Conferencia General Octubre 1971
Elías el profeta
Por el élder Howard W. Hunter
Del Consejo de los Doce
No hace mucho, escuché a un prominente orador discutir la tendencia moderna con respecto a la juventud, mencionado el hecho de que actualmente los jóvenes están siguiendo cursos divergentes de los que siguen sus padres. El discursante señaló la preocupación de los padres porque creen que sus hijos son desviados por las innovaciones modernas de la sociedad.
Dedicó un tiempo considerable al tema de la «brecha en la comunicación» en el hogar moderno, entre los de la nueva generación y sus padres. Entonces se puso del lado de la juventud, afirmando que debe existir esta brecha en la comunicación si el mundo ha de lograr un progreso verdadero, porque los padres son de la generación pasada, y se necesitan nuevos pensamientos, nuevas ideas y un cambio de lo antiguo. Afirmó que si los hijos siguieran el mismo curso que los padres, nunca habría progreso; por tanto deberíamos aceptar lo nuevo a pesar de que sea impuesto por una sublevación de la generación moderna en contra de los métodos establecidos en lo pasado. Hizo esta pregunta:
«¿Quién puede decir que lo viejo es mejor que lo nuevo, a menos que esto se ponga a prueba?»
Continuando su argumento, declaró que la brecha o las diferencias entre los padres y la juventud no necesitan ser permanentes, sino para el propósito temporal de proveer nuevos pensamientos y progreso, como paso inicial para una relación más madura en la que los padres comprendan mejor los ideales y propósitos de sus hijos y éstos comprendan mejor a sus padres. La relación entre ambos se fortalecería más a causa de esta adaptación, la cual uniría lo antiguo y lo nuevo a medida que sus diferencias fueran resueltas a través de la contemporización intelectual.
A continuación él mencionó una escritura como apoyo a esta proposición, leyendo los dos últimos versículos del último libro del Antiguo Testamento:
«He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.
«El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición» (Malaquías 4:5-6).
Ningún pasaje de escritura presenta a los estudiosos del Antiguo Testamento problemas más grandes de interpretación que éste que se encuentra en el libro de Malaquías concerniente a la venida de Elías para volver el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres. ¿Quién es el profeta Elías que ha de venir antes del día grande y terrible del Señor? Permitidme revisar algunos de los puntos culminantes de su vida. La primera mención de Elías en los registros se refieren a él como un tisbita, de Galaad, al este del Jordán, en la región de Galilea. Los acontecimientos en los que tuvo parte ocurrieron en el siglo noveno antes del nacimiento de Cristo. Este gran Profeta fue uno de los líderes en defender a Jehová como el Dios verdadero de Israel en contra de aquellos que adoraban a Baal. Su vida está asociada con muchos milagros.
Elías le profetizó al rey Acab que habría una sequía, y efectivamente una sequía cayó sobre la tierra. El Profeta se fue al oriente del Jordán siguiendo el arroyo Querit; bebía de sus aguas, y el Señor mandó que los cuervos lo alimentaran de día y de noche. A causa de la sequía, el arroyo se secó, y Elías tuvo que buscar otro refugio.
El Señor entonces lo dirigió a la casa de una viuda pobre que vivía con su único hijo. Elías la encontró a las puertas de la ciudad, y le suplicó que le diera agua y pan. La viuda contesto: «Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir»(1 Reyes 17:12).
Ellas le dijo que no sintiera temor, que el puñado de harina y el poco aceite no escasearían; y en efecto los sostuvo a través de la larga sequía.
Durante este tiempo, el hijo de la viuda cayó gravemente enfermo y murió, o estaba por morir. Elías clamó al Señor, y el muchacho comenzó a respirar nuevamente y le fue dada la vida.
Más tarde, el Señor se le apareció a Elías y le dijo que fuese a ver al rey Acab, y que la sequía se terminaría. Acab se había casado con Jezabel la hija del rey de Tiro, donde se adoraba al dios Baal. Ella había llevado consigo su religión introduciendo el baalismo a los hebreos y encabezó un ataque en contra de la religión de éstos y del Dios de Israel.
Cuando el profeta fue a ver al rey para decirle del fin de la sequía, éste lo acusó de causar problemas en Israel. Elías a su vez lo acusó de dejar los mandamientos del Señor y seguir a Baal, y desafió a los profetas de Baal, apoyados por Jezabel, a ir al monte Carmelo y determinar quién era el Dios, si el Señor o Baal.
Acab congregó a todo el pueblo de Israel, y Elías se enfrentó solo, a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal; mientras la gente observaba.
La demostración consistía en construir dos altares —uno para el Señor y el otro para Baal— y poner en ellos bueyes para el sacrificio sobre pedazos de leña; cualquier deidad que contestara enviando fuego a la leña sería aceptado como el Dios. Los cuatrocientos cincuenta profetas comenzaron primero; clamaron a Baal desde la mañana hasta el mediodía pero no recibieron respuesta. En su frenesí, saltaban cerca del altar y se cortaban con cuchillos y lancetas hasta que la sangre chorreaba. Pero aún así no recibieron respuesta.
Entonces llegó el turno de Elías; pidió que sobre el sacrificio que había preparado, se derramaran cuatro cántaros de agua, y dijo: «. . . Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas.
«Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios y que tú vuelves a ti el corazón de ellos.
«Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja.
«Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!» (1 Reyes 18:36-39).
Los cielos se obscurecieron con nubes y viento y vinieron lluvias torrenciales que acabaron con la sequía.
Jezabel se enojó y amenazó a Elías, y éste huyó hacia Beerseba, y al desierto de Sinaí.
