8
Evidencias de la autenticidad
divina del Libro de Mormón
El testimonio de los testigos
Hemos considerado el Libro de Mormón (el palo de José, la historia de las “otras ovejas” que Jesús prometió visitar) como el otro tomo de Escrituras que el Señor declaró iba a juntar con la Biblia (el palo de Judá) y hacerlos uno en su mano. Conviene ahora mencionar brevemente algunas de las evidencias de la divinidad del Libro de Mormón.
Una de las pruebas más importantes es el testimonio de los tres testigos a quienes el ángel Moroni mostró las planchas y testificó que habían sido traducidas por el don y el poder de Dios. Ya hemos citado este testimonio en su totalidad. Se encuentra en cada uno de los ejemplares del Libro de Mormón junto con el testimonio de los ocho testigos, a los cuales se permitió a José Smith mostrarles las planchas. Ninguno de estos testigos negó jamás su testimonio, aunque todos tuvieron que padecer mucha persecución y vituperio.
“Traducidas por el don y el poder de Dios”
Examinemos la declaración del Señor a los testigos de que las planchas fueron “traducidas por el don y el poder de Dios”. Cuando el ángel le reveló a José Smith la existencia de una historia que se hallaba depositada en el cerro Cumora, le dijo:
Junto con las planchas estaban depositadas dos piedras, en aros de plata, las cuales, aseguradas a un pectoral, formaban lo que se llama el Urim y Tumim; que la posesión y uso de estas piedras era lo que constituía a los “videntes” de los días antiguos o anteriores, y que Dios las había preparado para la traducción del libro. (P. de G. P., José Smith—Historia 35.)
Fue por medio del Urim y Tumim que José Smith pudo traducir el Libro de Mormón, una obra de más de quinientas páginas impresas, de las planchas de oro.
Esto hizo él en aproximadamente 60 días, o sea del 7 de abril de 1829 hasta la primera semana de junio del mismo año. Dudamos que algún otro escritor haya producido una obra o novela de tal magnitud en un período tan corto.
El Urim y Tumim.
¿Sería injusto preguntar qué sabían los directores espirituales de los días de José Smith acerca del Urim y Tumim? ¿Se le habría ocurrido a José Smith, por sí mismo, afirmar que tradujo el Libro de Mormón con la ayuda de dicho instrumento? Sin embargo, los profetas de la antigüedad conocían el uso del Urim y Tumim:
Urim y Tumim (es decir, “Luz y Perfección”), al cual se hace referencia como el medio del que se valía el Sumo Sacerdote para consultar al Señor: Exodo 28:30; Levítico 8:8; Números 27:21; Deuteronomio 33:8; 1 Samuel 28:6. El Urim y Tumim evidentemente era un objeto material de cierta clase. Se ha sugerido que se componía de (a) piedras en el pectoral del Sumo Sacerdote; (b) dados sagrados; (c) pequeñas imágenes o símbolos de la “verdad” y la “justicia” como los que se han hallado alrededor del cuello de las momias de los sacerdotes egipcios. El Urim y Tumim no existió después del cautiverio: Esdras 2:63. (A Concise Biblical Encyclopedia, pág. 154.)
En vista de que los profetas antiguos se valían del Urim y Tumim para consultar al Señor, y dado que se preservó por la mano del Señor y se entregó a José Smith junto con las planchas de oro, tal parece que con ello se demuestra la prudencia de Dios en preservarlo para este propósito sagrado. Estos hechos corroboran las declaraciones de los que ayudaron al profeta José Smith, de que escribían según él dictaba y no se hacían correcciones. Tenemos este testimonio de Oliverio Cowdery, su escribiente principal:
Yo escribí con mi propia pluma todo el Libro de Mormón (salvo unas pocas páginas) tal como salía de los labios del profeta José conforme lo iba traduciendo por el don y poder de Dios mediante el Urim y Tumim… Vi con mis ojos y palpé con mis manos las planchas de oro del cual fue traducido… Ese libro es verdadero. (B. H. Roberts, Comprehensive History of the Church, tomo 1, pág. 132.)
