Los héroes de la juventud

C. G. Abril 1976logo pdf
Los héroes de la juventud
por el presidente Spencer W. Kimball

Spencer W. KimballDurante todo el tiempo en que he asistido a las conferencias generales, me he sentido grandemente impresionado por la cantidad de jóvenes que han estado presenciando esta sesión con sus padres. He notado que hay hombres que han crecido en la Iglesia, y han traído a sus hijos con ellos, ya fuera que se tratara de seis, ocho o diez jovencitos, con los que han disfrutado de esta reunión.

Espero que cada muchacho que se encuentre presente aquí esta noche, le exprese a su padre su afecto por él y la gratitud que siente por tener un padre fiel, constante y en quien puede depositar su confianza.

Esperamos que como hijos, esposos, padres y abuelos, vosotros los poseedores del sacerdocio seáis considerados y atentos con vuestras hermanas, madres, esposas y abuelas. El sacerdocio preside en el hogar, pero debe hacerlo del mismo modo en que Jesucristo preside sobre la Iglesia; con amor, servicio, ternura y por medio del ejemplo.

El Señor nos ha dado a todos parte de su autoridad, como poseedores que somos de ese sacerdocio, pero podemos reclamar los poderes de los cielos sólo si nos basamos en nuestra rectitud personal. Para que el poder del sacerdocio sea entonces realmente ejecutado en una familia, se requiere la rectitud de sus hombres y jóvenes. Llamamos la atención de todos los poseedores del sacerdocio al hecho de que la relación existente con nuestras esposas, madres y hermanas es tal, que debemos estar en condiciones de arrodillarnos juntos, ya sea en los altares del templo o en nuestros propios hogares, y de servir juntos, uno junto al otro, en una hermosa asociación.

Nos preocupa sobremanera hermanos, la necesidad de proveer en forma continua a nuestros jóvenes, de oportunidades significativas para desarrollar su alma en el servicio al prójimo. Generalmente, los jóvenes no se inactivan en la Iglesia como consecuencia del exceso de significativas responsabilidades; no hay joven que haya sido testigo personal de la forma en que el evangelio se pone en acción en la vida de la gente, que le dé la espalda a sus obligaciones en el reino y las abandone. Esperamos que nuestros obispados, quienes tienen una mayordomía especial con respecto a este asunto, se aseguren de la existencia de eficaces actividades de quórum y de activos comités de la juventud en cada barrio. A medida que nuestros jóvenes aprenden los principios administrativos del quórum, no sólo pasan a ser una bendición para los jóvenes del Sacerdocio Aarónico en esos quórumes, sino que también se preparan para desempeñar eficazmente su futuro papel de padres y líderes de los quórumes del Sacerdocio de Melquisedec. Para ello, necesitan tener algunas experiencias en liderismo, algunas experiencias en proyectos de servicio, en oratoria, en la dirección de reuniones y aprender cuál es la forma más adecuada de establecer relaciones con las jóvenes.

Estamos desarrollando una generación real —miles de quienes se encuentran en este momento con nosotros esta noche— que tiene una misión especial que llevar a cabo. Debemos proveer a estos jóvenes experiencias especiales en el estudio de las escrituras, en el servicio al prójimo, y en el entrenamiento para ser buenos y amantes miembros de su familia. Todo esto, claro está, requiere que dediquemos tiempo a la planificación y aplicación; exactamente lo opuesto de lo que a veces podemos ver por parte de algunos padres y líderes de la Iglesia. Tenemos poderosas razones para creer hermanos, que el impacto del mundo producido en nuestros jóvenes de la Iglesia no sólo es mayor de lo que jamás ha sido, sino que se produce más pronto de lo que ha sido en el pasado. Por lo tanto, debemos llevar a cabo nuestro trabajo de una forma más eficaz y rápida que antes.

Estamos sumamente preocupados por el creciente número de divorcios que tienen lugar en nuestra sociedad y, peor aún, en la Iglesia. Del mismo modo, nos preocupan aquellas familias y parejas que a pesar de estar juntos, viven resignados una vida de desesperanza. Quienes sean cuidadosos y considerados en el noviazgo, generalmente lo serán también en el matrimonio; los que entren después de concienzuda meditación en la Casa del Señor para ser sellados por el tiempo y la eternidad, tienen menos probabilidades de sufrir  la experiencia del divorcio y pasar por dificultades, no solamente por la influencia que tenga en ellos la ceremonia del templo, sino porque generalmente y en primer término se encuentran mejor preparados para el matrimonio. Estos contarán además del joven amor que sienten el uno por el otro también con una unión común en el amor que sienten por el evangelio de Jesucristo, que conocieron aun antes de conocerse ellos. Además, tendrán sentido del espíritu de sacrificio y de desprendimiento sobre el que se fundamenta todo matrimonio feliz.

