Conferencia General Abril 1968
Valores morales y espirituales en la educación
por el Presidente David O. McKay
(Leído por su hijo, David Lawrence McKay)
El Profeta José Smith y el Presidente Brigham Young vieron en visión el lugar en las Montañas Rocosas al que los Santos serían guiados. Me pregunto si también habrán visto una reunión de sacerdocio como la que tenemos hoy en este Tabernáculo y en más de 400 edificios adicionales. Creo que el Profeta lo habrá visto, ya que dijo: “… los Santos [se convertirán en un gran y] poderoso pueblo.” (Documentary History of the Church, Vol. 5, p. 85).
La impresión del guía
Estoy impresionado no solo por el poder que ustedes irradian, sino también por la responsabilidad que cada uno lleva. Esto me recuerda un incidente que he contado en otras ocasiones. Hace algunos años, se ofreció una cena en honor al Sr. Gordon Rentschler, entonces presidente del Consejo del National City Bank de Nueva York. Al expresar su agradecimiento, mencionó lo siguiente:
“Una de mis primeras experiencias—hace unos veinte años—fue cuando Orville Wright y yo visitamos este lugar con cuatro o cinco personas más. Fuimos a los terrenos del templo, y un hombre nos guió por el lugar. Nunca supimos su nombre, pero era una persona extraordinaria que nos contó la historia del templo. Al regresar al hotel Utah, Orville dijo: ‘Sabes, ese hombre tiene algo que todos nosotros necesitamos; es la razón por la cual esta gente es grandiosa.’ Pasamos una de las horas más interesantes de mi vida.”
Autoridad otorgada desde lo alto
No menciono esto para atribuirnos estos elogios, sino para destacar que algo en nosotros impresionó a esos hombres. Si hubieran sabido, ese “algo” está representado aquí hoy en esta gran reunión del sacerdocio. Ese “algo” es el sacerdocio, la autoridad divina, el poder otorgado desde lo alto para que cada uno represente a Dios en el área específica a la que ha sido asignado.
Hermanos, es un privilegio ser parte de este grupo y ser considerado digno de representar al Altísimo. Como dije, también siento una gran responsabilidad. La observación del renombrado inventor del avión nos recuerda la importancia de mantener esa cualidad distintiva que ha dejado una impresión en otros distinguidos visitantes y que debería seguir haciéndolo en el futuro.
La juventud necesita religión
Durante esta reunión, tendremos la oportunidad de ver una película titulada “¿Después de la secundaria, qué?” narrada por el Presidente Brown.
La educación, como muestra esta presentación, siempre ha sido una parte esencial del plan del evangelio. Los miembros del sacerdocio, especialmente, deben buscar constantemente ese desarrollo que los capacite para una vida de bien y servicio en la causa del Maestro. Bien podríamos preguntar: “Después de la ordenación en el sacerdocio, ¿qué sigue?”
Para que la educación sea completa, debe incluir el crecimiento espiritual. En este sentido, la juventud necesita religión.
La religión estabiliza la sociedad
Hoy ofreceré tres razones para dar una educación religiosa adecuada a los jóvenes.
Primero: Los jóvenes necesitan religión para estabilizar la sociedad. Goethe señaló acertadamente que “el destino de cualquier nación en cualquier momento depende de las opiniones de sus jóvenes menores de veinticinco años”.
Sobre este mismo tema, Roger W. Babson comentó hace años:
“Aunque el avión abre oportunidades sin límites, también trae peligros sin límites. Todo depende de si logramos igualar esta avalancha de nuevos poderes materiales con un avance igual en fuerzas espirituales. La próxima generación puede ver en un minuto más de lo que la generación anterior veía en una semana; puede oír y viajar más. La potencia ha aumentado más allá de todos los sueños. Pero, ¿qué pasa con el poder humano? ¿Qué pasa con el poder espiritual, con el juicio, la discreción y el autocontrol? Sin un desarrollo de carácter a la par del progreso físico, enfrentaremos problemas inevitables. Sin progreso moral, el avión solo hará la inmoralidad más rápida y el crimen más eficiente. Así como el automóvil ha puesto el infierno sobre ruedas, el avión lo pondrá en el aire, a menos que la rectitud también acelere su paso. Del desarrollo del carácter depende si el avión traerá prosperidad o calamidad.” (Forum, abril de 1931).
La ciencia, dice Millikan, “sin religión puede convertirse en una maldición en lugar de una bendición para la humanidad. Pero la ciencia guiada por el espíritu de la religión es clave para el progreso y la esperanza del futuro.”
Hayden da una advertencia similar al decir: “Hoy, como pocas veces antes, la sociedad humana está amenazada de desintegración, si no de caos completo.” ¿Por qué? “Todos los antiguos males de las relaciones humanas—la injusticia, el egoísmo, el abuso de la fuerza—se vuelven más siniestros y peligrosos al ser reforzados por el aumento del poder material. Estamos siendo testigos de la desintegración de la civilización bajo el peso de su propio mecanismo material o del nacimiento de una nueva organización con un ideal espiritual.”
