¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?

Conferencia General Abril 1975

¿Por qué me llamáis, Señor, Señor,
y no hacéis lo que yo digo?

Spencer W. Kimball

Por el Presidente Spencer W. Kimball


El último domingo de marzo celebramos la Pascua de Resurrección.  Deseo que haya sido feliz para todos vosotros.  En las Escrituras leemos:

«Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro.

«Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella.

«Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.

«Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos.

«Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.

«No está aquí, pues ha resucitado, como dijo.  Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.

«E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.  He aquí os lo he dicho» (Mateo 28:17).

«El gozne de la historia está en la puerta de un establo de Belén (Ralph Sockman).

El nombre Jesucristo, y lo que el mismo representa, ha quedado profundamente grabado en la historia del mundo para no ser desarraigado jamás.  Cristo nació el seis de abril, siendo uno de los hijos de Dios y su Unigénito en la carne, y su nacimiento es un acontecimiento de suprema importancia.

Con respecto al ministerio de Cristo, no hay nada en el mundo que pueda aproximarse en importancia y trascendencia a los años más activos de dicho ministerio.

Llegó entonces el momento de la crucifixión; El debía morir para abrir la tumba de los hombres, del mismo modo que abrió la propia.  Sin la profunda oscuridad de ese momento, no podría haber existido la primavera del triunfo sobre la muerte.  «Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (1 Cor. 15:22).  Ese es el motivo por el que hoy nos regocijamos.  «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?» (1 Corintios 15:55).

Los once apóstoles siguieron a Cristo hasta la cima del Monte de ¡Os Olivos, Y las Escrituras registran lo que dijeron los dos ángeles que allí se encontraban:

«Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo?  Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hechos 1:11).

«Pero si se predica a Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?» (1 Corintios 15:12).

El propósito de esta conferencia es refrescar nuestra fe, fortalecer nuestro testimonio y aprender sobre las enseñanzas del Señor por las palabras de sus siervos, debidamente llamados y autorizados. Aprovechemos entonces esta oportunidad para recordarnos mutuamente nuestros convenios, promesas y determinaciones.

Todos los miembros de la Iglesia han sido bautizados por inmersión y recibieron el don del Espíritu Santo por la imposición de manos, de hombres debidamente autorizados que poseen el Santo Sacerdocio.  Todos nosotros hemos sido recibidos en la iglesia de Jesucristo mediante el bautismo, cuando nos humillamos ante Dios, sentimos el deseo de ser bautizados, mostramos corazones quebrantados y espíritus contritos, y cuando dimos testimonio delante de la Iglesia de que nos arrepentíamos sinceramente de nuestros pecados y que estábamos dispuestos a tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo, teniendo la determinación de servirle hasta el fin y manifestando por nuestras obras que recibimos el Espíritu de Cristo para la remisión de nuestros pecados.

Junto con algunas de las Autoridades Generales, regresamos recientemente de las conferencias de área en Sao Paulo y Buenos Aires.  En esa septentrional parte de Sión, les recordamos a los miembros que Sión está, en realidad, en todo el Continente Americano, como si fuera las anchas y poderosas alas de un águila, siendo una de ellas la América del Sur y la otra, la América del Norte.

La Iglesia está desarrollándose y progresando en esas latitudes. La gente es feliz e inspirada; la juventud ríe y baila, mientras se dirige rumbo a sus futuras posiciones de liderismo.

La «congregación de Israel» se lleva a cabo cuando la gente de otros países acepta el evangelio y permanece en sus lugares nativos.  La congregación de Israel para los mexicanos, se encuentra en México; en Escandinavia, para los miembros de los países del norte; el lugar de congregación para los alemanes es Alemania; para los polinesios, las Islas Polinesias; para los brasileños, en Brasil; para los argentinos en Argentina.  Expresamos nuestro aprecio por las bondades del Señor, al ayudarnos e inspirarnos en la dirección de las actividades de tres millones y medio de personas, que se encuentra en constante aumento, desarrollándose en independencia y fidelidad.

Cerca de 19.000 misiones se encuentran predicando el evangelio en la actualidad; «. . el campo está blanco, listo para la siega. . .» (D. y C. 4:4), y tanto los misioneros como los miembros llevan a muchas personas el conocimiento del evangelio.

En la actualidad estamos enviando misioneros hacia los cuatro puntos cardinales del planeta; llevamos el gran mensaje de la verdad a todos los lugares del Norte, Sur, Este y Oeste, así como a las islas del mar.  Podemos decir en verdad que ésta es ahora una Iglesia universal, con 700 estacas, 7.500 barrios y ramas, y 1 50 misiones.  Nos estamos aproximando a la meta de cubrir la tierra con el evangelio, del mismo modo que las aguas cubren las profundidades de los inmensos océanos.

