Discípulos de Cristo

Conferencia General Octubre 1978logo pdf
Discípulos de Cristo
Presidente Marion G. Romney
de la Primera Presidencia

Marion G. Romney«. . . el guardar la ley de Dios es el elemento principal que debemos aprender todos aquellos que verdaderamente llegamos a ser sus discípulos.»

Hermanos, deseo mencionar hoy algunos de los requisitos necesarios para llegar a ser un discípulo de Jesucristo. Siendo esta una reunión del Sacerdocio, presumo que cada uno de nosotros es poseedor del Sacerdocio y desea ser acreditado como un discípulo de Cristo. En esta oportunidad, he escogido como tema el quinto versículo de la sección 41 de Doctrinas y Convenios, en el cual leemos:

»El que recibe mi ley y la guarda, es mi discípulo, y el que dice que recibe mi ley y no la guarda, no es mi discípulo, y será expulsado de entre vosotros » (D. y C. 41:5.)

La invitación de Cristo a que seamos sus discípulos es universal, y El la extiende a todos. Su llamado y promesa dice:

«Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.» (Mat. 11:28. )

»Acontecerá que toda alma que desechare sus pecados y viniere a mi, e invocare mi nombre, obedeciere mi voz y guardare mis mandamientos, vera mi faz, y sabrá que yo soy.» (D. y C. 93:1.)

Jesús no pone precio a su invitación. Nefi cita al Salvador cuando dice:

«Venid a mi, vosotros, todos los extremos de la tierra, comprad leche y miel sin dinero y sin precio.»(2 Ne. 26:25.)

No obstante, esto no significa que por el hecho de que no haya un precio no exista un costo. Existe un costo que debe ser pagado para llegar a ser un discípulo de Cristo, y el mismo es un costo muy real. Es un costo de actuación, y no un precio monetario.

Jesús enseñó este principio en una forma bien clara. Mas aun, enseñó que aquellos que profesan seguirle deben tener desde el principio, un claro entendimiento de este costo.

He aquí algunos ejemplos. En el evangelio de Lucas leemos:

»Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adonde quiera que vayas.

Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar la cabeza.

Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.

Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tu ve, y anuncia el reino de Dios.

Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.

Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. » (Luc. 9:57-62. )

Jesús no buscaba ni llamaba a ningún hombre, para que llevara a la práctica un servicio nada mas que a flor de labios. El deseaba que comprendieran que al seguirle, debían realizar esfuerzos y sacrificios. Lucas nos cuenta de una ocasión en que:

»Grandes multitudes iban con el; y volviéndose, les dijo:

Si alguno viene a mi, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mi, no puede ser mi discípulo.

Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. » (Luc. 14:25-27, 33.)

En estas declaraciones aparentemente duras, Jesús »no especifico que la condición para ser . . . discípulo suyo» fuera »sentir un odio. .. literal hacia su familia», sino que recalcó »la preeminencia del deber hacia Dios sobre las exigencias personales» o las demandas mundanas de aquellos que fuesen a ser sus discípulos. (Jesús el Cristo, por James E. Talmage, pág. 478.)

En cuanto a calcular el costo implícito de lo mencionado, Jesús señaló la sabiduría de hacerlo, aun relacionándolo con proyectos mundanos; con respecto a esto dijo:

«Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?

No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. » (Luc. 14:28-30. )

En esta ultima dispensación, el Señor ha enseñado en cuanto a la importancia de una dedicación completa a su servicio y una obediencia estricta hacia sus mandamientos, poniendo en ello tanto énfasis como lo hizo durante su ministerio terrenal. Por ejemplo, en 1831, el primer año después que la Iglesia fue organizada, el Señor reveló mediante el profeta José Smith, quien estaba visitando a los santos entonces reunidos en el Distrito de Jackson, en Missouri, que se encontraban en »la tierra prometida . . . y el sitio para la ciudad de Sión» (D. y C. 57:2). Estas buenas nuevas incrementaron el entusiasmo de los santos, que esperaban ansiosamente las bendiciones de Sión, como si fuera a venir en toda su gloria.