La religión satisface el alma
Segundo: La juventud necesita religión para satisfacer el anhelo innato del alma. El hombre es un ser espiritual, y tarde o temprano cada persona siente el impulso irresistible de conocer su relación con el Infinito. Sabe que no es solo un ser físico que cruza fugazmente de un lado a otro, para finalmente desaparecer en el flujo continuo de la vida. Hay algo en él que lo impulsa a elevarse por encima de sí mismo, a dominar su entorno, a controlar su cuerpo y todas las cosas físicas, y a vivir en un mundo más elevado y bello.
James Russell Lowell, en su tributo a la primavera, expresa:
“Cada terrón siente un impulso de poder,
Un instinto dentro de él que busca y se eleva,
Y, buscando a tientas por encima de sí mismo hacia la luz,
Se convierte en un alma en la hierba y en las flores.”
Así, en el hombre no solo hay un instinto, sino también una chispa divina que lo impulsa a avanzar y superarse. Este sentimiento es universal, y en algún momento de la vida cada persona es consciente de poseerlo.
Tres grandes necesidades
Asociadas con este impulso espiritual, existen tres grandes necesidades que permanecen inmutables a través de los siglos: (1) Toda persona normal anhela saber algo de Dios. ¿Cómo es Él? ¿Le interesa la humanidad o la ignora por completo? (2) ¿Cuál es la mejor manera de vivir en este mundo para tener éxito y alcanzar la mayor felicidad posible? (3) ¿Qué es esa cosa inevitable llamada muerte? ¿Qué hay más allá de ella?
Si deseas respuestas a estos anhelos del alma humana, debes acudir a la Iglesia, pues solo la verdadera religión puede satisfacer el alma que busca. Aquí, nos acercamos a la línea divisoria entre la ciencia y la religión. La separación entre los hechos fríos de la ciencia y la revelación espiritual es tan sutil que los estudiantes necesitan el contacto con una mente que los guíe desde lo tangible y práctico hacia ese ámbito que satisface el alma.
La religión da propósito a la vida
Tercero: Los jóvenes necesitan religión para cumplir adecuadamente con los propósitos de la creación. Existe un diseño intencional que impregna toda la naturaleza, siendo el ser humano su evento culminante. En esta reflexión, la ciencia también guía al estudiante hasta cierto punto, pero a veces lo deja con su alma sin anclar. Por ejemplo, la teoría de la evolución plantea muchos dilemas para la mente inquisitiva. Un maestro que niega la intervención divina en la creación e insiste en que no existe un propósito inteligente detrás de ella, inevitablemente influye en el estudiante con la idea de que todo podría ser producto del azar.
Opino que ningún joven debería quedar sin una perspectiva que contrarreste esta idea. Incluso el maestro escéptico debería ser lo suficientemente imparcial como para recordar que el propio Charles Darwin, enfrentado a la idea de la aniquilación final en un universo sin propósito, escribió: “Es un pensamiento intolerable que el hombre y todos los demás seres sensibles estén condenados a la aniquilación total, después de un progreso tan largo y continuo.”
Otra autoridad, Raymond F. West, en una conferencia sobre la inmortalidad, declaró: “¿Por qué esta vasta inversión de tiempo, dolor y sangre? ¿Por qué debería el hombre haber llegado tan lejos si está destinado a no ir más allá? Una criatura que ha viajado tales distancias, librado tales batallas y ganado tales victorias merece, uno se ve obligado a decir, vencer a la muerte y arrebatar la victoria a la tumba.”
Inmortalidad y vida eterna
Los hechos son claros, y el estudiante debe entender que toda la preparación de la tierra no es más que una anticipación de la gloria culminante de la creación. Fosdick afirmó: “La perpetuación de la personalidad es lo más alto en la creación.” Este gran pensador llegó a esta conclusión mediante el razonamiento, lo que José Smith recibió por revelación en una de las expresiones más sublimes de las escrituras modernas: “Porque he aquí, esta es mi obra y mi gloria: llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.” (Moisés 1:39). El plan y propósito de Dios es la perfección de la humanidad. Dios se preocupa y ama a sus hijos; no es una fuerza ciega ni un poder abstracto, sino un Dios viviente y personal.
Dios como ser personal
Charles A. Dinsmore, anteriormente de la Universidad de Yale, hizo la siguiente afirmación sobre Dios como ser personal:
“Es el ojo de la fe el que ve los amplios horizontes, el color y el brillo. La religión, apoyada en la experiencia conocida de la humanidad, hace una afirmación audaz y gloriosa. Afirma que este poder que impulsa la verdad, la belleza y la bondad no es menos personal que nosotros… Este salto de fe está justificado porque Dios no puede ser menos que la mayor de sus obras; la Causa debe ser adecuada al efecto. Así, cuando llamamos a Dios personal, lo interpretamos con el símbolo más elevado que poseemos. Puede ser infinitamente más, pero no puede ser menos.” (Christianity and Modern Thought, Yale University Press, 1924).