El origen de los indios americanos.
El Libro de Mormón hace un relato bien preciso de quiénes son los indios americanos y cómo llegaron al hemisferio occidental. Los primeros pobladores que ocuparon este hemisferio, y de quienes se tiene noticia, fueron los jareditas que salieron de la Torre de Babel al tiempo de la confusión de su idioma y el esparcimiento del pueblo. Fueron conducidos a América por el Señor:
Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.
Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. (Génesis 11:6–8.)
En vista de la afirmación de que “los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra”, no es irrazonable suponer que algunos de ellos fueron esparcidos hasta el continente americano, porque ciertamente es parte “de toda la tierra”.
Los jareditas fueron destruidos por no haber cumplido con los mandamientos del Señor. Para una relación de este pueblo, véase el Libro de Eter en el Libro de Mormón.
Lehi y su familia fueron conducidos de Jerusalén al país de América más o menos en el año 600 antes de Cristo por la mano de Dios, y desde entonces han habitado esta tierra. Sin embargo, por motivo de la iniquidad de los que siguieron a Lamán y Lemuel, dos de los hijos de Lehi, el Señor los maldijo con un cutis obscuro para separarlos de sus hermanos.
Y él había hecho caer la maldición sobre ellos, sí, una penosa maldición, a causa de su iniquidad. Porque he aquí, habían endurecido sus corazones contra él, de modo que se habían vuelto como el pedernal; y por tanto, ya que eran blancos y sumamente bellos y deleitables, el Señor Dios causó que los cubriese una piel de color obscuro, para que no atrajeran a los de mi pueblo.
Y así dice el Señor Dios: Haré que sean repugnantes a tu pueblo, a no ser que se arrepientan de sus iniquidades.
Y malditos serán los de8cendientes de aquel que se mezcle con la posteridad de ellos; porque serán maldecidos con la misma maldición. Y el Señor lo habló; y así fue. (2 Nefi 5:21–23.)
Los que cayeron bajo este anatema lograron destruir, alrededor del año 384 de nuestra era, a toda la población blanca, con excepción de 24 almas. Fue más o menos por esta época que Mormón depositó en el cerro Cumora todos los anales que le habían sido confiados, salvo un pequeño número de planchas que entregó a su hijo Moroni. (Véase Mormón, capítulo 6.)
Cerca del año 420, Moroni puso estas planchas junto con las que su padre Mormón ya había depositado en el cerro. (Véase Moroni 10:1-2.) Fue de estas planchas que José Smith tradujo el Libro de Mormón.
Los pueblos de cutis obscuro que ocuparon el país de América desde esa época en adelante son conocidos como “lamanitas” en el Libro de Mormón. Son los que la gente generalmente designa con el nombre de indios americanos y, como ya hemos indicado, son de la casa de Israel.
Por consiguiente, se puede asumir que por ser el Libro de Mormón una crónica o historia de este antiguo pueblo americano, debe contener un relato completo de su origen y viajes, sus guerras y contenciones, la vida y enseñanzas de sus profetas, así como las profecías sobre el futuro destino de estas tierras americanas.
Uno de los acontecimientos más interesantes de todo el libro es el relato de la visita que Jesús hizo a los habitantes de América, después de su crucifixión y ascensión, incluso la narración de las destrucciones que ocurrieron al tiempo de su crucifixión, las cuales literalmente cambiaron toda la superficie de la tierra.
Se formaron montañas; se desencadenaron las tempestades y torbellinos; se hundieron muchas ciudades; los fuertes temblores derribaron los edificios, y “quedó desfigurada la superficie de toda la tierra”. (3 Nefi 8:17; véase todo el capítulo.)
Las investigaciones arqueológicas modernas han descubierto muchas de estas ciudades sepultadas, con calzadas de cemento que se mencionan en el Libro de Mormón, y han hallado templos y otros edificios magníficos construidos por estos pueblos que alcanzaron un alto grado de civilización y cultura en el continente de América. Las tradiciones de los indios confirman estos hechos.
Una leyenda de los indios washoe.