La Iglesia se encuentra en muy buen estado; los miembros son en general fieles y se sienten felices.  Hace poco tiempo, un prominente visitante del este de los Estados Unidos me hizo la siguiente pregunta: «¿Por qué ustedes los mormones son gente tan feliz?» Yo le respondí: «Es porque lo tenemos todo; el evangelio de Jesucristo, la luz, el sacerdocio, el poder, las promesas, los convenios, los templos, nuestra familia, la verdad».

Recientemente dedicamos un magnífico templo en la ciudad de Washington y anunciamos la construcción de otro, que se erigirá en la ciudad de Sao Paulo, Brasil.

En una conferencia anterior os llamé la atención sobre el hecho de que el Señor ha creado para nosotros este hermoso mundo, y le ordenó a nuestro padre Adán que cultivara la tierra y la embelleciera para hacerla habitable; ese mismo mandamiento o recomendación continúa siendo válido en nuestros días.  Nosotros recomendamos a toda la gente que no se contamine el ambiente innecesariamente, que se cuide la tierra y se mantenga limpia y productiva, así como también hermosa.  El Señor nos ha dado las hierbas y todas las cosas buenas de la tierra, para que sean para nuestra alimentación; ropa y casas, graneros y huertos, jardines y viñedos; cada uno en su propio tiempo y estación; y todo le es dado al hombre para su propio uso y beneficio, tanto para el deleite de los ojos como también del corazón; para alimento y vestidura, para gustar y para oler, para vigorizar el cuerpo y animar el espíritu.  Complace a Dios el haberle dado al hombre todas las cosas porque para este fin fueron creadas, para usarse con juicio, mas no en exceso ni por extorsión. (D. y C. 59:1 6-20.)

Mucho es lo que nos preocupamos cuando vemos los alrededores de algunas casas, completa o parcialmente abandonados e invadidos por las hierbas, donde muchas veces se ven desperdicios y cosas cuyo lugar debería ser el basurero.  Nos duele ver cercos rotos, graneros que se desmoronan, cobertizos deshechos o sin pintar, portones maltratados y casas con siniestro aspecto por falta de pintura.  Le pedimos nuevamente a nuestra gente, al pueblo de la Iglesia, que desarrollen un genuino orgullo en sus viviendas y propiedades.

Se cuenta que el presidente Brigham Young, habiendo urgido a los habitantes de ciertas comunidades a vestirse adecuadamente y a mantener limpios sus lugares de habitación, rehusó volver a ellos para predicarles, diciendo algo así: «No me escuchasteis cuando os dije que teníais que limpiar vuestras habitaciones.  Las mismas puertas que antes tenían malas bisagras, continúan en malas condiciones; los mismos graneros que estaban sin pintar, todavía están sin pintar; los mismos cercos rotos, continuara cayéndose en pedazos».

El siguiente extracto lo tomé de una revista de gran circulación y popularidad:

«Casi todas las casas cuentan con una parte posterior, que tiene lo que las personas necesitan para combatir inteligentemente la inflación y ayudar a paliar la crisis mundial de alimentos.  Se llama tierra, y no es necesario que haya abundancia de la misma para que la ayuda económica que brinde sea suficiente.

«Puede ser el lugar de juegos o de recreo, que no se use más para tales propósitos; algún lugar soleado detrás del garaje o de un cobertizo; algún trocito de tierra que pueda parecer insignificante a primera vista o, incluso, la parte del terreno originalmente dedicada a tener césped.  Todo lo que se necesita para rebajar el costo de los alimentos, es cultivar los vegetales que se consumen en el hogar, en esos pequeños espacios prácticamente perdidos hasta ahora.

«Se ha calculado que un huerto cuidadosamente cultivado de 5 m. por 7 m., puede producir unos trescientos dólares en valor de alimentos frescos cada seis meses.  Por lo tanto, el ahorro en los gastos de alimentación puede llegar a ser sustancial.»

Nos complace en gran manera ver que son muchas las personas que están plantando y cultivando los huertos familiares, plantando árboles frutales y comprando los artículos necesarios para el envasado de sus propios productos.  Felicitamos a todas las familias que prestan atención a los sabios consejos y hacen algo al respecto.

Estamos realizando un esfuerzo consciente por cuidar de nuestros miembros, y les enseñamos a practicar la economía, a guardar víveres que sean suficientes para alimentar a la familia por espacio de un año, así como otros artículos de primera necesidad.  Le enseñamos al pueblo de la Iglesia a vivir las leyes de salud, lo cual paga dividendos muy importantes, al ofrecer una vida más prolongada y saludable.

Un estudio realizado en una universidad, revela el hecho de que «. . . existe un porcentaje marcadamente inferior de cáncer al pulmón y el esófago entre los miembros de la Iglesia mormona».  Un médico famoso en los Estado Unidos dijo que los mormones son más saludables y sabios por el sólo hecho de no fumar ni tomar, y agregó que el cáncer al esófago tiene una íntima relación con el hábito de la bebida.  Dijo también: «Los habitantes del estado de Utah cuentan con un 25% menos de enfermedades y muertes por problemas cardíacos que el resto de los habitantes de los Estados Unidos, lo cual puede estar relacionado con el menor consumo de tabaco en ese estado».

Estamos aterrados ante la deshonestidad existente en muchas comunidades de los Estados Unidos.  Las pérdidas provocadas por los robos al menudeo en almacenes y mercados, junto con los trucos deshonestos, se pueden computar en millones de dólares, eso en nuestro país solamente.

El Señor grabó en las planchas de piedra lo que dijo a la posteridad de Adán: «No robarás» (Éxodo 20:15). Todos los padres deben enseñarles a sus hijos que no deben robar; que el robo puede sin lugar a dudas, destruir su carácter.  La honestidad es buena y deseable, tanto desde el punto de vista social como cultural. Los mentirosos y los embaucadores son deshonestos y no deben ser aceptados en nuestra cultura. La deshonestidad, en cualquiera de sus formas, es terminantemente condenable.

Exhortamos a los tres millones y medio de miembros de la Iglesia a ser honestos, llenos de integridad, a pagar todo lo que adquieran y a adquirir sólo aquello por lo cual puedan pagar.  Debemos enseñar a nuestros hijos el concepto del honor y la integridad.

Desde el principio, se nos ha aconsejado en contra de cualquier tipo de juego de azar.  Ya sea que gane o pierda, la persona se deteriora y daña por el sólo hecho de querer tener algo por nada, algo que no le cuesta ningún esfuerzo, algo que consigue o desea obtener sin pagar por ello su precio completo.

Recientemente, una de las más prestigiosas revistas informativas de los Estados Unidos, publicó una lista de las principales formas de crimen en este país, junto con el costo que cada una implica para su economía.

Las pérdidas en los juegos de azar, se encontraban al frente de todas las demás: eran cinco veces más de las que correspondían a los narcóticos; más de veinte veces superiores al costo de los secuestros; cuatro veces más de 10 correspondientes a las estafas, los fraudes Y las falsificaciones, todo esto combinado; diez veces mayores que los robos de todas clases; veinticinco veces más grandes que el vandalismo y los incendios provocados o premeditados; y más del doble superiores al costo de mantenimiento de las policías federales, estatales y locales de los Estados Unidos, además del costo de operación de los sistemas penales del país y de todas las cortes o tribunales legales que se encargan del procesamiento de criminales.  Y, ¿cuál fue el costo de los juegos de azar? ¡Treinta billones de dólares por año!

Aun así, hay estados que están legalizando la lotería, como medio de aumentar sus entradas fiscales. Muchos clubes (y hasta algunas instituciones o grupos religiosos), patrocinan los juegos de azar.

¡Pensad en lo que podría hacerse con ese dinero, si fuera posible usarlo en programas o causas justas! ¿No creéis que treinta billones de dólares podrían ayudar en algo a los hambrientos del mundo, por ejemplo?

Terribles son las noticias de la prensa, donde se informa que las mujeres están fumando cada vez más, así como también los adolescentes, y que el cáncer al pulmón ha aumentado en un gran porcentaje entre las fumadoras.  Cerca del 80% del cáncer se produce entre los fumadores; pero eso no es más que el comienzo del problema. Los cigarrillos están íntimamente relacionados con el enfisema, las enfermedades de los bronquios y del corazón.  Todas éstas son enfermedades sumamente costosas, que causan un sin número de sufrimientos y se llevan a la gente en forma prematura de esta vida.

El Señor reveló en el año de 1833, lo que ahora están dando a conocer los científicos mediante pruebas perfectamente documentadas: «…las bebidas calientes no son para el cuerpo ni el vientre» (éstas son el té y el café).  «. . . el tabaco no es para el cuerpo, ni para el vientre, y no es bueno para el hombre. . . vino y bebidas alcohólicas… no es bueno ni propio en la vista de vuestro Padre. . .» (D. y C. 89:5-9.)

El Señor sabía cuando se descubrieron estas cosas, que fumar puede producir cáncer y que beber alcohol puede conducir a accidentes y enfermedades.

La Palabra de Sabiduría es ahora un mandamiento para todos los miembros de la Iglesia; al ver que algunos de ellos usan estos productos prohibidos, no podemos menos que preguntarnos cómo reconcilian éstos sus acciones con la declaración del Señor: «¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?» (Lucas 6:46), Sinceramente, esperamos que los miembros presten más atención a sus palabras.

Dos investigadores científicos de la Universidad de Utah nos han dado pruebas por medio de sus estudios de que la Iglesia tiene un índice de mortalidad muy bajo.  En 1971, habiendo aproximadamente un 72% de miembros de la Iglesia en el estado de Utah, éste contaba con el índice de mortalidad más bajo de todos los Estados Unidos continentales.  La encuesta también mostró que las muertes producidas por enfermedades del corazón, cáncer o problemas del hígado —tres de las principales causas de muerte en los Estados Unidos, relacionadas con el tabaco y el alcohol— son menos comunes en Utah que en el resto del país.  Por lo tanto, el índice de mortalidad en la Iglesia está íntimamente relacionado con el cumplimiento de la Palabra de Sabiduría.

Así que les preguntamos a los que ignoran esta ley, conociéndola: ¿Por qué lo hacéis?  El Señor dijo:

«No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

«Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

«Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mateo 7:21-23).

Vivir los mandamientos del Señor es un asunto muy serio, y peor aún si los tomamos sobre nosotros para ignorarlos.

En los primeros días, después de la Creación, el Señor le dijo a Enoc: «He allí a tus hermanos; son la obra de mis propias manos, y yo les di su conocimiento el día en que los hice; y en el Jardín de Edén le di al hombre su albedrío» (Moisés 7:32).  No intentamos quitarles a las personas del mundo su albedrío en el uso de estos productos prohibidos. Pero creemos que cuando el Señor dio la Palabra de Sabiduría, estaba dirigiéndose a toda la gente del mundo.

Mucho nos tememos que nunca en la historia del mundo haya habido tanta gente inclinándose ante los becerros de oro y las imágenes de madera, piedra o metal, como la que en la actualidad se inclina ante el dios de la lujuria. Esta idolatría, tan íntimamente asociada con la destrucción de mente y cuerpo, podría inundar el mundo.  Hemos notado el gran aumento en los divorcios y los desaprobamos profundamente; nos afligen sobremanera, al mismo tiempo que reconocemos que si hay casos en que se puedan justificar, éstos son muy pocos.  Generalmente el divorcio indica EGOÍSMO de parte de uno de los cónyuges y, muchas veces, de ambos. Es un procedimiento desagradable y en general destructivo, por la pérdida, el pesar, la soledad y la frustración que acarrea y especialmente, por los muchos niños que sufren sus consecuencias. Es muy fácil exponer razones para justificar el divorcio. Nuestro estudio revela que demasiado a menudo éste es resultado de la inmoralidad y la adoración idólatra a los dioses del placer.  Ciertamente, es muy difícil justificar que en una pequeña ciudad, no lejos de Salt Lake City, hubiera 272 divorcios al mismo tiempo que se habían concedido 341 licencias para contraer matrimonio.

Cuando el hombre y la mujer son generosos y dedicados a sus compañeros, están reflejando la imagen del matrimonio descrito por el Señor cuando dijo: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer; y serán una carne» (Moisés 3:24).

Cuando los hombres cumplan con los convenios hechos con su esposa y sean fieles y generosos, el número de divorcios disminuirá.  Pablo citó los requisitos:

«Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella…

«Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos.  El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.

«Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la Iglesia» (Efesios 5:25, 28-29).

Y cuando las mujeres olviden sus egoísmos y mezquindades y se sometan a sus maridos justos así como al Señor, cuando estén sujetas a sus maridos como se espera que la Iglesia se sujete a Cristo, entonces el índice de divorcios disminuirá. Las familias progresarán juntas y los niños serán felices, dejando oír sus risas por doquier.

Dios creó al hombre y a la mujer con talentos, poderes y responsabilidades especiales, y con la habilidad de llevar a cabo lo que se espera de ellos.  Cuando los hombres dediquen el tiempo a su hogar y a su familia y las mujeres se consagren a sus hijos, volverá el viejo concepto de que la más grande profesión en la vida es la de ser madre.  Esta es una asociación con Dios y no hay en la vida otra posición que tenga tal poder ni tan grande influencia.  La madre guarda en sus manos el destino de las naciones porque ella es quien tiene la oportunidad y la responsabilidad de moldear los caracteres de sus ciudadanos.

En una estaca en California, tuve el placer de oír a una madre pronunciar estas palabras, «Estoy agradecida de ser mujer.  Estoy agradecida de ser esposa y madre.  Estoy agradecida de ser Santos de los Últimos Días». Pienso que ésa es una poderosa declaración. Verdaderamente, la maternidad es la profesión más grandiosa.

Se ha hablado mucho sobre el aborto, en la prensa y desde los púlpitos de diferentes religiones.  La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se opone terminantemente al aborto y aconseja a sus miembros a no someterse a él ni participar en esta práctica de ninguna manera, ni por conveniencia, ni para ocultar el resultado de un pecado. El aborto debe considerarse como uno de los hechos más repugnantes y pecaminosos de nuestra época, en la que somos testigos de la aterradora evidencia de un libertinaje que conduce a la inmoralidad sexual.  Tenemos la firme convicción de que cualquier obstáculo que se oponga a la creación de la vida es grave desde el punto de vista moral, mental, psicológico y físico; e interferir con cualquiera de los procesos de la procreación es violar uno de los mandamientos de Dios: el de «multiplicar y henchir la tierra» (Génesis 1:28).

Los miembros de la Iglesia que sean culpables del pecado del aborto, deben someterse a la acción disciplinaria de los concilios de la Iglesia, según las circunstancias lo indiquen.  Os recordamos la ratificación de los Diez Mandamientos que el Señor hizo en nuestra época con estas palabras: «No hurtarás, ni cometerás adulterio, ni matarás, ni harás ninguna cosa semejante» (D. y C. 59:6).

También aborrecemos la pornografía que parece estar inundando la tierra.  Los gobernantes hacen un esfuerzo por contenerla, pero la mejor manera de destruirla es que las personas y sus familias construyan barreras para defenderse de sus peligros.  Os preguntamos a todas las buenas personas, ¿deseáis que este vicio corrompa a vuestra familia y a vuestros vecinos?

Cuando Moisés bajó del Monte Sinaí, llevaba para los errantes hijos de Israel los Diez Mandamientos, reglas fundamentales para conducirse en la vida.  Sin embargo, estos mandamientos no eran nuevos, sino que Adán y su posteridad los habían conocido y se les había mandado que los obedecieran desde el principio; el Señor se los volvió a dar a Moisés.  Incluso sabemos que eran todavía anteriores a la formación de la tierra, habiendo sido establecidos en el concilio de los cielos como parte de la prueba que los mortales habrían de pasar en la vida terrenal.

El primero de ellos indica que el hombre debe adorar sólo al Señor, y el cuarto designa un día especial para esa adoración: «No tendrás dioses ajenos delante de mí. . . Acuérdate del día de reposo para santificarlo.  Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna . . .» (Éxodo 20:3, 8-10).  La dificultad del hombre para guardar el día sabático es evidencia de su dificultad en pasar la prueba que se estableció para cada uno de nosotros antes de la creación del mundo, «para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare» (Abraham 3:25).

Exhortamos a nuestra gente a que hagan todas sus compras en los demás días de la semana; y repetimos: «¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?» (Lucas 5:46).  Cuando el Señor dijo «Acuérdate del día de reposo para santificarlo», eso fue exactamente lo que quiso decir; no hay lugar a otras interpretaciones.

Nos asombra observar cómo algunas personas de este mundo se esfuerzan conscientemente por cambiar las normas de conducta social establecidas por el Señor, especialmente en lo que respecta al matrimonio, las relaciones sexuales y la vida familiar.  Y repetimos con Isaías: » … porque perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos» (Véase Isaías 29:14).

Queridos hermanos, que Dios os bendiga a medida que tratáis de seguir adelante cumpliendo con vuestros cometidos y viviendo los mandamientos.  Os bendecimos en vuestros esfuerzos de llegar a ser como el Señor, para que podáis pareceres a El.  Que El os bendiga en vuestros hogares, vuestras familias y vuestra vida personal, lo ruego en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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1 Response to ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?

  1. Avatar de Desconocido Anónimo dice:

    yo ßin dios no soy nada dios sin mi sigue siendo dios quien tiene que buscarlo soy yo.el sin. Mi. Ttene un problema menos. Ok?

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