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Israel en los postreros días
Las profecías de Jeremías concernientes al recogimiento de Israel
Consideremos ahora lo que la Biblia nos ofrece como confirmación de las verdades reveladas al profeta José Smith, y, por medio de él, al mundo; verdades que se relacionan con el recogimiento de Israel esparcido:
No obstante, he aquí vienen días, dice Jehová, en que no se dirá más: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto;
sino: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras adonde los había arrojado; y los volveré a su tierra, la cual di a sus padres.
He aquí que yo envío muchos pescadores, dice Jehová, y los pescarán, y después enviaré muchos cazadores, y los cazarán por todo monte y por todo collado, y por las cavernas de los peñascos. (Jeremías 16:14-16.)
Vemos pues que Jeremías tuvo el privilegio de ver lo completo que sería el recogimiento de Israel en las tierras que el Señor había dado “a sus padres”. Ya hemos indicado que América es la tierra de José, y que Judá será recogido de nuevo en la tierra de Palestina. Esta congregación de los postreros días, vista por Jeremías, habría de sobrepujar en magnitud el éxodo de Israel de la tierra de Egipto. Esto se manifiesta palpablemente en el momento de escribirse la presente obra, y aún no ha llegado el fin. El Señor iba a mandar pescadores y cazadores que cazarían a los hijos de Israel “por todo monte y por todo collado, y por las cavernas de los peñascos”, manifestando con ello que ha de cumplir íntegramente su promesa de no permitir que caiga “un granito en la tierra”, después que la casa de Israel fuese “zarandeada entre todas las naciones”. (Véase Amós 9:8, 9.)
Convertíos, hijos rebeles, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo; y os tomaré uno de cada ciudad, y dos de cada familia, y os introducirá en Sión;
y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia. (Jeremías 3:14, 15.)
Israel será congregada en números pequeños
En estas profecías se verá que Jeremías comprendió que así como la casa de Israel fue “zarandeada entre todas las naciones”, el Señor volvería a juntar a los esparcidos, no en grandes números, sino “uno de cada ciudad, y dos de cada familia”, y los conduciría a Sión, donde les iba a dar “pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia”. En otras palabras, los llevaría a Sión, donde había establecido su Iglesia y reino, y restaurado su sacerdocio, para que pudiesen ser apacentados con “ciencia y con inteligencia”.
Y con todo, ahora así dice Jehová Dios de Israel a esta ciudad, de la cual decís vosotros: Entregada será en mano del rey de Babilonia a espada, a hambre, y a pestilencia:
He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los eché con mi furor, y con mi enojo e indignación grande; y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguramente;
y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios
Porque así ha dicho Jehová: Como traje sobre este pueblo todo este gran mal, así traeré sobre ellos todo el bien que acerca de ellos hablo.
Y poseerán heredad en esta tierra de la cual vosotros decís:
Está desierta, sin hombres y sin animales, es entregada en manos de los caldeos.
Heredades comprarán por dinero, y harán escritura y la sellarán y pondrán testigos, en tierra de Benjamín y en los contornos de Jerusalén, y en las ciudades de Judá; y en las ciudades de las montañas, y en las ciudades de la Sefela, y en las ciudades del Neguev; porque yo haré regresar sus cautivos, dice Jehová. (Jeremías 32:36-38,42-44.)
Unos 640 años antes de J. C., de nuevo se le permitió a Jeremías ver y anunciar proféticamente las mismas cosas que tenemos el privilegio de presenciar como parte de la gran dispensación evangélica de la dispensación del cumplimiento de los tiempos, cual se ha establecido en la tierra por el Dios de Israel y sus santos profetas.
Judá será recogida en Jerusalén
Jerusalén iba a ser arrebatada a los judíos, y éstos habrían de ser esparcidos entre todas las naciones, después de lo cual nuevamente serian recogidos: “He aquí que yo los reuniré de todas las tierras. . . y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguramente.” Y entonces añade el Señor: “Así traeré sobre ellos todo el bien que acerca de ellos hablo.”