Exhortamos a nuestros líderes, padres, esposos e hijos, a desarrollar aún más su capacidad de comunicación con los miembros de su familia, en los quórumes y barrios, así como en las comunidades. Aceptad el hecho de que nuestro Padre Celestial espera que cada poseedor del sacerdocio se desarrolle personalmente. Debemos progresar en forma constante; si así lo hacemos, las otras personas podrán sentir y comprender la seriedad con que tomamos nuestro aprendizaje y podrán, por lo tanto, perdonarnos con más facilidad cuando a veces fracasamos en nuestra forma de dirigir y actuar. Es sumamente apropiado para la juventud del Sacerdocio Aarónico de la misma forma que para los hombres del Sacerdocio de Melquisedec, establecer silenciosa pero decididamente metas personales serias por medio de las cuales puedan mejorar, seleccionando algunas que deseen alcanzar en períodos de tiempo específicos. Si los poseedores del Sacerdocio de nuestro Padre Celestial carecen del indispensable dinamismo, aun cuando estén bien encaminados tendrán escasa influencia sobre los demás . . . Vosotros sois la levadura de la cual depende el mundo, y debéis utilizar vuestros poderes para detener a un mundo errante y sin metas.

Tenemos la esperanza de poder ayudar a nuestros jóvenes, tanto varones como mujeres, a comprender, más temprano en la vida, que hay ciertas decisiones que se toman solamente una vez. En otras oportunidades he mencionado en este mismo púlpito algunas determinaciones hechas en mi juventud, que me fueron de gran ayuda porque no tuve que volver a hacerlas en forma perpetua. Podemos alejar de nosotros algunas cosas sólo una vez y considerar el asunto como finalizado. Podemos tomar una sola decisión sobre aquello que deseamos incorporar en nuestra vida y luego hacerlo, sin tener que reconsiderar y volver a decidir cien veces qué vamos a hacer y lo que no vamos a hacer.

La indecisión y el desaliento son elementos indispensables en los que se desenvuelve el adversario, ya que, en ese medio ambiente él puede provocar mucho daño a la humanidad. Mis jóvenes hermanos, si vosotros no lo habéis hecho ya, tomad la decisión de decidiros.

Esperamos que llevéis a cabo un esfuerzo considerable con aquellos miembros y futuros miembros dedicados a la práctica de un oficio. En la Iglesia nunca debemos llegar a pensar que aquellos que hacen trabajos manuales, son inferiores en la escala de nuestra posición social. Por supuesto que también estamos agradecidos por los muchos profesionales con que contamos en la Iglesia y por todos los empleados de oficinas y técnicos; pero es necesario que nos preocupemos más por alcanzar a los jóvenes y adultos que se dedican a los oficios o son obreros, que en realidad son más importantes para nuestra sociedad de lo que muchas personas creen; en realidad, algunas de las habilidades que estas personas poseen, son extremadamente especializadas y tienen una gran demanda. Hagamos un esfuerzo especial por llegar a este tipo de personas, ya que entre ellos se encuentran muchos de nuestros futuros élderes, cuya fortaleza y habilidades necesitamos y cuyas familias se unirán a nosotros sólo si esos hombres vienen y unen sus fuerzas a la Iglesia.

Seamos cuidadosos de no acumular un exceso de gastos sobre nuestros miembros. Los directores del sacerdocio deben tener cuidado especial en este sentido, ya que muchos de nuestros miembros se encuentran experimentando dificultades económicas, para que el sacrificio, que siempre será parte del reino, no incluya gastos innecesarios además de las contribuciones básicas del diezmo, las ofrendas de ayuno, el fondo de construcción, el presupuesto, etc.

Aquellos que ya tenemos cierta edad, debemos tener siempre presente el hecho de que no podemos olvidar que tenemos que continuar siendo pioneros, tanto para nuestros jóvenes del presente, como para aquellos que habrán de nacer; tenemos que sembrar el trigo de nuestro testimonio, a fin de que aquellos que vengan detrás de nosotros cuenten con el pan de la creencia para los tiempos de escasez, dondequiera que se encuentren.

He disfrutado mucho de lo expresado por aquellos que han hablado hasta ahora. Tengo la sensación de que los distintos programas de la Iglesia son como el teclado de un piano: algunas de las teclas se utilizan más a menudo que otras, pero todas ellas son necesarias y se utilizan de cuando en cuando para producir la armonía y el balance de nuestra vida. Por lo tanto, lo que a menudo hacemos en los discursos de nuestras reuniones de la Iglesia, es recordarnos la necesidad de la existencia de ese balance, de hacer las cosas realmente importantes sin descuidar ninguna de las otras.

