Conferencia General Octubre de 1972
Extraños credos del cristianismo

Por el élder LeGrand Richards
Del Consejo de los Doce
Es bueno estar aquí, mis hermanos y hermanas, en esta maravillosa conferencia y estoy seguro de que todos hemos sido inspirados por el bello testimonio que acabamos de escuchar del presidente Tanner.
Hay tres millones de Santos de los Ultimos Días diseminados por todo el mundo que tienen, ardiendo en sus corazones, un testimonio de la verdad de la historia dicha por el profeta José Smith, respecto a la visita del Padre y del Hijo seguida de otros mensajeros celestiales. Y no sólo eso, sino que cientos de miles que ya se han ido a su reposo, como mi padre, mi abuelo. Mi abuelo empleó diez de los catorce años de su vida matrimonial, dando testimonio de este mensaje aquí y en tierras de Europa.
Actualmente tenemos en el mundo a casi 17.000 misioneros de tiempo completo, que ellos o sus familias pagan su propia misión, y que pueden contar esta historia al mundo entero Mi testimonio hoy es que no hay persona honrada en este mundo que ame realmente al Señor, y quiera servirlo como El quiere ser servido, que no desee unirse a su Iglesia; si pudieran tomar tiempo para descubrir las maravillosas cosas que el Señor ha hecho al restaurar su obra en estos días.
Hace unos años a un comentarista de radio, mundialmente conocido se le preguntó: «¿Qué mensaje podría difundirse al mundo que pudiera ser considerado el más importante de todos? El dijo, después de pensarlo cuidadosamente:
«Si fuera posible decir que un hombre que vivió aquí sobre la tierra había vuelto con un mensaje de Dios, ese sería el mensaje más importante que pudiera darse al mundo.»
Y siendo aquello verdad; los Santos de los Ultimos Días tienen el mayor mensaje, no sólo de que profetas como Moroni, Juan el Bautista, Pedro, Santiago y Juan han visitado la tierra, sino aun Dios el Padre y su Hijo Jesucristo, como el presidente Tanner acaba de testificar. ¿No sería maravilloso si el mundo pudiera comprenderlo?
Cuando los astronautas alunizaron, los periódicos de todo el mundo dedicaron primera plana a ese acontecimiento, pero esto no seria de tanta importancia si el Creador del cielo y de la tierra regresara a ella; porque se nos ha dicho que Jesús creó los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay. Entonces, los periodistas, naturalmente, desearían saber si el Padre y el Hijo consideraban importante su visita a este planeta, y qué clase de mensaje deseaban dejar o por qué habrían venido.
Se ha dicho que, en respuesta a la pregunta de José, el Salvador dijo que no debía unirse a ninguna de las Iglesias, porque enseñaban como doctrinas mandamientos de hombres y el Salvador agregó: «Y sus credos son una abominación a mi vista ase José Smith 2:19).
No deseamos que ninguno de nuestros investigadores se ofenda por esta declaración, pero si Jesús visitó al profeta José Smith, y sabemos que así lo hizo, su declaración es más autorizada que las declaraciones de cualquier otra persona en todo el mundo, y aun junto con ella, vienen testimonios de líderes de otras iglesias en los Estados Unidos.
Por ejemplo, citaré una declaración de Harry Emerson Fosdick en la cual dijo: «Si Jesús regresara a la tierra en nuestros días, escuchara los mitos creados a su alrededor, y viviera los dogmatismos, las múltiples religiones y las abominaciones hechas en su nombre, él seguramente diría: ‘Si esto es el cristianismo, yo no soy cristianos.
En el Diccionario Smith de la Biblia escrito por setenta y tres teólogos y estudiantes de la Biblia, se hace esta declaración; «Actualmente, uno no puede encontrar el evangelio tal como se encuentra en las Santas Escrituras. No se encuentra así de perfecto en la totalidad del llamado de cristianismo, y mucho menos en una de sus facciones.»
Roger Williams, pastor de la más antigua Iglesia Bautista en América, abandonó su ministerio con esta declaración: «No hay una Iglesia de Cristo oficialmente constituida sobre la tierra, ni hay ninguna persona calificada para administrar ordenanza alguna de la Iglesia, ni la habrá, hasta que nuevos apóstoles sean enviados por la gran cabeza de la Iglesia, cuya venida estoy esperando» (Picturesque America, pág. 502).
Ahora, éste es nuestro mensaje para el mundo; que los apóstoles han sido enviados. Hemos escuchado durante las sesiones de esta conferencia a cerca de treinta de estos grandes hombres —grandes por sí mismos, independientemente de su convicción religiosa— que tienen ardiendo en sus corazones un testimonio de que el Padre y el Hijo han visitado esta tierra.