Notemos también lo siguiente: “Y poseerán heredad en esta tierra de la cual vosotros decís: Está desierta, sin hombres y sin animales.” Era tierra desierta cuando el apóstol Orson Hyde fue allí en 1841 y dedicó el país para el recogimiento de los judíos. Ahora sabemos que los judíos están volviendo de todas las naciones, para comprar campos y tierra como Jeremías lo previó tantos siglos antes.
José ha de recogerse en la tierra de América
Hemos considerado las profecías de Jeremías referentes al recogimiento de los judíos en el país de su herencia en Palestina. Tornemos ahora nuestra atención a lo que el mismo profeta vio y predijo concerniente al recogimiento de José, y a quien se dio la tierra de América como herencia:
Porque habrá día en que clamarán los guardas en el monte de Efraín: Levantaos, y subamos a Sión, a Jehová nuestro Dios.
Porque así ha dicho Jehová: Regocijaos en Jacob con alegría, y dad voces de júbilo a la cabeza de naciones; haced oír, alabad, y decid: Oh Jehová, salva a tu pueblo, el remanente de Israel.
He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz juntamente; en gran compañía volverá acá.
Irán con lloro, mas con misericordia 108 haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito.
Oíd palabra de Jehová, oh naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid: El que esparció a Israel los reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño.
Porque Jehová redimió a Jacob, lo redimió de mano del más fuerte que él.
Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sión, y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas; y su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor.
Entonces la virgen se alegrará en la danza, los jóvenes y los viejos juntamente; y cambiaré su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor.
Y el alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mi bien, dice Jehová. (Jeremías 31:6-14.)
Si se entiende debidamente, hallamos que el profeta Jeremías escribió aquí parte de la historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días aproximadamente 2500 años antes que se verificara; y aun cuando sumamente breve, es exacta.
Habrían de clamar “los guardas en el monte de Efraín: Levantaos y subamos a Sión, a Jehová nuestro Dios”. Esto no tiene que ver con Judá, pues el profeta dice más adelante: “Porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito.”
En el capítulo siete indicamos que se quitó la primogenitura a Rubén, el primero de los doce hijos de Israel, y se dio a José, de quien pasó a su hijo Efraín. (Véase 1 Crónicas 5:1-2.) Por consiguiente, éste iba a ser un recogimiento de los descendientes de José y Efraín “a Sión, a Jehová nuestro Dios”.
“Regocijaos en Jacob con alegría.” ¿Por qué? Porque el día de su redención estaba cerca.
“Dad voces de júbilo a la cabeza de naciones.” En 1846, los élderes de esta Iglesia fueron enviados a la Gran Bretaña, a los países escandinavos, Alemania, etc., las naciones principales o “cabeza de naciones” en esa época, y congregaron a muchos conversos en Nauvoo, Illinois. El profeta Jeremías entendía que se iba a dar a los descendientes de José una tierra nueva en los confines “de los collados eternos”. (Génesis 49:22-26; Deuteronomio 33: 13-17.)
Los Santos de los Ultimos Días cumplen la profecía de Jeremías
Una compañía grande iba a venir, y con ella los “ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz juntamente”, e “irán con lloro, mas con misericordia los haré volver”. Cerca de veinte mil Santos de los Ultimos Días fueron arrojados de Nauvoo, y con ellos los “ciegos y cojos y la mujer que está encinta”. No abandonaron sus hermosas casas por su propia voluntad, sino que salieron “con lloro”; y el Señor “con misericordia” los guié como había prometido hacerlo.
“Los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán.” En su viaje desde Nauvoo, por el gran desierto americano, hasta el valle del Gran Lago Salado, los santos caminaron cerca de 960 kilómetros a lo largo del río North Platte, “junto a arroyos de aguas”, como Jeremías lo había previsto.
“Y vendrás, y harán alabanzas en lo alto de Sión.” El Coro del Tabernáculo, de 375 voces, se organizó poco después de la llegada de los santos al Valle de Lago Salado.
