de enfatizar su labor de compartir conocimiento interpretativo con sus hermanos, menos iluminados espiritualmente. Sin embargo, es significativo que el patrón que aparece en el Libro de Mormón—alguien recibe un sueño simbólico y otra persona revela su significado—sea consistente con el patrón bíblico.
El cuarto punto en la estructura narrativa implica la realización de los eventos representados en el sueño. El relato del sueño de Lehi incluye este elemento, especialmente en relación con sus temores expresados acerca de sus hijos Lamán y Lemuel (véase 1 Nefi 8:4, 36), ya que ellos no participarían del fruto (véase 1 Nefi 8:17–18, 35). Tal como se relata en la narrativa de Nefi y en la historia de las generaciones posteriores, esos temores se cumplieron completamente.
4. Invitación a que otros vean. Otra característica común en los relatos bíblicos de sueños simbólicos (mencionada anteriormente) es el uso de la partícula hebrea enfática hinneh, “he aquí”, para alentar a los lectores y oyentes a ver junto con el soñador lo que este experimentó. Sin embargo, “he aquí” aparece solo unas pocas veces en 1 Nefi 8, cuando Lehi relata que ha soñado un sueño (cuatro veces en los versículos 2–4). Nefi no relata que Lehi haya pronunciado esta palabra al compartir su sueño con la familia.
No obstante, una expresión alternativa sirve para invitar a los lectores a ver lo que Lehi vio. Esta es la forma verbal repetida “vi” (beheld en inglés), que aunque en inglés se parece a “he aquí” (behold), no es una traducción de la partícula hebrea hinneh. La palabra inglesa beheld en 1 Nefi 8 probablemente sea una traducción del verbo hebreo común ra’ah, “ver”. Este es a menudo el caso en la versión King James (por ejemplo, Génesis 12:14; 48:8). El verbo “vi” aparece once veces en la cita en primera persona de Nefi del relato anterior de su padre sobre el sueño (véase 1 Nefi 8:2–28). Aunque este patrón difiere en detalle de los relatos bíblicos de sueños, funcionalmente es similar. Al enfatizar que “yo [Lehi] vi” —en otras palabras, “yo [Lehi] contemplé [un campo, un río, un árbol, un fruto, etc.]”— el relato del sueño de Lehi no solo narra lo que vio, sino que también nos invita a entrar en su experiencia cargada de imágenes al ver junto con él.
5. Juegos de palabras. Como se indicó anteriormente, la mayoría de los relatos de sueños simbólicos del antiguo Cercano Oriente, incluyendo los de la Biblia, se presentan en un contexto narrativo y demuestran algún tipo de juego de palabras. Estos juegos de palabras ofrecen claves para interpretar los elementos esenciales del sueño y sirven para conectar el sueño y su interpretación con la narrativa, aunque a menudo se pierden en la traducción. Esto hace difícil determinar en qué medida el relato de Nefi sobre el sueño de Lehi encaja en esta categoría, ya que solo disponemos del texto tal como fue traducido por José Smith. Sin embargo, una característica muy evidente en 1 Nefi 8 es la presencia de grupos de palabras clave (revisado anteriormente).
En los treinta y dos versículos que narran el sueño de Lehi (véase 1 Nefi 8:4–35), la palabra árbol aparece nueve veces (y también aparece nueve veces en el capítulo 11, en el relato de la visión de Nefi). La palabra fruto aparece dieciocho veces en el relato del sueño de Lehi (pero, curiosamente, solo tres veces en el relato de la visión de Nefi: una vez en el capítulo 11 y dos veces en el capítulo 15). Estos grupos de palabras subrayan la importancia del árbol y su fruto en el sueño de Lehi. Ningún otro símbolo en el sueño de Lehi se menciona con tanta frecuencia. Dado el enfoque del sueño, puede parecer obvio que las palabras árbol y fruto se usen con frecuencia. Sin embargo, no hay una razón inherente para que estos términos aparezcan más que unas pocas veces. Es la repetición de las palabras, una y otra vez, lo que aumenta nuestra conciencia sobre la importancia de estos símbolos. Por lo tanto, el sueño de Lehi afirma que nada es más importante que acercarse al árbol e interiorizar su fruto.