Esta mañana quisiera decir unas pocas palabras acerca de la declaración hecha por el Salvador de que «sus credos son una abominación a mi vista». Cuando Satanás fue arrojado del cielo se oyó el grito: «¡Ay de los moradores de la tierra… porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo!» (Apocalipsis 12:12). «Y así, va… procurando destruir las almas de los hombres «(D. y C. 10:27). ¿Y cómo trata él de destruir a la gente? Toma un poquito de verdad y la mezcla con una gran cantidad de mentira, para engañar el corazón de la gente.
A eso se refirió Isaías cuando dijo: «¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!… Tú que decías en tu corazón. . . junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono… y seré semejante al Altísimo» (Isaías 14:12-14). Porque él es el hombre que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos, y así engañaba a las naciones. (Isaías 14:16.) A esto se refería Jesús cuando dijo: «sus credos son abominación a mi vista» porque Satanás ha engañado a las naciones.
En los pocos minutos que me restan, quisiera mencionar uno o dos ejemplos de los engaños de Satanás. Oímos constantemente que todo lo que tenemos que hacer es creer en el Señor Jesucristo y seremos salvos. Los defensores de esta doctrina toman como justificación la declaración que hizo Jesús al malhechor que estaba a su lado en la cruz, cuando dijo: «… hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23:43). (El profeta José Smith indica que la palabra paraíso, tal como aparece en la Biblia, debe traducirse como «el mundo de los espíritus»). Ellos creen que todos pueden salvarse con sólo reconocer a Jesús como Cristo. ¡Si sólo comprendieran las Escrituras!
Pablo fue arrebatado hasta el tercer cielo, (y no puede haber un tercer cielo si no hay un primero y un segundo), fue arrebatado al paraíso y escuchó palabras inefables «que no le es dado al hombre expresar.» (Véase 2 Corintios 12:2-4).
Consideremos ahora la declaración hecha por Jesús al malhechor: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (o en, el mundo espiritual). El apóstol Pablo nos dice que hay tres cielos arriba del mundo de los espíritus, y Jesús dijo: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy pues, a preparar lugar para vosotros… para que adonde yo estoy, vosotros, también estéis» (Juan 14:2-3).
El profeta Alma, como se anota en el Libro de Mormón, comenta la condición que guarda el alma en el período comprendido entre la muerte y la resurrección y establece esto: «Así que éste es el estado de las almas de los malvados; sí, en tinieblas y en un estado de terrible y espantosa espera de que la ardiente indignación de la ira de Dios caiga sobre ellos; y así permanecen en este estado, como los justos en el paraíso, hasta el tiempo de su resurrección» (Alma 40:14).
El mundo no comprende esto, pero si conocéis las Escrituras, comprenderéis que Jesús no llevó al malhechor al cielo, lo llevo al mundo de los espíritus, y de acuerdo con las Santas Escrituras hay tres cielos por encima de ese mundo. ¿Por qué lo llevo al paraíso (mundo de los espíritus)? Fue un gran reconocimiento por lo que el malhechor dijo en la cruz.
Luego el apóstol Pedro nos dice dónde fue Jesús cuando lo crucificaron: «. . . fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron… en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua» (1 Pedro 3:19-20).
Así, en lugar de que el malhechor tuviera que esperar por años como aquellos malvados en los días de Noé, el Salvador, lo llevó con El ese mismo día al lugar donde podría oír las enseñanzas del evangelio. Pedro nos dice que «por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios» (1 Pedro 4:6). Y ahí es donde el malhechor fue con el Salvador, pero hay tres cielos que son superiores a ese lugar y a ellos no lo llevó Jesús.
¿Recordáis cuando la mujer llegó al sepulcro buscando el cuerpo de Jesús y ahí estaban dos ángeles, uno a la cabeza y otro a los pies, y ellos dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado» (Lucas 24:5-6).’
Y cuando el Salvador habló a María, ella dijo:
«¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)» (Juan 20:16).
Entonces El dijo: «No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» (Juan 20:17).
Podéis ver lo fácil que es cuando se leen las Escrituras correctamente. No me extraña que Jesús haya dicho a los saduceos: «Erráis, ignorando las Escrituras» (Mateo 22:29). Así, ese hombre fue con Jesús a donde se le pudiera enseñar el evangelio, pero
Jesús aún no había subido a su Padre en el cielo.
Hoy en día muchos dicen que todo lo que necesitamos hacer es confesar que Jesús es el Cristo, pero esto no es lo que Jesús, dijo. El dijo: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El dijo: «Muchos me dirán en aquel día (hablando del día de su Segunda Venida): Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
«Y entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mateo 7:21-23).
Pablo nos dice: «Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen» (Hebreos 5:8-9).
Luego Juan: «Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos… y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.» Juan también escribió: Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinaran con él. . . » (Apocalipsis 20:12).