Este coro transmite un programa semanal por radio, televisión, y grabaciones desde Salt Lake City que se difunden por todo el mundo. También ha dado conciertos en los Estados Unidos y en muchos otros países del orbe.
Y esto representa sólo una parte de las “alabanzas en lo alto de Sión”.
“Y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite y al ganado de las ovejas y de las vacas.” Comparemos esta promesa con la bendición pronunciada por Moisés sobre la tribu de José, al referirse a la tierra que ésta iba a poseer:
A José dijo: Bendita de Jehová sea tu tierra, con lo mejor de los cielos, con el rocío,
y con el abismo que está abajo.
Con los más escogidos frutos del sol,
Con el rico producto de la luna,
Con el fruto más fino de los montes antiguos,
Con la abundancia de los collados eternos,
Y con las mejores dádivas de la tierra y su plenitud… (Deuteronomio 33:18-16.)
(Véase también la bendición de Jacob a José: Génesis 49:22-26.)
Es fácil creer que la tierra de José habría de ser “escogida sobre todas las demás”, como lo indica el Libro de Mormón si uno se fija en la manera en que Moisés describe la tierra y sus bendiciones. Uno puede ver el cumplimiento literal de estas predicciones al viajar entre los Santos de los Ultimos Días en los valles de las Montañas Rocosas.
Continuemos nuestro análisis de la profecía de Jeremías: “Y nunca más tendrán dolor. Entonces la virgen se alegrará en la danza, los jóvenes y los viejos juntamente; y cambiaré su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor.” Para entender lo pleno que ha sido el cumplimiento de estas palabras, uno sólo tenía que asistir a las reuniones de testimonios de los santos después de su llegada a los valles de las Montañas Rocosas, y oírlos expresar su gratitud al Señor por haberlos llevado hasta allí, y luego asistir a sus bailes y ver cómo se holgaban en la danza “los jóvenes y los viejos”. Casi sin excepción, todo barrio o rama o congregación de los Santos de los Ultimos Días tiene un salón de recreo contigua a la capilla, donde los mozos y los viejos se huelgan juntos en la danza, y donde disfrutan de otras actividades que se llevan a cabo. Ciertamente el Señor ha tornado su lloro en gozo y los ha consolado y alegrado de su dolor.
“Y el alma del sacerdote satisfaré con abundancia, y mi pueblo será saciado de mi bien.” Aun cuando no se paga a los miembros del sacerdocio de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días por sus servicios, y miles de ellos se han despedido de sus familias por dos años o más para obrar como misioneros entre las naciones de la tierra, costeando sus propios gastos y sin recibir remuneración de la Iglesia, sin embargo, sienten dentro de su corazón que son los sacerdotes mejor pagados de todo el mundo por motivo del gozo y satisfacción que el Señor pone dentro de su alma, los cuales sería imposible comprar con dinero. De modo que El ha saciado el alma del sacerdote con grosura y ha dejado a su pueblo satisfecho con su bien.
¿En qué otra parte del mundo, y en cuál de todos los anales de la historia, se puede hallar el cumplimiento de esta profecía de Jeremías? Quizá vio más, al proclamar su profecía, que todas las cosas que se han cumplido; pero uno difícilmente podría esperar un cumplimiento más literal que en el recogimiento de los Santos de los Ultimos Días en los valles de las Montañas Rocosas en estos postreros días.
Las profecías de Isaías concernientes a Israel en los últimos días
Consideremos en seguida las profecías de Isaías respecto del recogimiento de Israel en los postreros tiempos. Ya nos hemos referido a la visita del ángel Moroni a José Smith, cuando le citó el undécimo capítulo de Isaías, diciendo que estaba a punto de cumplirse:
Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes…
Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo.
Y levantará pendón a las naciones, y juntará tos desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra. (Isaías 11:10-12.)
De la lectura de estos pasajes, claramente se desprende que Isaías se estaba refiriendo al recogimiento de la posteridad de José que fue dispersada entre las naciones gentiles, así como el recogimiento de “los esparcidos de Judá.”. Y lo que el Señor hiciera en este respecto seria por “pendón a los pueblos”:
Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.
Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; ynos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. (Isaías 2:2-8.)
La casa del Señor se ha establecido en lo alto de los montes
Solamente los que se han asociado con la Iglesia en esta dispensación pueden entender lo literalmente que se ha cumplido esta profecía. A fin de poder disfrutar del privilegio de recibir las ordenanzas selladoras que se efectúan en “la casa del Dios de Jacob”, los santos se han congregado de las varias naciones de la tierra a las cuales los misioneros han llevado el mensaje del evangelio revelado del Señor Jesucristo: y ahora vemos que se están edificando templos en muchas de esas naciones. La ley del Señor está saliendo de Sión, así como por último tendrá que salir “de Jerusalén la palabra de Jehová”.
Este establecimiento de “la casa de Jehová” en lo alto o “cabeza de los montes” y este recogimiento de todas las naciones en ella iban a preceder los juicios del Señor, a los cuales seguirá una época en la que “no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. (Isaías 2:4.) Todos tenemos la esperanza de que se esté aproximando el día en que se realizará la condición que Isaías predijo. Por lo menos, sabemos que aún no se ha cumplido.
La invención de nuevos medios de transporte acelera el recogimiento de Israel
Isaías pareció indicar que el recogimiento se llevaría a cabo en la época del ferrocarril y el aeroplano:
Alzará pendón a naciones lejanas, y silbará al que está en el extremo de la tierra; y he aquí que vendrá pronto y velozmente.
No habrá entre ellos cansado, ni quien tropiece; ninguno se dormirá, ni le tomará sueño; a ninguno se le desatará el cinto de los lomos, ni se le romperá la correa de sus sandalias.
Sus saetas estarán afiladas, y todos sus arcos entesados; tos cascos de sus caballos parecerán como de pedernal, y las ruedas de sus carros como torbellino.
Su rugido será como de león; rugirá a manera de leoncillo, crujirá los dientes, y arrebatará la presa; se la llevará con seguridad, y nadie se la quitará. (Isaías 5:26-29.)
Por no conocerse en aquellos días tales cosas como trenes y aeroplanos, Isaías difícilmente pudo haberlas llamado por su nombre, pero parece que las describió en palabras inequívocas. ¿En qué otra manera podían “los cascos de sus caballos” parecer “como de pedernal, y las ruedas de sus carros como torbellino” sino en el tren moderno? ¿En qué mejor manera podía ser “su rugido… como de león”, que en el estruendo del aeroplano? Ni los trenes ni los aeroplanos cesan de andar por causa de la noche. ¿No tuvo, pues, Isaías razón en decir: “No habrá entre ellos cansado, ni quien tropiece; ninguno se dormirá ni le tomará sueño; a ninguno se le desatará el cinto de los lomos, ni se le romperá la correa de sus sandalias”? Por estos medios de transporte, el Señor efectivamente “silbará al que está en el extremo de la tierra; y he aquí que vendrá pronto y velozmente”.
Isaías también entendió que este recogimiento sería en las montañas, y que el Señor causaría que el yermo se alegrara y floreciera como la rosa. Causa admiración, en este respecto, observar el papel que el agua ha desempeñado en el cultivo del desierto, al cual se recogerá Israel en los últimos días, como los profetas lo describieron:
Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa.
Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura de Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro.
Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de ¿os sordos se abrirán.
Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad.
El lugar seco se convertirá en estanque y el sequedal en manaderos de aguas; en la morada de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos…
Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido. (Isaías 35:1,2, 5-7, 10.)
Esto se ha cumplido, por lo menos en parte. El yermo se ha gozado y florecido como la rosa. Se han “cavado” aguas “en el desierto” (pozos artesianos) y “torrentes en la soledad” (acequias para el riego); y “los redimidos de Jehová” han vuelto y han venido a Sión “con alegría y gozo perpetuo sobre sus cabezas”.
Isaías continuó su descripción del recogimiento de Israel y del cultivo del desierto, en estos términos:
No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré.
Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra,
todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice.
He aquí que yo hago cosa nueva: pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.
Las fieras del campo me honrarán, los chacales y los pollos del avestruz; porque daré aguas en el desierto, ríos en la soledad, para que beba mi pueblo, mi escogido.
Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará. (Isaías 43:5-7, 19-21.)
¿Se han cumplido las profecías mediante el riego artificial?
“He aquí que yo hago cosa nueva.” ¿Qué es esta cosa nueva que el Señor anuncia por boca de Isaías?
¿No podría ser una de estas cosas nuevas el importante sistema de riego que, inspirados por el Señor, sus siervos enseñaron a su pueblo al entrar en los valles de las montañas, con lo que pudieron cumplirse sus promesas de hacer que el yermo se gozara y floreciera como la rosa, y fueran “cavadas aguas en el desierto y torrentes en la soledad”? Las grandes acequias de riego que facilitan el cultivo de miles y decenas de miles de hectáreas de terreno que de otro modo sería estéril son mayores que muchos ríos.
Aun las bestias del campo y los chacales y los pollos del avestruz honrarían al Señor “porque daré aguas en el desierto, ríos en la soledad, para que beba mi pueblo, mi escogido”. Así pues, cuando el Señor hiciera esta cosa nueva, sería para el bien de su pueblo, su escogido, porque dijo: “Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará.” Lo que el Señor ha hecho con esta cosa nueva ha bendecido a su pueblo, su escogido, con tanta prosperidad que ha podido mandar a la mayor parte de sus hombres, viejos y jóvenes, a misiones entre la gente de todas las naciones para testificar de la restauración del evangelio en esta dispensación.
Indudablemente esto era lo que el Señor tenía dispuesto que se llevara a cabo cuando declaró: “Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará.” Son los “pescadores” y “cazadores” mencionados por Jeremías, a quienes el Señor dijo que enviaría para cazar a Israel “por todo monte, y por todo collado, y por las cavernas de los peñascos.” (Jeremías 16:14-16.)
El profeta Isaías dijo además:
En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de ¿os valles; abriré en el desierto estanques de aguas y manaderos de aguas en la tierra seca.
Daré en el desierto cedros, acacias, arrayanes y olivos; pondré en la soledad cipreses, pinos, y bojes juntamente,
para que vean y conozcan, y adviertan y entiendan todos, que la mano de Jehová hace esto, y que el Santo de Israel lo creó. (Isaías 41:18-20.)
“En las alturas abriré ríos.” Esto tal vez se refiere a las presas que se construyen en los desfiladeros para detener las aguas de la nieve derretida, a fin de poder usarse para regar durante el verano.
“Y fuentes en medio de los valles”. El que ha visto los pozos artesianos que se han perforado en los valles áridos puede entender esta parte de la profecía. Todos estos cumplimientos de las profecías han cambiado en tal forma el desierto, que ha sido posible plantar varias especies de árboles que de lo contrario no podrían crecer.
“Para que vean y conozcan, y adviertan y entiendan todos, que la mano de Jehová hace esto, y que el Santo de Israel lo creó.” De modo que todo esto puede considerarse como la obra del Santo de Israel para el beneficio de su pueblo que sería congregado en los postreros días.
El desierto ha florecido como la rosa
El Señor debe haber intervenido mucho en el desarrollo de esta región occidental, porque cuando Brigham Young y los pioneros se dirigían al Valle del Lago Salado, encontraron a Jim Bridger, cazador y explorador de aquella época, el cual les dijo: “Señor Young, daría mil dólares por saber que puede cultivarse una mazorca de maíz en la Gran Cuenca.” (Véase Discourses of Brigham Young, pág. 481.)