Además, como ha observado un erudito respecto a los grupos de palabras clave en la Biblia, “la frecuencia con la que oímos estas palabras es más que un adorno literario; es el hilo que une el sueño con su interpretación”. Por tanto, la frecuencia similar de la palabra árbol tanto en el sueño de Lehi como en la primera parte del relato de la visión de Nefi demuestra y enfatiza el papel interpretativo integrado de la experiencia de Nefi en relación con el sueño de Lehi.
Otro ejemplo de juego de palabras relacionado con el relato del sueño de Lehi involucra el sustantivo descendencia (seed en inglés). La palabra hebrea zera‘ (“semilla” o “descendencia”) designa tanto las semillas que se plantan en la tierra (por ejemplo, Génesis 1:11; Isaías 5:10) como la semilla humana o descendencia (por ejemplo, Génesis 15:3; Éxodo 32:13). La palabra descendencia aparece ocho veces en 1 Nefi 2–7 con este último significado: progenie. Nefi solo informa del uso de la palabra descendencia una vez en relación con el sueño de Lehi (1 Nefi 8:3), cuando, basándose en su sueño, Lehi asume que Nefi, Sam “y muchos de sus descendientes” serían salvos. Sin embargo, Lehi expresó gran preocupación por Lamán y Lemuel, quienes también eran su “descendencia”.
Usando el significado botánico, Nefi relata en 1 Nefi 8:1 que justo antes del sueño de Lehi, su familia “reunió toda clase de semillas de toda especie, tanto de grano… como también de semillas de fruto”. Aunque la palabra semilla con este significado botánico no vuelve a aparecer en 1 Nefi 8, las múltiples menciones de los términos árbol y fruto en el relato del sueño de Lehi implican la noción de semillas. El relato del sueño de Lehi está así conectado con su contexto narrativo en 1 Nefi por su preocupación tanto por la semilla humana como por la vegetal.
Además, vinculando el relato del sueño de Lehi con su interpretación, la palabra descendencia, en el sentido de progenie, aparece treinta y tres veces en el relato de la visión de Nefi, principalmente en 1 Nefi 12–13 (en referencia a la futura descendencia de Nefi y sus hermanos). Así, mientras que Lehi y su familia llevaron “semillas” consigo en su viaje hacia su nuevo hogar (véanse 1 Nefi 8:1; 16:11; 18:6, 24), el Libro de Mormón se centra principalmente en relatar la actividad de la “descendencia” de Lehi y Sariah en relación con el evangelio de Jesucristo.
Así, la recurrencia de palabras clave que destacan símbolos mayores en los relatos del sueño de Lehi y de la visión de Nefi vincula estos dos relatos y sirve para enfatizar los temas principales narrados a lo largo del Libro de Mormón: la división y rebelión entre los descendientes de Lehi y Sariah, y la necesidad absoluta de interiorizar el poder de la expiación de Cristo, simbolizada por el hecho de comer del fruto de un árbol determinado.
6. Valor retórico. Como se observó anteriormente, “el relato de un sueño puede cumplir funciones no literarias al contribuir a la autoridad, la ideología y el poder persuasivo del texto”. Esto puede verse claramente en el Libro de Mormón. Por ejemplo, el hecho de que Nefi y Sam se unieran a sus padres en el árbol en el relato del sueño de Lehi, mientras que Lamán y Lemuel no lo hicieron, presagia no solo la división dentro de la familia, sino el papel superior que Nefi desempeñaría como líder religioso y político, y como historiador entre los miembros de su familia que, como él, siguieron fielmente la dirección profética de Lehi. Este desarrollo tiene paralelos con las experiencias de José, cuyas visiones en su juventud (véase Génesis 37) se cumplieron mediante su posterior ascenso político al poder en Egipto y su posición superior dentro de su propia familia (véase Génesis 39–50). En realidad, la transición de Nefi de heredero espiritual a líder religioso y político de su pueblo ya se había concretado para cuando él produjo el relato del sueño de Lehi en su pequeño juego de planchas. Así, el sueño de Lehi, tal como lo relata Nefi, sirve para prefigurar y fundamentar los desarrollos sociales y políticos entre la posteridad de Lehi y Sariah.