Habéis visto que no viene sólo por el hecho de decir que creemos en Jesucristo. Tenéis que hacer las obras y ser juzgados de acuerdo con ellas. Lo único que tenéis que hacer es leer la parábola de los talentos para saber cómo el que recibió cinco talentos ganó otros cinco, y el que recibió dos, ganó otros dos y recibieron la aprobación: «Bien, buen siervo fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor.»
Pero aquel que había recibido sólo un talento dijo: «Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.»
¿Y qué dijo el Maestro? «Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera allí será el lloro y el crujir de dientes» (Mateo 25:21, 24-25, 28-30).
Eso nos da a entender que tenemos que hacer algo además de confesar que creemos en Cristo, si queremos llegar a la presencia de nuestro Padre Celestial. Hay mucho más que podría decir al respecto.
Quisiera mencionar brevemente otra cosa que pienso que es «una abominación a la vista de Dios.» Cuando José Smith tuvo esa maravillosa visión y vio al Cristo glorificado, vio al mismo Cristo que salió de la tumba. Fue el mismo que apareció a sus apóstoles y les hizo palpar las huellas en sus manos y la herida en sus costados. Fue el mismo que ascendió al cielo en presencia de quinientos hermanos de ese tiempo. Este mismo Jesús apareció al profeta José Smith, cuando todo el mundo cristiano adoraba nada más que a una esencia.
No hay tiempo de entrar en detalles, pero su catecismo dice que su dios «no tiene cuerpo; no tiene partes; no tiene pasiones». Esto significa que no tiene ojos y no puede ver; no tiene orejas y no puede oír vuestras oraciones; no tiene voz y no puede hablar a los profetas. Algunos aun dicen. «El se sienta encima de un trono que no tiene cima». ¡Qué absurdo! A mí me parece que la descripción del dios en el que ellos creen es quizá la mejor descripción de algo que no puede describirse.
Moisés supo que estas condiciones prevalecerían, porque cuando él guió a los hijos de Israel a la tierra prometida, les dijo que no permanecerían ahí por mucho tiempo, pues serían dispensados entre las naciones «y serviréis allí a dioses hechos de manos de hombres, de madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen «(Deuteronomio 4:28).
Esta es exactamente la clase de dios que todo el mundo cristiano estaba adorando cuando José Smith tuvo aquella gloriosa visión que le reveló al verdadero Dios viviente. Pero Moisés no lo dejó así, dijo que si ellos en los posteriores días, buscaban a Jehová, seguramente lo encontrarían, (Deuteronomio 4:29.)
Durante esta conferencia habéis escuchado el testimonio de todos mis asociados, testificado que el profeta José Smith buscó al Señor y lo encontró. Y yo quiero testificar como uno de sus representantes un apóstol del Señor Jesucristo, que sé que El ha visitado esta tierra y que tenemos su verdad revelada. Nosotros tenemos aquello de lo que Pedro hablaba cuando dijo, después del día de Pentecostés que los cielos deberían recibir al Cristo «hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo» (Hechos 3:21).
Nosotros somos la única Iglesia en el mundo que reclama tal restauración, y hay gran diferencia entre restauración y reformación. Nosotros no somos católicos. No somos protestantes. Nosotros creemos en una nueva comisión en esta tierra, de la verdad eterna de Dios.
Quiero decir una cosa más. Recientemente presencié una de las cruzadas religiosas por televisión. El hombre encargado de la presentación dijo que ésta les costaría el equivalente a un millón y cuarto de dólares. Pienso en lo que dicen las Escrituras: que harían mercadería con las almas de los hombres. (2 Pedro 2:3.) Y entonces, cuando todo terminó, invitó a la gente a subir el estrado y confesar que aceptaban a Jesús.
Luego pienso en el día de Pentecostés, cuando Pedro predicó a toda la gente allí reunida, y ellos escucharon el evangelio en su propio idioma y en su propia lengua; su corazón fue aguijoneado y clamaban: «Varones hermanos, ¿qué haremos? (Hechos 2:37). No les dijo que subieran y aceptaran. Les dijo: «Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros… y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare» (Hechos 2:38-39).
Y ellos no podrían bautizarse a menos que hubiera alguien con autoridad que estuvieren reconocidos por los cielos, como Jesús dijo a sus Doce:
«No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto… (Juan 15:16). «. . . y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desataras en la tierra será desatado en los cielos» (Mateo 16:19).
Hermanos y hermanas y amigos escuchas; nosotros estamos haciendo todo lo que podemos para compartir con vosotros estas verdades maravillosas.
Ya que a los Santos de los Ultimos Días se les ha pedido ser misioneros, y el Señor dijo: «… y le conviene a cada ser que ha sido amonestado, amonestar a su prójimo (D. y C. 88:81). debéis compartir este testimonio dondequiera que se presente la oportunidad.
Actualmente este es el mensaje más importante en todo el mundo; y ese es mi testimonio que os dejo en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.
























