Conferencia General Octubre 1968
Talentos: Una Bendición
y Responsabilidad
por el Élder Franklin D. Richards
Asistente al Consejo de los Doce
Presidente McKay, mis queridos hermanos y hermanas: Me presento ante ustedes con un corazón humilde y busco guía divina en las palabras que comparto.
Una Chispa Divina
No es inusual escuchar a líderes religiosos, filósofos o poetas referirse al hombre como poseedor de una chispa divina. Estas palabras sugieren que el hombre posee grandes habilidades y potencial. Frecuentemente se nos exhorta a desarrollar nuestras capacidades, a esforzarnos y a fijar metas elevadas para nosotros mismos.
¿Qué significa tener una chispa divina dentro de uno? Significa, en esencia, que el hombre tiene una relación especial con Dios. A lo largo de la historia, Dios ha revelado al hombre, en diferentes ocasiones, cuál es esta relación. Las escrituras enseñan que Dios es un ser personal, a cuya imagen fue creado el hombre, y que Dios el Padre es el Padre literal de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, así como de los espíritus de todos los hombres. Por esta razón, heredamos atributos divinos. Esto fue bellamente expresado cuando Job explicó que “ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda” (Job 32:8).
Esta doctrina sencilla, tal como la enseñó Cristo, dio paso a teorías y dogmas humanos durante los siglos de apostasía.
El Evangelio Restaurado
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días proclama al mundo que el evangelio de Jesucristo, en su plenitud y simplicidad, ha sido restaurado por medio del profeta José Smith. Afirmamos que Dios el Padre y su Hijo Jesucristo se aparecieron al profeta José Smith y que la Iglesia de Cristo ha sido restablecida en la tierra.
Gracias a la revelación moderna, la relación de Dios con el hombre ha sido aclarada nuevamente. Les pido que consideren seriamente el hecho de que la vida de su cuerpo terrenal es su espíritu, y que Dios, el Padre Eterno, es el Padre de su espíritu.
La Luz de Cristo
El apóstol Juan testificó que Jesús “era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo” (Juan 1:9). En esta dispensación, el presidente Joseph F. Smith dio testimonio de esta misma verdad, afirmando que la luz de Cristo, el Espíritu de Verdad, ilumina a todo hombre que nace en el mundo (Doctrina del Evangelio, p. 61).
Aceptar esta doctrina impacta profundamente en la vida de aquellos que la abrazan. Nuestro Padre Celestial nos ama a cada uno de nosotros y está profundamente interesado en nuestro bienestar, crecimiento y desarrollo. De hecho, su obra y su gloria es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).
Podemos afirmar que no solo tenemos una chispa de divinidad dentro de nosotros, sino que en realidad somos hijos espirituales de nuestro Padre Celestial y que “a cada uno se le da un don por el Espíritu de Dios” (D. y C. 46:11). Gracias a esta relación, estamos bendecidos con muchos talentos y poseemos grandes posibilidades. El Salvador estableció nuestra mayor meta cuando dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).
Alcanzar la perfección requiere crecimiento y desarrollo, y al contemplar la perfección, reconocemos que el crecimiento es el fenómeno más grande de esta existencia. Esta Iglesia enseña el valor y la necesidad de la progresión eterna. Progresamos en la preexistencia, y es nuestra responsabilidad y oportunidad progresar en esta vida y a lo largo de toda la eternidad.
Parábolas sobre el Desarrollo de Talentos
Durante su ministerio terrenal, el Salvador enseñó dos parábolas que tratan sobre la importancia de desarrollar los talentos con los que estamos dotados. Estas parábolas son la parábola de los talentos confiados (Mateo 25:14-30) y la parábola de las minas (Lucas 19:11-27).
El talento era una antigua unidad de peso y dinero. El diccionario define talento como “las habilidades, poderes y dones otorgados a un hombre; capacidades naturales consideradas como un encargo divino, una capacidad o don natural”.
La parábola de los talentos confiados fue dada a sus apóstoles y describe a un hombre que estaba a punto de emprender un largo viaje. Antes de partir, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno. A cada hombre le dio según su capacidad.
Mientras el amo estaba ausente, el siervo que recibió cinco talentos los puso a trabajar y ganó cinco más. El que recibió dos talentos también los puso a trabajar y duplicó su cantidad, pero el que recibió un talento lo escondió en la tierra.
