Velad, pues, para que estéis listos

Conferencia General Octubre 1971

Velad, pues, para que estéis listos

harold b. lee

Por el élder Harold B. Lee
Primer Consejero en la Primera Presidencia


Mis amados hermanos y hermanas; y aquellos de nuestros amigos que nos estén escuchando.  Oro por la guía del Espíritu durante estos momentos que estoy ante ustedes.

Hace algún tiempo, me visitó un periodista de una gran cadena de periódicos, la cual venía a informarse acerca de la actividad misional de la Iglesia.  Después que le explicamos nuestras actividades mundiales respecto a las misiones que se estaban formando en nuevas áreas tales como las Islas Fidji, Corea, Hong-Kong, Indonesia, Tailandia, España, Italia y anteriormente en lejanos lugares de Latinoamérica y entre las tribus indias; preguntó, mientras contemplaba las actividades misionales a nivel mundial en toda su magnitud: «¿Ustedes tratan de convertir al mundo entero?» Le respondí citando la comisión que dio el Maestro a sus primeros discípulos:

«Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

«El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.»

El Maestro entonces habló de las señales que darían evidencia de la divinidad en sus llamamientos:

«Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo…

Entonces, como los evangelios registran: «Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor, y confirmando la palabra con las señales que la seguían» (Marcos 16:15-16, 19-20).

Entonces, le recordé las palabras de una revelación dada a los discípulos del Señor, en los primeros años de esta dispensación, que por medio de su administración, «salga la palabra hasta los cabos de la tierra, primero a los gentiles, y entonces, he aquí, se tornarán a los judíos.

«Porque acontecerá que en aquel día, todo hombre, por conducto de aquellos a quienes se confiera este poder, oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua y en su propio idioma. . . » (D. y C. 90:9-11).

Estamos presenciando una gran expansión de la obra de la Iglesia por todo el mundo. Parece que las primeras revelaciones del Señor acerca de la Iglesia, nos señalan que debemos prepararnos para ese día, cuando vemos que el Señor prometió: «He aquí, yo me encargaré de toda vuestra grey, (refiriéndose por supuesto a la congregación de la Iglesia) y levantaré élderes que les enviaré.

«He aquí, yo apresuraré mi obra en su tiempo» (D. y C.  88:72-73).

Durante los meses pasados, estuvimos mucho tiempo en países del Lejano Oriente en los países de Europa donde convivimos con grandes congregaciones, algunas, de nuestros miembros y otras que no lo eran.

Nunca, al parecer, ha habido tan inequívoca evidencia de la necesidad de una guía espiritual, como encontramos a través de nuestras visitas en esos países, los cuales buscan respuestas a sus problemas.  Hemos sentido que por todas partes hay mucha insatisfacción hacia las iglesias a las que pertenecen.  La razón real de este decaimiento del interés en la religión, parece apoyarse en el hecho, de que como un columnista lo ha resumido: «La religión organizada no está siendo atacada, sino que está muy diligentemente ocupada en aniquilarse al tratar de mantenerse al nivel de personas como «Jane Fonda y Timothy Leary» por lo cual ¡quisiera rechazar esa ridícula vieja Biblia, dejar esa enmohecida iglesia y ser motivados por las mismas cosas que ellos!» (Dr.  Max Rafferty, «Church Should Examine Own Action in Decline of Religion» Salt Lake Tribune, 19 de septiembre de 1971, pág.  A-13).

Ellos desean una definición verdadera de lo que constituye la autoridad divina.

Ellos claman por la seguridad o la salvación no sólo en el mundo venidero, sino por una salvación temporal aquí y ahora, sin que necesiten morirse para lograría.  Existe una necesidad de que las iglesias se preocupen por el bienestar del individuo, de manera que cada uno pueda ser ayudado a ayudarse a si mismo, por medio del esfuerzo unificado y la hermandad en una iglesia que se preocupe vivamente por las necesidades tanto temporales y sociales como espirituales.

Ellos están buscando una iglesia donde no sólo haya unidad entre la congregación, sino que llegue a una unificación de esfuerzos para afrontar los desafiantes problemas que confronta la humanidad; donde la congregación de la iglesia en una nación eslabone sus manos con aquellos de una fe en común, que abarque los continentes y los océanos y proclame una hermandad universal, a la cual puedan confiarse en asuntos de salud, educación, unidad de lazos dentro del hogar, desarrollo y promoción de actividades constructivas en la iglesia; donde a la juventud se le enseñen principios correctos para que puedan llegar a ser directivos eficaces; en donde haya tal número de actividades sanas que no puede tiempo para comprometerse con el mal que nos invita por todos lados.

