Nuestra relación con el Salvador

C. G. Octubre 1976logo pdf
Nuestra relación con el Salvador
por el élder James E. Faust
del Primer Quórum de los Setenta

James E. FaustHermanos, creo que el mundo necesita más revelaciones y menos revoluciones. En mi opinión, el mayor cambio que se ha experimentado en Sudamérica ha sido la revolución espiritual que ha tenido lugar como consecuencia de la influencia de la Iglesia y la construcción del Templo de Sáo Paulo.

No hace mucho, se entrevistó a un excelente grupo de misioneros en América del Sur, y se les hizo la siguiente pregunta: «¿Cuál es la mayor necesidad en el mundo actual?». Uno de ellos respondió sabiamente: «Creo que cada persona en el mundo debería tener una relación íntima, diaria y constante con el Salvador». Una relación así puede encender en nosotros la chispa divina. Pero no sólo debemos tratar de conocer íntimamente al Maestro, sino también de ser uno con El. Quizás no nos acerquemos a El lo suficiente, porque pensamos que está demasiado lejos de nosotros o porque no lo concebimos como un Ser real.

Nuestros sentimientos son sagrados para nosotros y nadie puede refutárnoslos; por lo tanto, para recibir la influencia divina del Maestro, empecemos por esa silenciosa certeza que la mayoría de nosotros recibe, y que sabemos nos testifica de la verdad. Estas son cosas que no podemos probar a los demás, y sin embargo, forman parte de nuestro conocimiento. ¿Será acaso que la chispa divina que hay dentro de nosotros está tratando de identificarse con su fuente de procedencia?

Quisiera sugerir cinco medidas esenciales que debemos tomar para limpiar el canal por el cual debemos recibir el «agua viva» del manantial mismo, o sea, el Redentor.

Primero: una comunión diaria por medio de la, oración. Una súplica ferviente y sincera es como una conversación franca entre dos personas; ella hace que el Espíritu del Señor fluya como un bálsamo para nuestras heridas, nuestros pesares y nuestras pruebas.

Segundo: un diario servicio generoso a los demás: Los seguidores del Cristo tienen que ser calificados de acuerdo con sus acciones y no con las creencias que profesan. En Mateo se nos da la regla: «. . . en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (25:40).

Tercero: una lucha continua por aumentar en nosotros la obediencia y la perfección. «Por lo tanto, ¿qué clase de hombres debéis de ser? En verdad os digo, debéis de ser así como yo soy.» (3 Nefi 27:27.) Sólo por la perfecta expiación de Jesús, el justo puede alcanzar esa perfección. (D. y C. 76:69.)

Cuarto: un diario reconocimiento de la divinidad del Señor. A fin de tener esa relación personal con el Maestro, debemos ser sus discípulos. «Porque ¿cómo conocerá un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para él, y se halla lejos de los pensamientos e intenciones de su corazón?» (Mosíah 5: 13.)

Quinto: un diario estudio de las Escrituras. El presidente Kimball ha dicho: «Me he dado cuenta de que cuando mi relación con los Seres divinos es esporádica y me parece que no hay un oído divino que me escuche, ni una voz divina que me hable, soy yo quien en realidad se ha alejado. Y si me sumerjo en las Escrituras, la distancia se acorta y la espiritualidad se restablece».

Pedro nos aconseja que seamos «participantes de la naturaleza divina» (2 Pe. 1:4). La influencia y las enseñanzas del Mesías tienen que tener prioridad sobre todas las otras cosas de nuestra vida, y debemos estar constantemente esforzándonos hacia las alturas para alcanzar las riquezas eternas, porque el reino de Dios está entre nosotros. (Lucas 17:21.) Santificándonos, llegará el día en que El nos «descubrirá su faz» (D. y C. 88:68).

En muchas pruebas de la vida, cuando nos sentimos abandonados, y cuando el pesar, el pecado, la desilusión, el fracaso y la debilidad nos hacen descender a profundidades no imaginadas, podemos obtener el bálsamo de un amor incondicional en la gracia divina; éste es el amor que perdona y olvida, el amor que eleva y bendice; es un amor que nos da la oportunidad de comenzar de nuevo en un nivel superior, y de ahí continúa elevándonos «de gracia en gracia».

Estas son las palabras del presidente Kimball: «El conocimiento espiritual de la verdad es la luz potente que ilumina la oscura caverna; es el viento y el sol que disipan la niebla; es la mansión en la colina, que reemplaza a la choza en el pantano . . .» (Faith precedes the miracle, Des. Book, 1972, pág. 14).

Tengo un testimonio de que estamos enfrentando tiempos muy difíciles y debemos ser valerosamente obedientes. Sé que se nos llamará para probar nuestra fortaleza espiritual, porque los días que nos esperan estarán llenos de aflicción y dificultades. Pero si contamos con el consuelo certero de una íntima relación con el Salvador, recibiremos un sereno valor y las palabras tranquilizadoras:

«Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que un momento;

Y entonces, si lo sobrellevas debidamente, Dios te ensalzará…» (D. y C. 121:7-8.)

Tengo un conocimiento cierto de que Jesús de Nazaret es nuestro Divino Salvador; sé que El vive, y siempre lo he sabido. Sé y testifico con la absoluta seguridad de cada fibra de mi ser que Jesús es el Cristo, el Mesías, el Divino Redentor, el Hijo de Dios. Que podamos ser obedientes a su llamado: «Ven a mí, tu Salvador» (D. y C. 19:41), lo pido humildemente en su Santo Nombre. Amen.

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1 Response to Nuestra relación con el Salvador

  1. Avatar de Alma Delia Alma Delia dice:

    Gracias por tan maravilloso mensaje, amo este discurso

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