Aun en 1843, tres años antes del éxodo de Nauvoo, la opinión de la mayoría de los habitantes de los Estados Unidos era que todo el territorio de las Montañas Rocosas no valía ni un “polvo de rapé”. Así se expresó el senador George H. McDuffie de la Carolina del Sur, en la cámara del senado ese año. Refiriéndose a la colonización de Oregón, dijo:
¿Quiénes son los que irán allá, siguiendo la línea de puestos militares, para tomar posesión de la única parte del territorio que vale la pena ocupar, esa porción que se encuentra a la orilla del mar, una faja de tierra de menos de ciento sesenta kilómetros de anchura? Decidme, señores, ¿de qué servirá esto para fines agrícolas? Con tal objeto, no daría ni un polvo de rapé por todo el
territorio. Pluguiese a Dio8 que no fuéramos los dueños. (Congressional Globe, 17° Congreso, 3a sesión, págs. 198-201.)
Más o menos en la época en que el senador McDuffie se expresó de este modo, el profeta José Smith hizo la siguiente declaración:
Profeticé que los santos seguirían padeciendo mucha aflicción, y que serían expulsados hasta las Montañas Rocosas; que muchos apostatarían, otros morirían a manos de nuestros perseguidores, o por motivo de los rigores de la intemperie o las enfermedades; y que algunos de ellos vivirían para ir y ayudar a establecer colonias y edificar ciudades, y ver a los santos llegar a ser un pueblo fuerte en medio de las Montañas Rocosas. (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 811.)
En vista de que el Señor pudo hacer que tan inservible terreno, como lo describió el senador McDuffie, floreciera como la rosa, y hacer que los santos se convirtieran en un “pueblo fuerte en medio de las Montañas Rocosas”, ciertamente han de considerarse como acontecimientos mayores aún que cuando el Señor partió las aguas del Mar Rojo en la antigüedad e hizo que Israel pasara a pie enjuto.
A la luz de estas profecías bíblicas, parece perfectamente lógico que en “la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:12), Moisés fuese enviado por el Padre para restaurar las llaves del recogimiento de Israel, pues ciertamente esto, en sí mismo, constituye una obra maravillosa y un prodigio.
Ahora bien, deseamos preguntar: ¿Por qué hicieron los profetas estas profecías si no hemos de esperar su cumplimiento? ¿Se han cumplido ya? Si se han de cumplir, ¿cuándo y dónde y por cuál pueblo, sino el de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días? Debemos recordar las palabras de Pedro:
Tenernos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;
entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,
porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (2 Pedro 1:19-21.)
De manera que toca a nosotros el privilegio y responsabilidad de anunciar al que sinceramente busca la verdad, que muchas de estas profecías se han cumplido y otras están a punto de cumplirse como parte de la gran dispensación evangélica de los últimos días.
Los profetas del Libro de Mormón entendían el valor de las profecías de Isaías, y sabían que le sería concedido al pueblo del Señor entenderlas el día en que fuesen cumplidas:
Porque los eternos designios del Señor han de seguir adelante, hasta que se cumplan todas sus promesas.
Escudriñad las profecías de Isaías... (Mormón 8:22-23.)
procedo con mi propia profecía, de acuerdo con mi claridad, en la que sé que nadie puede errar; sin embargo, en los días que se cumplan las profecías de Isaías, en la época que se realicen, los hombres sabrán de seguro.
Por tanto, son de valor a los hijos de los hombres; y a los que suponen que no lo son, yo hablaré más particularmente, y limitaré mis palabras a mi propio pueblo; porque sé que serán de gran valor para ellos en los postreros días, porque entonces las entenderán; por consiguiente, es para su bien que las he escrito. (2 Nefi 25:7-8.)
Una vez más repetimos que el profeta José Smith recibió todo esto de las revelaciones que el Señor le concedió, así como del profeta Moisés que fue enviado a él con las llaves de esta gran dispensación de recogimiento. Tomamos la Biblia para mostrar que concuerdan con ella las verdades que de este modo se han revelado.
Según la afirmación del comentador, al cual nos referimos en el primer capítulo, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, al anunciar que el profeta Moisés ha vuelto con una comunicación de Dios, tiene el mensaje de mayor importancia que puede divulgarse al mundo.
























