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La misión de Elías
Se predice la misión de Elías el Profeta
El acontecimiento principal que consideraremos en la “restauración de todas las cosas” (Hechos 3:19-21) será la venida de Elías el Profeta, en cumplimiento de la profecía de Malaquías:
He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.
El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición. (Malaquías 4:5–6.)
¿A cuál de las iglesias del mundo entero puede uno ir en la actualidad, aparte de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, y aprender acerca de la venida de Elías el Profeta para cumplir esta profecía? Su venida es de suma importancia a la vista de Dios, en lo que atañe al cumplimiento de sus propósitos entre los hijos de los hombres y el establecimiento de su reino en los postreros días. Elías tiene que venir a cumplir su misión de tornar o convertir el corazón de los padres a sus hijos y el corazón de los hijos a sus padres, para que el Señor no venga “y hiera la tierra con maldición”.
El Señor prometió enviar a Elías el Profeta “antes que venga el día de Jehová, grande y terrible”, y ¿quién podrá detener su mano e impedirle que lleve a cabo su promesa? Si uno tiene el privilegio de vivir sobre la tierra en la época de la venida de Elías el Profeta, ¿no tendrá deseos de saber de ello, así como del mensaje que ha de traer, mensaje de importancia tal que se hizo necesario enviarlo de las cortes celestiales a fin de que la tierra no fuera herida con maldición?
Inténtase explicar la profecía de Malaquías
La siguiente declaración sobre la profecía de Malaquías es interesante:
El libro concluye con una súplica de no olvidar la ley de Moisés (probablemente el libro de Deuteronomio, cuyo ritual y mandamientos éticos habían sido violados), y con la promesa de que volvería Elías el Profeta, que había salido de este mundo unos cuatrocientos años antes: promesa que sugiere que la edad de los profetas, según se creía, ya había terminado; y que cuando aquél viniera, su misión consistiría en restaurar la armonía a los hogares que hubieren sido divididos por el divorcio; de lo contrario, la tierra sería herida con maldición. (The Abingdon Bible Commentary, [New York y Nashville: Abingdon Press, 1929], pág. 836.)
¿Cómo podría Elías el Profeta restaurar la armonía a los hogares divididos por el divorcio? En demasiados casos está implicada una tercera persona en el divorcio, y usualmente sigue otro matrimonio. Esta explicación del comentario es un golpe a ciegas y nada más. Nosotros tampoco sabríamos más acerca de la venida de Elías el Profeta y la naturaleza de su misión si no fuera por el hecho de que vino y visitó a José Smith y Oliverio Cowdery en el Templo de Kirtland, el 3 de abril de 1836.
La profecía de Malaquías según Moroni
Cuando el ángel Moroni visitó a José Smith la noche del 21 de septiembre de 1823, citó muchos pasajes de las Escrituras, los cuales dijo que se cumplirían dentro de poco. Uno de ellos fue el cuarto capítulo de Malaquías, al cual acabamos de referirnos, aunque con una pequeña diferencia de como se encuentra en nuestras Biblias. Repitió los versículos 5 y 6 de esta manera:
He aquí, yo os revelaré el sacerdocio por la mano de Elías el profeta, antes de la venida del grande y terrible día del Señor.
Y él plantará en el corazón de tos hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá a sus padres. De no ser así, toda la tierra sería total mente asolada en su venida. (P. de G. P., José Smith—Historia 88,89.)
Poco después de la dedicación del Templo de Kirtland, el día 3 de abril de 1836, el Salvador, Elías, Moisés y Elías el Profeta les aparecieron a José Smith y Oliverio Cowdery. Después de referirse a la visita del Salvador y la de Elías y Moisés, José Smith dice lo siguiente acerca de Elías el Profeta:
Se nos desplegó otra visión grande y gloriosa; porque Elías el profeta, que fue llevado al cielo sin gustar la muerte, se apareció ante nosotros, y dijo:
He aquí, ha llegado plenamente el tiempo del cual se habló por boca de Malaquías, testificando que él (Elías) sería enviado antes que viniera el día grande y terrible del Señor,
para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y de los hijos a los padres, para que el mundo entero no fuera herido con una maldición.
Por tanto, se entregan en vuestras manos las llaves de esta dispensación; y por esto podréis saber que el día grande y terrible del Señor esta cerca, aun a las puertas. (D. y C. 110:13–16.)
Cuando Elías el Profeta puso en manos de José Smith y Oliverio Cowdery las llaves de esta dispensación de convertir el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a sus padres, ellos empezaron a declarar la nueva y extraña doctrina del bautismo por los muertos a sus compañeros y a los miembros de la Iglesia. Explicaron que los hijos se pueden bautizar aquí en la tierra por sus familiares que murieron sin tener este privilegio. El conocimiento de esta gran verdad ha causado que “el corazón de los hijos” se vuelva “a sus padres”, y que los hijos busquen su genealogía a fin de poder bautizarse por sus parientes muertos. Fue con este propósito que el Señor envió a Elías el Profeta otra vez a la tierra, como lo prometió Malaquías y lo anunció Moroni a José Smith.
