Conferencia General Octubre 1970
Para que la plenitud de
mi evangelio sea proclamada
Por el presidente Joseph Fielding Smith
Mis queridos hermanos, os extendemos una cordial bienvenida al comenzar esta 140a. Conferencia General Semestral de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Agradecemos que el Señor os haya dado este privilegio de venir de nuevo para adorarlo en espíritu y verdad, y rogamos que durante las sesiones de esta conferencia derrame su Espíritu abundantemente sobre nosotros.
Extendemos una especial bienvenida a los otros hijos de nuestro Padre, personas devotas y buenas de diferentes fe que nos escuchan por medio de las transmisiones de radio y televisión.
Mientras me dirijo a vosotros, ojalá pueda tener el apoyo de vuestra fe y oraciones. Me regocijo por el privilegio que tengo de alzar mi voz en doctrina, en testimonio y en agradecimiento.
Durante más de sesenta años he predicado el evangelio en las estacas y misiones de la Iglesia, exhortando a los santos a que guarden los mandamientos, invitando a los demás hijos de nuestro Padre a aceptar la verdad salvadera que hemos recibido por revelación en esta dispensación actual.
Durante toda mi vida he estudiado las Escrituras y he buscado la inspiración del Espíritu del Señor para llegar a adquirir un conocimiento de su verdadero significado. El Señor ha sido bueno conmigo, y me regocijo en el conocimiento que me ha concedido y en el privilegio que poseo de enseñar sus principios salvadores.
Al meditar tocante a los principios del evangelio, me lleno de asombro al ver la uniformidad en la que yo y todas las Autoridades Generales los hemos enseñado a través de los años. Las verdades del evangelio permanecen eternamente iguales; al igual que Dios, son las mismas ayer, hoy y siempre. Lo que he enseñado y escrito en épocas pasadas lo enseñaría y escribiría nuevamente bajo las mismas circunstancias.
Y lo que digo respecto a mí mismo, debe aplicarse a todas las Autoridades Generales y a todos los élderes de la Iglesia ya que todos somos llamados a predicar el evangelio, a ser ministros de Cristo, a levantar la voz de amonestación y a que nos enseñemos «el uno al otro la doctrina del reino».
En los primeros días de esta dispensación, el Señor les dijo a aquellos que habían sido llamados a su ministerio «que todo hombre hable en el nombre de Dios el Señor, aun el Salvador del Mundo… Para que la plenitud de mi evangelio sea proclamada por los débiles y sencillos hasta los cabos de la tierra, y ante reyes y gobernantes» (D. y C. 1:20, 23).
A aquellos llamados a «salir a predicar» su evangelio y a todos «los élderes, presbíteros y maestros» de su iglesia, les dijo: «Enseñarán los principios de mi evangelio que se encuentran en la Biblia y el Libro de Mormón», y las otras escrituras, «conforme los dirija el Espíritu.» ( D. y C. 42:1113).
Como agentes del Señor, no hemos sido llamados o autorizados para predicar las filosofías del mundo o las teorías especulativas de nuestra era científica; nuestra misión es predicar las doctrinas de salvación con claridad y sencillez, tal como se encuentran reveladas y registradas en las Escrituras.
Después de instruirnos a que enseñáramos los principios del evangelio como se encuentran en los libros canónicos, conforme nos dirija el Espíritu, el Señor hizo entonces la gran declaración que gobierna toda la enseñanza de su evangelio hecha por cualquier persona en la Iglesia: «Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibiereis el Espíritu, no enseñaréis (D. y C. 12:14).
En armonía con el espíritu de estas revelaciones, y con un corazón rebosante de amor para todos los hombres, exhorto a los miembros de la Iglesia a que aprendan y vivan el evangelio, y hagan uso de su fortaleza, energía y recursos para proclamarlo al mundo. Hemos recibido un mandamiento del Señor; nos ha dado un mandamiento divino, de que salgamos con una diligencia incansable y ofrezcamos a sus otros hijos aquellas verdades reveladas al profeta José Smith.
Dios, nuestro Padre Eterno, es el autor del plan de salvación, este es el evangelio de Jesucristo; es el que «por la expiación de Cristo todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio» (Tercer Artículo de fe).
En toda época cuando el evangelio se ha encontrado en la tierra, ha sido revelado a los profetas del Señor, quienes deben ser llamados a aparecer como administradores legales para efectuar y dirigir la manera en que se realizan las ordenanzas de salvación para su prójimo.