La siguiente leyenda de los indios washoe es una de las tradiciones típicas, en que al parecer se ha preservado la historia de la desaparición de un gran lago que se hallaba entre las montañas. Este inmenso cuerpo de agua tenía por nombre Lahonitán. Puede comprobarse su existencia en épocas pasadas por los restos fósiles de animales que se han hallado en varias partes de la cuenca, así como por otras evidencias inequívocas. La leyenda de referencia se ha relatado en la forma siguiente:
Hace tiempo, mucho, mucho tiempo, quizás cien años, indio no está seguro. El hombre blanco sabe. El padre de mi abuelo, muy viejo. Quizás doscientos, trescientos años, no sé. Valle Carson, Valle Washoe, valle Truckee, valle Long, Lago de la Pirámide, Lovelock, todos estaban llenos de agua, muchos peces, muchos patos. Peces grandes también; ahora ya no están aquí, ya se fueron para no volver.
Los indios washoe vivían en las altas montañas (señalando en dirección de la montaña). A veces el indio washoe tomaba la canoa para ir a ver al indio piute, y quizás indio pinte tomaba la canoa para ir a ver al indio washoe. Ellos muy buenos amigos todo el tiempo. (Señalando en dirección oeste del valle Washoe, el anciano indio continuó🙂
Gran montaña, con fuego todo el tiempo, hace ruido espantoso, con mucho humo. Indio tiene miedo. Un día, la montaña da mucho humo, hace mucho ruido, la tierra tiembla mucho, indio muy asustado, cae al suelo y llora mucho. El sol sale cada día, (señalando al noroeste) se pone cada día (señalando al noroeste). Pero un día el sol no sale. Indio no sabe por qué. Hay mucho humo en la montaña, la tierra tiembla mucho, el viento sopla, las aguas hierven.
Quizás dos, tres días, el sol no sale, indio no come, no duerme, sólo llora y llora. Muy asustado. Entonces el agua hace mucho ruido y corre muy rápido, como el río Truckee; las aguas bajan y bajan, las montañas suben y suben, mucho lodo, muchos peces mueren, entonces el sol sale tras las montañas (señalando al sureste) entonces se pone allí (señalando al noroeste). El hombre blanco sabe, el indio no sabe. En dos o tres semanas, el lodo se seca, el indio piute y el indio washoe ahora caminan, ya no van en canoa. Toda el agua se ha secado, quizás poca agua queda. Lago Pirámide, lago Honey, lago Washoe, muchas montañas, él viene muy pronto. El indio no está seguro, el agua y el pez grande no vuelven. Nunca más volverían. (Sra. M. M. Garwood, Progressive West Magazine, reproducido en Deseret Semi-Weekly News, del 5 de febrero de 1906.)
Esta narración carece de detalles, pero es suficientemente clara para indicar que los aborígenes de este país han preservado en forma legendaria una relación de los terribles cataclismos que han azotado al continente americano.
El testimonio de Nefi.
Vamos ahora a leer el relato de este mismo acontecimiento como se halla en los anales de 3 Nefi en el Libro de Mormón. Según vamos leyendo, tomemos nota de que las dos narraciones concuerdan casi en todo detalle, aun en el tiempo que el sol dejó de brillar. Sigue la relación de Nefi sobre lo que aconteció en el continente americano al tiempo de la crucifixión del Salvador:
Pero he aquí, hubo una destrucción mucho más grande y terrible en la tierra del norte; pues he aquí, toda la faz de la tierra fue alterada por causa de la tempestad, y los torbellinos, y los truenos, y los relámpagos, y los sumamente violentos temblores de toda la tierra;
y se rompieron las calzadas, y se desnivelaron los caminos, y muchos terrenos llanos se hicieron escabrosos.
Y se hundieron muchas grandes y notables ciudades, y muchas se incendiaron, y muchas fueron sacudidas hasta que sus edificios cayeron a tierra, y sus habitantes murieron, y los sitios quedaron desolados.
Y así quedó desfigurada la superficie de toda la tierra por motivo de las tempestades, y los truenos, y los relámpagos, y los temblores de tierra.
