Santificación, Protección Espiritual
y Responsabilidad Temporal
Santificación—Economía—Apóstatas—Los Lobos y las Ovejas

Por élder Orson Hyde
Discurso pronunciado en el Tabernáculo, Gran Lago Salado, el 9 de abril de 1853
Hemos estado escuchando un discurso muy interesante del hermano Pulsipher. Sus comentarios fueron realmente apropiados al hablar sobre el tema de la santificación. Quiero agregar algunos pensamientos sobre ese principio. Si lo entiendo correctamente, la santificación significa una purificación, o el apartarnos, como individuos y como comunidad, de todo lo que es malo o que no está en consonancia con la mente y la voluntad de nuestro Padre Celestial.
La santificación también tiene como propósito nuestra preservación para ser útiles: para ejecutar, avanzar y perpetuar la obra del Dios Altísimo.
Hemos escuchado que este es un valle fértil. La bendición del Señor desciende de las montañas y fluye abundantemente hacia el valle, haciendo que brote y produzca lo necesario para sustentar la vida.
Me gustaría señalar que tan abundantes han sido las producciones de los campos de nuestros agricultores, que después de haber cosechado su grano, no lo han cuidado adecuadamente, sino que lo han almacenado de manera muy desordenada y descuidada. Debido a la falta de respeto hacia esta bendición temporal del cielo, se han desperdiciado cientos de bushels de grano, lo cual muchos de los presentes hoy pueden testificar. Como resultado de esto, y de otras causas, la harina apenas se puede comprar por seis dólares el quintal. Recientemente se vendió en grandes cantidades a las tiendas por tres dólares el quintal, y ahora casi no hay suficiente pan en Israel para satisfacer las necesidades de nuestros hijos.
¿Por qué este desperdicio? Un poco más de cuidado debería ser demostrado por los agricultores en cuanto a los productos de la tierra. Si Dios, nuestro Padre Celestial, nos ha otorgado bendiciones temporales en el curso y orden natural, debemos considerarlas sagradas y ser tan prudentes y económicos con ellas como lo seríamos con una verdad revelada desde el cielo por un santo ángel enviado desde la presencia de Dios.
No sé cuál deberíamos valorar más: si las bendiciones de la tierra, que sostienen nuestros cuerpos, o las bendiciones del cielo, que alimentan nuestra mente; para mí, y para ustedes, ambas son bendiciones del cielo. Considero cada bendición como un don de Jehová, como escribió el apóstol Santiago en tiempos antiguos: “Todo buen don y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay variación ni sombra de cambio”, ya sea trigo, maíz, ganado, casas, tierras, esposas o hijos. No podemos obtener ninguna de estas cosas sin su bendición; tampoco podemos hacer que un solo cabello se vuelva blanco o negro, ni añadir un codo a nuestra estatura, sin la bendición de nuestro Padre en los cielos.
A veces, por falta de cuidado al mantener una cerca segura, el ganado se escapa y destruye los frutos de nuestro trabajo. Espero que, ahora que se acerca el tiempo de sembrar la semilla, recordemos estas cosas. Permítanme decir, además, que una buena cerca es la “Ley de Animales Perdidos” más efectiva que puede existir. Si hay algunos que, por su situación, no pueden cumplir al máximo con estas instrucciones, intentemos, no obstante, hacer un poco más de lo que hemos hecho hasta ahora. Con un pequeño esfuerzo adicional, podemos asegurarnos mayor comodidad y tener un poco más para contribuir a la edificación del Templo de Dios, en cuyo proceso podemos ser santificados. Hermanos, tengan estas cosas en mente.
Últimamente hemos escuchado mucho sobre ganado perdido, robos, disensión y apostasía. No he hablado antes sobre el tema desde este púlpito, pero tengo mis sentimientos y puntos de vista al respecto, y me gustaría expresarlos ahora utilizando una metáfora, de la cual podrán sacar sus propias conclusiones.
La santificación no solo significa la purificación del corazón mediante la oración y los actos de obediencia a Dios, sino que también implica purificar a un pueblo y eliminar de en medio de ellos aquello que es malo. Supongamos un caso: hay aquí un gran rebaño de ovejas en la pradera, y también pastores que cuidan de ellas con esmero. Generalmente, los pastores cuentan con perros muy bien entrenados que entienden su trabajo—su deber en relación con el rebaño. Se ha dicho que los perros pastores deben criarse con las ovejas y alimentarse de ellas para participar de su naturaleza. De la misma forma que el niño no solo obtiene su alimento de la madre, sino que también desarrolla un fuerte apego y un sentimiento de parentesco y simpatía hacia la fuente de su vida. Cómo ocurre esto exactamente no lo puedo decir; he oído esta observación, pero quienes entienden más sobre el tema pueden apreciarla mejor.