En el monte sintió el poder del viento, las locas del Sinaí fueron despedazadas, hubo un terremoto y un fuego, y en la calma que siguió se escuchó la voz del Señor: «¿Qué haces aquí, Elías?», a lo que éste contestó: «… los hijos de Israel han dejado tu pacto … y me buscan para quitarme la vida» (1 Reyes 19:9-10). Se enviaron dos tropas de soldados para capturarlo, pero Elías hizo bajar fuego de los cielos y fueron consumidos.
El gran defensor de Jehová y su amigo Elíseo caminaron juntos desde Jericó hasta el Jordán, allí Elías tomó su manto y dividió las aguas, las cuales se apartaron, y los dos pasaron a lo seco.
«Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino» (2 Reyes 2:11).
La historia de Elías se encuentra en el Antiguo Testamento, y se hace referencia a él en el Nuevo Testamento, pero sin revelación adicional quedaríamos en la oscuridad en lo concerniente a su misión y al significado de la promesa hecha por Malaquías. Exactamente la primera revelación escrita de esta dispensación, o sea las palabras del ángel Moroni al profeta José Smith, repite casi las mismas palabras usadas por Malaquías e indica que Elías habría de venir. Ocho años más tarde, unos días después de la dedicación del Templo de Kirtland, José Smith y Oliverio Cowdery acababan de orar juntos en el Templo cuando les fue manifestada una maravillosa visión. Permitidme leer unas cuantas líneas tal como se encuentran registradas en la sección 110 de Doctrinas y Convenios: «El velo desapareció de nuestras mentes, y los ojos de nuestro entendimiento fueron abiertos.
El Señor apareció sobre el barandal del púlpito y les habló. Apareció Moisés, luego Elías, y el registro continúa:
«Terminada ésta, otra visión grande y gloriosa se desplegó ante nosotros; porque Elías el profeta, el que fue llevado al cielo sin gustar de la muerte, se puso delante de nosotros, y dijo:
«He aquí, ha llegado el tiempo preciso anunciado por boca de Malaquías quien testificó que él (Ellas) sería enviado antes que viniera el día grande y terrible del Señor.
«Para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los hijos a los padres, para que no fuera herido el mundo entero con una maldición» (D. y C. 110:13-15).
En los siglos pasados, muchas personas han vivido y muerto sin tener un conocimiento del evangelio. ¿Cómo irán a ser juzgados sin tener este conocimiento? Pedro dijo que después que Cristo fue crucificado, «pero vivificado en espíritu … fue y predicó a los espíritus encarcelados» (1 Pedro 3:18-19). Luego agrega: «Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios» (1 Pedro 4:6). De este modo, aquellos que mueren sin tener un conocimiento del evangelio tendrán la oportunidad de oír y aceptarlo, y aceptar el bautismo.
¿Parecería razonable que las personas que han vivido sobre la tierra y murieron sin tener la oportunidad de bautizarse, sean privadas de salvación por toda la eternidad? ¿Es irrazonable que los vivos efectúen los bautismos por los muertos? Quizás el ejemplo más grandioso de la obra vicaria para los muertos es el Maestro mismo. El dio Su vida como una expiación vicaria, a fin de que todos los que mueren, vivan nuevamente y tengan vida eterna. Hizo por nosotros lo que nosotros mismos no podríamos hacer. De manera similar podemos efectuar ordenanzas por aquellos que no tuvieron la oportunidad de hacerlo en su vida.
No solamente se pueden efectuar bautismos por los muertos, sino investiduras; también sellamientos, por medio de los cuales las esposas llegan a ser compañeras eternas de sus esposos y sus hijos son sellados a ellos como familia. El sellamiento de las unidades familiares puede continuar hasta que la familia de Dios sea perfecta. Esta es la gran obra de la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos, mediante la cual los corazones de los padres se vuelve hacia sus hijos, y los corazones de los hijos a sus padres. La unión y redención de la familia de Dios fue el plan divino que se estableció antes de que se pusieran los fundamentos de la tierra.
Os testifico que el mismo profeta que fue alimentado por los cuervos, por el siempre abundante puñado de harina y el aceite; que volvió a la vida al hijo de la viuda, cuyo sacrificio fue consumido por el fuego de los cielos, que fue arrebatado a los cielos en un carro de fuego con caballos; ha aparecido en esta época, como fue predicho por Malaquías. El está volviendo los corazones de ésta y las generaciones pasadas unos hacia los otros.
Antes de la edificación de templos en esta dispensación y la aparición de Elías, había muy poco interés en buscar e identificar a las familias del pasado. Desde que se edificaron los templos, el interés genealógico en el mundo ha aumentado a un grado acelerante. Una demostración de este gran interés es la congregación de miles de personas que se realizó en Salt Lake City, representando a cuarenta y cinco naciones, para la Conferencia Mundial de Registros.
Permitidme volver a las palabras pronunciadas por el discursante en cuanto a las tendencias de la juventud moderna. ¿Podrían significar las palabras de Malaquías que la misión de Elías en los postreros días sería la de resolver las diferencias entre padres e hijos, restaurar la tranquilidad doméstica y cerrar la brecha de la comunicación? Naturalmente que no. La revelación moderna nos ha brindado el verdadero significado. Quisiera leer las palabras de José Smith en respuesta a la pregunta: «… el espíritu de Elías el Profeta es que rescatemos a nuestros muertos, seamos unidos a nuestros padres que se hallan en el cielo y que señalemos a nuestros muertos para que salgan en la primera resurrección (Enseñanzas del Profeta José Smith, página 417).
Que el espíritu de Elías arda en nuestros corazones y nos vuelva hacia los templos, lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.

























Magnifico discurso, lleno de historia y doctrina
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