En pocas palabras, en todas partes se pide una iglesia que esté firmemente basada en los ideales básicos de la cristiandad. Como lo definió el apóstol Santiago: «La religión pura y sin mácula delante de Dios el padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo» (Santiago 1:27).

En este principio hemos encontrado una fuerte autoridad que inspira confianza y muestra el camino a seguir, donde los fuertes dan generosamente de su dirección, sus medios y sus talentos; donde los débiles son motivados a realizar su máximo esfuerzo para ver por si mismos; donde las emergencias pueden aliviarse de una manera que fomente la hermandad, en lugar de ese proceso denigrante que se describe en las Escrituras como «moléis las caras de los pobres» (Isaías 3:15).

Nunca ha habido en la Iglesia una necesidad mayor de capacitación de directores y enseñanza eficaz, para combatir los ingeniosos y diabólicos métodos de, los poderes del mal que los «pacificará y los adormecerá con seguridad carnal», agitándolos a la ira, diciendo que todo va bien, y que no hay infierno ni tampoco hay diablo, porque ésta es la manera, en que los antiguos profetas advirtieron, que: «El diablo engaña sus almas, y, los conduce astutamente al infierno» (2 Nefi 28:20-22).

Es aterrador observar que en los lugares en que la prosperidad es mayor, hay también la inequívoca evidencia de que, como los pueblos de otras dispensaciones, cuando prosperaban, se olvidaban de Dios y eran aparentemente ricos en todas las cosas que el dinero puede comprar, pero estaban desprovistos de la mayoría de las preciosas cosas que el dinero no puede comprar.

Los profetas dieron una clara advertencia a aquellos que elevan el orgullo de sus corazones, por causa de su ocio y su excesiva prosperidad:

«Sí, y podemos ver que es precisamente cuando hace prosperar a su pueblo… sí, entonces es cuando endurecen sus corazones, se olvidan del Señor su Dios y huellan con los pies al Muy Santo; sí, y esto a causa de su comodidad y su prosperidad tan grande» (Helamán 12:2).

Y así hacemos nosotros, cuando vemos estas cosas, nos lamentamos con aquellos que se han ido antes que nosotros.

«¡Sí, cuán dispuestos a entregarse al orgullo; si, a jactarse y cometer toda clase de iniquidades; y cuán lentos en acordarse del Señor su Dios y escuchar sus consejos; sí, cuán lentos son en andar por las vías de la prudencia!» (Helamán 12:2).

Aquí retorna a nosotros, más claramente que nunca, la aplicación de las palabras del Maestro al terminar su Sermón del Monte: Que la persona o iglesia (una congregación de individuos, por supuesto) que pueda permanecer a través de estos años de prueba, sólo será aquella que está fundada sobre la roca.

¿Cómo? Como lo declaro el Maestro; escuchando y obedeciendo los principios fundamentales e invariables sobre los cuales está fundada la verdadera iglesia, cuando los vientos del engaño soplen, cuando las olas de la inmundicia y la maldad nos sumerjan, o cuando las lluvias de la critica y el escarnio hayan caído sobre aquellos que estén firmemente sujetos a la verdad.

Constantemente vienen a nosotros hombres y mujeres de gran renombre, y sus observaciones, cuando se enteran de la Iglesia y el gran alcance de sus actividades, son, en un sentido, confirmación de lo que el apóstol Pablo le declaró hace tiempo a los romanos:

«Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a  todo aquel que cree… porque… la justicia de Dios se revela… (Y noten esto particularmente), porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad» (Romanos 1:16-18).

Un renombrado conferenciante en el «Club del Cuchillo y el Tenedor» de Bonneville, el señor George Rony, me hizo esta observación, después de que lo llevé, a petición suya, a ver algunas de nuestras actividades en el plan de bienestar de la Iglesia: «Vuestro plan de bienestar inundará el mundo, y no me cabe ninguna duda, después de verlo en acción, que un día este será el plan maestro para una cristiana manera de vivir.»

Frecuentemente, prominentes visitantes preguntan acerca de nuestro sistema educativo, mediante el cual, fuera de nuestra Iglesia e instituciones escolares, y dentro de nuestros seminarios e institutos, ella está llegando a cada hogar con las primarias de hogar, con cursos de estudio individual supervisado para los jóvenes, con el fin de enseñarles principios esenciales de vital importancia para la vida cristiana.

Estos visitantes, invariablemente, buscan con avidez el secreto de cómo nuestros campamentos de jóvenes han sido capaces de mantener la ley y el orden.  Estas preguntas, por supuesto, han dado lugar a una explicación acerca de la noche de hogar familiar, nuestro programa para los hogares de los cuales provienen la mayoría de nuestros jóvenes.  Se enfocó la atención en las organizaciones de estudiantes en nuestras universidades, donde ellos mismos están organizados como unidades de la Iglesia a los que se les han enseñado cómo pueden comunicarse responsablemente, de la manera provista por el pan del Señor.

Estas observaciones y muchas otras similares, nos hacen reflexionar y nos desafían a esforzarnos más diligentemente en llevar a cabo el perfecto plan que se nos ha dado, por el cual el mundo podría salvarse si todos los hombres pudieran ser motivados a: «Escudriñar diligentemente, orar siempre y ser fieles (de manera que) todas las cosas obren juntamente para vuestro bienestar» y la gloria del nombre del Señor (D. y C.  90:24).

Acabamos de regresar de una histórica conferencia de los miembros de la Iglesia en las Islas Británicas, en Manchester, Inglaterra, ahí tuvimos una asamblea con más de doce mil miembros.

La intensidad del interés ahí manifiesto, fue un testimonio elocuente de la creciente conciencia de que el reino de Dios, representado por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es mundial y que los miembros de la Gran Bretaña tienen la firme resolución de establecer la Iglesia más firmemente en su tierra nativa.

Esto fue categóricamente demostrado cuando concluyeron esta conferencia de tres días con una original canción compuesta por uno de sus directivos locales, titulada: «Este es nuestro lugar», la cual concluye con esta impresionante declaración:

«La obra de Dios es nuestra; no debemos fallar  en trabajar con nuestro corazón y fuerza;

Con El a nuestro lado, no temeremos,

Aquí vivirá El, aquí le serviremos.»

(Ernest Hewett, Presidente de la Estaca de Leicester).

Tuvimos la primera conferencia general de este tipo en las Islas Británicas, gracias a su gran contribución al temprano crecimiento de la Iglesia, lo cual da evidencia de la gran expansión de la sangre de Israel entre este pueblo.

Cuando visitamos diversos países, ya sea en el Lejano Oriente, áreas europeas, naciones latinoamericanas, o en otras partes del mundo, notamos, como en las Islas Británicas, el gran deseo por parte de los miembros de nuestra Iglesia, de verla crecer en sus propios países.  Ellos están esperando el día en que sus miembros, con una dirección desarrollada estén capacitados para asumir puestos de responsabilidad, para presidir sobre distritos, misionales y templos; en que su fuerza sea tan manifiesta que puedan gobernarse por sí mismos, después que les hayan sido enseñados principios correctos.

Es una permanente maravilla ver cuán receptivos son estos dirigentes a la  capacitación dentro de la Iglesia’, cuando alguien les ha enseñado a mostrar el camino.  En cuanto los miembros de la Iglesia aprecian el espíritu de la obra, sienten un intenso deseo de ir a un santo templo, donde pueden recibir las prometidas bendiciones del sacerdocio, las cuales por medio de su fidelidad, les darán los más altos privilegios celestiales en la vida venidera.

Hemos ido a todas partes, y aquí en casa, nos preguntan acerca de nuestro esfuerzo en beneficio de los pueblos menos privilegiados.  Esto nos ha dado la oportunidad de explicar cómo, desde el encuentro con los nuevos conversos, se procede paso a paso para introducirlos en el programa de la noche de hogar familiar, por medio del cual se ayuda a los padres con sus problemas familiares; en pequeñas unidades de organización, de escuelas dominicales, ramas y distritos, culminando en estacas con el propósito que el Señor reveló: proveer «por defensa y por refugio de la tempestad y de la ira, cuando sea derramada sin compasión sobre la tierra» (D. y C. 115:6).

Cuando recuerdo las palabras de un mensajero celestial al joven profeta en el principio de esta dispensación respecto a que el propósito de la Iglesia restaurada era preparar al pueblo para recibir la venida del Señor, pienso cuando los discípulos se reunieron alrededor del Maestro, antes de que El los dejara, y le preguntaron acerca de las señales de su segunda venida y del fin del mundo, o la destrucción de los malos, lo cual es el fin del mundo. Y él les dio ciertos signos que podrían predecir que su segunda venida estaba cerca, aún a las puertas.  El habló de grandes tribulaciones de guerras, hambres y terremotos.

Una de las más significativas, entre las señales de las cuales habló el Maestro, lo cual siempre me he preguntado, es que previamente a su venida habría falsos profetas y falsos cristos, que harían grandes señales y maravillas engañando a los fieles que esperan ese glorioso día en que el Señor retornará a la tierra.  En realidad, vemos esto actualmente.  Han venido individuos con reclamaciones de divinidad para sus líderes.  Estos engañadores están entre nosotros y algunos han venido en persona proclamando ser Dioses, y es muy posible que otros se levanten para hacer lo mismo, en cumplimiento de la declaración del Maestro, de que vendrán falsos cristos y falsos profetas.

El Maestro ha dado a los santos una manera segura de proclamar la venida. Así es como el Salvador dijo que aparecería:

«Así que, si (los falsos cristos) os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis;.o mirad, está en los aposentos, no lo creáis.

«Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre» (Mateo 24:26-29,  José Smith 1:25-26).

Si podemos recordar esto y desechar todas las ideas tontas acerca de cómo aparecerá el Salvador, estaremos listos para cuando El venga.

En preparación para ese maravilloso evento, el Maestro aconsejó: «Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.

«Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.»

Entonces, ahí está su promesa para los siervos que han estado viviendo fielmente:

«Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su Señor venga, lo halle haciendo así» (Mateo 24:42,49,46; José Smith 1:46,48,50).

Hace pocos días recibimos un reporte de esos que promueven la fe, el cual era de un joven presidente de misión y su esposa, que acababan de ser relevados de presidir sobre una misión en Perú, donde recientemente ocurrió una de las peores calamidades en la historia del mundo, donde se estima que setenta mil personas quedaron sepultadas, cuando un terremoto sacudió una montaña entera sobre dos ciudades, que fueron completamente destruidas. Teníamos cuatro misioneros trabajando ahí, dos en cada ciudad. Cuando sobrevino el terremoto, ellos estaban trabajando en los asuntos del Señor, dos de ellos predicaban el evangelio en las afueras del pueblo y los otros dos asistían a una junta de preparación en otra ciudad.

Después de los tres terroríficos días de semiobscuridad por el asfixiante polvo, ellos filosofaron y relacionaron esto en el tiempo de la crucifixión del Salvador; cuando también hubo tres días de obscuridad; y cuando El viniera; dos estarán moliendo en el molino, y uno será tomado y el otro será dejado (Mateo 24:40-41).

Cuando sacude un terremoto, es posible que cada persona sea tomada tal como está viviendo, tal vez en un cine, en una taberna, en el aturdimiento de la borrachera, o de cualquier otra manera: pero los verdaderos siervos de Dios, que estén cumpliendo con su deber, serán protegidos y preservados si hacen lo que el Señor ha aconsejado: «permanecer en lugares sagrados, y no seáis movidos», cuando esos días puedan venir (D. y C. 89:8).

Así también exhortamos a los miembros de la Iglesia en toda la tierra: permaneced en vuestros lugares y decid como cantan los santos británicos: «La obra de Dios es nuestra; no debemos fallar en trabajar con nuestros corazón y fuerza; con El a nuestro lado, no temeremos, aquí vivirá El, aquí le serviremos.»

A vosotros nuestros fieles santos y a todos nuestros amigos que sois honestos de corazón: id a vuestros hogares y al  terminar esta gran conferencia:

Haced vuestras oraciones familiares, mantened firmes los lazos del hogar y dejad que el amor sobreabunde.

Vosotros que sois los vigilantes del sacerdocio, no vaciléis en el sagrado encargo de «velar siempre por los de la Iglesia, y estar con ellos y fortalecerlos» (D. y C. 20:53).

Vosotros, directivos, poned a funcionar en toda su capacidad los programas que nos han sido enviados del cielo en estos días, para detener la ola de maldad que viene sobre el mundo como una avalancha.

Aligerad vuestras cargas individuales incrementando la actividad de otros, para que todos puedan beneficiarse.

Sobre todo, enseñad el evangelio de Jesucristo con poder y autoridad y continuad dando testimonio de la divina misión de nuestro Señor y Maestro Jesucristo.

Y a vosotros, nuestros amigos, los que sois honestos de corazón, y sinceros buscadores de la verdad, os damos nuestro solemne testimonio de que «por la expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio» (3er. Artículo de Fe), si son administradas por siervos autorizados que posean las llaves de salvación tanto para vivos como para muertos.

Deseo que todos los que escucháis mi voz podáis ser confortados en esta dispensación, como otros, en tiempos difíciles fueron confortados y escudados de las trampas del adversario. Escuchad las palabras del Maestro cuando se refiere a su pueblo como a sus hijos.

«No temáis, niñitos, porque sois míos, y yo he vencido al mundo, y vosotros sois de aquellos que el Padre me ha dado;

«Y ninguno de aquellos que el Padre me ha dado se perderá. . .

«Por tanto, estoy en medio de vosotros, soy el buen pastor y la piedra de Israel. El que edificare sobre esta roca nunca caerá.

«Y vendrá el día en que oiréis mi voz y me veréis, y sabréis que yo soy.» Y entonces El dijo:

«Velad, pues, para que estéis listos’ (D. y C. 50:41,42,44,46).

Yo creo con toda mi alma que esa promesa es para vosotros y para mí, si somos merecedores de ser llamados sus hijos.

De esto yo testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

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