Nuestro deber de padres

C. G. Octubre 1976logo pdf
Nuestro deber de padres
por el élder O. Leslie Stone
del Primer Quórum de los Setenta

O. Leslie StoneQuisiera hoy hablar de nuestra responsabilidad como padres. El presidente McKay dijo al respecto:

«Se dice que vale más ser digno de confianza, que amado. Y la mayor confianza que puede depositarse en un hombre y una mujer es encomendarles la vida de un pequeñito. Si una persona encargada de dinero ajeno comete desfalco, es arrestada y encarcelada; si quien está a cargo de secretos de estado los revela, traicionando a su país, se califica de traidor y se castiga. Pero los padres que por su propio descuido u obstinado deseo de ceder al egoísmo, no crían a sus hijos como deben, traicionan la mayor confianza que se ha depositado en el ser humano.» (Treasures of life, » Des. Book, 1965, pág. 71.)

Y agregó que entre los padres que no cumplen con su deber, se cuentan:

  1. Los que riñen en presencia de sus hijos.
  2. Los que contaminan el hogar con vulgaridades y blasfemias.
  3. Aquellos cuya vida en el hogar no se ajusta a lo que aparentan en la Iglesia.
  4. Los que no enseñan a sus hijos a obedecer.
  5. Los que no les enseñan religión, pensando que cuando crezcan harán su propia decisión, y fallan en su responsabilidad de padres.

Esta escritura indica claramente nuestro deber de enseñar a nuestros hijos los fundamentos del evangelio:

«Y si hubiere . . . padres que tuvieren hijos y no les enseñaren a comprender la doctrina del arrepentimiento . . . cuando éstos tuvieren ocho años de edad, el pecado recaerá sobre las cabezas de los padres.

Porque ésta será una ley para los habitantes de Sión . . .» (D. y C. 68:25-26.)

Notad que no dice que el pecado recaerá sobre la cabeza de los maestros de la Iglesia, sino «sobre las cabezas de los padres».

Hablando de este tema, el élder A. Theodore Tuttle dijo: «Este deber no es algo que puede dejarse de lado ni delegarse a guarderías, a la escuela o a la Iglesia, sino que se ha establecido por decreto divino, y si los padres lo violan, hacen peligrar su propia salvación».

No hay duda entonces, de que la seria obligación de todo padre de la Iglesia, es inculcar en sus hijos un conocimiento del evangelio y del propósito de la vida. Claro está que para ello nosotros mismos tenemos que habernos convertido; para que nuestros hijos sean Santos de los Últimos Días, nosotros debemos SERLO. El élder Hugh B. Brown dijo: «No se puede enseñar con eficacia algo en lo que no se crea firmemente. Nuestra manera de vivir y lo que enseñamos, no pueden discrepar entre sí”.

Padres jóvenes, preparaos para guiar a vuestros hijos por las vías del Señor; inculcadles fe en el Dios viviente; enseñadles a orar siempre y a guardar los mandamientos que el Señor nos ha dado.

El élder Brown dijo también: «En esta época de egoísmo y codicia, de control de la natalidad y esterilizaciones, de divorcios, hogares desintegrados y delincuencia juvenil; en esta época de diversiones baratas, de ociosidad y falta de disciplina, haríamos bien en buscar los valores básicos, en enseñar que el hogar es la institución más importante y fundamental de un país, y que la madre es la primera maestra de la escuela en la que se edifica el carácter».

Es en el hogar donde aprendemos lo que es correcto, lo que es bueno; es, en verdad, la primera escuela y la primera iglesia. La mejor manera de preparar a un niño para que sea un adulto honesto y feliz, es encaminarlo desde su infancia. La responsabilidad de dar a nuestros hijos un buen ejemplo, es tan grande como la de proporcionarles alimento y atender a todas sus necesidades físicas. Recordemos que los padres influyen en el comportamiento, los hábitos, las opiniones y las creencias de los hijos, que generalmente se establecen en los primeros años de vida, y que es sumamente difícil y doloroso cambiarlos después.

El mensaje que encierra para los padres esta canción de la Primaria, es grandioso:

Soy un hijo de Dios,
por El enviado aquí;
Me ha dado un hogar
y padres caros para mí.

Soy un hijo de Dios,
no me desamparéis,
A enseñarme hoy su ley
precisa que empecéis.

Soy un hijo de Dios,
y galardón tendré
Si cumplo con su ley aquí,
con El vivir podré.

Guiadme, enseñadme
Por sus vías a marchar,
Para que algún día yo
Con El pueda morar.

A medida que el niño crece, se va independizando más y, en la adolescencia muchas veces piensa que ya no necesita de sus padres, cuando, sin duda, está en la época de su vida en que los necesita más que nunca.

En la actualidad los jóvenes enfrentan grandes problemas. Lo que más necesitan para resolverlos es un firme nacimiento de la verdad, comprensión y una mano que los guíe, hogares que se conserven limpios y ordenados; necesitan padres, que lo sean en el verdadero sentido de la palabra, padres cariñosos, comprensivos, para quienes ellos sean lo más importante y lo primero, que los orienten a fin de que no sean llevados por cualquier «viento» ideológico que sople en su dirección.

Los jóvenes son inquisitivos, tienen hambre de la verdad; lo que desean de sus padres son respuestas honestas y     bien fundadas; por esto, nuestro modo de vivir debe reflejar nuestras enseñanzas, a fin de que maestro y lección sigan el mismo modelo.

Si nosotros y nuestros hijos vivimos el evangelio, todos seremos dignos de que se cumpla la gran promesa que se nos hace en Doctrinas y Convenios:

«Y si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna que es el máximo de todos los dones de Dios.» (D. y C. 14:7.)

¡Qué gloriosa promesa! Recordemos que el Señor siempre cumple con lo qué  promete: pero recordemos también lo  que nos dice al respecto:

«Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo: mas cuando no; hacéis lo que os digo, ninguna promesa’ tenéis.» (D. y C. 82:10.)

Ruego que todos vivamos de tal forma que seamos merecedores de la vida eterna, junto con nuestros hijos. Esta bendición está a nuestro alcance si vivimos correctamente. Testifico de ello en el nombre de Jesucristo. Amén.

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