Nacerá tu luz como el alba

Conferencia General Octubre 1977logo pdf
Nacerá tu luz como el alba
por el élder Victor L. Brown
Obispo Presidente de la Iglesia

Victor L. BrownComo es el caso con otras leyes eternas, grandes bendiciones se basan sobre la observancia de la ley del ayuno. La apropiada observancia de esta ley incluye varios elementos importantes tales como el ayuno con propósito, la oración, el compromiso de ser hacedor de la palabra, y la consagración. La ley del ayuno en su plenitud, beneficia tanto a los que ayunan como a los que se hallan en necesidad. Esta relación es de una importancia enorme. El que consagra su ayuno dando una ofrenda generosa, en realidad está suministrando alimentos, ropa y abrigo a los necesitados, y se santifica por medio de su sacrificio.

El presidente Spencer W. Kimball extendió nuestra visión de ser generosos con nuestras ofrendas al Señor cuando dijo:

«A veces somos un tanto tacaños y calculamos exactamente el valor de lo que habríamos comido para el desayuno, y luego damos esa cantidad al Señor. Pero creo que cuando estamos en una posición económica relativamente buena, debemos ser muy, muy generosos . . .

«Creo que deberíamos dar . . . en vez de la cantidad ahorrada en las dos comidas de las que nos abstuvimos durante el ayuno, mucho más, quizás diez veces más, si estamos en condiciones de hacerlo.»

Desde que el presidente Kimball hizo este llamamiento, hace tres años y medio, las ofrendas de ayuno han aumentado bastante. Estos fondos sagrados han bendecido a muchos miembros de la Iglesia en todas partes del mundo. Los que recibieron ciertamente fueron bendecidos; pero los que dieron, lo fueron más. Cuando damos generosamente al Señor, recibimos de El algo que es de un valor mayor que el de nuestra ofrenda. Cuando guardamos sus mandamientos, «nos bendice inmediatamente» (Mosíah 2:24). Es imposible que el Señor se convierta en nuestro deudor.

Hace algún tiempo el doctor James O. Mason, quien estaba asociado con nosotros en el Departamento de Servicios de Bienestar, había visitado un país en vías de desarrollo. Mientras estaba allí, un jovencito le pidió que tuviese la amabilidad de traerle un regalo al presidente Kimball. Dicho regalo era el dibujo de un pavo real, con las plumas de la cola extendidas en forma de un abanico abierto; lo había hecho con extremado esmero, cada pluma en su sitio, los colores sumamente hermosos. Al contemplarlo, nos maravillamos de la habilidad artística’ del muchacho, e hicimos más preguntas respecto de él; por toda respuesta, el hermano Mason nos entregó una foto del jovencito. No tenía brazos; un defecto de nacimiento lo había dejado así, y sin embargo había desarrollado su talento artístico hasta poder trazar aquel hermoso y complicado dibujo agarrando los lápices con los dedos del pie.

Se nos preguntó si la Iglesia tenía fondos que pudieran utilizarse para proveerle miembros artificiales. Le aseguramos al presidente de la misión que había fondos, pero que solamente estarían disponibles después de haber hecho la familia misma todo lo que les fuera posible por ayudarle. Cuando supimos que la familia había cumplido con los principios de los Servicios de Bienestar, se le facilitaron los fondos.

Más tarde recibimos otra foto del jovencito con sus recién adquiridos brazos y manos, y la información de que sentía gran orgullo puesto que por primera vez podía vestirse solo. Todas estas grandes bendiciones las había recibido de aquellos que vivían la ley del ayuno y eran generosos con sus ofrendas.

Reafirmamos el principio de dar una ofrenda generosa como parte integral del ayuno mensual regular, e invitamos a todo el mundo a ponerse en armonía con este principio.

Aparte de proveer el medio de cuidar de los necesitados entre nosotros, el ayuno es un principio de poder que nos ayuda individualmente a realizar propósitos justos. Las Escrituras relatan muchos casos sobre el poder del ayuno.

Consideremos la gran lección sobre el ayuno que nos enseña Alma, quien entregó el asiento judicial para hacer la obra del Señor. Después de lograr grandes éxitos espirituales en varias ciudades, Alma pasó a la ciudad de Ammoníah, donde según las Escrituras, «Satanás tenía bien asido el corazón de los habitantes», y «no quisieron escuchar las palabras de Alma» (Alma 8:9). Este se esforzó mucho en el espíritu y luchó con Dios en una poderosa oración. A pesar de eso, los habitantes lo ultrajaron, escupieron encima de él y lo echaron de la ciudad. (Alma 8: 13.)

Mientras se alejaba de la ciudad, fue visitado por un ángel del Señor, quien le mandó que regresara a Ammoníah para llamar al pueblo al arrepentimiento. Alma obedeció las instrucciones del ángel, pero entonces ayunó muchos días antes de volver a entrar en la ciudad. (Alma 8:26)

Su ayuno fue premiado casi de inmediato: encontró que ciertas fuerzas justas habían estado trabajando, preparándole la vía. Cuando entró en la ciudad de nuevo, encontró a un hombre, aparentemente desconocido, a quien preguntó: «¿Quieres dar algo de comer a un humilde siervo de Dios?» El desconocido respondió:

«Sé que eres un santo Profeta de Dios, porque tú eres el hombre que un ángel en una visión me dijo que recibiera. Por tanto, ven conmigo a mi casa, y te daré de mi alimento.» (Alma 8:19-20.)