Os ruego que cumpláis con vuestras obligaciones como ciudadanos de vuestras comunidades, estados y naciones. Respetad y apoyad la ley; trabajad de acuerdo a ella para llegar a ser una influencia positiva en favor del bien, tal como nos lo aconsejó el profeta José Smith.

Os ruego también que evitéis la más mínima involucración de la Iglesia en asuntos políticos. Si no somos cuidadosos, existe una gran posibilidad de que proyectemos nuestras preferencias personales como si fueran la posición de la Iglesia, con relación a algún asunto o problema político.

Desarrollad vuestra fortaleza espiritual y os aseguro que así podréis lograr la felicidad familiar. La rectitud emana del individuo e influye sobre los grupos. Si estamos realmente convertidos mediante el estudio, la investigación y la oración, nuestro deseo inmediato será ayudar a los demás. La verdadera conversión nos impulsa a tratar de influir en los vivos tanto como en los muertos, y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ayudar en cada uno de los casos. Si estamos verdaderamente convertidos, estaremos dispuestos a autoabastecernos en el verdadero sentido del plan de bienestar.

Cuando el Salvador dijo, «. . . y tú una vez vuelto, confirma a tus hermanos» (Lucas 22:32), nos estaba recordando solamente la obligación que tenemos, pero también recalcó el hecho de que en realidad no podemos fortalecer a nuestros hermanos hasta que nosotros mismos estemos personalmente convertidos.

Nadie debe estar tan ocupado que no pueda disponer del tiempo como para estudiar las escrituras y las palabras de los profetas modernos; ninguno de nosotros debe estar tan ocupado que elimine la meditación y la oración, ninguno debe estar tan ocupado en su asignación regular de la Iglesia, que no tenga tiempo para hacer un servicio cristiano a su prójimo.

«Los muchachos necesitan tener el modelo de los grandes héroes, pero del mismo modo necesitan algunos héroes que estén más cerca de la realidad. Necesitan conocer personalmente hombres de poderosa fortaleza y básica integridad; poder verlos en la calle, ir a acampar o hacer caminatas con ellos, convivir con ellos diariamente en situaciones realistas, sentirse lo suficientemente cerca de ellos como para hacerles preguntas y tratar de hombre a hombre asuntos que consideran importantes.

Sinceramente espero que cada padre provea a sus muchachos esa clase de cercanía y compañerismo, mucho de lo cual puede conseguirse en las noches de hogar.

Los obispos nunca deben alentar a los miembros a que se divorcien sino que por lo contrario, deben orientarlos para que se reconcilien, traten de adaptarse mutuamente y pongan en orden su vida.

¿Conocéis a alguien que haya sido convicto por un delito? Si así fuera, la situación con esa persona debe ser aclarada lo más pronto posible, a fin de que no afecte para siempre su vida.

La juventud de la Iglesia debe comprender que no es necesario que lleguen a ser hombres viejos, con larga experiencia en la vida, para recibir las bendiciones de la Iglesia. José Smith tenía solamente catorce años cuando tuvo la primera visión, dieciocho cuando se le apareció Moroni, veinticuatro cuando recibió las planchas de oro, veinticinco cuando fue organizada la Iglesia y treinta y nueve cuando fue martirizado.

Tomas B. Marsh tenía treinta y un años, y David W. Patten treinta, cuando llegaron a ser apóstoles; se trataba de hombres relativamente jóvenes.

Brigham. Young y Heber C. Kimball, tenían veintiocho años, Orson Hyde sólo veinticinco, William E. McLellan veinticuatro, Parley P. Pratt veintitrés, Luke Johnson veintidós, William Smith diecinueve y Orson Pratt, John F. Boynton, y Lyman E. Johnson dieciocho, cuando la Iglesia fue organizada el 6 de abril de 1830. Muchos de esos hombres eran apóstoles en 1835, cuando el Consejo de los Doce fue organizado, y todos ellos eran todavía muy jóvenes cuando se vieron privados de la presencia del Profeta.

Estos hombres fueron capaces de inspirar a los muchachos. Todos llegaron a ser grandes misioneros. Vosotros jóvenes, podéis ser misioneros realmente superiores, jóvenes fuertes, grandes compañeros y excelentes líderes de la Iglesia. No necesitáis esperar hasta mañana.

Que el Señor os bendiga en vuestro desarrollo paulatino, para que recibáis su inspiración, y podáis enseñar las gloriosas bendiciones del evangelio.

Esto, mis queridos hermanos, ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

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