Además, como ya se ha observado, la naturaleza cristocéntrica del Libro de Mormón fluye en gran medida a partir de esta combinación fundamental de sueño y visión en sus primeros capítulos. Los relatos interrelacionados del sueño de Lehi y de la visión de Nefi establecen con autoridad el tono ideológico o teológico de todo lo que sigue, fortaleciendo retóricamente la persuasión de los usos posteriores del simbolismo del árbol y del fruto (particularmente en las enseñanzas de Jacob y Alma) y de las posteriores invitaciones proféticas a venir a Cristo y vivir.
En un plano más amplio, al incluir el relato del sueño de su padre, Nefi puede haber buscado conferir mayor persuasión y autoridad escritural a su propio registro mediante su paralelismo con el relato bíblico, el cual comienza con un árbol de la vida en Edén y la ingesta de un fruto, aunque de un árbol diferente (véanse Génesis 2:9; 3:22, 24). En el relato de su propia visión, Nefi se refiere al árbol visto por Lehi en su sueño como el “árbol de la vida” (1 Nefi 11:25; 15:22, 28). Y más adelante en el Libro de Mormón, la frase “árbol de la vida” se utiliza para remitir al árbol del sueño de Lehi, tanto por el mismo Lehi (véase 2 Nefi 2:15) como por Alma, quien parece referirse tanto al árbol de la vida del Edén como al del sueño de Lehi (por ejemplo, Alma 5:34, 62; 12:21, 23, 26).
7. Interpretación de sueños simbólicos. El árbol con su fruto es el punto conceptual central en el relato del sueño de Lehi; todo ocurre en relación con él. Sin embargo, en armonía con los relatos bíblicos de sueños simbólicos, el simbolismo del árbol y su fruto no se le explica a Lehi en su sueño. De hecho, durante su propia visión, Nefi le indicó al Espíritu del Señor que deseaba comprender la interpretación del significado del árbol (1 Nefi 11:9–11), y más adelante sus hermanos le preguntaron específicamente a Nefi: “¿Qué significan estas cosas que nuestro padre vio en un sueño? ¿Qué significa el árbol que él vio?” (1 Nefi 15:21).
Puede parecer difícil imaginar que Lehi y Nefi no comprendieran inicialmente qué representaban el árbol, el fruto y otros símbolos en el sueño de Lehi. Es de suponer que discutieron algunas posibilidades. Pero el sueño simbólico fue una revelación de Dios, y como tal requería una interpretación divina para comprender con exactitud el mensaje que Dios deseaba comunicar. No era sabio simplemente suponer qué era lo que una revelación visual pretendía transmitir. De manera similar, los sueños relatados en Génesis 41 (dados al faraón) y Daniel 2 (dados a Nabucodonosor) vinieron del Dios de Israel, y sus interpretaciones dependieron de una revelación específica de Él.
Tales combinaciones bíblicas de sueños e interpretaciones funcionan como profecías. Como dijo José al faraón: “Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer” (Génesis 41:25). De igual manera, la combinación del sueño de Lehi con la visión interpretativa de Nefi en el Libro de Mormón puede considerarse una gran profecía. Pero antes de que Lehi y su familia pudieran apreciar plenamente esto, el sueño de Lehi necesitaba una interpretación inspirada y autorizada.
