Un Señor, Una Fe

Conferencia General Abril 1969

Un Señor, Una Fe

por el Élder LeGrand Richards
Del Quórum de los Doce Apóstoles


Me regocijo junto a ustedes, mis hermanos y hermanas, en esta maravillosa conferencia y en las inspiradoras palabras de nuestro digno presidente, el Presidente David O. McKay.

Acabamos de escuchar al Obispo Simpson citar la declaración de Jesús, quien dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Me pregunto, ¿libres de qué? Libres de las enseñanzas falsas, las filosofías y doctrinas hechas por los hombres.

Jesús también expresó: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11:25).

A través de la sabiduría del hombre, no se puede conocer la verdad. Esto se evidencia en una encuesta realizada en Nueva Zelanda el año pasado, donde se identificaron 411 iglesias diferentes. De ahí la necesidad de la revelación divina para interpretar las enseñanzas de los profetas, pues esta Iglesia está edificada sobre la revelación divina.

Una obra maravillosa y un prodigio
Hoy tomo mi texto del capítulo 29 de Isaías, donde leemos: “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado. Por tanto, he aquí que nuevamente excitaré yo la admiración de este pueblo con un prodigio grande y espantoso; porque perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos” (Isaías 29:13-14).

¿Dónde encontramos esos preceptos de hombres a los que se refiere Isaías? En estas 411 profesiones religiosas diferentes.

¿No debería un hijo de Dios promedio querer saber si está adorando a Dios mediante los preceptos de hombres? Y si tiene el privilegio de vivir cuando el Señor realice esa obra maravillosa y prodigio, ¿no le gustaría tener parte en ella?

Comparemos esta situación con la declaración de Pablo a los Efesios, cuando afirmó que hay “un Señor, una fe, un bautismo” (Efesios 4:5).

Diferencia entre doctrinas hechas por el hombre y doctrinas divinas
¡Cuánto han cambiado las cosas! ¿Por qué? Porque los hombres, sin guía divina, no pudieron ponerse de acuerdo en la interpretación de las escrituras. Jesús entendió que, sin guía divina, los hombres no podrían interpretarlas correctamente. Por eso dijo: “Erráis, ignorando las escrituras” (Mateo 22:29). De ahí la necesidad de una voz de autoridad que diferencie entre las doctrinas que son preceptos de hombres, como mencionó Isaías, y las verdades reveladas desde los cielos en la restauración del evangelio. No recibimos nuestras enseñanzas mediante la interpretación de las escrituras hecha por el hombre, sino por las revelaciones del Señor a su profeta en los últimos días.

Se podría escribir un libro completo sobre la diferencia entre las doctrinas hechas por el hombre a las que se refiere Isaías y las verdades reveladas desde los cielos, que constituyen la obra maravillosa y el prodigio que el Señor prometió, haciendo que la sabiduría de los sabios pereciera y el entendimiento de los prudentes se desvaneciera.

Permítanme mencionar algunas correcciones importantes que el Señor ha realizado en las enseñanzas de los hombres a través de la restauración del evangelio.

Enseñanzas sobre la Deidad
Cuando el Señor entregó a Moisés los Diez Mandamientos, el primero fue: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).

Cuando José Smith tuvo su gloriosa visión en la Arboleda Sagrada en 1820, el Padre, señalando al Hijo, dijo: “Este es mi Hijo Amado. ¡Escúchalo!” (JS—H 1:17).

José vio que tanto el Padre como el Hijo eran personas glorificadas, tal como Jesús después de su resurrección, cuando se apareció a sus discípulos, les mostró las marcas en sus manos y la herida en su costado, y les dijo: “…palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:39).

Ahora comparemos esto con la enseñanza prevalente en el mundo cristiano en la época de José Smith. Aquí una declaración de sus credos:

“Solo hay un Dios vivo y verdadero, quien es infinito en ser y perfección, un espíritu purísimo, invisible, sin cuerpo, partes ni pasiones… y en la unidad de esta deidad hay tres personas, de una sustancia, poder y eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.

¿Cómo pueden ser tres personas en una sola? ¿Cómo podría haber visto José Smith a Dios si Él no tiene ni cuerpo, ni partes, ni pasiones, y es invisible? Eso significaría que no tiene ojos, por lo que no puede ver; no tiene oídos, por lo que no puede oír; no tiene boca, por lo que no puede hablar; no tiene cuerpo, por lo que no puede ser visto. Esta es una buena descripción de “nada”. ¿Cómo es posible que todo el mundo estuviera adorando este tipo de dios en el momento en que el Padre y el Hijo, dos seres glorificados, se aparecieron a José Smith?

Condición predicha por Moisés
Moisés sabía que esta condición existiría en el mundo, pues cuando llevó a los hijos de Israel a la tierra prometida, les advirtió que, en generaciones futuras, serían esparcidos entre las naciones paganas, donde “serviréis allí a dioses, obra de manos de hombres, de madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen” (Deuteronomio 4:28).

Luego, Moisés les prometió que en los postreros días, cuando estuvieran en tribulación, si buscaban al Señor con todo su corazón y con toda su alma, lo hallarían (véase Deuteronomio 4:29-30).

José Smith, siendo un joven, realmente buscó al Señor, y fue recompensado con la gloriosa visión que mencioné. Y por su testimonio de que Dios, el Padre, y Jesucristo, su Hijo, son dos seres glorificados, dio su vida. Testificamos al mundo de esta gran verdad eterna. ¿Qué conocimiento podría ser más maravilloso que saber a quién aspiramos ver, tal como dijo Jesús en el Sermón del Monte: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).

¿Cómo podríamos ver a Dios si no existe, no tiene cuerpo, ni partes, ni pasiones, y es invisible?

Corregir esta falsa doctrina justificaría que el Señor levantara a un profeta en estos últimos días, y esto le da verdadero significado a la Pascua, que el mundo cristiano está celebrando en este momento.

A través de la restauración del evangelio por medio del Profeta José Smith, el Señor corrigió otra enseñanza falsa, una de las doctrinas de los hombres a las que se refiere Isaías. El mundo cristiano enseña que los niños nacen con el pecado de Adán y Eva sobre ellos, negando así la expiación de Jesucristo, tal como lo declaró el apóstol Pablo: “Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22).

Los niños pequeños redimidos a través de Cristo
Aquí está la palabra del Señor respecto a este tema, en una revelación al Profeta José Smith:

“Mas he aquí, os digo que los niños pequeños son redimidos desde la fundación del mundo por medio de mi Unigénito;
“Por lo tanto, no pueden pecar, porque no se les da poder a Satanás para tentar a los niños pequeños, hasta que comiencen a ser responsables delante de mí” (D. y C. 29:46-47).

El Profeta Mormón también abordó este asunto en una carta a su hijo Moroni, registrada en el Libro de Mormón con las siguientes palabras:

“Y ahora bien, hijo mío, te hablo sobre lo que me aflige en gran manera, porque me entristece que haya contenciones entre vosotros.
“Pues, si he entendido la verdad, ha habido contenciones entre vosotros sobre el bautismo de vuestros pequeñitos.
“Y ahora, hijo mío, deseo que trabajes diligentemente para que este grave error sea quitado de entre vosotros, porque para este fin te he escrito esta epístola.
“Porque inmediatamente después de saber de estas cosas, pregunté al Señor sobre el asunto. Y la palabra del Señor vino a mí por el poder del Espíritu Santo, diciendo:
“Escucha las palabras de Cristo, tu Redentor, tu Señor y tu Dios. He aquí, vine al mundo no para llamar a los justos, sino a los pecadores al arrepentimiento; los sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos; por tanto, los niños pequeños son sanos, pues no son capaces de cometer pecado; por tanto, en mí les es quitada la maldición de Adán, de modo que no tiene poder sobre ellos…
“Así me manifestó el Espíritu Santo la palabra de Dios; por lo tanto, hijo mío amado, sé que es una solemne burla ante Dios bautizar a los niños pequeños.
“Los niños pequeños no pueden arrepentirse, por lo tanto, es una terrible iniquidad negar las puras misericordias de Dios a ellos, porque todos viven en Él a causa de su misericordia.
“Y el que diga que los niños pequeños necesitan bautismo niega las misericordias de Cristo y echa por tierra su expiación y el poder de la redención” (Moro. 8:4-9, 19-20).

¿No debería todo el mundo cristiano aceptar esta gran verdad revelada y salvarse de seguir esta doctrina hecha por el hombre que se les ha enseñado?

Matrimonio para el tiempo y la eternidad
Permítanme mencionar brevemente otra doctrina hecha por el hombre que enseñaban todas las llamadas iglesias cristianas en la época en que el Señor restauró su verdadera Iglesia en la tierra, en esta última dispensación, a través del Profeta José Smith.

Se enseñaba universalmente que el matrimonio es solo para esta vida, por lo tanto, todos sus matrimonios se realizaban “hasta que la muerte los separe” o “por el período de sus vidas mortales”.
A la luz de la verdad restaurada por Dios, esta es una doctrina muy frágil e insatisfactoria. El amor es eterno, y cuando las parejas viven verdaderas vidas cristianas juntas, su amor mutuo y por sus hijos aumenta con los años.

Me gustan las palabras de Anderson M. Baten a su esposa, Beulah, tituladas “Filosofía de la Vida”:

“Te desposo para siempre, no para ahora,
No para la farsa de los breves años de la tierra;
Te desposo para la vida más allá de las lágrimas
Más allá del dolor del corazón y de la frente nublada.
El amor no conoce tumba y nos guiará, querida,
Cuando las velas de la vida parpadeen y se consuman.”

El apóstol Pablo indicó que sin nuestros seres queridos no podemos ser perfeccionados (véase Hebreos 11:40). El Señor ha revelado que los lazos matrimoniales están destinados a ser eternos, por lo tanto, todos los matrimonios en su Iglesia son para el tiempo y para toda la eternidad.

Afirmación escritural
El primer registro que tenemos del matrimonio es cuando el Señor le dijo a Adán: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él…
“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:18, 24).
Si no era bueno que el hombre estuviera solo antes de que la muerte entrara en el mundo, obviamente no será bueno que el hombre esté solo cuando resucite de los muertos.

Jesús también enseñó este principio, pues dijo:
“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer;
“Y los dos serán una sola carne; así que ya no son dos, sino una sola carne.
“Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Marcos 10:7-9).

Tanto Dios como Jesucristo indicaron que el hombre y su esposa deben convertirse en una sola carne, y Jesús advirtió: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”.

¿Dónde hay alguna justificación escritural para asumir y enseñar que la muerte debe anular el convenio matrimonial?

El apóstol Pedro entendió que el hombre y su esposa heredarían juntos los resultados y las recompensas de esta vida. Él dijo:
“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1 Pedro 3:7).

El Profeta Isaías vio el día en que tendríamos un nuevo cielo y una nueva tierra, donde edificaríamos casas y las habitaríamos, plantaríamos viñas y comeríamos su fruto. Luego añadió: “Porque son la simiente de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos” (véase Isaías 65:17, 19-25).

La realidad de la resurrección
¡Qué consuelo es para aquellos de nosotros que hemos enterrado a nuestros pequeños hijos saber que en la resurrección tendremos el privilegio de criarlos hasta que lleguen a la adultez! Las doctrinas hechas por el hombre, provenientes de las llamadas iglesias cristianas, no ofrecen a sus miembros tales promesas de consuelo.

Asistí al servicio fúnebre de la única hija pequeña de uno de mis socios de negocios, y el ministro no ofreció ni una sola palabra de esperanza a esa pareja afligida, de que algún día volverían a ver o conocer a su preciosa hijita.

Después del funeral, le dije a mi amigo que el Señor tenía algo mejor para él, si vivía de acuerdo con Su voluntad. Desde entonces, él se ha unido a la verdadera Iglesia del Señor y ahora espera con ansias el privilegio de criar a esa pequeña hija en la mañana de la primera resurrección.

En una revelación dada al Profeta José Smith, el Señor declaró, refiriéndose a las condiciones durante el milenio: “Y les será entregada la tierra por heredad; y se multiplicarán y crecerán fuertes, y sus hijos crecerán sin pecado para salvación.
“Porque el Señor estará en medio de ellos, y su gloria estará sobre ellos, y él será su rey y su legislador” (D. y C. 45:58-59).

Existen muchas otras interpretaciones hechas por el hombre de las escrituras, las cuales han dado origen a esas 411 iglesias diferentes mencionadas en Nueva Zelanda. Isaías profetizó que cuando los hombres adoraran a Dios mediante preceptos y doctrinas de hombres, el Señor realizaría una obra maravillosa y un prodigio, haciendo que la sabiduría de sus sabios pereciera y el entendimiento de sus prudentes se ocultara (Isaías 29:13-14).

La Iglesia que Isaías prometió
Testifico que esta Iglesia es, precisamente, la obra maravillosa y el prodigio que Isaías prometió cuando los hombres adoraran mediante preceptos de hombres.

Recientemente, un ministro convertido se unió a la Iglesia. Se sentó en mi oficina y me dijo: “Cuando pienso en lo poco que tenía para ofrecer a mi congregación como ministro del evangelio, en comparación con lo que ahora tengo en la plenitud del evangelio tal como ha sido restaurado, quiero regresar y contarles a todos mis amigos lo que he encontrado. Pero ahora”, continuó, “no me escucharán. Soy considerado un apóstata de su iglesia”. Renunció a su ministerio y realizó trabajos humildes aquí en la ciudad para poder ser miembro de la verdadera Iglesia de Dios.

Invitamos a todos los hombres, en todas partes, a compartir con nosotros estas gloriosas verdades que Dios ha revelado a través de Su profeta en esta dispensación. Repito la promesa del Salvador: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).

Doy testimonio a todos los que me escuchan que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es, en verdad, la obra maravillosa y el prodigio que el Señor prometió a través del profeta Isaías.

Que Dios los bendiga a todos, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

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