Defender la verdadera educación
Nosotros, en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, defendemos la verdadera educación basada en lo que se nos ha dado en las escrituras. En Doctrina y Convenios se nos revela: “Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida, se levantará con nosotros en la resurrección.
“Y si una persona obtiene más conocimiento e inteligencia en esta vida mediante su diligencia y obediencia que otra, tendrá tanto de ventaja en el mundo venidero.” (D. y C. 130:18-19)
Y también:
“Es imposible que un hombre sea salvo en la ignorancia.” (D. y C. 131:6)
Southey nos cuenta que, en un paseo en un día tormentoso, se encontró con una anciana a quien, como saludo, comentó que el clima era terrible. Ella respondió filosóficamente que, en su opinión, “¡Cualquier clima es mejor que ninguno!” De igual forma, sin duda alguna, cualquier educación es mejor que ninguna; sin embargo, un pueblo libre, para seguir siendo libre, debe esforzarse siempre por lo más alto y lo mejor.
El papel de la religión
Los cursos requeridos para todos los estudiantes en nuestras escuelas públicas deberían incluir áreas de estudio que ofrezcan oportunidades de crecimiento espiritual e inspiración religiosa. De tales estudios es razonable esperar que los estudiantes comprendan mejor el papel vital que la religión ha tenido en momentos críticos de la historia; cuán importantes son las perspectivas espirituales y la fe religiosa en la vida de hombres y mujeres; y cómo la grandeza humana se relaciona con cualidades como la honestidad, la integridad, la humildad, la generosidad y la compasión.
Podemos esperar que nuestros estudiantes desarrollen más idealismo y menos cinismo, más valor saludable y fe en el futuro, y menos pesimismo y temores agobiantes. Podemos anticipar una mayor tolerancia ante las diferencias raciales y religiosas, un respeto más profundo por aquellos con puntos de vista políticos opuestos o de niveles sociales y económicos diferentes, y un aumento en la conciencia de la dignidad básica e inviolable del individuo. Podemos contribuir al desarrollo de una conciencia social más sensible y de un sentido de responsabilidad hacia los menos afortunados. Quizás podamos, sin saberlo, acercar a un niño o niña a Dios.
Promoción de la verdad
La Iglesia apoya la educación. El propósito mismo de su organización es promover la verdad entre los hombres. Los miembros de la Iglesia son exhortados a adquirir conocimiento mediante el estudio y también mediante la fe y la oración (D. y C. 88:118), a buscar todo lo que es virtuoso, bello, de buena reputación o digno de alabanza (Art. de Fe 1:13). En esta búsqueda, no están confinados a límites estrechos de dogma o credo, sino que son libres de lanzarse al reino de lo infinito.
Pero adquirir conocimiento es una cosa, y aplicarlo es otra muy distinta. La sabiduría es la correcta aplicación del conocimiento, y la verdadera educación —la educación que la Iglesia apoya— consiste en aplicar el conocimiento para el desarrollo de un carácter noble y semejante al de Dios.
Desarrollo de valores morales y espirituales
Un gran propósito continuo de la educación ha sido el desarrollo de valores morales y espirituales. Para cumplir este propósito, la sociedad recurre a sus instituciones, especialmente al hogar y la escuela, por el papel central que ambas desempeñan en la formación de los jóvenes.
Por valores morales y espirituales nos referimos a aquellos que, cuando se aplican en la conducta humana, ennoblecen y refinan la vida y la alinean con los estándares de conducta aprobados en nuestra cultura democrática.
La juventud necesita religión. El mundo la necesita. Es la mayor necesidad del mundo.
Que Dios nos ayude a enseñar la verdadera religión, tal como fue revelada en esta dispensación por el Señor Jesucristo a José Smith. Dios bendiga a ustedes, maestros de las escuelas, institutos y seminarios de la Iglesia, para que tengan el espíritu de esta gran obra de los últimos días y guíen a los jóvenes hacia el ámbito de la inmortalidad y la paz aquí en la tierra, así como hacia la felicidad eterna.
Responsabilidad del sacerdocio
Dios los bendiga, hermanos. Con todo mi corazón ruego a Dios que los bendiga, para que cada miembro de la Iglesia, así como todo aquel que posea el sacerdocio, sienta la responsabilidad de pertenecer a la Iglesia de Cristo. Si podemos mantener los estándares del evangelio de Jesucristo, el futuro de la Iglesia estará seguro. En verdad, los hombres y mujeres verán una luz que no está escondida bajo un almud, sino que brilla sobre un monte (Mateo 5:14-15), y serán atraídos por ella. Serán guiados a buscar la verdad más por nuestras acciones y obras, y por la virtud e integridad que irradiamos, que por nuestras palabras.
Ruego a Dios que nos bendiga en esta gran obra, en el nombre de Jesucristo. Amén.

