Un elemento que complica la comprensión del sueño de Lehi es el hecho de que muchas de las imágenes en el relato del sueño tienen múltiples significados simbólicos. Por ejemplo, los árboles se usan en el Antiguo Testamento para simbolizar vida abundante (véase Salmo 1:3), paz y contentamiento (véase Miqueas 4:4), majestad y fortaleza (véase Ezequiel 31:3–5; Daniel 4:10–11), protección (véase Ezequiel 31:6), longevidad (véase Isaías 65:22), una persona justa que persevera fielmente (véase Jeremías 17:7–8), y pecados como el orgullo y la arrogancia (véase Isaías 2:13; Zacarías 11:2). Además, la sabiduría y la justicia se describen como “árbol de vida” para quienes las poseen (véanse Proverbios 3:18; 11:30). Y el propio Lehi estaba familiarizado con el uso del olivo como símbolo de la casa de Israel (véase 1 Nefi 10:12, 14).
Por lo tanto, Primer Nefi presenta a Nefi relatando con autoridad, mediante su experiencia visionaria, la única interpretación verdadera del árbol y de los otros símbolos en el sueño de su padre. El relato de Nefi sobre su visión establece de manera permanente la interpretación del sueño de Lehi y sus símbolos, de modo que quienes leen su relato hasta el día de hoy no proponen visiones alternativas sobre el simbolismo.
Conclusión
El relato de Nefi sobre el sueño de Lehi comparte muchas similitudes con los relatos bíblicos y otros informes de sueños simbólicos del antiguo Cercano Oriente. Comprender estas similitudes aumenta nuestra conciencia de aspectos importantes del sueño de Lehi y su integración y función dentro del texto de 1 Nefi. Estas similitudes van desde aspectos tan básicos como el hecho de que tanto el sueño de Lehi como los sueños simbólicos bíblicos se introducen con la expresión “soñé un sueño”, hasta relaciones más complejas evidentes en la estructura narrativa de los relatos de sueños, el uso de grupos de palabras clave y otros juegos de palabras, y la función retórica que cumplen dentro de su contexto más amplio. El relato de Nefi sobre el sueño de Lehi es, sin duda, compatible con su contexto israelita bíblico.
Como se mencionó anteriormente, la Biblia afirma que Jehová a veces eligió sueños vívidos y ricamente simbólicos para revelar conocimiento sobre sus planes y demostrar su poder a los pueblos antiguos. Los sueños simbólicos dados a José, al faraón egipcio, a Nabucodonosor y a Daniel transmiten, mediante su simbolismo enigmático, desarrollos futuros a gran escala, tanto en lo nacional como en lo familiar. El sueño dado a Lehi no es diferente. Su representación simbólica pero concisa del futuro anuncia conocimientos y verdades que se desarrollan en el Libro de Mormón y más allá. El relato del sueño de Lehi también sirve para reforzar aún más el papel profético legítimo de Lehi, a quien el Señor se manifestó mediante sueños (véase Números 12:6).
El relato de Nefi sobre el gran sueño de Lehi —con un árbol y su fruto— contiene un poder para instruir que va más allá de las meras palabras, ya que transmite una imagen universal de la salvación personal en un mundo caído, conectada más específicamente con la historia a través de la visión interpretativa dada a Nefi. El hecho de que no se incluyan otros informes de sueños simbólicos o con mensaje en el Libro de Mormón después del sueño de Lehi y de la interpretación visionaria de Nefi le otorga a este sueño una posición poderosa y un estatus influyente. Nuestra lectura de todo el Libro de Mormón se ve significativamente influida por la presentación autoritativa de verdades doctrinales reveladas a través del sueño de Lehi y de la visión interpretativa de Nefi. Y todo esto surge de la sencilla declaración de Lehi una mañana: “He aquí, he soñado un sueño” (1 Nefi 8:2).

