Fue entonces que, para calmarlos un poco y para recalcar el hecho de que el establecimiento de Sión dependería de su obediencia a la ley, el Señor les dijo:

»Escuchad vosotros, oh élderes de mi Iglesia, y dad oído a mi palabra y aprended mi voluntad concerniente a vosotros, así como a esta tierra a la que os he mandado.

Porque, de cierto os digo, bendito es el que guarda mis mandamientos sea en vida o muerte; y en el reino de los cielos es mayor el galardón de aquel que es fiel en la tribulación,

Porque tras mucha tribulación vienen las bendiciones . . .

Recordad esto que os digo de antemano, para que lo atesoréis en el corazón y recibáis lo que sigue.» (D. y C 58:1-2, 4-5; cursiva agregada.)

EL Señor les estaba recordando que tendrían que pasar por tribulaciones antes de disfrutar de todas las bendiciones prometidas concernientes a Sión.

Les advirtió que en el Distrito de Jackson, Missouri, que era para ellos la Sión hacia donde se dirigían, la ley, Su ley, tendría que ser guardada, y los santos tendrían que ser verdaderos discípulos. Esta fue una clara advertencia a los santos de Missouri, y debería y tiene que ser una advertencia clara para nosotros, de que el guardar la ley de Dios es el elemento principal que debemos aprender todos aquellos que verdaderamente llegamos a ser sus discípulos.

Una semana después, justamente antes de que el Profeta saliera de Missouri para Kirtland, mediante el Señor dio una revelación, en la cual hizo hincapié en la importancia de dedicarse de un modo completo y absoluto:

«He aquí, dice el Señor, benditos son aquellos que han subido a esta tierra con un deseo sincero de glorificarme . . .

Porque los que vivan, heredaran la tierra; y los que mueran, descansaran de todos sus trabajos . . .

Si, benditos son aquellos cuyos pies descansan sobre la tierra de Sión, que han obedecido mi evangelio; porque recibirán como recompensa las cosas buenas de la tierra . . .

Y también serán coronados con bendiciones de arriba. . . aquellos que son fieles y diligentes delante de mi.

Por lo tanto, les doy un mandamiento que dice así: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón alma mente y fuerza; y en el nombre de Jesucristo lo servirás.» (D. y C. 59:1-5; cursiva agregada.)

El confesar los pecados y el aceptar la ley no es suficiente.

Entonces, El procedió a nombrar algunas cosas especificas que los santos deben aprender a hacer:

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hurtarás, ni cometerás adulterio, ni matarás, ni harás ninguna cosa semejante.

Darás las gracias al Señor tu Dios en todas las cosas.

Ofrecerás un sacrificio al Señor tu Dios en justicia, aun el de un corazón quebrantado, y un espíritu contrito.

Y para que te conserves mas limpio de las manchas del mundo, iras a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo. «(D. y C. 59:6-9.)

Estas son algunas de las cosas específicas que el Señor les dijo a los santos de Missouri que debían hacer para probar que eran Sus discípulos, cuando los llevó al Distrito de Jackson, Missouri, la estaca central de Sion.

Sus instrucciones finales fueron las siguientes:

»Aprended mas bien, que el que hiciere obras justas recibirá su galardón, aun la paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero. «(D. y C. 59:43.)

Este no es el momento de hacer el repaso de la historia de los santos en el Distrito de Jackson; baste con decir que ellos no demostraron la necesaria dedicación y devoción para establecer Sión en aquel momento. El 24 de febrero de 1834, después de haber sido expulsados y azotados por las manos de sus enemigos, el Señor le dijo al profeta José que la razón por la que El había permitido que fueran expulsados obedecía a que »fuesen castigados por una corta temporada con un grave y penoso castigo aquellos que llevan mi nombre, porque no escucharon del todo los preceptos y mandamientos que les di (D. y C. 103:4; cursiva agregada). Por eso, aun no eran sus discípulos en el verdadero sentido de la palabra. Sin embargo, dejó para ellos esta gran promesa:

«He aquí, empezaran a prevalecer en contra de mis enemigos desde esta misma hora . . .