Han de ser reunidas en una todas las cosas
En una revelación dada al profeta José Smith en 1830, el Señor hizo referencia a esta obra de los vivos a favor de los muertos, como parte del evangelio en la última dispensación. Después de explicar que había enviado a Pedro, Santiago y Juan para ordenar a José y Oliverio apóstoles y testigos especiales, y entregarles las llaves de su reino en ésta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos, el Señor añadió estas palabras:
…en la cual juntaré en una todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra;
y también con todos aquellos que mi Padre me ha dado de entre el mundo. (D. y C. 27:13–14.)
Es evidente que la dispensación del cumplimiento de los tiempos ha de consistir en una obra que se efectuará en el cielo así como en la tierra, pues el Señor decretó que en esta dispensación El juntaría en una “todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra”, y también a “todos aquellos que mi Padre me ha dado de entre el mundo”. Esta unión naturalmente exige una organización, un plan, e indica cuán extensa y completa debe ser esta dispensación del evangelio; aclara la razón porque tendría que ser enviado Elías el Profeta a entregar las llaves que él poseía de este importante acontecimiento.
Lo que el Señor tenía pensado hacer al respecto en esta dispensación, también lo hizo saber a Pablo:
Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo,
de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. (Efesios 1:9–10.)
Esta reunión de “todas las cosas en Cristo, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” es un ministerio muy sagrado y especial que el profeta José Smith presentó detalladamente a la Iglesia:
Y ahora, mis muy queridos hermanos y hermanas, permítaseme aseguraros que éstos son principios referentes a los muertos y a los vivos que no se pueden desatender, en lo que atañe a nuestra salvación. Porque su salvación es necesaria y esencial para la nuestra, como dice Pablo tocante a los padres: que ellos sin nosotros no pueden ser perfeccionados, ni tampoco podemos nosotros ser perfeccionados sin nuestros muertos.
Ahora, en cuanto al bautismo por los muertos, os citaré otro pasaje de Pablo, 1 Corintios, capítulo 15, versículo 29: De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?
Además, en relación con este pasaje, os citaré las palabras de uno de los profetas que tenía fija su vista en la restauración del sacerdocio, las glorias que se habrían de revelar en los postreros días, y de una manera especial, en este tema, el más glorioso de todos los que pertenecen al evangelio sempiterno, a saber, el bautismo por los muertos; porque dice Malaquías en el último capítulo, versículos cinco y seis: He aquí yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.
Pude haber dado una traducción más clara de esto, pero para mi objeto tiene suficiente claridad tal como está. Basta saber, en este caso, que la tierra será herida con una maldición, a menos que entre los padres y los hijos exista un eslabón conexivo de alguna clase, tocante a algún asunto u otro; y he aquí, ¿cuál es ese asunto? Es el bautismo por los muertos. Pues sin ellos nosotros no podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros. Ni tampoco podemos nosotros ni ellos perfeccionarnos sin los que han fallecido en el evangelio también; porque al iniciarse la dispensación del cumplimiento de los tiempos, dispensación que ya está comenzando, es menester que una unión entera, completa y perfecta, así como un encadenamiento de dispensaciones, llaves, poderes y glorias, se realicen y sean revelados desde los días de Adán hasta el tiempo presente. Y no sólo esto, sino que las cosas que jamás se han revelado desde la fundación del mundo, antes fueron escondidas de los sabios y entendidos, serán reveladas a los niños pequeños y a los de pecho en ésta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos. (D. y C. 128:15–18.)
Se predica el evangelio a los muertos
Ahora que hemos considerado lo que José Smith pudo anunciar al mundo por motivo de la visita de Elías el Profeta, examinemos los pasajes de la Biblia y observemos lo íntimamente que se relacionan las dos narraciones de la venida de Elías el Profeta y su misión:
De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán…
No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz. (Juan 5:25, 28.)
Esta es una promesa bastante precisa, y nadie tiene el derecho de disputar su cumplimiento. Se manifiesta que Jesús había dispuesto que los muertos oyeran su voz cuando El hubiese cumplido su misión sobre la tierra:
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,
los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.
El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo. (1 Pedro 3:18–21.)
¿Podría hacerse una declaración más exacta del cumplimiento de esta promesa, que los muertos y los que estuviesen en los sepulcros oirían su voz, que la hecha por Pedro, la cual indica que Jesús predicó a los muertos que habían sido desobedientes en los días de Noé?
Si predicó a aquellos que habían sido desobedientes, se puede lógicamente preguntar: “¿Qué les predicó?” El no tenía sino un mensaje, a saber, su evangelio de fe, arrepentimiento, bautismo por inmersión para la remisión de pecados y la imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.
Consideremos las palabras del apóstol Pedro sobre lo que Cristo predicó a aquellos espíritus que habían sido desobedientes:
Porque por esto también ha pido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios. (1 Pedro 4:6.)
¿No está claro? Les fue predicado el evangelio, y van a ser “juzgados en carne según los hombres”. ¿Cómo puede ser esto? ¿De qué manera puede bautizarse un espíritu por inmersión para la remisión de pecados? Esto sólo puede efectuarse por medio de un agente: los vivos por los muertos. Cuando los espíritus de los que han muerto aceptan el evangelio, su corazón se vuelve o se torna a sus hijos aquí en la tierra, los cuales tienen el privilegio de ser bautizados por sus parientes muertos a fin de que éstos puedan seguir adelante y, como lo dice Pedro “vivir en espíritu según Dios”. ¡Qué plan tan hermoso y consistente! ¡Qué demostración tan admirable de la justicia de Dios! Así pues, el evangelio está al alcance de todos sus hijos, sin consideración a que lo hayan oído o no mientras estuvieron en el estado mortal. La gran mayoría de los hijos de nuestro Padre jamás han tenido este privilegio. Pablo entendía este gran principio y por esto fue impulsado a escribir:
“Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.” (1 Corintios 15:19.)
También el profeta Isaías entendía este principio cuando declaró:
Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra.
Y serán amontonados como se amontona a los encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días. (Isaías 24:21–22.)
En otras palabras, Isaías vio que serían visitados, igual que aquellos que fueron desobedientes en los días de Noé; y naturalmente, al ser visitados, sería para ofrecerles otra oportunidad. Jesús también aclaró esto cuando hablaba de la transgresión de su pueblo:
Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.
De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante. (Mateo 5:25–26.)
De lo que se deduce que cuando hayan pagado “el último cuadrante”, se les dará otra oportunidad, como a los que fueron desobedientes en los días de Noé.
El apóstol Pablo hizo esta declaración concerniente al evangelio de Cristo:
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente y también al griego.
Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. (Romanos 1:16–17.)
El apóstol de referencia, o cualquier otro hombre, bien podría avergonzarse del evangelio de Cristo si señalara para condenación eterna las almas de todos los hijos de nuestro Padre que han vivido sobre la tierra sin tener la oportunidad de haber oído jamás el evangelio o aun el nombre de Cristo, como afirman muchos predicadores y credos formados por los hombres. Gracias a Dios, como lo indica Pablo, que por medio de su evangelio es manifestada la rectitud o justicia de Dios. ¿Qué mejor manera de llevarse a cabo sino por su providencia, de que su evangelio no sólo sea predicado a los que viven en la tierra, durante el tiempo de sus vidas, sino que también se predique a todos los que están en los sepulcros? Y esta disposición se lleva a cabo mediante el bautismo por los muertos, después que éstos hayan aceptado completamente el evangelio, a fin de que “sean juzgados en carne según los hombres, y vivan en espíritu según Dios”.
Pablo entendía lo universal que sería la predicación del nombre de Cristo, cuando dijo:
Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:10–11.)
Por supuesto, no podrán doblar la rodilla hasta que les sea predicado su nombre. Mediante la restauración del evangelio en esta dispensación del cumplimiento de los tiempos, Dios ha decretado juntar en una, en Cristo, todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra. Sus siervos dignos que han vivido sobre la tierra y recibido su santo sacerdocio tienen la comisión, después de su muerte, de predicar el evangelio en el mundo espiritual como lo hizo Jesús a los que fueron desobedientes en los días de Noé. El evangelio que es predicado a los espíritus de los muertos es el mismo que sus misioneros predican aquí sobre la tierra.
El bautismo por los muertos
El bautismo de los vivos a favor de los muertos se efectúa en los templos del Señor, construidos en su nombre y por su mandato en esta dispensación. Se continuará la edificación de templos según se necesiten, a medida que vaya creciendo el reino, hasta que los vivos se hayan bautizado por todos los muertos dignos que hubieren aceptado el evangelio en el mundo espiritual. Desde luego, esta obra tendrá que continuar durante los mil años que el Salvador va a reinar sobre esta tierra. En la actualidad tenemos que depender de la información y registros existentes. Pero durante el milenio gozaremos de comunicación directa con los cielos, y entonces se revelarán todos los nombres y datos concernientes a aquellos que están preparados para recibir el bautismo y son dignos de ello.
Cuando el apóstol Pablo dijo a los santos de Corinto: “De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?” (1 Corintios 15:29), les estaba hablando de la venida de Cristo para reinar sobre la tierra y del orden en que resucitarían los hombres, después del Señor, ya que El fue “las primicias”:
Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.
Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. (1 Corintios 15:24–26.)
Será entonces cuando cumplirá su obra y pondrá a todos sus enemigos debajo de sus pies y preparará el reino para ser entregado a su Padre; y de este modo se reunirán en Cristo “todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra”.
Será entonces cuando los que son impuros permanecerán impuros aún. A todos se les habrá dado la oportunidad de arrepentirse, y silo han hecho, y han pagado hasta “el último cuadrante”, se les dará otra oportunidad. Pero habrá algunos que amarán las tinieblas más que la luz, por lo tanto, permanecerán en tinieblas.
Los profetas Isaías y Miqueas sabían que los templos de Dios, “en lo postrero de los tiempos” se emplearían para este sagrado propósito; y por eso fue que declararon:
Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.
Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. (Isaías 2:2–3; véase también Miqueas 4:1–2.)
Las palabras de estos profetas se han cumplido literalmente. Los que se han convertido a la Iglesia se están recogiendo de entre todas las naciones con los santos “sobre los collados”, a fin de poder efectuar sus sagradas ordenanzas en los santos templos del Señor.
Templos de los postreros días
En una revelación dada al profeta José Smith el 19 de enero de 1841 en que se mandó a los santos edificar el Templo de Nauvoo, en el estado de Illinois, el Señor dijo:
Y edificad una casa a mi nombre, para que en ella more el Altísimo.
Porque no existe lugar sobre la tierra donde él pueda venir a restaurar otra vez lo que se os perdió, o lo que él ha quitado, a saber, la plenitud del sacerdocio.
Porque no hay una pila bautismal sobre la tierra en la que mis santos puedan ser bautizados por los que han muerto,
porque esta ordenanza pertenece a mi casa, y no me puede ser aceptable, sino en los días de vuestra pobreza, durante los cuales no podéis edificarme una casa. (D. y C. 124:27–80.)
Luego el profeta José Smith añadió lo siguiente:
Ofrezcamos, pues, como iglesia y como pueblo, y como Santos de los Ultimos Días, una ofrenda al Señor en justicia; y presentemos en su santo templo, cuando quede terminado, un libro que contenga el registro de nuestros muertos, el cual sea digno de toda aceptación. (D. y C. 128:24.)
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días ha construido y dedicado los siguientes templos sagrados en los Estados Unidos de Norteamérica, en el territorio de Hawai, en Canadá, Suiza, Inglaterra, Nueva Zelanda, Sudamérica y Samoa.
Kirtland, Ohio – Nauvoo, Illinois – Saint George, Utah – Logan, Utah – Manti, Utah – Salt Lake City, Utah – Mesa, Arizona, -Laie, Oahu, Hawai – Cardston, Alberta, Canadá – Idaho Falls, Idaho – Los Angeles, California – Berna, Suiza – Hamilton, Nueva Zelanda – Londres, Inglaterra – Oakland, California – Ogden, Utah – Atlanta, Georgia – Buenos Aires, Argentina – Santiago, Chile – Ciudad de México, México D.F. – Apia, Samoa Americana – West Jordan, Utah – Provo, Utah – Washington, Washington D. C. – Sáo Paulo, Brasil – Tokio, Japón – Seattle, Washington
Deseamos citar las palabras de Brigham Young cuando se efectuó la colocación de la piedra angular del Templo de Salt Lake:
Nos hallamos reunidos esta mañana en una de las ocasiones más solemnes, interesantes, gloriosas y gozosas que se han verificado o se verificarán entre los hijos de los hombres mientras la tierra permanezca en su condición actual y se halle habitada para sus fines presentes. Y felicito a mis hermanos y hermanas por tener este inefable privilegio de estar aquí este día y ejercer nue8tro ministerio ante el Señor en esta ocasión que fue la causa de que la boca de los profetas hablara y sus plumas escribieran durante los muchos siglos que han pasado. (Discourses of Brigham Young, pág. 412.)
Interpretación de las palabras de Jesús al ladrón sobre la cruz
Las palabras de Jesús a uno de los malhechores que fue crucificado con El han sido la causa de que muchos enseñen y crean que la confesión del pecado en el lecho de muerte puede ser aceptable para darle a uno la entrada al reino de Dios. Examinemos dicha afirmación:
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:39–43.)
Tengamos presente la súplica del malhechor:
“Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Jesús no le prometió que lo llevaría consigo a su reino ese día, sino más bien: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Un estudio más detallado nos mostrará que el paraíso no es el reino de Dios.
El apóstol Pablo explica esto claramente:
Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo.
Conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe),
que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. (2 Corintios 12:2–4.)
De estos pasajes claramente se deduce que el paraíso no es el primero, segundo o tercer cielo. Por tanto, el lugar al que Jesús prometió llevar al malhechor era un sitio distinto de cualquiera de estos tres cielos. Pues si Jesús no llevó al malhechor al cielo, ¿a dónde lo llevó?
El apóstol Pedro responde la pregunta testificando que el Señor, aun cuando “muerto en la carne, pero vivificado en espíritu… fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron… en los días de Noé”. (1 Pedro 3:18-20.) Era el sitio lógico adonde llevar al malhechor, pues aun cuando el pecador admitió su culpabilidad y reconoció la justicia del Salvador, ni entendía el evangelio ni lo había obedecido. De modo que a él, así como a los demás hombres que no habían obedecido el evangelio en la carne, se le tenía que predicar el evangelio. Al entender y aceptar el evangelio en el mundo espiritual o paraíso, alguna persona viva podrá actuar como su agente vicario y efectuar a favor de él la ordenanza del bautismo y la imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.
Para comprobar todavía más el hecho de que Jesús no llevó consigo al malhechor a su reino el día de su crucifixión, nos referiremos a la visita de María Magdalena al sepulcro:
Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro: y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro;
y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. (Juan 20:11–17.)
Es evidente en extremo que aun cuando Jesús prometió al malhechor: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, tres días después aún no había ascendido a su Padre Celestial.
Alma, el profeta del Libro de Mormón, aclara más la condición y destino del alma del hombre entre la muerte y la resurrección, y describe, en estas palabras, las condiciones existentes en el paraíso:
Ahora, respecto al estado del alma entre la muerte y la resurrección, he aquí, un ángel me ha hecho saber que los espíritus de todos los hombres, en cuanto se separan de este cuerpo mortal, sí, los espíritus de todos los hombres, sean buenos o malos, son llevados de regreso a ese Dios que les dio la vida.
Y sucederá que los espíritus de los que son justos serán recibidos en un estado de felicidad que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena.
Y entonces acontecerá que los espíritus de los malvados, sí, los que son malos –‘pues he aquí, no tienen parte ni porción del Espíritu del Señor, porque escogieron las malas obras más bien que las buenas; por lo que el espíritu del diablo entró en ellos y se posesioné de su casas— éstos serán echados a las tinieblas de afuera; allí habrá llantos y lamentos y el crujir de dientes; y esto a causa de su propia iniquidad, pues fueron llevados cautivos por la voluntad del diablo.
Así que éste es el estado de las almas de los malvados; sí, en tinieblas y en un estado de terrible y espantosa espera de la ardiente indignación de la ira de Dios sobre ellos; y así permanecen en este estado, como los justos en el paraíso, hasta el tiempo de su resurrección. (Alma 40:11–14.)
El rico y Lázaro
Con frecuencia se interpreta equívocamente la parábola del rico y Lázaro que se refiere al tema, particularmente este pasaje:
Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieran pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. (Lucas 16:26.)
El presidente José Fielding Smith, décimo Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, ha explicado en esta forma el pasaje anterior:
Antes de la crucifixión del Señor había una sima muy grande que separaba a los muertos justos de aquellos que no habían recibido el evangelio. Y esta sima nadie la podía salvar. (Lucas 16:26.) Cristo salvó esa sima y así dispuso que el evangelio de salvación fuese llevado a todo rincón del reino de las tinieblas. De esta manera fueron invadidos los poderes del infierno y se preparó a los muertos para las ordenanzas del evangelio que será menester efectuar sobre la tierra, ya que pertenecen a la probación del estado terrenal. (The Way to Perfection, pág. 165.)
En la Iglesia original de Jesucristo se administraba el bautismo por los muertos
Epifanio, escritor del cuarto siglo, al hacer referencia a los marcionistas, una secta de cristianos a quienes se oponía, dice lo siguiente:
En este país —me refiero a Asia— y aun en Galacia, su escuela floreció en gran manera; y nos ha llegado un hecho tradicional relacionado con ellos, que cuando uno de su número moría sin el bautismo, solían bautizar a otro en su nombre, no fuese que en la resurrección padeciera un castigo por no haberse bautizado. (Heresies, 28:7.)
La siguiente declaración indica que algunas sectas de los primeros cristianos practicaban el bautismo vicario de los vivos a favor de los muertos:
Pero más definitivo aún es el testimonio de las actas del Concilio de Cartago, celebrado en el año 897, en las cuales claramente se afirma que los cristianos de aquella época practicaban bautismos vicarios por los muertos, porque en el sexto canon de dicho concilio, la iglesia dominante prohibe que siga administrándose el bautismo por los muertos. ¿Qué objeto tendría que se formulara este canon contra dicha práctica si no existía entre los cristianos de aquellos días? (Mark E. Peterson, Utah Genealogical and Historical Magazine, abril de 1933, pág. 68.)
Este glorioso principio, nuevamente restaurado en estos postreros días con la claridad con que se enseñó en la Iglesia de los días antiguos, no se hallaba en ninguna de las iglesias que existían sobre la tierra en la época en que Elías el Profeta visitó a José Smith y a Oliverio Cowdery. Las iglesias unánimemente relegaban a una condenación eterna a todos los que habían muerto sin aceptar a Cristo, aun cuando jamás hubieran oído su nombre. Las iglesias también proclamaban la condenación de todos los niños pequeños que morían sin recibir las ceremonias de la iglesia, incluso el bautismo, no obstante que los niños no podían obrar por sí mismos. Igual destino se reservaba para las naciones paganas que jamás habían oído el nombre de Cristo.
La señora Pearl S. Buck, autora de The Good Earth, Sons, y muchos otros libros, fue llamada a rendir cuentas a la Iglesia Presbiteriana por haberse opuesto a la doctrina de esta iglesia sobre la condenación de las razas paganas si no aceptaran el evangelio cristiano. El siguiente artículo apareció en la prensa:
La señora Pearl S. Buck, a quien su experiencia como misionera presbiteriana en China le sirvió de base para escribir dos novelas que alcanzaron fama mundial, corre peligro de ser excomulgada por haber publicado unas obras recientes que difieren de las doctrinas fundamentales de la iglesia, según se informó en una reunión del presbiterio de New Brunswick. —El doctor J. Gresham Mechen, del Seminario Teológico de Westminster en Filadelfia, preguntó en qué forma iba a proceder contra ella el comité de misiones foráneas. El doctor Robert E. Speer, secretario mayor del comité, contestó que en cuanto a la señora Buck… el caso de ella era uno de dos que se estaban considerando. “La única cosa que está por resolverse es el método cristiano conforme al cual hemos de proceder” —declaró el doctor Speer (Salt Lake Telegram, 12 de abril de 1938.).
La señora Buck posteriormente dejó la obra misional para la Iglesia Presbiteriana, declarando: “Nunca he retractado ninguna de mis convicciones”. (Deseret News, 2 de mayo de 1933.)
Las iglesias han enseñado que todos deben ser miembros del evangelio cristiano, o serán condenados; y sin embargo, ninguna oportunidad se provee para que las razas paganas se hagan miembros. ¿Dónde o cómo se manifiesta la justicia de Dios en semejante doctrina?
Se reconoce la necesidad de una salvación para los muertos
No obstante, algunos ministros han comprendido la necesidad del principio de salvación para los muertos a fin de satisfacer la justicia de Dios.
John Frederick Denison Maurice, profesor de teología en el Colegio del Rey, de Londres, perdió su cátedra por motivo de su así llamada teología falsa concerniente al castigo eterno, publicada en 1853 en su obra Theological Essays. (Véase Encyclopedia Britannica, ha, edición, tomo 17, página 910.) Enseñó que las revelaciones del amor de Dios por nosotros, manifestado en el evangelio, y el hecho de que permita que una de sus criaturas que ha amado sea condenada a un tormento sin fin, son incompatibles. En 1872, estando en su lecho de muerte, su compañero en el ministerio le comunicó la triste noticia de que ya no predicaría el evangelio. Se dice que con sus últimas energías se incorporó en la cama, y entonces declaró: “Si ya no puedo predicar el evangelio aquí, lo predicaré en otros mundos”.
Henry Ward Beecher (1813-1887), clérigo americano de gran influencia), dio una conferencia en Nashville, Tennessee, sobre el tema, ¿Qué ha hecho el cristianismo para civilizar el mundo?” Entre otras cosas, dijo:
¿Qué ha hecho Africa por el mundo? Jamás ha producido un sabio, un filósofo, un poeta o un profeta, y ¿por qué no? Porque el nombre de Cristo y la influencia del cristianismo apenas se conocen en sus sombrías regiones. Millones de sus hijos han vivido y muerto sin escuchar la verdad. ¿Qué será de ellos? ¿Se condenarán para siempre? No, si mi Dios reina no será así, porque escucharán el evangelio en el mundo de los espíritus.
El élder Matthias F. Cowley, un Apóstol de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, hablando de la conferencia dada por el señor Beecher, dijo:
Entonces mostró con evidencia irrefutable que la salvación de los muertos es doctrina de las Escrituras.
El autor no estuvo presente en la conferencia, pero otro misionero de los Santos de los Ultimos Días estuvo allí. Terminada la conferencia, se acercó a la tribuna y dijo: “Señor Beecher, me he interesado muchísimo en su discurso y quisiera hacerle una pregunta. Jesús le dijo a Nicodemo que el hombre que no naciera de agua y del Espíritu no podría entrar en el reino de Dios. Ahora deseo que me diga cómo será posible que un hombre se bautice en el agua cuando ya su cuerpo se ha deshecho en la tierra.” El gran predicador se quedó mirando al otro por un momento, y entonces le preguntó: “Joven, ¿de qué parte es usted?” “Del oeste.” “¿De qué parte del oeste?” “De Salt Lake City.” “Bien, —dijo el señor Beecher— usted puede contestar su propia pregunta. Buenas noches.” Y sin decir más se retiró.
El señor Beecher probablemente había leído lo suficiente sobre el tema del bautismo por los muertos para saber que el principio tenía que estar ligado con el de la predicación a los espíritus de los muertos, pero no quería que lo acusaran de estar enseñando “mormonismo”, de manera que no se extendió más. Sin embargo, dijo lo suficiente para apoyar las palabras de José Smith, y también las del Salvador, cuando dijo que si los hombres ponían vino nuevo en cueros viejos, éstos se harían pedazos: en otras palabras, doctrina nueva en sistemas viejos. (Cowley’s Talks on Doctrine, edición de 1902, págs. 122–123.)
Un escritor alemán, el profesor A. Hinderkaper, en su libro “Discrepancias de la Biblia de Haley” dice: “Durante los siglos segundo y tercero, toda rama y división de la iglesia cristiana, hasta donde sus escritos nos lo permiten saber, creía que Cristo habla predicado a los espíritus de los difuntos.” (Ben E. Rich, Scrapbook of Mormon Literature, págs. 321-322.)
El doctor S. Parkes Cadman, famoso predicador de radio y en otro tiempo presidente del Concilio Federativo de las Iglesias de América, discutió por radio la siguiente pregunta ante millones de oyentes:
Pregunta: —¿Qué, en su opinión, sucede con las almas de aquellos que en esta vida no tuvieron la oportunidad de aceptar o rechazar la verdad que se encuentra en los evangelios?
Respuesta: —Los que nunca oyeron el nombre de Jesús, empezando desde la época en que los seres humanos primero habitaron la tierra, constituyen la gran mayoría de los que han vivido y muerto aquí. Además, miles de millones de los que ahora viven se hallan en la misma condición. La imaginación no puede concebir sus huestes incontables.
Aun en la actualidad existen multitudes en los países cristianos que por motivo de las circunstancias de su nacimiento y crianza no tienen mayor conocimiento de la fe del Nuevo Testamento que el de aquellos antiguos griegos que nunca supieron de Cristo. Pensemos también en las huestes de niños inocentes que mueren antes de llegar a una edad en que pueden responder conscientemente por sus propias vidas.
Aun cuando no se entiende sino muy poco, esta pregunta sería intolerable si nadie más que aquellos que inteligente y voluntariamente han creído en Cristo van a ser admitidos a la Divina Presencia en la otra vida. Si, como se nos enseña a creer, los incalculables millones de seres humanos que han ocupado o que ahora ocupan esta vida existen por la eternidad, y han de pasarla en algún lugar, ¿cómo podemos limitar la eficacia redentora del amor divino a la corta duración de la existencia mortal del hombre en este mundo?
Considérese este asunto en lo que atañe a la suerte de los que uno más ama. Entonces aplíquese este significado a todo el género humano. Es nuestro consuelo y esperanza que, en vista de que Dios es el Padre de todos nosotros, no pasará por alto una sola alma. “Su justicia permanece para siempre.” (Véase 1 Crónicas 16:34.) Los credos o creencias que limitan a esta vida la operación de esa misericordia ofenden su Virtud salvadora y perjudican la causa a favor de la cual fueron establecidos. (Millenial Star, 13 de agosto de 1936, pág. 514.)
No obstante que muchos de estos ministros han sentido la necesidad de que se haga alguna obra a favor de los muertos, ninguno de ellos tiene un programa concreto que proponer; ni tampoco lo tendría La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días sino por el hecho de que Dios reveló esta información enviando al profeta Elías a José Smith. Por tanto, nosotros recibimos este conocimiento por revelación: no por leer la Biblia. La empleamos para mostrar que este principio se enseña en ella.
Hablando de la responsabilidad que el Señor ha puesto sobre nosotros, de ver que nuestros muertos reciban las bendiciones del evangelio, el profeta José Smith dijo:
“La responsabilidad mayor que Dios ha puesto sobre nosotros en este mundo, es procurar por nuestros muertos…”
Los miembros de la Iglesia que desatienden este deber en bien de sus parientes muertos, ponen en peligro su propia salvación. (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 232, 441.)
Frutos de la misión y la obra de Elías el Profeta
¿Qué evidencia tenemos de que se ha cumplido la promesa de Malaquías? Si José Smith y Oliverio Cowdery mintieron al decir que Elías el Profeta vino a ellos, entonces el corazón de los hijos no se habría vuelto a sus padres. Nadie más ha afirmado que Elías el Profeta le haya entregado estas llaves. Antes de la proclamación de José y Oliverio, el corazón de los hijos no se había vuelto a sus padres.
Es cosa bien sabida, en este respecto, que en 1836 no había sociedades genealógicas ni en este país ni en Europa. Con excepción de los árboles genealógicos que guardaban las familias reates y nobles, muy poca atención se daba a los registros de los muertos en los países cristianos. El primer esfuerzo organizado que se hizo para recoger y catalogar las genealogías de la gente común se verificó poco después de la venida de Elías el Profeta. Esto ocurrió al establecerse la Sociedad Histórica y Genealógica de Nueva Inglaterra. En 1844 esta sociedad se incorporó. Su objeto principal es recoger y publicar datos relacionados con las familias norteamericanas. En 1869 se incorporó la Sociedad Genealógica y Biográfica de Nueva York. Después de 1836 se han organizado otras sociedades similares en Pennsylvania, Maine, Maryland, New Hampshire, New Jersey, Rhode Island, Connecticut y casi todos los demás estados de la república norteamericana. También en el continente europeo en Gran Bretaña se han organizado un gran número de sociedades, pero todas ellas se han organizado después que las llaves del sacerdocio volvieron a la tierra, con lo que se plantó en el corazón de los hijos las promesas que se habían hecho a sus padres. (José Fielding Smith, The Way to Perfection, págs. 168–169.)