Después de un tiempo, el amo regresó y pidió cuentas. A los siervos que habían duplicado sus talentos, el amo les dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23).
Sin embargo, el amo llamó negligente al siervo que escondió su talento y no lo multiplicó, diciendo que le quitaría el único talento que tenía para dárselo al siervo que tenía diez talentos.
Aunque la parábola de los talentos confiados fue dirigida a sus apóstoles, la parábola de las minas fue dada a una multitud mixta en el último viaje del Salvador de Jericó a Jerusalén. Aunque existen algunas diferencias entre las dos parábolas, en esencia enseñan las mismas verdades y principios.
Se esperaba más de los hombres dotados con muchos talentos que de aquellos con menos, sin embargo, a todos se les pedía multiplicar lo que se les había dado. Aunque se esperaba relativamente poco de los hombres con un talento, cada uno de ellos falló en usarlo. El buen uso del talento por parte de los hombres con un talento era tan importante y necesario como lo era para los hombres con dos y cinco talentos.
La Exhortación del Señor Hoy
En esta dispensación, el Señor ha sido igualmente directo en su exhortación a sus hijos. Nos ha dicho que nos ha dado muchas cosas “para beneficio de la iglesia del Dios viviente, para que cada hombre mejore su talento, que cada hombre obtenga otros talentos, sí, aun ciento por uno” (D. y C. 82:18). Nos ha advertido que “a quien mucho se da, mucho se requiere” (D. y C. 82:3).
También dice: “Pero con algunos no estoy bien complacido, porque no abren la boca, sino que ocultan el talento que les he dado, por temor a los hombres. ¡Ay de tales, porque mi ira está encendida contra ellos! Y sucederá que, si no me son más fieles, les será quitado aun aquello que tienen” (D. y C. 60:2-3).
Luego, nos manda: “No debes perder el tiempo, ni esconder tu talento para que no sea conocido” (D. y C. 60:13). El Salvador mostró poca consideración por el siervo negligente; espera que trabajemos y usemos nuestra iniciativa.
Obligación de Desarrollar Talentos
Estas escrituras enfatizan claramente nuestra obligación de usar y desarrollar los dones y talentos con los que hemos sido bendecidos; podemos decir que se nos pide desarrollar la chispa de divinidad que llevamos dentro. La experiencia humana confirma la solidez de esta doctrina.
Todos deberíamos preocuparnos por cómo desarrollar mejor nuestros dones y talentos. Primero, debemos reconocer nuestros talentos y decidir pagar el precio necesario para desarrollarlos. Este precio incluye, entre otras cosas, fe, estudio y persistencia.
Al desarrollar la fe, nunca debemos olvidar que somos hijos espirituales de Dios, el Padre Eterno, y que Él nos asistirá en el desarrollo de nuestros talentos, siempre y cuando hagamos nuestra parte.
El Temor a los Hombres
Una de las formas en que Dios nos asistirá es al brindarnos oportunidades para usar nuestros talentos. Algunos reconocen sus talentos, pero dicen que no los utilizan por temor a los hombres.
El temor destruye la fe y nos priva de muchas bendiciones. Esto se explica en una revelación en la que el Señor dice: “Procurasteis creer que recibiríais la bendición que se os ofrecía; pero he aquí, en verdad os digo que había temores en vuestros corazones, y he aquí, esta es la razón por la cual no la recibisteis” (D. y C. 67:3).
Debemos, entonces, superar el miedo. El Señor nos ha dicho que si estamos preparados, “no temeréis” (D. y C. 38:30).
El Progreso Involucra Estudio
La preparación implica estudio, y también se nos aconseja “buscar conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 88:118). El progreso eterno requiere un estudio continuo. Un mayor aprendizaje nos da confianza, y la confianza engendra fe, y la fe disipa el miedo. Les animo, por tanto, a que nunca dejen de estudiar, pues es una parte importante del desarrollo de sus talentos.
La persistencia también desempeña un papel vital. El presidente Heber J. Grant solía citar frecuentemente a Emerson: “Aquello en lo que persistimos en hacer se vuelve más fácil de hacer, no porque la naturaleza de la cosa haya cambiado, sino porque nuestro poder de hacerlo ha aumentado”. El presidente Grant ejemplificó esta máxima a lo largo de toda su vida, y su persistencia sin duda fue clave en muchos de sus logros.
