Aceptando el llamamiento

C. G. Abril 1976logo pdf
Aceptando el llamamiento
por el élder John H. Groberg
del Primer Quórum de los Setenta

John H. GrobergMis queridos hermanos, en ocasiones como ésta hay mucho para sentir pero muy poco para decir. Creo que es importante que me refiera a cuatro puntos.

Primero que nada, deseo aceptar públicamente y en la presencia del Señor y sus siervos, la invitación que el presidente Kimball me ha hecho de pasar el resto de mi vida al servicio del Señor.

Segundo, deseo pedir vuestra ayuda; reconozco que soy débil y la necesitaré. En los últimos días, he dedicado algunos momentos a la meditación y a la introspección de mi alma, y he llegado a la ineludible conclusión de que los llamados «logros» que he alcanzado, han sido más que nada, el resultado de los esfuerzos de otras personas y no de los míos.

Muchas veces oímos decir que nuestros muertos necesitan que vayamos al templo y hagamos la obra por ellos; esto quiere decir que pensamos que ellos dependen de nosotros. A pesar de que no tengo un completo entendimiento de estas cosas, deseo testificar que estoy seguro de que nosotros dependemos de ellos mucho más de lo que ellos dependen de nosotros. Necesitamos ayudarnos los unos a los otros; nuestra salvación depende de ello.

Tercero, desearía expresar mi agradecimiento a todos aquellos que han sido amables y pacientes conmigo, a los líderes de la Iglesia que han visto y contemplado los errores que he cometido y aun así me han dirigido con paciencia. Espero y ruego que yo pueda al menos ser tan amable y paciente con otros en cualquier responsabilidad que se me asigne, como ellos lo han sido conmigo. Agradezco por mi esposa y mis hijos, mis padres, mis hermanos y vecinos; nadie podría tener vecinos mejores que los nuestros.

Se ha dicho que debemos oír a nuestras esposas; ellas tienen cualidades que nosotros no poseemos y en muchos casos debemos poner atención a la intuición femenina. Cuando nos preparábamos para venir, mi esposa me dijo: «Y ahora, se supone que tenemos que dar alguna información a los diarios.» Yo le, respondí: «No, dicen que tienen toda la información que necesitan». Pero ella insistió: «Te apuesto que la información que tienen no es correcta.»

Y así, cuando abrimos el diario Church News, vimos que habían omitido el nombre de dos de nuestros hijos. Yo le prometí a mi esposa que haría públicamente esa corrección. No creo que pueda expresar con palabras el agradecimiento que siento por ella y por mis hijos.

Por último, me gustaría compartir con vosotros mi testimonio de que sé que nuestro Padre Celestial vive, y quizás, mucho más importante, sé que El nos ama como a sus hijos. Sé que Jesús es el Salvador del mundo y sé también que El nos ama. El es nuestro amigo, con todo lo que el término implica, y ama individualmente a cada uno de nosotros. Mis experiencias principales han sido más que nada con los hermanos de las islas. Me gustaría declarar a la dulce y espiritual gente de las islas, mi particular Ofá Atu (amor estimulante), y decirles que ellos han suavizado mi alma, han salvado mi vida, indicándome el significado del sacrificio y el amor y dándome la incomparable bendición de la fe.

Sé que José Smith es un Profeta de Dios, que el presidente Kimball es también un Profeta de Dios. Y dejo este testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.

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