Era Amulek, quien había sido preparado precisamente para recibir a un Profeta de Dios y que más tarde había de compartir su misión. Como resultado de su ayuno, Alma recibió del Señor, por medio de Amulek, la seguridad de que las fuerzas celestiales le ayudarían en sus esfuerzos, y él se sintió lleno del espíritu de la obra del Señor.

Alma terminó su ayuno, y luego él y Amulek hicieron una obra maravillosa cuyo resultado fue que se llamara a los justos para que abandonaran la ciudad de Ammoníah. Los demás habitantes, quedando ya sin disculpa, fueron juzgados en plena madurez de la iniquidad, y fueron destruidos.

La mayor lección sobre el ayuno que se ha enseñado fue la que enseñó el Salvador mismo. En Lucas leemos:

. . . por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.

Entonces el diablo le dijo: Si eres hijo de Dios, día esta piedra que se convierta en pan.

Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.» (Lu. 4:2-4.)

Después de esto, el diablo. se valió de toda su astucia para tentar al Salvador a que abandonara su misión. Su respuesta también la encontramos en Lucas:

«Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a El sólo servirás.» (Lu. 4:8.)

«Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él por un tiempo.

Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea . . .» (Lu. 4:13-14.)

Estos poderosos ejemplos del poder de la ley del ayuno nos enseñan lecciones básicas. Primero: en el ayuno debe haber un propósito. El Salvador mismo utilizó el ayuno para ganar fuerza interna y poder espiritual durante una parte decisiva de su ministerio. La ley del ayuno, asimismo, puede bendecirnos en tiempos de tentación y dificultad, si estamos dispuestos a vivirla.

Alma ayunó para obtener fuerza y sabiduría a fin de llevar a cabo una misión en la que acababa de fracasar. Sabía que sin ayuda divina, no podría cumplirla. Habiendo ayunado a fin de efectuar su misión, el Señor intervino y le dio gran poder. Esta misma bendición está disponible para nosotros, si estamos dispuestos a aprovecharla.

Para vivir la ley del ayuno, es muy importante que oremos con propósito. Ya sea en el ayuno mensual regular o en otro particular, no basta simplemente abstenernos de dos comidas consecutivas; al ayunar, hay muchos propósitos que podemos tener en cuenta. Algunos de ellos son:

1) Vencer las tentaciones de Satanás tal como lo hizo el Salvador.

«¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?» (Isaías 58:6.)

2) Ayudar a los pobres y necesitados. «¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?» (Isaías 58:7.)

3) Lograr el éxito en la vida. «Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.» (Isaías 58:8.) 4) Humillarnos y prepararnos para comunicarnos con el Señor. De nuevo en Isaías leemos:

«Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad;

y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía.

Jehová te pastoreará siempre; y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan.» (Isaías 58:9-11.)

El ayuno con oración es una experiencia positiva. Es una forma de adoración especialmente recomendada por el Señor. Al ayunar con oración, demostramos nuestra profunda intención, prometemos que nosotros haremos todo lo posible, y el resultado lo confiamos al Señor.

Al obligarnos a ser hacedores, tenemos la clave para ejercer cualquier principio del evangelio. Tenemos realmente que hacer lo que el principio exige. Combinar la acción con el ayuno y la oración, es de por sí una oración de fe. El principio de ser hacedor es uno de los grandes mensajes de las Escrituras. Alma predicó con poder, después de ayunar y orar; el Salvador, fortalecido por su ayuno, rechazó toda proposición de Satanás y lo reprendió.

Cuando ayunamos, tenemos que esforzarnos por hacer todo lo posible para realizar el propósito de nuestro ayuno. Es más eficaz el ayuno cuando nosotros hemos hecho todo lo que permite nuestra capacidad. Con frecuencia tenemos que estar dispuestos a. cambiar, a desechar sentimientos y actitudes que nos estorban el camino, a perdonar, a hacernos fuertes, a saber hacer sacrificios, a seguir adelante hacia nuestra noble meta.

Para concluir, permitidme citar un mensaje dado por el élder Harold B. Lee en una conferencia como ésta, hace 36 años:

«Me ha sido difícil comprender cómo un pueblo que no sabe sacrificar lo suficiente para pagar la décima parte de su ingreso anual, y abstenerse de dos comidas el primer domingo de cada mes y pagar el equivalente como ofrenda para cuidar de los necesitados, repito, me es difícil comprender cómo podemos creer que muchos miembros de la Iglesia estén más del diez por ciento listos para la orden unida.

Hemos llegado al día en que han de hacerse las cosas a la manera del Señor, cuando los pobres han de ser ensalzados, o sea estimulados hacia el éxito y la estimación propia, y elevados porque los ricos se han hecho humildes y dispuestos a dar de su substancia, su tiempo, y su talento. He visto aumentar la cooperación, y he visto al Sacerdocio tomar su lugar en bendecir a esta Iglesia temporal y espiritualmente de una manera gloriosa.

Estoy también convencido de que no estaremos preparados para vivir la ley celestial en preparación para la segunda venida de Cristo, si no podemos vivir la ley del diezmo, pagar nuestras ofrendas de ayuno, y aceptar de todo corazón el plan de bienestar hoy en día.» (Conference report, oct. de 1941, págs. 112-114.)

Creo que toda la evidencia que tenemos indica que actualmente hay más  miembros que están preparados para este gran evento que los que había hace 36 años. Y sin embargo, todavía hay muchos que no se han preparado.

Ojalá que nosotros el Sacerdocio, y las oficiales de la Sociedad de Socorro de la Iglesia por todo el mundo, enseñemos a nuestro pueblo el camino para que todos estemos preparados para vivir la ley mayor cuando el Señor así lo indique. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario