Liahona Septiembre 2022

Mensaje del Área Sudamérica Sur

¿Cómo podemos ayudar a nuestros antepasados?

Por Silvia Garrido Maraboli
Asesora de organizaciones de Área


Hace más de veinte años falleció mi mamá; ese acontecimiento fue y ha sido una experiencia dura para mí. Sin embargo, descubrí que el amor de una madre puede traspasar el velo y que la muerte no puede quebrar los lazos de amor. Pero sé que la permanencia de esos lazos entre nosotros podrían verse afectados en la eternidad si no hacemos lo que se requiere para obtener la bendición de estar juntos para siempre. El Señor pone a nuestro alcance promesas esperanzadoras para las familias y su unión en la eternidad.

He comprendido, gracias al conocimiento del Evangelio y por mi propia experiencia, que nuestros deseos del corazón nos llevarán a distintos lugares, dependiendo de cuán justos sean o no esos deseos.

El deseo de vivir en la eternidad con mi madre y con toda la familia es un deseo justo, pero, como siempre, se requiere acción, la acción que debe llevarnos a hacer convenios e invitar a nuestros familiares vivos y fallecidos a participar de esos convenios también.

¿Por qué es tan importante ofrecer el bautismo a nuestros antepasados?

El bautismo les da la oportunidad de estar en el lugar correcto después de su muerte y aún más para la eternidad. Recordemos que “el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios”1.

Siempre he admirado el trabajo de la obra misional y todos podemos encontrar nombres de personas de nuestra familia que ya han partido. Yo estoy aquí y ustedes también, con la posibilidad maravillosa y sublime de darles a todos los que han fallecido el beneficio de esa ordenanza, y hacer nuestro propio proselitismo del otro lado del velo.

No puedo imaginar lo maravilloso que es el momento en que aquellos que han fallecido saben que podrán recibir las ordenanzas. Cuando esto pasa, yo estoy velando por que su ordenanza se realice y los imagino al otro lado del velo esperando recibirla. Un momento cercano entre ellos y el Salvador donde yo también puedo participar. Es un momento sagrado y sublime, donde este mundo y donde ellos están se hace tan cercano que podemos llegar a sentir los lazos con más intensidad y recibir paz, esperanza y la confirmación de estas verdades eternas. ¿Han experimentado eso? Podemos tener esa experiencia una y otra vez. El Señor nos ha dado la oportunidad a NOSOTROS de participar en Sus ordenanzas de Salvación y ofrecerlas a nuestra familia que ya partió de este mundo.

Todos tenemos la responsabilidad ante el Señor de conectar a nuestras familias.

Como nos pidió el presidente Gordon B Hinckley (1910–2008): “No te conviertas en el eslabón débil de la cadena de tus generaciones”. Tu fidelidad al Evangelio fortalecerá a tu familia2.

La oportunidad que poseemos de ayudar a nuestros antepasados a recibir sus ordenanzas no tiene precio.

Quizá alguno de ustedes se sienta desanimado porque hoy no puede llevar personalmente esos nombres al templo. Por favor, no se desaliente, siempre puede comenzar por algo; mientras hace lo necesario para llegar a este lugar sagrado, actúe con fe. No necesita tener una recomendación del templo para abrir su cuenta de FamilySearch, ¡hágalo!, si no sabe cómo hacerlo, contacte a los consultores de templo e historia familiar de su barrio, ellos estarán felices de ayudarle.

Tampoco necesita una recomendación para hacer genealogía e historia familiar; agregue nombres a su árbol familiar y prepare los nombres, imprima las tarjetas para llevarlos al templo, usted siga preparándose, trabaje junto a su obispo con las metas que sean necesarias para estar listo y recibir su recomendación del templo.

Podemos aferrarnos a esta promesa profética dada por el presidente Eyring mientras nos esforzarnos por congregar a nuestra familia bajo los convenios:

“Testifico que Dios el Padre quiere a Sus hijos de nuevo en casa, en familias y en gloria… les prometo la ayuda inspirada que procuren y necesiten”3.

¡Me anima esta promesa!, y sé sin duda alguna que el Señor consagrará todos nuestros esfuerzos y disfrutaremos del maravilloso espíritu que trae el congregar bajo la protección de los convenios a todos aquellos de nuestra propia familia que ya han partido de este mundo.


  1. Juan 3:5.
  2. Véase “Nuestro legado”, Liahona, enero de 2000, pág. 36.
  3. Henry B. Eyring, “Congregar a la familia de Dios”, Liahona, mayo de 2017, págs. 21, 22.