Y sucedió que hubo una densa obscuridad sobre toda la faz de la tierra, de tal manera que los habitantes que no habían caído podían palpar el vapor de tinieblas;
y no podía haber luz por causa de la obscuridad, ni velas, ni antorchas; ni podía encenderse el fuego con su leña menuda y bien seca, de modo que no podía haber ninguna luz.
Y no se veía luz alguna, ni fuego, ni vislumbre, ni el sol, ni la luna, ni las estrellas, por ser tan densos los vapores de obscuridad que había sobre la faz de la tierra.
Y sucedió que duró por el espacio de tres días, de modo que no se vio ninguna luz; y hubo grandes lamentaciones, gritos y llantos continuamente entre todo el pueblo; sí, grandes fueron los gemidos del pueblo por motivo de las tinieblas y la gran destrucción que les había sobrevenido. (3 Nefi 8:12–14, 17, 20–23.)
Al considerar la semejanza tan notable de estos dos relatos, debe tenerse presente que el Libro de Mormón se publicó en 1829 y esta leyenda india, en 1906. ¿Qué explicación tiene si ninguno de los dos es verdadero?
Lectura suplementaria.
No es el propósito del escritor considerar en detalle la arqueología y etnología de las Américas, que proporcionan tanta evidencia corroborativa en apoyo del Libro de Mormón. Si se desea hacer un estudio más detallado de la evidencia a favor de que (1) han ocupado este país pueblos diferentes en períodos muy distintos; (2) las tradiciones existentes entre las razas nativas de América, que parecen tener el mismo origen común, son muy parecidas a las israelitas, si no enteramente idénticas: (3) los antiguos habitantes de las Américas tenían conocimiento de los principales acontecimientos bíblicos, como la creación, la construcción de la Torre de Babel, el diluvio, la vida y crucifixión del Salvador, la segunda venida del Redentor, la administración de la Santa Cena, etc., referimos al lector el libro Artículos de Fe por James E. Talmage, así como a numerosos artículos en revistas de la Iglesia y otras publicaciones que deben estar disponibles en las bibliotecas de los centros de reunión.
Una tierra escogida.
El Libro de Mormón contiene un registro de las enseñanzas dadas por profetas inspirados, los cuales ejercían su ministerio entre el pueblo y profetizaban en cuanto al destino de esta tierra.
He aquí, ésta es una tierra escogida, y la nación que la posea se verá libre de la esclavitud, y del cautiverio, y de todas las otras naciones debajo del cielo, si tan sólo sirve al Dios de la tierra, que es Jesucristo, el cual ha sido manifestado por las cosas que hemos escrito. (Eter 2:12.)
Mas he aquí, esta tierra, dice Dios, será la tierra de tu herencia, y los gentiles serán bendecidos sobre la tierra.
Y esta tierra será una tierra de libertad para los gentiles; y no habrá reyes sobre la tierra que estén sobre los gentiles.
Y fortificaré esta tierra contra todas las otras naciones.
Y el que combata contra Sión perecerá, dice Dios.
Porque quien levante rey contra mí, perecerá; pues yo, el Señor, el rey de los cielos, seré su rey, y eternamente seré una luz para aquellos que oigan mis palabras. (2 Nefi 10:10–14.)
Y ahora yo, Moroni, procedo a concluir mi relato concerniente a la destrucción del pueblo del cual he estado escribiendo.
Pues he aquí, menospreciaron todas las palabras de Eter; porque él verdaderamente les habló de todas las cosas, desde el principio del hombre; y que después que se hubieron retirado las aguas de la superficie de esta tierra, llegó a ser una tierra escogida sobre todas las demás, una tierra escogida del Señor; por tanto, el Señor quiere que lo sirvan a él todos los hombres que habiten sobre la faz de ella;
y que era el sitio de la Nueva Jerusalén que descendería del cielo, y el santo santuario del Señor.
He aquí, Eter vio los días de Cristo, y habló de una Nueva Jerusalén sobre esta tierra.
