Conferencia General Abril 1971
Advertencias del pasado

Por el élder Mark E. Petersen
Del Consejo de los Doce
Han existido tres grandes civilizaciones en el Hemisferio Occidental, de las cuales dos han pasado al olvido.
Las que desaparecieron murieron casi en forma suicida, pues causaron su propia extinción al profanar la tierra y su Dios mediante el crimen, las aberraciones sexuales y otros pecados abominables de casi todas las clases.
Ahora nuestras naciones modernas han ocupado su lugar en este Hemisferio. Gran parte de nuestra actual corrupción se asemeja detalladamente a la que afligió a estas civilizaciones.
En gran parte de América, por ejemplo, tenemos un ascendente índice criminalístico alarmante, costando al público más de 40 billones de dólares anuales únicamente en los Estados Unidos de Norteamérica.
Nuestro hundimiento moral es aterrador, pero muchos tratan de justificarlo. Hace unas semanas apareció en los periódicos internacionales que uno de los oficiales más altos de una de las principales sectas cristianas habla anunciado públicamente que las relaciones premaritales entre los jóvenes son favorables.
Debido a la promiscuidad, las temidas enfermedades venéreas han alcanzado proporciones epidémicas. Un oficial de sanidad ha declarado que la etapa epidémica ya pasó y que ahora ya constituye una verdadera plaga. Estas enfermedades sociales afectan a más personas que cualquier otra enfermedad contagiosa, con la excepción del resfriado común.
En una de las ciudades occidentales de los Estados Unidos, los oficiales de sanidad estiman que una de cada diez personas entre los catorce y veinticinco años de edad han contraído una enfermedad venérea. Casi es increíble.
Actualmente, la facilidad que se da al aborto ha quitado el estigma de la inmoralidad, haciendo el amor libre más libre aún.
En la mayor parte de las sectas, está disminuyendo la asistencia. Las ventas de Biblias han disminuido un 25% y algunos miembros del clero han perdido su fe.
Dios Todopoderoso mandó que santificáramos el día de reposo cada semana. Hemos desobedecido abiertamente esta ley ante su cara y la mayoría de nosotros ha hecho de su día un día de placer o negocios, siendo que nos fue dado como un símbolo de la alianza que tenemos con nuestro Creador.
Cuanta verdad hay en la frase: «primero compadecemos, después toleramos y después caemos» en la iniquidad.
¿Estamos atrapados en una oleada de ateismo y su acompañante corrupción? ¿Somos mejores que las civilizaciones que no; antecedieron en este lugar y que fueron eliminadas por causa de su iniquidad?
Se enseñó a esas civilizaciones una firme lección relacionada con su ocupación de este Hemisferio.
Se les dijo que esta es una tierra de especial importancia para el Todopoderoso y que solamente aquellas naciones que sirven a Dios podrán permanecer.
Nosotros, los que vivimos en esta época, debemos escuchar esta advertencia si hemos de querer sobrevivir.
No decimos que el pecado cometido en otras partes del mundo es menos reprobable ni se habrá de perdonar en el mínimo grado, pues el pecado siempre es pecado sin consideración a las filosofías de los hombres en cualquier lugar del mundo donde aparezca.
Pero existe una situación diferente en este Hemisferio. Dios ha dedicado esta tierra a la obra de su Hijo Amado, el Señor Jesucristo, y no tolerará su continua profanación.
Al reservar esta tierra para sus propósitos divinos, ha decretado «que todos los que poseyeran esta tierra de promisión deberían servirlo a él, el verdadero y único Dios, desde entonces y para siempre, o serían talados cuando cayera sobre ellos la plenitud de su cólera» (Eter 2:8).
En palabras claras y sencillas, entonces, se nos ha dicho que cualquier nación que ocupe esta tierra deberá servir a Dios o morir.
Dios ha revelado que en los últimos días prevendría a las gentes a través de la voz de tempestades, terremotos y desplazamientos de los mares más allá de sus límites. ¿Escuchamos su voz ahora y la reconocemos?
Cuando medio millón de gentes aproximadamente se ven atacadas por un huracán en Pakistán, cuando cien mil gentes se quedan sin hogar por un solo temblor en Chile y cuando estos dos desastres acontecen en unas cuantas semanas, ¿podemos ignorar las advertencias que ofrecen?
Cuando dos huracanes devastadores arrasan comunidades enteras en Misisipí, y suceden en unos cuantos meses, cuando frecuentes temblores azotan a los Ángeles con muerte y pérdidas por medio millón de dólares, ¿escuchamos en todo esto la voz de Dios como una justa advertencia para el resto de nosotros?
¿Quién puede controlar fuerzas tan terribles?
¿Quién es el Dios de la naturaleza?
¿Quién permaneció en un bote en medio de la tempestad con un grupo de pescadores atemorizados y reprendió a la tormenta diciendo simplemente: «Sea la paz», y los vientos se mitigaron y hubo una gran calma?
Las civilizaciones extinguidas nos hablan ahora desde el polvo del pasado, advirtiéndonos contra las mismas condiciones que las llevaron al olvido (Mark E. Petersen en CR, abril de 1971, pág. 43). ¡Escuchad lo que os dicen!