Supongamos que el pastor descubre un lobo acercándose al rebaño, ¿qué haría en tal caso? Pues bien, cabría suponer que, si el lobo está a una distancia adecuada, lo mataría de inmediato con las armas que lleva para su defensa; en resumen, le dispararía y lo mataría en el acto. Si el lobo no está al alcance de sus armas, naturalmente supondríamos que soltaría a los perros para que lo persigan. Y estoy seguro de que ustedes saben que los perros pastores tienen dientes muy afilados, son muy activos y muy sensibles para detectar cuándo el rebaño está en peligro. A veces puede ocurrir que el pastor no tenga consigo las armas necesarias para destruir al lobo, pero en ese caso soltaría a sus fieles perros para que lo destruyan.
¿Es esto cierto en relación con el pastor, el rebaño y los perros? Todos ustedes pueden testificar de su veracidad. ¿Acaso no fue Jesucristo el buen pastor? Sí. Lo que el pastor fiel es para sus ovejas, así es el Salvador para sus seguidores. Él ha partido, pero ha dejado en la tierra a otros pastores que ocupan su lugar para cuidar del rebaño. Cuando ese rebaño está en la pradera, y los pastizales se extienden verdes y amplios ante ellos, completamente libres de lobos, ¿no está ese lugar santificado y purificado, ya que no hay nada que pueda herir o destruir a las ovejas? Pregunto: si se permite que un lobo se mezcle con el rebaño y se le deja actuar sin obstáculos en su obra de destrucción, ¿no se irá y le contará a los otros lobos, quienes vendrán en mayor número, más malvados y voraces? Mientras que, si el primero recibiera su merecido, no podría regresar a advertir al resto de su hambrienta manada para que vengan y se alimenten del rebaño.
Ahora no digan que el hermano Hyde ha enseñado cosas fuertes, porque solo les he dicho lo que ocurre entre el pastor y el rebaño, cuando las ovejas deben ser protegidas.
Si dicen que el Sacerdocio o las autoridades de la Iglesia son el pastor, y que la Iglesia es el rebaño, pueden hacer su propia aplicación de esta metáfora. No es necesario que yo lo haga.
Para mí, da lo mismo si quieren destruir el rebaño o robar y llevarse su propiedad. Si me roban mi equipo, que es mi medio de vida, es como si me mataran de una vez. Es como si me dijeran: “Hermano Hyde, no te molestaremos ni a ti ni a ninguno de tus hermanos; pero te llevaremos a una pradera desolada y sin comodidades, y te dejaremos allí para que mueras de hambre o frío, y nosotros tomaremos posesión de tu propiedad”. Sería mejor que nos mataran de inmediato en lugar de dejarnos en un lugar donde moriríamos de hambre. Sería mucho mejor que nos quitaran la vida de una vez que someternos a una muerte lenta.
El apóstol Pablo dijo al rebaño sobre el cual el Espíritu Santo lo había hecho supervisor: “El tiempo vendrá cuando lobos rapaces entrarán entre vosotros, no perdonando al rebaño; y aun de entre vosotros se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para arrastrar discípulos tras ellos”.
Les diré un sentimiento que siempre he guardado, aunque algunos puedan pensar que hablo en contra de mis verdaderos sentimientos. En ciertas circunstancias hablé en defensa de un individuo en particular, del cual solo el cielo sabe si es culpable o inocente. Quizás mi celo me llevó más allá de la moderación; si fue así, eso será para mi bien, porque puede mostrarme quiénes de mis amigos son en realidad mis enemigos. Al mismo tiempo, mis sentimientos son estos: la mejor manera de santificarnos y agradar a Dios, nuestro Padre Celestial en estos días, es deshacernos de todo ladrón y santificar al pueblo de todo personaje vil. Creo que eso es lo correcto. Es la ley y la práctica en nuestro estado vecino ejecutar a aquellos que violan la ley y pisotean los derechos sagrados de los demás. Esto causaría terror entre quienes se han alejado de estas partes, y podría resultar en su salvación al ver que se ejecuta a los ladrones o se les dispara públicamente.
Limpiaremos nuestro entorno y, como la atmósfera después de una tormenta que ha descargado su furia en las cimas de las montañas, el aire se purifica y una calma soleada lo impregna todo. Creo que es agradable a los ojos del cielo que nos santifiquemos y eliminemos estas cosas de entre nosotros.
He dado el sermón que quería predicar. Le dije al Presidente que deseaba predicar un sermón de unos veinte minutos, y creo que he terminado dentro del tiempo. Les dejo estos comentarios en el nombre de Jesús, mi Maestro, con los mejores sentimientos de un corazón dedicado a su bienestar. Amén.
Resumen:
En este discurso, el élder Orson Hyde aborda varios temas relacionados con la santificación, la economía y la protección de la comunidad. Comienza mencionando la importancia de la santificación, la cual define no solo como la purificación individual a través de la oración y la obediencia a Dios, sino también como la purificación de una comunidad al eliminar lo malo de su entorno. Utiliza una analogía entre un pastor que cuida de un rebaño de ovejas y los líderes de la Iglesia que cuidan de los miembros de la comunidad, destacando el papel de la protección espiritual.
Hyde también critica la negligencia económica de los agricultores, que han desperdiciado las bendiciones materiales del Señor por falta de cuidado en el manejo de sus cosechas. Lamenta que el grano se haya malgastado y subraya la importancia de ser prudentes y responsables con los recursos temporales, tal como lo seríamos con las bendiciones espirituales. Esto es parte de la responsabilidad de la santificación: cuidar tanto lo temporal como lo espiritual.
En la segunda parte del discurso, Hyde utiliza la metáfora de los lobos y las ovejas para describir el peligro que representan los apóstatas y aquellos que buscan destruir la comunidad. Compara a los lobos con los enemigos de la Iglesia y subraya que, al igual que un buen pastor debe proteger a su rebaño de los lobos, los líderes de la Iglesia deben defender a los fieles de los peligros espirituales, como la disensión, el robo y la apostasía. Hyde insiste en que la mejor manera de santificar a la comunidad es eliminar a los “lobos” y a los “ladrones” que amenazan con destruir la paz y la estabilidad del grupo.
El discurso del élder Hyde refleja una preocupación tanto espiritual como temporal. Al abordar el concepto de santificación, no se limita a la purificación personal, sino que amplía su enfoque a la comunidad en su conjunto. Su mensaje resalta la importancia de la unidad y la pureza dentro del cuerpo de la Iglesia, señalando que la comunidad solo puede avanzar si se erradica el mal de su entorno.
La metáfora de los lobos es poderosa, pues alude no solo a los enemigos externos que podrían atacar a la Iglesia, sino también a los enemigos internos, como los apóstatas o aquellos que socavan la fe. Hyde argumenta que no actuar contra estos individuos equivale a permitir que el mal crezca, lo que pondría en riesgo el bienestar espiritual de toda la comunidad. En este sentido, Hyde hace un llamado a los líderes a ser vigilantes, firmes y decididos en la protección de la Iglesia.
Además, su crítica hacia la mala gestión de los recursos materiales refleja una visión holística de la santificación. Hyde destaca que tanto las bendiciones espirituales como las materiales provienen de Dios, y ambas deben ser valoradas y protegidas. Esto subraya la necesidad de responsabilidad en todos los aspectos de la vida: tanto en el ámbito espiritual como en el económico.
El discurso de Hyde ofrece una perspectiva clara sobre la importancia de la acción y la vigilancia dentro de la Iglesia. Su enfoque en la protección del rebaño mediante la eliminación de los elementos disruptivos es un llamado a mantener la pureza y la santidad de la comunidad. Al mismo tiempo, su advertencia sobre el desperdicio de recursos materiales refleja un aspecto práctico de la fe, donde se insta a los miembros a ser diligentes y responsables con las bendiciones que reciben.
Un aspecto notable del discurso es la analogía entre el pastor y el rebaño. Esta figura no solo es bíblica, sino que también es efectiva para explicar el papel protector de los líderes de la Iglesia, quienes deben actuar como guardianes de la fe y los principios morales. Asimismo, la referencia a la economía y el manejo de recursos temporales refuerza la noción de que la espiritualidad no está separada de la vida diaria; más bien, está entrelazada con la responsabilidad de los miembros en todos los aspectos de sus vidas.
El élder Orson Hyde concluye su discurso haciendo un llamado a la acción. Subraya la necesidad de purificar la comunidad eliminando a aquellos que amenazan su paz y estabilidad, ya sea a través de la disensión, el robo o la apostasía. Esta eliminación, argumenta, es una forma de santificación, ya que protege al rebaño de mayores males.
En resumen, Hyde presenta una visión en la que la santificación es un proceso colectivo que involucra tanto la protección espiritual como la responsabilidad temporal. La comunidad solo puede prosperar si cada uno de sus miembros está dispuesto a cuidar tanto de los recursos materiales como del bienestar espiritual. La vigilancia constante y el coraje para actuar en defensa de la Iglesia son, para Hyde, fundamentales para mantener la integridad del grupo y avanzar en la obra de Dios.
