José Smith es el profeta a quien el Señor llamó en esta época para restaurar las verdades de salvación y para recibir las llaves y poderes para administrarlas.
El Señor te dijo: «. . . esta generación recibirá mi palabra por medio de ti» (D. y C. 5:10). Y luego, refiriéndose al evangelio restaurado a través de José Smith, el Señor dijo: «Se predicará este Evangelio del Reino en todo el mundo, por testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin o la destrucción de los inicuos» (José Smith 1:31).
‘De esta manera unimos los nombres de Jesucristo y José Smith. Cristo es el Señor; El llevó a cabo el sacrificio expiatorio; El es la resurrección y la vida, y mediante El, todos los hombres son resucitados en inmortalidad, más aquellos que creen y obedecen sus leyes también ganarán la vida eterna en su reino.
José Smith fue un profeta, llamado en estos últimos días para recibir mediante la revelación, las verdades salvadores del evangelio y para actuar como administrador legal, poseyendo poder desde lo alto para administrar las ordenanzas del evangelio.
Siendo que estas verdades reveladas a través de él son las mismas que serán predicadas en todas las naciones antes de la Segunda Venida, no es de extrañarse que encontremos a Moroni diciéndole a José Smith que su «nombre se tendría por bien o mal entre todas las naciones, tribus y lenguas; o que hablarían bien o mal de él en todas las naciones» (José Smith 2:33).
Ni tampoco es de extrañarse que poco después el Señor le haya dicho al Profeta: . Desde los cabos de la tierra inquirirán tu nombre; los necios de ti se burlarán, y el infierno se encolerizará en contra de ti;
«En tanto que los puros de corazón, los sabios, los nobles y los virtuosos constantemente buscarán consejo, autoridad y bendiciones de tu mano» (D. y C. 122:1-2).
Los cabos de la tierra están ahora empezando a inquirir el nombre de José Smith, y mucha gente de diversas naciones está regocijándose en el evangelio restaurado por medio de él.
Desde el comienzo de esta dispensación, el testimonio de Jesús, como le fue revelado a José Smith, se ha predicado en los Estados Unidos de América, Canadá, Gran Bretaña, la mayor parte de Europa y las islas del Pacífico.
En años recientes, ha habido una increíble expansión de la obra en México, y los países de Centro y Sudamérica.
Y Asia acaba de ser dedicada para la predicación del mensaje del evangelio en una manera que sobrepasará cualquier logro hasta hoy alcanzado. La Iglesia está estableciéndose en Japón y Corea, en Taiwán y l long Kong, y se están haciendo los preparativos para empezar en Tailandia, Singapur e Indonesia.
Y llegará el día, en la providencia del Señor cuando otras naciones, que ahora tienen sus puertas cerradas al mensaje de la verdad, las abrirán, y los élderes de Israel podrán dirigirse a las personas sinceras de esas naciones y les hablarán acerca del Cristo y el evangelio de su reino, el cual ha llegado a la tierra en esta época a través del profeta José Smith.
En realidad, hay más puertas abiertas que las podemos atender con el número de misioneros que están disponibles. Esperamos que llegará el día cuando todo joven Santo de los Últimos Días, digno y capaz, tenga el privilegio de cumplir el mandato del Señor para ser un testigo de la verdad en las naciones de la tierra.
Actualmente tenemos muchas y podemos utilizar más parejas estables y maduras en esta obra misional, y esperamos que aquellas personas dignas y capaces pongan en orden sus asuntos a fin de poder responder a los llamamientos de predicar el evangelio, y efectúen sus obligaciones de una manera aceptable.
Asimismo, tenemos y podemos utilizar a muchas otras jovencitas en esta obra, a pesar de que esta responsabilidad no recae sobre ellas tanto como en los hermanos, y nuestro gran deseo referente a ellas es que puedan contraer matrimonio en los templos del Señor.
Invitamos a los miembros de la Iglesia a que presenten su ayuda económica para el sostenimiento de la obra misionera y a que contribuyan desinteresadamente para la propagación del evangelio.
Felicitamos a aquellos que tan valientemente están prestando sus servicios en la gran obra misionera. José Smith dijo: «Después de todo lo que se ha dicho, el mayor y más importante deber es predicar el evangelio» (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 132).
Invitamos a todos los hijos de nuestro Padre a que den oído a las palabras de los misioneros que están predicando en las naciones de la tierra.