Los profetas antiguos que vivieron en la América entre aquellas civilizaciones destruidas vieron a las generaciones de esta época a través del ojo de la revelación. Se refirieron a nosotros como gentiles, y uno de ellos dijo: «. . . oh gentiles, ¿cómo podréis estar ante el poder de Dios sin arrepentimos y volveros de vuestros malos caminos?
¿No sabéis que estáis en las manos de Dios? ¿No sabéis que él tiene todo poder, y que por su gran mandato la tierra se envolverá como un rollo.
«Por tanto, arrepentíos y humillaos ante él, no sea que se levante en justicia contra vosotros. . . » (Mormón 5:22-24).
Otro antiguo profeta americano, muerto hace mucho tiempo y clamando ahora desde el polvo, nos dice:
«…He aquí, ésta es una tierra escogida sobre todas las demás; por tanto, aquellos que la posean servirán a Dios o serán talados, porque es el eterno decreto de Dios y no serán talados sino hasta cuando llegue el colmo la iniquidad entre los hijos del país.
«Y esto se os comunica, oh gentiles, para que conozcáis los decretos de Dios, a fin de que os arrepintáis y no continuéis en vuestras iniquidades hasta llegar al colmo, para que no hagáis venir sobre vosotros la plenitud de la ira de Dios, como lo han hecho hasta aquí los habitantes del país» (Eter 2:10-11).
Un profeta antiguo llamado Mormón, que vivió en América hace mil quinientos años dijo: «He aquí, os hablo como si os hallaseis presentes, y sin embargo, no lo estáis. Pero he aquí, Jesucristo me os ha manifestado, y conozco vuestros hechos.
«Y sé que andáis según el orgullo de vuestros corazones; y no hay sino unos pocos que no se inflan con el orgullo de sus corazones, al grado de vestir ropas suntuosas, y llegar a la envidia, las contiendas, malicia, ¡Persecuciones y toda clase de iniquidades. . . » (Mormón 8:35-36).
Hay muchos pueblos en este hemisferio Occidental que llevan en sus venas la sangre de algunas de las tribus de Israel. Dirigiéndose a ellos este profeta dijo: «Sabed que sois de la casa de Israel.
«Sabed que tenéis que arrepentiros, o no podréis ser salvos.
«Sabed que es preciso que lleguéis a saber de vuestros padres, y que os arrepintáis de todos vuestros pecados e iniquidades, así como creer que Jesucristo es el Hijo de Dios. . . » (Mormón 7:2-3,5).
Y también nos clamó otro antiguo profeta americano desde el polvo en cuanto a los que vivimos actualmente: «…El Espíritu me manifiesta estas cosas; por consiguiente, os escribo a todos vosotros. Y la razón porque lo hago es para que sepáis que todos tendréis que comparecer ante el tribunal de Cristo, sí, toda alma que pertenece a la familla de Adán; y os presentaréis para ser juzgados según vuestras obras, sean buenas o malas;
«Y también para que podáis creer en el evangelio de Jesucristo que tendréis entre vosotros. . . » (Mormón 3:20-21),
Y finalmente, uno de los más grandes profetas que vivió en la antigua América nos dijo esto a los que vivimos en esta época:
«Os exhorto a que os acordéis de estas cosas; pues se acerca rápidamente el tiempo en que sabréis que no miento, porque me veréis ante el tribunal de Dios; y el Señor Dios os dirá: ¿No os declaré mis palabras, que fueron escritas por este hombre, como si fuese uno que clamaba de entre los muertos, si, como uno que hablaba desde el polvo «Y Dios os mostrará que lo que he escrito es verdadero.
«Y otra vez quisiera exhortaras a venir a Cristo, y allegaros a toda buena dádiva; a no tocar los dones malos, ni aquellos que es impuro» (Mormón 10:27-30).
Si las naciones modernas de América se arrepintieran y sirvieran al Señor, tendrían grandes bendiciones, pues el profeta ha dicho: «. . . ésta es una tierra escogida, y la nación que la posea se verá libre de la esclavitud, e¡ cautiverio y de todas las otras naciones bajo el cielo, si tan sólo sirve al Dios de la tierra, que es Jesucristo. . . » (Eter 2:12).
¿Cuanto tiempo será paciente el Dios Todopoderoso si lo ignorarnos o desafiamos?
¿Nos consolaremos aceptando la filosofía que dice que no existe Dios, que la Biblia es sólo un mito y que el Libro de Mormón no es verdadero, y por tanto no es necesario el arrepentimiento?
Os testificamos que Dios sí vive, que El es el juez eterno de toda la humanidad y que cada uno de nosotros debe enfrentarse al registro de nuestros propios hechos en su día de juicio.
Jesucristo sí vive y es el Dios de esta tierra y de todas las tierras del mundo.
Su evangelio es lo único que podrá salvarnos de la destrucción.
Que Dios nos dé la habilidad de percibir nuestra situación y cambiar nuestro curso mientras aún hay tiempo, es mi humilde oración en el nombre de Jesucristo. Amén
