Se han recopilado millares y decenas de millares de hojas genealógicas. El espíritu que está haciendo volver el corazón de los hijos a sus padres se ha extendido por toda la tierra desde que Elías el Profeta vino para cumplir con su misión prometida. Aun cuando este espíritu no se puede ver, su influencia ha llegado al corazón de los hombres y mujeres de todo el mundo. No saben por qué están recopilando y recogiendo datos genealógicos; y sin embargo, esta obra ha avanzado rápidamente. En verdad es “una obra maravillosa y un prodigio” en sí misma. Las siguientes historias ilustran la operación de este espíritu:
Mientras el autor servía como presidente de la Misión de los Estados del Sur, un recién convertido fue a la biblioteca de Jacksonville, estado de Florida, en busca de la genealogía de su familia. Hallé un libro preparado por un pariente, un juez de Texas. El prólogo decía más o menos lo siguiente:
Se ha preparado este libro a un costo muy elevado en cuanto a tiempo, esfuerzos y dinero, así por parte mía, como de mi esposa. No sabemos por qué lo hemos hecho, pero confiamos en la providencia de Dios Todopoderoso que se empleará para algún objeto útil.
Mientras era presidente de la Estaca de Hollywood, en Los Angeles, hace ya algunos años, el autor tuvo el privilegio de asistir a una reunión social del comité genealógico de dicha estaca, a la cual también concurrió el presidente del comité encargado de bibliotecas de Los Angeles. Al hablar sobre este tema, dijo que su pasatiempo era la genealogía; que tenía un cofre lleno de documentos y manuscritos que le habían costado miles y miles de dólares. Dijo que no sabía qué beneficio iba a obtener de toda aquella información que había recopilado, pero era como una manía que no podía abandonar.
Hace tiempo, mientras el autor era presidente de la Rama de Portland, Oregon, de la Misión de los Estados del Noroeste, conoció allí a un hombre que tenía algunos meses de andar viajando y recogiendo datos genealógicos de su familia. Vivía en el este de los Estados Unidos, pero en aquella época su búsqueda e investigación lo habían llevado a Portland. Dijo que no podía explicar el interés que tenía en el asunto, pero que le era imposible abandonarlo.
Habría sido tan difícil que estos hombres entendieran que se hallaban bajo la influencia del espíritu que Elías el Profeta trajo a esta tierra, como le hubiera sido a Cristóbal Colón entender que era el Espíritu del Señor quien lo conducía al Nuevo Mundo, como ya hemos indicado. (Véase 1 Nefi 13:12.)
De acuerdo a las palabras del autor William Cowper:
Con maravillas obra Dios,
En la profundidad;
Y mécese en tempestad,
Y pasa por la mar.
(Himnos de Sión, N°. 124.)
Maravillosas son las manifestaciones de ayuda divina que han permitido que los Santos de los Ultimos Días obtengan los datos genealógicos necesarios para efectuar los bautismos por sus parientes muertos en los templos del Señor. Sin embargo, no trataremos de relatar dichos acontecimientos en este capítulo.
Basta saber que en lo que concierne a la manera de guardar registros, establecer bibliotecas genealógicas y organizaciones familiares, así como en la preparación de libros y datos genealógicos, ha habido un gran cambio en el mundo desde que Elías el Profeta visitó a José Smith y Oliverio Cowdery, y les confirió las llaves de tornar “el corazón de los hijos a sus padres”.
Volvemos a repetir, esto no es algo que el hombre podría haber logrado de sí mismo, ni por haber leído la Biblia. Dios lo llevó a cabo como parte de “la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.” (Hechos 3:21.)
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días tiene ahora una de las mejores bibliotecas genealógicas del mundo. Recientemente la Iglesia ha estado microfilmando muchos de los registros genealógicos de muchas naciones del mundo. En la actualidad existe un edificio moderno para archivos en Salt Lake City. También la Iglesia ha excavado en una montaña de granito una serie gigante de cuevas de seguridad donde se guardan microfichas de genealogía. Se puede predecir con bastante confianza que en un futuro no muy distante la biblioteca genealógica de la Iglesia no solamente será la mejor del mundo, sino también un depósito para la mayor parte de las otras bibliotecas genealógicas.
Ciertamente Elías el Profeta ha de estar bien complacido con lo que se ha efectuado en este mundo, porque mediante la revelación, las llaves del sacerdocio o autoridad para hacer la obra que “hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” les fueron otorgadas a José Smith y Oliverio Cowdery por él, en el Templo de Kirtland, Ohio, el día 3 de abril de 1836.
