Los Talentos se Desarrollan con el Uso
Debemos entender que los talentos se desarrollan con el uso y que no crecerán ni se multiplicarán si no se emplean. Este principio fue claramente enseñado en las parábolas del Salvador.
A medida que desarrollamos nuestros talentos, también debemos cultivar el espíritu de compartir, de dar, no solo a quienes nos rodean, sino a todos los hijos de Dios. Recordemos las palabras del rey Benjamín: “…cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17).
El Señor quiere que disfrutemos de nuestros talentos, pero también espera que los usemos para el bienestar y beneficio de los demás y para edificar el reino de Dios.
La Necesidad de Desafíos
Hoy en día, escuchamos mucho sobre la necesidad de desafíos tanto para los jóvenes como para nuestros adultos mayores. Aunque vivimos en una época de problemas, también estamos en la dispensación de la plenitud de los tiempos, un período maravilloso en la historia del mundo, una nueva era de crecimiento y desarrollo. Las oportunidades de hoy para jóvenes y ancianos superan las de cualquier otra época.
Debemos estar agradecidos de vivir en este tiempo especial, cuando el Espíritu del Señor se está derramando abundantemente sobre los habitantes de la tierra.
Uno de los aspectos importantes y distintivos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es que sus asuntos son administrados por los miembros laicos en lugar de un clero remunerado. Algunos de mis amigos no miembros me han comentado que lo que más les impresiona de la Iglesia es que da a cada persona la oportunidad de servir, sin importar su edad. ¡Qué cierto es esto!
Un Vehículo para el Crecimiento
La Iglesia, en realidad, es un vehículo para el crecimiento y desarrollo de los hijos de Dios. Los quórumes del sacerdocio, la Primaria, las Mutuals, la Escuela Dominical, la Sociedad de Socorro y otras organizaciones de la Iglesia, con sus diversas actividades y programas, contribuyen al desarrollo de los talentos de sus miembros y les brindan oportunidades para compartirlos con los demás.
Así, como se ha dicho, se ofrecen emocionantes y desafiantes oportunidades de liderazgo para hombres, mujeres y niños de todas las edades, para participar en proyectos valiosos e interesantes. Esto no solo representa una gran oportunidad, sino también una responsabilidad para los miembros de la Iglesia, pues el crecimiento futuro de la Iglesia depende del desarrollo de líderes: líderes para la administración general de la Iglesia, así como para misiones, estacas, barrios, quórumes del sacerdocio, organizaciones auxiliares y otras actividades de la Iglesia.
Los Talentos se Desarrollan en Muchas Áreas
Los talentos pueden desarrollarse en muchas áreas: la enseñanza, la oratoria, la obra misional, la música, el teatro, la danza, los deportes, el trabajo Scout, la obra genealógica y del templo, los programas de bienestar, el servicio compasivo, y muchos otros campos que podríamos mencionar. Todos contribuyen al desarrollo de talentos y liderazgo.
A veces podemos pensar que tenemos demasiadas oportunidades para servir y desarrollar nuestros talentos, y sentimos que esto requiere un gran sacrificio. Sin embargo, permítanme sugerir que no lo vean como un sacrificio, sino como una gran bendición.
Nunca olviden el desafío que nos hizo el Salvador a cada uno de nosotros de llegar a ser perfectos, “así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Cada actividad en la que participamos proporciona experiencias que nos permiten mejorar nuestros talentos, contribuyendo así a nuestra meta de perfección.
A medida que desarrollamos el espíritu de dar y compartir, encontramos gran paz, felicidad, gozo y satisfacción, además de crecimiento y desarrollo personal.
Aceptar Cada Oportunidad
Les animo, por tanto, a aceptar cada oportunidad de servir con entusiasmo, no como una carga, sino como una gran bendición. Organicen su tiempo, poniendo las cosas más importantes en primer lugar, y realicen cada asignación con excelencia. Al hacerlo, la chispa divina dentro de ustedes se magnifica y sus talentos aumentarán, “sí, aun ciento por uno” (D. y C. 82:18).
Al seguir esta exhortación, imagino las palabras: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21).
Les testifico que Dios vive y que Jesús es el Cristo, que el evangelio de Jesucristo en su plenitud ha sido restaurado en estos últimos días a través del profeta José Smith, y que hoy tenemos un profeta de Dios entre nosotros, nuestro amado presidente David O. McKay. Que el Señor lo bendiga y lo sostenga. Doy este testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.
