Y habló también concerniente a la casa de Israel, y la Jerusalén de donde Lehi habría de venir: que después que fuese destruida, sería reconstruida de nuevo, una ciudad santa para el Señor; por tanto, no podría ser una nueva Jerusalén, porque ya había existido en la antigüedad; pero sería reconstruida, y llegaría a ser una ciudad santa del Señor; y sería edificada para la casa de Israel;
y que sobre esta tierra se edificaría una nueva Jerusalén al resto de la posteridad de José, para lo que ha habido un tipo.
Porque así como José llevó a su padre a la tierra de Egipto, de modo que allí murió, el Señor consiguientemente sacó a un resto de la descendencia de José de la tierra de Jerusalén, para ser misericordioso con la posteridad de José, a fin de que no pereciera, tal como fue misericordioso con el padre de José para que no pereciera.
De manera que el resto de los de la casa de José se establecerán sobre esta tierra, y será la tierra de su herencia; y levantarán una ciudad santa para el Señor, semejante a la Jerusalén antigua; y no serán confundidos más, hasta que llegue el fin, cuando la tierra será consumida. (Eter 13:1–8.)
Un alto funcionario gubernamental manifestó lo siguiente después de leer el Libro de Mormón:
De todos los libros religiosos americanos del siglo diecinueve, el Libro de Mormón es probablemente el de mayor potencia. Quizá solamente llegó al uno por ciento de los habitantes de los Estados Unidos, pero tan fuerte y permanentemente afectó a este uno por ciento, que se ha hecho sentir entre toda la gente de los Estados Unidos, especialmente su contribución al ensanchamiento de nuestras fronteras.
El testimonio de un turista.
Después de visitar la Manzana del Templo en Salt Lake City, donde consiguió una copia del Libro de Mormón, un turista escribió la siguiente carta:
“He sido ministro de la Iglesia Metodista en durante treinta y siete años. He formado una biblioteca con los libros más grandes del mundo. Me ha costado más de doce mil dólares, pero he hallado en el Libro de Mormón una biblioteca de más valor que todas las colecciones de libros en el mundo, porque es la palabra de Dios.”
El testimonio del doctor Willard Richards.
Se dice que cuando el doctor Willard Richards, que se hallaba en la cárcel de Carthage el día en que el profeta José Smith y su hermano fueron martirizados y más tarde fue consejero de Brigham Young en la Primera Presidencia de la Iglesia, vio por primera vez el Libro de Mormón, lo abrió y leyó unas páginas. Cerró el libro con estas palabras: “Este libro fue escrito por Dios o por el diablo, y no voy a parar hasta saber quién lo escribió”. De modo que leyó el libro entero dos veces en los siguientes diez días, después de lo cual afirmó: “El diablo no pudo haberlo escrito; debe ser de Dios”.
El testimonio prometido de la veracidad del Libro de Mormón.
Es de lamentarse que el mundo sea tan lento en aceptar la verdad. Teniendo entre nosotros este libro tan maravilloso, el otro tomo de escrituras (el palo de José) que el Señor mandó a Ezequiel que escribiera, y el cual, según su declaración, juntaría en su mano con el palo de Judá (nuestra Biblia actual), ¿por qué estará el mundo tan poco dispuesto a aceptarlo?
En esta breve narración del mensaje del ángel Moroni al profeta José Smith, no hemos intentado presentar las enseñanzas del Libro de Mormón ni la historia en él contenida. Nos hemos conformado con tratar de mostrar que ocupa un lugar, sí, un lugar importantísimo, en la literatura religiosa del mundo; que Dios mismo mandó que se escribiese la historia, la cual iba a ser preservada para aparecer en el debido tiempo. La venida de Moroni para entregar las planchas de oro y el Urim y Tumim a José Smith, a fin de que fuesen traducidas, constituye uno de los mensajes más importantes que se podrían comunicar al mundo. Se espera que esta presentación inculque en muchas personas el deseo de leer el Libro de Mormón y poner a prueba la promesa del Señor que se halla en sus páginas:
Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo. (Moroni 10:4.)
