Y esforzándose por observar todas las palabras que yo, el Señor su Dios, les profiriere, jamás cesaran de prevalecer, hasta que los reinos del mundo queden subyugados debajo de mis pies, y se haya dado la tierra a los santos para poseerla por siempre jamás. » (D. y C. 103:6-7.)

Esa es nuestra gran promesa. Nunca cesaremos de prevalecer hasta que el Señor haya establecido su Sión en este mundo. La verdadera naturaleza de los discípulos del Sacerdocio de Dios determinara la rapidez con que avancemos hacia esa gran consumación, a medida que nosotros, mediante el evangelio viviente, luchemos contra la corrupción y la maldad que acaece en este mundo.

Entonces el Señor dijo:

»Ningún hombre tema dar su vida por mi causa; porque quien diere su vida por mi causa, la hallará de nuevo.

Y el que no quisiere dar su vida por mi causa, no es mi discípulo.» (D. y C. 103:27-28.)

Al detenernos a contemplar esta gran declaración sería apropiado que recordásemos el juramento y el convenio que corresponden a este Sacerdocio, al cual estamos ligados todos aquellos que poseemos el Sacerdocio de Melquisedec. Luego de un análisis del Santo Sacerdocio y el »Sacerdocio Menor» continua la revelación que da el juramento y el convenio del Sacerdocio, declarando:

»Porque los que son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios de los que he hablado, y magnifican sus llamamientos, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos.

Llegan a ser los hijos de Moisés y Aarón y la simiente de Abraham, la iglesia y el reino, y los elegidos de Dios.

Y también todos los que reciben este sacerdocio, a mi me reciben, dice el Señor:

Porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mi;

Y el que me recibe a mi, recibe a mi Padre;

Y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado.

Y esto va de acuerdo con el juramento y el convenio que corresponden a este sacerdocio.

Así que, todos aquellos que reciben el sacerdocio reciben este juramento y convenio de mi Padre que no se puede quebrantar, ni tampoco puede ser traspasado.»

Y después nos advierte:

‘Pero el que violare este convenio, después de haberlo recibido, y lo abandonare totalmente, no lograra el perdón de sus pecados ni en este mundo ni en el venidero.» (D. y C. 84:3341.)

Espero y ruego que cada uno de nosotros recuerde y actúe en base a nuestra obligación para con el convenio vigente, y se haga acreedor a la bendición prometida en la siguiente declaración:

»De cierto, así dice el Señor: Acontecerá que toda alma que desechare sus pecados y viniere a mí, e invocare mi nombre, obedeciere mi voz y guardare mis mandamientos, vera mi faz, y sabrá que yo soy.» (D. y C. 93:1.)

Ahora, mis hermanos, quiero dejaros mi testimonio. Sé que Dios vive, y estoy esforzándome por conocerlo. No recuerdo ningún momento en que haya tenido dudas en cuanto a las verdades del Evangelio de Jesucristo. De la misma forma que sé que yo vivo, sé que Jesús vive, que fue y es el Unigénito del Padre en la carne, y que es nuestro Redentor.

Sé que José Smith abrió esta última dispensación. Me resulta fascinante el hecho de que el Padre y el Hijo se presentaran ante José en la arboleda y que el Padre presentara personalmente a su Hijo, Jesucristo, nuestro Salvador. Sé que vinieron ángeles y restauraron el Sacerdocio al Profetas y a Oliverio Cowdery; que Dios estableció una vez más su Iglesia sobre la tierra; que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es Su Iglesia; que Jesucristo es el único nombre bajo los cielos mediante el cual el hombre puede ser salvo, y que aceptar y obedecer el Evangelio de Jesucristo, el cual tenemos el honor de predicar y hemos sido comisionados para llevar a todos los confines de la tierra, es el único medio de salvación para este mundo, tanto en el aspecto temporal como en el espiritual.

Cuando en el no muy lejano futuro deba pararme ante Dios para dar cuenta de mi obra aquí en la vida mortal, no habré de conocer estos hechos mejor que ahora. Al dejaros mi testimonio ruego que vivamos plenamente el evangelio y nos hagamos dignos de ser verdaderos discípulos de Cristo, para obtener la prometida paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero. En el nombre de Jesucristo. Amen.

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