Los exhortamos a que acepten al Señor como su Dios y a que lo adoren en espíritu y verdad y en el nombre de Jesucristo nuestro Señor.
Invitamos a todos los hombres a creer en Cristo, a aceptarlo sin ninguna duda como el Hijo de Dios, como el Unigénito del Padre, a tener fe en su santo nombre y a expresar su amor por El guardando sus mandamientos y recibiendo a aquellos que ha enviado en su nombre a predicar su evangelio.
Sabemos que si los hombres tienen fe en Cristo, se arrepienten de sus pecados, hacen el convenio en las aguas del bautismo de guardar sus mandamientos y reciben el Espíritu Santo por la imposición de manos por aquellos que son llamados y ordenados mediante este poder —y si guardan sus mandamientos— tendrán paz en esta vida y vida eterna en el mundo venidero.
Ahora quisiera decirles a todos aquellos que abandonan el mundo y se unen a la Iglesia, y a los miembros de ella, que el solo hecho de pertenecer a la Iglesia no nos asegurará todas las bendiciones del evangelio ni nos garantizará la entrada al reino celestial. Después del bautismo debemos guardar los mandamientos y perseverar hasta el fin.
Dirigiéndose a los miembros de la Iglesia, Nefi dijo: «…después de haber entrado en esta recta y angosta senda, quisiera preguntar, ¿ya se ha hecho todo?»
Entonces respondió: «He aquí, os digo: No; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando en los méritos de aquel que es poderoso para salvar.
«Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo una esperanza resplandeciente, y amor hacia Dios y hacia todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo y perseverando hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna» (2 Nefi 31:19-20).
No hay cosa más importante que persona alguna pueda hacer en el mundo que recibir el evangelio y heredar sus gloriosas bendiciones; y no hay ningún consejo más importante que se pueda impartir a cualquier miembro de la Iglesia que guardar los mandamientos después del bautismo. El Señor nos ofrece la salvación con la condición de que nos arrepintamos y seamos fieles a sus leyes.
Exhorto a todo el mundo a que se arrepienta y crea la verdad, a que permitan que la luz de Cristo brille en su vida, a guardar todo principio bueno y verdadero que poseen y añadir a éstos la luz y el conocimiento que se ha recibido mediante la revelación actual. Los exhorto a que se unan a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y cosechen las bendiciones del evangelio.
Exhorto a los miembros de la Iglesia a llevar a cabo las obras de justicia, a guardar los mandamientos, a buscar el Espíritu, amar al Señor, anteponer en su vida las cosas del reino de Dios y mediante ello lograr su salvación con temor y temblor ante el Señor.
Y ahora, a todos los hombres —dentro y fuera de la Iglesia— los testifico de la veracidad y divinidad de esta gran obra de los últimos días.
Sé que Dios vive y que Jesucristo en su Hijo; tengo un perfecto conocimiento de que el Padre y el Hijo se le aparecieron a José Smith en la primavera de 1820 y le dieron mandamientos para introducir la dispensación del cumplimiento de los tiempos.
Sé que José Smith tradujo el Libro de Mormón mediante el don y el poder de Dios, y que ha aparecido «para convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones.»
Sé que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es el reino de Dios en la tierra, y que tiene la aprobación del Señor en la manera que actualmente está constituida, y que está progresando en el camino así dictado.
Sepan todos los hombres con seguridad que ésta es la Iglesia del Señor y que El la está dirigiendo. ¡Qué gran privilegio el pertenecer a tan divina institución!
Ruego que la causa del evangelio se siga propagando, y que las personas sinceras de todas las naciones lleguen a tener un conocimiento del Señor Jesucristo.
Ruego por la preservación y éxito de los misioneros y los nuevos conversos, y le suplico a Dios nuestro Padre que les derrame su amor y misericordia y les conceda los deseos justos de sus corazones.
Ruego por la juventud de la Iglesia y del mundo en estos tiempos tan peligrosos, tiempos en que las normas del evangelio son tan necesarias como ha sido el caso en cualquier época de la historia de la tierra.
Y le agradezco al Señor su bondad y gracia, y todas las bendiciones que tan abundantemente ha derramado sobre el mundo, sobre su Iglesia y sobre nosotros como individuos. En el nombre del Señor Jesucristo. Amén

























