C. G. Octubre 1970
Tu eres un maestro que viene de Dios
por el élder Thomas S. Monson
del Consejo de los Doce
Presidente Smith: Cuando estoy en su presencia, pienso en el principio de valor; porque fue hace quince años, en el edificio al sur de este Salón de Asambleas, cuando usted presidió una conferencia en la que yo fui llamado como miembro de la presidencia de estaca. Recuerdo muy bien el día. Yo estaba cantando en un coro del Sacerdocio Aarónico. En esa ocasión era un obispo, y los miembros del obispado siempre cantan cuando participa el Sacerdocio Aarónico.
Cuando el presidente Smith se colocó ante el púlpito, leyó mi nombre como miembro de la presidencia de la estaca. Esta fue la primera notificación que tuve de mi llamamiento. El entonces usó estas palabras para presentarme: «Si el hermano Monson quiere aceptar ahora este llamamiento, nos gustaría escuchar sus palabras.»
Permítanme citar para ustedes la última línea del himno que acabábamos de cantar: «Ten valor, muchacho; ten valor, muchacho, para decir no.» Yo lo usé como tema, ese brillante día de junio: «Ten valor, muchacho, para decir sí.» Y he requerido valor cada vez que me he parado ante este púlpito.
La Primera Presidencia me ha pedido presentar a ustedes ahora el nuevo programa de desarrollo del maestro, el cual podría mejorar la calidad de la enseñanza en toda la Iglesia.
Hermanos; alguno de vosotros como padre, le ha preguntado a su hijo: «Ricardo, ¿cómo estuvo tu clase de la Escuela Dominical?» Los jóvenes alguna vez contestarán: «No muy bien, papá. Mi maestro no asistió». En otra ocasión la respuesta será: «Mi maestro, el hermano Solís, hace lo que puede, pero no logra comunicarse.»
Si somos honrados con nosotros mismos, algo de esto mismo se ha oído en cada hogar Santo de los Últimos Días. Y no se limita a la Escuela Dominical, sino que se extiende a la Primaria, Noche de Actividades, Sociedad de Socorro y quórumes del sacerdocio.
John Milton (Poeta inglés autor del Paraíso Perdido (1608-1674.), describió la misma situación con estas palabras: «Las ovejas hambrientas levantaban la mirada, pero no eran alimentadas». (Lycidas) El Señor mismo dijo al profeta Ezequiel: «Ay de los pastores de Israel, que …no apacentáis a las ovejas» (Ezequiel 34:2-3).
¿Necesitamos actualmente pastores inteligentes y aun maestros experimentados y justos? Nuestro mundo, girando velozmente, como propulsado a reacción, abriga presiones y tentaciones no conocidas anteriormente.
Más de $500 millones de dólares al año se gastan en literatura pornográfica, por medio de la cual, gente perversa trata de ganar dinero vendiendo maldad. Revistas, películas, programas de televisión, y otros medios masivos de comunicación, son frecuentemente utilizados para bajar los niveles morales e inducir a la mala conducta. El crimen y la delincuencia se ha desenfrenado. Los valores espirituales son puestos en duda. Necesitamos desesperadamente maestros eficaces, para que nos ayuden a entender cuáles son las cosas genuinas e importantes en esta vida y desarrollar la fuerza para escoger el camino que nos mantenga seguros en nuestra ruta hacia la vida eterna.
El tener conocimiento de la situación y al sentir la necesidad de actuar con eficacia, la Primera Presidencia llamó en octubre de 1968 un comité para trabajar en el mejoramiento de la calidad de la enseñanza en la Iglesia. Ellos aconsejaron que el programa debería:
- Ser patrocinado por el sacerdocio y para la Iglesia en todo el mundo;
- Ayudar a los maestros y líderes a mejorarse»
- Ayudar a los futuros maestros a comenzar sus asignaciones con el entrenamiento y el entendimiento espiritual necesario para ser eficaces.
En enero de este año, en una entrevista publicada en los diarios de Utah, el presidente Joseph Fielding Smith y sus consejeros, reforzaron nuevamente la importancia del papel de la enseñanza. Yo cito: «Enseñar a los miembros de la Iglesia a guardar los mandamientos de Dios, fue definido por la nueva Primera Presidencia como su mayor desafío».
La meta de la enseñanza del evangelio actualmente, tal como se recalca en el programa de desarrollo del maestro, no es «vaciar información» en la mente de los miembros de la clase. No es tampoco para mostrar cuántos conocimientos tiene el maestro, ni es para aumentar meramente nuestros conocimientos acerca de la Iglesia. La meta básica de la enseñanza en la Iglesia es ayudar a que se produzcan importantes cambios en la vida de jóvenes y señoritas, hombres y mujeres. Su mira es inspirar al individuo a pensar, sentir y hacer algo acerca de cómo vivir los principios del evangelio.
Para ayudar a alcanzar y lograr esa meta les presentamos a ustedes, miembros del sacerdocio, el nuevo programa de desarrollo del maestro de la Iglesia.
El jueves 1 de octubre de 1970, en su seminario para Representantes Regionales de los Doce, el programa de desarrollo del maestro fue presentado en detalle. Estos dedicados y capaces hermanos, en las próximas seis semanas desglosarán el programa a las presidencias de estaca; y entonces dará principio, (el l°. de enero de 1971). Durante los primeros seis meses de 1971, cuando las Autoridades Generales visiten cada estaca en su conferencia trimestral, impulsarán e informarán sobre la aplicación de este programa.
Un principio básico de administración de empresas enseña: «Cuando se mide el trabajo, el trabajo mejora. Cuando el trabajo es medido y reportado, el promedio de mejoramiento se acelera.» «Yo pienso que la visita de las Autoridades Generales a sus estacas producirá dicha aceleración.
El tiempo exige que la introducción del programa mismo, sea en forma de encabezados:
- El nuevo programa para toda la Iglesia está patrocinado por el sacerdocio y anula cualquier otro programa vigente de capacitación de maestros.
- El presidente de estaca es responsable del desarrollo del maestro en su estaca. El llamará a un miembro del sumo consejo para ser director de desarrollo del maestro en la estaca. Este miembro del sumo consejo debe ser un notable maestro que tenga la habilidad de motivar e inspirar.
- El obispo es responsable del programa de desarrollo del maestro en su barrio. El llamará a un poseedor del Sacerdocio de Melquisedec capacitado para ser el director del programa en su barrio.
- Similar responsabilidad descansará sobre los presidentes de misión, de distrito y de rama, en las misiones de la Iglesia.
- El nuevo programa de desarrollo del maestro, consta de tres partes: (a) el curso básico; (b) programa de maestros en funciones; (c) supervisión (para ser introducido el l°. de septiembre de 1971).
- El curso básico está diseñando para ayudar a los futuros maestros, así como a los maestros en funciones, a adquirir conocimientos y desarrollar habilidades, para que sean cada vez más eficaces. Este debe ser conducido en un período de once semanas usualmente durante la hora de la Escuela Dominical, e incluirá quizá a ocho personas debidamente entrevistadas y llamadas por el obispo para recibirlo. El instructor del curso básico debe ser el director de desarrollo del maestro en el barrio.
- El programa para maestros en funciones será un agregado del curso básico y comprenderá principios espirituales y habilidades didácticas. Las lecciones para maestros en funciones serán ofrecidas diez veces por año para los instructores en todos los quórumes del sacerdocio y las organizaciones auxiliares.
- Los manuales para el curso básico y el programa para maestros en funciones, ya están listos para su distribución. El manual administrativo será enviado a los líderes apropiados de estaca y barrio, sin costo para ellos. Una forma especial de pedido será enviada a cada obispo, para que él pueda ordenar el material necesario e implantar el programa. Los fondos para el mismo procederán del presupuesto de la estaca y barrio.
Los miembros pueden pagar a la estaca o al barrio sus carpetas y demás materiales personales. Para la compra al mayoreo, se ha provisto un costo mínimo por unidad.
- El programa permite una considerable flexibilidad. En la mayoría de las áreas de la Iglesia, el programa debe operar a nivel de barrio. Sin embargo, hay opciones disponibles para el curso básico y las lecciones para maestros en funciones para ser conducidas a nivel de estaca o interbarrios si fuera necesario.
- El programa usa la capacidad y recursos de la participación de pequeños grupos, con énfasis en la participación en experiencias reales de aprendizaje.
Este pues, es el programa de desarrollo del maestro. Ha sido probado por medio de un programa piloto, cuidadosamente supervisado y controlado en las estacas Monument Park, Walnut Creek y Gunnison, y en el distrito Victoria de la misión Alaska-Columbia Británica. ¿Traerá a su estaca o barrio los resultados que se esperan? Escuchad los testimonios de dos maestros que han terminado el curso:
«Por primera vez en mi vida, tengo una idea de cómo enseñar.»
«Como todas las bendiciones del evangelio, este programa es de tanta ayuda, tanto corno deseen los que lo utilicen. Habrá quienes dirán: ‘Yo soy un maestro de maestros, ¡no necesito esto! Ellos no ganarán nada. Otros dirán: ‘Yo estoy muy ocupado para esto; la Iglesia tiene demasiadas reuniones.’ Estos tampoco ganarán nada. Y algunos otros: ‘Esta es la oportunidad de aprender.’ Estos ganarán mucho y la obra del Señor avanzará.»
En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cada miembro, cada poseedor del sacerdocio, tiene igualmente la oportunidad de ser maestro. No hay un privilegio más noble, ni tarea mejor recompensada. Quiero extendemos, mis hermanos del sacerdocio, una sincera invitación para que participéis en la empresa de desarrollo del maestro.
Quiero desafiaras con las palabras de las epístola de Santiago, de ser hacedores de la palabra, y no solamente oidores. (Santiago 1:22.) Y recordad:
Si escucho, lo olvido;
Si veo, lo recuerdo;
Si lo hago, lo aprendo.
Otros seguirán su ejemplo.
La enseñanza mejorará.
Se vivirán los mandamientos.
Las vidas serán bendecidas.
En Galilea enseñó un maestro de maestros, aun Jesucristo, el Señor. El dejó sus huellas en las arenas de las playas, pero también dejó sus principios de enseñanza en los corazones y en las vidas de aquellos a quienes enseñó. El instruyó a sus discípulos de esos días; y a nosotros nos dicta las mismas palabras: «Sígueme» (Juan 21:22). En ese entonces, como ahora, gentes tontas, faltas de sabiduría taparon sus oídos, cerraron sus ojos y volvieron a otra parte sus corazones. Recordemos, que no hay peor ni más permanente sordera que la del que no quiere oír. No hay ceguera tan incurable como la del que no quiere ver. No hay ignorancia tan profunda como la del que no quiere saber.
Que podamos nosotros no dudar, como Tomás el apóstol, sino creer y responder: «¡Vamos!» Sí, vayamos hacia adelante en la presentación e implantación de este nuevo programa de desarrollo del maestro. Al hacerlo, con este espíritu de obediente respuesta, podrá decirse de cada maestro como se dijo de nuestro Redentor: «… sabemos que has venido de Dios como maestro» (Juan 3:2). Que esto sea posible, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.























